5 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)Y ejerza dominio

Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre…  (Génesis 1:26,27).

         La Biblia revela la naturaleza de Dios, su carácter, atributos, obras y voluntad. Además es el mejor libro para conocer al hombre en toda su amplitud, especialmente en su naturaleza, esencia vital, el propósito de su existencia. El pueblo que honra la revelación de Dios es sabio y prosperará, pero la nación que desprecia su Palabra y coloca en su lugar pensamientos humanos, filosofías y doctrinas contrarias a Dios, vendrá a ruina. Si partimos de las Escrituras seremos sabios, si las ignoramos terminaremos en necedad que conduce a los pueblos a su propia destrucción. Si levantamos pensamientos altivos contra el conocimiento de Dios nos colocamos en el lugar de aceptar cualquier mentira que nos lleve al error.

Moisés le dijo al pueblo de Israel que para ser un pueblo sabio e inteligente debían vivir bajo los mandamientos de Hashem(1). «Así que guardadlos y ponedlos por obra, porque esta será vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos que al escuchar todos estos estatutos, dirán: ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente» (Deuteronomio 4:6).

El texto de Génesis que estamos estudiando muestra que el Dios Creador ha hecho al hombre a su semejanza para que actúe como «virrey» de la creación, mayordomo de los bienes recibidos, y lo haga desde la naturaleza recibida conforme a su Hacedor. Dios delegó en el hombre. No le asusta compartir. Puso todo lo creado bajo sus pies. Trajo los animales para que les pusiera nombre, «y como el hombre llamó a cada ser viviente, ése fue su nombre» (Gn. 2:19).

Ahora bien, la caída lo deformó todo y el término «ejercer dominio» sobre la creación vino a significar agotar los recursos naturales. «Ha sido una tragedia de dimensiones incalculables que el término “sojuzgar” o “ejercer dominio” haya sido tomado por el hombre como una especie de licencia para justificar cualquier tipo de explotación de los recursos naturales, cuando en realidad el sentido del vocablo hebreo es “regentar, cuidar de, administrar”, como un buen jardinero cuida de sus plantas, un pastor de sus rebaños, y un rey justo, de sus súbditos. Quería decir reaprovisionarla, cuidar de ella para que funcione como Dios quiso; no implica destruir sus bosques y contaminar sus ríos» (Nota del libro Ecología y cambio climático, una reflexión cristiana de Miguel J. y Pablo Wickham. Editorial Andamio).

El hombre fue creado por Dios para administrar la tierra y sus recursos bajo las condiciones de su voluntad y normativa.

(1) – HaShem es un término hebreo que significa literalmente ‘El Nombre‘. Se utiliza para evitar referir el nombre de Dios. Otras maneras de evitar nombrarlo es con el tetragrama YHVH (formado por las letras hebreas yod hei vav hei), y con la palabra Adonai (‘Señor’).

4 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)A nuestra imagen y semejanza

Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…  Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1:26,27).

         La voluntad soberana de Dios ha querido crear al hombre. ¡Qué fácil de entender cuando no estamos atrapados en vanos razonamientos! ¿Surgen preguntas por resolver? Sí. «Ahora vemos por un espejo, veladamente… ahora conozco en parte…» (1 Co.13:12). Si aceptamos que somos el resultado de la voluntad creativa de Dios podemos avanzar. Nosotros creemos en Dios, confiamos en su palabra, por tanto, podemos continuar.

El texto que tenemos arriba nos dice que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. ¡Increíble! «Alto es no lo puedo comprender» (Sal. 139:6). «¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides?» (Sal. 8:4). El hombre corona la creación de Dios. ¡Creados a su imagen y semejanza! Pero, ¿cuál es la imagen de Dios? ¿A qué se refiere el texto? No hay una respuesta definitiva a esta pregunta, aunque hay varias cosas que podemos decir sin caer en especulaciones.

El punto de vista reformado es que la imagen de Dios en el sentido más amplio de la palabra se halla: en el hecho de que el hombre es un ser espiritual, racional, moral e inmortal. Dios revistió al hombre con algunos aspectos de su propia personalidad: justicia, verdad, amor, voluntad, emociones, conocimiento. Le transmitió atributos elevados como la creatividad, poder expresarse de manera audible mediante la palabra hablada, comunicarse con sus semejantes, y sobre todo con el mismo Creador. Lo vistió de espiritualidad.

Dios es Espíritu, sopló en el hombre aliento de vida, y vino a ser un ser viviente. Además le dio libertad, libre albedrio, lo hizo libre, no un autómata, sino con capacidad de poder escoger y vivir sujeto a su voluntad, bajo las condiciones dadas por Dios, con límites establecidos dentro de unos parámetros amplios de acción individual.

Dios creó al hombre para tener comunión con él, relacionarse de manera cercana y compartir, no solo el resto de la creación material, sino su misma naturaleza y esencia. Puso eternidad en el corazón del hombre (Eclesiastés 3:11). Jesús confirmó el relato bíblico, escrito por Moisés, cuando dijo: «¿No habéis leído que aquel que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra?» (Mateo 19:4).

         El hombre fue creado por Dios a su semejanza, su propia imagen, «para alabanza de la gloria de su gracia» (Efesios 1:6). «Porque de Él, por El y para El son todas las cosas» (Ro. 11:36). «Todo ha sido creado por medio Él y para El» (Colosenses 1:16).   

 

3 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)Hagamos al hombre

Y dijo Dios: Hagamos al hombre… Creó, pues, Dios al hombre…  varón y hembra los creó (Génesis 1:26,27).

         ¡El misterio del hombre! ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es su origen y propósito? Preguntas que parecen no tener respuestas concluyentes pero comienzan a tomar forma cuando venimos a las Escrituras. Está escrito que es lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino. Que debemos estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro. La Biblia es como un espejo para mirarse. En ella vemos nuestra imagen reflejada.

En nuestro texto lo primero que apreciamos es que el hombre es el resultado de una voluntad mayor que la suya propia. Somos consecuencia de la voluntad expresa de Dios. Hemos venido a la existencia por un acto de su voluntad, una decisión creativa y determinante. Somos la emanación de un plan predeterminado por la Divinidad. Una Divinidad que se nos presenta aquí en plural: «Hagamos», aunque es Uno. El salmista escribió: «El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos» (Salmos 100:3). Por tanto, somos resultado de una voluntad creativa mayor que la nuestra, anterior a la nuestra y por ello superior.

Más tarde el Creador dará al hombre y la mujer capacidad de reproducirse, aunque aquí estamos viendo el origen de la creación del primer ser humano. Este primer hombre va a producir después un desdoblamiento con dos géneros: varón y hembra. «Creó Dios al hombre, varón y hembra los creó». Un solo ser, dos personalidades complementarias que provienen del uno creado y que volverán a ser uno creando una unidad orgánica familiar cuyo resultado será la formación de la familia, y así garantizar la continuidad del género humano a través del hombre y la mujer.

Observemos que el texto bíblico dice: «Creó Dios al hombre», y luego dice, «varón y hembra los creó». Por tanto, en el hombre está incluida la mujer. Esto lo vemos aún más claro en Génesis 5:1,2. «El día que Dios creó al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y los llamó Adán el día en que fueron creados». Es decir, en Adán está Eva. En el hombre está incluida la mujer. Esto concuerda con la exégesis del apóstol Pablo cuando escribe: «Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre, pues en verdad el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre… Sin embargo, en el Señor, ni la mujer es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la mujer. Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace de la mujer; y todas las cosas proceden de Dios» (1 Corintios 11:8-12).

         El hombre es creación de la voluntad de Dios y en él está incluida la mujer. Ambos son el sello de todo lo creado.

2 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)

Dios hizo al hombre recto

He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones (Eclesiastés 7:29 RV60).

Mira, sólo esto he hallado: que Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas (Eclesiastés 7:29 LBLA).

Al libro de Eclesiastés se le ha denominado el libro de filosofía bíblica. El predicador hace una serie de preguntas a lo largo de su discurso, −como toda filosofía−, y no encuentra respuesta satisfactoria a ninguna de ellas −como cualquier manual filosófico al uso− aunque al final de su discurso parece llegar a una conclusión lógica: «La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo».

El contexto del versículo con el que hemos comenzado esta serie está enmarcado en la búsqueda. Todo el libro de Eclesiastés es una búsqueda del sentido de la existencia humana. En los versículos anteriores al citado las preguntas formuladas tienen que ver con buscar una mujer decente y no encontrarla −muy políticamente incorrecto en los tiempos que corren−. «He hallado a un hombre entre mil, pero mujer entre todas éstas no he hallado». Sin embargo, sí halló que Dios hizo al hombre recto pero él mismo se buscó muchas perversiones y artimañas.

Es decir, el hombre fue creado con un carácter moral a la semejanza de Dios. Dios es justo. El hombre fue creado recto, justo. De la misma forma podríamos concluir que muchos de los aspectos del carácter de Dios fueron dados al hombre en su creación: amor, justicia, verdad, fidelidad. Sin embargo, el hombre, los hombres, se buscaron muchas perversiones. Aquí tenemos el inicio del mal en la creación de Dios. El pecado entró en el mundo por un hombre, diría más tarde el apóstol Pablo (Rom. 5:12).

No voy a especular sobre el origen del mal, doy por hecho que tuvo su inicio en la tierra mediante la voluntad del hombre. El por qué fue creado el ser humano con capacidad de caer en pecado, siendo que Dios ya lo sabía y lo permitió, y muchas otras preguntas que se suscitan que no tienen respuesta clara en las Escrituras, las dejo para los filósofos, teólogos y discutidores de este mundo. Lo que podemos asegurar es que Dios creó al hombre bueno, con una naturaleza recta y justa, lo vistió de su gloria y le dio su carácter. Sin embargo, la voluntad libre del hombre permitió que escogiera muchas perversiones o artimañas.

La naturaleza del hombre antes de la caída era recta y justa.

1 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)

Introducción

Hemos iniciado este tema, bajo el título general ¿Qué es el hombre? con la relación que hace el apóstol Pablo del carácter de los hombres en los últimos tiempos. Luego hemos continuado con el carácter de los hombres de Dios, y hemos visto que ese carácter tiene como base fundamental la palabra de Dios, es un hombre de la palabra. Ser un hombre de la palabra es recuperar el propósito original de Dios.

La desobediencia del hombre, en el principio, fue hacia la palabra de Dios. Adoptó una postura independiente, de autodeterminación, ante la ordenanza divina. Volver a la casa del Padre es regresar a las directivas del reino, vivir bajo su autoridad, sometidos a su voluntad y disfrutar de la abundancia de su casa.

En esta tercera serie de nuestro tema queremos regresar al principio. Ver la vida del hombre antes de la caída en pecado y el surgimiento del gran cataclismo que afectó a todas las cosas. El hombre en su estado primigenio. No sabemos mucho al respecto, pero algo sabemos, lo suficiente para darnos cuenta que la caída levantó un gran abismo entre el Creador y sus criaturas.

La caída en pecado trastornó y deformó la vida del hombre y la mujer en su totalidad. La búsqueda del Paraíso perdido ha sido y seguirá siendo una máxima en el corazón del hombre. Algo ha quedado impregnado en el alma humana para que haya anhelado intrínsecamente el regreso a sus orígenes. Se ha especulado, imaginado, argumentado, deseado y buscado de muchas formas y maneras la posibilidad de recuperar el mundo perdido que nunca hemos vuelto a ver y que siempre deseamos encontrar. ¿Cómo era ese mundo? ¿Cuánto tiempo vivió el hombre en ese estado? ¿Por qué se truncó? ¿Cómo es posible que un mundo tan maravilloso incluyera en sus entrañas la simiente de su propia destrucción? Encontraremos respuestas a estas y otras muchas preguntas al adentrarnos, aunque sea por un momento, en los confines del más allá de nuestra era presente.

En esta nueva serie no miraremos al futuro, sino al pasado más remoto. Lo haremos de la mano de las Escrituras, por lo que le pedimos a Su Autor principal, el Espíritu Santo, nos guíe y conduzca en este recorrido hasta donde quiera llevarnos. Nuestra esperanza no está en lo que perdimos, sino en aquel que ha hecho posible su recuperación y regeneración: Jesucristo, el Hijo de Dios, el Alfa y Omega, el principio de la creación de Dios, el Autor de la vida, en el que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, y en quién estamos completos.

SERIE – 3 / Antes de la caída

Antes de la caída (3)¿Qué  es el hombre?

 Serie – 3

“Antes de la caída”

 

 

NOTA: Iniciaré a partir de ahora la SERIE – 3 que he titulado «Antes de la caída», para adentrarnos en ese periodo del devenir humano. No son muchos los datos que tenemos en la Escritura sobre este tema pero creo suficientes para saber la tremenda tragedia que supuso dicha caída. La pregunta esencial que pretendemos responder es la que aparece en el texto bíblico: ¿Qué es el hombre?. En las dos primeras series hemos tratado el carácter de los hombres en los últimos tiempos, así como el carácter de los hombres de Dios en ese mismo periodo. En las tres series siguientes, mucho mas breves que las realizadas hasta ahora, veremos al hombre antes de la caída, en la caída, y después de la caída. La totalidad de las series (son 12) que componen este inmenso estudio de más de mil páginas es como un compendio de «El devenir humano desde antes de nacer hasta después de morir».

Las 15 meditaciones de esta serie que iniciamos ahora se reseñan en el siguiente índice.  Las iré subiendo a la página Web y las Redes Sociales los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Espero que las disfrutéis.

ÍNDICE

  1. Introducción
  2. Dios hizo al hombre recto
  3. Hagamos al hombre
  4. A nuestra imagen y semejanza
  5. Y ejerza dominio
  6. Yo os he dado (primera parte)
  7. Yo os he dado (segunda parte)
  8. Y sopló en su nariz aliento de vida
  9. En Edén
  10. Y ordenó Dios al hombre
  11. Una ayuda idónea
  12. Se unirá a su mujer y serán una sola carne
  13. Estaban ambos desnudos
  14. Paseaban en el huerto al fresco del día
  15. De Él y para Él son todas las cosas

Nota: En esta serie he usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

300 – El reino mesiánico (final)

 

El reino mesiánicoConclusiones generales

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte (1 Corintios 15:24-26)

Conclusiones generales

Para concluir, sin terminar, este tema, señalemos algunas conclusiones generales.

En primer lugar debemos decir que la Escritura anuncia ampliamente la verdad expuesta en esta serie. Podemos discrepar en algunos aspectos, verlos de distinta forma, pero lo que no podremos obviar es que toda la Escritura habla de un reino venidero. Paradójicamente la iglesia no lo predica. La historia de la teología muestra que el abandono de gran parte de las raíces hebreas de nuestra fe ha llevado a interpretar muchos de los textos bíblicos de forma alegórica, una exégesis alejada de lo que predicó la iglesia primitiva. Esa espiritualización de gran parte de la Escritura nos ha conducido a una teología ampliamente establecida en la historia de la iglesia conocida como Teología del Reemplazo. El recorrido que hemos hecho en estas trescientas meditaciones pone de manifiesto que el reino venidero está diseminado amplísimamente en las páginas del Libro. Lo hemos visto especialmente en el libro de Salmos y los profetas, pero también en buena parte del Nuevo Testamento.

Esto nos lleva a constatar una segunda conclusión, la que revela que el reino mesiánico era y es la esperanza de Israel. El sentido escatológico está muy presente en la tradición hebrea. Lo hemos visto en muchos de los personajes principales que encontramos en la primera venida del Mesías.

En tercer lugar debemos diferenciar tres aspectos esenciales del reino de Dios. Desde la perspectiva de la predicación del evangelio hay un primer enfoque del reino que tiene que ver con recibirlo en el corazón. El reino predicado por Jesús y los apóstoles tiene su asentamiento principalmente en el corazón de los hombres –por eso enseñó el Maestro que su reino no era de este mundo− para desde allí reconocer el señorío del Rey comenzando a transformar la vida del hombre desde dentro a fuera. Luego se habla del reino que ha de venir a Jerusalén, establecido en Sion mediante la entronización del Mesías en la ciudad del gran Rey. Por ello es esencial que la ciudad esté en manos de los judíos, quienes lo recibirán con estas palabras: bendito el que viene en el nombre del Señor, tal como lo anticipó Jesús a la ciudad (Mt.23:39). Ese ha sido nuestro tema. Y en tercer lugar debemos saber que hay una manifestación final del reino, el reino eterno. Como escribió el apóstol Pablo en el texto que hemos escogido de base aquí: el fin viene una vez que Jesús ha entregado el reino al Dios y Padre, después que ha sido suprimido todo dominio, autoridad y potencia, cuyo postrer enemigo es la muerte. Esa victoria final da entrada a la eternidad, los nuevos cielos y la nueva tierra en los cuales mora la justicia.

Como cuarta conclusión diremos que el reino de Dios fue preparado desde antes de la fundación del mundo, como está escrito: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mt.25:34). Vemos su desarrollo en lo que llamamos la revelación progresiva. Hemos hecho un amplio recorrido desde Abraham hasta el rey David, con quién el Señor hizo un pacto eterno para sentar a uno de sus descendientes en su trono, que como anuncian los profetas y los salmos es una indicación clara del Mesías. Ese Mesías, llamado múltiples veces en los evangelios: Jesús, hijo de David, se ha manifestado a su pueblo en la primera venida, y lo volverá a hacer en su segunda aparición.

La quinta conclusión que queremos mencionar es la que tiene que ver con las señales diversas que anuncian su venida. En una primera reseña señalamos los dolores de parto que le preceden: aumento de la maldad, el carácter de los hombres en los últimos tiempos, la restauración de Israel en su tierra como la higuera que ha rebrotado, y el resurgimiento del islam. Luego, hacia el final de nuestro recorrido hemos vuelto a citar algunas otras señales del fin que revelan la antesala previa a la manifestación del Rey que viene: la gran tribulación que hemos enfatizado –contradiciendo claramente ciertas doctrinas escatológicas que anuncian el escape de ella− se producirá, según lo entendemos en los textos citados, antes de la venida del Señor, que aparecerá después de la batalla final en el valle de la Decisión; junto con ello el derramamiento del Espíritu Santo en una dimensión única en todo el mundo, para culminar con la resurrección de los muertos en Cristo que coincidirá con el arrebatamiento de los escogidos en el mismo tiempo de su venida. Todo ello, sin ser exhaustivos, creemos que son sucesos que preceden a la llegada del reino mesiánico en la tierra.

Inmediatamente, como sexta conclusión, hemos visto que el Rey viene a Jerusalén para establecer su reino de justicia y paz, −el trono de David−, edificar el templo y juzgar a las naciones. De esta forma se establecerá el reino durante mil años donde prevalecerá la justicia, la paz y el bienestar mundial.

Y como séptima conclusión quiero reseñar algunas de las condiciones de vida que tendrán lugar en la nueva era que habrá llegado con su venida dando inicio al siglo venidero y sus poderes únicos. Es la manifestación del gobierno de Dios, mediante el Hijo, sobre todas las naciones, desde Jerusalén, cumpliendo así el plan predeterminado y anunciado. En este sentido hemos citado las bodas del Rey, las recompensas que vienen con él, el diablo estará atado durante los mil años que duré el reino y no tendrá posibilidad de engañar a las naciones, la tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar, y este hecho traerá una vida de santidad gloriosa, la altivez y soberbia serán abatidas, no habrá idolatría, ni siquiera se mencionarán los nombres de los ídolos, porque habrá pureza de labios, abundante salud y bienestar social y espiritual.

Debemos recordar que junto con la figura del Rey, máximo exponente del reino, Israel tendrá un lugar preferente en el devenir del futuro reino. Por ello vivimos hoy un tiempo profético único que nos recuerda que el Señor ha sido recibido en el cielo hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, mencionadas por los profetas, y que será enviado una vez cumplidas (Hch.3:19-21). La batalla no es nuestra, sino del Señor. La oposición feroz de las naciones islámicas al resurgimiento de Israel en su tierra no es más que la resistencia a los planes revelados del Eterno. La unión de las naciones de la tierra en su lucha contra Israel sigue manifestando la rebelión del príncipe de este mundo, el padre de la mentira, como adversario de la voluntad de Dios. Pero está escrito, (lo cual no significa que no habrá oposición y batalla cruenta) que la victoria es del Señor, que entregará al Dios y Padre el reino cuando haya suprimido todo dominio, autoridad y potencia, y el postrer enemigo que será derrotado es la muerte. Después de los mil años el diablo será desatado para la batalla final. Su derrota anunciada lo arrojará al lago de fuego y azufre, donde ya están la bestia y el falso profeta; así como todos los que no se hallaron inscritos en el libro de la Vida, que habrán sido juzgados en el Juicio Final. Serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apc.20:9,10). Luego el fin. Cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia.

Para acabar debemos preguntarnos acerca de quienes estarán viviendo en el Milenio. Podemos resumirlo así: Estarán las personas del pueblo de Israel que han invocado el nombre de Yeshúa para salvación; del mensaje profético se desprende que serán una gran multitud, no sé si todo Israel, pero una multitud muy significativa que reconocerán al que traspasaron. Los cristianos que vivirán el día de la venida del Señor a la tierra, que serán transformados en un abrir y cerrar de ojos, junto con los que vienen con el Señor en su venida, los santos de Dios que han muerto en Cristo de todas las generaciones precedentes. Además habrá niños que nacerán durante el periodo de mil años que durará esta nueva era. No estarán los que se han opuesto a Israel, a su Mesías y a los hijos de Dios, quienes habrán padecido la batalla de Armagedón en el Valle de la Decisión, siendo excluidos de este tiempo único; y todos los impíos que han obrado impíamente, resistiendo la verdad, practicando el pecado y complaciéndose en la injusticia. Aquellos que han resistido el mensaje del evangelio de la gracia, cuyo tiempo actual permite aceptarlo para escapar del presente siglo malo y ser trasladados al reino de su Amado Hijo.

Saludos, Virgilio Zaballos

Barcelona, Junio – 2018

vzaballos@hotmail.com

299 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas condiciones del Milenio (III) – Una nueva era ha llegado (3)

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)

No habrá idolatría

Como hemos visto, en la era venidera la gloria del Señor llenará la tierra, como las aguas cubre el mar; por tanto, la adoración verdadera volverá a las naciones y será extirpada toda idolatría. El Señor destruirá desde Sion la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos; es decir, los cultos babilónicos que se extendieron por la faz del mundo serán destruidos, reducidos a nada. El velo que envuelve a todas las naciones, producido por la idolatría y los cultos falsos, también serán destruidos (Is.25:7). Recuerda que el entendimiento de los incrédulos es cegado por la acción del dios de este siglo, de tal forma que no les resplandece la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios (2 Co.4:4). Ese velo y la ceguera serán suprimidos en el reino mesiánico. El diablo estará atado y su acción sobre las naciones neutralizada. El mensaje de Isaías es claro: Y quitará totalmente los ídolos… Aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase, y se meterá en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable de YHVH, y por el resplandor de su majestad, cuando se levante para castigar la tierra (Is.2:18-21). Como dijo el apóstol: ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? (2 Co.6:16).

La presencia tangible de Dios echa fuera la idolatría de las naciones. Israel será depurado de sus ídolos; y los gentiles también. Sion será centro de adoración mundial, como está escrito en el libro del profeta Zacarías: En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia. Y en aquel día, dice YHVH de los ejércitos, quitaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca más serán recordados; y también haré cortar de la tierra a los profetas y al espíritu de inmundicia (Zacarías 13:1,2). Hasta los nombres de los dioses falsos serán quitados de la tierra; sin recuerdo.

Pureza de labios

Llegó el día para domar la lengua, ese veneno mortal que no ha podido ser refrenado. Porque la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Stg.3:6). Así está escrito en la voz del profeta Sofonías: En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de YHVH, para que le sirvan de común consentimiento (Sof. 3:9). Observa. La santificación, predominante en la era mesiánica, alcanzará a la lengua y su forma de hablar. La pureza de labios, una nueva forma de hablar, extirpará del lenguaje el nombre de los ídolos, la mentira, blasfemia y calumnia. Y para llenar ese vacío inmenso se invocará el nombre que es sobre todo nombre, el nombre de YHVH, Yeshúa, el Rey de Israel; y junto con su invocación el servicio. No hay confesión de fe sin rendimiento a su voluntad. Sería religión muerta, ritos y ceremonias que no alcanzan a regenerar el corazón del hombre. Confesar el nombre de Jesús significa sometimiento a su señorío. El que confiesa con su boca que Jesús es Señor será salvo. E inmediatamente viene el servicio a su Señor. Así debe ser hoy en quienes reciben el reino en sus corazones, y así será en el reino mesiánico; los que invoquen su nombre le servirán de común acuerdo.

Observa. En el mismo sentir. La unanimidad, producida en ocasiones especiales a lo largo de la historia de la iglesia, como el día de Pentecostés y el tiempo posterior, será un hecho cotidiano en la era venidera. No como en Babel. La unidad tendrá como base la verdad, la justicia y el reino. Solo este cambio en la forma de hablar e invocar sería suficiente para establecer un mundo idílico que anhela el alma humana de los justos. ¿Cómo serían hoy las relaciones personales sin la mentira, el engaño y la calumnia? ¿Cómo serían las relaciones entre las naciones sin el engaño, la falsedad y la hipocresía habituales? Si la verdad prevalece hay libertad y justicia. La mentira esclaviza y el engañoso corazón del hombre impide la luz necesaria para la convivencia. El reino de Dios en la tierra nos devuelve la pureza de labios. Y no solo eso, sino que reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundante salvación (Is.33:6). La ciencia ha aumentado como señal de los últimos tiempos en nuestros días (Dn.12:4). La sabiduría humana también, pero la sabiduría que viene de Dios, de lo alto, inundará la tierra en la era venidera, y esa sabiduría es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía (Stg.3:17).

Salud y bienestar

Las condiciones de vida mencionadas conducen irremediablemente a una forma de vivir placentera, sana y de bienestar familiar y social. Precisamente lo que ocupa gran parte de nuestras preocupaciones actuales. Lo que más perturba en el presente siglo será suprimido en el siglo venidero. La salud integral será un hecho cotidiano. Las colas en los hospitales desaparecerán. Las dolencias crónicas y las enfermedades graves darán paso a una vida de salud plena. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos (Isaías 35:5-7). Habrá aguas salutíferas que traen sanidad, como anunció el profeta Ezequiel, hablando de un río que solo se podía pasar a nado porque las aguas serán copiosas (Ez. 47:5). Esas aguas producen inmensidad de árboles a uno y otro lado del río (47:7). El alma viviente que nadare por él vivirá. Sus aguas producen abundancia de peces y sanidad; vivirá todo lo que entrare en el río (47:9). Esas aguas salen del santuario de Jerusalén, y su fruto será para comer, y su hoja para medicina (47:12). Nos recuerda el ministerio predominante de Jesús en su primera venida: sanaba a todos. Recuerda también las aguas del rio limpio de agua de vida que sale del trono de Dios y del Cordero mencionado por Juan en Apocalipsis. Como está escrito: En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones (Apc.22:1,2).

Observa. Es el regreso a las condiciones pre-adámicas. También en Edén había varios ríos y muchos árboles. En medio está el árbol de la vida produciendo frutos cada mes, lo cual indica que aún no es la eternidad, sino el reino milenial. Y las hojas medicinales (compara Ez.47:12 con Apc. 22:2) producirán salud abundante; sin dolor. Además se edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de YHVH, y sus descendientes con ellos (Is.65:21-23). Habrá respeto a la propiedad privada, no se ocuparán casas ajenas, ni se robará el fruto del trabajo ajeno (como en días de los madianitas en tiempo de Gedeón Jue.6:3-6), sino que las familias serán fructíferas, con abundancia de hijos sanos y longevos. Habrá plena realización personal fundamentada, no sobre el egoísmo, sino en la voluntad perfecta de Dios, cumpliéndose los anhelos del alma justa y prosperando abundantemente bajo el gobierno justo del hijo de David, el Mesías-Rey (2 Sam.23:3,4). Es el resultado de la bendición plena de Dios prometida a Abraham y su simiente santa. Su voluntad perfecta. La recuperación del paraíso perdido. Hoy podemos en parte, y solo en parte, disfrutar los beneficios anunciados por los profetas y apóstoles mediante el evangelio del Señor Jesucristo.

298 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas condiciones del Milenio (II) – Una nueva era ha llegado (2)

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)

Una nueva era ha llegado

Los que están en Cristo son una nueva creación. Creados en justicia y santidad de la verdad. Han recibido las arras del Espíritu, las primicias de una vida redimida que crecerá hasta la plenitud que hay en Cristo. Yeshúa ha hecho nuevas todas las cosas mediante la obra perfecta y acaba en la cruz del Calvario. Esa nueva creación tiene un principio en la tierra, cuando somos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de su Amado Hijo. Se inicia así un crecimiento en estatura a la semejanza de Cristo, hasta alcanzar su plenitud (Ef.4:12,13), la imagen del Hijo (Rom. 8:29).

Esa nueva creación experimentará una transformación especial en la era mesiánica, después de ser hechos a su semejanza, porque sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es (1 Jn.3:2); seremos manifestados con él en gloria (Col.3:4). Las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas. Abrirá camino donde antes hubo desierto; ríos donde experimentamos soledad. Las cosas que sucederán no habrán sido vistas antes por el ojo humano, ni oído oyó; ni siquiera habrán subido al corazón del hombre; esas son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Es el mundo venidero, en su manifestación terrenal, previa al reino eterno.

La iglesia no ha tenido en cuenta este periodo de mil años en su predicación. Desde el siglo IV abandonó gran parte de las raíces hebreas de la fe bíblica «enterrando» un Milenio literal, interpretando de forma alegórica la multitud de profecías que hablan de él, por cuanto forma parte de la fe judía, cuyo bagaje se quiso erradicar. La iglesia institucional se convirtió así en el nuevo Israel, y el cielo etéreo y abstracto ocupó el lugar predominante de la esperanza cristiana. De esta forma quedó sepultado gran parte del mensaje de los profetas, que ahora, en los tiempos de la restauración de todas las cosas, ha sido recuperado, como lo fueron otras verdades en el pasado.

Una parte importante de este redescubrimiento lo tiene el hecho de que muchos de los judíos de nacimiento hayan abrazado hoy la fe en Yeshúa. No para destronar a la iglesia universal, sino para complementarla. De la misma forma que la iglesia universal ha ayudado a muchos judíos a descubrir el evangelio que había sido velado, y cuyo endurecimiento en parte ha impedido a muchos judíos ver la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Prosigamos.

La tierra llena del conocimiento de YHVH

En el Milenio la gloria del Señor cubrirá la faz de la tierra, como las aguas cubren el mar. Una atmósfera celestial cambiará la faz del mundo. La presión diabólica ejercida sobre las naciones mediante la idolatría, dará paso a una adoración en Espíritu y verdad. La revelación de Dios será amplia y mayoritaria. Como hemos dicho antes, Jerusalén ocupará un lugar predominante en la tierra, de donde saldrá la verdad de Dios a las naciones que andarán a la luz de su rostro.

Recuerda: de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de YHVH. Las condiciones de vida serán idílicas. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja (Isaías 11:6,7). Es la armonía de toda la creación en su perfecta expresión. Nos recuerda las condiciones anteriores a la caída en pecado.

En el Milenio aún habrá manifestaciones pecaminosas aunque reducidas a la mínima expresión, por lo que la vida cotidiana será radicalmente distinta a la edad presente. Habrá muerte, pero el que muera de cien años será considerado maldito, puesto que habrá gran longevidad. El niño morirá de cien años (Is.65:20). El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora (Is.11:8). Lo cual quiere decir que habrá nacimiento de niños, por tanto, familias con hijos.

Este tipo de vida es consecuencia de que la tierra será llena del conocimiento de YHVH, como las aguas cubren el mar (Is. 11:9) (Hab.2:14). Conocer a Dios y tener revelación de Él significa andar como Él, imitarle, guardar sus mandamientos, vivir bajo el temor de Dios, andar en santidad como Él es santo.

Una vida en santidad

La vida cotidiana en el reino del Mesías estará marcada por un carácter renovado de los seres humanos, que junto con los transformados a la semejanza del Rey, vivirán en una atmósfera gloriosa y placentera. Paz y armonía. Sin las obras predominantes de la carne que siempre estropean la convivencia y las relaciones humanas. El profeta Isaías nos da una descripción detallada. Habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos, el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de YHVH volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido (Is.35:8-10).

Una característica predominante en las sociedades actuales es la falta de sentido en la vida. El gran vacío existencialista es la base de muchos de los grandes males que aquejan a nuestra generación. Sin embargo, en el reino venidero habrá plena consciencia de camino y propósito por el que se anda. El sentido de dirección será claro y eso hará la vida muy distinta. Ese camino es de santidad, a la semejanza del Hijo de Dios en su encarnación. Habrá comunión con el Autor de la vida. Él mismo estará con ellos. Como cuando nuestros primeros padres oyeron la voz de YHVH Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día (Gn.3:8); en esta ocasión sin esconderse, porque su camino será de luz y obediencia.

Predomina el gozo y la alegría, huyendo la tristeza y el gemido. Como está escrito: El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu. Estamos ante la manifestación del fruto del Espíritu como forma de vida en la tierra. El anhelo y deseo de las generaciones pasadas será una realidad en la manifestación de su reino en la tierra. La presencia de Dios santifica el camino, cuya forma de vivir y relacionarse entre los seres humanos y redimidos estará marcada por la verdad y la justicia. El triunfo de la luz sobre las tinieblas.

La altivez y soberbia serán abatidas

La altivez del hombre será abatida, y la soberbia humillada. La presencia de Dios resiste la soberbia y da gracia a los humildes, por lo cual predominará la humildad de corazón. Como dice el profeta: Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y que pide YHVH de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miq. 6:8). Un hombre liberado de soberbia genera una atmósfera de paz y bienestar. Sus decisiones bendicen a los demás en lugar de atormentarlos. Es el Espíritu de Jesús, manso y humilde, que ya recibimos en la conversión y que tendrá una manifestación a su semejanza en aquel día.

Así lo expresa el profeta Isaías: La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y YHVH solo será exaltado en aquel día… por la presencia formidable de YHVH, y por el resplandor de su majestad cuando se levante para castigar la tierra (Is.2:11,21). La mayor parte del mal en la era presente viene por la manifestación de la soberbia y altivez del corazón de los hombres. Ese fue el pecado de Lucifer. La soberbia de su corazón le llevó a pretender el trono de Dios y fue echado fuera. Dios resiste a los soberbios. Por ello, el rey David tiene una oración predominante en su vida: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh YHVH, roca mía, y redentor mío (Sal. 19:12-14).

Observa la relación que existe entre la meditación hecha delante de Dios que condiciona nuestra forma de hablar, y que a su vez permite entender los propios errores para no caer en la soberbia que conduce al desprecio de los demás tratándoles con dureza y tiranía. Por ello el salmista ora a Dios para ser librado del origen de todo el proceso degenerativo: la soberbia. David lo consiguió la mayor parte de su vida, pero no en todos sus episodios. En cierta ocasión fue impulsado por el diablo a realizar un censo del pueblo, llevado por la soberbia, que trajo el juicio de Dios, y cuyas consecuencias sufrieron muchos de sus gobernados. Tal es la necesidad que tienen los gobernantes de ser librados de soberbia. En el reino del Mesías será abatida y humillada por la presencia de Dios y la ausencia de Satanás en la tierra. Hoy podemos también huir de ella sometiéndonos a Dios, y resistiendo al diablo.

En aquel día venidero, la nueva era que ha sido profetizada, la vida de oración será intensa y la respuesta llegará incluso antes de ser formulada la petición. Se desprende del texto del profeta Isaías cuyo contexto es el reino mesiánico. Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído (Is.65:24). No habrá que traspasar el campo de opresión diabólico que se opone con resistencia al clamor de los santos en nuestros días. La atmósfera espiritual será purificada; la vida será muy distinta.

297 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas condiciones del Milenio (I) – Una nueva era ha llegado (1)

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)

Una nueva era ha llegado

Los múltiples acontecimientos que hemos venido identificando darán lugar a un nuevo día (2P.1:19). Las tinieblas van desapareciendo, y la luz verdadera ya alumbra (1 Jn.2:8). El evangelio nos permite hoy participar de las primicias de ese día. El poder del reino de Dios ya ha venido en la persona del Mesías, cuando dijo: el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Mr.1:15). El reino de Dios hace su entrada primeramente en los corazones de los hombres arrepentidos que invocan el nombre del Rey y Mesías. Son sellados con las arras del Espíritu como primicias de los poderes del siglo venidero (Heb.6:4,5).

Observa el lenguaje de la Escritura: el presente siglo malo (Gá. 1:4); y, los poderes del siglo venidero (Heb.6:5). Hay un presente siglo, y un siglo venidero por llegar. Podríamos decir: dos dispensaciones, no siete como enseña la Teología Dispensacionalista. Jesús habla de «este tiempo» y «el siglo venidero» (Mr.10:30) (Lc.18:30). El apóstol Pablo enseña que la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera (1 Tim.4:8). Hay promesas para ahora, y otras que tienen que ver con el mundo venidero, es decir, el reino del Mesías. Por ello se llama a los hijos de Dios extranjeros y peregrinos; vivimos de paso a un mundo mejor, donde mora la justicia. No tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir (Heb.11:13-16).

Esta esperanza la ha sacado a luz la obra redentora de Jesús como paso intermedio a la gloria y reino eterno. Todo nuestro recorrido en esta serie ha puesto de manifiesto que los profetas hablaron de un reino establecido en la ciudad de Jerusalén cuando venga el Mesías para reinar. Y llegado el reino a la tierra (observa que esa fue la oración que Jesús enseñó a los discípulos: «venga tu reino») se establecen nuevas condiciones de vida que la hacen muy distinta, tanto, que es difícil enumerarlas, aunque la Escritura nos da algunos detalles, y a ellos nos dedicaremos las últimas meditaciones que veremos antes de acabar nuestro tema. Ahora mencionaremos brevemente las bodas del Rey.

Las bodas del Rey

Una vez ha venido el Señor nos encontramos en la Escritura con las bodas del Rey. El salmo 45 nos habla del cántico de las bodas del Rey. Un anticipo de la majestad y el trono de su reino el día cuando la reina estará a su diestra y el Rey deseará  su hermosura (45:9-11). Todo el libro de Cantar de los Cantares nos habla de la belleza de esta relación entre el rey y su esposa, la sulamita. En el libro de Apocalipsis vemos las bodas del Cordero con su esposa que se ha preparado, y la esposa era la ciudad ataviada. Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que desciende del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios (Apc.21:9-11). En la carta a los Hebreos se dice que los redimidos se han acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial (Heb.12:22).

Israel y la iglesia, −los que forman la esposa−, serán desposados por el Rey en fidelidad para siempre. Como dice el profeta Oseas: En aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo [condiciones mesiánicas]… y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te haré dormir segura [condiciones mesiánicas]. Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a YHVH (Oseas 2:18-23). Y Jesús dijo a los suyos en una parte del discurso final en el evangelio de Juan que no se turbara su corazón, porque iba a la casa del Padre a preparar un lugar para ellos; y volvería otra vez, os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy [en su venida será primero en Jerusalén en el reino anunciado], vosotros también estéis (Jn.14:1-3).

Las recompensas

Cuando el Señor venga traerá con él su recompensa. He aquí que YHVH el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro (Isaías 40:10). Y más adelante el mismo profeta dice: He aquí que YHVH hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra (Is.62:11). Esta verdad fue enseñada por el Maestro en la parábola de los talentos. A todos dio distintos talentos para que negociaran con ellos. A uno cinco, a otro dos, y a otro uno. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos, recibiendo cada uno la recompensa proporcional al trabajo realizado (Mt.25:14-30). Y el apóstol Pablo lo expone con claridad en su carta a los corintios. Cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Los que han edificado sobre el buen fundamento, con oro, plata y piedras preciosas, recibirán recompensas; los que lo hacen sobre heno, paja y hojarasca no la recibirán, aunque serán salvos así como por fuego. Las recompensas tienen que ver con la distinta función que tendrán los hijos del reino en el siglo venidero, y posteriormente en la eternidad (1 Co.3:8-15).

El Milenio: mil años sin Satanás

Una de las condiciones claras expresadas sobre el Milenio es el tiempo que durará: Mil años. Algunos lo interpretan de forma alegórica, aunque los textos son claros al respecto. Es el tercer día (si contamos mil años por un día según Sal. 90:4) anunciado por el profeta Oseas. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él (Oseas 6:2,3). Han pasado dos mil años desde su primera venida, y el tercer milenio parece indicar el regreso del Señor. No entro en más valoraciones en este punto. En Apocalipsis 20:1-3 se dice con claridad que el dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, será atado por mil años, y arrojado al abismo, será encerrado para que no engañe más a las naciones, hasta que sean cumplidos los mil años. Luego será desatado de nuevo por un breve tiempo (Apc.20:1-3), para la batalla final que dará entrada a la eternidad (Apc.20:7,8). Recordemos aquí las dos batallas finales de las que habla la Escritura y que no debemos confundir. Una será antes del Milenio, otra después. La primera se menciona en (Ez.38,39) (Is.24:1-23) (Zac.12:2,9 y 14:2-16) y tiene que ver con una coalición de naciones al norte de Israel. La segunda es al final del Milenio y se refiere a las naciones del mundo en general (Gog y Magog Apc.20:7,8). Aquí estamos hablando de la batalla posterior al Milenio.

En cuanto a los que reinarán con Cristo en ese periodo de tiempo está escrito que serán los que no recibieron la marca de la bestia y reinarán con Cristo esos mil años (Apc.20:4). Reinarán con él los que resucitan en la primera resurrección, sobre los cuales la muerte segunda no tendrá dominio (Apc.20:5,6). Esta resurrección ocurre al inicio del Milenio, y sobre los que reinarán con Cristo mil años la muerte ya no tendrá poder sobre ellos. En definitiva. La nueva era que se iniciará con la llegada del Mesías establecerá unas condiciones de vida durante mil años que nunca antes se han visto en la tierra, aunque recuerdan las condiciones anteriores a la caída en pecado. Es el reposo del que habla el autor de la carta a los Hebreos en los capítulos 3 y 4. De esas condiciones veremos más. Seguimos.