Las condiciones del Milenio (II) – Una nueva era ha llegado (2)
No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)
Una nueva era ha llegado
Los que están en Cristo son una nueva creación. Creados en justicia y santidad de la verdad. Han recibido las arras del Espíritu, las primicias de una vida redimida que crecerá hasta la plenitud que hay en Cristo. Yeshúa ha hecho nuevas todas las cosas mediante la obra perfecta y acaba en la cruz del Calvario. Esa nueva creación tiene un principio en la tierra, cuando somos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de su Amado Hijo. Se inicia así un crecimiento en estatura a la semejanza de Cristo, hasta alcanzar su plenitud (Ef.4:12,13), la imagen del Hijo (Rom. 8:29).
Esa nueva creación experimentará una transformación especial en la era mesiánica, después de ser hechos a su semejanza, porque sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es (1 Jn.3:2); seremos manifestados con él en gloria (Col.3:4). Las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas. Abrirá camino donde antes hubo desierto; ríos donde experimentamos soledad. Las cosas que sucederán no habrán sido vistas antes por el ojo humano, ni oído oyó; ni siquiera habrán subido al corazón del hombre; esas son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Es el mundo venidero, en su manifestación terrenal, previa al reino eterno.
La iglesia no ha tenido en cuenta este periodo de mil años en su predicación. Desde el siglo IV abandonó gran parte de las raíces hebreas de la fe bíblica «enterrando» un Milenio literal, interpretando de forma alegórica la multitud de profecías que hablan de él, por cuanto forma parte de la fe judía, cuyo bagaje se quiso erradicar. La iglesia institucional se convirtió así en el nuevo Israel, y el cielo etéreo y abstracto ocupó el lugar predominante de la esperanza cristiana. De esta forma quedó sepultado gran parte del mensaje de los profetas, que ahora, en los tiempos de la restauración de todas las cosas, ha sido recuperado, como lo fueron otras verdades en el pasado.
Una parte importante de este redescubrimiento lo tiene el hecho de que muchos de los judíos de nacimiento hayan abrazado hoy la fe en Yeshúa. No para destronar a la iglesia universal, sino para complementarla. De la misma forma que la iglesia universal ha ayudado a muchos judíos a descubrir el evangelio que había sido velado, y cuyo endurecimiento en parte ha impedido a muchos judíos ver la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Prosigamos.
La tierra llena del conocimiento de YHVH
En el Milenio la gloria del Señor cubrirá la faz de la tierra, como las aguas cubren el mar. Una atmósfera celestial cambiará la faz del mundo. La presión diabólica ejercida sobre las naciones mediante la idolatría, dará paso a una adoración en Espíritu y verdad. La revelación de Dios será amplia y mayoritaria. Como hemos dicho antes, Jerusalén ocupará un lugar predominante en la tierra, de donde saldrá la verdad de Dios a las naciones que andarán a la luz de su rostro.
Recuerda: de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de YHVH. Las condiciones de vida serán idílicas. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja (Isaías 11:6,7). Es la armonía de toda la creación en su perfecta expresión. Nos recuerda las condiciones anteriores a la caída en pecado.
En el Milenio aún habrá manifestaciones pecaminosas aunque reducidas a la mínima expresión, por lo que la vida cotidiana será radicalmente distinta a la edad presente. Habrá muerte, pero el que muera de cien años será considerado maldito, puesto que habrá gran longevidad. El niño morirá de cien años (Is.65:20). El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora (Is.11:8). Lo cual quiere decir que habrá nacimiento de niños, por tanto, familias con hijos.
Este tipo de vida es consecuencia de que la tierra será llena del conocimiento de YHVH, como las aguas cubren el mar (Is. 11:9) (Hab.2:14). Conocer a Dios y tener revelación de Él significa andar como Él, imitarle, guardar sus mandamientos, vivir bajo el temor de Dios, andar en santidad como Él es santo.
Una vida en santidad
La vida cotidiana en el reino del Mesías estará marcada por un carácter renovado de los seres humanos, que junto con los transformados a la semejanza del Rey, vivirán en una atmósfera gloriosa y placentera. Paz y armonía. Sin las obras predominantes de la carne que siempre estropean la convivencia y las relaciones humanas. El profeta Isaías nos da una descripción detallada. Habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos, el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de YHVH volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido (Is.35:8-10).
Una característica predominante en las sociedades actuales es la falta de sentido en la vida. El gran vacío existencialista es la base de muchos de los grandes males que aquejan a nuestra generación. Sin embargo, en el reino venidero habrá plena consciencia de camino y propósito por el que se anda. El sentido de dirección será claro y eso hará la vida muy distinta. Ese camino es de santidad, a la semejanza del Hijo de Dios en su encarnación. Habrá comunión con el Autor de la vida. Él mismo estará con ellos. Como cuando nuestros primeros padres oyeron la voz de YHVH Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día (Gn.3:8); en esta ocasión sin esconderse, porque su camino será de luz y obediencia.
Predomina el gozo y la alegría, huyendo la tristeza y el gemido. Como está escrito: El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu. Estamos ante la manifestación del fruto del Espíritu como forma de vida en la tierra. El anhelo y deseo de las generaciones pasadas será una realidad en la manifestación de su reino en la tierra. La presencia de Dios santifica el camino, cuya forma de vivir y relacionarse entre los seres humanos y redimidos estará marcada por la verdad y la justicia. El triunfo de la luz sobre las tinieblas.
La altivez y soberbia serán abatidas
La altivez del hombre será abatida, y la soberbia humillada. La presencia de Dios resiste la soberbia y da gracia a los humildes, por lo cual predominará la humildad de corazón. Como dice el profeta: Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y que pide YHVH de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miq. 6:8). Un hombre liberado de soberbia genera una atmósfera de paz y bienestar. Sus decisiones bendicen a los demás en lugar de atormentarlos. Es el Espíritu de Jesús, manso y humilde, que ya recibimos en la conversión y que tendrá una manifestación a su semejanza en aquel día.
Así lo expresa el profeta Isaías: La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y YHVH solo será exaltado en aquel día… por la presencia formidable de YHVH, y por el resplandor de su majestad cuando se levante para castigar la tierra (Is.2:11,21). La mayor parte del mal en la era presente viene por la manifestación de la soberbia y altivez del corazón de los hombres. Ese fue el pecado de Lucifer. La soberbia de su corazón le llevó a pretender el trono de Dios y fue echado fuera. Dios resiste a los soberbios. Por ello, el rey David tiene una oración predominante en su vida: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh YHVH, roca mía, y redentor mío (Sal. 19:12-14).
Observa la relación que existe entre la meditación hecha delante de Dios que condiciona nuestra forma de hablar, y que a su vez permite entender los propios errores para no caer en la soberbia que conduce al desprecio de los demás tratándoles con dureza y tiranía. Por ello el salmista ora a Dios para ser librado del origen de todo el proceso degenerativo: la soberbia. David lo consiguió la mayor parte de su vida, pero no en todos sus episodios. En cierta ocasión fue impulsado por el diablo a realizar un censo del pueblo, llevado por la soberbia, que trajo el juicio de Dios, y cuyas consecuencias sufrieron muchos de sus gobernados. Tal es la necesidad que tienen los gobernantes de ser librados de soberbia. En el reino del Mesías será abatida y humillada por la presencia de Dios y la ausencia de Satanás en la tierra. Hoy podemos también huir de ella sometiéndonos a Dios, y resistiendo al diablo.
En aquel día venidero, la nueva era que ha sido profetizada, la vida de oración será intensa y la respuesta llegará incluso antes de ser formulada la petición. Se desprende del texto del profeta Isaías cuyo contexto es el reino mesiánico. Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído (Is.65:24). No habrá que traspasar el campo de opresión diabólico que se opone con resistencia al clamor de los santos en nuestros días. La atmósfera espiritual será purificada; la vida será muy distinta.