EL SISTEMA DE ESTE MUNDO (1)

Tela de araña - Sistema mundanoDecadencia moral y espiritual

Vivimos en una sociedad decadente. Los valores no solo caen en la bolsa de Tokio o New York, sino en el mismo corazón de los creyentes. Es como si los diques de contención se estuvieran resquebrajando y agrietando, dando paso a una inundación que disuelve los fundamentos morales. Verdades que hasta hace poco tiempo eran terreno sólido y firme en las convicciones, en estos momentos se están diluyendo en el relativismo moral que ha impuesto la sociedad postmodernista.

Esta marea, que más parece un tsunami, está poniendo a prueba la fortaleza de nuestra fe y los fundamentos que la sostienen. Las nuevas generaciones de creyentes en Jesús y en las verdades bíblicas están muy adaptadas a la manera de pensar y vivir del presente siglo. Vemos una gran debilidad del hombre interior, −la vida espiritual−, que está actuando como disolvente de las convicciones, llevándonos a una permisividad nociva para el pueblo que debe ser luz y sal, y una pasividad que raya con la paralización.

Nos hemos adaptado, amoldado y conformado al estilo de vida mundano. Nos hemos rendido a la cultura del placer y la comodidad. Hemos asimilado métodos del sistema de este mundo, diseñado por el paganismo y la filosofía contraria a los valores y principios judeocristianos. Nos hemos dejado seducir por el silbido de la serpiente que susurra una vez más a nuestros oídos: «seréis como dioses», que nos desliza en la soberbia. Nos hemos confundido con el paisaje y perdido la fortaleza de nuestra fe, la fe que vence al mundo y su sistema de valores laxos, neutros en cuanto a moralidad, y relativista en cuanto a verdades absolutas.

El mundo nos ha vencido en muchos casos, y nuestra rendición la explicamos con argumentos eufemísticos como: «hay que adaptarse a los tiempos», «debemos ser abiertos a la sociedad, no fanáticos o radicales». Argumentos válidos en algunos casos, pero que han producido en buena medida la asimilación de una tolerancia a las formas de vida contrarias a las enseñanzas del Maestro. Nos hemos cansado de sufrir el rechazo por el evangelio y de ser impopulares y molestos, (buena parte de la nueva generación de creyentes ni sabe lo que es eso). No queremos molestar, ni ser raros, procuramos que no nos pongan etiquetas de retrógrados, conservadores o aburridos.

Hemos imitado los métodos comerciales de marketing para conseguir resultados a cualquier precio. El fin ha justificado los medios en muchos casos, y hemos recogido una cosecha de vanidad y arrogancia por los números. El brillo del poder por la cantidad nos ha cegado, olvidando la calidad de una vida rendida a la voluntad de Dios. Asistimos complacientes al espectáculo de respetar a políticos corruptos para mendigar un poco de reconocimiento y subvención. Vivimos muy lejos de aquellos profetas de la antigüedad que apuntaban con el dedo a los gobernantes que llevaban al pueblo lejos de Dios, y por tanto a sus juicios; y esto con el argumento de no meternos en política. Aquí no se trata de políticas de un signo u otro, sino de leyes impías que forman autopistas inmensas para el pecado de una nación, y por ello, un camino de muerte y destrucción. Está escrito: La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones [1].

Notas:

[1] – Proverbios 14:34

Próximo capítulo: La pérdida de integridad

CONSECUENCIAS DEL AUTO ENGAÑO – Completo

AutoengañoIntroducción  

El auto engaño, mediante argumentos altivos, es uno de los errores más comunes del hombre. En tiempos de decadencia moral, incluso el hombre religioso, el creyente, puede caer fácilmente en una manera de proceder que ignora lo que cree. El profeta Jeremías dijo: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer. 17:9 RV60).

Todo engaño y mentira se sustenta sobre un argumento que le da consistencia. Cuando hemos asimilado el argumento engañoso podemos vivir sin que la conciencia nos moleste y actuar con plena convicción, aunque la base de nuestro proceder sea la mentira y, por tanto, nos conduzca al error y el fracaso.

Una de las mentiras más extendidas de la posmodernidad, (junto con sus ramificaciones), está asentada sobre la filosofía humanista que pretende fundamentar la convivencia bajo la idea de que Dios no existe. Dios no nos ve, no tenemos que dar cuenta a nadie de nuestros actos, solo ante nosotros mismos y nuestras leyes humanas. De ahí el interés por burlar la justicia y la consiguiente corrupción. Podemos resumirlo con las palabras de Ezequiel: Dicen: el Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra (Ez.8:12 LBLA).

Hemos abandonado el temor de Dios, —principio de sabiduría—, y nos hemos entregado a la osadía de legislar en base a ideologías humanistas contrarias a la ley moral y natural. Hoy muchos gobiernos  actúan como dioses —bajo la máxima antigua de: seréis como Dios Gn. 3:5—, extralimitándose en la autoridad delegada que han recibido. Traspasan límites morales pretendiendo que la política es amoral, sin principios, ni valores, más allá de lo que el consenso «universal» pretenda en cada momento u ocasión. Si hay una mayoría suficiente de ciudadanos que piden cualquier cosa, por disparatada que sea, se puede formular una ley y legalizar cualquier aberración contra natura, bajo el amparo de la libertad de elegir.

Este desenfreno nos está llevando a una decadencia moral, cívica y espiritual en todos los ámbitos de la vida humana. ¿Dónde comenzó todo? En un argumento, una idea, una filosofía, incluso podríamos decir que una especie de teología anti-teológica. ¿Cuál es? «El universo camina solo. No hay Creador. Vamos sin rumbo. Dios nos ha dejado, se ha desentendido de nosotros». Ahora el hombre ocupa el lugar central, lo llamamos humanismo. Hemos dicho: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve (Ez.9:9 LBLA). ¿Es eso cierto? Si así fuera está justificada la filosofía materialista: comamos y bebamos que mañana moriremos. La negación de Dios y la ley moral nos conduce rápidamente a la corrupción. Algo parecido ocurrió en días del profeta Ezequiel, por tanto examinemos lo sucedido porque está escrito para nuestra enseñanza (1 Co.10:11) y esperanza (Rom.15:4).

Textos: Ezequiel caps. 8, 9 y 22

Los días de Ezequiel

En los primeros capítulos del libro aparece la visión de la gloria de Dios y el llamamiento de Ezequiel. Dios llamó al profeta para que anunciara a la sociedad de su tiempo, −engañada terriblemente−, la realidad de su situación. Ya se había realizado la primera parte del cautiverio, el mismo Ezequiel había sido llevado a Babilonia. Miremos los sucesos a partir del capítulo 8 del libro. Comienza así: Y sucedió… que estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados ante mí, bajó allí sobre mí la mano de Señor Dios (Ez. 8:1 LBLA).

Pensemos. El profeta está sentado en su casa de Babilonia, junto con los ancianos de Judá, y en esa misma situación el Señor le va a mostrar lo que estaba ocurriendo en Jerusalén, muy lejos del lugar donde se encontraban. Bien, veamos el recorrido de las revelaciones que el Señor le va a dar a Ezequiel a partir de este momento.

1. Y el Espíritu me alzó entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visiones de Dios… (Ez. 8:3 LBLA).

No voy a entrar en la polémica de cómo ocurrió esto, el profeta fue llevado en visiones a la ciudad de Jerusalén, a la entrada del templo, y comenzó a ver lo que sucedía. Allí estaba la morada del ídolo de los celos que provoca los celos. Lo primero que ve es un ídolo en el lugar de la adoración al Dios único. Un ídolo que parece convivir con el culto a Dios. Un ídolo que provoca el celo de Dios. Faltaba poco para que la gloria del Señor abandonara el templo. No se puede servir a dos señores.

Jesús también entró en el templo de Jerusalén, años más tarde, y actuó sobre la Escritura que decía: el celo de tu casa me consume (Jn. 2:13-17 RV60) (Sal.69:9). El templo estaba contaminado y la casa de oración se había convertido en cueva de ladrones. El templo de Dios hoy son los sellados por el Espíritu (Ef. 1:13).

2. Y he aquí, la gloria del Dios de Israel estaba allí, como la visión que yo había visto en la llanura (Ez. 8:4 LBLA).

Aún la gloria de Dios no había abandonado el templo. No tardaría en hacerlo, pero en estos momentos se pone de manifiesto la mezcla del culto en el pueblo de Judá. Se cometían abominaciones en el lugar de adoración. Está escrito: ¿Qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? (2 Co.6:16). Pero hay más.

3. Después me llevó a la entrada del atrio, y cuando miré, he aquí había un agujero en el muro… Y me dijo: cava ahora en el muro… entra y ve las perversas abominaciones que ellos cometen aquí (Ez. 8:7 LBLA).

Cuando Dios revela a un profeta el pecado de su pueblo es porque Él ya lo ha visto antes. Dentro del muro que cavó Ezequiel había toda clase de reptiles, bestias y cosas abominables. Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados en el muro por todo alrededor. Y había setenta ancianos de la casa de Israel ofreciendo incienso en el mismo lugar de adoración. ¡Inaudito!. ¡Cómo es posible! ¡Cuántas cosas ocurren en la aparente oscuridad de nuestros actos secretos! Sin embargo, está escrito: no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quién tenemos que dar cuenta (Heb. 4:13 LBLA).

¿Cuál fue la enseñanza que sustentaba esta forma de actuar? O dicho de otra forma, ¿bajo qué doctrina operaban estos ancianos para cometer una idolatría tan contraria a la revelación de Dios? Aquí está el asunto clave, el argumento sobre el que giraba un comportamiento idólatra y corrupto.

4. Porque ellos dicen: El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra (Ez. 8:12 LBLA).

Una doctrina fundamental de la Escritura, como es la Omnipresencia de Dios, o su Omnisciencia, había «mutado» en otra que decía: «El Señor no nos ve».

Seguramente sus experiencias de la realidad de Dios se habían quedado cristalizadas. Las circunstancias actuales les decían que Dios, el Dios de sus padres, era un asunto del pasado, y en lugar de buscarle con un corazón humilde y de fe, se hicieron ídolos para substituirle. Este engaño no anula la verdad de Dios. Esta falsedad no evita quedar expuestos a su juicio. Pero aún hay más.

5. Entonces me llevó a la entrada de la puerta de la casa del Señor… y he aquí, había allí mujeres sentadas llorando a Tamuz (Ez. 8:14 LBLA).

La idolatría se había extendido y generalizado a toda la sociedad. Los niveles de corrupción alcanzaban a hombres y mujeres. Pero aún hay más.

6. Entonces me llevó al atrio interior de la casa del Señor. Y he aquí, a la entrada del templo del Señor… había unos veinticinco hombres de espaldas al templo del Señor y de cara al oriente, y se postraban hacía el oriente, hacia el sol (Ez. 8:16 LBLA).

El sincretismo se había instalado en medio del templo del Señor. Todo tipo de cultos extraños, contrarios a la voluntad de Dios, eran práctica habitual entre quienes habían recibido la revelación del Dios único.

Esta mezcla impía atrajo el juicio de Dios sobre su pueblo. Nosotros, que no nos cansamos de proclamar que Dios es el mismo, ayer, hoy y por los siglos, ¿pensamos que en este caso no es lo mismo? ¿Creemos de veras que podemos vivir como si Dios no viera y quedar impunes? ¿Creemos que podemos transgredir su palabra y mantenernos bajo su bendición? Pues, no.

7. Entonces me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande en extremo, la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversión; porque dicen: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve (Ez. 9:9 LBLA).

Haciendo un pequeño resumen de lo visto hasta ahora tenemos: caer en el auto-engaño que Dios no nos ve conduce a la idolatría, inventarnos dioses, realizar cultos extraños —el hombre religioso ocupa el lugar del hombre nuevo, el renacido—, y estos cultos, nos llevan a la iniquidad, a perder toda sensibilidad despreciando la vida humana, quedar atrapados en diversos niveles de perversión, y todo ello amparado en el argumento siguiente: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve.

Vemos que idolatría y corrupción son pareja de hecho. Que el abandono de las verdades bíblicas nos introduce en las garras del pecado que no podremos dominar, sino quedar expuestos a su deterioro. Todo ello atrae el juicio de Dios sobre naciones, pueblos, familias y personas.

Nuestra sociedad vive bajo los parámetros de esta mentira humanista, donde hemos sacado a Dios de la escena para colocar solo al hombre, eso creemos al menos, pero con ello hemos atraído todo tipo de idolatrías de poder, de consumo, de egocentrismo, de narcisismo, de materialismo, de soberbia que nos han llevado a la decadencia actual.

Vivir ignorando que hay que dar cuenta a Dios de nuestros actos nos embrutece. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, es donde comenzamos a poner bases para andar sobre terreno firme. Vivir bajo la consciencia de la presencia (Omnipresencia) de Dios, nos protege del mal y nos da seguridad viviendo en luz.

Una parte de la iglesia actual ha perdido esta verdad, por tanto, van a los cultos de domingo y luego consumen pornografía por internet, viven en fornicación, adulterio, divorcios, robo y mentira, y dicen sin decirlo: El Señor nada ve. Es un insulto a Dios. Este comportamiento atrae su ira y castigo. Es tomar el nombre de Dios en vano. No es agradable decirlo, pero es similar a la práctica de los ancianos de Jerusalén. Los psicólogos cristianos dicen que hay el mismo porcentaje de personas que consumen pornografía entre los creyentes y los que no lo son. Hay el mismo nivel de divorcios entre personas que asisten a la iglesia y los que no van. Esta doblez se sustenta  sobre el auto-engaño de ignorar lo que creemos. ¿Y que creemos? Que Dios está en todo lugar y lo ve todo, que escudriña nuestra mente y corazón (Ap. 2:23), pero un porcentaje amplio de cristianos viven ignorando las verdades esenciales de la fe bíblica.

El humanismo de hoy tiene un dogma básico: «Dios ha abandonado la tierra», y la iglesia lo ha creído en parte; por tanto, el hombre es el único soberano del bien y del mal, quién dirige su destino y solo da cuenta ante sí mismo. El humanismo actúa bajo los parámetros de Lucifer: yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado (Ez. 28:2 RV60). Subiré al cielo… levantaré mi trono… me sentaré… seré semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14 RV60).

Pero hay los que han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 2:20 LBLA), y han sido sellados para Dios y su Mesías (Ap.14:4; 9:4).

Los hombres que gimen y se lamentan (Ez. 9:4-6 LBLA)

Ahora bien, podemos vivir en medio de toda esa influencia humanista, o cualquier otra, y no caer bajo su hechizo y fascinación. Podemos estar rodeados de podredumbre y no por ello ser contaminados, ni participar del mismo desenfreno. El apóstol Pedro nos dice: Baste ya el tiempo pasado  para haber hecho lo que agrada a los gentiles (1 Pedro 4:3 RV 60).

Las Escrituras nos hablan de los justos, los redimidos, los hijos de Dios, el pueblo santo y apartado, de la sal de la tierra, la luz del mundo, del camino angosto que lleva a la vida, nos habla también de los que resplandecen como luminares en el mundo (Fil. 2:15), de los que, estando en medio de una congregación corrupta, no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás (Ap.2:24 RV60), aquellos que no han manchado sus vestiduras (Ap.3:4), de los siete mil que no doblan la rodilla delante de Baal, los que salen de Babilonia para no contaminarse (2 Co.6:17), ni participar de sus pecados (Ap.18:4), los «Simeones» (Lc.2:25), hombres justos y piadosos, que esperan la consolación de Israel; y las «Anas», que sirven de noche y día con ayunos y oraciones (Lc. 2:37) en un templo que el mismo Jesús dijo haberse convertido en cueva de ladrones y casa de mercado.

Es un remanente fiel del que tantas veces se habla en las Escrituras. Curiosamente nunca son mayoría, ni siquiera en el texto Bíblico. Sin embargo, son los que siguen al Cordero por donde quiera que va, son fieles en lo poco, no se conforman al esquema de este mundo, han dejado los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero. Estos son los que había que sellar en la ciudad de Jerusalén, y que Ezequiel vio en su visión, para que escaparan del juicio que se avecinaba de forma inminente. Leamos.

… Y el Señor le dijo: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella (Ez. 9:4 LBLA).

En medio de la ciudad entregada a la idolatría, la corrupción y la desobediencia, hay un grupo de personas, seguramente dispersas entre ellas, que se lamentan  y gimen en oración ante el trono de gracia, viendo su generación entregada a cometer toda clase de impurezas. A estos, le dice el Señor al hombre vestido de lino que tenia la cartera de escribano a la cintura (Ez.9:3 LBLA), que pase por en medio de la ciudad y selle a los que no participan del pecado de la mayoría.

Me recuerda la misma forma de proceder sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra. Está escrito: sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio (2 Pedro 2:9 RV60). En estas ciudades había un justo, (Lot), que moraba entre ellos y afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos (2 Pedro 2:8 RV60).

Es la misma enseñanza que el apóstol Pablo expone en Efesios sobre aquellos que han oído el evangelio, han creído en él y han sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Ef.1:13). Estos sellados han sido y son, en muchos casos, quienes retardan el juicio de Dios sobre las naciones y ciudades, por gemir delante de Dios y presentar su clamor a favor de la tierra. También puede ocurrir que estos sellados estén tan dispersos y ser tan débiles en su clamor, que solo alcanzan para escapar ellos mismos del juicio. No son suficientes para que la ciudad o el país sean preservados del justo juicio de Dios. O tal vez que el juicio sea aplazado. Así fue en la ciudad de Nínive en los días del profeta Jonás (Jonás 3:10). Sin embargo, en los días del profeta Nahúm no fue posible, el juicio se había retardado unos años sobre la misma ciudad (Nahúm 1:1; 2:1a; 3:1, 19).

En el caso que nos ocupa, cuando comenzó la destrucción, el mismo profeta Ezequiel quedó horrorizado ante la magnitud del desastre. El justo juicio de Dios que vino sobre Jerusalén fue tan devastador que el profeta cayó sobre su rostro clamando:

Y sucedió que mientras herían, quedé yo solo y caí sobre mi rostro; clamé y dije: ¡Ah, Señor Dios! ¿Destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén? (Ez. 9:8 LBLA).

¿En qué momento está nuestra sociedad actual? ¿A qué niveles de corrupción ha llegado nuestro país? ¿Cuál es la intensidad de nuestro clamor ante el trono de gracia a favor de la tierra? ¿Qué potencial espiritual tiene la iglesia de hoy en Occidente para neutralizar los juicios justos de Dios sobre la iniquidad? La mayoría se auto-engaña con el argumento: Dios no ve, Él ha abandonado la tierra.

¿Podemos traspasar cualquier límite de maldad sin que tenga consecuencias sobre nuestras vidas? Muchos se preguntan, nos preguntamos, ¿hasta cuando el Señor va a permitir el desarrollo de la degeneración? Sabemos que estas son señales de los últimos tiempos: el aumento de la maldad (Mt.24:12), la pérdida de toda sensibilidad (Ef.4:19), los tiempos peligrosos porque los hombres serán amadores de sí mismos (2 Tim. 3:1). La misericordia de Dios es grande y nueva cada mañana, y espera con paciencia que procedamos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9); pero un día, como en los días de Noé, la puerta se cerrará, el día de gracia llegará a su fin, y entonces vendrá el llanto y el crujir de dientes para aquellos que han desgastado sus vidas entregados a una esperanza terrenal, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (Fil. 3:19).

Nuestro país necesita hoy, más que nunca,  el remanente fiel que se pone en la brecha para hacer un vallado (Ez. 22:30,31). La crisis moral, política, en la justicia, la educación, las familias, la economía, coincide con una crisis de decadencia espiritual en la iglesia del Señor, por tanto, no hay fuerzas para dar a luz (Isaías 37:3). No hay fuerzas para hacer frente a esta riada de maldad. A duras penas podemos sobrevivir en medio de las corrientes de este mundo.

No es mi intención hacer un estudio de todo el libro de Ezequiel, pero echemos una mirada al capítulo 22 para ver la similitud en la decadencia de aquella sociedad, que tanto recuerda a la nuestra.

La decadencia predominante

En el capítulo 22 de Ezequiel se vuelve a ver el terrible juicio de Dios sobre la ciudad de Jerusalén. Hay una exposición bastante exhaustiva de muchas de las formas de pecado de aquella sociedad, y que tanto nos recuerdan a la actual, no hay nada nuevo debajo del sol.

Entre otras, se menciona la corrupción de los sacerdotes (22:26), de los príncipes (22:27), de los mismos profetas (22:28), y termina la relación con las gentes de la tierra (22:29 LBLA) que se han entregado masivamente al pecado. Y luego dice:

Busqué entre ellos alguno que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de mí a favor de la tierra, para que yo no la destruyera, pero no lo hallé. He derramado, pues, mi indignación sobre ellos… (Ez. 22:30-31 LBLA)

Cuando la decadencia de la sociedad es tan fuerte, los pocos justos que hay, o bien son contaminados con las formas de vida mundanas, —la sal se vuelve insípida—, o solo tienen fuerzas para mantenerse firmes ellos mismos ante la avalancha de ignominia, sin poder ponerse al frente para levantar muro y hacer vallado a favor de la tierra. Este parece ser el caso del libro de Ezequiel, puesto que habían sido sellados algunos que gemían y se lamentaban (Ez. 9:4), pero en este capítulo el Señor no encuentra ni uno solo para hacer vallado.

Hoy nos ocurre esto. A duras penas podemos mantener la integridad en un mundo donde se ha «normalizado» y legalizado la maldad, donde a lo bueno se le dice malo, y a lo malo bueno, donde el relativismo moral es de tal nivel que cualquier cosa es posible bajo leyes extremadamente permisivas para el pecado y las pasiones más bajas del hombre. La bandera de la intolerancia es levantada allí donde se quiere poner coto a la injusticia.

Se cumplen los dichos de Proverbios:

Cuando los justos triunfan, grande es la gloria, pero cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden (Pr. 28:12 LBLA). Cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden; mas cuando perecen, los justos se multiplican (Pr. 28:28 LBLA). Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime (Pr. 29:2 LBLA).

En resumen, cuando los valores morales de un país se corrompen; cuando la iglesia es decadente y está mezclada con los sistemas mundanos humanistas, relativistas y permisivos, la esperanza queda unida a los pocos sellados, el remanente fiel que ora a Dios, gime ante su trono, no como un ritual religioso, sino se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella (Ez.9:4 LBLA). En este caso, habrá una posibilidad para desviar el juicio, aplazarlo o frenarlo. De no ser así, debemos recordar las palabras del apóstol: La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen [detienen] la verdad… Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido (Rom. 1:18,21LBLA).

Por último, me gustaría dar una vertiente más del mismo engaño que venimos denunciando.

Otra vertiente del mismo engaño

Podemos caer en un doble error. Uno: Hacer lo malo con el auto-engaño de que Dios no nos ve. Dos: Dejar de hacer lo bueno porque creemos que Dios se ha olvidado de nosotros. Es proceder bajo la misma premisa que el profeta denuncia: El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra. Precisamente la creencia de que Dios nos ha abandonado conduce a la relajación en las disciplinas y éstas acaban llevándonos a la corrupción.

Podemos caer en el miedo, la duda, incredulidad y desánimo creyendo que Dios no es poderoso para guardarnos en medio de los tiempos que vivimos, y por tanto, caer en el pecado de ignorar lo que creemos, abandonar la fe, debilitarla o mezclarla, y a partir de ahí creer cualquier cosa dando paso a todo tipo de idolatrías.

Está escrito:

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre (Heb.13:5,6 RV60).

He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:20 RV60).

Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así, pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos (Rom.14:8 RV60).

No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10 RV60).

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Rom. 8:28 RV60).

Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría… (Judas 24 RV60).

… Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis… Pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas (Mt. 6:8,32 RV60).

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:6,7 RV60).

Y el profeta Isaías, anticipándose a nuestros pensamientos de desánimo e incredulidad, nos exhorta: ¿Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel: escondido está mi camino del Señor, y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios? ¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable. El da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas aumenta el vigor. Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán (Isaías 40:27-31 LBLA).

Y así podríamos pasar por una infinidad de promesas fieles y verdaderas sobre las cuales sustentar nuestra confianza para no ser atrapados por la atmósfera de inseguridad e incredulidad que nos rodea. Jesús mismo nos dijo: Cuando estas cosas empiecen a suceder, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención (Lc.21:28 LBLA). ¿A qué cosas se refiere? Señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejidad a causa del rugido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo.

Es una crisis de dimensiones mundiales, incluso cósmicas, que el hombre no será capaz de afrontar; el humanismo será insuficiente, los gobiernos no podrán dar una respuesta satisfactoria a estos conflictos múltiples. Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria… se acerca vuestra redención (Lucas 21:25-28 LBLA). Nuestro socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra (Sal. 121:1,2).

Conclusiones

Podemos auto-engañarnos de dos maneras con un mismo argumento: El Señor no nos ve. Este engaño tiene dos vertientes. Una por pensar que como Dios no nos ve entregarnos a la idolatría y corrupción. Esto es lo que ocurrió en días del profeta Ezequiel. Y dos, por pensar que Dios desconoce nuestra situación en los momentos de dificultad, que es otra manera de decir: el Señor no nos ve, y por tanto, dudar de su acción en nuestras vidas y la esperanza que hay en Él.

Para escapar del justo juicio de Dios, −por la iniquidad de haber conocido a Dios y no glorificarle como a Dios, ni darle gracias, sino envanecernos en nuestros razonamientos (Rom. 1:18,21)−, necesitamos escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de nuestra salvación, y habiendo creído en él, ser sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria (Ef. 1:13,14 LBLA).

La gloria que vuelve al templo, —esta vez, no al de Jerusalén, sino a  nuestras vidas—, después de derribar los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Co. 10:3-5).

                                                                  Saludos

                                                                  Virgilio Zaballos, Julio 2023.

CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO (6)

AutoengañoCONCLUSIONES

Podemos auto-engañarnos de dos maneras con un mismo argumento: El Señor no nos ve. Este engaño tiene dos vertientes. Una por pensar que como Dios no nos ve entregarnos a la idolatría y corrupción. Esto es lo que ocurrió en días del profeta Ezequiel. Y dos, por pensar que Dios desconoce nuestra situación en los momentos de dificultad, que es otra manera de decir: el Señor no nos ve, y por tanto, dudar de su acción en nuestras vidas y la esperanza que hay en Él.

Para escapar del justo juicio de Dios, −por la iniquidad de haber conocido a Dios y no glorificarle como a Dios, ni darle gracias, sino envanecernos en nuestros razonamientos (Rom. 1:18,21)−, necesitamos escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de nuestra salvación, y habiendo creído en él, ser sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria (Ef. 1:13,14 LBLA).

La gloria que vuelve al templo, —esta vez, no al de Jerusalén, sino a  nuestras vidas—, después de derribar los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Co. 10:3-5).

Nota: En la próxima entrega enviaré el texto completo

CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO (5)

AutoengañoOTRA VERTIENTE DEL MISMO ENGAÑO

Podemos caer en un doble error. Uno: Hacer lo malo con el auto-engaño de que Dios no nos ve. Dos: Dejar de hacer lo bueno porque creemos que Dios se ha olvidado de nosotros. Es proceder bajo la misma premisa que el profeta denuncia: El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra. Precisamente la creencia de que Dios nos ha abandonado conduce a la relajación en las disciplinas y éstas acaban llevándonos a la corrupción.

Podemos caer en el miedo, la duda, incredulidad y desánimo creyendo que Dios no es poderoso para guardarnos en medio de los tiempos que vivimos, y por tanto, caer en el pecado de ignorar lo que creemos, abandonar la fe, debilitarla o mezclarla, y a partir de ahí creer cualquier cosa dando paso a todo tipo de idolatrías.

Está escrito:

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre (Heb.13:5,6 RV60).

He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:20 RV60).

Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así, pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos (Rom.14:8 RV60).

No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10 RV60).

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Rom. 8:28 RV60).

Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría… (Judas 24 RV60).

… Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis… Pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas (Mt. 6:8,32 RV60).

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:6,7 RV60).

Y el profeta Isaías, anticipándose a nuestros pensamientos de desánimo e incredulidad, nos exhorta: ¿Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel: escondido está mi camino del Señor, y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios? ¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable. El da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas aumenta el vigor. Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán (Isaías 40:27-31 LBLA).

Y así podríamos pasar por una infinidad de promesas fieles y verdaderas sobre las cuales sustentar nuestra confianza para no ser atrapados por la atmósfera de inseguridad e incredulidad que nos rodea. Jesús mismo nos dijo: Cuando estas cosas empiecen a suceder, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención (Lc.21:28 LBLA). ¿A qué cosas se refiere? Señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejidad a causa del rugido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo.

Es una crisis de dimensiones mundiales, incluso cósmicas, que el hombre no será capaz de afrontar; el humanismo será insuficiente, los gobiernos no podrán dar una respuesta satisfactoria a estos conflictos múltiples. Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria… se acerca vuestra redención (Lucas 21:25-28 LBLA). Nuestro socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra (Sal. 121:1,2).

Continuará…

CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO (4)

AutoengañoLa decadencia predominante

En el capítulo 22 de Ezequiel se vuelve a ver el terrible juicio de Dios sobre la ciudad de Jerusalén. Hay una exposición bastante exhaustiva de muchas de las formas de pecado de aquella sociedad, y que tanto nos recuerdan a la actual, no hay nada nuevo debajo del sol.

Entre otras, se menciona la corrupción de los sacerdotes (22:26), de los príncipes (22:27), de los mismos profetas (22:28), y termina la relación con las gentes de la tierra (22:29 LBLA) que se han entregado masivamente al pecado. Y luego dice:

Busqué entre ellos alguno que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de mí a favor de la tierra, para que yo no la destruyera, pero no lo hallé. He derramado, pues, mi indignación sobre ellos… (Ez. 22:30-31 LBLA)

Cuando la decadencia de la sociedad es tan fuerte, los pocos justos que hay, o bien son contaminados con las formas de vida mundanas, —la sal se vuelve insípida—, o solo tienen fuerzas para mantenerse firmes ellos mismos ante la avalancha de ignominia, sin poder ponerse al frente para levantar muro y hacer vallado a favor de la tierra. Este parece ser el caso del libro de Ezequiel, puesto que habían sido sellados algunos que gemían y se lamentaban (Ez. 9:4), pero en este capítulo el Señor no encuentra ni uno solo para hacer vallado.

Hoy nos ocurre esto. A duras penas podemos mantener la integridad en un mundo donde se ha «normalizado» y legalizado la maldad, donde a lo bueno se le dice malo, y a lo malo bueno, donde el relativismo moral es de tal nivel que cualquier cosa es posible bajo leyes extremadamente permisivas para el pecado y las pasiones más bajas del hombre. La bandera de la intolerancia es levantada allí donde se quiere poner coto a la injusticia.

Se cumplen los dichos de Proverbios:

Cuando los justos triunfan, grande es la gloria, pero cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden (Pr. 28:12 LBLA). Cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden; mas cuando perecen, los justos se multiplican (Pr. 28:28 LBLA). Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime (Pr. 29:2 LBLA).

En resumen, cuando los valores morales de un país se corrompen; cuando la iglesia es decadente y está mezclada con los sistemas mundanos humanistas, relativistas y permisivos, la esperanza queda unida a los pocos sellados, el remanente fiel que ora a Dios, gime ante su trono, no como un ritual religioso, sino se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella (Ez.9:4 LBLA). En este caso, habrá una posibilidad para desviar el juicio, aplazarlo o frenarlo. De no ser así, debemos recordar las palabras del apóstol: La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen [detienen] la verdad… Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido (Rom. 1:18,21LBLA).

Por último, me gustaría dar una vertiente más del mismo engaño que venimos denunciando.

Continuará…

CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO (3)

AutoengañoLOS HOMBRES QUE GIMEN Y SE LAMENTAN (Ez. 9:4-6 LBLA)

Ahora bien, podemos vivir en medio de toda esa influencia humanista, o cualquier otra, y no caer bajo su hechizo y fascinación. Podemos estar rodeados de podredumbre y no por ello ser contaminados, ni participar del mismo desenfreno. El apóstol Pedro nos dice: Baste ya el tiempo pasado  para haber hecho lo que agrada a los gentiles (1 Pedro 4:3 RV 60).

Las Escrituras nos hablan de los justos, los redimidos, los hijos de Dios, el pueblo santo y apartado, de la sal de la tierra, la luz del mundo, del camino angosto que lleva a la vida, nos habla también de los que resplandecen como luminares en el mundo (Fil. 2:15), de los que, estando en medio de una congregación corrupta, no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás (Ap.2:24 RV60), aquellos que no han manchado sus vestiduras (Ap.3:4), de los siete mil que no doblan la rodilla delante de Baal, los que salen de Babilonia para no contaminarse (2 Co.6:17), ni participar de sus pecados (Ap.18:4), los «Simeones» (Lc.2:25), hombres justos y piadosos, que esperan la consolación de Israel; y las «Anas», que sirven de noche y día con ayunos y oraciones (Lc. 2:37) en un templo que el mismo Jesús dijo haberse convertido en cueva de ladrones y casa de mercado.

Es un remanente fiel del que tantas veces se habla en las Escrituras. Curiosamente nunca son mayoría, ni siquiera en el texto Bíblico. Sin embargo, son los que siguen al Cordero por donde quiera que va, son fieles en lo poco, no se conforman al esquema de este mundo, han dejado los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero. Estos son los que había que sellar en la ciudad de Jerusalén, y que Ezequiel vio en su visión, para que escaparan del juicio que se avecinaba de forma inminente. Leamos.

… Y el Señor le dijo: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella (Ez. 9:4 LBLA).

En medio de la ciudad entregada a la idolatría, la corrupción y la desobediencia, hay un grupo de personas, seguramente dispersas entre ellas, que se lamentan  y gimen en oración ante el trono de gracia, viendo su generación entregada a cometer toda clase de impurezas. A estos, le dice el Señor al hombre vestido de lino que tenia la cartera de escribano a la cintura (Ez.9:3 LBLA), que pase por en medio de la ciudad y selle a los que no participan del pecado de la mayoría.

Me recuerda la misma forma de proceder sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra. Está escrito: sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio (2 Pedro 2:9 RV60). En estas ciudades había un justo, (Lot), que moraba entre ellos y afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos (2 Pedro 2:8 RV60).

Es la misma enseñanza que el apóstol Pablo expone en Efesios sobre aquellos que han oído el evangelio, han creído en él y han sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Ef.1:13). Estos sellados han sido y son, en muchos casos, quienes retardan el juicio de Dios sobre las naciones y ciudades, por gemir delante de Dios y presentar su clamor a favor de la tierra. También puede ocurrir que estos sellados estén tan dispersos y ser tan débiles en su clamor, que solo alcanzan para escapar ellos mismos del juicio. No son suficientes para que la ciudad o el país sean preservados del justo juicio de Dios. O tal vez que el juicio sea aplazado. Así fue en la ciudad de Nínive en los días del profeta Jonás (Jonás 3:10). Sin embargo, en los días del profeta Nahúm no fue posible, el juicio se había retardado unos años sobre la misma ciudad (Nahúm 1:1; 2:1a; 3:1, 19).

En el caso que nos ocupa, cuando comenzó la destrucción, el mismo profeta Ezequiel quedó horrorizado ante la magnitud del desastre. El justo juicio de Dios que vino sobre Jerusalén fue tan devastador que el profeta cayó sobre su rostro clamando:

Y sucedió que mientras herían, quedé yo solo y caí sobre mi rostro; clamé y dije: ¡Ah, Señor Dios! ¿Destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén? (Ez. 9:8 LBLA).

¿En qué momento está nuestra sociedad actual? ¿A qué niveles de corrupción ha llegado nuestro país? ¿Cuál es la intensidad de nuestro clamor ante el trono de gracia a favor de la tierra? ¿Qué potencial espiritual tiene la iglesia de hoy en Occidente para neutralizar los juicios justos de Dios sobre la iniquidad? La mayoría se auto-engaña con el argumento: Dios no ve, Él ha abandonado la tierra.

¿Podemos traspasar cualquier límite de maldad sin que tenga consecuencias sobre nuestras vidas? Muchos se preguntan, nos preguntamos, ¿hasta cuando el Señor va a permitir el desarrollo de la degeneración? Sabemos que estas son señales de los últimos tiempos: el aumento de la maldad (Mt.24:12), la pérdida de toda sensibilidad (Ef.4:19), los tiempos peligrosos porque los hombres serán amadores de sí mismos (2 Tim. 3:1). La misericordia de Dios es grande y nueva cada mañana, y espera con paciencia que procedamos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9); pero un día, como en los días de Noé, la puerta se cerrará, el día de gracia llegará a su fin, y entonces vendrá el llanto y el crujir de dientes para aquellos que han desgastado sus vidas entregados a una esperanza terrenal, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (Fil. 3:19).

Nuestro país necesita hoy, más que nunca,  el remanente fiel que se pone en la brecha para hacer un vallado (Ez. 22:30,31). La crisis moral, política, en la justicia, la educación, las familias, la economía, coincide con una crisis de decadencia espiritual en la iglesia del Señor, por tanto, no hay fuerzas para dar a luz (Isaías 37:3). No hay fuerzas para hacer frente a esta riada de maldad. A duras penas podemos sobrevivir en medio de las corrientes de este mundo.

No es mi intención hacer un estudio de todo el libro de Ezequiel, pero echemos una mirada al capítulo 22 para ver la similitud en la decadencia de aquella sociedad, que tanto recuerda a la nuestra.

Continuará…

CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO (2)

Autoengaño(Por ignorar lo que creemos)

LOS DÍAS DE EZEQUIEL

En los primeros capítulos del libro aparece la visión de la gloria de Dios y el llamamiento de Ezequiel. Dios llamó al profeta para que anunciara a la sociedad de su tiempo, −engañada terriblemente−, la realidad de su situación. Ya se había realizado la primera parte del cautiverio, el mismo Ezequiel había sido llevado a Babilonia. Miremos los sucesos a partir del capítulo 8 del libro. Comienza así: Y sucedió… que estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados ante mí, bajó allí sobre mí la mano de Señor Dios (Ez. 8:1 LBLA).

Pensemos. El profeta está sentado en su casa de Babilonia, junto con los ancianos de Judá, y en esa misma situación el Señor le va a mostrar lo que estaba ocurriendo en Jerusalén, muy lejos del lugar donde se encontraban. Bien, veamos el recorrido de las revelaciones que el Señor le va a dar a Ezequiel a partir de este momento.

  1. Y el Espíritu me alzó entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visiones de Dios… (Ez. 8:3 LBLA).

No voy a entrar en la polémica de cómo ocurrió esto, el profeta fue llevado en visiones a la ciudad de Jerusalén, a la entrada del templo, y comenzó a ver lo que sucedía. Allí estaba la morada del ídolo de los celos que provoca los celos. Lo primero que ve es un ídolo en el lugar de la adoración al Dios único. Un ídolo que parece convivir con el culto a Dios. Un ídolo que provoca el celo de Dios. Faltaba poco para que la gloria del Señor abandonara el templo. No se puede servir a dos señores.

Jesús también entró en el templo de Jerusalén, años más tarde, y actuó sobre la Escritura que decía: el celo de tu casa me consume (Jn. 2:13-17 RV60) (Sal.69:9). El templo estaba contaminado y la casa de oración se había convertido en cueva de ladrones. El templo de Dios hoy son los sellados por el Espíritu (Ef. 1:13).

  1. Y he aquí, la gloria del Dios de Israel estaba allí, como la visión que yo había visto en la llanura (Ez. 8:4 LBLA).

Aún la gloria de Dios no había abandonado el templo. No tardaría en hacerlo, pero en estos momentos se pone de manifiesto la mezcla del culto en el pueblo de Judá. Se cometían abominaciones en el lugar de adoración. Está escrito: ¿Qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? (2 Co.6:16). Pero hay más.

  1. Después me llevó a la entrada del atrio, y cuando miré, he aquí había un agujero en el muro… Y me dijo: cava ahora en el muro… entra y ve las perversas abominaciones que ellos cometen aquí (Ez. 8:7 LBLA).

Cuando Dios revela a un profeta el pecado de su pueblo es porque Él ya lo ha visto antes. Dentro del muro que cavó Ezequiel había toda clase de reptiles, bestias y cosas abominables. Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados en el muro por todo alrededor. Y había setenta ancianos de la casa de Israel ofreciendo incienso en el mismo lugar de adoración. ¡Inaudito!. ¡Cómo es posible! ¡Cuántas cosas ocurren en la aparente oscuridad de nuestros actos secretos! Sin embargo, está escrito: no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quién tenemos que dar cuenta (Heb. 4:13 LBLA).

¿Cuál fue la enseñanza que sustentaba esta forma de actuar? O dicho de otra forma, ¿bajo qué doctrina operaban estos ancianos para cometer una idolatría tan contraria a la revelación de Dios? Aquí está el asunto clave, el argumento sobre el que giraba un comportamiento idólatra y corrupto.

  1. Porque ellos dicen: El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra (Ez. 8:12 LBLA).

Una doctrina fundamental de la Escritura, como es la Omnipresencia de Dios, o su Omnisciencia, había «mutado» en otra que decía: «El Señor no nos ve».

Seguramente sus experiencias de la realidad de Dios se habían quedado cristalizadas. Las circunstancias actuales les decían que Dios, el Dios de sus padres, era un asunto del pasado, y en lugar de buscarle con un corazón humilde y de fe, se hicieron ídolos para substituirle. Este engaño no anula la verdad de Dios. Esta falsedad no evita quedar expuestos a su juicio. Pero aún hay más.

  1. Entonces me llevó a la entrada de la puerta de la casa del Señor… y he aquí, había allí mujeres sentadas llorando a Tamuz (Ez. 8:14 LBLA).

La idolatría se había extendido y generalizado a toda la sociedad. Los niveles de corrupción alcanzaban a hombres y mujeres. Pero aún hay más.

  1. Entonces me llevó al atrio interior de la casa del Señor. Y he aquí, a la entrada del templo del Señor… había unos veinticinco hombres de espaldas al templo del Señor y de cara al oriente, y se postraban hacía el oriente, hacia el sol (Ez. 8:16 LBLA).

El sincretismo se había instalado en medio del templo del Señor. Todo tipo de cultos extraños, contrarios a la voluntad de Dios, eran práctica habitual entre quienes habían recibido la revelación del Dios único.

Esta mezcla impía atrajo el juicio de Dios sobre su pueblo. Nosotros, que no nos cansamos de proclamar que Dios es el mismo, ayer, hoy y por los siglos, ¿pensamos que en este caso no es lo mismo? ¿Creemos de veras que podemos vivir como si Dios no viera y quedar impunes? ¿Creemos que podemos transgredir su palabra y mantenernos bajo su bendición? Pues, no.

  1. Entonces me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande en extremo, la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversión; porque dicen: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve (Ez. 9:9 LBLA).

Haciendo un pequeño resumen de lo visto hasta ahora tenemos: caer en el auto-engaño que Dios no nos ve conduce a la idolatría, inventarnos dioses, realizar cultos extraños —el hombre religioso ocupa el lugar del hombre nuevo, el renacido—, y estos cultos, nos llevan a la iniquidad, a perder toda sensibilidad despreciando la vida humana, quedar atrapados en diversos niveles de perversión, y todo ello amparado en el argumento siguiente: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve.

Vemos que idolatría y corrupción son pareja de hecho. Que el abandono de las verdades bíblicas nos introduce en las garras del pecado que no podremos dominar, sino quedar expuestos a su deterioro. Todo ello atrae el juicio de Dios sobre naciones, pueblos, familias y personas.

Nuestra sociedad vive bajo los parámetros de esta mentira humanista, donde hemos sacado a Dios de la escena para colocar solo al hombre, eso creemos al menos, pero con ello hemos atraído todo tipo de idolatrías de poder, de consumo, de egocentrismo, de narcisismo, de materialismo, de soberbia que nos han llevado a la decadencia actual.

Vivir ignorando que hay que dar cuenta a Dios de nuestros actos nos embrutece. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, es donde comenzamos a poner bases para andar sobre terreno firme. Vivir bajo la consciencia de la presencia (Omnipresencia) de Dios, nos protege del mal y nos da seguridad viviendo en luz.

Una parte de la iglesia actual ha perdido esta verdad, por tanto, van a los cultos de domingo y luego consumen pornografía por internet, viven en fornicación, adulterio, divorcios, robo y mentira, y dicen sin decirlo: El Señor nada ve. Es un insulto a Dios. Este comportamiento atrae su ira y castigo. Es tomar el nombre de Dios en vano. No es agradable decirlo, pero es similar a la práctica de los ancianos de Jerusalén. Los psicólogos cristianos dicen que hay el mismo porcentaje de personas que consumen pornografía entre los creyentes y los que no lo son. Hay el mismo nivel de divorcios entre personas que asisten a la iglesia y los que no van. Esta doblez se sustenta  sobre el auto-engaño de ignorar lo que creemos. ¿Y que creemos? Que Dios está en todo lugar y lo ve todo, que escudriña nuestra mente y corazón (Ap. 2:23), pero un porcentaje amplio de cristianos viven ignorando las verdades esenciales de la fe bíblica.

El humanismo de hoy tiene un dogma básico: «Dios ha abandonado la tierra», y la iglesia lo ha creído en parte; por tanto, el hombre es el único soberano del bien y del mal, quién dirige su destino y solo da cuenta ante sí mismo. El humanismo actúa bajo los parámetros de Lucifer: yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado (Ez. 28:2 RV60). Subiré al cielo… levantaré mi trono… me sentaré… seré semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14 RV60).

Pero hay los que han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 2:20 LBLA), y han sido sellados para Dios y su Mesías (Ap.14:4; 9:4).

CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO (1)

Autoengaño(Por ignorar lo que creemos)

Introducción  

El auto engaño, mediante argumentos altivos, es uno de los errores más comunes del hombre. En tiempos de decadencia moral, incluso el hombre religioso, el creyente, puede caer fácilmente en una manera de proceder que ignora lo que cree. El profeta Jeremías dijo: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer. 17:9 RV60).

Todo engaño y mentira se sustenta sobre un argumento que le da consistencia. Cuando hemos asimilado el argumento engañoso podemos vivir sin que la conciencia nos moleste y actuar con plena convicción, aunque la base de nuestro proceder sea la mentira y, por tanto, nos conduzca al error y el fracaso.

Una de las mentiras más extendidas de la posmodernidad, (junto con sus ramificaciones), está asentada sobre la filosofía humanista que pretende fundamentar la convivencia bajo la idea de que Dios no existe. Dios no nos ve, no tenemos que dar cuenta a nadie de nuestros actos, solo ante nosotros mismos y nuestras leyes humanas. De ahí el interés por burlar la justicia y la consiguiente corrupción. Podemos resumirlo con las palabras de Ezequiel: Dicen: el Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra (Ez.8:12 LBLA).

Hemos abandonado el temor de Dios, —principio de sabiduría—, y nos hemos entregado a la osadía de legislar en base a ideologías humanistas contrarias a la ley moral y natural. Hoy muchos gobiernos  actúan como dioses —bajo la máxima antigua de: seréis como Dios Gn. 3:5—, extralimitándose en la autoridad delegada que han recibido. Traspasan límites morales pretendiendo que la política es amoral, sin principios, ni valores, más allá de lo que el consenso «universal» pretenda en cada momento u ocasión. Si hay una mayoría suficiente de ciudadanos que piden cualquier cosa, por disparatada que sea, se puede formular una ley y legalizar cualquier aberración contra natura, bajo el amparo de la libertad de elegir.

Este desenfreno nos está llevando a una decadencia moral, cívica y espiritual en todos los ámbitos de la vida humana. ¿Dónde comenzó todo? En un argumento, una idea, una filosofía, incluso podríamos decir que una especie de teología anti-teológica. ¿Cuál es? «El universo camina solo. No hay Creador. Vamos sin rumbo. Dios nos ha dejado, se ha desentendido de nosotros». Ahora el hombre ocupa el lugar central, lo llamamos humanismo. Hemos dicho: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve (Ez.9:9 LBLA). ¿Es eso cierto? Si así fuera está justificada la filosofía materialista: comamos y bebamos que mañana moriremos. La negación de Dios y la ley moral nos conduce rápidamente a la corrupción. Algo parecido ocurrió en días del profeta Ezequiel, por tanto examinemos lo sucedido porque está escrito para nuestra enseñanza (1 Co.10:11) y esperanza (Rom.15:4).

Textos: Ezequiel caps. 8, 9 y 22

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS – 10

Esperanza para la familiaLa segunda generación de creyentes.

Tanto en las Escrituras como en la historia de la iglesia encontramos la diferencia entre una primera generación de creyentes, pioneros, que abren camino con mucho tesón, esfuerzo y entrega, para dar paso a una segunda generación que se encuentra con buena parte del trabajo hecho y se relajan en sus comportamientos para dar lugar a la influencia del sistema de este siglo, siendo contaminados en gran medida, apartándose de la firmeza de la fe de sus padres. Esto lo vemos con toda claridad en la generación de Josué que conquistó la tierra de Canaán, viniendo después una segunda generación que se dejó invadir por las costumbres de las naciones vecinas y esto vino a ser motivo de alejarse de la voluntad de Dios, cayendo en la asimilación y el juicio de Dios. Lo vemos también en la generación del rey David, una generación de luchadores y guerreros que ganaron muchas batallas y se extendieron en la heredad de Dios, para dar paso a la generación de Salomón con un tiempo de paz y prosperidad que acabó relajándoles tanto que en sus últimos días dieron lugar a la idolatría, el despilfarro, los impuestos abusivos, etcétera.                                                         

En la vida de las familias de creyentes lo vemos a menudo también. Los padres que se convierten al evangelio con un cambio de vida manifiesto, que educan a sus hijos en los principios del reino de Dios, pero que muchos de ellos acaban siendo faltos de firmeza en la fe y se dejan contaminar por todas las influencias de este mundo contrario a la cosmovisión de las Escrituras. Abandonan las disciplinas de la oración y el estudio de la verdad, se adaptan a los entretenimientos mundanos, mezclados con las actividades de la iglesia, para dar lugar a una gran debilidad en la fe. En este asunto debemos ser honestos y decir también que gran parte de los fundamentos de esa futura debilidad aparecen ya en los últimos tiempos de la generación de los padres. En el caso de la generación de Josué dejaron muchos enemigos alrededor de ellos sin expulsar que pronto se levantaron para oprimirles. Las generaciones no se pueden dividir con total exactitud puesto que siempre se mezclan y hay un proceso de continuidad, pero sí observamos una constante que se repite a menudo: padres firmes, hijos flojos. Cada generación tiene que encontrar su lugar en la batalla que hay que librar siempre en la fe.                               

También es importante decir que los hijos pueden y deben heredar la fe de sus padres como algo natural vivido en casa. Aunque los hijos no puedan especificar el momento exacto de su conversión porque siempre han convivido con la fe. Las Escrituras y la congregación han formado parte habitual de su desarrollo de manera cotidiana, y no han tenido ocasión para una ruptura evidente, un antes y un después, si no que viven la fe de sus padres de forma natural, asimilan sus contenidos y heredan la fe que llega a ser suya por propia convicción y aceptación, aunque no puedan dar un testimonio tan dramático como el de los drogadictos o delincuentes. Sin embargo, comprenden su necesidad de redención por la obra de Jesús y pasa a ser parte de ellos como un proceso gradual pero evidente.                

Recuerda que Pablo habló de la fe de Timoteo como una fe que había habitado en su abuela Loida y en su madre Eunice y dijo, «estoy seguro que en ti también» (2 Timoteo 1:3-5). Aquí tenemos tres generaciones de creyentes con una misma fe. Timoteo la había heredado de su madre y su abuela. Lo único que el apóstol tuvo que decir al respecto es que la avivara, que avivara el fuego del don de  Dios («la fe»,  Efesios 2:8) que estaba en él y que el ministerio carismático de Pablo había liberado en una nueva dimensión en su vida, pero era la fe sus padres (2 Timoteo 1:6).                     

Por otro lado, ¿quién puede decir con exactitud cuando nació de nuevo? En ocasiones podemos hablar de un proceso que nos condujo a ciertos momentos especiales donde Dios obró en nuestros corazones, pero no podemos determinar con exactitud el momento cuando nacemos, solo Dios lo sabe, nosotros vivimos sus resultados. Tenemos a veces ciertos moldes religiosos o métodos para decir que una persona es salva cuando levanta su mano en un culto o recita una oración, sin embargo, en muchas ocasiones esos momentos no tienen nada que ver con nuestra conversión real, si no con los sistemas que aplicamos de forma mecánica. La vida de Dios no es mecánica, ni se produce por el deseo de un predicador fogoso o atrevido, sino en el silencio del corazón del hombre ante su Dios. «El viento sopla de donde quiere y oyes su sonido; pero no sabes de donde viene, ni a donde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (Juan 3:8).

Para concretar algunas soluciones al desafío que representa transmitir la fe a nuestros hijos diremos lo siguiente.                                

«El amor cubre…»  (1Pedro 4:8). Nuestra salvación tiene su base en el amor de Dios (Juan 3:16). Lo que nos ha cautivado y rendido es la manifestación de su amor, que siendo pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8). El amor del padre hacia el hijo pródigo es conmovedor y restaurador a pesar de los defectos y el individualismo del hijo. Debemos recordar que como padres, el amor hacia nuestros hijos es la mejor predicación, y ese amor se puede manifestar diariamente de muchas formas. El amor es eterno y alcanzará a nuestros hijos aunque durante algún tiempo no entiendan ni manifiesten reciprocidad a ese amor y abnegación de los padres. El amor tiene que ver con decirles la verdad, no con sentimentalismos que producen debilidad y consentimiento.                           

«La palabra de verdad» (Juan 8:31-32). Jesús dijo a sus discípulos que si permanecían en su palabra, serian verdaderamente sus discípulos, y conocerían la verdad y la verdad les haría libres. El Maestro les había dado la palabra del Padre, nosotros debemos darles a nuestros hijos la palabra de verdad que hemos recibido de Dios. Debemos enseñarla con el ejemplo y de viva voz, dedicando tiempo a la enseñanza en casa y poniendo a su disposición oportunidades para su formación a través de otros hermanos del Cuerpo de Cristo. Después los discípulos la recibieron. Nuestros hijos deben recibirla también para que sea parte de ellos y esa verdad les haga libres en un mundo de vanidad y pecado.                                                                   

«Deben nacer de nuevo» (Juan 3:1-7). Si realmente han recibido la palabra de Dios en sus corazones, el evangelio de nuestra salvación, han nacido de nuevo, porque es la palabra la que engendra en nosotros la vida de Dios. El texto de 1Pedro que hemos estudiado ampliamente termina con estas palabras: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada (1 Pedro 1:23-25).

«No os conforméis a este siglo» (Romanos 12:2).  Mientras vivan en  nuestra casa los hijos deben andar según la enseñanza de los padres, no según las costumbres del sistema de este mundo. Hoy está de moda, por ejemplo, que cuando los hijos tienen novia van a dormir a casa de los padres y hacerlo en la misma habitación, es decir, a fornicar ante la indolencia y conformismo de los padres. Debemos impedirlo, lo contrario que hizo Eli con sus hijos, no les estorbó cuando eran causa de pecado para el pueblo y fue reprendido por Dios  a través del joven Samuel (1 Samuel 2 y 3). Otra práctica moderna son las parejas de hecho, vivir juntos sin estar casados y esto con la aprobación o consentimiento de los padres, ni siquiera los hemos estorbado. De esta forma normalizamos la fornicación en la sociedad. No debemos conformarnos al esquema de este mundo.

 El desafío de la educación o la transmisión de la fe a nuestros hijos es una combinación de todo lo que hemos visto aquí, y mucho más que podemos decir, pero creo que lo mencionado es suficiente para tener una resolución y determinación en comprender nuestra responsabilidad como padres y ver en su justa medida la responsabilidad individual de nuestros hijos. Nuestras vidas  restauradas deben alcanzar también una restauración y reconciliación con nuestros hijos cuando sea necesario. Siempre hay esperanza para reparar el tiempo perdido. Vivimos tiempos peligrosos (2 Timoteo 3:1ss.) y una de las manifestaciones de esos tiempos es la desobediencia generalizada de los hijos, la ingratitud, vidas sin afecto natural. El profeta Malaquías nos habla de un tiempo cuando Dios hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres (Malaquías 4:6).

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS – 9

Esperanza para la familiaLa responsabilidad individual.

Hay otro aspecto importante que debemos tener en cuenta cuando hablamos de la educación de nuestros hijos. Está claro que podemos educarlos correctamente y a pesar de ello vivir experiencias amargas con hijos desobedientes, contumaces o rebeldes que pueden atormentar nuestra vida. Las Escrituras nos hablan claramente de nuestra responsabilidad individual, cada uno morirá por su pecado, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo. Esta verdad hay que situarla en el Nuevo Pacto, porque en las leyes dadas a Moisés en el Sinaí se decía que Dios visita el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

… Porque yo soy el Señor, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen (Éxodo 20:5) (Comparar con Numeroso 14:18; Deuteronomio 5:9,10;  1Reyes 21:29).

Sin embargo, en el Nuevo Pacto, cada uno, individualmente, dará cuenta de sí y recibirá las consecuencias de su propio pecado. «En aquellos días (el tiempo del Nuevo Pacto) no dirán más: los padres comieron uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen dentera; sino que cada cual por su propia iniquidad morirá, los dientes de todo hombre que coma uvas agrias tendrán dentera» (Jeremías 31:29,30). Este pasaje aparece vinculado al tema del Nuevo Pacto. Sigue leyendo y encontrarás en el versículo 33 y 34 que: «… Pondré mi ley dentro de ellos… Pues perdonaré su maldad, y no recordaré mas su pecado».

Debemos comprender que vivimos bajo las promesas del Nuevo Pacto por la sangre de Jesús, la redención final que obtuvo en el Gólgota para salvarnos por completo. La nueva línea genealógica que tenemos en el Mesías nos libra de los pecados de nuestros padres. El Nuevo Pacto está establecido sobre mejores promesas, dice el autor de Hebreos.

Por tanto, tenemos que saber que hemos sido redimidos de la vana manera de vivir, heredada de los padres, con la sangre preciosa de Jesús, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación. Lo vemos también en el pasaje de Ezequiel 18:1-20 donde se enfatiza la responsabilidad individual de cada uno de nosotros ante Dios, al margen del comportamiento de nuestros hijos o padres. «De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí» (Romanos14:12).

Última entrega: La segunda generación de creyentes.