164 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXIII) – Os engañan

Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:26)

         No nos engañemos, hay engañadores. Y no solo los hay, sino que el apóstol Juan dice que nos engañan. La actitud básica del creyente es la credulidad, por eso somos vulnerables, creyendo que los demás actúan de la misma forma que lo haríamos nosotros, pero ya hemos comprobado en muchas ocasiones que eso no es así. No debemos creer «alegremente» a todo espíritu. Hay que probar los espíritus si son de Dios.

Hay que aprender de los discípulos de Berea, aquellos que examinaban incluso las palabras del apóstol Pablo, para ver si tenían fundamento en la Escritura. Recordemos, hay hombres perversos y malos, impíos, incluso el diablo se disfraza como ángel de luz, por lo que no es distinto para sus ministros, que también se disfracen de luz, de ovejas en medio de lobos.

Esto no debe llevarnos a posiciones paranoicas, y vivir en una continua búsqueda de falsos maestros, a paz nos ha llamado el Señor, también a estar alertas, velando y orando para no caer en tentación.

Los versículos anteriores al que tenemos para nuestra reflexión nos hablan de la realidad de que ya habían surgido muchos anticristos. Juan los identifica claramente como aquellos que negaban la encarnación del Hijo de Dios. En aquel tiempo era el movimiento gnóstico, que negaba la encarnación de Jesús. Hoy predominan, entre otros, el islamismo. Además los identifica por no permanecer en la verdad, ni en comunión con la doctrina de los apóstoles. Y los tranquiliza con el mensaje de que han recibido la unción de Dios para que puedan conocer la verdad de las cosas, la unción que enseña a permanecer en Cristo. Como él mismo dijo: separados de mí, nada podéis hacer.

La unión con Cristo es garantía de no ser engañados y arrastrados al error, y esa unión se cimenta sobre el sello del Espíritu Santo que Dios ha puesto en sus hijos. Toda la Trinidad actúa en el discípulo para guardarlo y presentarlo delante de su gloria con gran alegría. Sabemos que somos de Dios, y aunque el mundo entero está bajo el maligno, sabemos también que aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca (1 Jn.5:18-20).

Vivimos seguros y a la vez en dependencia. Nuestra seguridad está en Jesús, y dependemos de él para no ser engañados. El apóstol escribió su carta para que supiéramos lo que somos y para que estemos alertas sobre los que vienen a engañar, porque no es de todos la fe.

          Aquellos que vienen a engañar manifiestan la naturaleza del padre de la mentira, tuercen las Escrituras y no tienen el Espíritu de Dios.

163 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXII) – Retroceden para perdición

Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:39)

         Hay un mensaje central en el anuncio del evangelio que llega a nosotros por el testimonio de los profetas: el justo por su fe vivirá (Hab.2:4). Lo cual debe recordarnos que el evangelio no es un mensaje que apareció en Galilea, Judea y Samaria al margen de la revelación que se había iniciado en la Ley de Moisés, los profetas y los Salmos.

Luego se nos dice que es por la fe en el Hijo de Dios que somos justificados. La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Rom.3:22-24). Y en la misma carta dice más adelante: Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación (10:8-10).

Por tanto, es por fe, no por obras, para que nadie se gloríe. Esa fe, que ha sido dada una vez a los santos, hay que combatir ardientemente por ella, es la fe del evangelio. La fe puede corromperse, contaminarse, mezclarse y hacerla inútil. También se puede abandonar, soltar, y retroceder del camino una vez iniciado. Esta opción está ligada al alma que no es recta, sino que se enorgullece de sí mismo, y abandonando la doctrina sana de la piedad y el evangelio, entra en razonamientos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios, que es por fe.

El profeta Habacuc lo explicó así: He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá. Ahora el autor de la carta a los Hebreos recoge el mismo mensaje para decirnos que el justo vivirá por la fe; pero si retrocediere, no agradará al Señor. Además dice que los que retroceden lo hacen para su propia perdición. Abandonar la fe trae consigo la perdición, porque es la fe que ha sido una vez dada a los santos la que nos salva, la medida de fe recibida por gracia. Recordemos que la fe es un don de Dios. No está dependiente de nuestra volatilidad anímica, sino que la fe de Dios es la fe del corazón y está bien enraizada en el alma, consiguiendo una firmeza que no permite el retroceso, sino el avance para la preservación del alma. Fe y alma unidas. Los que retroceden no lo hacen desde la fe del corazón, sino desde una fe del alma que no es recta, según enseña el profeta Habacuc.

         Retroceder para perdición pone de manifiesto que esa fe se sustenta sobre un alma que no es recta, es soberbia, llena de razonamientos altivos.

162 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXI) – Corrompidos e incrédulos

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas (Tito 1:15,16)

         La carta que Pablo le escribió a Tito tiene un propósito bien definido. Por un lado corregir lo deficiente, por otro establecer ancianos, y al hacerlo, deben ser hombres de buen testimonio, irreprensibles, un modelo para los creyentes y que puedan combatir el engaño que ya estaba extendido entre muchos que predicaban pero no vivían según las enseñanzas recibidas del mismo Señor y el mensaje del apóstol Pablo. Por eso enfatiza las buenas obras de quienes han creído. Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres (3:8).

Este fundamento era indispensable porque había muchos contumaces, habladores de vanidades, engañadores que enseñaban por ganancia deshonesta lo que no conviene. A estos había que taparles la boca y no darles ocasión de juzgar con argumentos verdaderos a quienes decían amar la doctrina del evangelio. Acusaban a los creyentes de ser mentirosos, malas bestias y glotones ociosos, y lo peor de todo, este testimonio era verdadero, por tanto, Tito debía reprenderlos duramente para que fueran sanos en la fe.

Todo ello nos indica que desde el principio el evangelio se abrió camino en medio de hombres con apariencia de piedad, falsos hermanos. Entre ellos había personas reprobadas, que no superaban la prueba, como lo vimos en un capítulo anterior.

Ahora el apóstol pone el acento sobre los que están corrompidos y son incrédulos, resisten la verdad y la contaminan, su naturaleza no ha sido regenerada y por tanto todo lo que hacen lo corrompen. Los puros encuentran la manera de sanar y limpiar lo que hacen y viven, mientras que las personas que están corrompidas en su interior cualquier cosa que hagan la contaminan con sus pensamientos y palabras sucias. Solo piensan en lo terrenal. No disciernen las cosas del Espíritu. Sus palabras delatan lo que hay en sus corazones. Tienen la mente y la conciencia corrompida. Una y otra vez se les enseña la verdad, se les corrige con amor y paciencia pero regresan a revolcarse en el cieno. Es un verdadero lastre para las congregaciones, por eso el liderazgo, además de ser ejemplar, debe saber gestionarlo correctamente, de lo contrario acabarán contaminando al resto de la congregación como la levadura.

         Los corrompidos e incrédulos no han sido regenerados aunque asistan a las congregaciones, y son un lastre para el avance del reino de Dios.     

161 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XX) – Quieren enriquecerse

Porque los que quiere enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición (1 Timoteo 6:9)

         En una sociedad materialista el dinero se ha convertido en uno de los ídolos más evidentes. Esta idolatría está camuflada detrás de argumentos de todo tipo en los que cualquier iniciativa parece tener el beneplácito de la sociedad si con su actividad se genera riqueza y puestos de trabajo.

No toda ambición es saludable. Como tampoco lo es la falta de motivación que paraliza toda iniciativa emprendedora. Como en todas las cosas la clave está en el corazón. Se nos advierte que sobre toda cosa guarda, guardemos nuestro corazón, porque de él mana la vida. Y donde tengamos nuestro corazón, allí estará nuestro tesoro. Si nuestro corazón está atrapado en el afán por las riquezas dedicaremos todo nuestro esfuerzo a su consecución, quedando atrapados en lazos y tentación que hunden a los hombres, dice nuestro texto, en destrucción y perdición.

El deseo de las riquezas atrapará el corazón en codicias necias y engañosas que hunden a los hombres. Pablo dijo a los creyentes que eran ricos que no pusieran el corazón en las riquezas, porque son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Tim.6:17).

Se puede ser rico y generoso, o pobre y avaro. No hay ninguna garantía de que los pobres sean humildes, ni que los ricos tengan que ser obligatoriamente perversos. Sin embargo, cuando el corazón está atrapado en el amor al dinero, se convierte en una raíz de pecado, que al codiciarlo algunos se extravían de la fe, y son expuestos a muchos dolores (1 Tim.6:10).

Por tanto, el deseo de enriquecerse puede convertirse en una piedra de tropiezo insalvable para la vida de fe. Pablo enseña que debemos estar contentos teniendo nuestras necesidades básicas cubiertas. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen. Hay caída en el deseo irrefrenable por las riquezas.

Jesús dijo que era muy difícil que un rico entrara en el reino. El joven rico tenía su corazón atrapado en las riquezas y se convirtió en él en un muro infranqueable para poder seguir el camino del discipulado. Muchos otros, a lo largo de la historia, han hecho el recorrido correcto: dejando las riquezas siguieron al maestro; lo cual no quiere decir que todos deban hacer lo mismo.

         Muchos predicadores han caído en tentación y lazo por el amor a las riquezas y la vanagloria de este mundo. Ven el evangelio como fuente de ganancia y quedan expuestos con muchos dolores.

160 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XIX) – Apóstatas

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… (1 Timoteo 4:1)

         Apostasía significa «volver atrás, recaer», por tanto, estamos hablando de personas que un día tuvieron cierta revelación del evangelio, lo abrazaron y recayeron. Volvieron atrás. El autor de Hebreos dice que nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (10:39). Está escrito: el justo, por su fe vivirá; y si retrocediere no agradará a mi alma (10:38).

En esta serie hemos visto el ejemplo de Simón el mago, aquel hombre que creyó a Felipe cuando anunció el evangelio en Samaria, se bautizó, pero cuando vinieron Pedro y Juan el estado de su corazón se hizo evidente en hiel y amargura, porque quiso comprar el don de Dios con dinero. Volvió atrás. Jesús enseñó en la parábola del sembrador que hay personas que reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan (Lc.8:13). Son aquellos en los que la palabra se sembró sobre la piedra.

Una de las claves está en el corazón del hombre. Si el corazón es bueno, dará fruto, y permanecerá en la verdad. Ahora bien, en el texto que tenemos para meditar se nos dice que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe. Una parte de los que reciben la palabra acaban sucumbiendo ante la presión de los tiempos adversos. Creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.

Y se dice también que esa apostasía viene por oír, de la misma manera que la fe viene por oír la palabra de Dios, también la apostasía viene por oír a espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Por tanto, este tiempo final se identifica por la multiplicación de mensajes engañosos que tienen la fuerza de confundir y apartar de la verdadera fe. Jesús dijo que abría una proliferación de falsos profetas que engañarían a muchos (Mt.24:11,24).

Pablo dice que a la venida del Señor le precede un tiempo de apostasía, así como la manifestación del hombre de pecado, es decir, sin ley (2 Tes.2:3,4). Debemos estar alertas sabiendo a quien escuchamos. A la vez el autor de Hebreos nos advierte que, no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo (3:12); por ello ha provisto la exhortación mutua: antes exhortaos los unos a los otros cada día… para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado (3:13).

         Europa como continente está viviendo tiempos de apostasía. La fe que configuró nuestra identidad es hoy humanismo, laicismo, e incluso islamismo.

159 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XVIII) – Hombres perversos y malos

Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal (2 Tesalonicenses 3:1-3)

         Existe cierta candidez en el mundo cristiano que nada tiene que ver con la verdad de las Escrituras. Me refiero a que en ocasiones pensamos, o pretendemos, que todos aquellos con los que nos encontramos, y a quienes anunciamos el evangelio son potencialmente personas que recibirán el mensaje, y por quienes debemos insistir en oración para que así sea. Pero el apóstol dice que hay hombres perversos y malos, y que no es de todos la fe.

El dogma doctrinal dice que todos somos pecadores, y todos estamos destituidos de la gloria de Dios antes de venir a la luz del evangelio, cierto, pero ¿dónde colocamos a las personas a quienes se refiere Pablo en este pasaje? Estos hombres a los que describe ¿son pecadores? Sí. ¿Necesitan salvación? Claro. ¿La recibirán? No. ¿Por qué? Pablo pide oración a los hermanos de Tesalónica para que la palabra del Señor corra y sea glorificada de la misma manera que lo fue entre ellos, pero a la misma vez les dice que oren por él para que sean librados de hombres perversos y malos.

Encontramos aquí un tipo de personas cuyas características los alejan de la posibilidad de recibir el evangelio y ser salvos. Es más, el apóstol pide oración para que sean librados de ellos. Por tanto, hay personas de quienes debemos alejarnos, limpiando el polvo de nuestros pies, debemos evitarlos.

La segunda carta de Pablo a los tesalonicenses habla ampliamente de estas personas. Dice que son quienes persiguen a los que reciben la palabra del evangelio. Son los que atribulan a los santos de Dios. Son los que no obedecen el evangelio, se oponen a él. Estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia de Dios. Son los impíos. Esta clase de impíos que estamos viendo en esta serie sobre los hijos de condenación.

Por tanto, debemos concluir que no todos oirán el mensaje. Muchos se opondrán a él y contenderán para que no sea anunciado; si además son personas que ocupan lugares de autoridad en la sociedad: líderes de cualquier tipo, políticos, empresarios, actores de cine, deportistas, diseñadores de moda, filósofos, incluso teólogos, necesitaremos oración, como Pablo, para ser librados de ellos, porque no es de todos la fe.

         El Señor nos librará de los hombres perversos y malos, cuya maldad se manifiesta en una oposición beligerante a la fe de los santos de Dios.

158 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XVII) – Os atribulan

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo…(2 Tesalonicenses 1:6,7)

         En muchas ocasiones la oposición al mensaje del evangelio se manifiesta mediante persecución a quienes lo anuncian. El libro de Hechos lo pone de manifiesto de manera inequívoca. El adversario de Dios se opone a la predicación que anuncia su derrota y el triunfo de la redención para el hombre caído, esa oposición la realiza a través de los hijos de ira, aquellos que aún no han escapado del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él. Sin embargo, esta verdad no anula la responsabilidad individual del ser humano, aquellas personas que deciden voluntariamente ponerse al lado de quién odia la luz y la verdad que nos hace libres.

La persecución por causa de la palabra es un hecho que ha sido constatado a lo largo de los siglos de cristianismo; como lo ha sido la persecución que ha sufrido el pueblo de israel por ser portador de las promesas de Dios y el canal a través del cual vino la simiente de Abraham, el Mesías y Redentor de todas las naciones.

Jesús lo enseñó en el llamado Sermón del Monte con estas palabras: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mt.5:11,12).

Por su parte, el apóstol Pablo hace una exposición amplia de esta verdad en el texto que tenemos para meditar. Su razonamiento es inapelable. Es justo delante de Dios. Es la ley de la siembra y la cosecha: pagar con tribulación a los que os atribulan. Y eso tendrá lugar en la venida del Señor. Cada cosa tiene su tiempo delante de Dios.

Soportar la persecución de quienes se oponen al evangelio tiene como contrapartida una experiencia distinta en su venida: estar presentes en la manifestación del Señor y participar de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.

Sin embargo, será muy distinto para quienes no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio; estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor (2 Tes.1:8,9). Dios enjugará toda lágrima de quienes soportaron la persecución y la muerte por la verdad del evangelio. Su sangre será vengada y la justicia establecida.

         Los impíos que hoy atribulan a quienes son testimonio del evangelio recibirán su tribulación en la venida del Señor. Esto es justo delante de Dios.

157 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XVI) – Enemigos de la cruz

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (Filipenses 3:18,19)

         Me llama la atención que la Escritura no esconde a los enemigos del evangelio. Y estos enemigos no siempre son quienes muestran una actitud hostil al mensaje, sino que en algunos casos son personas dentro de las propias congregaciones, y desde dentro, actúan como disolvente de la verdad.

Esta realidad debe llevarnos una vez más a comprender que anunciar el evangelio no es un juego de niños, ni siquiera de adolescentes. Es una confrontación de dos reinos. Una colisión de poderes sobrenaturales que chocan inevitablemente. La naturaleza de ambos es radicalmente opuesta. Por ello, la estrategia del enemigo para tratar de impedir su avance en las naciones es siempre prioritaria en sus estratagemas, juntamente con la oposición a Israel como portador de las promesas hechas a los padres.

Hay los que anunciando «un evangelio» son enemigos de la cruz de Cristo, que es el epicentro del mensaje. El islam reconoce la figura histórica de Jesús, incluso le concede el «beneplácito» de reconocerle como profeta de Dios, pero a la misma vez niega la cruz, su muerte y resurrección. En el islam no hay redención. Este falso «evangelio» vino seiscientos años después de Jesús.

En la época de Pablo ya había quienes predicaban a Jesús por intereses personales. Su verdadera motivación era servirse del evangelio para suplir sus verdaderas prioridades carnales. Cuyo dios es su vientre. Y lo hacían sin vergüenza ni pudor, como hoy en día vemos a muchos avergonzando incluso a los creyentes con la búsqueda de placeres mundanos, amantes de las riquezas en lugar de amar a Dios, creyendo que la piedad es fuente de ganancia (1 Tim.6:3-5).

El apóstol de los gentiles sufría y lloraba viendo semejantes ejemplos en algunos que pretendían anunciar las buenas nuevas de salvación. Los denunció una y otra vez en sus cartas, porque el amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Lo hizo para combatir unánime por la fe del evangelio (Fil.1:27). Y no tuvo reparo en anunciar las consecuencias de semejante comportamiento: el fin de los cuales será perdición. Sí, hay perdición para los enemigos de la cruz de Cristo.

         La cruz es el emblema de la persecución, la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios y cargará sobre todos aquellos que elijan ir contra la corriente.

156 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XV) – Se oponen al evangelio

Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios      (Filipenses 1:28).

         Podemos decir que el mensaje del evangelio, en toda su amplitud, es el programa de Dios para el hombre. Si se resiste ese plan no hay otro plan. Cuando lo hacemos ponemos de manifiesto el estado de nuestro malvado corazón. Resistir el evangelio es resistir a Dios, lo contrario del mensaje que anuncia la Escritura: Someteos a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros (Stg.4:7).

También se puede resistir el evangelio anunciando «otro evangelio», y arrastrando a otros a la propia condenación. Oponerse al evangelio después de haberlo oído claramente nos coloca en una posición peligrosa delante de Dios. Anunciar un evangelio falso incrementa esa responsabilidad, porque seremos responsables, no solo de nosotros, sino del perjuicio causado a otras personas. Jesús dijo que mejor le sería atarse una piedra de molino y echarse al mar. También habló de quienes recorren tierra y mar para hacer un prosélito, y luego hacerlo un hijo del infierno (Mt.23:15).

Por otro lado, quienes anuncian el evangelio de Dios para beneficio de muchos se dice de ellos que sus pies son hermosos. Colocan a sus semejantes en la posición de ser bendecidos eternamente. Después de haber oído (porque hay alguien que lo ha anunciado) la palabra de verdad, el evangelio de la salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, para alcanzar la herencia de la redención (Ef.1:13,14). Es un gran privilegio y una responsabilidad anunciar este evangelio y hacerlo debidamente.

Pablo combatía por la fe del evangelio para traer a las naciones a la obediencia de la fe (Rom.1:5). Su celo le llevó a una declaración durísima sobre Elimas el mago, quién estaba procurando apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo (Hch.13:6-12). Más tarde enseñaría que el siervo del Señor debe ser amable […] que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él (2 Tim.2:25,26). Eso no excluye la verdad expuesta en otro lugar, donde se dice que es justo delante de Dios… dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio… los cuales sufrirán pena de eterna perdición (2 Tes.1:6-10).

Hay un fin doloroso para quienes no obedecen el evangelio de Dios (1 P.4:17). Esta verdad no admite dudas en la Escritura.

         Oponerse al evangelio de Dios es cerrar la puerta a la vida eterna.

155 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XIV) – Reprobados

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuando a toda buena obra (Tito 1:16).

         Reprobar significa no aprobar; haber suspendido un examen. Es dar algo por malo después de realizar un análisis de manera pormenorizada. No es casual, sino reiterativo. Por tanto, cuando hablamos de réprobos en cuanto a la fe nos referimos a personas que han demostrado reiteradamente que resisten la verdad, se oponen a ella, y no pasan la prueba que determina la vida del justo, porque el justo por su fe vivirá.

Pablo lo confirma citando el ejemplo de Janes y Jambres, quienes resistieron a Moisés; y de la misma manera hay hombres con un carácter determinado en los últimos tiempos, quienes resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2 Tim.3:8).

Este tipo de personas podemos encontrarlas en las congregaciones haciéndose pasar por creyentes. Por eso se nos insta  a probar los espíritus para ver si son de Dios (1 Jn.4:1).

Incluso, debemos ponernos nosotros mismos a prueba, examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe. Es lo que le pidió el apóstol Pablo a los corintios: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Co.13:5).

El corazón del hombre es engañoso, por ello necesitamos continuamente la luz de las Escrituras para probar nuestras actitudes. La oración nos pone bajo el foco de Dios mediante el cual podemos ver en su luz la oscuridad de muchos de nuestros razonamientos y comportamientos.

El salmista lo expresó así: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Sal.139:23,24). Y el apóstol Juan nos dice que si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos para con Dios (1 Jn.3:20,21). Está escrito: lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera en mi camino (Sal.119:105).

La palabra de Dios es la que alumbra nuestros pensamientos para huir del engaño. Es la verdad que nos hace libres; la que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb.4:12,13). Por tanto, si la resistimos, si resistimos la verdad, como los reprobados, permaneceremos en el error que conduce inexorablemente al juicio y la condenación.

         Los réprobos mantienen su obstinación en el error, resisten la verdad, por ello su mente y su conciencia están corrompidas. Son hijos de condenación.