87 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (XIV) – La división del reino

Y dijo YHVH a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo. Sin embargo, no lo haré en tus días, por amor a David tu padre; lo romperé de la mano de tu hijo. Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido  (1 Reyes 11:11-13)

         Un reinado de paz y prosperidad puede terminar en apostasía e idolatría que a su vez atrae el juicio de Dios. La historia está llena de ejemplos. Generalmente naturalizamos los acontecimientos históricos por falta de revelación, pero el Señor habla por medio de sus profetas y revela las consecuencias del abandono del pacto, la ley moral y entregarse a la inmoralidad. La consecuencia es división. Ruptura. Producida por Dios mismo.

Hay divisiones que son el resultado del juicio de Dios sobre la soberbia humana. Los nacionalismos rebrotan después de un periodo imperial cuando se sobrepasan la justicia y la equidad. Babel fue el resultado de la pretensión de un gobierno mundial. Israel fue dividido porque Salomón abandonó el equilibrio de la Escritura que enseña al rey a no tener muchas mujeres y extranjeras. Este exceso de sexo dio paso a cultos idólatras (como en los días del pecado de Baal-Peor Números 25), que a su vez trajeron división.

La desobediencia del rey trajo división a la nación. La idolatría de un padre dejó en herencia a su hijo la decadencia de su reino. Se mantenía en la casa de David el amor de Dios por el abuelo de Roboam; aunque el pacto davídico no pudo impedir la idolatría que causó la división. Surgen así dos reinos paralelos que toman caminos distintos; se contaminan mutuamente; la rivalidad los conduce a guerras civiles; y en medio de todo ello vemos el final del reino del norte que nunca regresó al mensaje de los profetas que Dios envió para su restauración.

Por su parte el reino de Judá y la casa de David permaneció un tiempo más hasta su cautiverio. Pero el pacto era firme y superaba, −como hemos visto en otro capítulo−, la naturaleza humana de sus descendientes apuntando hacia un vástago distinto que no vería corrupción.

Todo ello debe recordarnos que después del milenio habrá un periodo aún de corrupción en las naciones. Cuando el diablo recupera el dominio como príncipe de este mundo se reproduce rápidamente en muchos hombres la rebelión que los llevará a luchar contra el León de la tribu de Judá.

         La idolatría postrera de Salomón produjo división en el reino de Israel; su hijo heredó las consecuencias; pero el pacto con David seguía vigente.

Download PDF

Deja un comentario