Los orígenes del reino (XVII) – El sacerdocio corrompido
Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de YHVH… Era, pues, muy grande delante de YHVH el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de YHVH (1 Samuel 2:12,17)
Samuel, el hijo de Ana, nació y fue entregado al servicio en el templo de Dios. Mientras el niño crecía los hijos de Elí corrompían el sacerdocio. El proceso mediante el cual el Señor dio a Israel un profeta y más tarde un rey, se encontró con un sacerdocio viviendo lejos de la voluntad de Dios. Un mal ejemplo para el pueblo. No tenían conocimiento de Dios. Su pecado, muy grande a los ojos del Altísimo, hizo que los hombres menospreciaran lo establecido en la ley.
Podemos ver aquí un adelanto profético de la corrupción ministerial que precede a la llegada del reino mesiánico, coincidiendo con la apostasía que anunció el apóstol Pablo antes de la venida del Señor; y que convive con un nuevo tipo de sacerdocio fiel, que sirve conforme al corazón de Dios, cuyo ministerio es edificado para ungir al futuro rey de Israel (1 Sam.2:35).
Samuel y los hijos del sacerdote Elí forman parte de un mismo sistema sacerdotal pero con distintas formas de ministrar al Señor. El joven Samuel ministraba en la presencia de YHVH, vestido de un efod de lino (2:18). Los hijos de Elí hacían pecar al pueblo de YHVH (2:24). El joven Samuel iba creciendo en medio de esa situación decadente, pero era acepto delante de YHVH y delante de los hombres (2:26).
Los hijos de Elí morirían ambos en un mismo día (2:14). Samuel no dejaba caer a tierra ninguna de las palabras del Señor, siendo fiel profeta de YHVH, y el Señor se manifestó en su vida por medio de su palabra (3:19-21). Los hijos de Elí eran impíos y no tenían conocimiento de YHVH (2:12).
Ambos coinciden en un mismo tiempo, pero mientras Samuel crece hasta llegar a todo el pueblo con la palabra del Señor, los hijos de Elí se encaminan inexorablemente hacia el juicio de Dios.
En algunas de las iglesias de Apocalipsis nos encontramos con personas que viviendo en medio de falsas doctrinas (Apc.2:24) no participaron de ellas; y otros que estando en medio de la corrupción predominante no mancharon sus vestiduras, sino que anduvieron con el Señor en vestiduras blancas (3:4).
Así son nuestros días. Hay quienes sirven por ganancia deshonesta, y quienes lo hacen con sinceridad, sin contaminarse del entorno. El Señor conoce a los que son suyos, quienes esperan y apresuran la venida del Señor (2 P.3:12 LBLA).
Un sacerdocio corrompido puede coexistir un tiempo con el espíritu profético que anuncia la llegada del amanecer mesiánico.