Los profetas de Israel (LVIII) – Joel (4)
Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra; y echaron suertes sobre mi pueblo… (Joel 3:1-3)
La Escritura enseña que el presente siglo malo se dirige inexorablemente a una batalla final. Esa guerra tiene a Israel como foco central. La tierra de Israel. Habrá una convergencia de naciones que se reunirán contra el pueblo de Dios y vendrán impulsados como un resorte hacia el conflicto que se avecina. De la misma manera que fueron impulsados al arca los animales el día del diluvio, serán impelidas las naciones contra Israel. En aquella ocasión para preservar las especies, en esta para depurar a los pueblos por el trato dado al pueblo de las promesas. Vivimos muy cerca de estos sucesos si atendemos al desarrollo progresivo de odio que se está gestando en el mundo contra Israel.
Las Naciones Unidas, organismo creado para evitar guerras, no cesa en sus resoluciones contra el Estado sionista. Se ha negado desde la Unesco todo vínculo de la ciudad de Jerusalén con la Historia de Israel, y por tanto, de la iglesia de Dios. El movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) sigue avanzando en la mayoría de naciones contra los intereses de Sion, atesorando en su matriz el odio y antisemitismo antiguo. Los árabes, mediante el islam, quieren erradicar a los judíos de la faz de la tierra. Europa presiona al gobierno de Tel-Aviv para que divida su tierra en dos estados. Por todas partes es más fácil el acercamiento a la causa palestina que al reconocimiento del mensaje de los profetas del Señor.
Hay una presión mundial para oponerse al plan de Dios. El viejo argumento ¿Conque Dios ha dicho? (Gn.3:1) se repite siempre en el padre de la mentira para negar la voluntad divina. La fuerza de la mentira domina el mundo. Pero Dios entrará en juicio con todas las naciones «a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad». ¿Por qué? Porque esparcieron entre las naciones [a Israel], y repartieron mi tierra; echaron suertes sobre mi pueblo. La soberbia de los gobernantes no pasa desaperciba al Dios de las naciones. Está escrito: tomará venganza de sus enemigos, y hará expiación por la tierra de su pueblo (Dt.32:43). El valle de Josafat será testigo de su juicio. La batalla que derrotará a sus enemigos y dará inicio a una nueva era de justicia y paz.
Los acontecimientos mundiales van perfilando las condiciones que culminarán en una batalla final en el valle de Josafat.