HOMBRES IMPÍOS (13) – Practican el pecado

Hombres impíosHombres impíos – Practican el pecado

El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan 3:8).

La primera carta del apóstol Juan es una exposición inequívoca de la diferencia entre el justo y el impío, la simiente de Dios y la simiente del diablo, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, con los resultados que se derivan de ello. El que ha nacido de Dios no practica el pecado, pero el que mantiene la naturaleza pecaminosa y carnal, aunque conserve el ritual de un sistema religioso, de cualquier religión, sigue pecando voluntariamente.

La naturaleza de cada árbol, enseña el Maestro, produce los frutos propios que le acompañan. El que ha pasado de muerte a vida aborrece el pecado; ha comprendido que la maldad del hombre caído fue lo que llevó al Hijo de Dios a la cruz para hacer expiación, por tanto, comienza una nueva vida de alejamiento del pecado y todas sus prácticas. La nueva naturaleza que anida ahora en él produce frutos de justicia.

El apóstol de los gentiles lo expresa así: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna (Romanos 6:22). Es una farsa pretender ser cristiano y seguir practicando el pecado. Simón el mago creyó lo que decía Felipe, se bautizó y estaba siempre a su lado, pero su corazón no había sido regenerado; el apóstol Pedro dijo de él que estaba en hiel y amargura. Seguía amando su vieja vida de magia y ocultismo.

Los que practican las obras de la carne expuestas en la carta a los Gálatas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21). El hombre no regenerado del que habla Pablo en Romanos 1 practica las cosas que son dignas de muerte, y no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Romanos 1:32). Y el autor de la epístola a los Hebreos no admite duda en su exposición: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (Hebreos 10:26,27).

Recuerda, hablamos de aquellos que practican el pecado, no de quienes ocasionalmente son vencidos de forma temporal por el mal, y redargüidos por el Espíritu Santo vienen a la cruz confesando sus transgresiones para ser limpiados en la sangre del Justo. Estos son de Dios.

         Quienes practican el pecado y pretenden mantener una vida religiosa se engañan a sí mismos. Su naturaleza sigue mostrando ser hijos de condenación.

HOMBRES IMPÍOS (12) – No heredarán el reino

Hombres impíosHombres impíos – No heredarán el reino

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9,10)

La sociedad en la que vivimos tiene unos niveles de permisividad y tolerancia a todo tipo de manifestaciones contrarias a la ley de Dios que ha permeado a la misma iglesia del Señor. La forma de ver las cosas de la cultura occidental, donde nada es pecado porque no hay Dios a quién dar cuenta; donde todo se reduce a un relativismo moral con muy pocas restricciones, y cuando las hay se presiona mediante lobbies para disolverlas. En ese escenario nos encontramos con una tolerancia que parece hacer más libre al ser humano porque no coarta su libertad de acción, pero que conduce irremediablemente a su propia destrucción.

Porque el pecado es afrenta de las naciones, pero la justicia engrandece a la nación (Proverbios 14:34). Porque la paga del pecado es muerte. Y porque no podemos engañar a Dios, pues todo lo que el hombre siembra, eso también siega. Por eso, dice el apóstol en nuestro texto: No erréis. Hay conductas del ser humano que no pasan desapercibidas en el trono de gracia y santidad. Hay un trono de justicia que juzga con equidad a los hombres y los pueblos.

El Dios revelado en la Escritura es santo, no tendrá por inocente al malvado. Por tanto, quienes transgrediendo la ley moral o natural practican una vida licenciosa, no heredarán el reino de Dios. Los impíos no heredarán el reino de Dios. Quienes practican el pecado, −y el pecado es infracción de la ley de Dios (1 Juan 3:4)−, no podrán acceder a la herencia reservada a los justos. Aquellos que sí guardan sus mandamientos y le obedecen podrán tener entrada al reino eterno de nuestro Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:11). Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8). La lista es larga, pero podemos resumirla en el término genérico: los impíos.

La esperanza del evangelio, dice el apóstol Juan, es esta: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados… y para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:5,8). Jesús es la entrada al reino por la fe y el arrepentimiento.

         Hay un mundo nuevo preparado para los hijos del reino. No entrarán en él los impíos que viven a espaldas de la ley de Dios; aquellos que llevados por su iniquidad desprecian la puerta de entrada en la persona del Mesías.

HOMBRES IMPÍOS (11) – Causan divisiones y tropiezos

Hombres impíosHombres impíos – Causan divisiones y tropiezos

Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos  (Romanos 16:17,18)

El Maestro enseñó a los suyos que debían ser sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. Pablo dijo que debemos ser niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. La madurez significa poder discernir el conocimiento del bien y del mal. Y seguir la verdad en amor significa también estar atentos para probar los espíritus que hay en las personas sabiendo si son o no de Dios.

Los creyentes mantenemos generalmente un alto nivel de ingenuidad y somos fáciles de engañar. Los buenos deseos de un corazón sensible nos conducen a veces a emitir juicios errados en cuanto a la defensa de la verdad separando el trigo de la paja y la cizaña. Porque hay cizaña. Hay engañadores. Hay falsos maestros. Hay hombres que causan divisiones y tropiezos en relación a la verdad del evangelio que hemos recibido, y por el cual debemos combatir ardientemente (Judas 1:3), porque hay los que se infiltran (Judas 1:4 LBLA) aprovechando los ágapes (Judas 1:12) para leudar la masa (Gálatas 5:9). El apóstol Pablo mantuvo una lucha constante en pro del evangelio, supervisando constantemente la grey de Dios y enseñando a sus discípulos para que hicieran lo mismo.

Los que causan divisiones generalmente lo hacen introduciendo enseñanzas contrarias a la doctrina de Jesús, que es según la piedad. Hay quienes no se conforman a las sanas palabras de nuestro Señor, y piensan que la piedad es motivo de ganancia. Tuercen las Escrituras para apartar de la verdad a los discípulos. Debemos saber quiénes son, exponerlos abiertamente y apartarnos de ellos. Estamos hablando de doctrina fundamental no de temas secundarios en los que siempre hay distintas posiciones. Solo hay un evangelio. Hay quienes causan tropiezo a los débiles en la fe, los inconstantes y niños espirituales; de ellos dijo Jesús mejor que se ataran una piedra de molino y se echarán al mar, porque se exponen a un juicio severo (Lucas 17:1,2). El amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Los impíos que hacen un dios de su vientre (Filipenses 3:19), la comida, la buena vida, el lujo y el desenfreno, que solo piensan en lo terrenal, no son de Dios y hay que apartarse de ellos.

         Pablo lo expuso claramente: al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:10,11).

HOMBRES IMPÍOS (10) – Hijos de ira

Hombres impíosHombres impíos – Hijos de ira y desobediencia

Y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2:3)

La carta del Pablo a los Efesios es un canto a la nueva creación, la regeneración, la nueva vida, poniendo de manifiesto que no siempre la teníamos, sino que en otro tiempo estábamos muertos en delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. En ese estado nos encontró la gracia del Señor, el amor de Dios, y nos redimió de semejante manera de vivir, para no andar el tiempo restante en los deseos de nuestra carne, sino para hacer la voluntad de Dios.

Sin embargo, anteriormente participábamos de una naturaleza de hijos de ira y desobediencia. Esa  misma naturaleza es la de todos aquellos que no han sido redimidos, aunque tengan una religión muy respetable, pero su naturaleza manifestará la realidad de vivir aún bajo la ira de Dios, y en la práctica andan en desobediencia, aquella que se inició con la primera pareja que decidieron desobedecer el pacto de Dios andando en sus propios caminos, de la cual todos hemos venido a ser herederos.

Esa naturaleza de ira y desobediencia desembocará un día (si no hay un regreso a la casa del Padre) en juicio de condenación. Es la inercia del estado natural. Dice el apóstol Juan que el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36). En la Biblia de las Américas dice: el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Sin un cambio, —una transformación interna de naturaleza—, la ira justa de Dios contra el pecado que habita en nosotros seguirá su curso y desembocará en muerte (separación) eterna.

Esta es la prioridad del evangelio. Aquí tenemos la urgencia del hombre: escapar de la ira venidera mediante una conversión de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:9,10). Es imposible obedecer a Dios mientras nuestra naturaleza siga en estado de ira y condenación. La desobediencia engendra maldición. La ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia (Efesios 5:6) (Colosenses 3:5,6). Por su parte la vida nueva y renacida viene a través de Jesús.

         Los impíos permanecen bajo la ira de Dios, por cuanto no han escapado de la vieja naturaleza de pecado y desobediencia, aunque mantengan rituales, liturgias y una excelente cultura. Jesús es quién nos libra de la ira venidera.

HOMBRES IMPÍOS (9) – Hijos del diablo

Hombres impíosHombres impíos – Hijos del diablo

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Juan 8:44). En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios (1 Juan 3:10)

Jesús dijo ser la verdad, no solo en aquellas enseñanzas que nos parecen agradables de oír, sino también en las palabras que puedan resultarnos chocantes. En cierta ocasión dijeron de su enseñanza: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? (Juan 6:60). Incluso quienes se le oponían decían de él: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres (Mateo 22:16). Pues bien, el mismo Jesús les dijo a algunos judíos que se jactaban de ser hijos de Abraham, que en realidad eran hijos del diablo, porque manifestaban en sus vidas la naturaleza del diablo, el padre de la mentira, que era homicida desde el principio.

Vosotros sois de vuestro padre el diablo. ¿Y por qué lo supo? Por las obras que hacían, querían matar a Jesús, resistían la verdad, y mentían a quienes estaban bajo su liderazgo acerca de la personalidad del Hijo de Dios. Por tanto, no nos engañemos. En ocasiones nos encontramos con personas que en su carácter manifiestan la misma naturaleza de Satanás. Hay personas que introducen en la sociedad la simiente pecaminosa del adversario de Dios. Se oponen a la verdad. Mienten. Se recrean en la injusticia. Practican el pecado. Aunque muchos de ellos pueden a la misma vez practicar una religión establecida, como era el caso de muchos de los fariseos del tiempo de Jesús. Por eso Pablo les pide a los corintios que se pongan a prueba para ver si la superan y no son reprobados.

El apóstol Juan dice que el que no permanece en la verdad no es de Dios. El que no practica la justica es del diablo, y la verdad no está en él; aunque sea un fanático defensor de cualquier doctrina, incluso algunas que puedan tener fundamento bíblico. Hay distintas naturalezas en los hombres dependiendo de quién ha nacido en nosotros. Todos hemos nacido en pecado, con la simiente del mal; pero hay quienes se vuelven a Dios en arrepentimiento y su naturaleza experimenta una transformación sobrenatural de muerte a vida; de pecado a justicia; de oscuridad a la luz; de la potestad de Satanás al reino de su amado Hijo. Esta es la esencia del evangelio de Dios: Salir de la naturaleza del diablo a la de Jesús.

         Los impíos son hijos del diablo porque él peca desde el principio; es mentiroso y padre de la mentira; por tanto, quienes tienen su misma naturaleza mienten y no practican la verdad. Su destino será el mismo de su padre.

HOMBRES IMPÍOS (8) – Diversidad y consecuencias (5)

Hombres impíosHombres impíos – Diversidad y consecuencias (5)

Estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas […] y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él (Judas 1:13-15)

La Escritura no deja lugar a dudas: hay hombres perversos y malos. Impíos que producen daño en el mundo. Causan perjuicio al justo que levanta un clamor delante del Señor por justicia. Serán juzgados, pero antes habrán producido mucho mal. Y ese mal levanta un interrogante ante el Señor: ¿Por qué? A veces la vida parece favorecer a estos impíos de tal forma que hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos (Eclesiastés 8:14). Fue también la queja que casi hizo deslizar al salmista. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos (Salmos 73:2,3). Finalmente entró en el santuario y comprendió el fin de ellos (Salmos 73:16,17).

Hay un final trágico para los impíos: Está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. Dice el salmista: Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmos 92:7). Hay un tiempo cuando los impíos gozan y se vanaglorian todos los que hacen iniquidad (Salmos 94:3,4). Su aparente impunidad pone a prueba a quienes andan en integridad. Cuando prevalece la injusticia en los pueblos el justo se pregunta para qué sirve guardar la ley de Dios. Fue el caso del sufrimiento de Job, pero sabemos que el Señor es muy misericordioso y compasivo (Santiago 5:11).

En días del profeta Malaquías también fueron puestos a prueba por esta cuestión: Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de YHVH de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon… YHVH escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria… para los que temen a YHVH, y para los que piensan en su nombre. Y serán mi especial tesoro… y los perdonaré… Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve (Malaquías 3:13-18). Veremos en las próximas meditaciones una lista de quienes persisten en pecar y son desechados; impíos, hijos de condenación.

         Hay una diversidad manifiesta de hombres impíos que sufrirán las consecuencias de la dureza de sus corazones no arrepentidos. 

HOMBRES IMPÍOS (7) – Diversidad y consecuencias (4)

Hombres impíosHombres impíos – Diversidad y consecuencias (4)

Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de YHVH     (1 Samuel 2:12)

La impiedad en el corazón del hombre le inhabilita para conocer a Dios. También impide la comunión con Él. Se puede ser religioso, incluso formar parte del sacerdocio escogido; ser de una familia con vocación o llamamiento sacerdotal, pero a la vez vivir lejos de la voluntad de Dios porque el corazón es impío. ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Ninguna. Los hijos de Elí, sacerdote de la casa del Señor, eran impíos. Aunque su padre los corregía levemente la impiedad siguió su curso atrapándolos en el juicio de Dios. Estos hijos, aunque ministraban en el templo, no conocían al Dios del templo. Su servicio era como metal que resuena y címbalo que retiñe. Pero a la vez fue motivo de hacer pecar al pueblo (2:24).

Como hemos dicho en otro lugar, la impiedad se contagia, y si esta viene de los líderes mayormente. Es necesario que el obispo sea irreprensible. El apóstol Pedro escribió: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey (1 Pedro 5:2,3).

El profeta Jeremías denunció que fueron hallados en mi pueblo impíos; acechaban como quien pone lazos, pusieron trampa para cazar hombres (Jeremías 5:26). ¡Hay impíos en el pueblo de Dios! No todos los predicadores son trigo limpio. Como no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino. Podemos ser turbados viendo la prosperidad de los impíos (Salmos 73:3). Me pusieron lazo los impíos (Salmos 119:110). La ciudad es trastornada por la boca de los impíos (Proverbios 11:11). Por eso, cuando se levantan los impíos tienen que esconderse los hombres (Proverbios 28:12,28). Pero hay un Dios justo en el trono celestial, que como a los hijos de Elí, cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmos 92:7).

Llega el tiempo cuando los impíos dejan de perturbar (Job 3:17). Vivimos en un mundo caído en pecado en el que abundan los hombres perversos y malos que no tienen conocimiento de Dios, pero el evangelio anuncia: Cristo, cuando éramos débiles, a su tiempo, murió por los impíos… Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Por tanto, hay esperanza para los que reciben la abundancia de la gracia en nuestros días.

         Dios no perdonará a quienes ocupando lugares de liderazgo viven en impiedad, sin comunión con Él… pero hay salvación para los que abandonan el pecado.

HOMBRES IMPÍOS (6) – Diversidad y consecuencias (3)

Hombres impíosHombres impíos – Diversidad y consecuencias (3)

Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti (1 Samuel 24:13)

David escribió en otro lugar: en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Salmos 51:5), sin embargo, no vivió practicando el pecado; la ley de Dios estaba en su corazón refrenando el desarrollo de la maldad. Está escrito de David que sirvió a su generación y durmió después de haber hecho la voluntad de Dios. No le agradaba la compañía de hombres impíos. Tuvo ocasión de anticipar su llegada al trono de Israel matando a Saúl pero sabía que ese comportamiento no agradaba al Señor, por ello esperó confiando en Dios. En la conversación que mantuvo con el rey Saúl, en el contexto del pasaje que tenemos para meditar, declaró que la impiedad sale de los impíos, él no se consideraba impío, y no estaba dispuesto a hacer obras impías. Tuvo la ocasión de hacerlo, incluso le empujaron a ello sus propios compañeros, pero su corazón era conforme al corazón de Dios. Aunque pecó en otros sucesos de su vida no vivía practicando el pecado. No era un impío, sus obras lo ponían de manifiesto.

Jesús dijo que por sus frutos los conoceréis. Las obras de cada uno se hacen manifiestas más pronto o más tarde, las de otros van delante de ellos anunciando su maldad. Una persona con naturaleza impía es un manantial de pecado a través del cual muchos serán contaminados. David lo sabía y no quiso seguir sus pasos.

Vivimos rodeados de hombres impíos a quienes debemos identificar para no ser influidos por ellos. Como está escrito: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que  en la ley de YHVH está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Meditar en su palabra nos libra de la contaminación de la impiedad, siempre que nuestro corazón esté preparado para inquirir la ley de YHVH, para cumplirla y enseñarla, como lo estuvo el sacerdote Esdras (7:10).

Los impíos perecen en tinieblas (1 Samuel 2:9). Se apartaron los impíos desde la matriz (Salmos 58:3). El corazón de los impíos es cruel (Proverbios 12:10). Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos (Isaías 57:20,21). David conocía todo esto, supo que la impiedad brota de los impíos y él no quería tener parte en esos comportamientos, por ello no puso su mano contra el rey Saúl aunque era tratado injustamente. Su causa era del Señor y esperó en Él.

         De los impíos saldrá la impiedad; hombres sin ley de Dios en sus corazones; pero aquellos que aman su palabra serán transformados por ella.         

HOMBRES IMPÍOS (5) – Diversidad y consecuencias (2)

Hombres impíosHombres impíos – Diversidad y consecuencias (2)

Y él habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis en todos sus pecados (Números 16:26)

La impiedad forma parte de la naturaleza del hombre. Todos hemos nacido en pecado; todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios; no hay justo ni aún uno; hemos heredado una naturaleza pecaminosa y carnal que produce en nosotros una forma de vida alejada de la ley de Dios. Esa naturaleza necesita ser regenerada, que significa volver a generar lo que degeneró, y ese milagro está contenido en el evangelio de la gracia de Dios. Si ese milagro interior no se produce la impiedad seguirá su curso natural produciendo diversas obras que diferencian a unos hombres de otros con las consecuencias para sí mismo y su prójimo.

Veamos ahora algunos pasajes que ponen de manifiesto la diversidad de la impiedad en distintos hombres y sus consecuencias. En el texto que tenemos arriba se habla de algunos hombres impíos que pertenecían a la congregación de Israel en el desierto, eran Coré, Datán y Abiram (Números 16:24). Su impiedad se había extendido a todas sus propiedades y tiendas, de ahí que el mandato fuera que se apartaran y no tocaran ninguna cosa suya para no ser contaminados por sus pecados recibiendo el mismo juicio. Por tanto, tenemos que la impiedad se puede extender a otras personas desde el foco de origen. Un poco de levadura leuda toda la masa, dijo Pablo. También le dijo a Timoteo que no participara en pecados ajenos imponiendo las manos con ligereza (1 Timoteo 5:20). Incluso está escrito que de algunas personas debemos aborrecer la misma ropa que visten puesto que está contaminada (Judas 1:23).

La impiedad puede trasladarse a lugares físicos y formas de vestir contagiándonos con su influencia en nuestra manera de vivir. También mediante lo que oímos y vemos podemos ser afectados por la iniquidad. Debemos discernir la maldad y no juntarnos con ella. Pablo lo dijo de aquellos que llamándose hermanos viven y practican el pecado (1 Corintios 5:11). A Timoteo le dijo: A estos evita (2 Timoteo 3:5). Y el apóstol Santiago habló de riquezas podridas y ropas comidas de polilla (Santiago 5:2). Recuerda que la lepra, una figura del pecado en el Antiguo Testamento, podía contaminar la ropa y la vivienda de quienes la padecían (Levítico 13). La limpieza y purificación debía alcanzar a todo. Por su parte la impiedad también se contagia, por ello no debemos andar en consejo de malos, como nos exhorta el salmista (Salmos 1).

         La impiedad puede transmitirse a otros mediante la ropa, la casa, lo que vemos y lo que oímos, incluso imponiendo las manos de forma inadecuada.

HOMBRES IMPÍOS (4) – Diversidad y consecuencias (1)

Hombres impíosHombres impíos – Diversidad y consecuencias (1)

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18)

Hemos dicho que la impiedad es vivir sin ley, en oposición a la ley de Dios, sea esta la ley moral revelada a Moisés, o la ley natural noélica manifestada en la conciencia de los hombres en la creación, aunque más tarde esta conciencia esté influida por el entorno familiar, social, religioso, cultural y generacional en el que vive la persona. La impiedad tiene múltiples formas de manifestarse con las consecuencias que le acompañan. En nuestro texto se habla de toda impiedad e injusticia, señalando la diversidad de manifestaciones que puede llegar a producir esa forma de vida.

También se dice que el Dios santo y justo revelado en la Escritura está contra las manifestaciones de impiedad. La ira de Dios se activa allí donde la impiedad se expresa en obras injustas de hombres que detienen con injusticia la verdad. Aunque no siempre el juicio de Dios se manifiesta de inmediato en medio de los hombres impíos, estos viven pendientes de un juicio inexorable que les alcanzará, en algunos casos en esta vida, y en todos los demás en el juicio venidero.

La Escritura enseña que podemos alejarnos de la ira divina viviendo bajo el temor de Dios, una de las manifestaciones de su Espíritu (Isaías 11:2), y que nos alejará del juicio conduciéndonos a las obras de justicia que agradan al Señor. Esta tensión aparece de forma continuada en la Ley, los Profetas y los Salmos. Los justos y los impíos.

Después de la redención realizada en el Calvario se establece un nuevo pacto que nos hace justos ante Dios por la justicia de aquel que es justo, el Hijo de Dios, el justo por los injustos para llevarnos a Dios; el que nos justifica, nos hace justicia de Dios en él. Esta es la buena nueva del evangelio. Luego vendrán las obras de justicia que confirman la regeneración interior de un corazón nuevo. Así Jesús nos libra de la ira venidera; y en el juicio de Dios que ha de manifestar sobre todos los hombres seremos absueltos de la naturaleza de pecado, alcanzando la salvación eterna, y recibiendo la recompensa por las obras hechas en Cristo. Por tanto, ahora somos deudores de la gracia de Dios.

Dicho esto, quiero centrarme en aquellas personas que mantienen a día de hoy su naturaleza de impiedad, por tanto, sus obras son el resultado de su propia naturaleza mala. Debemos saber que hay una diversidad de formas de manifestar esa impiedad, y que siempre le acompañan sus consecuencias. Como está escrito: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7).

         Toda impiedad recibirá su justa retribución en forma de ira divina.