HISTORIA DEL LIBRO
Esta carta, la más teológica del Nuevo Testamento, fue escrita por el apóstol Pablo hacia el año 57-58 d.C. cuando estaba en la ciudad de Corinto (Ro.15:22-27), en vísperas de partir para Jerusalén con la ofrenda para los hermanos de aquel lugar. Una mujer llamada Febe, natural de Cencrea, puerto oriental de Corinto, llevó la carta a Roma (16:1,2). Pablo aún no había estado en la ciudad imperial, pero pensaba visitarla pronto. La iglesia romana había sido formada años antes, tal vez por medio de un grupo de judíos residentes en aquel lugar que habían estado en Jerusalén el día de Pentecostés (Hch.2:10). El apóstol de los gentiles va a exponer aquí el contenido amplio del evangelio de Jesucristo. El desarrollo lo podemos bosquejar de la siguiente manera:
- El evangelio de Dios (1:1-17)
- La naturaleza del hombre caído (1:18-3:20).
- La justificación por la fe produce una nueva naturaleza (3:21-5:21).
- La santidad como nueva forma de vivir (6:1-23).
- La lucha interior del hombre renacido (7:1-25).
- La victoria a través de la vida en el Espíritu (8:1-39).
- El endurecimiento de Israel y su restauración (9:30-11:36).
- Aspectos prácticos de la vida cristiana (12:1-21).
- Las autoridades y motivos de conciencia (13:1-15:6).
- Saludos personales (16:1-27).
ENSEÑANZAS Y TEMAS DEL LIBRO
En el primer capítulo, Pablo afirma con claridad que su misión es difundir el evangelio. Ha sido llamado a ser apóstol y apartado para el evangelio de Dios (1:1). Este mensaje había sido prometido antes por los profetas en las santas Escrituras (1:2), por lo cual deja claro desde el inicio que no es suyo, sino que ya estaba recogido previamente en los profetas de Israel. La esencia del evangelio, dice Pablo, es acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne (1:3) –poniendo de manifiesto su naturaleza humana−, y que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos (1:4), lo cual sustenta la verdad de su naturaleza divina. Por tanto, desde el principio, el apóstol deja asentado el mensaje del evangelio cuyo fundamento es Jesucristo, en su doble naturaleza, humana y divina. Todo ello anunciado con anterioridad por los profetas; de lo que podemos deducir que el evangelio que va a exponer a continuación tiene su asiento en las Escrituras de los profetas, por tanto, los apóstoles son herederos de aquel mensaje, anunciado y cumplido por el Señor, cuyos apóstoles son ahora testigos de las cosas que han visto y oído (1:5) (1 Jn.1:1-4).
Este evangelio es el que Pablo está dispuesto a anunciar en Roma (1:15). Porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (1:16). En él se manifiesta la justicia de Dios mediante la fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá (1:17). A partir de ese momento el autor de la epístola va a desarrollar los distintos aspectos del evangelio de Dios, comenzando con la ira contra toda impiedad; el justo juicio de Dios por el pecado del hombre; la provisión que contienen las buenas nuevas de salvación; el surgimiento de la nueva vida y naturaleza del hombre redimido y justificado; la lucha interior que deberá afrontar y cómo entrar en la victoria mediante la vida en el Espíritu.
Estas son las enseñanzas principales en que hemos dividido las enseñanzas de la carta a los Romanos.
- La ira de Dios contra la impiedad (1:18; 2:5)
- El juicio de Dios (1:32; 2:2,5,16; 3:19)
- La ley es insuficiente (2:12-15; 2:17-29) (3:19-21)
- El pecado del hombre (1:18; 29; 3:9,10-12,23)
- La provisión de Dios (Ro.3:21-28; 5:1; 5:8-10)
- Surge la nueva vida (Ro.6:1-23)
- La lucha interior (Ro.7:1-25)
- La victoria: viviendo en el Espíritu (Ro.7:25-8:39)
- Israel y los gentiles (Ro.9:1-11:36)
- Deberes cristianos (Ro.12:1-13:14)
- Motivos de conciencia (14:1-15:6)
- Saludos personales (16:1-24)
- La ira de Dios contra la impiedad (1:18; 2:5)
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (1:18).
Así está escrito: Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada (Sal.7:11,12). Y en otro lugar, uno de los profetas sobre quienes el apóstol Pablo entendía que descansaba el mensaje del evangelio, dice así: Porque YHVH está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero (Is.34:2). La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres. No pasa desapercibida a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Esta parte del mensaje del evangelio, muy poco predicado, no proviene solamente de los predicadores «justicieros» del llamado Antiguo Testamento, sino que forma parte esencial del anuncio de las buenas nuevas proclamadas por el mismo Jesús. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él [permanece, dice la Biblia de las Américas] (Jn.3:36).
Dios no puede tolerar la maldad del hombre, ni tendrá por inocente al culpable. Hay un día señalado para el derramamiento de la ira de Dios sobre la tierra, de la cual podemos librarnos si atendemos a la totalidad del mensaje del evangelio que Pablo está anunciando en su escrito (1 Ts.1:10) (Ro.5:9) (Ap.16:1-21).
- El juicio de Dios (1:32; 2:2,5,16; 3:19)
… quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (1:32).
Además de la ira, que parece tener un sentido generalizado, Dios juzgará a cada uno de nosotros en particular. Dios es justo y no dejará de juzgar las obras de cada uno que han practicado el pecado con delectación (2:2). La dureza del corazón no arrepentido atraerá la ira y el juicio justo de Dios el día de su manifestación (2:5). Dios juzgará por Jesucristo los secretos del corazón de los hombres, y lo hará según el evangelio (2:16) (Hch.17:31).
El hombre, en su estado de naturaleza caída por haber heredado el pecado de Adán, será condenado ante Dios el día del juicio, puesto que ha trasgredido la ley de Dios (Stg.2:11). Está establecido para los hombres, que mueran una sola vez, y después el juicio (Heb.9:27).
- La ley es insuficiente (2:12-15; 2:17-29) (3:19-21)
He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorias en Dios… (2:17). Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (3:20).
Cuando el apóstol aborda el tema de la ira y el justo juicio de Dios sobre los hombres, se da cuenta que el judío está pensando ser excluido de esa ira y juicio, puesto que tiene en la ley su gloria, el conocimiento de la voluntad de Dios, es instruido por ella para aprobar lo mejor, confía que es guía de ciegos (los gentiles), y luz de los que están en tinieblas (las demás naciones excepto Israel) (2:17-20). Sin embargo, el pueblo del pacto mosaico no ha cumplido la ley a cabalidad. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (Stg.2:10). En muchos casos ha sido infractor de ella, aunque con apariencia de cumplirla estableciendo así una justicia propia (Ro.10:13).
Este aspecto siempre es complejo de abordar porque contiene el conflicto supuesto entre la ley y la gracia, que no podemos profundizar aquí, pero sí diremos que el apóstol pone de manifiesto que la ley, aunque es buena y cumple el propósito de mostrar al hombre su pecado, no es suficiente para justificarlo ante Dios, porque nadie ha cumplido la ley en su totalidad (solo Jesús, nuestra justicia), por tanto, todos quedamos convictos (Stg.2:9), para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Ro.3:19,20).
Por tanto, judíos y gentiles hemos heredado una naturaleza pecaminosa y carnal, enemiga de Dios, que la ley dada a Moisés limita en sus acciones transgresoras, pero no puede transformar su esencia. La ley cumple su propósito de llevarnos a Cristo, es nuestro ayo-pedagogo hasta que viniese la simiente que había de redimir (Gá. 3:19-4:7). Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión [judíos] vale nada, ni la incircuncisión [gentiles], sino una nueva creación (Gá.6:15).
- El pecado del hombre (1:18, 29; 3:9,10-12,23)
¿Qué, pues, ¿Somos mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (3:9,10,23)
En cuanto a la justicia del hombre delante de Dios no hay diferencia entre judío y gentil. La naturaleza heredada de pecado es la misma en ambos casos. No hay escapatoria posible del juicio de Dios. La ley tampoco podrá redimir al hombre y presentarlo justificado ante el Santo de Israel. Todos los hombres somos culpables en el justo juicio de Dios, por tanto, merecemos el castigo de su ira. Los sacrificios en el templo de Jerusalén apenas podían cubrir el pecado por un tiempo, repitiendo una y otra vez la ceremonia ritual de expiación que nunca pudieron quitar los pecados.
Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados (Heb.10:1-4).
La salvación pertenece a Dios (Ap.7:10). El evangelio es de Dios. La naturaleza pecaminosa y carnal del hombre, corrompida en extremo, no puede salvarse a sí mismo. Necesita un salvador. Y en este punto debemos recordar el mensaje inicial de la promesa sobre la simiente que había de venir (Gn.3:15). Por la línea genealógica de Abraham, Isaac y Jacob. De la descendencia de David, de la tribu de Judá, nacido en Belén. Y la simiente era Cristo (Gá. 3:16). El es la provisión de Dios.
- La provisión de Dios (Ro.3:21-28; 5:1; 5:8-10)
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él (Ro.3:21,22)
Observa. El evangelio estaba contenido en la ley y en los profetas. No es ajeno a ellos. La justicia de Dios que libra al hombre de su destino trágico es una parte esencial del evangelio, cuyo mensaje ya estaba dentro de la ley y de los profetas. En la ley como sombra de lo que había de venir (aunque no debemos confundir la ley ceremonial con la ley moral, aquella estaba centrada en el ritual del templo de Jerusalén; pero esta sigue vigente y ha sido grabada por el Espíritu en el corazón de los redimidos como parte del nuevo pacto), y en los profetas porque anunciaron la venida del justo, primero sus sufrimientos (como cordero), y luego las glorias, en su segunda venida como rey (1 Pedro 1:10-12). Los profetas profetizaron de la gracia destinada, «escondida» en su mensaje como un misterio que sería más tarde revelado (Ro. 16:25-27) con la aparición del Mesías (2 Tim.1:8-11).
Dios es amor. Conoce la incapacidad del hombre para salvarse a sí mismo de la ira, el juicio, el pecado y la insuficiencia de la ley para redimirlo, por ello elaboró un plan de redención para salvarlo desde antes de los tiempos de los siglos (2 Tim.1:9). La provisión de Dios, mediante el Cordero que fue inmolado para establecer su justicia y justificar al hombre por la fe en él, fue preparada desde el principio del mundo (Ap.13:8). Misterio que el evangelio revela por la predicación (Col.1:26-29) (Ef.3:1-7).
Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (Ro. 3:24,25).
Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad… En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre (Heb.10:5-7,10).
La provisión de Dios para justificar al pecador y liberarlo de la naturaleza pecaminosa, es Jesucristo y su ofrenda expiatoria, hecha una vez y para siempre. Una vez oído el mensaje, −la buena nueva de salvación−, hay que preguntarse (como lo hicieron muchos judíos el día de Pentecostés): Varones hermanos, ¿qué haremos? La respuesta del apóstol Pedro fue clara: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch.2:37,38).
Como quiera que encontramos en estos textos algunos términos teológicos que no siempre son de fácil comprensión, quisiera explicarlos brevemente.
Justificación: significa ser declarado justo (3:24; 4:25; 5:16,18) (1 Co.1:30).
Redención: ser librados de la esclavitud del pecado. Vueltos a comprar por precio, después de perderse, regresando al antiguo Dueño (3:24) (Ef.1:7).
Propiciación: aplacar la ira de Dios mediante un sacrificio, en este caso la obra de Cristo en la cruz del Calvario (3:25) (1 Jn.2:2; 4:10).
Gracia: regalo de la misericordia de Dios. Generosidad divina no merecida. No se puede comprar, ni conseguir por méritos propios, solo recibirla (3:24; 4:16; 5:2) (Ef.2:8).
En los capítulos 4 y 5 el apóstol Pablo establece la base escritural para apoyar la veracidad del evangelio que predica. Se remontará a Abraham, el padre de la fe, anterior a la ley de Moisés, para establecer la justicia de Dios mediante la fe y la promesa de Dios (4:1-5)
Luego se dirige a quienes ya han recibido la gracia de Dios, mediante la fe, para decir lo siguiente: Y no solamente respecto a él [Abrahán] se escribió que le fue contada [su fe], sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro; el cuál fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quién tenemos entrada, por la fe, a esta gracia en la cual estamos firmes… (Ro.4:23-5:2).
- Surge la nueva vida (Ro.6:1-23)
Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia… Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación y como fin la vida eterna. (Ro.6:19,22).
Aquel hombre, cuya naturaleza de pecado vivía bajo la ira de Dios, su juicio, y que la ley no había podido ayudar, ahora es justificado y redimido, habiendo recibido la gracia de Dios. Es un hombre nuevo. Ha sido hecho, por la fe en Jesús, hijo de Dios (Jn.1:12,13). Ha sido hecho justo, por la justicia del justo. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co.5:21). El justo [Jesús] por los injustos [todos nosotros], para llevarnos a Dios (1 P.3:18).
Una nueva naturaleza es creada en el hombre caído. Se ha producido un intercambio. Jesús tomó en la cruz nuestra naturaleza caída, donde fue juzgada por la santidad de Dios, y nos dio la suya justa ante Dios. Su justicia nos ha sido imputada. Otro ocupó nuestro lugar de juicio y condenación. Es el cordero llevado al matadero que el profeta Isaías había anunciado como siervo de Dios, nuestro sustituto (Is.53:4-12). Esa nueva naturaleza ha sido creada en justicia y santidad de la verdad (Ef.4:24). Es una nueva creación, las cosas viejas pasaron y todas fueron hechas nuevas (2 Co.5:17). Hemos sido redimidos de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres, mediante la sangre preciosa de Jesús (1 P. 1:17-19).
Este nuevo hombre ha muerto al pecado y vive para Dios. Ya no obedece al poder del pecado, ni lo practica, sus miembros obedecen ahora a otro, a la justicia, para servir a Dios (Ro. 6:2,10-13). Este es el evangelio de Dios. La redención ha comenzado. El proceso de santificación se ha iniciado hasta el día de Jesucristo. Somos transformados de gloria en gloria a la imagen de Jesús (2 Co.3:18) (Ro.8:29). Seremos semejantes a él cuando le veamos tal como él es (1 Jn.3:1-3). Este cuerpo de muerte y humillación será transformado a la semejanza del cuerpo de la gloria suya (Fil.3:21). Es el día de la redención final de nuestros cuerpos mortales (Ro.8:11, 23) (Ef.1:14 y 4:30).
- La lucha interior (Ro.7:1-25)
Queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? (7:21-24).
Todo parecía idílico en el apartado anterior, sin embargo, pronto aparece en el nuevo hombre una lucha interior que lo confunde. Comprueba que, de la misma manera que Rebeca, al concebir a sus dos hijos, Esaú y Jacob, experimentó una lucha interna que le quitó las ganas de vivir (Gn. 25:21-23), la nueva criatura que ha nacido en el interior de la persona se encuentra con un «gemelo» que entabla un conflicto insoportable. El Isaac, hijo de la promesa, que ha nacido se ha encontrado con que ya vivía en la casa un Ismael que lo menosprecia y pretende apropiarse de la herencia (Gn.21:8-10).
Esta lucha nos debilita y confunde en un primer impacto. El hombre carnal y el espiritual han colisionado. Parece haber en nosotros dos naturalezas que son radicalmente opuestas. Mientras una se deleita en la ley de Dios y quiere hacer su voluntad, la otra se muestra rebelde y contradictoria para oponerse a los designios nuevos que han comenzado a brotar. La nueva manera de vivir debe aprender a vencer y establecer los nuevos parámetros según el Espíritu de Dios. Querer y no poder parece un hecho que nos destina al fracaso. La culpabilidad y condenación que emergen de semejante lucha pondrán a prueba la fiabilidad del evangelio y el nuevo hombre. La lucha nos desalienta. El mensaje no parece funcionar. La realidad se impone con dureza y en última instancia clamamos:¡Miserable hombre de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Ro.7:24).
Para un estudio más amplio sobre este conflicto ver: «La lucha interior» https://virgiliozaballos.es/?p=622
- La victoria: Viviendo en el Espíritu (Ro.7:25-8:39)
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro… Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús… porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (7:25 y 8:1,2).
La Escritura no nos engaña. Existe un combate contra el pecado (Heb.12:4), aunque hayamos nacido de nuevo y seamos nuevas criaturas. Mientras estemos en este cuerpo soportaremos las aflicciones del cuerpo presente (Ro. 8:18), tanto en el ámbito físico, como en el conflicto interior.
El clamor y la angustia de la lucha interna tienen su respuesta en Cristo. Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Él nos lleva en su triunfo. Nos ha hecho más que vencedores. El pecado no se enseñoreará de nosotros. Estamos en Cristo, y esa posición nos lleva a andar en el Espíritu. De la manera que habéis recibido a Cristo, andad en él (Col.2:6). La ley del Espíritu de vida en Cristo, nos libra de la ley del pecado y de la muerte (8:2). El Consolador y Ayudador es enviado para capacitarnos. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro.8:3,4).
Este es el Nuevo Pacto de Dios, anunciado por los profetas (Jeremías 31 y Ezequiel 36). El pacto del Espíritu. La ley escrita en nuestros corazones (Heb.8:8-10). La vida en el Espíritu es la victoria. Debemos entregarnos al Espíritu, andar en el Espíritu, ser llenos del Espíritu (Gá.5:16-18,22-25) (Ef.5:18). Veamos algunos aspectos de la realidad del Espíritu en nosotros.
- Es el sello de pertenencia a Cristo (Ro.8:9) (Ef.1:13) (2 Co.1:21,22).
- Por el Espíritu hacemos morir las obras de la carne (Ro.8:13).
- Somos guiados, como hijos, por el Espíritu de Dios (Ro.8:14).
- El Espíritu nos da testimonio de que somos de Dios (Ro.8:16).
- Nos ayuda en nuestra debilidad para saber interceder (Ro.8:16,27).
- Nos guarda en Cristo, y nada ni nadie podrá separarnos de su amor, ni acusarnos, o condenarnos. En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro.8:28-39).
Para un estudio más amplio sobre «La vida en el Espíritu» ver el siguiente enlace: https://virgiliozaballos.es/?p=625
- Israel y los gentiles (Ro.9:1-11:36)
Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció (11:1,2)
En los siguientes tres capítulos el apóstol de los gentiles va a entrar en el dilema que presenta el pueblo de Israel. Dilema porque los gentiles que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por la fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por las obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo (9:30-33). Y esa piedra de tropiezo no es otra que el Mesías, su naturaleza y su obra expiatoria.
Pablo abre su corazón de judío en favor de sus hermanos, los que son sus parientes según la carne, israelitas, de quienes son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas (9:3-5). Y lo hace con un profundo amor por ellos, deseando él mismo vivir separado de Cristo por amor a sus hermanos, cuya situación de endurecimiento le causa un profundo dolor y tristeza (9:1-3).
Comprende que Dios no los ha desechado, aunque ellos se han endurecido a causa del evangelio. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios (10:3). Este conflicto, que dura hasta nuestros días, y que ha causado gran dolor en la historia de la iglesia y del pueblo judío, primero por la obstrucción que los judíos pusieron al evangelio (aunque muchos, millares, fueron los primeros en seguirlo, pero como nación lo rechazaron bajo la influencia de las autoridades rabínicas), y luego, por la extensa persecución que la iglesia llevó a cabo a partir del siglo IV, sustentada en una teología errónea que contradecía lo que Pablo enseña en estos capítulos, es decir, que la iglesia había sustituido a Israel porque estos rechazaron y mataron al Mesías. Pues bien, el apóstol va a desarrollar su comprensión de este misterio en estos capítulos. No haremos un estudio exhaustivo de ellos; para los que quieran profundizar en él lo he tratado ampliamente en mi libro «El enigma Israel» https://virgiliozaballos.es/?p=216
A modo de conclusión, el apóstol de los gentiles se dirige a los hermanos de las naciones en unos términos que dejan abierto el misterio de Israel; la arrogancia que caracterizará mayoritariamente el comportamiento de la iglesia los siglos siguientes, haciendo caso omiso de la exhortación apostólica; así como el tiempo de la restauración de Israel y su salvación desde Sion, una apelación al reino mesiánico. Leamos.
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (11:25-29).
- Deberes cristianos (Ro.12:1-13:14)
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (12:1-2).
En los capítulos 12 y 13 el autor de la carta hace referencia a una diversidad de temas que tienen que ver con la práctica de la vida cristiana. La base de nuestra entrega incondicional son las misericordias de Dios, y por ellas presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Renovar nuestros pensamientos para alcanzar los de Dios y hallar así su voluntad buena, agradable y perfecta. Hemos recibido una medida de fe (3). Diferentes dones para servir (4-8). El amor sin fingimiento, fervientes en espíritu, bendiciendo, gozosos, unánimes, buscar la paz con todos, sin venganzas (9-21), sometiéndonos a las autoridades (13:1-5), pagar los impuestos debidos (6-8), sabiendo que amar al prójimo es cumplir la ley (8,9). La nueva vida en Cristo tiene como eje central el amor al prójimo, una máxima que ya está presente en la ley de Moisés (Lv.19:18) y el mensaje de los profetas (Miq.6:6-8). Finaliza con la necesidad de conocer el tiempo profético en el que viven, identificar la noche y vivir como de día, desechando las tinieblas y vistiéndose con luz, del Señor Jesucristo (11-14).
- Motivos de conciencia (14:1-15:6)
Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones… Uno cree que se ha de comer de todo… uno hace diferencia entre día y día… pero ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí… Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano… Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación (14:1-19).
Al final de la carta el apóstol entra en algunos temas de conciencia en los que puede haber distintos puntos de vista. Uno de ellos es sobre cierto tipo de alimentos, seguramente que habían sido sacrificados a los ídolos, como ya desarrolló en su carta a los corintios. Otro asunto tiene que ver con guardar o no cierto tipo de días. La conclusión de Pablo es que cada uno de nosotros no vivimos para nosotros mismos, sino para el Señor. Además cada uno de nosotros daremos cuenta a Dios de nuestros actos. Somos responsables ante Él. Por tanto, no debemos juzgarnos en este caso los unos a los otros. El amor cubre todas las faltas, y esa es la máxima nuclear del mensaje evangélico. Por ello, resume, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. Como enseña en otro lugar: Así que, todos los que somos perfectos, [maduros espiritualmente, Biblia Textual] esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, eso también os lo revelará Dios (Fil. 3:15).
Y concluye con el modelo de vida que tenemos en el Maestro. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aún Cristo se agradó a sí mismo (15:2,3) (Mt.7:12).
- Saludos personales (16:1-24)
Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos… (16:1,2).
Y finaliza el apóstol su extensa carta haciendo recomendación de una mujer, junto con una multitud de saludos a distintos hermanos, entre los cuales sobresalen muchas mujeres. Veamos la lista. Febe, Priscila, María, Junias (en este nombre tenemos un conflicto entre quienes aseguran que era una mujer, con «s» al final de su nombre, o quienes dicen era un hombre, sin «s», Junia, y la consiguiente postura sobre el apostolado de una mujer o no, dependiendo si entendemos que Andrónico y Junia(s) destacaban entre los apóstoles, o eran considerados por los apóstoles), Amplias, Trifena y Trifosa, Pérsida, Julia, Olimpas. En fin, sin querer caer en el feminismo rampante y falsario que nos anega, hay que reconocer que siendo Pablo atacado por muchos como misógino, encontramos multitud de mujeres en su lista de colaboradores reconociendo su gran labor en la obra del Señor.
Y la llamada doxología final es apoteósica. En ella se recoge una vez más el fundamento sobre el que descansa el evangelio. Un misterio revelado que ha estado oculto desde tiempos eternos, pero que ahora por la predicación de Jesucristo se ha dado a conocer a todas las naciones para ser llevadas a la obediencia de la fe (1:5). El sustento de ese misterio revelado, llamado evangelio, y del que Pablo ha dado una amplia explicación en esta carta, se fundamenta en las Escrituras de los profetas, según el mandamiento de Dios. Porque en última instancia, todo procede de Él, por Él y para Él (11:36).
Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén (16:25-27).
PREGUNTAS Y REPASO
1.- Anota todo lo que sepas de la introducción a esta carta.
2.- Haz un resumen de cinco veces que Pablo menciona el evangelio en 1:1-17.
3.- Haz una exposición simplificada de lo que es el evangelio que Pablo predicó. Incluye los ocho primeros capítulos de Romanos. Recuerda que puede servirte como guía a la hora de compartirlo con otros.
4.- En los capítulos 12 y 13 encontramos las cosas prácticas en las que el cristiano debe vivir. ¿Cuáles destacarías?
5.- En asuntos donde hay diversas formas de actuar, según la conciencia ¿cuál debe ser la norma a seguir? (Ro.14:19; 15:2,3).