Evangelio de JUAN

Evangelio de SAN JUAN (2)HISTORIA DEL LIBRO

Hay una aceptación muy amplia de que estamos ante el evangelio con la fecha más tardía de los cuatro que componen el Canon. Se escribió alrededor del año  90 d.C.

Autor. Aunque no se menciona expresamente en el libro, se da por seguro que fue Juan, hermano de Jacobo, ambos hijos de Zebedeo, también conocidos como «hijos del trueno». La palabra clave que aparece por todo su contenido es «creer», se menciona  sobre unas 97 veces y expresa claramente cuál fue el propósito de escribir el libro:

… Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre  (Jn.20:31).

Juan pone el énfasis, no en lo que Jesús hizo, sino en lo que dijo. Se mencionan largos pasajes de las enseñanzas del Maestro a sus discípulos. Este evangelio presenta a Jesús como el Hijo del Dios, su divinidad. El autor pone su empeño en demostrar que Jesús de Nazaret era más que un simple humano. De ello veremos datos muy importantes en el recorrido de este importantísimo escrito de la literatura canónica.


Evangelio de JUANENSEÑANZAS Y TEMAS DEL LIBRO

Juan comienza su relato hablando de lo que Jesús era antes de aparecer en la tierra: la eterna Palabra de Dios que se hizo hombre y vivió entre nosotros (Jn.1:14). Es el Verbo de Dios, la palabra hecha carne para manifestar la gloria de Dios.

Algunas de las características de Jesús en el prólogo de este evangelio son las siguientes: (Jn.1:1-18).

  • Es el Verbo de Dios, la Palabra (1:1).
  • Es Dios. El Verbo «era Dios» (1:1).
  • Es Creador (1:3) (Col.1:16) (Ap.4:11).
  • Es la luz del mundo que alumbra a todo hombre (1:7) (Jn.8:12).
  • Fue encarnado; se hizo hombre y habitó entre nosotros (1:14).
  • Es la plenitud de Dios, de quien recibimos gracia sobre gracia (1:16)  (Col.2:1-3,9,10).
  • Es la fuente de gracia y verdad (1:17).
  • Es la imagen del Dios invisible (1:18) (Col.1:15) (Heb.1:3)
  • El unigénito Hijo de Dios (1:18)

Hemos dicho que este evangelio presenta a Jesús como el Hijo de Dios; veamos el testimonio de siete testigos que así lo afirmaron:

  • Juan el Bautista (1:34).
  • Natanael (1:49).
  • Pedro (6:69).
  • Marta (11:27).
  • Tomás (20:28).
  • Juan (20:31).
  • Jesús mismo lo dijo (10:36).

El título «Hijo de Dios» nos habla de su divinidad, así lo entendieron los judíos: Decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios  (5:17,18). Porque tú, siendo hombre, te haces Dios… Vosotros decís: Tu blasfemas porque dije: Hijo de Dios soy (10:33-36). Según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios (19:7).

Se usa dicho título para expresar la subordinación de Jesús al Padre en la humillación de la encarnación como hombre (Fil.2:5-8). Es en este sentido que el Padre es mayor que el Hijo (Jn.14:28). Veamos otra prueba de su deidad.

Jesús revela su naturaleza divina en la manifestación del YO SOY. Leamos antes en (Ex.3:13-15,17). Ahora veamos la revelación del YO SOY en Juan.

  • YO SOY el pan de vida (6:35).
  • YO SOY la luz del mundo (8:12).
  • Antes que Abraham fuese YO SOY (8:58).
  • YO SOY el buen Pastor (10:11).
  • YO SOY la resurrección y la vida (11:25).
  • YO SOY el camino, la verdad y la vida (14:6).
  • YO SOY la vid verdadera (15:1).

A esta lista podemos añadir cualquier otra necesidad en la vida del hombre. La respuesta de Jesús es: YO SOY. Cristo es todo lo que necesitamos, de ahí que Pablo diga: Vosotros estáis completos en él (Col.2:10).

Reseñemos brevemente algunas enseñanzas propias del evangelio de Juan.

1. El Nuevo Nacimiento (3:1-21)NuevoNacimiento11

Una de las verdades fundamentales que da entrada a la vida cristiana, y que aparece en este evangelio es el nuevo nacimiento. Lo encontramos en el capítulo tres en la conversación que el Señor sostuvo con un fariseo, principal entre los judíos, llamado Nicodemo. Jesús le dijo estas palabras: de cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (3:3). Posteriormente, el Señor dio un paso más en la revelación de esta enseñanza, y le dijo: de cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios  (3:5). Nacer del agua y del Espíritu. Veamos lo que significa y cómo se amplifica esta enseñanza en otros lugares de la Escritura.

De agua. Se trata de una figura que nos habla de la Palabra de Dios como se desprende de los siguientes textos: para santificarla [a la iglesia], habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra (Ef.5:26). Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad (Stg.1:18). Y dice más adelante en la misma epístola de Santiago: Desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas (1:21). Como dice el apóstol Pedro: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P. 1:23). Al preguntarnos cómo se realiza este misterio en el corazón del hombre encontramos la respuesta a través de tres verbos claves: oír, creer y entender. Habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Ef.1:13). Esto concuerda con las palabras de Jesús en la parábola del sembrador cuando dijo: Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno (Mt.13:23). Ahora nos preguntamos ¿qué es lo que hay que oír, creer y entender? La respuesta es: el evangelio de Jesús. El misterio que estaba oculto desde antes de la fundación del mundo, pero que ahora ha sido revelado por las Escrituras de los profetas (Ro. 16:25-27) (Col.12:26,27). Este evangelio se sustancia o sintetiza en el mensaje que Pablo anuncia: Os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis… que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras; y que apareció… (1 Co.15:1-7). El cual [Jesucristo] fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Ro.4:25 y 5:1). Todo ello lo tenemos condensado en la enseñanza de Jesús a Nicodemo sobre la necesidad de nacer del agua, por la palabra de Dios.

Del Espíritu. Como hemos leído en el pasaje de Efesios 1:13,14; una vez hemos oído y creído el mensaje del evangelio, somos sellados con el Espíritu Santo de la promesa. El agua de la palabra y el Espíritu que da vida a la palabra actúan al unísono en el corazón del hombre arrepentido para producir una nueva naturaleza, creada en Cristo, en la justicia y santidad de la verdad (Ef.4:24). Nueva criatura es (2 Co.5:17). El Espíritu de Dios produce la regeneración y renovación en el espíritu humano. Como está escrito: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3:4,5). Como dice en otro lugar. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él… El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Ro. 8:9,16).

2. Jesús y la mujer samaritana (4:1-42) La mujer samaritana

En este evangelio encontramos a Jesús hablando con algunas personas individualmente. No solo hablaba a las multitudes, sino que en ciertas ocasiones lo hizo a una sola persona. Lo cual pone de manifiesto que la salvación es individual, persona a persona, para luego formar parte de un cuerpo, que es la iglesia. Tenemos también la parábola de la oveja perdida, cómo el pastor dejó las noventa y nueve y fue a buscar la número cien que se había perdido. Hemos visto su conversación con el fariseo Nicodemo, nos encontramos ahora a Jesús dialogando con una mujer, samaritana, y de mala reputación (había tenido cinco maridos, y el que ahora tenía no era su marido); además de que samaritanos y judíos no se trataban entre sí; vivían como vecinos pero igual que el agua y el aceite, no mantenían relaciones fluidas como resultado de la herencia recibida. Para comprender mejor esta realidad de los días de Jesús debemos remontarnos a la época cuando el reino del norte fue llevado al cautiverio por Asiria, y la zona de Samaria fue repoblada por colonos que trajo el rey asirio. Puedes ver el origen de este hecho histórico leyendo en 2 Reyes 17, especialmente los versículos del 24 al 41.

Si pensamos en la realidad social de la mujer en la época que Jesús mantuvo esta conversación con la samaritana, y le añadimos la animadversión entre judíos y samaritanos, tenemos en este episodio uno de los aspectos liberadores del evangelio que no hace diferencia entre hombre o mujer, judío, griego o samaritano. Los mismos discípulos, al llegar donde el Maestro hablaba con ella, se sorprendieron ampliamente. En Cristo no hay barreras sociales, ni religiosas, porque la cruz ha derribado la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, para crear un nuevo hombre reconciliado mediante la sangre de su cruz (Ef.2:15,16). Como está escrito en otro lugar: Ya no hay judío, ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gá. 3:28).

Jesús había olvidado su propia necesidad de alimentarse ante la ocasión que se le presentó de anunciar a una mujer samaritana su necesidad de agua viva y salvación. Su prioridad era hacer la voluntad del Padre; esa, dijo, era su verdadera comida y bebida (4:31-34). La mujer se convirtió en una evangelista inmediatamente para su pueblo, anunciando el mensaje que acababa de recibir del mismísimo Mesías. Jesús se quedó dos días en aquel pueblo samaritano, −Sicar−, y muchos de sus habitantes creyeron en él. Y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el salvador del mundo, el Cristo (4:42). Jesús sigue siendo al agua viva que calma la sed del hombre y la mujer, poniendo en su interior una fuente de vida que salta para vida eterna. Es la respuesta del cielo para el vacío existencialista de nuestra generación.

3. Jesús es el pan de vida (6:25-71).El pan de vida

El Señor también es el pan de vida que satisface el hambre espiritual de cada uno de nosotros. Los judíos le seguían en masa porque habían comido, pero el Señor les mostró que tenían una necesidad aún mayor, y esa era espiritual. El espíritu humano solo encuentra reposo en Dios, su Creador. El es el Padre de los espíritus (Nm. 27:16) (Heb.12:9).

Muchos de los judíos que le seguían y habían comido pan y peces, cuando oyeron algunas de sus palabras que no hallaron cabida en ellos, como fue que debían comer su carne y beber su carne (un mensaje abominable para un judío) le abandonaron. Volvieron atrás. Sus pensamientos estaban anegados en las necesidades materiales, por un lado, y los conceptos religiosos insalvables, por otro. A los que se quedaron les explicó después, que las palabras que había hablado son espíritu y son vida (6:63). Una interpretación literal del mensaje del Maestro, −en este caso−, había dado lugar para hacer una criba entre quienes le buscaban por interés personal, o aquellos que no tenían otro lugar donde ir; porque solo tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (6:67-69).

No hemos cambiado mucho. Hay quienes se acercan a Jesús hoy, −o al mensaje bíblico−, por interés egoísta; pronto sus intenciones son depuradas quedando sin fruto. Pero quienes vienen a Jesús recibiéndole como el pan de vida que bajó del cielo, aquel que tiene palabras por las cuales serán salvos, permanecen en él porque entienden quién es: el Mesías de Dios. El Redentor del mundo. Muchos buscan bendiciones materiales en la religión, creyendo que la piedad es fuente de ganancia (1 Tim.6:5), pero tropiezan en la palabra de verdad sobre el auténtico discipulado, aquel que toma su cruz cada día y le sigue, el que pierde su vida para ganar a Cristo (Jn.12:24-26). Sin embargo, hubo un remanente de incondicionales que habían entendido quien era Jesús. Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente  (6:67-69). Esa decisión de los apóstoles transformó sus vidas y el curso de la historia. Su decisión influyó en todo el mundo conocido, y hasta nuestros días ha llegado el eco de su fidelidad a Dios y su palabra. Los que creemos en él somos herederos de su legado. Hoy el Señor sigue llamando a hombres y mujeres para servir a su propia generación, según la voluntad de Dios, como hizo David, y fue reunido con sus padres (Hch.13:36).

4. Jesús el Maestro Lavando los pies(13:1-20)

Uno de los pilares de la enseñanza de Jesús es este: el que quiera ser el mayor entre vosotros sea el que sirve a todos. En una sociedad como la nuestra, donde la competitividad ha sido elevada al rango de máxima realización personal, este mensaje no encuentra cabida y es desechado o manipulado debidamente para que sirva a nuestros propios intereses. El espíritu de servicio a los demás se camufla tras un interés comercial; conseguir ser el primero; ocupar los primeros puestos, y todo ello sin escatimar zancadillas, rodillazos y argucias sin escrúpulos; abandonando los valores tradicionales de la honestidad y el respeto mutuo, por aquellos que han sido implantados por la corriente de este mundo.

Jesús tomó una toalla, se la ciñó, puso agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Mostró el ejemplo de un verdadero Maestro. Había dicho que él no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida, entregarla en sacrificio por la humanidad. Entonces les dijo:

¿Sabéis lo que he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis (Jn.13:12-15).

Esa costumbre de lavar los pies a los huéspedes, habitual en el Medio Oriente de la época, era un trabajo reservado para los esclavos. Jesús se hizo siervo, se humilló a sí mismo, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas.

5. Jesús y la Promesa del Padre pentecostes

Poco antes de ser entregado, la última noche que pasó con sus discípulos, Jesús hizo uno de sus más largos discursos a los suyos. En él les habló de una diversidad de cosas, pero hubo una que predominó ampliamente: el anuncio de que enviaría el Consolador y Ayudador, el Espíritu Santo, la promesa del Padre, para que estuviese con ellos para siempre. Lo tenemos recogido en los capítulos del 13 al 16. Veamos algunos detalles que anunció el Maestro sobre la venida del Espíritu Santo a los discípulos.

  • Estará con vosotros para siempre (14:16).
  • Os enseñará todas las cosas (14:26).
  • Os recordará todo lo que les había dicho (14:26).
  • Dará testimonio junto con ellos de Jesús (15:26,27).
  • Convencerá al mundo de pecado, justicia y juicio (16:8).
  • Los guiará a toda verdad (16:13).
  • Les hará saber las cosas que habrán de venir (16:13)
  • Glorificará a Jesús sobre todas las cosas (16:14)
  • Tomará de Jesús y lo hará a saber a los suyos (16:14,15)

6. La oración sacerdotal de Jesús (17:1-26) the-power-of-prayer

Y acabado el discurso, levantó los ojos al cielo orando por los suyos ante el Padre que se los había dado (1). Era consciente de que la hora había llegado. Su tiempo había concluido. La obra que el Padre le dio para hacer estaba acabada, y quería recuperar la gloria que tuvo junto al Padre antes que el mundo fuese. Regresaría para sentarse a su diestra después de cumplir fielmente con la obra encomendada. Regresaba al Padre pero dejaba a los suyos en la tierra para que continuaran la obra iniciada, por ello levantó su voz en oración diciendo: Padre,

Guárdalos en tu nombre (17:11,12).

Que tengan mi gozo en ellos  (17:13).

Guárdalos del mal (17:15).

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad (17:17).

Que sean uno… que también sean uno en nosotros (17:22).

Que sean perfectos en unidad (17:23).

Quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado… (17:24).

Esta oración no la hizo solamente por los doce discípulos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos (17:20). En ese grupo estamos incluidos nosotros también, aquellos que hemos recibido su palabra, y creído en él, que somos guiados por el Espíritu Santo de la promesa.

Luego el Hijo de Dios fue entregado a la muerte; resucitó al tercer día, y apareció de nuevo a los suyos con el siguiente mensaje: Paz  a  vosotros.  Como  me  envió el Padre, así también yo os envío… (20:21).

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (20:30,31).

Preguntas y repasoPREGUNTAS Y REPASO DEL EVANGELIO DE JUAN

1.-   ¿Cuál es el propósito de este evangelio?

2.-   ¿Cómo es presentado Jesús en este libro?

3.-   Lee Jn.5:17,18;  10:33-36 y 19:7 y di qué entendían los judíos por el término Hijo de Dios?

4.-   Lee Jn.1:1-18 y anota algunas características que se mencionan de Jesús.

5.-    Cómo relacionarías Ex.3:13-15,17 con el evangelio de San Juan.

6.-   Que enseñanza fundamental trata Jesús con Nicodemo en el capítulo tres.

7.-   Que le enseña Jesús a la mujer samaritana.

8.-  Que fue lo que hizo posible que Pedro y los demás apóstoles siguieran a Jesús, al contrario de otros muchos que le abandonaron. Leer 6:60-71.

9.-  Anota algunas cosas en las que nos ayuda el Espíritu Santo.

10.- Lee la oración sacerdotal de Jesús en Jn.17:1-26, y anota algunas de las cosas que pide al Padre por nosotros

 

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