¿Qué es la depresión?
En el capítulo anterior vimos algunas definiciones sobre la depresión. Dijimos, entre otras cosas, que es «un hundimiento interior». Es la sensación de estar metido en un pozo y no ver salidas por ningún lado. Diferenciamos también dos niveles de depresión, una pasajera y otra profunda, aunque pueden darse muchas más. Ya vimos la primera, ahora nos centraremos en la segunda.
DEPRESIÓN PROFUNDA
Se produce cuando la persona permanece en el estado depresivo inicial, cuando no existe una reacción rápida para salir de ella. Entonces el hundimiento interior se hace cada vez mayor, el pozo se estrecha y la opresión es asfixiante. Este nivel de depresión se origina en el interior de la persona paralizando, no solo la actividad interna, sino también la externa. Es decir, el alma y el cuerpo. Sin embargo, aún en esta situación, de lo más hondo del ser, puede brotar un clamor que atraviese la oscuridad.
Mientras callé (confesión audible) se envejecieron mis huesos en
mi gemir (un sonido interior sin palabras) todo el día… Se volvió mi
verdor (vida dinámica) en sequedades (sin vitalidad) de verano (Salmos 32:3,4).
COMO VENCER LA DEPRESIÓN PROFUNDA
La Biblia nos muestra a algunas personas principales atravesando en sus vidas tiempos de profunda depresión. Veamos algunos ejemplos.
El rey David. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a YHVH; y tú perdonaste la maldad de mi pecado (Sal.32:3-5).
El profeta Elías. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beersheva, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Dios, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come… y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios (1 Reyes, 19:2-8).
El profeta Jeremías. Me sedujiste, oh Señor, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra del Señor me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude… Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho… ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta? (Jeremías, 20:7-18).
Job. Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido. Sea aquel día sombrío, no cuide de él Dios desde arriba, ni claridad sobre él resplandezca. Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; repose sobre él nublado, que lo haga horrible como día caliginoso. Ocupe aquella noche la oscuridad; no sea contada entre los días del año, ni venga en el número de los meses. ¡Oh, que fuera aquella noche solitaria, Que no viniera canción alguna en ella! (Job, 3:1-7).
El profeta Jonás. Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró al Señor y dijo… te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida… Y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida… (Jonás, 4:1-11).
El apóstol Pablo en Corinto. Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles… Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios (Hechos, 18:5-11).
Jesús en Getsemaní. Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo (Mateo, 26:37-38). Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente (Hebreos, 5:7).
Además vemos que Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza, incluso en la depresión profunda. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos, 4:15-16).
Todas estas personas superaron las crisis profundas de sus vidas. Cada ejemplo de estos hombres nos enseña diferentes verdades para vencer la depresión. Las resumiremos en tres.
- El arrepentimiento. Algunas depresiones son el resultado de pecados ocultos o inmoralidades secretas. La victoria está en el arrepentimiento de corazón. El salmista dijo: Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: confesaré mis transgresiones al Señor; y tu perdonaste la maldad de mi pecado (Salmo, 32:5).
- Clamar a Dios con voz audible. Este clamor y oración pone en palabras el arrepentimiento sincero. Esta oración rompe la oscuridad y hace soltar al diablo el área donde nos tenía atrapados. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios… El es el que rescata del hoyo mi vida… (Salmo, 103:4). Busqué al Señor, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias (Salmo, 34:4-6).
Hay ocasiones en que las fuerzas no dan ni para clamar a viva voz, pero sí podemos hacerlo desde lo hondo de nuestro ser, como vimos antes. Mientras callé (confesión audible) se envejecieron mis huesos en mi gemir (un sonido interior sin palabras) todo el día… Se volvió mi verdor (vida dinámica) en sequedades (sin vitalidad) de verano (Salmo, 32:3,4). Este gemido procede de las profundidades del espíritu, donde no hay lenguaje, ni sonido, sino una expresión de nuestro espíritu al Espíritu de Dios. También habrá momentos cuando necesitaremos la ayuda de otras personas que oren por nosotros, especialmente con dones de liberación.
- La restauración del sentido de la vida. La depresión paraliza y confunde. La liberación nos devuelve el rumbo por donde debemos seguir y los objetivos que debemos alcanzar. La luz regresa y la verdad nos saca a la libertad. Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos (Salmo, 32:8).
Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (Salmo, 51:7-12).
Después de pasar por el valle de sombra de muerte y haber salido en victoria… El mismo nos perfecciona, afirma, fortalece y establece. A Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (1Pedro, 5:10).