178 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LXV) – Jeremías (3)

He aquí vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán YHVH justicia nuestra (Jeremías 23:5,6)

         Hay pastores que destruyen y dispersan las ovejas del Señor. Ocurrió en días del profeta Jeremías y en otros tiempos. Un liderazgo centrado en sí mismo, que se apacienta a sí mismo, que no está en el secreto del Señor para oír su palabra (23:18,22), acaba anunciado sueños de su propio corazón, vanas ilusiones y esperanzas vacías; profetizan sueños mentirosos que no traen ningún provecho al pueblo, por tanto, la congregación se pierde en la dispersión, y asimilada entre las naciones paganas abandona el llamado original de Dios.

Ocurrió con el Israel antiguo. Ha ocurrido con la iglesia de ayer y de hoy. Y seguiremos asistiendo al espectáculo de profetas y maestros falsos, que echarán a perder la grey de Dios. Gobernantes corruptos que usan la autoridad recibida para enriquecerse ellos mismos.

La pérdida de la justicia y la equidad dan lugar a un tiempo de decadencia y ruina. Era la realidad que vivía Jeremías en sus días, y que nosotros vivimos en gran medida en los nuestros. En medio de tales afrentas a la autoridad delegada por Dios, el Señor mismo levanta un renuevo justo que reinará como rey.

Cuando el Mesías apareció en la tierra de Israel en los días de su carne, las ovejas de la casa de Israel estaban dispersas y desamparadas como ovejas sin pastor. Así las vio el Hijo de Dios en su primera venida (Mt.9:35-38). Pidió obreros para la mies. Preparó a doce y los envío a pastorear las multitudes. Primer cumplimiento de la profecía que estamos viendo aquí.

Sin embargo, el deterioro de la naturaleza caída del hombre sigue su curso inexorable de corrupción y vuelve a perder el llamado original de Dios, con lo cual el Señor mismo viene por segunda vez para reinar como rey justo en la tierra. Lo hará como vástago de la descendencia de David. Fue profetizado por el mismo hijo de Isaí (2 Sam.23:3,4). Lo recogen diversos profetas que hemos ido viendo, y también Jeremías.

Observa los detalles que nos da. Reinará como Rey, será dichoso, hará juicio y justicia en la tierra; una tierra espoliada y cansada de gobiernos perversos y malos. En sus días habrá salvación para Judá e Israel, habitando confiados, y se le llamará YHVH justicia nuestra (33:16). La justificación ya estaba en la predicación de Jeremías. El evangelio contiene este mensaje de justicia de Dios por la fe en Cristo.

         Después de largo tiempo de gobernantes y pastores que dispersan la grey, vendrá el Deseado de las naciones, ―el Rey―, para pastorear su pueblo.

177 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LXIV) – Jeremías (2)

En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de YHVH, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de YHVH en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón. En aquellos tiempos irán de la casa de Judá a la casa de Israel, y vendrán juntamente de la tierra del norte a la tierra que hice heredar a vuestros padres… Me llamaréis: Padre mío, y no os apartaréis de en pos de mí (Jeremías 3:17-19)

         El alcance de la palabra profética es ilimitado. Cuando ha salido de la boca de Dios y es enviada a sus siervos para ser anunciada y establecida en la tierra, contiene una dimensión eterna que no volverá a Él vacía sin haber realizado el propósito para el cual es enviada. Ese alcance puede hacer una primera parada en el tiempo del mismo profeta, para continuar avanzando en diversas variantes que tendrán cumplimiento más adelante.

Su palabra es espíritu y vida. Es eterna y permanece para siempre. Tiene distintas capas de revelación que se superponen en una armonía establecida antes de la fundación del mundo. El Señor, que había conocido a Jeremías antes de que fuese formado en el vientre de su madre, y antes de que naciese en este mundo fue apartado como profeta para las naciones, le comisionó poniendo en su boca las palabras que luego tomarían forma en el tiempo y espacio adecuado para establecer su voluntad en la tierra mediante la palabra expresada.

Es el mismo principio que aparece en el primer capítulo de Génesis donde Dios: dijo, vio, separó y llamó. Una vez anunciada y liberada la palabra viviente de Dios en la tierra su acción es inevitable. Aquí entramos en una diversidad de complejidades teológicas que pueden mantenernos en una discusión sin fin, pero no lo haremos.

El mensaje de Jeremías tiene una diversidad de contenidos. Por un lado la apelación a volver al camino constatando la desobediencia obstinada de aquella generación; pero por otro se anuncia ya en ese momento un tiempo futuro completamente distinto.

Jerusalén será llamada trono de YHVH. Las naciones vendrán a ella dejando la dureza de su malvado corazón. Israel y Judá volverán a su Dios llamándole «Padre mío», y nunca más se apartarán de él una vez que regresen del cautiverio. Esta es una referencia clara a la era mesiánica venidera en una ciudad que sería conquistada de forma inminente por los babilonios; en un tiempo cuando finalizaría el reinado davídico y su trono erradicado, se anuncia el levantamiento del trono del Señor. La palabra viviente contiene una dimensión espiritual única.

         En medio de una generación objeto de la ira divina aparece el mensaje de restauración del trono de Dios en la ciudad que espera su destrucción.

176 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LXIII) – Jeremías (1)

Las palabras de Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en tierra de Benjamín (Jeremías 1:1)

         Asistimos ahora a una época verdaderamente convulsa en la historia antigua de Israel. El reino del norte había sido llevado cautivo por Asiria hacía más de cien años. Jerusalén estaba amenazada por la nueva potencia mundial, Babilonia. El profeta Jeremías (626-561 a. C.) es enviado a la capital de Judá para anunciar un mensaje verdaderamente impopular: volverse de sus malos caminos o quedar a merced de Babilonia, rindiéndose como alternativa a una derrota segura.

La obstinación en el error del reino de Judá llegó al punto de ser considerado aquel tiempo la generación objeto de la ira de Dios (7:29). El profeta Jeremías fue llamado por el Señor cuando era muy joven, él mismo se consideraba niño. Era alrededor del año 626 a.C. Jerusalén fue parcialmente destruida en 606 a.C., y nuevamente en 597 a.C., siendo asolada y destruida definitivamente el año 586 a.C. cuando el templo fue destruido, la muralla derribada y el reino davídico de la antigüedad desapareció definitivamente.

Nuestro profeta vivió durante estos terribles cuarenta años. Los reyes contemporáneos de Jeremías fueron: Josías (639-608 a.C.); Joacaz (608 a.C.); Joacím (608-597 d.C.); Joaquín ((597 d.C.) y Sedequías (597-586 d.C.). El imperio asirio había cedido ante el empuje babilónico que se constituyó en la nueva potencia de la zona. Egipto también quiso recuperar su esplendor antiguo pero fue derrotado por los caldeos en la batalla de Carquemis.

Babilonia fue el imperio dominante durante 70 años, coincidiendo con los años de cautiverio del pueblo judío hasta su restauración en tiempo del rey Ciro el persa. Jeremías fue testigo de la profunda decadencia en la que había entrado Judá. Llamado por el Señor antes de que fuese formado en el vientre de su madre, y santificado, o apartado, como profeta a las naciones (1:5). Se resistió al llamado de Dios inicialmente argumentando su falta de elocuencia en la palabra y su extrema juventud.

El Señor puso en su boca las palabras que debía anunciar al pueblo, por lo que su vida quedó ligada al destino de la nación en cumplimiento del irrevocable llamamiento de Dios. Gran parte de su mensaje fue un llamado al arrepentimiento, a regresar a las sendas antiguas (6:16); pero el pueblo dijo: no andaremos. Además tuvo que moverse en medio de una proliferación de falsos profetas que tenían un mensaje muy distinto de paz y prosperidad. El libro no sigue un orden cronológico.

         Aunque predomina en el libro del profeta Jeremías un mensaje de juicio por los pecados de Judá, también encontramos la esperanza mesiánica.

175 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LXII) – Sofonías (3)

Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. YHVH ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; YHVH es Rey en Israel en medio de ti; nunca más verás el mal. En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No temas; Sion, no se debiliten tus manos. YHVH está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos (Sofonías 3:14-17)

         Memorable. Comprendo que el apóstol Pedro dijera: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro (2 P.1:19). El mismo profeta que comenzó su discurso anunciando juicio universal sobre todas las naciones, luego sobre los pueblos que rodeaban y rodean el actual Estado de Israel, para después anunciar juicio sobre el pecado de Jerusalén y Judá; ahora eleva su canto memorable anunciando los días de restauración del pueblo de las promesas.

Canta, hija de Sion. Da voces de júbilo. Gózate y regocíjate de todo corazón. Los juicios han sido apartados. Los enemigos fueron echados lejos. El Señor reina. Ha llegado el día. El reino largamente esperado ha sido entronizado en la ciudad del gran Rey. Está en medio de su pueblo. Israel nunca más verá el mal. No más temor. No más debilidad y objeto de burla.

El Señor está en medio de ti y se goza sobre ti con cánticos. Él salvará. La esperanza se ha materializado. Ya no es esperanza sino realidad. La fe ha dado lugar a verle cara a cara. Le veremos tal como él es (1 Jn.3:2). Su poder se ha manifestado. El poder de su fuerza se ha hecho realidad en la tierra.

El Señor calla de amor por su pueblo. No se acuerda más de sus iniquidades; han sido arrojadas a lo profundo del mar (Miq. 7:19). Se regocija con su pueblo con cánticos. El Señor canta. La música ha sido creada por Él. Ha retornado delante de su trono y es sublime el canto que se oye en la ciudad gozo de toda la tierra (Sal. 48:2).

¡Aleluya! Sofonías ha dejado para el final de su mensaje el mejor vino. Y culmina con estas palabras: En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio de vuestros ojos, dice YHVH (3:20). La simiente santa, y apartada finalmente, viene a ser una bendición para todos los pueblos de la tierra. Las promesas hechas a Abraham y su simiente cumplidas. Hará el Señor banquete de manjares suculentos a todos los pueblos en este monte (Is.25:6). Amén.

         La profecía de Sofonías termina con el Rey en Jerusalén. Una gran fiesta de gozo, júbilo y canto tendrá lugar en la ciudad eterna.

174 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LXI) – Sofonías (2)

En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de YHVH, para que le sirvan de común consentimiento (Sofonías 3:9)

         Cuando Jesús iba camino a Jerusalén anunció a los suyos lo que allí acontecería. Primeramente rechazo, muerte y sepultura; pero al tercer día resurrección. Cuando lo oían su pensamiento quedaba fijado en la primera parte del mensaje, la final desaparecía de sus mentes como por ensalmo. Una vez resucitado les recordó que ya lo había dicho, aunque seguían atrapados en los aspectos que su intelecto había interiorizado como tenebrosos, por tanto, costó mucho comprenderla parte final de su anuncio: al tercer día resucitaría en gloria, venciendo la muerte para siempre.

Algo similar ocurre con el mensaje de los profetas de Israel. Prácticamente todos ellos fueron enviados a un pueblo duro de cerviz para llamarlos al arrepentimiento; la consecuencia de la dureza de sus corazones sería juicio por su rebelión, para luego anunciar un tiempo de restauración. Vemos lo mismo cuando el mensaje es dirigido a las naciones vecinas de Israel o a todas las naciones del mundo. Se anuncia un día luctuoso. Día de tinieblas, lóbrego, y de aflicción. Consecuencia de sus rebeliones, desobediencia y el duro trato dado al pueblo de las promesas. Pero el mensaje no acaba allí.

Una vez depurada la generación objeto de su ira (Jer.7:29), se anuncia un nuevo día. En aquel tiempo. ¿Qué tiempo? El reinado de un varón justo, el Mesías que ha de regresar a reinar en Jerusalén.

En ese tiempo, dice Sofonías, devolverá el Señor a los pueblos pureza de labios. La lengua será objeto de una santificación que el apóstol Santiago no pudo prever (Stg. 3:1-12). Ese mundo de maldad que es inflamado por la lengua, que perturba la rueda de la creación, y que ella misma es inflamada por el mismo infierno (3:6), será domada y depurada en el reino venidero. Este hecho por si solo anuncia un día único en la historia del hombre.

Una lengua neutralizada evitará la mentira y calumnia, el falso testimonio y las doctrinas erradas; la verdad prevalecerá y su gloria llenará la tierra. Todos invocarán el nombre de YVHV, y todos le servirán de común consentimiento. Toda rodilla se doblará, dice el apóstol, en ese día. Y habrá salvación invocando su nombre, una salvación que alcanzará a todas las naciones. Todo ello después del día del juicio del Señor sobre la tierra. Día de luz y gloria. Ese día dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de YHVH (3:12). Será en su monte santo (3:11). Y de allí a todos los pueblos.

         Día glorioso cuando habrá pureza de labios en todos los pueblos.

173 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LX) – Sofonías (1)

Palabra de YHVH que vino a Sofonías hijo de Cusi, hijo de Gedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en días de Josías hijo de Amón, rey de Judá  (Sofonías 1:1)

         Las fechas aproximadas en las que profetizó Sofonías se encuentran entre los años 630-612 a.C. Su nombre significa «El Señor esconde», o bien, «aquel a quién el Señor esconde». Procede de sangre real; era tataranieto del piadoso rey Ezequías. La época que le tocó vivir y anunciar juicios de Dios fue posterior a los reinados perversos de Manasés y Amón, siendo contemporáneo del rey Josías, aunque no se sabe si su mensaje precedió a las reformas del rey piadoso o posterior a ellas.

En cualquier caso, en medio de tiempos turbulentos, como en un paréntesis que presagia ruina, se levanta una voz anunciando el día del Señor. Ese día señalado por muchos de los profetas del Señor, y que en el libro de Sofonías es una constante, se anuncia juicio sobre todas las naciones.

El lenguaje del primer capítulo es convulso. Destruiré por completo todas las cosas de sobre la faz de la tierra (1:2). Destruiré los hombres y las bestias; destruiré las aves del cielo y los peces del mar, y cortaré a los impíos (1:3). Castigaré a los príncipes (1:8). Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra YHVH (1:17). Toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará a todos los habitantes de la tierra (1:18).

Palabras que me recuerdan aquellas otras del apóstol Pedro cuando habló del día del Señor: Los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos (2 P.3:7). El hombre actual se engaña a sí mismo pensando que podrá escapar del día anunciado creyendo que esos mensajes pertenecen a un tiempo ya olvidado.

Sofonías vuelve su mirada en el capítulo dos a las naciones vecinas del reino de Judá. Gaza será desamparada, Ascalón asolada; saquearán a Asdod, Ecrón será desarraigada… los cereteos… Canaán… Ascalón… Moab… Amón… Etiopia… Asiria… Nínive (2:4-13). Una vez más vemos que hoy estas naciones, o sus equivalentes en la misma geografía, son naciones islámicas. El juicio es porque deshonraron a mi pueblo; y se engrandecieron sobre mi territorio… por su soberbia, porque afrentaron y se engrandecieron contra el pueblo de YHVH (2:8,10). Y en el capítulo tres vemos el anuncio también del juicio y la restauración de Jerusalén y Judá.

         El profeta Sofonías anuncia juicio universal el día del Señor, un día muy presente en su profecía y al que debemos atender con temor de Dios.

172 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LIX) – Joel (5)

Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy… Despiértense las naciones, y suban al valle de Josafat; porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor  (Joel 3:9-12)

         La paz en un mundo caído viene después de la guerra. Para ser justificados y tener paz con Dios, antes el Hijo del Hombre tuvo que enfrentarse a las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes, vencer y sacar a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. Tuvo que derrotar el poder del pecado y de la muerte, vencer a Satanás y salir con el triunfo que nos garantiza el perdón, la justicia de Dios, y por ello la paz que sobrepasa a todo entendimiento.

Antes del advenimiento del reino mesiánico nos encontramos con una batalla final. El mensaje de Joel es inequívoco: proclamad guerra. Pablo dijo que debemos pelear la buena batalla de la fe, pero aquí no es una batalla espiritual sino física, aunque la realidad mayor del envite se encuentra en las regiones celestes.

En el libro de Apocalipsis se nos dice que derramada la sexta copa de ira hubo un movimiento supranatural, y espíritus de demonios van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel día del Dios Todopoderoso (16:14). El diablo moverá sus piezas, mediante los hijos de ira y desobediencia; el Señor hace un llamado a los valientes para que se preparen para la guerra, de tal forma que lo que más tarde ―como anunciaron Isaías (2:1-4) y Miqueas 4:1-3)― serán espadas en azadones, y lanzas en hoces; ahora se convierten los azadones en espadas, y las hoces en lanzas. El débil se convierte en fuerte. La pasividad en valentía, como el ejército de David.

El lugar donde se librará la batalla se le llama: valle de Josafat, valle de la Decisión y Armagedón. Es un mismo lugar. La llanura de Megido, situada a 90 km al norte de Jerusalén. Allí se sentará el Señor a juzgar a todas las naciones de alrededor; absolutamente naciones islámicas, que son las que rodean a Israel. Aquí tenemos otra señal de lo que sostengo: el islam es la bestia de Apocalipsis.

El Señor rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero YHVH será la esperanza de su pueblo… conoceréis que yo soy YHVH vuestro Dios… Judá será habitada para siempre, y Jerusalén… y YHVH morará en Sion (3:16-21). Una vez consumada la guerra con la victoria final de los ejércitos de Dios se establecerá la paz duradera. Ha llegado el reino mesiánico de paz.

         La última batalla en el valle de Josafat dará paso al reino de paz.

171 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LVIII) – Joel (4)

Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra; y echaron suertes sobre mi pueblo…  (Joel 3:1-3)

         La Escritura enseña que el presente siglo malo se dirige inexorablemente a una batalla final. Esa guerra tiene a Israel como foco central. La tierra de Israel. Habrá una convergencia de naciones que se reunirán contra el pueblo de Dios y vendrán impulsados como un resorte hacia el conflicto que se avecina. De la misma manera que fueron impulsados al arca los animales el día del diluvio, serán impelidas las naciones contra Israel. En aquella ocasión para preservar las especies, en esta para depurar a los pueblos por el trato dado al pueblo de las promesas. Vivimos muy cerca de estos sucesos si atendemos al desarrollo progresivo de odio que se está gestando en el mundo contra Israel.

Las Naciones Unidas, organismo creado para evitar guerras, no cesa en sus resoluciones contra el Estado sionista. Se ha negado desde la Unesco todo vínculo de la ciudad de Jerusalén con la Historia de Israel, y por tanto, de la iglesia de Dios. El movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) sigue avanzando en la mayoría de naciones contra los intereses de Sion, atesorando en su matriz el odio y antisemitismo antiguo. Los árabes, mediante el islam, quieren erradicar a los judíos de la faz de la tierra. Europa presiona al gobierno de Tel-Aviv para que divida su tierra en dos estados. Por todas partes es más fácil el acercamiento a la causa palestina que al reconocimiento del mensaje de los profetas del Señor.

Hay una presión mundial para oponerse al plan de Dios. El viejo argumento ¿Conque Dios ha dicho? (Gn.3:1) se repite siempre en el padre de la mentira para negar la voluntad divina. La fuerza de la mentira domina el mundo. Pero Dios entrará en juicio con todas las naciones «a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad». ¿Por qué? Porque esparcieron entre las naciones [a Israel], y repartieron mi tierra; echaron suertes sobre mi pueblo. La soberbia de los gobernantes no pasa desaperciba al Dios de las naciones. Está escrito: tomará venganza de sus enemigos, y hará expiación por la tierra de su pueblo (Dt.32:43). El valle de Josafat será testigo de su juicio. La batalla que derrotará a sus enemigos y dará inicio a una nueva era de justicia y paz.

         Los acontecimientos mundiales van perfilando las condiciones que culminarán en una batalla final en el valle de Josafat.

170 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LVII) – Joel (3)

Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán… soñarán sueños… verán visiones… Derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo… Antes que venga el día grande y espantoso de YHVH. Y todo aquel que invocare el nombre de YHVH será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación  (Joel 2:28-32)

         Esta profecía es muy conocida porque fue usada por el apóstol Pedro el día de Pentecostés. El apóstol identificó aquellos días con el derramamiento del Espíritu en la fiesta de Shavuot (Pentecostés), fiesta de las primicias, que anuncia el futuro de una gran cosecha. Por tanto, esta profecía no se ha cumplido en su totalidad, sino que el derramamiento del Espíritu en Jerusalén fue las primicias; anunciando un día cuando llegue la plenitud del Espiritu, que no es otro que el día de la era mesiánica.

A lo largo de la historia de la iglesia ha habido distintos derramamientos del Espíritu en diferentes lugares y personas, pero nada comparable con lo que habrá de venir. Un día cuando el Espíritu se derrame sobre toda carne. Habrá una manifestación gloriosa de Dios en forma de profecías, sueños y visiones. Prodigios en el cielo y en la tierra. Todo ello como inicio del día grande del Señor, cuando todo aquel que invoque su nombre será salvo.

Estamos ante la mayor cosecha de personas salvadas de toda la historia. Habrá salvación en el monte de Sion y Jerusalén; como anunciaron los profetas Isaías y Miqueas, porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del YHVH (Is.2:3) (Miq.4:2).

Vivimos el tiempo de las primicias del Espíritu. El reino de Dios en nuestros corazones, sellados con su Espíritu como propiedad de Dios. Hemos sido iluminados y gustado el don celestial; hemos sido hechos partícipes del Espíritu Santo; hemos gustado la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero (Heb.6:4,5); pero aún esperamos el día de la plenitud del Espíritu.

Joel anunció a los hijos de Sion la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio (2:23). El día del Señor será un día ―no creo que de 24 horas literales― cuando convergen una diversidad de sucesos. Por un lado hay juicio, por otro derramamiento del Espíritu. Hay condenación y salvación. Distintas recompensas. Juicio a las naciones y restauración de Israel en su tierra y a su Dios. Hemos visto las primicias, lo cual anuncia una gran cosecha postrera. El día de la redención final y era mesiánica.

         El pequeño libro de Joel contiene una diversidad de sucesos contrapuestos que resumen la variedad de sucesos del día del Señor.

169 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LVI) – Joel (2)

Y YHVH, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo. Responderá YHVH, y dirá a su pueblo: He aquí yo os envío pan, mosto y aceite, y seréis saciados de ellos; y nunca más os pondré en oprobio entre las naciones  (Joel 2:18,19)

         Después del juicio la restauración. El profeta Joel anuncia un juicio terrible sobre la tierra de Judá, por ello ha convocado al pueblo a una gran asamblea de ayuno y oración para pedir perdón y convertirse a YHVH. ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él? (2:14). Una de las peticiones concretas ha sido para que el pueblo de Dios no sea entregado al oprobio de las naciones y que no se enseñoreen de ella (2:17).

Y es en este momento cuando el mensaje de Joel se vuelve anuncio de restauración y liberación para su pueblo. El lenguaje no deja lugar a dudas que estamos ante un tiempo nuevo para Israel y Judá. Día de restauración. El Señor será solícito por su tierra; perdonará a su pueblo; les enviará pan, mosto y aceite para que se sacien y nunca más sean el oprobio entre los pueblos (2:17,18). El antisemitismo se acabará. Quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra (Is. 25:8).

Es evidente que este tiempo aún no ha llegado. El antisemitismo sigue creciendo exponencialmente en todas las naciones. La presión sobre Israel sigue aumentando. El movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) trata de estrangular la economía del país, marginando a Israel como Estado paria. Los profetas de Israel han anunciado restauración. El día del Señor, grande y manifiesto, cuando después de los juicios sobre todas las naciones, vengan tiempos de restauración y refrigerio a su tierra (Hch.3:19-21).

Las naciones quieren repartir Eretz Israel (3:2) abogando por una solución al conflicto árabe-israelí con la partición en dos estados, uno judío y otro palestino. Esta postura atrae el juicio de Dios sobre las naciones. Pero se anuncian grandes cosas el día de su restauración (2:21). Los pastos del desierto reverdecerán, los árboles llevarán fruto, la higuera y la vid también darán sus frutos (2:22).

Estamos asistiendo al inicio de esta restauración en la tierra de Israel, no hay más que ver cómo ha reverdecido la tierra desde que los judíos regresaron y se proclamó el Estado moderno de Israel en 1948. El Señor restituirá los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta. Comerán hasta saciarse y alabarán el nombre de YHVH, el cual hizo maravillas con vosotros. Conocerán que no hay otro Dios como el Dios de Israel, y nunca más serán avergonzados (2:25-27).

         El Señor está solícito por su tierra, perdonará a Israel y nunca más serán el oprobio de las naciones. Cesará el antisemitismo. El día ha llegado.