5 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Guiados como hijos y herederos

La vida en el Espíritu - MeditacionesGuiados como hijos y herederos

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos  (Romanos 8:14-17).

La vida cristiana parece en ocasiones un conglomerado de complejidades y misterios, pero cuando leemos la Escritura, meditamos en las enseñanzas de los apóstoles, y vivimos la sencillez del evangelio, vemos que todo es más «normal» de lo que parece. Pablo dice algo tan sencillo como esto: sin el Espíritu de Dios no podemos ser hijos de Dios, pero si somos guiados por el Espíritu somos hijos de Dios. Dice el dicho popular: «de tal palo, tal astilla, y de tal padre, tal hijo». Un cristiano es un hijo de Dios. Ha nacido de Dios, engendrado por el Espíritu y la palabra de verdad, mediante el arrepentimiento y la fe en Jesús.

Por tanto, sellados con el Espíritu Santo para ser guiados en toda nuestra manera de vivir. Esto simplifica la vida del creyente a ser guiado por Dios desde su interior, donde hemos recibido el Espíritu de Dios que ahora se ha fusionado con nuestro espíritu. Desde nuestro interior nos dirige, nos da testimonio, orienta  nuestra conciencia, para que nuestros pensamientos sean renovados mediante la palabra de Dios, y podamos conocer su voluntad y vivirla de forma «natural» dentro del estado sobrenatural que significa la nueva creación.

Esta verdad neutraliza el espíritu de esclavitud —aquel que teníamos antes de la redención y que nos esclavizaba mediante el pecado— produciendo temor y atenazándonos para impedir nuestra libertad. Ahora, en el régimen nuevo del Espíritu, hemos recibido un nuevo espíritu de adopción que nos da la libertad de clamar ¡Abba Padre!

Una nueva relación ha surgido. Una nueva filiación. Ya no somos extranjeros, ni peregrinos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Injertados en los pactos y promesas dadas a Israel y que nos llegan mediante la redención en Cristo. Todo un plan divinamente orquestado para vivir en un nuevo estado de hijos y herederos. Estas verdades deben producir en nosotros la dimensión de vida liberada que honra a Dios, le sirve, le glorifica y nos sujeta los unos a los otros en amor.

         El Espíritu de Dios nos guía como hijos y herederos, nos libra del temor, nos ayuda a clamar: ¡Abba Padre! y vuelve a confirmar nuestra filiación de hijos.

4 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Conciencia de estado

La vida en el Espíritu - MeditacionesConciencia de estado

Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El… Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros  (Romanos 8:9,11).

Nuestra sociedad politizada habla a menudo del Estado del bienestar, régimen de libertades, un Estado centralista o descentralizado. El Estado viene a ser la realidad de una nación con sus leyes, territorio, cultura, historia, lenguas y costumbres, incluso la religión, aunque vivimos en tiempo de los estados laicos y modernos. Todo ello nos indica la importancia que tiene el estado de una nación; sí, también tenemos el debate sobre el estado de la nación.

El Estado nos da garantías de protección, conciencia de pueblo, identidad, tiene sus propios símbolos que identifican a todos sus ciudadanos, aunque en el caso de España vivamos tiempos convulsos en este sentido, y algunos no respetan ni las señas de identidad de un pueblo: la bandera, el himno, su historia y cultura, el idioma, y hacen todo lo posible para destruirlo ¿con qué fin? derribar un Estado para formar otro que se ajuste más a sus deseos. Cuando un pueblo no tiene conciencia de Estado, de nación conjunta, de leyes a las que someterse, creará otras para hacer lo que mejor le parezca.

El hombre renacido debe saber, tener conciencia de su estado. Ahora no está en la carne, sino en el Espíritu. Ha nacido del Espíritu para pertenecer a un nuevo estado o régimen del Espíritu, a un nuevo pueblo con sus leyes. Sin esta conciencia de pertenencia es fácil cambiar de estado y regresar al anterior, al estado del hombre carnal que siempre merodea alrededor como vimos en el caso de los edomitas y amalecitas.

La realidad del Espíritu de Dios en nosotros nos da la certeza de pertenecer a Jesús, por tanto, a otro reino, el reino de Dios. Esta verdad firme en el corazón nos llevará a una nueva forma de vida conforme al Espíritu. Ese Espíritu fue el que resucitó a Jesús de los muertos, y que actuará también sobre nuestros cuerpos mortales para vivificarlo y transformarlo a su imagen. El Espíritu de Dios en nosotros nos da conciencia de vivir en un nuevo régimen, pertenecer a un nuevo pueblo de hijos redimidos, formando una nación santa para manifestar el carácter de aquel que nos amó.

         Estamos en el Espíritu, por tanto, vivimos y andamos por el Espíritu.

3 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Dos estados opuestos

La vida en el Espíritu - MeditacionesDos estados opuestos

Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu… la mente puesta en la carne es muerte… la mente puesta en el Espíritu es vida y paz… la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios  (Romanos 8:5-8).

El apóstol está confrontando los dos estados de la persona: los que viven y ponen su mente en las cosas de la carne, y aquellos que viven bajo el régimen del Espíritu poniendo sus pensamientos bajo el dominio del Espíritu de Dios. El estado de la persona que vive bajo los designios de su mente carnal produce muerte. Por su parte el que vive en el Espíritu disfruta de vida y paz. La mente puesta en los pensamientos carnales se opone a Dios, no guarda su ley, ni siquiera puede hacerlo, y no puede agradar a Dios.

El concepto «carne» tiene que ver con el hombre no renacido. Aquel que vive por sus propias capacidades, opuesto a Dios, que se dirige por sus propios designios y capacidades intelectuales, vive bajo su propia potencialidad, ajeno a la vida de Dios, solo piensa en lo terrenal, cuyo dios es su vientre, está orientado hacia sus propias pasiones y deleites, sin vida trascendente, solo material. Jesús le dijo a un buen representante de lo que estamos diciendo: Necio, hoy vienen  a pedir tu alma, y lo que has provisto ¿de quién será? Fue la respuesta a un hombre que solo atesoró para una vida terrenal, sin proyección eterna.

Por su parte, el estado de aquellos que han entrado en el régimen del Espíritu, viven, piensan y actúan guiados por una nueva ley en sus corazones, la ley del Espíritu de vida en Cristo. Es el nuevo pacto. Escribiré mi ley en sus corazones, y no tendrán un corazón de piedra, sino que les daré un corazón de carne. Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Su fundamento es la autosuficiencia, el orgullo humano, se burlan de la ley de Dios porque no pueden cumplirla, todos sus pensamientos están orientados hacia sí mismos.

El hombre que agrada a Dios confía en Dios. Tiene fe y dependencia del Hacedor de todas las cosas. Sin fe es imposible agradar a Dios. La fe le agrada y por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Hoy la fe ha venido a ser un signo de debilidad, debilidad para el hombre carnal, pero para el que vive en el Espíritu vida y paz.

         El hombre lucha por un régimen de libertades políticas y sociales, está bien, pero hay un régimen superior, el del Espíritu, que nos da vida y paz.

2 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Un nuevo estado y régimen

La vida en el Espíritu - MeditacionesUn nuevo estado y régimen

Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte  (Romanos 8:1,2).

Quisiera ahondar en estos dos versículos que me parecen un canto celestial. La condenación es para los que no están en Cristo, los que viven alejados de la ciudadanía de Israel, ajenos a los pactos y las promesas, sin esperanza y sin dios en el mundo; que están muertos en delitos y pecados, ajenos a la vida de Dios. Ese es el estado de condenación, pero para los que están en Cristo hay una nueva situación, un nuevo régimen, una nueva realidad espiritual que se manifiesta en la tierra pero que tiene un alcance trascendente.

Vivir sin el peso de la condenación eterna es una dimensión de vida que ninguna circunstancia terrenal puede superar. Ese estado de no condenación es porque el hijo de Dios ha sido colocado en Cristo. Si alguno está en Cristo(2 Co.5:17). Más por obra suya estáis vosotros en Cristo (1 Co.1:30). Hemos sido librados del dominio de las tinieblas y trasladados al reino de su Hijo amado (Col.1:13). A esto llamamos redención y salvación. Y este nuevo hombre vive de una forma nueva, no en las obras de la carne, que han venido a ser el equivalente de los amalecitas para el pueblo de Israel, sino que anda conforme a la vida del Espíritu.

Una nueva ley de vida y no de muerte ha sido colocada en lo hondo de su ser, para andar en novedad de vida, alejado de su antiguo proceder en el pecado. Hemos estrenado un nuevo régimen. Hemos salido de una dictadura opresiva, para servir bajo un nuevo régimen del Espíritu de libertad (Ro.7:6). Hemos recibido el Espíritu de adopción por el cual clamamos: ¡Abba Padre! Para no andar mas en el temor de hombres, sino bajo el temor de Dios. Hemos sido comprados por la sangre de Jesús. No somos nuestros. Somos de Dios.

No debemos permitir que nos hagan esclavos de nuevo. Esa fue la batalla de Pablo con los gálatas. El apóstol no estuvo dispuesto a hacer concesiones para regresar al estado anterior de la letra, el viejo régimen de las obras, sino que peleó ardientemente por la fe dada una vez a los santos. Todos los sistemas religiosos están diseñados para hacernos volver a la esclavitud, haciéndonos regresar a los antiguos parámetros de opresión y dominio. Pero la ley del Espíritu de vida en Cristo, nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Libertad, no para andar en la carne, sino para servirnos los unos a los otros (Gá. 5:13).

         Un nuevo régimen de libertad del pecado gobierna ahora nuestras vidas.

1 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Introducción

La vida en el Espíritu - MeditacionesIntroducción

Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte  (Romanos 8:1,2).

Después de un extenso recorrido sobre «la lucha interior», queremos adentrarnos ahora en lo que debe ser  —como diría un autor chino de gran prestigio— la vida cristiana normal. Aunque en la vida cristiana es normal tener luchas y conflictos, también debe ser normal vivir en el Espíritu y no satisfacer los deseos y pasiones de la carne. En esta nueva serie queremos hacer un recorrido por los misterios del Espíritu, siempre difíciles para el hombre natural, y entrar, con la ayuda del mismo Espíritu de revelación, en un terreno nunca explorado en su totalidad.

Como diría el apóstol de los gentiles «Y para estas cosas ¿quién es suficiente?» (2 Co.2:16). Por supuesto que no soy un «experto» en la vida del Espíritu. Hay demasiadas profundidades en este océano como para pretender sondear siquiera un atisbo de la inmensidad de Dios, que es Espíritu. Seguiremos con el mismo método de meditación, es decir, tomaremos un texto sobre el que podamos reflexionar, y lo haremos siempre desde la perspectiva de la realidad del hombre, en este caso, el hombre espiritual, el nacido de nuevo, el regenerado, que ya ha degustado el don celestial, que tiene las primicias del Espíritu y anhela avanzar hacia la plenitud de Dios.

En el texto con el que hemos iniciado nuestra andadura encontramos varias cosas relevantes. Lo primero que quiero resaltar es que los que son de Dios, tienen un nuevo estado, «están», —estamos—, en Cristo. Y los que están en Cristo no viven bajo la losa de condenación. No hay condenación para los que están en Cristo. Y este estado tiene una nueva forma de vivir, no andan conforme a los designios de la carne, sino que viven según el régimen nuevo del Espíritu. Estamos en otro reino. Tenemos otro espíritu, renovado, renacido, sobre el que ha venido a morar el Espíritu de Dios.

Ahora debemos aprender a andar en la nueva situación, con el modelo que presenta la nueva vida recibida, los nuevos sentidos espirituales que nos conectan con el reino de Dios, la eternidad, los poderes del siglo venidero. En definitiva, el nuevo traje diseñado para alcanzar, un día, la ciudad celestial, donde no puede entrar carne ni sangre. Una nueva ley del Espíritu de vida en Cristo ha comenzado a operar en nosotros, libertándonos de la ley que nos había tenido esclavizados al pecado.

         La vida en el Espíritu es el nuevo hábitat para el hombre renacido

NUEVA SERIE – La vida en el Espíritu

La vida en el Espíritu - MeditacionesPrólogo

        Esta es la novena serie del tema central ¿QUÉ ES EL HOMBRE? El propósito que tengo al abordar un tema tan amplio como este es escudriñar las Escrituras tratando de responder a las preguntas esenciales de la existencia humana desde sus orígenes. Para ello iniciamos nuestro recorrido en la lista que el apóstol Pablo hace sobre (1) el carácter de los hombres en los últimos tiempos; después hemos visto (2) el carácter de los hombres de Dios en los últimos tiempos. Una vez iniciada nuestra andadura en el tiempo presente, la realidad que se impone hoy con el aumento de la maldad, viajamos en el tiempo al periodo anterior a la caída en pecado del hombre con la serie (3) antes de la caída que aborda ese tiempo. Luego hemos visto cómo se produjo (4) la caída en pecado con todas las consecuencias posteriores. A partir de aquí hemos seguido en orden progresivo el proceso degenerativo, a gran velocidad, de la naturaleza humana con la serie (5) después de la caída, para seguir con (6) la redención y (7) la santificación, posteriormente (8) la lucha interior que se presenta en la vida del hijo de Dios nada más dar inicio a la nueva vida en Cristo, y llegar a la serie que nos ocupa en este momento, (9) la vida en el Espíritu.

         Hemos dividido este tema en once capítulos para hacer más fácil su seguimiento. Algunos se mezclan ineludiblemente, puesto que la vida en el Espíritu no puede fraccionarse, es un todo, pero hemos querido hacerlo así para facilitar su asimilación en la medida que sea posible, y también para que cada uno de los lectores pueda acudir al tema que le interese en cada momento facilitando así su búsqueda. El diseño está pensado como meditaciones diarias de una página Dina-4. Cada una consta de un título orientativo, un texto de la Escritura, la reflexión central y una frase final que resume su contenido. Debo decir que no solo es meditación fugaz, si no que cada uno de los temas está cargado de doctrina fundamental, no exhaustiva, sino orientativa.

         Por último, decir que mi propósito en esta serie es recorrer los diversos textos de la Escritura sin encerrarme en una doctrina hermética sobre el Espíritu Santo, dejando que la Biblia se interprete a sí misma. En el capítulo sobre experiencias personales queda mejor reflejado mi recorrido espiritual.

ÍNDICE:

Capítulo 1 – INTRODUCCIÓN AL TEMA

  1. Introducción
  2. Un nuevo estado y régimen (Ro.8:1,2)
  3. Dos estados opuestos (Ro.8:5-8)
  4. Conciencia de estado (Ro.8:9,11)
  5. Guiados como hijos y herederos (Ro.8:14-17)
  6. Las primicias del Espíritu (Ro.8:23)
  7. El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad (Ro.8:26,27)
  8. La promesa del Espíritu mediante la fe (Gá.3:13-14)
  9. Sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Ef.1:13)
  10. Las arras de nuestra herencia (Ef.1:13-14)

Capítulo 2 – EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE JESÚS

  1. La concepción por el espíritu (Lc.1:34-35)
  2. Movidos por el Espíritu (Lc.2:25-27)
  3. Jesús capacitado por el Espíritu (Lc.3:21-23)
  4. Llevado por el Espíritu al desierto (Lc.4:1,2)
  5. Regresando en el poder del Espíritu (Lc.4:13-15)
  6. El Espíritu para anunciar el evangelio (Lc.4:16-18)
  7. El tropiezo del vínculo familiar (Lc.4:22)

Capítulo 3 – LA ENSEÑANZA DE JESÚS SOBRE EL ESPÍRITU SANTO

  1. Nacidos del Espíritu para entrar en el reino (Jn.3:5-8)
  2. El don de Dios es agua viva (Jn.4:10)
  3. Brotarán ríos de agua viva (Jn.7:37-39)
  4. Otro consolador (Jn.14:16)
  5. El Espíritu de verdad (Jn.14:16-18)
  6. El Espíritu enseña y recuerda (Jn.14:25-26)
  7. El Espíritu da testimonio de Jesús (Jn.15:26-27)
  8. El Espíritu convence de pecado, justicia y juicio (Jn.16:7-11)
  9. El Espíritu guía a la verdad (Jn.16:12-13)
  10. El Espíritu glorifica a Jesús (Jn.16:12-15)
  11. Recibid el Espíritu Santo (Jn.20:21,22)
  12. La promesa del Padre (Lc.24:49 y Hch.1:4,5)
  13. Poder para ser testigos/mártires (Hch.1:6-8)

Capítulo 4 – EL ESPÍRITU SANTO EN EL LIBRO DE LOS HECHOS

  1. El día de Pentecostés (Hch.2:1-4)
  2. Una promesa de largo alcance (Hch.2:33,38,39)
  3. Pedro lleno del Espíritu (Hch.4:8-10)
  4. Llenos del Espíritu para hablar la palabra (Hch.4:31)
  5. Llenos del Espíritu para obedecer (Hch.5:30-33)
  6. Llenos del Espíritu para servir a las viudas (Hch.6:3)
  7. Sabiduría y llenura del Espíritu siempre unidos (Hch.6:10)
  8. La dureza de corazón resiste al Espíritu (Hch.7:51)
  9. El cielo en pie ante un hombre lleno del Espíritu en la tierra (Hch.7:55,56)
  10. A mas persecución mas predicación (Hch.8:14-17)
  11. La palabra y el Espíritu deben ser recibidos (Hch.8:14-17)
  12. Experiencia y doctrina (Hch.8:14-17)
  13. El don de Dios y el dinero (Hch.8:20)
  14. Otro tipo de experiencias (Hch.8:29,39)
  15. Ser llenos del Espíritu una experiencia posterior (Hch.9:17)
  16. Temor de Dios y fortaleza del Espíritu (Hch.9:31)
  17. El Espíritu confirma las visiones y los éxtasis (Hch.10:19,20)
  18. Pedro confrontado con los prejuicios judíos (Hch.10:19,20)
  19. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (I) (Hch.10:38-43)
  20. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (II) (Hch.10:38-43)
  21. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (III) (Hch.10:44)
  22. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (IV) (Hch.10:45,46)
  23. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (V) (Hch.10:47,48)
  24. Reproches y explicaciones de Pedro (I) Hch.11:15,16)
  25. Reproches y explicaciones de Pedro (II) (Hch.11:17,18)
  26. La iglesia en Antioquia de Siria (I) (Hch.11:24-26)
  27. La iglesia en Antioquia de Siria (II) (Hch.11:28)
  28. La iglesia de Antioquia de Siria (III) (Hch.13:1,2)
  29. Enviados por el Espíritu a la obra misionera (Hch.13:3,4)
  30. La confrontación inevitable (Hch.13:9-11)
  31. Discípulos llenos de gozo y del Espíritu (Hch.13:52)
  32. El primer concilio presidido por el Espíritu (Hch.15:8,9)
  33. El Espíritu Santo no impone cargas (Hch.15:28,29)
  34. Impedidos de hablar la palabra en Asia (Hch.16:6,7)
  35. Hay que oír del Espíritu Santo (Hch.19:2)
  36. Las limitaciones en la predicación (I) (Hch.19:3-5)
  37. Las limitaciones en la predicación (II) (Hch.19:3-5)
  38. Las limitaciones en la predicación (III) (Hch.19:6,7)
  39. Después de las experiencias el avance del reino (Hch.19:21)
  40. El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu (Hch.20:22,23)
  41. Supervisores de la grey de Dios (Hch.20:28)
  42. Una aparente contradicción del Espíritu (Hch.21:4)
  43. De Jerusalén a Roma. El tiempo de los gentiles (Hch.28:25-29)
  44. El final del libro de los Hechos (Hch.28:30,31)

Capítulo 5 – EXPERIENCIAS PERSONALES

  1. Mi experiencia personal (I) (Ef.5:18-20)
  2. Mi experiencia personal (II) (Mt.10:32,33)
  3. Mi experiencia personal (III) (1 Co.14:2,4)
  4. Mi experiencia personas (IV) (Heb.11:24-27)
  5. Mi experiencia personal (V) (Jn.3:8)

Capítulo 6 – ANDAR EN EL ESPÍRITU

  1. Vivir y andar por el Espíritu (I) (Gá.5:25)
  2. Vivir y andar por el Espíritu (II) (Gá.5:25)
  3. El Espíritu de santidad (Ro.1:4)

Capítulo 7 – LOS DONES DEL ESPÍRITU

  1. Impartir algún don espiritual (I) (Ro.1:11,12)
  2. Impartir algún don espiritual (II) (Ro.1:11,12)
  3. Impartir algún don espiritual (III) (Ro.1:11,12)
  4. Dones y llamamiento de Dios irrevocables (Ro.11:28,29)
  5. Usemos los dones recibidos (Ro.12:6)
  6. El don de profecía (Ro.12:6)
  7. El don de servicio (Ro.12:7)
  8. El don de enseñanza (Ro.12:7)
  9. El don de exhortación (Ro.12:8)
  10. El don de dar (Ro.12:8)
  11. El don de dirigir o presidir (Ro.12:8)
  12. El don de la misericordia (Ro.12:8)
  13. Cada uno ha recibido un don (1 Pedro 4:10)
  14. No debemos ignorar los dones (1 Co.12:1,2)
  15. Hablar por el Espíritu (1 Co.12:3)
  16. Dones, ministerios y operaciones (1 Co.12:4-6)
  17. Individualidades para el bien común (1 Co.12:7,11)
  18. El don de palabra de sabiduría (1 Co.12:8)
  19. El don de palabra de conocimiento (1 Co.12:8)
  20. El don de fe (1 Co.12:9)
  21. El don de sanidad (1 Co.12:9)
  22. El don de milagros (1 Co.12:10)
  23. El don de profecía (1 Co.12:10)
  24. El don de discernimiento de espíritus (1 Co.12:10)
  25. El don de lenguas (1 Co.12:10)
  26. El don de interpretación de lenguas (1 Co.12:10)

Capítulo 8 – LOS DONES MINISTERIALES

  1. La individualidad dentro de la diversidad del cuerpo (1 Co.12:11)
  2. Bautizados por el Espíritu en un cuerpo (1 Co.12:13)
  3. La diversidad procede de Dios mismo (1 Co.12:14,18,27)
  4. Dones ministeriales – apóstoles (1 Co.12:28)
  5. Dones ministeriales – profetas (1 Co.12:28)
  6. Dones ministeriales – evangelistas (Ef.4:11)
  7. Dones ministeriales – pastores y maestros (Ef.4:11)
  8. Dones ministeriales – capacitar a los santos (Ef.4:12)
  9. Dones ministeriales – llevar a la madurez y plenitud (Ef.4:13)
  10. Dones ministeriales – para salir de la niñez espiritual (Ef.4:14)
  11. Dones ministeriales – la meta es Cristo (Ef.4:15,16)

Capítulo 9 – TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO

  1. Somos templo del Espíritu (I) (1 Co.3:16,17)
  2. Somos templo del Espíritu (II) (1Co.3:16,17)
  3. Somos templo del Espíritu (III) (1 Co.6:19,20)
  4. Somos templo del Espíritu (IV) (2 Co.6:14-16)

Capítulo 10 – EL FRUTO DEL ESPÍRITU

  1. El fruto del Espíritu – introducción (Gá.5:22)
  2. El fruto del Espíritu – amor (Gá.5:22)
  3. El fruto del Espíritu – gozo (Gá.5:22)
  4. El fruto del Espíritu – paz (Gá.5:22)
  5. El fruto del Espíritu – paciencia (Gá.5:22)
  6. El fruto del Espíritu – benignidad (Gá.5:22)
  7. El fruto del Espíritu – bondad (Gá.5:22)
  8. El fruto del Espíritu – fidelidad (Gá.5:22)
  9. El fruto del Espíritu – mansedumbre (Gá.5:23)
  10. El fruto del Espíritu – dominio propio (Gá.5:23)
  11. El fruto del Espíritu – justicia (Ef.5:8,9)
  12. El fruto del Espíritu – verdad (Ef.5:8,9)

Capítulo 11 – LA TERCERA PERSONA DEL TRINIDAD

  1. Una Persona de la Trinidad (2 Co.13:14)
  2. El Espíritu Santo es Dios (2 Co.3:17)
  3. En la obra de salvación (Jn.16:7-11)
  4. En la obra de santificación (2 Tes.2:13)
  5. En la obra de transformación (2 Co.3:18)

Nota: He usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

NOTA INFORMATIVA – Meditaciones

CedroHola a todos

Para los que seguís las distintas series que estamos enviando periódicamente acerca de ¿QUÉ ES EL HOMBRE? (El devenir humano desde antes de nacer hasta después de morir), cuya última entrega: «La lucha interior» hemos terminado recientemente, debo deciros que haré una parada en los envíos durante el periodo veraniego para regresar en el otoño con nuevos temas.

Aprovecho para enviaros un saludo entrañable en el glorioso nombre de Jesús, el que nos compró para servirle y obedecerle con sumo gozo, deseando que tengáis un tiempo bendecido hasta que nos volvamos a encontrar por este medio.

Virgilio Zaballos – España

20 de julio de 2019.

60 – LA LUCHA INTERIOR (Fin de la Serie) – La liberación de un cuerpo de muerte

Lucha interiorLa liberación de un cuerpo de muerte

¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado  (Romanos 7:24-25).

Hay quienes son partidarios de cambiar el vocabulario en la predicación del evangelio para hacerlo —dicen— más accesible al hombre no religioso. Damos por hecho que la terminología bíblica es ininteligible y buscamos la forma de acercarlo a la mente natural. Craso error. No estoy de acuerdo. Pablo habla de lucha interior, de guerra, de prisiones, de muerte y por supuesto del libertador. El lenguaje no puede ser más claro. Somos esclavos. Hemos nacido en pecado. Tenemos una naturaleza pecaminosa que se opone a Dios. Necesitamos un libertador de este cuerpo de muerte, y para ello debemos diagnosticar la enfermedad, sin eufemismos, ni pretender hacerla más agradable conduciéndonos irremediablemente a la muerte eterna.

Nos hemos vuelto demasiado blandos. Hemos abandonado, por cobardía, la proclamación de la verdad cruda, sin epidurales que mitiguen el dolor. Hay dolor. Hay sufrimiento. Y habrá más si no hablamos claro en lo tocante a la realidad del estado del hombre. Pablo ha expuesto en este capítulo un conflicto que desemboca en un clamor, un grito desgarrador: «¡Miserable de mí!». El hombre es un ser miserable sino resuelve su necesidad de ser librado del mal que lo domina. «¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?» El mismo clamor pone de manifiesto que el hombre al que se refiere Pablo está atrapado y tiene la necesidad de ser liberado.

Y la liberación no es de una cárcel siberiana, sino de un cuerpo muerto pegado al que clama, atado a la persona que grita desesperada por liberación. ¡No podemos vivir enlazados a un cuerpo muerto! La muerte acabará oliendo mal, descomponiendo el cuerpo y afectando con su podredumbre al que lo lleva ligado. Es una imagen aterradora y una realidad aún peor. Si no hay clamor por liberación es porque no hay consciencia de la compañía a la que estamos atados. Los que perciben el olor de muerte del hombre carnal claman con desesperación, y es a ellos a quienes se dirige Pablo: «Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro». Amén.

         El grito de desesperación por la muerte que llevamos atada culminará con la liberación de ser unidos en yugo con Jesús. Soltamos la muerte y abrazamos la vida. Jesús es la vida, nuestra nueva vida en libertad.

59 – LA LUCHA INTERIOR – Un conflicto de leyes contradictorias

Lucha interiorUn conflicto de leyes contradictorias

Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros  (Romanos 7:22-23).

La terminología que usa el apóstol Pablo en este pasaje es llamativamente belicosa. Habla de una guerra interior entre miembros del mismo cuerpo, incluyendo prisioneros. En ocasiones hablamos de «almas atormentadas» refiriéndonos a personas con un conflicto interno especial. Tenemos centros psiquiátricos donde las internamos, y en ocasiones decimos que hay mas «locos» fuera que dentro. Hemos hecho una lista de comportamientos aceptables que la sociedad reconoce como tales, y otros que son un peligro para la convivencia. Desde luego las autoridades deben tomar medidas para mantener la ley y el orden, impidiendo comportamientos nocivos que puedan destruir la sociedad.

Sin embargo, damos por bueno o tolerable actitudes que son igualmente perniciosas, como por ejemplo el egoísmo, la codicia, las ambiciones y desigualdades abiertamente dañinas en toda convivencia. Pero, «no hay justo, ni aún uno… todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quién haga lo bueno, no hay ni siquiera uno… Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Rom. 3:10-12,23).

Al hacer una lista de «buenos y malos» damos por sentado que hay personas a las que no parece afectarles la guerra de la que habla Pablo en Romanos 7, pero todos sabemos que eso no es así. Todos sufrimos el conflicto interno con la naturaleza de pecado. El hombre interior, el espiritual, se deleita en la ley de Dios, pero hay otra ley que se revela y hace la guerra entre los mismos miembros de nuestro ser, afecta a los miembros y a la mente, y el resultado de esa lucha es acabar en una prisión invisible que actúa en nuestro cuerpo, haciendo obedecer una ley de pecado opuesta a la ley de Dios.

Ahora podemos comprender mejor el lenguaje de Jesús en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos… para poner en libertad a los oprimidos…» Son, —somos—, los prisioneros de la ley del pecado, apresados en calabozos de iniquidad interior.

         La batalla interior de la persona, −el conflicto invisible del ser humano−, comienza a resolverse cuando identificamos la prisión en la que estamos y al libertador que necesitamos. El Hijo del Hombre vino a ponernos en libertad.

58 – LA LUCHA INTERIOR – El hallazgo de una ley mala

Lucha interiorEl hallazgo de una ley mala

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí  (Romanos 7:21).

La cosmovisión bíblica del hombre parte de la premisa negativa de que el mal está presente desde el principio. «En pecado me concibió mi madre», dijo el salmista. Por su parte, la cosmovisión humanista moderna, surgida de la Ilustración, enseña que la naturaleza del hombre es buena hasta que se demuestra lo contrario. Ambas posturas son diametralmente opuestas. El conflicto comienza ya en el punto de partida. Si partimos de la concepción de un hombre bueno que viene a malearse por la influencia externa, estamos ante una idea opuesta a la revelación que encontramos en las Escrituras.

La verdad bíblica presenta el caso contrario. El hombre nace en pecado, participa de una naturaleza mala, «el mal está presente en mí», dice el texto en el que estamos meditando, por tanto, necesita un regenerador externo que cambie el rumbo del hombre. Esta premisa básica es fundamental en la predicación del evangelio. Sin naturaleza pecaminosa no se necesita un Redentor.

Si partimos de concepciones ilustradas en la que una educación adecuada soluciona el problema de la naturaleza del hombre, evitamos la necesidad del evangelio, por tanto, de Dios, somos autosuficientes, basamos nuestra historia en nosotros mismos y nuestra potencialidad para hacer frente al mal. Ardua tarea. Errada visión. La historia reciente ha demostrado con toda nitidez la falacia de ese argumento.

La religión tampoco es la solución, puesto que pretende reformar al hombre, el mal que está presente en él, a través de ritos, ceremonias, liturgia o doctrina. El poder del mal es tan fuerte que el hombre no tiene fuerza en sí mismo para sobreponerse a él. Queremos, pero no podemos. Lo intentamos y fracasamos. La frustración nos lleva a la rendición… pero hay respuesta, el evangelio es poder de Dios para salvación; lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Jesús apareció para quitar nuestros pecados (1 Juan 3:5), el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios.

El hombre es la mayor sorpresa del hombre. Hay acciones que muestran un tipo de maldad desconocida. Existe una ley invisible en nuestros miembros que pone de manifiesto la maldad que mora en el interior de la persona. Las acciones se reproducen a lo largo de familias y generaciones. La historia revela que el hombre comete los mismos errores y pecados sin que haya alternativa. La Biblia tiene razón: «el mal está presente en mí».

         El conflicto interno debe ser expuesto a la luz de la verdad del hombre que revela la Escritura. Evitarlo solo reproduce el mal. El evangelio redime.