Clamor en tiempos de necesidad

Clamor en la necesidadCLAMOR EN TIEMPOS DE NECESIDAD

Nota: He usado dos versiones de la Biblia. La Biblia de las Américas y la Reina Valera del 60. Cuando aparece la primera se marca con LBLA y en la segunda con RV60.

Introducción

“Esa noche, cuando estaba en mi momento más bajo, desconcertado por los obstáculos, perplejo por la oscuridad que nos rodeaba, incapaz de seguir predicando siquiera, descubrí una verdad sorprendente: la debilidad atrae a Dios. Él no puede resistir a los que con humildad y sinceridad reconocen con cuánta desesperación lo necesitan. En efecto, nuestra debilidad crea lugar para su poder” (Jim Cymbala en su libro Fuego vivo, viento fresco).

         El apóstol Pablo recibió esta respuesta del Señor ante su petición de ser librado del aguijón de la carne: “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. Y él mismo añadiría: “Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co.12:9-10 LBLA). Y hablando de la muerte de Jesús les dijo a los mismos corintios un poco más adelante: “Porque ciertamente El fue crucificado por debilidad, pero vive por el poder de Dios. Así también nosotros somos débiles en El, sin embargo, viviremos con El por el poder de Dios para con nosotros” (2 Co.13:4 LBLA).

         Las Escrituras nos muestran a muchos hombres de Dios experimentando tiempos de gran necesidad y debilidad. En todos ellos existe un denominador común: el clamor a Dios. Los Salmos están llenos de esta verdad (Sal. 5:1-3). Los profetas también (Jer.33:3). El mismo Hijo de Dios ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas (Heb.5:7) en los días de su carne. Verdaderamente el clamor a Dios brota del reconocimiento de nuestra insuficiencia, nuestra debilidad e impotencia, por tanto, alzamos la voz al cielo en busca de ayuda y socorro.

         Hoy vivimos tiempos de gran insuficiencia, sin embargo, no se oye ese clamor al cielo reconociendo nuestra necesidad. Lo hemos cambiado por las manifestaciones y quejas ante los gobernantes. La historia del pueblo de Israel nos muestra que la respuesta no está en los hombres, sino en Dios. El mensaje de los profetas es este: “vuélvase a Dios, el cual será amplio en perdonar” (Is.55:7).

Texto: Salmo 107:1-43 LBLA

         Hagamos un recorrido breve por este Salmo y veamos cuatro situaciones distintas que tienen elementos comunes. Podemos resumirlos en: cuatro círculos de necesidad y debilidad; cuatro tiempos de clamor en la angustia; cuatro experiencias de liberación y salvación y cuatro culminaciones en acción de gracias por la bondad de Dios para con los hijos de los hombres.

A. CUATRO CÍRCULOS DE NECESIDAD Y DEBILIDAD

         La vida del hombre gira sobre círculos repetitivos. Uno que se repite muy a menudo es este: esclavitud-clamor-liberación. Si pensamos en imperios podemos ver este proceso: esplendor-decadencia-restauración.

         En el Salmo 107 los círculos se inician en el caminar de los redimidos. “Díganlo los redimidos del Señor, a quienes ha redimido de la mano del adversario” (107:2 LBLA). Por tanto, el cántico, el salmo, está dirigido en primer lugar al pueblo de Dios que experimenta diversas vicisitudes a lo largo de su peregrinaje. Continúa con la pérdida del camino, el desánimo, la necesidad latente, la pérdida de sentido de dirección. Después llega el momento clave del clamor a Dios, el reconocimiento de la necesidad, la impotencia de no encontrar salidas. Entonces, cuando nos convencemos que nuestro socorro viene de arriba, en ese momento nos predisponemos para clamar y hacerlo con todo el corazón. El clamor nos lleva a la acción de Dios en forma de libertad y salvación. Veamos las cuatro experiencias.

  1. Necesidad de dirección, provisión y desfallecimiento del alma. “Vagaron por el desierto, por lugar desolado, no hallaron camino a ciudad habitada; hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos” (107:4-5 LBLA). “Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino, sin hallar ciudad donde vivir” (107:4 RV60).
  2. Necesidad de luz y vida, de libertad de la miseria y la esclavitud. Leamos. “Moradores de tinieblas y de sombra de muerte, prisioneros en miseria y en cadenas, porque fueron rebeldes a las palabras de Dios y despreciaron el consejo del Altísimo; humilló pues, sus corazones con trabajos, tropezaron y no hubo quien los socorriera” (107:10-12 LBLA). Hay un matiz que quiero resaltar en el versículo 10 en la Biblia Reina Valera-60. “Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte…” Se incluye aquí “algunos”. No fueron todos. Interesante.
  3. Necesidad de ayuda ante las puertas de la muerte por la rebeldía y el pecado. “Por causa de sus caminos rebeldes, y por causa de sus iniquidades, los insensatos fueron afligidos. Su alma aborreció todo alimento y se acercaron hasta las puertas de la muerte” (107:17-18 LBLA).
  1. Necesidad cuando fracasan los negocios, hay crisis económicas, y la ciencia humana es inútil. “… Y hacen negocio sobre las grandes aguas… subieron a los cielos, descendieron a las profundidades, sus almas se consumían por el mal. Temblaban y se tambaleaban como ebrios, y toda su pericia desapareció” (107:23-27). El versículo 27 en la Reina Valera-60 es muy revelador “Tiemblan y titubean como ebrios, y toda su ciencia es inútil”. ¿No es esta la situación en la que se encuentran buena parte de las naciones del mundo hoy? Cuando parece que todo depende de la buena marcha de la economía y esta se desploma ¿qué nos queda? Un temblor y tambalearse como ebrios, la inutilidad de la ciencia humana. Nadie sabe bien los motivos reales de la crisis que padecemos en estos momentos. La respuesta del salmista es esta: “Pues El habló y levantó un viento tempestuoso que encrespó las olas del mar” (107:25 LBLA). Las olas del mar y el mar mismo nos hablan de la inestabilidad. No hay nada más inestable que la economía. La bestia del Apocalipsis viene del mar (Ap. 13:1). El mismo Jesús nos dice que “Habrá señales sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejas a causa del rugido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo” (Lc. 21:25-26 LBLA). También los profetas nos hablan de los negocios que se realizan entre las naciones a través de las mercancías que transportan las naves. Los fenicios (Tiro y Sidón, el actual Líbano) fueron grandes comerciantes que se enriquecieron con sus negocios y a otras naciones, hasta que la soberbia los derribó (Isaías 23) (Ezequiel 27,28).

B. CUATRO TIEMPOS DE CLAMOR EN LA ANGUSTIA

En el Salmo 107 los cuatro tiempos de necesidad conducen a un estado de angustia que levanta un clamor al cielo. Como hemos anotado al inicio, descubrir nuestra debilidad nos conduce a una verdad sorprendente: Dios es atraído por nuestra debilidad y Su poder se perfecciona en ella.

         Mientras caminamos en los parámetros de la soberbia, Dios nos resiste, pero cuando entramos en la humildad y sinceridad recibimos Su gracia. “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes”.

         Cuando nos rendimos a la cruz de Cristo es cuando comenzamos a ser transformados a su semejanza. La salvación viene por la rendición. El triunfo aceptando una aparente derrota. Por eso para entrar en el Reino de Dios es necesario hacerse como niños. Por eso Jesús vino para los que tienen necesidad de médico, no para los que piensan que están sanos. Por eso, los momentos de máxima dificultad en nuestras vidas pueden ser el detonante de un nuevo amanecer, el reconocimiento de su gracia que no percibimos cuando estamos en la plenitud de nuestras potencialidades humanas. Veamos las cuatro veces que se repite el clamor en este Salmo.

“Entonces en su angustia clamaron al Señor” (107:6, 13, 19, 28 LBLA).

En la Biblia de las Américas se repite literalmente esta expresión en cada uno de los momentos de clamar al Señor.

La angustia apareció en todos estos casos como consecuencia de una gran necesidad, debilidad e impotencia para hacer frente a las adversidades. Y esa angustia levantó un clamor que fue atendido por el Señor del Universo.

Si la clave para mover la acción de Dios en la vida de los hombres y las naciones es clamar a Él veamos algunos aspectos fundamentales del clamor a Dios.

  1. “En su angustia…” Es un estado de extrema necesidad. Es correcto clamar a Dios cuando le necesitamos realmente, aunque en otros tiempos de bonanza no lo hagamos con tanta intensidad. No hay nada malo en volver a Dios cuando vivimos angustiados y necesitados, a Él le agrada que lo hagamos, es más, se nos exhorta a hacerlo. “Clama a mí, y yo te responderé” (Jer.33:3).

La Biblia está llena de ejemplos de personas que vinieron a Dios en días de angustia para recibir respuesta a sus necesidades.

Los hijos de Israel en Egipto (Ex. 2:23,24; 3:7,9). En el libro de los Jueces (Jue.3:9, 15; 4:3; 6:6-8; 10:10-16; 15:18). La ciudad de Nínive (Jonás 3:5-10). El rey Manasés (2 Cr.33:11-13). Zacarías y Elisabeth por un hijo (Lc. 1:13). Jesús en los días de su carne (Heb.5:7). En el Aposento alto (Hch. 2:1-4). Los apóstoles bajo persecución (Hch. 4:23-31).

  1. “… clamaron al Señor”. ¿Qué significa “clamar”? En el diccionario español se define como: “emitir la palabra de manera grave y solemne. Dar voces lastimeras pidiendo favor y ayuda”. Por su parte “clamor” se define como: “grito o voz proferidos con vigor y esfuerzo”. Me llama poderosamente la atención la expresión “emitir la palabra”. No basta con pensar o desear, hay que emitir la voz. No basta con saber que Dios conoce nuestras necesidades, hay que presentar nuestras peticiones. Pablo dice: “sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios” (Fil. 4:6 LBLA). El profeta Samuel, “Después que escuchó todas las palabras del pueblo, las repitió a oídos del Señor” (1 Samuel 8:21). ¿Por qué? ¿Es que el Señor no había oído ya sus palabras? Sí, sin duda, pero era necesario emitirlas delante de Dios, presentarlas, dadas a conocer de forma “oficial”. Toda la Escritura está llena de esta verdad, sin embargo, seguimos perezoso en la oración con el argumento de que Dios ya sabe nuestras necesidades. Proverbios nos dice: “el perezoso desea, pero nada alcanza” (Pr.13:4). Pablo dice: “en lo que requiere diligencia, no perezosos, fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Ro.12:11 RV60). Para añadir después: “gozándoos en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración” (Ro.12:11-12 LBLA).

La oración de clamor es una acción dentro de una necesidad extrema. Es pedir socorro, auxilio, ayuda oportuna (Heb. 4:16). Es vocalizar nuestra petición de ayuda ante el trono de Dios, es presentarla, darle curso, definirla.

El Salmo 5:1-3 (LBLA) lo expresa magníficamente. Se repiten expresiones que todas tienen que ver con la verbalización, la voz audible de  nuestra oración: “mis palabras… mi lamento… la voz de mi clamor… es a ti a quién oro… de mañana oirás mi voz… presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré”.

Ese clamor es expresado ante el trono de la gracia del Único y soberano Señor, Dios del cielo y de la tierra, el Rey del Universo. No es un clamor desaforado a los ídolos, como en el caso de los profetas de Baal en el monte Carmelo. Hay que asegurarse a quién se clama, a quién se ora. Lo hacemos al Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y lo hacemos en el nombre de Jesús.

¿Qué ocurre en los casos en que no clamamos al Señor? Seguimos perdidos, dando golpes al aire, buscando respuestas donde no las hay, para acabar abatidos, en el sinsentido de la vida, en la incertidumbre de la eternidad y por tanto perdiendo la vida en vanidad.

C. CUATRO EXPERIENCIAS DE LIBERACIÓN Y SALVACIÓN

Como venimos diciendo, nuestra necesidad y debilidad atrae el poder de Dios cuando clamamos a Él. El profeta Jeremías recibió este mensaje de Dios: “Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces” (Jer.33:3 LBLA). Veamos las cuatro ocasiones en que Dios responde al clamor de los redimidos en este Salmo.

  1. “… y Él los libró de sus aflicciones; y los guió por camino recto, para que fueran a una ciudad habitada” (107:6b, 7 LBLA).
  2. “… y El los salvó de sus aflicciones; los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte y rompió sus ataduras” (107:13b, 14LBLA).
  3. “… y El los salvó de sus aflicciones. El envió su palabra y los sanó y los libró de la muerte” (107:19b, 20 LBLA).
  4. “… y El los sacó de sus aflicciones. Cambió la tempestad en calma y las olas del mar callaron. Entonces se alegraron porque las olas se habían aquietado, y El los guió al puerto anhelado” (107:28b, 29, 30 LBLA).

En resumen. Los guio por camino recto a una ciudad habitada. Salieron del desierto. Emergieron de las tinieblas y la muerte. Se rompieron sus ataduras. Fueron sanados y librados de la muerte. Llegó la calma después de la tempestad y con ella la alegría de llegar al puerto deseado. Así acabarán las vidas de los redimidos en el peregrinaje que estamos haciendo en esta tierra. Llegaremos a la ciudad celestial, la morada que ha ido a preparar el Señor para los suyos. La aflicción de este mundo puede mitigarse mediante nuestro clamor ante el trono de gracia y hallar gracia para la ayuda oportuna.

D. LAS CUATRO ACCIONES DE GRACIAS POR SU BONDAD

Las cuatro liberaciones que aparecen en este Salmo terminan con un canto triunfal de gratitud por la misericordia de Dios para con los hijos de los hombres.

         “Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos de los hombres”. (Sal. 107:8, 15, 21, 31).

         Nuestras vidas en la tierra acabarán un día y se fundirán con el canto de todos los redimidos de todo lugar, lengua, pueblo y nación, cantando y adorando al que está sentado en el Trono y al Cordero.

CONCLUSION

         La intervención de Dios en las vidas de los hombres y las naciones está sujeta al clamor de los hombres ante Su trono. Sin clamor no hay liberación. Sin predicación no hay salvación.

Toda la Biblia muestra esta verdad por sorprendente que nos parezca. ¿Dios es Soberano para actuar más allá de nuestra oración? Seguro, pero ha escogido responder al hombre mediante el clamor que hacemos ante Él en nuestra necesidad y debilidad. Dios produce el querer y el hacer. Dios despierta nuestro espíritu para la acción. El pueblo que conoce a su Dios se mostrará dispuesto y actuará. La autosuficiencia mata nuestro clamor. Los argumentos de que Dios no nos necesita conducen a la pereza y esta a la muerte. La ignorancia mata. El pueblo perece por falta de conocimiento. La incredulidad y el pecado hacen separación entre nosotros y nuestro Dios y esconden su rostro para  no oírnos (Is. 59:2).

Jesús, nuestro ejemplo y modelo, vivió toda su vida en dependencia del Padre. Necesitó orar en todo tiempo para cumplir con el plan de Dios y no apartarse de lo que el Padre había establecido. Para nosotros es lo mismo. Jesús nos enseñó a orar, nos enseñó la necesidad de orar siempre y no desmayar (Lc.18:1). El apóstol de los gentiles apela a orar sin cesar. La iglesia primitiva vivió en medio de la oración constante.

Nuestra necesidad para el año nuevo es CLAMAR A DIOS. Lo que yo le pido al nuevo año es CLAMAR A DIOS por nuestras vidas, familias y nuestra nación.

         Cuando atravesamos por momentos de extrema necesidad y debilidad, en esos tiempos podemos llegar a descubrir con sorpresa que Dios es atraído por nuestra debilidad y nos fortalece mediante su poder.

Virgilio Zaballos

Terrassa (Barcelona), Enero 2013

Nota final: La vida de oración es muy amplia. Hay diversos tipos de oración. En este escrito hemos enfatizado el clamor a Dios, pero hay otros tipos de oración como son el gemido, la intercesión, la petición, etcétera.

CLAMOR EN TIEMPOS DE NECESIDAD

PDF – Hombres de verdad (Completo)

Hombres de verdadHola a todos.

Os adjunto el tema completo en PDF

HOMBRES DE VERDAD.

Un saludo cordial en Cristo

VIRGILIO ZABALLOS – España

ÍNDICE:

  1. Pero tú
  2. Doctrina
  3. Conducta
  4. Propósito
  5. Fe
  6. Paciencia
  7. Amor
  8. Perseverancia
  9. Persecuciones (primera parte)
  10. Persecuciones (segunda parte)
  11. Sufrimiento (primera parte)
  12. Sufrimientos (segunda parte)
  13. Persiste en las cosas que has aprendido
  14. Conoce las Sagradas Escrituras
  15. Cree en la inspiración de las Escrituras
  16. Recibe la acción de la palabra
  17. Predica la palabra (primera parte)
  18. Predica la palabra (segunda parte)
  19. Sobriedad
  20. Sufre penalidades
  21. Hace obra de evangelista
  22. Cumple su ministerio

Nota: He usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

PDF - Hombres de verdad

PDF – Hombres impíos

Hombres impíosHola a todos.

Os adjunto el tema completo en PDF

HOMBRES IMPÍOS.

Un saludo cordial en Cristo

VIRGILIO ZABALLOS – España

 

Índice:

  1. Hombres impíos – Introducción (1)
  2. Hombres impíos – Introducción (2)
  3. Hombres impíos – Introducción (3)

 

  1. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (1)
  2. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (2)
  3. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (3)
  4. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (4)
  5. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (5)

 

  1. Hombres impíos – Hijos del diablo
  2. Hombres impíos – Hijos de ira y desobediencia
  3. Hombres impíos – Causan divisiones y tropiezos
  4. Hombres impíos – No heredarán el reino
  5. Hombres impíos – Practican el pecado
  6. Hombres impíos – Reprobados
  7. Hombres impíos – Se oponen al evangelio
  8. Hombres impíos – Enemigos de la cruz
  9. Hombres impíos – Os atribulan
  10. Hombres impíos – Perversos y malos
  11. Hombres impíos – Apóstatas
  12. Hombres impíos – Quieren enriquecerse
  13. Hombres impíos – Corrompidos e incrédulos
  14. Hombres impíos – Retroceden para perdición
  15. Hombres impíos – Os engañan
  16. Hombres impíos – Convierten la gracia en libertinaje
  17. Hombres impíos – Sensuales que no tienen al Espíritu

 

  1. Hombres impíos – Falsos apóstoles
  2. Hombres impíos – Falsos maestros (1)
  3. Hombres impíos – Falsos maestros (2)
  4. Hombres impíos – Falsos maestros (3)
  5. Hombres impíos – Falsos maestros (4)
  6. Hombres impíos – Falsos maestros (5)

 

  1. Hombres impíos – Hipócritas (1)
  2. Hombres impíos – Hipócritas (2)
  3. Hombres impíos – Hipócritas (3)
  4. Hombres impíos – Hipócritas (4)
  5. Hombres impíos – Hipócritas (5)
  6. Hombres impíos – Hipócritas (6)
  7. Hombres impíos – Hipócritas (7)
  8. Hombres impíos – Regreso a Sinar

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1

HOMBRES IMPÍOS – Introducción (1)

No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán  (Salmos 37:1,2)

Comenzamos a partir de esta meditación con un nuevo apartado dentro del tema general de esta larga serie sobre el hombre condenado. Hemos visto hasta ahora que la Escritura nos habla de personas destinadas a condenación, algunos con nombres y apellidos, sus obras y destino. Los hemos llamado hijos de condenación. Todos ellos viven dentro de lo que se denomina el sistema de este mundo, el presente siglo malo y Babilonia, que se ramifica en múltiples obras en oposición a Dios. Este sistema está formado por aquellas personas que naciendo en pecado nunca se han arrepentido de su maldad y, por tanto, su destino eterno es la condenación anunciada con toda claridad en la misma Escritura que habla de salvación y vida eterna. Esta salvación está disponible por gracia, mediante la redención realizada por el Mesías de Israel, y que permite el traslado de la potestad de las tinieblas al reino de su amado Hijo al convertirse de las tinieblas a la luz, y pasar de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe, perdón de pecados y herencia entre los santificados o separados (Hch.26:18), es decir, los que en la Escritura se denominan justificados hijos de Dios. Por tanto, tenemos que hay quienes han sido destinados a condenación –aunque en un sentido más amplio todos hemos sido destinados a ella por causa del pecado− y dentro de estos existe un grupo de personas que oirán el evangelio, y habiendo creído en él, serán sellados por el Espíritu Santo para Dios el Padre como hijos suyos. Son los regenerados, que han nacido a una nueva naturaleza, siendo despojados de su vieja y vana manera de vivir la cual heredaron de sus padres. Su destino es el hombre glorificado que también hemos visto en otra serie anterior. A partir de ahora nos ocuparemos de un amplio grupo de personas que en la Biblia se les conoce como «los impíos», aunque aparecen con otros nombres. En el Salmo 37 se les llama malignos, malditos, pecadores y transgresores, pero sobre todo «impíos», y así en muchos otros lugares de la Biblia. Pues bien, dentro de este grupo general haremos una diferenciación en tres partes que nos darán un sentido más amplio del término, aunque nos detendremos especialmente en uno de ellos y las obras que producen.

         Hay hombres impíos destinados a condenación, y otros con la misma naturaleza pecaminosa que obtendrán la salvación escuchando el evangelio.

2

HOMBRES IMPÍOS – Introducción (2)

Maquina el impío contra el justo… Los impíos desenvainan espada y entesan su arco… Mas los impíos perecerán… El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene misericordia, y da. Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos (Salmos 37:12,14,20,21,22)

Me gustaría, en la medida de mis posibilidades, poner en orden los pensamientos que quiero transmitir al abordar este tema. Puede prestarse a confusión mezclar los conceptos y sacar conclusiones erradas. Por ello, me gustaría hacer una distinción que pueda ser esclarecedora para que podamos comprender la amplitud del concepto «impío» en la Escritura, y qué debemos entender por ello en cuanto a la salvación y destino eterno de unos y otros. Quisiera diferenciar tres tipos de personas. Por un lado los que entran dentro del término general de «impíos». Este grupo lo veremos en las siguientes meditaciones por lo que ahora no me parare en ellos. Solamente diré que en este grupo tenemos una multitud de comportamientos y formas de proceder, todos ellos dentro de la impiedad entendida en el sentido amplio del término. Luego encontramos a quienes la Escritura llama «justos». Son aquellos que viven sujetos a la ley de Dios y la cumplen dentro de las limitaciones propias de la naturaleza caída. Hay en ellos una forma de vida que agrada a Dios. Están en oposición a los impíos en su forma de vivir. En el Antiguo Testamento los encontramos entre el remanente fiel de Israel que son justificados por la obra de Jesús, «que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apc.13:8), y «destinado desde antes de la fundación del mundo» (1 P.1:20); por tanto, miraban hacia adelante, a la obra que se consumaría en la cruz del Calvario, y en el Nuevo Testamento son aquellos que han sido justificados por la fe en la redención ya efectuada en la cruz, y que miran al pasado para ser hechos justos (2 Co.5:21). Hay otro grupo que podemos llamar aquellos que viven por la ley moral o natural de sus conciencias, formada por un sistema religioso o la cultura recibida que refrena la naturaleza del mal, aunque no la regenera. Pablo se refiere a ellos como los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí  mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos (Rom.2:14-16). Resumiendo, encontramos que entre los pecadores necesitados de salvación hay impíos sin ley, y otros con una conciencia sensible al temor de Dios o la cultura que frena la maldad. Ambos necesitan el evangelio de la gracia que se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Tito 2:11).

         La impiedad puede ser refrenada y contenida por la conciencia moral.

3

HOMBRES IMPÍOS – Introducción (3)

Acecha el impío al justo, y procura matarlo… Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero el pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado (Salmos 37:32,35,36)

El Salmo 37 expone la diferencia entre el impío y el justo. Al impío se le llama también «los malignos» (versículo 1), «el malo» (10), «los malditos» (22), «los pecadores» (34), y «los transgresores» (38). Todos estos términos se refieren a la misma calidad de persona que unificamos en el término: «impío». ¿Qué es la impiedad? Podemos definirla como la persona que no reconoce a Dios, vive lejos de su ley, incluso de la ley moral o natural impresa en la conciencia de quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Son aquellas personas que tienen un estilo de vida y una actitud que excluye a Dios de sus pensamientos e ignoran y violan deliberadamente las leyes divinas. Los impíos se niegan a reconocer a Dios a pesar de la evidencia en la creación (Romanos 1:20,21); participan deliberadamente en la idolatría (Romanos 1:25); practican un estilo de vida que no respeta los límites divinos (Romanos 1:26-31); no temen el juicio de Dios sino que involucran a otros en su maldad (Romanos 1:32). Además se recrean en la injusticia, maquinan el mal (Miqueas 2:1), le dan cobertura y cauce en sus vidas, familias y sociedades; se les llama hijos de Belial. Fue el mundo de los impíos sobre quienes vino el diluvio en días de Noé (2 Pedro 2:5). Son aquellos que convierten en libertinaje la gracia del Señor, y niegan a Dios su soberanía (Judas 1:4). Son los que persisten en pecar (1 Timoteo 5:20); quienes causan divisiones y endurecidos hay que desecharlos, sabiendo que se han pervertido, pecan y están condenados por su propio juicio (Tito 3:10,11). Los hombres impíos aparecen continuamente en las páginas de la Biblia como recordatorio del poder del mal y la condenación que les aguarda. Sin embargo, también se nos dice que Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Lo cual quiere decir que entre los impíos hay aquellos que serán salvos de la impiedad obteniendo la salvación por pura gracia, aunque hay quienes endurecidos en sus corazones la rechazarán, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:11).

         Los impíos que endurecidos rechazan la gracia de Dios se han condenado por su propio juicio, rechazando la misericordia del evangelio.

4

HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (1)

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18)

Hemos dicho que la impiedad es vivir sin ley, en oposición a la ley de Dios, sea esta la ley moral revelada a Moisés, o la ley natural noélica manifestada en la conciencia de los hombres en la creación, aunque más tarde esta conciencia esté influida por el entorno familiar, social, religioso, cultural y generacional en el que vive la persona. La impiedad tiene múltiples formas de manifestarse con las consecuencias que le acompañan. En nuestro texto se habla de toda impiedad e injusticia, señalando la diversidad de manifestaciones que puede llegar a producir esa forma de vida. También se dice que el Dios santo y justo revelado en la Escritura está contra las manifestaciones de impiedad. La ira de Dios se activa allí donde la impiedad se expresa en obras injustas de hombres que detienen con injusticia la verdad. Aunque no siempre el juicio de Dios se manifiesta de inmediato en medio de los hombres impíos, estos viven pendientes de un juicio inexorable que les alcanzará, en algunos casos en esta vida, y en todos los demás en el juicio venidero. La Escritura enseña que podemos alejarnos de la ira divina viviendo bajo el temor de Dios, una de las manifestaciones de su Espíritu (Isaías 11:2), y que nos alejará del juicio conduciéndonos a las obras de justicia que agradan al Señor. Esta tensión aparece de forma continuada en la Ley, los Profetas y los Salmos. Los justos y los impíos. Después de la redención realizada en el Calvario se establece un nuevo pacto que nos hace justos ante Dios por la justicia de aquel que es justo, el Hijo de Dios, el justo por los injustos para llevarnos a Dios; el que nos justifica, nos hace justicia de Dios en él. Esta es la buena nueva del evangelio. Luego vendrán las obras de justicia que confirman la regeneración interior de un corazón nuevo. Así Jesús nos libra de la ira venidera; y en el juicio de Dios que ha de manifestar sobre todos los hombres seremos absueltos de la naturaleza de pecado, alcanzando la salvación eterna, y recibiendo la recompensa por las obras hechas en Cristo. Por tanto, ahora somos deudores de la gracia de Dios. Dicho esto, quiero centrarme en aquellas personas que mantienen a día de hoy su naturaleza de impiedad, por tanto, sus obras son el resultado de su propia naturaleza mala. Debemos saber que hay una diversidad de formas de manifestar esa impiedad, y que siempre le acompañan sus consecuencias. Como está escrito: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7).

         Toda impiedad recibirá su justa retribución en forma de ira divina.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (2)

Y él habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis en todos sus pecados (Números 16:26)

La impiedad forma parte de la naturaleza del hombre. Todos hemos nacido en pecado; todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios; no hay justo ni aún uno; hemos heredado una naturaleza pecaminosa y carnal que produce en nosotros una forma de vida alejada de la ley de Dios. Esa naturaleza necesita ser regenerada, que significa volver a generar lo que degeneró, y ese milagro está contenido en el evangelio de la gracia de Dios. Si ese milagro interior no se produce la impiedad seguirá su curso natural produciendo diversas obras que diferencian a unos hombres de otros con las consecuencias para sí mismo y su prójimo. Veamos ahora algunos pasajes que ponen de manifiesto la diversidad de la impiedad en distintos hombres y sus consecuencias. En el texto que tenemos arriba se habla de algunos hombres impíos que pertenecían a la congregación de Israel en el desierto, eran Coré, Datán y Abiram (Números 16:24). Su impiedad se había extendido a todas sus propiedades y tiendas, de ahí que el mandato fuera que se apartaran y no tocaran ninguna cosa suya para no ser contaminados por sus pecados recibiendo el mismo juicio. Por tanto, tenemos que la impiedad se puede extender a otras personas desde el foco de origen. Un poco de levadura leuda toda la masa, dijo Pablo. También le dijo a Timoteo que no participara en pecados ajenos imponiendo las manos con ligereza (1 Timoteo 5:20). Incluso está escrito que de algunas personas debemos aborrecer la misma ropa que visten puesto que está contaminada (Judas 1:23). La impiedad puede trasladarse a lugares físicos y formas de vestir contagiándonos con su influencia en nuestra manera de vivir. También mediante lo que oímos y vemos podemos ser afectados por la iniquidad. Debemos discernir la maldad y no juntarnos con ella. Pablo lo dijo de aquellos que llamándose hermanos viven y practican el pecado (1 Corintios 5:11). A Timoteo le dijo: A estos evita (2 Timoteo 3:5). Y el apóstol Santiago habló de riquezas podridas y ropas comidas de polilla (Santiago 5:2). Recuerda que la lepra, una figura del pecado en el Antiguo Testamento, podía contaminar la ropa y la vivienda de quienes la padecían (Levítico 13). La limpieza y purificación debía alcanzar a todo. Por su parte la impiedad también se contagia, por ello no debemos andar en consejo de malos, como nos exhorta el salmista (Salmos 1).

         La impiedad puede transmitirse a otros mediante la ropa, la casa, lo que vemos y lo que oímos, incluso imponiendo las manos de forma inadecuada.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (3)

Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti (1 Samuel 24:13)

David escribió en otro lugar: en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Salmos 51:5), sin embargo, no vivió practicando el pecado; la ley de Dios estaba en su corazón refrenando el desarrollo de la maldad. Está escrito de David que sirvió a su generación y durmió después de haber hecho la voluntad de Dios. No le agradaba la compañía de hombres impíos. Tuvo ocasión de anticipar su llegada al trono de Israel matando a Saúl pero sabía que ese comportamiento no agradaba al Señor, por ello esperó confiando en Dios. En la conversación que mantuvo con el rey Saúl, en el contexto del pasaje que tenemos para meditar, declaró que la impiedad sale de los impíos, él no se consideraba impío, y no estaba dispuesto a hacer obras impías. Tuvo la ocasión de hacerlo, incluso le empujaron a ello sus propios compañeros, pero su corazón era conforme al corazón de Dios. Aunque pecó en otros sucesos de su vida no vivía practicando el pecado. No era un impío, sus obras lo ponían de manifiesto. Jesús dijo que por sus frutos los conoceréis. Las obras de cada uno se hacen manifiestas más pronto o más tarde, las de otros van delante de ellos anunciando su maldad. Una persona con naturaleza impía es un manantial de pecado a través del cual muchos serán contaminados. David lo sabía y no quiso seguir sus pasos. Vivimos rodeados de hombres impíos a quienes debemos identificar para no ser influidos por ellos. Como está escrito: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que  en la ley de YHVH está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Meditar en su palabra nos libra de la contaminación de la impiedad, siempre que nuestro corazón esté preparado para inquirir la ley de YHVH, para cumplirla y enseñarla, como lo estuvo el sacerdote Esdras (7:10). Los impíos perecen en tinieblas (1 Samuel 2:9). Se apartaron los impíos desde la matriz (Salmos 58:3). El corazón de los impíos es cruel (Proverbios 12:10). Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos (Isaías 57:20,21). David conocía todo esto, supo que la impiedad brota de los impíos y él no quería tener parte en esos comportamientos, por ello no puso su mano contra el rey Saúl aunque era tratado injustamente. Su causa era del Señor y esperó en Él.

         De los impíos saldrá la impiedad; hombres sin ley de Dios en sus corazones; pero aquellos que aman su palabra serán transformados por ella.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (4)

Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de YHVH     (1 Samuel 2:12)

La impiedad en el corazón del hombre le inhabilita para conocer a Dios. También impide la comunión con Él. Se puede ser religioso, incluso formar parte del sacerdocio escogido; ser de una familia con vocación o llamamiento sacerdotal, pero a la vez vivir lejos de la voluntad de Dios porque el corazón es impío. ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Ninguna. Los hijos de Elí, sacerdote de la casa del Señor, eran impíos. Aunque su padre los corregía levemente la impiedad siguió su curso atrapándolos en el juicio de Dios. Estos hijos, aunque ministraban en el templo, no conocían al Dios del templo. Su servicio era como metal que resuena y címbalo que retiñe. Pero a la vez fue motivo de hacer pecar al pueblo (2:24). Como hemos dicho en otro lugar, la impiedad se contagia, y si esta viene de los líderes mayormente. Es necesario que el obispo sea irreprensible. El apóstol Pedro escribió: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey (1 Pedro 5:2,3). El profeta Jeremías denunció que fueron hallados en mi pueblo impíos; acechaban como quien pone lazos, pusieron trampa para cazar hombres (Jeremías 5:26). ¡Hay impíos en el pueblo de Dios! No todos los predicadores son trigo limpio. Como no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino. Podemos ser turbados viendo la prosperidad de los impíos (Salmos 73:3). Me pusieron lazo los impíos (Salmos 119:110). La ciudad es trastornada por la boca de los impíos (Proverbios 11:11). Por eso, cuando se levantan los impíos tienen que esconderse los hombres (Proverbios 28:12,28). Pero hay un Dios justo en el trono celestial, que como a los hijos de Elí, cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmos 92:7). Llega el tiempo cuando los impíos dejan de perturbar (Job 3:17). Vivimos en un mundo caído en pecado en el que abundan los hombres perversos y malos que no tienen conocimiento de Dios, pero el evangelio anuncia: Cristo, cuando éramos débiles, a su tiempo, murió por los impíos… Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Por tanto, hay esperanza para los que reciben la abundancia de la gracia en nuestros días.

         Dios no perdonará a quienes ocupando lugares de liderazgo viven en impiedad, sin comunión con Él… pero hay salvación para los que abandonan el pecado.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (5)

Estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas […] y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él (Judas 1:13-15)

La Escritura no deja lugar a dudas: hay hombres perversos y malos. Impíos que producen daño en el mundo. Causan perjuicio al justo que levanta un clamor delante del Señor por justicia. Serán juzgados, pero antes habrán producido mucho mal. Y ese mal levanta un interrogante ante el Señor: ¿Por qué? A veces la vida parece favorecer a estos impíos de tal forma que hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos (Eclesiastés 8:14). Fue también la queja que casi hizo deslizar al salmista. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos (Salmos 73:2,3). Finalmente entró en el santuario y comprendió el fin de ellos (Salmos 73:16,17). Hay un final trágico para los impíos: Está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. Dice el salmista: Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmos 92:7). Hay un tiempo cuando los impíos gozan y se vanaglorian todos los que hacen iniquidad (Salmos 94:3,4). Su aparente impunidad pone a prueba a quienes andan en integridad. Cuando prevalece la injusticia en los pueblos el justo se pregunta para qué sirve guardar la ley de Dios. Fue el caso del sufrimiento de Job, pero sabemos que el Señor es muy misericordioso y compasivo (Santiago 5:11). En días del profeta Malaquías también fueron puestos a prueba por esta cuestión: Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de YHVH de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon… YHVH escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria… para los que temen a YHVH, y para los que piensan en su nombre. Y serán mi especial tesoro… y los perdonaré… Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve (Malaquías 3:13-18). Veremos en las próximas meditaciones una lista de quienes persisten en pecar y son desechados; impíos, hijos de condenación.

         Hay una diversidad manifiesta de hombres impíos que sufrirán las consecuencias de la dureza de sus corazones no arrepentidos.

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HOMBRES IMPÍOS – Hijos del diablo

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Juan 8:44). En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios (1 Juan 3:10)

Jesús dijo ser la verdad, no solo en aquellas enseñanzas que nos parecen agradables de oír, sino también en las palabras que puedan resultarnos chocantes. En cierta ocasión dijeron de su enseñanza: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? (Juan 6:60). Incluso quienes se le oponían decían de él: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres (Mateo 22:16). Pues bien, el mismo Jesús les dijo a algunos judíos que se jactaban de ser hijos de Abraham, que en realidad eran hijos del diablo, porque manifestaban en sus vidas la naturaleza del diablo, el padre de la mentira, que era homicida desde el principio. Vosotros sois de vuestro padre el diablo. ¿Y por qué lo supo? Por las obras que hacían, querían matar a Jesús, resistían la verdad, y mentían a quienes estaban bajo su liderazgo acerca de la personalidad del Hijo de Dios. Por tanto, no nos engañemos. En ocasiones nos encontramos con personas que en su carácter manifiestan la misma naturaleza de Satanás. Hay personas que introducen en la sociedad la simiente pecaminosa del adversario de Dios. Se oponen a la verdad. Mienten. Se recrean en la injusticia. Practican el pecado. Aunque muchos de ellos pueden a la misma vez practicar una religión establecida, como era el caso de muchos de los fariseos del tiempo de Jesús. Por eso Pablo les pide a los corintios que se pongan a prueba para ver si la superan y no son reprobados. El apóstol Juan dice que el que no permanece en la verdad no es de Dios. El que no practica la justica es del diablo, y la verdad no está en él; aunque sea un fanático defensor de cualquier doctrina, incluso algunas que puedan tener fundamento bíblico. Hay distintas naturalezas en los hombres dependiendo de quién ha nacido en nosotros. Todos hemos nacido en pecado, con la simiente del mal; pero hay quienes se vuelven a Dios en arrepentimiento y su naturaleza experimenta una transformación sobrenatural de muerte a vida; de pecado a justicia; de oscuridad a la luz; de la potestad de Satanás al reino de su amado Hijo. Esta es la esencia del evangelio de Dios: Salir de la naturaleza del diablo a la de Jesús.

         Los impíos son hijos del diablo porque él peca desde el principio; es mentiroso y padre de la mentira; por tanto, quienes tienen su misma naturaleza mienten y no practican la verdad. Su destino será el mismo de su padre.

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HOMBRES IMPÍOS – Hijos de ira y desobediencia

Y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2:3)

La carta del Pablo a los Efesios es un canto a la nueva creación, la regeneración, la nueva vida, poniendo de manifiesto que no siempre la teníamos, sino que en otro tiempo estábamos muertos en delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. En ese estado nos encontró la gracia del Señor, el amor de Dios, y nos redimió de semejante manera de vivir, para no andar el tiempo restante en los deseos de nuestra carne, sino para hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, anteriormente participábamos de una naturaleza de hijos de ira y desobediencia. Esa  misma naturaleza es la de todos aquellos que no han sido redimidos, aunque tengan una religión muy respetable, pero su naturaleza manifestará la realidad de vivir aún bajo la ira de Dios, y en la práctica andan en desobediencia, aquella que se inició con la primera pareja que decidieron desobedecer el pacto de Dios andando en sus propios caminos, de la cual todos hemos venido a ser herederos. Esa naturaleza de ira y desobediencia desembocará un día (si no hay un regreso a la casa del Padre) en juicio de condenación. Es la inercia del estado natural. Dice el apóstol Juan que el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36). En la Biblia de las Américas dice: el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Sin un cambio, —una transformación interna de naturaleza—, la ira justa de Dios contra el pecado que habita en nosotros seguirá su curso y desembocará en muerte (separación) eterna. Esta es la prioridad del evangelio. Aquí tenemos la urgencia del hombre: escapar de la ira venidera mediante una conversión de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:9,10). Es imposible obedecer a Dios mientras nuestra naturaleza siga en estado de ira y condenación. La desobediencia engendra maldición. La ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia (Efesios 5:6) (Colosenses 3:5,6). Por su parte la vida nueva viene a través de Jesús.

         Los impíos permanecen bajo la ira de Dios, por cuanto no han escapado de la vieja naturaleza de pecado y desobediencia, aunque mantengan rituales, liturgias y una excelente cultura. Jesús es quién nos libra de la ira venidera.

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HOMBRES IMPÍOS – Causan divisiones y tropiezos

Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos  (Romanos 16:17,18)

El Maestro enseñó a los suyos que debían ser sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. Pablo dijo que debemos ser niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. La madurez significa poder discernir el conocimiento del bien y del mal. Y seguir la verdad en amor significa también estar atentos para probar los espíritus que hay en las personas sabiendo si son o no de Dios. Los creyentes mantenemos generalmente un alto nivel de ingenuidad y somos fáciles de engañar. Los buenos deseos de un corazón sensible nos conducen a veces a emitir juicios errados en cuanto a la defensa de la verdad separando el trigo de la paja y la cizaña. Porque hay cizaña. Hay engañadores. Hay falsos maestros. Hay hombres que causan divisiones y tropiezos en relación a la verdad del evangelio que hemos recibido, y por el cual debemos combatir ardientemente (Judas 1:3), porque hay los que se infiltran (Judas 1:4 LBLA) aprovechando los ágapes (Judas 1:12) para leudar la masa (Gálatas 5:9). El apóstol Pablo mantuvo una lucha constante en pro del evangelio, supervisando constantemente la grey de Dios y enseñando a sus discípulos para que hicieran lo mismo. Los que causan divisiones generalmente lo hacen introduciendo enseñanzas contrarias a la doctrina de Jesús, que es según la piedad. Hay quienes no se conforman a las sanas palabras de nuestro Señor, y piensan que la piedad es motivo de ganancia. Tuercen las Escrituras para apartar de la verdad a los discípulos. Debemos saber quiénes son, exponerlos abiertamente y apartarnos de ellos. Estamos hablando de doctrina fundamental no de temas secundarios en los que siempre hay distintas posiciones. Solo hay un evangelio. Hay quienes causan tropiezo a los débiles en la fe, los inconstantes y niños espirituales; de ellos dijo Jesús mejor que se ataran una piedra de molino y se echarán al mar, porque se exponen a un juicio severo (Lucas 17:1,2). El amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Los impíos que hacen un dios de su vientre (Filipenses 3:19), la comida, la buena vida, el lujo y el desenfreno, que solo piensan en lo terrenal, no son de Dios y hay que apartarse de ellos.

         Pablo lo expuso claramente: al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:10,11).

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HOMBRES IMPÍOS – No heredarán el reino

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9,10)

La sociedad en la que vivimos tiene unos niveles de permisividad y tolerancia a todo tipo de manifestaciones contrarias a la ley de Dios que ha permeado a la misma iglesia del Señor. La forma de ver las cosas de la cultura occidental, donde nada es pecado porque no hay Dios a quién dar cuenta; donde todo se reduce a un relativismo moral con muy pocas restricciones, y cuando las hay se presiona mediante lobbies para disolverlas. En ese escenario nos encontramos con una tolerancia que parece hacer más libre al ser humano porque no coarta su libertad de acción, pero que conduce irremediablemente a su propia destrucción. Porque el pecado es afrenta de las naciones, pero la justicia engrandece a la nación (Proverbios 14:34). Porque la paga del pecado es muerte. Y porque no podemos engañar a Dios, pues todo lo que el hombre siembra, eso también siega. Por eso, dice el apóstol en nuestro texto: No erréis. Hay conductas del ser humano que no pasan desapercibidas en el trono de gracia y santidad. Hay un trono de justicia que juzga con equidad a los hombres y los pueblos. El Dios revelado en la Escritura es santo, no tendrá por inocente al malvado. Por tanto, quienes transgrediendo la ley moral o natural practican una vida licenciosa, no heredarán el reino de Dios. Los impíos no heredarán el reino de Dios. Quienes practican el pecado, −y el pecado es infracción de la ley de Dios (1 Juan 3:4)−, no podrán acceder a la herencia reservada a los justos. Aquellos que sí guardan sus mandamientos y le obedecen podrán tener entrada al reino eterno de nuestro Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:11). Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8). La lista es larga, pero podemos resumirla en el término genérico: los impíos. La esperanza del evangelio, dice el apóstol Juan, es esta: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados… y para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:5,8). Jesús es la entrada al reino por la fe y el arrepentimiento.

         Hay un mundo nuevo preparado para los hijos del reino. No entrarán en él los impíos que viven a espaldas de la ley de Dios; aquellos que llevados por su iniquidad desprecian la puerta de entrada en la persona del Mesías.

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HOMBRES IMPÍOS – Practican el pecado

El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan 3:8).

La primera carta del apóstol Juan es una exposición inequívoca de la diferencia entre el justo y el impío, la simiente de Dios y la simiente del diablo, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, con los resultados que se derivan de ello. El que ha nacido de Dios no practica el pecado, pero el que mantiene la naturaleza pecaminosa y carnal, aunque conserve el ritual de un sistema religioso, de cualquier religión, sigue pecando voluntariamente. La naturaleza de cada árbol, enseña el Maestro, produce los frutos propios que le acompañan. El que ha pasado de muerte a vida aborrece el pecado; ha comprendido que la maldad del hombre caído fue lo que llevó al Hijo de Dios a la cruz para hacer expiación, por tanto, comienza una nueva vida de alejamiento del pecado y todas sus prácticas. La nueva naturaleza que anida ahora en él produce frutos de justicia. El apóstol de los gentiles lo expresa así: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna (Romanos 6:22). Es una farsa pretender ser cristiano y seguir practicando el pecado. Simón el mago creyó lo que decía Felipe, se bautizó y estaba siempre a su lado, pero su corazón no había sido regenerado; el apóstol Pedro dijo de él que estaba en hiel y amargura. Seguía amando su vieja vida de magia y ocultismo. Los que practican las obras de la carne expuestas en la carta a los Gálatas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21). El hombre no regenerado del que habla Pablo en Romanos 1 practica las cosas que son dignas de muerte, y no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Romanos 1:32). Y el autor de la epístola a los Hebreos no admite duda en su exposición: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (Hebreos 10:26,27). Recuerda, hablamos de aquellos que practican el pecado, no de quienes ocasionalmente son vencidos de forma temporal por el mal, y redargüidos por el Espíritu Santo vienen a la cruz confesando sus transgresiones para ser limpiados en la sangre del Justo. Estos son de Dios.

         Quienes practican el pecado y pretenden mantener una vida religiosa se engañan a sí mismos. Su naturaleza sigue mostrando ser hijos de condenación.

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HOMBRES IMPÍOS – Reprobados

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuando a toda buena obra (Tito 1:16).

Reprobar significa no aprobar; haber suspendido un examen. Es dar algo por malo después de realizar un análisis de manera pormenorizada. No es casual, sino reiterativo. Por tanto, cuando hablamos de réprobos en cuanto a la fe nos referimos a personas que han demostrado reiteradamente que resisten la verdad, se oponen a ella, y no pasan la prueba que determina la vida del justo, porque el justo por su fe vivirá. Pablo lo confirma citando el ejemplo de Janes y Jambres, quienes resistieron a Moisés; y de la misma manera hay hombres con un carácter determinado en los últimos tiempos, quienes resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2 Timoteo 3:8). Este tipo de personas podemos encontrarlas en las congregaciones haciéndose pasar por creyentes. Por eso se nos insta  a probar los espíritus para ver si son de Dios (1 Juan 4:1). Incluso debemos ponernos nosotros mismos a prueba, examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe. Es lo que le pidió el apóstol Pablo a los corintios: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Corintios 13:5). El corazón del hombre es engañoso, por ello necesitamos continuamente la luz de las Escrituras para probar nuestras actitudes. La oración nos pone bajo el foco de Dios mediante el cual podemos ver en su luz la oscuridad de muchos de nuestros razonamientos y comportamientos. El salmista lo expresó así: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmos 139:23,24). Y el apóstol Juan nos dice que si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos para con Dios (1 Juan 3:20,21). Está escrito: lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera en mi camino (Salmos 119:105). La palabra de Dios es la que alumbra nuestros pensamientos para huir del engaño. Es la verdad que nos hace libres; la que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12,13). Por tanto, si la resistimos, si nos oponemos a la verdad, como los reprobados, permaneceremos en el error que conduce inexorablemente al juicio y la condenación.

         Los réprobos mantienen su obstinación en el error, resisten la verdad, por ello su mente y su conciencia están corrompidas. Son hijos de condenación.

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HOMBRES IMPÍOS – Se oponen al evangelio

Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios      (Filipenses 1:28).

Podemos decir que el mensaje del evangelio, en toda su amplitud, es el programa de Dios para el hombre. Si se resiste ese plan no hay otro plan. Cuando lo hacemos ponemos de manifiesto el estado de nuestro obstinado corazón. Resistir el evangelio es resistir a Dios, exactamente lo contrario del mensaje que anuncia la Escritura: Someteos a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros (Santiago 4:7). También se puede resistir el evangelio anunciando «otro evangelio» arrastrando a muchos a la propia condenación. Oponerse al evangelio después de haberlo oído claramente nos coloca en una posición desfavorable delante de Dios. Anunciar un evangelio falso incrementa esa responsabilidad porque seremos responsables, no solo de nosotros mismos, sino del perjuicio causado a otras personas. Jesús dijo que mejor le sería atarse una piedra de molino y echarse al mar (Mateo 18:6). También habló de quienes recorren tierra y mar para hacer un prosélito, y luego hacerlo un hijo del infierno (Mateo 23:15). Por otro lado, quienes anuncian el evangelio de Dios para beneficio de muchos se dice de ellos que sus pies son hermosos (Romanos 10:15). Colocan a sus semejantes en la posición de ser bendecidos eternamente. Después de haber oído (porque hay alguien que lo ha anunciado) la palabra de verdad, el evangelio de la salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa para alcanzar la herencia de la redención (Efesios 1:13,14). Es un gran privilegio y una responsabilidad anunciar el evangelio de Dios haciéndolo debidamente. Pablo combatía por la fe del evangelio para traer a las naciones a la obediencia de la fe (Romanos 1:5). Su celo le llevó a una declaración durísima sobre Elimas el mago, quién estaba procurando apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo (Hechos 13:6-12). Más tarde enseñaría que el siervo del Señor debe ser amable […] que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él (2 Timoteo 2:25,26). Eso no excluye la verdad expuesta en otro lugar, donde se dice: es justo delante de Dios… dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio… los cuales sufrirán pena de eterna perdición (2 Tesalonicenses 1:6-10). Hay un fin doloroso para quienes no obedecen el evangelio de Dios (1 Pedro 4:17). Esta verdad no admite dudas en la Escritura.

         Oponerse al evangelio de Dios es cerrar la puerta a la vida eterna.

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HOMBRES IMPÍOS – Enemigos de la cruz

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (Filipenses 3:18,19)

Me llama poderosamente la atención que la Escritura no esconde a los enemigos del evangelio. Y estos enemigos no siempre son quienes muestran una actitud hostil al mensaje, sino que en algunos casos son personas dentro de las propias congregaciones, y desde dentro, actúan como disolvente de la verdad. Esta realidad debe llevarnos una vez más a comprender que anunciar el evangelio no es un juego de niños, ni siquiera de adolescentes. Es una confrontación de dos reinos. Una colisión de poderes sobrenaturales que chocan inevitablemente. La naturaleza de ambos es radicalmente opuesta. Por ello, la estrategia del enemigo para tratar de impedir su avance en las naciones es siempre prioritaria en sus estratagemas, juntamente con la oposición a Israel como portador de las promesas hechas a los padres. Hay los que anunciando «un evangelio» son enemigos de la cruz de Cristo, que es el epicentro del mensaje. El islam reconoce la figura histórica de Jesús, incluso le concede el «beneplácito» de reconocerle como profeta de Dios, pero a la misma vez niega la cruz, su muerte y resurrección. En el islam no hay redención. Este falso «evangelio» vino seiscientos años después de Jesús. En la época de Pablo ya había quienes predicaban a Jesús por intereses personales. Su verdadera motivación era servirse del evangelio para suplir sus verdaderas prioridades carnales. Cuyo dios es su vientre. Y lo hacían sin vergüenza ni pudor, como hoy en día vemos a muchos avergonzando incluso a los creyentes con la búsqueda de placeres mundanos, amantes de las riquezas en lugar de amar a Dios, creyendo que la piedad es fuente de ganancia (1 Timoteo 6:3-5). El apóstol de los gentiles sufría y lloraba viendo semejantes ejemplos en algunos que pretendían anunciar las buenas nuevas de salvación. Los denunció una y otra vez en sus cartas, porque el amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Lo hizo para combatir unánime por la fe del evangelio (Filipenses 1:27). Y no tuvo reparo en anunciar las consecuencias de semejante comportamiento: el fin de los cuales será perdición. Sí, hay perdición para los enemigos de la cruz de Cristo.

         La cruz es el emblema de la persecución, la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios y cargará sobre todos aquellos que elijan ir contra la corriente.

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HOMBRES IMPÍOS – Os atribulan

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo… (2 Tesalonicenses 1:6,7)

En muchas ocasiones la oposición al mensaje del evangelio se manifiesta mediante persecución a quienes lo anuncian. El libro de Hechos lo pone de manifiesto de manera inequívoca. El adversario de Dios se opone a la predicación que anuncia su derrota y el triunfo de la redención para el hombre caído, esa oposición la realiza a través de los hijos de ira, aquellos que aún no han escapado del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él. Sin embargo, esta verdad no anula la responsabilidad individual del ser humano, aquellas personas que deciden voluntariamente ponerse al lado de quienes odian la luz y la verdad que nos hace libres. La persecución por causa de la palabra es un hecho que ha sido constatado a lo largo de los siglos de cristianismo; como lo ha sido la persecución que ha sufrido el pueblo de Israel por ser portador de las promesas de Dios y el canal a través del cual vino la simiente de Abraham, el Mesías y Redentor de todas las naciones. Jesús lo enseñó en el llamado Sermón del Monte con estas palabras: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mateo 5:11,12). Por su parte, el apóstol Pablo hace una exposición amplia de esta verdad en el texto que tenemos para meditar. Su razonamiento es inapelable. Es justo delante de Dios. Es la ley de la siembra y la cosecha: pagar con tribulación a los que os atribulan. La versión TLA lo expresa así: castigará a quienes ahora los hacen sufrir. Y eso tendrá lugar en la venida del Señor. Cada cosa tiene su tiempo delante de Dios. Soportar la persecución de quienes se oponen al evangelio tiene como contrapartida una experiencia distinta en su venida: estar presentes en la manifestación del Señor y participar de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron. Sin embargo, será muy distinto para quienes no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio; estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor (2 Tesalonicenses 1:8,9). Dios enjugará toda lágrima (Apocalipsis 21:4) de quienes soportaron la persecución y la muerte por la verdad del evangelio. Su sangre será vengada y la justicia establecida.

         Los impíos que hoy atribulan a quienes son testimonio del evangelio recibirán su tribulación en la venida del Señor. Esto es justo delante de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Perversos y malos

Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal (2 Tesalonicenses 3:1-3)

Existe cierta candidez en el mundo cristiano que nada tiene que ver con la verdad de las Escrituras. Me refiero a que en ocasiones pensamos, o pretendemos, que todos aquellos con los que nos encontramos, y a quienes anunciamos el evangelio son potencialmente personas que recibirán el mensaje, y por quienes debemos insistir en oración para que así sea. Pero el apóstol dice que hay hombres perversos y malos, y que no es de todos la fe. El dogma doctrinal dice que todos somos pecadores, y todos estamos destituidos de la gloria de Dios antes de venir a la luz del evangelio, cierto, pero ¿dónde colocamos a las personas a quienes se refiere Pablo en este pasaje? Estos hombres a los que describe ¿son pecadores? Sí. ¿Necesitan salvación? Claro. ¿La recibirán? No. ¿Por qué? Pablo pide oración a los hermanos de Tesalónica para que la palabra del Señor corra y sea glorificada de la misma manera que lo fue entre ellos, pero a la misma vez les dice que oren por él para que sean librados de hombres perversos y malos. Encontramos aquí un tipo de personas cuyas características los alejan de la posibilidad de recibir el evangelio y ser salvos. Es más, el apóstol pide oración para que sean librados de ellos. Por tanto, hay personas de quienes debemos alejarnos, limpiando el polvo de nuestros pies, debemos evitarlos. La segunda carta de Pablo a los tesalonicenses habla ampliamente de estas personas. Dice que son quienes persiguen a los que reciben la palabra del evangelio. Son los que atribulan a los santos de Dios. Son aquellos que no obedecen el evangelio sino que se oponen a él. Estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia de Dios. Son los impíos, la clase de impíos que estamos viendo en esta serie sobre los hijos de condenación. Por tanto, debemos concluir que no todos oirán el mensaje. Muchos se opondrán a él y contenderán para que no sea anunciado; si además son personas que ocupan lugares de autoridad en la sociedad, líderes de cualquier tipo: políticos, empresarios, actores de cine, deportistas, diseñadores de moda, filósofos, incluso teólogos, necesitaremos oración, como Pablo, para ser librados de ellos, porque no es de todos la fe.

         El Señor nos librará de los hombres perversos y malos, cuya maldad se manifiesta en una oposición beligerante a la fe de los santos de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Apóstatas

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… (1 Timoteo 4:1)

Apostasía significa «volver atrás, recaer», por tanto, estamos hablando de personas que un día tuvieron cierta revelación del evangelio, lo abrazaron y recayeron. Volvieron atrás. El autor de Hebreos dice que nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:39). Está escrito: el justo, por su fe vivirá; y si retrocediere no agradará a mi alma (Hebreos 10:38). En esta serie hemos visto el ejemplo de Simón el mago, aquel hombre que creyó a Felipe cuando anunció el evangelio en Samaria, se bautizó, pero cuando vinieron Pedro y Juan el estado de su corazón se hizo evidente en hiel y amargura, porque quiso comprar el don de Dios con dinero. Volvió atrás. Jesús enseñó en la parábola del sembrador que hay personas que reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan (Lucas 8:13). Son aquellos en quienes la palabra se sembró sobre la piedra. Una de las claves está en el corazón del hombre. Si el corazón es bueno, dará fruto, y permanecerá en la verdad. Ahora bien, en el texto que tenemos para meditar se nos dice que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe. Una parte de los que reciben la palabra acaban sucumbiendo ante la presión de los tiempos adversos. Creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. Y se dice también que esa apostasía viene por oír, de la misma manera que la fe viene por oír la palabra de Dios, también la apostasía viene por oír a espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Por tanto, este tiempo final se identifica por la multiplicación de mensajes engañosos que tienen la fuerza de confundir y apartar de la verdadera fe. Jesús dijo que abría una proliferación de falsos profetas que engañarían a muchos (Mateo 24:11,24). Pablo dice que a la venida del Señor le precede un tiempo de apostasía, así como la manifestación del hombre de pecado, es decir, sin ley (2 Tesalonicenses 2:3,4). Debemos estar alertas sabiendo a quien escuchamos. A la vez el autor de Hebreos nos advierte que, no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; cuya provisión la encontramos en la exhortación mutua: antes exhortaos los unos a los otros cada día… para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado (Hebreos 3:12,13).

         Europa como continente está viviendo tiempos de apostasía. La fe que configuró nuestra identidad es hoy humanismo, laicismo, e incluso islamismo.

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HOMBRES IMPÍOS – Quieren enriquecerse

Porque los que quiere enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición (1 Timoteo 6:9)

En una sociedad materialista el dinero se ha convertido en uno de los ídolos más evidentes. Esta idolatría está camuflada detrás de argumentos de todo tipo en los que cualquier iniciativa parece tener el beneplácito de la sociedad si con su actividad se genera riqueza y puestos de trabajo. No toda ambición es saludable. Como tampoco lo es la falta de motivación que paraliza toda iniciativa emprendedora. Como en todas las cosas la clave está en el corazón. Se nos advierte que sobre toda cosa guarda, guardemos nuestro corazón, porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Y donde tengamos nuestro corazón, allí estará nuestro tesoro (Mateo 6:21). Si nuestro corazón está atrapado en el afán por las riquezas dedicaremos todo nuestro esfuerzo a su consecución, quedando atrapados en lazos y tentaciones que hunden a los hombres, dice nuestro texto, en destrucción y perdición. El deseo de las riquezas atrapará el corazón en codicias necias y engañosas que hunden a los hombres. Pablo dijo a los creyentes que eran ricos que no pusieran el corazón en las riquezas, porque son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Timoteo 6:17). Se puede ser rico y generoso, o pobre y avaro. No hay ninguna garantía de que los pobres sean humildes, ni que los ricos tengan que ser obligatoriamente perversos. Sin embargo, cuando el corazón está atrapado en el amor al dinero se convierte en una raíz de pecado que al codiciarlo algunos se extravían de la fe, y son expuestos a muchos dolores (1 Timoteo 6:10). Por tanto, el deseo de enriquecerse puede convertirse en una piedra de tropiezo insalvable para la vida de fe. Pablo enseña que debemos estar contentos teniendo nuestras necesidades básicas cubiertas. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen. Hay caída en el deseo irrefrenable por las riquezas. Jesús dijo que era muy difícil que un rico entrara en el reino. El joven rico tenía su corazón atrapado en las riquezas que se convirtió en un muro infranqueable para poder seguir el camino del discipulado. Muchos otros, a lo largo de la historia, han hecho el recorrido correcto: dejando las riquezas siguieron al maestro; lo cual no quiere decir que todos deban hacer lo mismo.

         Muchos predicadores han caído en tentación y lazo por el amor a las riquezas y la vanagloria de este mundo. Ven el evangelio como fuente de ganancia y quedan expuestos con muchos dolores.

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HOMBRES IMPÍOS – Corrompidos e incrédulos

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas (Tito 1:15,16)

La carta que Pablo le escribió a Tito tiene un propósito bien definido. Por un lado corregir lo deficiente, por otro establecer ancianos, y al hacerlo, deben ser hombres de buen testimonio, irreprensibles, un modelo para los creyentes y que puedan combatir el engaño que ya estaba extendido entre muchos que predicaban pero no vivían según las enseñanzas recibidas del mismo Señor y el mensaje del apóstol Pablo. Por eso enfatiza la necesidad de las buenas obras de quienes han creído. Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres (3:8). Este fundamento era indispensable porque había muchos contumaces, habladores de vanidades, engañadores que enseñaban por ganancia deshonesta lo que no conviene. A estos había que taparles la boca y no darles ocasión de juzgar con argumentos verdaderos a quienes decían amar la doctrina del evangelio. Acusaban a los creyentes de ser mentirosos, malas bestias y glotones ociosos, y lo peor de todo, este testimonio era verdadero, por tanto, Tito debía reprenderlos duramente para que fueran sanos en la fe. Todo ello nos indica que desde el principio el evangelio se abrió camino en medio de hombres con apariencia de piedad y falsos hermanos. Entre ellos había personas reprobadas, —que no superaban la prueba—, como lo vimos en un capítulo anterior. Ahora el apóstol pone el acento sobre los que están corrompidos y son incrédulos, resisten la verdad y la contaminan, su naturaleza no ha sido regenerada, por tanto, todo lo que hacen lo corrompen. Los puros encuentran la manera de sanar y limpiar lo que hacen y viven, mientras que para las personas corrompidas en su interior cualquier cosa que hagan la contaminan con sus pensamientos y palabras sucias. Solo piensan en lo terrenal. No disciernen las cosas del Espíritu. Sus palabras delatan lo que hay en sus corazones. Tienen la mente y la conciencia corrompida. Una y otra vez se les enseña la verdad, se les corrige con amor y paciencia pero regresan a revolcarse en el cieno. Son verdadero lastre para las congregaciones, por eso el liderazgo, además de ser ejemplar, debe saber gestionarlo correctamente, de lo contrario acabarán contaminando al resto de la congregación como la levadura.

         Los corrompidos e incrédulos no han sido regenerados aunque asistan a las congregaciones, y son un lastre para el avance del reino de Dios.

22

HOMBRES IMPÍOS – Retroceden para perdición

Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:39)

Hay un mensaje central en el anuncio del evangelio que llega a nosotros a través del testimonio de los profetas: el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:4). Lo cual debe recordarnos que el evangelio no es un mensaje que apareció en Galilea, Judea y Samaria al margen de la revelación que se había iniciado en la Ley de Moisés, los profetas y los Salmos. Luego se nos dice que es por la fe en el Hijo de Dios que somos justificados. La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:22-24). Y en la misma carta dice más adelante: Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación (10:8-10). Por tanto, es por fe, no por obras, para que nadie se gloríe. Esa fe, que ha sido dada una vez a los santos, y por la que hay que combatir ardientemente (Judas 1:3), es la fe del evangelio. La fe puede corromperse, contaminarse, mezclarse y hacerla inútil. También se puede abandonar, soltar, y retroceder del camino una vez iniciado. Esta opción está ligada al alma que no es recta, sino que se enorgullece de sí mismo, y abandonando la doctrina sana de la piedad y el evangelio, entra en razonamientos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios, que es por fe. El profeta Habacuc lo explicó así: He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá. Ahora el autor de la carta a los Hebreos recoge el mismo mensaje para decirnos que el justo vivirá por la fe; pero si retrocediere, no agradará al Señor. Además dice que los que retroceden lo hacen para su propia perdición. Abandonar la fe trae consigo la perdición, porque es la fe que ha sido una vez dada a los santos la que nos salva, la medida de fe recibida por gracia. Recordemos que la fe es un don de Dios. No está dependiente de nuestra volatilidad anímica, sino que la fe de Dios es la fe del corazón y está bien enraizada en el alma, consiguiendo una firmeza que no permite el retroceso, sino el avance para la preservación del alma. Fe y alma unidas. Los que retroceden no lo hacen desde la fe del corazón, sino desde una fe del alma que no es recta, según enseña el profeta Habacuc.

         Retroceder para perdición pone de manifiesto que esa fe se sustenta sobre un alma que no es recta, es soberbia, llena de razonamientos altivos.

23

HOMBRES IMPÍOS – Os engañan

Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:26)

No nos engañemos, hay engañadores. Y no solo los hay, sino que el apóstol Juan dice que nos engañan. La actitud básica del creyente es la credulidad, por eso somos vulnerables, creyendo que los demás actúan de la misma forma que lo haríamos nosotros, pero ya hemos comprobado en muchas ocasiones que eso no es así. No debemos creer «alegremente» a todo espíritu. Hay que probar los espíritus si son de Dios. Hay que aprender de los discípulos de Berea, aquellos que examinaban incluso las palabras del apóstol Pablo, para ver si tenían fundamento en la Escritura. Recordemos, hay hombres perversos y malos, impíos, incluso el diablo se disfraza como ángel de luz, por lo que no es distinto para sus ministros, que también se disfracen como mensajeros de justicia y portadores de luz; hay ovejas en medio de lobos. Esto no debe llevarnos a posiciones paranoicas viviendo en una continua búsqueda de falsos maestros, a paz nos ha llamado el Señor, también a estar alertas, velando y orando para no caer en tentación. Los versículos anteriores al que tenemos para nuestra reflexión nos hablan de la realidad de que ya habían surgido muchos anticristos. Juan los identifica claramente como aquellos que negaban la encarnación del Hijo de Dios. En aquel tiempo era el movimiento gnóstico, que negaba la encarnación de Jesús. Hoy predominan, entre otros, el islamismo. Además los identifica por no permanecer en la verdad, ni en comunión con la doctrina de los apóstoles. Y los tranquiliza con el mensaje de que han recibido la unción de Dios para que puedan conocer la verdad de las cosas, la unción que enseña a permanecer en Cristo. Como él mismo Señor dijo: separados de mí, nada podéis hacer. La unión con Cristo es garantía de no ser engañados y arrastrados al error, esa unión se cimenta sobre el sello del Espíritu Santo que Dios ha puesto en sus hijos. Toda la Trinidad actúa en el discípulo para guardarlo y presentarlo delante de su gloria con gran alegría. Sabemos que somos de Dios, y aunque el mundo entero está bajo el maligno, sabemos también que aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca (1 Juan 5:18-20). Vivimos seguros y a la vez en dependencia. Nuestra seguridad está en Jesús, y dependemos de él para no ser engañados. El apóstol escribió su carta para que supiéramos lo que somos y para que estemos alertas sobre los que vienen a engañar, porque no es de todos la fe.

          Aquellos que vienen a engañar manifiestan la naturaleza del padre de la mentira, tuercen las Escrituras y no tienen el Espíritu de Dios.

24

HOMBRES IMPÍOS – Convierten la gracia en libertinaje

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Judas 1:4)

En la carta del apóstol Judas, no el Iscariote, sino el hermano de Jesús, encontramos dos tipos distintos de hombres; ambos comparten destino, unos para salvación y otros de condenación; además forman parte de la misma congregación. Algunas personas se habían infiltrado entre los santos de Dios. Más adelante, dice el apóstol, que eran manchas en sus ágapes, se refiere a las comidas fraternales que celebraban. Se comportaban de manera indigna aunque pasaban por creyentes de la misma iglesia. Aprendieron el lenguaje «bíblico», conocían algunas doctrinas, pero su fe no era sana, porque sus almas no eran rectas, estaban llenos de sí mismos, debatían sobre doctrinas de la gracia y abusaban de ella, convirtiéndola en libertinaje. Creían que la libertad del evangelio permite dar lugar a pasiones carnales, sin freno; justificaban la práctica del pecado con una falsa doctrina del amor de Dios y la gracia de la salvación. Estaban llenos de argumentos altivos que se levantan contra el conocimiento verdadero de Dios. Eran osados, atrevidos y contumaces cuando se les corregía. La soberbia que les dominaba ponía de manifiesto que eran hijos de perdición, aunque banqueteaban y se movían entre los hijos de Dios como personas extrovertidas y dispuestas a competir por los puestos en la iglesia como si fueran asalariados de una empresa multinacional. Justificaban su vida licenciosa y pecaminosa con un supuesto conocimiento bíblico que tuerce la doctrina de la piedad, para ajustarla a sus demandas libertinas. Confundían la libertad gloriosa de los hijos de Dios con el libertinaje que pretende llenarse de gracia abundando en el pecado. Pablo dijo: En ninguna manera (Romanos 6:1,2). Tenemos hoy tantas manifestaciones falsas de libertad en algunos cultos que no son sino un entretenimiento vacuo que distorsiona la gracia de Dios. Existen tantas proclamaciones extralimitadas que solo exponen la vaciedad de un espíritu sin renovar. Lo paradójico es que en algunos casos estas personas dejan boquiabiertos a muchos creyentes viendo su desparpajo y osadía que pretenden imitar como verdaderos ejemplos de libertad en el Espíritu. En muchos casos no es más que una falsa libertad disfrazada de la negación de Dios y su verdadera gracia.

         Algunos hombres impíos que han entrado en las congregaciones convierten en libertinaje la gracia de Dios manifestando su condenación.

25

HOMBRES IMPÍOS – Sensuales que no tienen al Espíritu

Éstos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu (Judas 1:19)

Sigue hablando el apóstol de las mismas personas encubiertas que se han infiltrado en las congregaciones. Ahora nos da otra de las expresiones que los delata: su mente atrapada en la sensualidad. No se refiere solo al ámbito sexual, sino a los sentidos naturales, el predominio de lo natural, físico y racional como forma predominante en su manera de vivir y actuar. No manifiestan vida espiritual, sino un énfasis desmedido en aquello que se puede ver y tocar. Exactamente lo contrario de la verdadera vida cristiana, que es por fe. Pablo dice: porque por fe andamos, no por vista (2 Corintios 5:7). Y en un texto anterior expresa: no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18). Como está escrito: los que son de la carne [sensuales] piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz (Romanos 8:5,6). El justo vive por fe, y una vez que hemos creído, somos sellados con el Espíritu Santo. Entonces, la vida cristiana necesita el Espíritu de Dios, si no tenemos el Espíritu Santo no somos de Dios. Necesitamos nacer del Espíritu para poder comprender las cosas del Espíritu (1 Corintios 2:14), de lo contrario no podremos discernir el mundo espiritual, estaremos atados al ámbito natural, carnal y sensual en un círculo vicioso que nos encadena al materialismo exacerbado de nuestros días; esa cadena se rompe por la ley del Espíritu de vida en Cristo, que nos libra del pecado y de la muerte. Es lo que llamamos nuevo nacimiento. La regeneración. Sin ella podemos tener una religión de cualquier tipo, incluso pertenecer activamente a una congregación, (como ocurría con una parte de los destinatarios de la carta de Judas), y sin embargo, vivir como sensuales, sin una mente renovada, sin un espíritu nuevo. Cuando este tipo de personas son mayoría en una congregación, (incluso pueden formar parte de su equipo directivo), tenemos un sucedáneo de iglesia que nada tiene que ver con la revelación de Dios en su palabra. Podemos tener el nombre de que vivimos, es decir, que tenemos vida espiritual, (como la iglesia de Laodicea), y a la vez ser unos desventurados, miserables, pobres ciegos y desnudos (Apocalipsis 3:17). Ese tipo de vida en las congregaciones causa divisiones.

Siempre habrá división en una congregación entre los sensuales, que no tienen el Espíritu, y aquellos que viven guiados por el Espíritu de Dios.

26

HOMBRES IMPÍOS – Falsos apóstoles                          

Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Corintios 11:13)

En la parábola del sembrador el Maestro dejó claro que una vez se siembra la buena semilla de la palabra, de noche, mientras dormían, viene su enemigo y sembra cizaña. El sembrador era bueno y sembró una misma semilla en la tierra aunque obtuvo cuatro distintas cosechas por los cuatro distintos terrenos de tierra. El caso que nos presenta el apóstol Pablo en el contexto del capítulo que tenemos para meditar es de falsos apóstoles o sembradores, obreros fraudulentos, son hombres y mujeres con un determinado carácter que Pablo identifica como falsos, que defraudan y se disfrazan. Personas que predicaban otro Jesús, otro espíritu y otro evangelio. El apóstol se daba cuenta que estos apóstoles fascinaban y hechizaban a muchas personas extraviando sus sentidos de la sincera fidelidad a Cristo. Se acordaba de cómo la serpiente había engañado con su astucia a Eva, de la misma manera muchos de los corintios que habían recibido el evangelio predicado por Pablo pudieran ser extraviados y perturbados mediante un falso Jesús, un falso espíritu y un falso evangelio. Eran personas carismáticas y persuasivas. Ejercían una atracción, en algunos casos irresistible, mediante una personalidad impresionante que los cautivaba, habladores de vanidades que dicen a los hombres lo que sus sentidos naturales están dispuestos a aceptar sin resistencia. Por ello, pronto agrupaban a su alrededor un buen número de personas que se hacían incondicionales de su carisma estando dispuestos a seguirlos sin discernimiento alguno, ya se encargarían estos falsos líderes de enseñar que no debían ser puestos en duda porque eso supondría oponerse a los supuestos ungidos de Dios; tampoco podían ser juzgados porque esa actitud les acarrearía el juicio de Dios. En una palabra, quedaban hechizados bajo un dominio que los había fascinado y torcido sus sentidos, es decir, confundidos los sentidos espirituales con el alma humana, mezclando la sensualidad con un lenguaje aparentemente espiritual o bíblico, y a partir de ahí quedando subyugados hasta el extravío final. Nuestros días están llenos de estos obreros fraudulentos. Son un fraude al evangelio, a ellos mismos, y a la iglesia del Señor. Son falsos apóstoles y así hay que denunciarlo. Pablo lo hizo. De la misma manera que el diablo se disfrazó de ángel de luz, estos se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. La iglesia de nuestros días necesita madurar para poder discernir, —por sus frutos—, las falsas apariencias de piedad.

         No seamos ingenuos, hay falsos apóstoles a los cuales no debemos someternos sino desenmascarar su disfraz fraudulento.

27

HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (1)                       

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina (2 Pedro 2:1)

Jesús dijo a los suyos: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16). Y en otra ocasión: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Y añadió: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15,16). El problema que tenemos hoy es que esta misma palabra la conoce el diablo y la usan de la misma manera aquellos que son falsos maestros citándola sobre quienes los contradicen. Tenemos que unos a otros se echan las mismas palabras con la consiguiente confusión sobre las personas. Sin embargo, llega la hora cuando las obras de cada uno se hacen evidentes, algunos las manifiestan pronto, a otros se tarda más en desenmascarar, pero finalmente las obras de cada uno se revelan quedando expuestos. Estos procesos son dolorosos, porque durante un tiempo a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno malo. Se tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas. Se establecen dominios de tinieblas que predominan por un tiempo, como en el caso de Jerusalén ante la muerte de Jesús (Lucas 22:53), hasta que las tinieblas van pasando y la luz verdadera alumbra (1 Juan 2:8). El apóstol Pedro nos presenta en su segunda carta la obra de estos falsos maestros. Los relaciona con los antiguos profetas falsos de los días de Jeremías. Entiende que hay hombres impíos disfrazados de maestros que introducen herejías destructoras de la vida espiritual. Cuando ocurre esto la firmeza de la fe se diluye disolviendo su consistencia, dando lugar a tiempos de gran confusión que apagan la luz del evangelio. Ha ocurrido en diversos periodos de la historia de la iglesia. La impiedad de estos hombres se manifiesta también en negar el rescate de la redención levantando un edificio espurio alrededor de sus propias personalidades con argumentos altivos. La consecuencia es que atraen sobre sí mismos, —y sobre muchos otros—, destrucción repentina. Pablo dijo que estos hombres se levantan entre el mismo liderazgo de la iglesia como lobos rapaces que no perdonan al rebaño, arrastrando tras de sí a los discípulos (Hechos 20:29-32). Los hombres de Dios deben saber que caminan entre lobos despiadados que no perdonarán al rebaño cuya naturaleza se alimenta del mismo infierno.

         No es oro todo lo que reluce en las iglesias. Necesitamos supervisores de la grey de Dios para no ser arrastrados por líderes impíos y heréticos.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (2)                       

Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme (2 Pedro 2:2,3)

Algunos irresponsables y cobardes dentro de las congregaciones pretenden que este tema es negativo y, por tanto, no se debe abordar con la crudeza que requiere. Se ha instalado una especie de permisividad donde parece que todo vale. El combate por la verdad se ha abandonado. Combatir unánimes por la fe del evangelio está en desuso. Nos hemos dejado contaminar del «buenísmo» mundano y falso que evita la confrontación bajo el lema de la rendición. Craso error. La Escritura no evita este espinoso tema de la falsedad de muchos maestros. Es lo suficientemente importante para que los apóstoles, todos los apóstoles, nos advirtieran de sus peligros. El apóstol Pedro nos dice aquí que muchos seguirán sus disoluciones. Influidos por su manera de vivir y enseñanza disipada el camino de la verdad será blasfemado, harán burla de las verdades eternas, y las perlas del reino vienen a ser pisoteadas ante el desinterés por defenderlas. Ignorar el problema no lo soluciona. Mirar para otro lado pretendiendo que no debemos juzgar manifiesta la dejadez que nos ha invadido. No era esa la actitud de los apóstoles. Pablo tuvo que encarar incluso al mismo Pedro en cierta ocasión, ante la mezcla del evangelio con elementos judaicos que se alejaban de la libertad del Espíritu. La libertad hay que conseguirla, y una vez obtenida hay que mantenerla frente a los múltiples sistemas religiosos que siempre pretenden amortajarla para dejar una estela de muerte espiritual a su paso. La carta a los gálatas da cuenta de la importancia que el apóstol de los gentiles daba a la defensa del evangelio y la libertad que se desprende de él. Hay quienes están haciendo mercadería con el evangelio de forma vergonzosa, compran las almas de los hombres con palabrerías infladas que hunden a las multitudes en confusión y perdición. Les prometen libertad y ellos mismos son esclavos del pecado. Pecado que se manifiesta en lo que hay en el mundo: los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. (1 de Juan 2:16). Alejan a sus víctimas de la cruz de Cristo sustituyéndola con mensajes antropocéntricos, centrados en el hombre y sus deleites temporales. El evangelio de Dios es la verdad de Dios. El apóstol Pedro certifica la condenación y perdición sobre este tipo de falsos maestros.

         Los falsos maestros atraen multitudes a sus disoluciones. Venden un mensaje atractivo a la carne pero destructivo para el alma humana

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (3)                       

Pero estos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Esto son inmundicias y manchas, quienes aún mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores (2 Pedro 2:12,13)

El lenguaje del apóstol Pedro en su carta sobre los falsos maestros es de alto voltaje. Gran parte de nuestra falsa sensibilidad actual nos hace inútiles para asimilar correctamente la importancia que tiene la falsedad de estos hombres que habitan y se congregan entre nosotros. Algunos levantan sus propias iglesias, incluso pequeños imperios alrededor de su personalidad cautivadora, arrastrando a multitudes al error. El peor error de todos es aquel que nos convence de estar en lo cierto. Lo nocivo de estas personas está, no en que se pierdan ellos, sino en las multitudes que arrastran a la perdición. El juicio del Señor sobre ellos es dramático. Pero estos falsos maestros se deleitan en vivir bien usando mal la doctrina de la piedad, creyendo que la piedad es motivo de ganancia deshonesta. No entienden lo que hablan pero lo hacen como si fuera la última revelación, la más impactante y atrevida. La osadía que manifiestan seduce a los ingenuos, confunde a los de limpio corazón y paraliza a quienes no quieren frenar lo que ellos llaman «la obra de Dios». De Simón el mago también decían que manifestaba el gran poder de Dios. Esas manifestaciones habían hechizado a las multitudes hasta que llegó Felipe con el evangelio libertador. Muchos falsos maestros están interesados en vivir en deleites cada día. Su dios es su vientre, solo piensan en lo terrenal. Predican el goce terrenal como si fuera la meta más elevada del hombre. Anuncian felicidad como si fuera El Dorado. Han orientado las mentes hacia una sabiduría terrenal, animal y diabólica (Santiago 3:15,16). Hay otros que con una vida austera, anacoreta, de ermitaño, pueden engañar de la misma forma. Su deleite no son las cosas materiales sino una mente inflada de disciplina corporal que emana de la misma fuente de engaño, soberbia y falsedad. Somos seres tripartitos, el Señor suple todas nuestras necesidades, las ha creado para que las disfrutemos, pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador (Filipenses 3:20,21). Esperamos la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10) y no los sistemas religiosos, políticos o económicos de este mundo a semejanza de la ciudad babilónica.

         La falsedad es muy atractiva al hombre natural y carnal, tiene  un mensaje deleitoso que seduce y subyuga pero culmina en perdición eterna.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (4)                       

Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición (2 Pedro 2:14)

Los falsos maestros no solamente enseñan herejías, también seducen con su forma de vivir. La maldad puede estar disfrazada detrás de una vida atractiva, buenos modales, gran cultura, educación exquisita, pero ocultar una personalidad lasciva, poseída por el sexo y la adicción a la pornografía. Sus ojos están llenos de adulterio. Tienen sus esposas pero se recrean con imágenes de otras mujeres. Son esclavos del pecado. A la misma vez pueden ejercer una seducción altamente cautivadora que los hace la envidia de muchas personas. Persuaden con argumentos manipuladores para engañar a los ingenuos e inconstantes en la verdad. Sus corazones están habituados a la codicia. La personalidad que emana de ellos proviene de una naturaleza corrompida, sin regenerar, pero con una sutileza infernal se convierten en modelos a seguir. La retórica de sus argumentos neutraliza el juicio de personas respetables. Muchos reconocen su maldad, pero el talento que despliegan es tan manifiesto que justifican su forma de vida con una benevolencia insoportable. El apóstol que escribe de estos falsos maestros concluye: son hijos de maldición. Nuestra sociedad ha elaborado un sistema inmunológico para justificar el pecado bajo una falsa tolerancia de respeto a todas las opiniones, así como no entrar a valorar la vida privada de las personas. Bajo ese escudo protector se esconden verdaderas alimañas del mal, hombres perversos y malos que hunden las sociedades en la decadencia más absoluta. Buena parte de la nuestra tiene estos síntomas. A los ojos de un Dios santo y justo estos comportamientos no pasan desapercibidos. El Señor no perdonó a los ángeles que pecaron; tampoco perdonó a las ciudades de Sodoma y Gomorra. Sí libró al justo Lot que vivía en medio de ellos afligiendo su alma justa cada día viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos (2 Pedro 2:6-8). Cuando perdemos la capacidad de discernir los hechos inicuos que se suceden ante nuestros ojos y acabamos asumiendo la normalidad de semejantes comportamientos hemos dado el paso definitivo a la decadencia que precede al juicio. Hay enfermedades que pueden incubarse durante mucho tiempo hasta que una vez afloran es demasiado tarde para neutralizarlas. La palabra de Dios nos advierte, como medicina preventiva, para que podamos ver y denunciar los hechos inicuos de los hijos del mal.

         El corazón de un falso maestro puede esconder toda una diversidad de malignidades que arrastren a muchos hasta el punto de no retorno.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (5)                       

Éstos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error (2 Pedro 2:17,18)

Pedro los identifica. Apunta con su pluma a este tipo de personas. Los coloca en el centro de su mensaje en esta carta. Conoce el daño que hacen, y mucho peor, sabe el peligro que corren aquellos que han escapado de las contaminaciones del mundo y pueden volver a ser vencidos enredándose en el error para que su estado postrero venga a ser peor que al principio. Trabajo en vano. Tiempo perdido. El evangelio sufre pérdida y credibilidad. Los hermanos quedan a merced del desánimo y la decepción. Porque no olvidemos que estos falsos maestros son enseñadores, están llenos de palabras infladas y pomposas que durante un tiempo han enajenado las mentes de muchos hermanos con sus concupiscencias y disoluciones. Han inflado de expectativas falsas a jóvenes discípulos que han creído su mensaje sin examinarlo. Son especialmente aquellas personas de las que habla Jesús en la parábola del sembrador. Muchos han recibido la palabra en medio de espinos y abrojos, las piedras han impedido su crecimiento, y la que cayó junto al camino ha sido robada de sus corazones. Creen por algún tiempo, pero en la hora de la prueba abandonan. La prueba puede ser el mal ejemplo de estos falsos maestros que han confundido con verdaderos ministros del evangelio. Han sido defraudados y regresan a su vieja vida para obtener un estado peor que al principio de haber oído el mensaje de redención. Existe hoy una gran «diáspora» de personas que un día recibieron el evangelio y ahora están extraviados y dispersos por los falsos pastores que se han apacentado a sí mismos. Muchos se han endurecido y no quieren volver a oír hablar del reino de Dios. Piensan que todo está corrompido y no pueden confiar en nadie. La amargura ha invadido sus corazones y caminan dejados de sí mismos, o entregados a los vicios que un día abandonaron. Santiago dice: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados (Stg. 5:19,20). Pero para aquellos que han propiciado el daño se escribió que les está reservada la más densa oscuridad. Hijos de condenación.

         Podemos ser engañados un tiempo por falsos maestros, pero también podemos regresar a la verdad arrepentidos recuperando la senda donde la abandonamos.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (1)                            

En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía (Lucas 12:1)

La impiedad y la hipocresía son sinónimos en la Escritura. El juicio sobre los hipócritas es muy duro en la enseñanza bíblica, aunque a nosotros nos parezca hoy que solamente tiene que ver con doblez de corazón, algo de lo que la mayoría participa siendo habitual y aceptable en nuestra sociedad. La palabra proviene del griego hupokrisis, que originalmente significa dar una respuesta. En la concepción griega se trata de un intérprete de sueños, un orador, un recitador de poesía o un actor. Tiene la connotación negativa de simulación, duplicidad o falsedad. En la Biblia predomina el sentido negativo del término. En las versiones tradicionales del Antiguo Testamento usaban «hipócrita» en pasajes donde las traducciones posteriores dicen «impío» o «falso» (Job 8:13; 15:34,35; 17:8; Isaías 9:17; 33:14). La palabra hebrea que a menudo se traduce por hipócrita se refiere a contaminación o corrupción. En el Nuevo Testamento se destaca la hipocresía en el sentido más limitado de representar un papel. Jesús llama hipócritas a los fariseos por la contradicción que había entre sus acciones externas y las actitudes internas. Los líderes religiosos no practicaban lo que predicaban. En varias ocasiones los escritores nuevo testamentarios señalan que la sinceridad (sin hipocresía) debía ser una característica de los cristianos (Romanos 12:9). La fe no fingida (1 Timoteo 1:5) (2 Timoteo 1:5). También la sabiduría de lo alto es sin incertidumbre ni hipocresía (Santiago 3:17). Veremos en las próximas meditaciones algunos de los pasajes en los que aparece la hipocresía como una actitud reprobable y que recibe el juicio del Maestro de forma contundente. La hipocresía viene a ser sinónimo de maldad e impiedad. El siervo malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 24:48-51). En este texto encontramos la hipocresía unida a la condenación eterna, por tanto, estamos hablando de algo muy serio. En nuestro pasaje la hipocresía está unida con la levadura de falsas enseñanzas farisaicas que contaminan a muchos. Le ocurrió al mismo apóstol Pedro y tuvo que ser reprendido por Pablo (Gálatas 2:13).

         La hipocresía es contagiosa. Puede infectarnos momentáneamente como un virus, pero una naturaleza hipócrita conduce a la condenación de los impíos.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (2)                            

Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas… Y cuando ores, no seas como los hipócritas… Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas (Mateo 6:2,5,16)

La hipocresía es una planta que crece en todos los terrenos de la vida en sociedad, pero hay uno donde tiene un abono especial que la hace multiplicarse como una gran cosecha, es en el ámbito religioso. Paradójicamente los sistemas religiosos son los que más se prestan a que haya actitudes hipócritas que al ponerse de manifiesto vienen a ser piedra de tropiezo para muchos. Y dentro del ámbito religioso Jesús señala tres de ellos: la ofrenda, la oración y el ayuno. Todas ellas disciplinas necesarias en la vida de cualquier cristiano. A la vez, son terrenos donde puede crecer la planta de la hipocresía de forma lamentable. Cuando la vida cristiana se vuelve una competencia por las apariencias externas para mostrar nuestra espiritualidad y búsqueda de la recompensa humana hemos entrado de lleno en el terreno del legalismo religioso que a tantos defrauda, contaminando la verdadera espiritualidad. Jesús enseña que nuestras ofrendas deben ser sin sonido de trompeta, es decir, que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Hay ocasiones en las que es imposible evitar que otros conozcan nuestra entrega económica, pero la práctica habitual debe ser la discreción, mirando a Dios y no a los hombres. La vida de oración, dice Jesús, no debe ser una manifestación pública para impresionar a otros con nuestra aparente devoción. El fariseo de la parábola oraba consigo mismo. La repetición mecánica, sin vida, sin fe, por rutina religiosa, sin pasión y sin un corazón rendido a la voluntad de Dios es como metal que resuena y címbalo que retiñe. El Maestro enseña que cuando oremos entremos en nuestro aposento y oremos a nuestro Padre que está en secreto, y nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público. Por su parte el ayuno debe ser sin mudar nuestro rostro, para no mostrar a los hombres que ayunamos. No es una disciplina externa para impresionar; o el duro trato del cuerpo que no tiene valor alguno contra los apetitos de la carne (Colosenses 2:23), olvidándonos de la justicia, la misericordia y la humildad; sino mostrándolo a nuestro Padre que está en los cielos. La semilla del legalismo y el dogmatismo puede crecer solapadamente en nuestra mente hinchada de vanidad si damos lugar a la hipocresía. Luego pretenderemos enseñarla a otros, haciendo comparaciones, para caer rápidamente en la levadura o doctrina de los fariseos (Mateo 16:12). Jesús nos ha enseñado a guardarnos de esa levadura (Mateo 16:6).

         El mundo religioso es muy propicio para que anide la hipocresía. La vida cristiana normal vive muy lejos de ella.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (3)                            

Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas                (Lucas 12:1-3)

La hipocresía es representar un papel que no se corresponde con la verdad de lo que somos. Es vivir enmascarado. Es un fraude. Un engaño a nosotros mismos y a los demás. Un desequilibrio entre el interior y el exterior, la realidad y la fantasía. Jesús advierte a los suyos de este peligro: guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía. Esta levadura se extiende a otros. Afectó al mismo apóstol Pedro y arrastró a otros judíos, incluyendo al bueno de Bernabé (Gálatas 2:11-14). Por su parte el apóstol Pablo tuvo la valentía de enfrentarse a ella por amor a la verdad del evangelio, y lo hizo desenmascarándola con firmeza. Como hemos dicho, este enemigo de la vida cristiana se reproduce especialmente en el terreno religioso. Da a luz el legalismo y dogmatismo que rápidamente se propaga para producir un fruto nocivo para el crecimiento de la vida espiritual. Observa que Jesús dijo que la levadura de los fariseos es la hipocresía y se manifestaba en sus enseñanzas (Mateo 16:12). Sabemos que la nota predominante de esta forma de doctrina era el legalismo. Incluso cambiaron la palabra de Dios por tradiciones de hombres. Una vez que se levanta el edificio legalista es fácil confundir la dureza del corazón con la espiritualidad para acabar imponiendo cargas a otros que nosotros mismos no estamos dispuestos a levantar. Jesús fue especialmente duro con este comportamiento. Advirtió a sus discípulos del peligro que supone caer en ella. Los fariseos de la época de Jesús eran los que más se acercaban a su enseñanza, y a la vez vivían tan lejos de ella. Tenían la doctrina correcta en muchos casos, pero la dureza de sus corazones legalistas los hizo caer en un comportamiento hipócrita que el Maestro combatió con dureza. Podemos ser muy ortodoxos en la doctrina y a la vez vivir muy alejados del Espíritu de Dios. Paradójicamente la dureza que produce el legalismo se opone a la verdad del evangelio. Dijeron de Jesús sus propios adversarios: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. En Jesús tenemos la respuesta adecuada a la hipocresía.

         Seguir el ejemplo del Maestro nos librará de caer en la levadura de los fariseos y su enseñanza dominada por la hipocresía.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (4)                            

Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad                (Lucas 11:39)

Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo. Estando allí, pronto afloraron las costumbres de cada uno. El fariseo se extrañó que Jesús no se hubiese lavado las manos antes de comer. El Maestro percibió la actitud y los pensamientos de su anfitrión, y sin dar lugar a una falsa educación que evita siempre la confrontación, expuso decididamente el conflicto de unos hábitos elevados a la categoría de doctrina: Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Esta aparente agresividad tuvo que coger por sorpresa a su anfitrión; y sin darle ocasión a la respuesta amplió su mensaje con varios lamentos en forma de ayes que golpearon a todos los asistentes a la comida. No fue un simple comentario mordaz. Fue una acusación en toda regla. No dio lugar a escaparse con argumentos que justificaran semejante actitud hipócrita, sino que decididamente comparó el comportamiento de los fariseos con la rapacidad, (o robo, dice la versión de las Américas), y maldad. Esto pone de manifiesto que se puede ser un estricto religioso, legalista y dogmático, y a la misma vez un ladrón teniendo la maldad anidando en el corazón. Podemos defender posturas legalistas con una supuesta base bíblica y a la vez vivir tan lejos de la verdad libertadora del evangelio. El fariseo quedó mudo y fue un intérprete de la ley el que reaccionó a las palabras de Jesús tildándolas de afrenta (Lucas 11:45). Pero el Maestro no se arredró, sino que dirigiéndose ahora a su nuevo interlocutor expuso uno de sus comportamientos igualmente censurable: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis (Lucas 11:46). ¡Qué fácil es para el sistema religioso imponer cargas a otros! Atar a los hombres a doctrinas humanas elevadas a voluntad de Dios. El islam radical es una prueba perversa de lo que significa humillar a la mujer hasta convertirla en poco más que una esclava sexual. Obligar, imponer, someter con violencia o amenazas nunca ha formado parte del evangelio liberador de Jesús. Torcer las Escrituras para ejercer dominio sobre nuestros semejantes siempre tendrá al Señor enfrente de nosotros. Él lo llama rapacidad y maldad. Nuestra sociedad ha elaborado todo un entramado de eufemismos para esconder el verdadero estado corrupto de su corazón con apariencia de piedad.

         La hipocresía puede derivar en robo y maldad cuando la mayor preocupación de los maestros sea imponer legalismo y cargas.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (5)                            

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima de ellos no lo saben (Lucas 11:44)

Nos guste o no, seamos conscientes o vivamos ignorándolo, nuestras vidas repercuten en otras personas. En ocasiones mucho más de lo que llegamos a comprender. Abrimos o cerramos oportunidades para los demás. Somos de bendición o maldición para la sociedad en la que vivimos. Una nación está compuesta de múltiples personas con buenos y malos ejemplos. Si además ocupamos puestos de liderazgo de cualquier tipo las vidas de otras personas estarán ligadas en cierta medida a nuestro comportamiento. Por eso, el egoísmo que solo piensa en sí mismo, creyendo erróneamente que podemos vivir sin afectar a otros, no es más que una triste ignorancia que a veces conduce a verdaderos dramas. El presidente de una nación tiene una responsabilidad especial, y sus obras, las leyes que aprueban los parlamentos, tienen repercusión en millones de personas. Por ello se nos insta a orar por las autoridades de manera decidida. Si el hogar tiene un padre ausente los hijos crecerán desprotegidos. Si la madre no actúa como tal la vida familiar sufrirá pérdida. Si los pastores de las iglesias piensan que pueden vivir como quieran y luego subirse al púlpito para exhortar a la grey como si no tuvieran responsabilidad en el crecimiento de cada hermano están siendo como aquellos fariseos que eran sepulcros blanqueados. Es decir, por fuera una capa de pintura para tapar la muerte que llevan dentro. Somos transmisores de vida o muerte, y generalmente la transmitimos a través de nuestras palabras. La muerte y la vida están en poder de la lengua (Proverbios 18:21). La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Santiago 3:6). Los fariseos del tiempo de Jesús transmitían muerte y contaminación al pueblo con sus enseñanzas. La hipocresía de sus vidas escondía la muerte que anidaba en sus corazones. Esa muerte, escondida detrás de una apariencia de piedad, contaminaba a muchos. Recordemos que en la ley judía pasar por encima de un sepulcro contaminaba a las personas. Si el sepulcro no se veía era fácil contaminarse y vivir corrompido creyendo estar limpio (Lucas 11:44). Hay enseñanzas «bíblicas» que pueden esconder muerte y contaminación para muchos si no discernimos correctamente separando lo precioso de lo vil. Jesús lo denunció con firmeza.

         Cuando escondemos una vida de hipocresía podemos estar contagiando a otros detrás de una fachada de piedad contaminante.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (6)                            

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros (Mateo 23:15)

Podemos reproducirnos en otros para vida o para muerte. Una vez más vemos que la enseñanza de Jesús pone énfasis en la responsabilidad que contraemos con los demás mediante nuestras acciones u omisiones. Todos somos herederos de una vana manera de vivir que hemos heredado de nuestros padres y la sociedad en la que hemos crecido. Luego podemos cambiar ese rumbo mediante la redención que hay en Cristo Jesús. Porque Jesús ha venido a enderezar lo torcido. Juan el Bautista vino para allanar el camino del Señor en nuestras vidas mediante un bautismo de arrepentimiento. Por tanto, llega el momento cuando somos responsables de nuestras propias decisiones. Hay un tiempo para ser llevados por ayos-pedagogos, ese fue el propósito de la ley (Gálatas 4:1-7). Pero en Cristo ya no somos esclavos de la naturaleza pecaminosa heredada de los padres, sino que somos hijos de Dios, con una nueva naturaleza para glorificar a nuestro Padre que está en los cielos. Ahora bien, hay influencias que pueden determinar nuestro destino. Existen experiencias que pueden marcar nuestras vidas para siempre. Esa era una de las actitudes que el Maestro reprochó con dureza a los fariseos. Recorrían tierra y mar para hacer un prosélito, y una vez conseguido lo hacían dos veces más hijo del infierno que ellos mismos. Increíble. Todo un esfuerzo monumental que acaba atando a una persona al mismo infierno. Piensa. Podemos desplegar un activismo evangelístico que esconda un poder hechicero de tal forma que lleve a multitudes al abismo. Hay líderes de sectas que trabajan más duro que cualquier pastor del evangelio para conducir a masas ingentes hasta las mismas entrañas del averno. Observa lo que dice Jesús: «lo hacéis». Líderes y maestros falsos que atan a las personas a sí mismos de tal forma que sus vidas quedan ligadas a ellos en una carrera al precipicio. Debemos recordar siempre que nuestra influencia en otros no debe ser motivo de hechicería (creando lazos y ataduras) sino de liberación. No pertenecemos al hombre. Los hijos de Dios han sido comprados por precio para no hacerse esclavos de los hombres, tampoco del pastor de la iglesia. Hay un tiempo para guiar, llevar, conducir, y siempre ser modelo para que otros alcancen la madurez en Cristo, dependiendo de él y no de un líder carismático (Efesios 4:11-16).

         El carisma de un líder no es para atar a las personas a sí mismo, sino para llevarlas a la madurez en Cristo cumpliendo su voluntad.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (7)                            

¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno (Mateo 23:33)

Cuando llegamos al capítulo veintitrés del evangelio de Mateo nos encontramos con el discurso más duro que Jesús realizó a lo largo de su ministerio. La hipocresía de quienes representaban el legalismo religioso más estricto de la época atrajo las críticas más feroces del Maestro. En su origen fueron «los separados», significado de fariseos. Surgió como respuesta a la asimilación helenista, pero derivó paulatinamente en un legalismo exacerbado que debe hacernos reflexionar. En nuestro texto se les llama generación de víboras, sin escapatoria de la condenación del infierno. Antes el Maestro había denunciado su actitud por no entrar en el reino e impedir que otros lo hicieran (Mateo 23:13). Se habían convertido en piedra de tropiezo. Devoraban las casas de las viudas y como pretexto hacían largas oraciones (Mateo 23:14,15). Diezmaban la menta, el eneldo, y el comino, pero abandonaban lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23:23). Su ceguera les llevaba a colar el mosquito y tragarse el camello (Mateo 23:24), poniendo el énfasis en lo intrascendente olvidando los aspectos relevantes de la ley de Dios, que en palabras del profeta Miqueas significaba: hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante Dios (Miqueas 6:8). Ponían su atención en el cumplimiento detallado de los aspectos externos de la ley como limpiar el exterior del vaso y el plato pero por dentro estaban llenos de robo e injusticia (Mateo 23:25). Se olvidaban que la contaminación no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella, porque sale del corazón: malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias; esas cosas son lo que verdaderamente contamina al hombre (Mateo 15:17-20). Jesús también los llamó sepulcros blanqueados, por fuera se mostraban hermosos, pero por dentro están llenos de inmundicia y huesos de muertos (Mateo 23:27). Exteriormente aparecían como justos delante de los hombres pero por dentro estaban llenos de hipocresía e iniquidad (Mateo 23:28). Según la afirmación de Jesús, que conoce el corazón de los hombres, tenían muy difícil escapar de la condenación del infierno (Mateo 23:33). Estas palabras son una grave advertencia para todos nosotros. Caer en el legalismo religioso puede ser muy fácil si en nuestro corazón hemos anidado la hipocresía. Por eso, sobre toda cosa guardada, guarda el corazón, porque de él mana la vida (Proverbios 4:23).

         La hipocresía constituye un verdadero enemigo de la vida espiritual que libera el legalismo y la dureza del corazón que conduce a la condenación.

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Los impíos (XXXIX) – Regreso a Sinar                         

Ésta es la iniquidad de ellos en toda la tierra. Y he aquí, levantaron la tapa de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. Y él dijo: Ésta es la Maldad; y la echó dentro del efa… Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa? Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base (Zacarías 5:5-11)

Esta visión del profeta Zacarías nos muestra el destino final de la Maldad. La Escritura comienza con la entrada del pecado en el mundo a través de un hombre, y por el pecado la muerte. Ese pecado se desarrolla a lo largo del contenido bíblico hasta el momento cuando es quitado en un solo día (Zac.3:9). Ese día fue el de la redención llevada a cabo por el Mesías en la cruz del calvario. La sangre de Jesús derramada para la remisión de los pecados. Esta es la buena nueva del evangelio. En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Ef.1:7). El pecado es perdonado mediante la obra redentora del Salvador del mundo, pero su efecto sigue operando sobre el cuerpo pecaminoso y carnal, sujeto a la muerte, hasta el día de la redención final; cuando el postrer enemigo, la muerte, sea derrotado. Y como el aguijón de la muerte es el pecado (1 Co.15:56), tiene que haber un día cuando el pecado (maldad) es quitado de la tierra dando lugar al día postrero, el siglo venidero. Bien. Ese momento es el que vio el profeta Zacarías. Vio como la Maldad era echada dentro de un efa (recipiente de 35 litros); sobre ella una mujer sentada (que recuerda a la mujer voluptuosa de Apocalipsis que representa a Babilonia). Dos mujeres alzaron el efa entre la tierra y los cielos. El profeta preguntó donde llevaban el efa, la respuesta fue que a una casa edificada en la tierra de Sinar. Recordemos que fue en Sinar donde los hombres se juntaron bajo el liderazgo de Nimrod, edificaron una ciudad y una torre en oposición a Dios, y de allí se extendió el paganismo y la idolatría a todas las naciones. Hemos hecho en esta serie un recorrido muy amplio de esa influencia. Fue en ese mismo lugar (Edén-Oriente-Babilonia) donde se originó la rebelión del hombre. La Maldad ha recorrido todas las naciones. Ha producido muerte y destrucción a su paso. También ha llegado a todas las naciones el mensaje libertador de la Maldad: el evangelio de Jesucristo. La Maldad regresa a su lugar de origen: la llanura de Sinar. Parece que el pecado ha culminado su recorrido, una nueva era comienza.

         La maldad que anida en el corazón del hombre tiene un recorrido: desde Edén hasta la llanura de Sinar, dejando a su paso muerte y destrucción, que ha sido vencida en la cruz del Calvario.

 

PDF – Tiempos finales (Completo)

Tiempos finales revisadaHola a todos.

Adjunto el tema completo

TIEMPOS FINALES.

Son 80 meditaciones distribuidas de la siguiente manera.

Índice:

  • Tiempos difíciles (25 meditaciones)
  • Dolores de parto (5)
  • Aumento de la maldad (5)
  • El carácter de los hombres (3)
  • La restauración de Israel (3)
  • El resurgimiento del islam (5)
  • Apostasía de la fe (9)
  • Engaño masivo (9)
  • Derramamientos del Espíritu (16)

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TIEMPOS FINALES – Introducción

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles (peligrosos) (2 Timoteo 3:1 LBLA).

         Cuando hablamos de las señales de los últimos tiempos generalmente ponemos el acento en pasajes donde se mencionan catástrofes, guerras, hambres, terremotos y otros sucesos devastadores. Pocas veces lo hacemos pensando en el carácter de los hombres. Las Escrituras nos muestran con toda claridad la responsabilidad del hombre en los acontecimientos de la tierra. Existe una relación innegable entre las formas de vida del ser humano a lo largo de la historia y sus efectos sobre el mismo hombre y el resto del mundo. Desde el principio vemos en la Biblia cómo el carácter de los hombres ejerce su influencia sobre la creación. La tierra fue maldita por la transgresión del hombre. Hay una conexión directa entre la dimensión moral de los seres humanos y sus consecuencias, no solo en el ámbito de las relaciones humanas, lo cual es una obviedad, si no en sus consecuencias sobre el resto de la creación: el mundo animal, vegetal y medio ambiental. Los profetas fueron taxativos en esto, así se expresaron: La tierra se volverá vacía y desolada a causa de la perversidad de los que la habitan (Miq. 7:13 NTV). La tierra quedará arrasada a causa de la violencia de sus habitantes (Ez.12:19 NTV). El salmista anuncia el juicio de Dios: Convierte la tierra fructífera en tierras saladas y baldías, a causa de la maldad de sus habitantes (Sal.107:34 NTV).  Volviendo a nuestro texto, Pablo le hace a Timoteo una afirmación muy significativa, acentuando que «debes saber esto». Y ¿que es lo debe saber? Que habrá en los días finales una sociedad marcada por la forma de ser y actuar de los hombres. El carácter de las personas será de una determinada manera provocando tiempos difíciles y peligrosos. No se trata de las dificultades propias de cada generación. Tampoco de la maldad común al género humano. Jesús dijo que habría en esos mismos tiempos un aumento de la maldad, y que el amor de muchos se enfriaría (Mateo 24:12). Pablo habló también del misterio de la iniquidad (2 Tesalonicenses 2:1-12). Por tanto, hay una generación final, antes de la venida de Jesús, que manifestará un aumento del pecado y la maldad. Lo vimos en la generación de Noé; también en la de Lot y las ciudades de Sodoma y Gomorra. Creo que no hay duda que es parte de nuestro tiempo también. En las próximas meditaciones iremos relacionando el carácter de los hombres en los últimos tiempos al que hace referencia el apóstol. En la versión de la Biblia NTV (Nueva Traducción Viviente) el texto que meditamos hoy dice así: Timoteo, es bueno que sepas que, en los últimos días, habrá tiempos muy difíciles… (2 Timoteo 3:1).

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TIEMPOS FINALES – Amadores de sí mismos

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. (Peligrosos RV60). Porque los hombres serán amadores de sí mismos…”   (2 Timoteo 3:1,2 LBLA).

Si estamos convencidos que vivimos en los últimos tiempos debemos saber lo que Pablo le dice a Timoteo. Y ese conocimiento no es para juzgar a los demás rápidamente, si no para saber que nosotros mismos hemos nacido en esa atmósfera, por tanto, somos susceptibles de ser influidos por ella. También para entender que las personas que no viven en el reino de Dios están sometidas a un poder inicuo que los mantiene atados a formas de vida opresivas. Podríamos decir que no es nada nuevo en el devenir de las  generaciones. La historia está llena de manifestaciones pecaminosas. Sin embargo, necesitamos deducir que la maldad puede aumentar exponencialmente. Los procesos de iniquidad se forjan mediante leyes impías que se introducen en la sociedad de forma legal y natural. Acabamos aceptándolas con normalidad. La primera característica que menciona el apóstol es el egoísmo. «Amadores de sí  mismos». Un hombre centrado solo en sí mismo y sus intereses personales. Este comportamiento afecta en primer lugar a la familia, luego a la empresa donde trabajamos, a la comunidad de vecinos, a la sociedad en general y por supuesto a la iglesia. Los pastores a quienes denuncia el profeta Ezequiel se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34:2). Si la sal se vuelve insípida… si la luz no alumbra debidamente, la sociedad se corrompe. Cuando los que están en eminencia, en puestos de responsabilidad, que deben ser modelos y referentes para la sociedad (padres, maestros, empresarios, políticos, jueces, deportistas, pastores, sacerdotes, etcétera) solo piensan en sí  mismos, su comportamiento egoísta se extenderá como una mancha de aceite y un fuego inextinguible que lo consumirá todo.

La respuesta al egoísmo la encontramos en el evangelio. Su mensaje central es una cruz levantada para redimirnos del egoísmo, y en ella, el Mesías entregado por todos nosotros. El mensaje que se desprende de ella es de negación a nosotros mismos. Vivir bajo el señorío de Jesús. El que quiera seguir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mateo 16:24). El amor no busca lo suyo (1 Corintios 13:5). No buscando cada uno sus propios intereses; sino más  bien los intereses de los demás (Filipenses 2:4). Nadie busque su propio bien, sino el del prójimo (1 Corintios 10:24). El evangelio de Jesús es la respuesta para poner en libertad a los cautivos amadores de sí mismos.

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TIEMPOS FINALES – Avaricia

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… avaros… (2 Timoteo 3:1,2 LBLA).

La avaricia tiene que ver con la acumulación de riquezas para uno mismo. Es una prolongación del carácter egoísta y amador de sí mismo. El avaro solo piensa en su propio bienestar. La avaricia es idolatría, el culto al dios Mammón (Colosenses 3:5). Es el amor por la acumulación: dinero, riquezas, propiedades, etcétera. Los avaros son amantes del dinero, la raíz de todos los males. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores (1 Timoteo 6:10). Nuestra sociedad está tan dependiente del dinero que nos enloquece la necesidad de conseguirlo a cualquier precio, bajo cualquier circunstancia o traición. La corrupción política tiene gran parte de su base en el robo de dinero público, o el mal uso y despilfarro que se hace del presupuesto. Una sociedad que solo vive para acumular riqueza es necia y acabará perdiendo lo que quiere retener sin compartir. Jesús le dijo a un hombre que no sabía qué hacer con la riqueza acumulada: ¡Necio!, esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿para quién será lo que has provisto? (Lucas 12:20). El sabio proverbio nos dice: Hay quien reparte, y le es añadido más, y hay quién retiene lo que es justo, sólo para venir a menos. El alma generosa será prosperada… Al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá, pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo vende (Proverbio 11:24-26). La avaricia hace que los tiempos sean peligrosos. En la versión de la Biblia NTV se resume así: habrá tiempos muy difíciles. Pues la gente solo tendrá amor por sí misma y por su dinero.

La respuesta para ser liberados de este poder hechicero que es la avaricia la encontramos en el evangelio de Jesús. Jesús no retuvo su vida en el cielo, si no que la entregó por todos nosotros. La generosidad del Hijo de Dios quebranta el poder de la avaricia para liberarnos de su idolatría. Está escrito: Mas bienaventurado es dar que recibir. El que siembra generosamente, generosamente recogerá. La generosidad es una de las consecuencias del evangelio en el corazón del hombre. Nos libra de la codicia que hunde a los hombres en la soledad. Jesús dijo que no se puede servir a dos señores. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Los fariseos, que eran amantes del dinero, oían todas estas cosas y se burlaban de El (Lucas 16:13,14). Las palabras de Pablo a Timoteo siguen siendo más oportunas que nunca hoy: Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos. Así que, si tenemos suficiente alimento y ropa, estemos contentos (1 Tim.6:7,8 NTV).

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TIEMPOS FINALES – Jactanciosos

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… jactanciosos… (2 Timoteo 3:1,2).

¿Cómo debemos entender que Pablo diga que los tiempos finales serán difíciles o peligrosos porque los hombres serán vanidosos? ¿Es que la vanidad o jactancia no es un compañero inseparable del ser humano? ¿A qué se refiere? Por supuesto, siempre ha habido personas egoístas, avaras y vanidosas, pero el apóstol vio que en los días antes del fin habría una generalización de la vanidad del hombre. Desde el siglo XVIII y XIX, con el despliegue industrial, el hombre ha elevado su nivel de autosuficiencia y vanidad a unos niveles nunca antes vistos. Hemos llegado a la Luna, conquistado el ciber espacio, creado la bomba atómica y tantos y tantos avances de la ciencia, que el hombre postmoderno tiende a pensar que es dueño de su propio destino. Cree ser su propio dios. El Humanismo ha elevado al hombre como centro de todas las cosas. Las nuevas generaciones nacen con un ego elevado a la máxima potencia; su fanfarronería les impide respetar si quiera a los mayores. Los niveles de arrogancia y vanagloria son más elevados que los del CO2 en la atmósfera. La mayor de las jactancias es pensar que el hombre no necesita a Dios. Es su propio dios. La Biblia dice que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. La jactancia del hombre actual le lleva a elevarse por encima de Dios. El hombre de hoy se alaba a sí mismo, cree que no hay nadie como él, desprecia a los demás. Jesús dijo que los días finales serían como los días de Noé y los días de Lot. Lo característico de esas generaciones fue una vida entregada a los placeres, la ociosidad y el desprecio por la eternidad. Todo su tiempo era terrenal. Así será en la venida del Hijo del Hombre, dijo el Maestro. El sello de la vanagloria es inventar otro evangelio, salvarse así mismo. Tal vez esta es una de las razones por las que sea tan difícil aceptar el verdadero y único evangelio en la sociedad occidental.

La respuesta a la arrogancia extralimitada que manifiesta el hombre de nuestro tiempo, su fanfarronería insoportable, la tenemos en la revelación del evangelio que recibió el apóstol Pablo, enseñando que la salvación es de Dios, y añade: Por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8). Está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor (1 Corintios 1:31). La buena nueva nos libra de la vanidad y la arrogancia que tanto ensucia al hombre en su imagen y semejanza de Dios, cuando volviendo en sí comprendemos nuestra infinita debilidad e impotencia reconociendo la suficiencia del Eterno. Por delante quedará un camino de humildad libertador de la jactancia.

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TIEMPOS FINALES – Soberbios

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… soberbios… (2 Timoteo 3:1,2).

Podríamos decir que la soberbia es el estado siguiente a la jactancia. Es un proceso degenerativo del alma humana hacia la rebelión. Comienza con amarse así mismo más que a cualquier otro, —incluyendo a Dios—, continúa con la idolatría de la avaricia por acumular, luego se levanta la jactancia del súper hombre que ha conseguido tener bienes materiales, poder y dominio sobre los demás, se eleva con soberbia y acaba en rebelión contra Dios. Fue el proceso que vivió Lucifer después de ser creado y puesto para dirigir la alabanza en los cielos. Quiso ser semejante a Dios, elevarse hasta el trono y ocupar su lugar. Es el proceso que ha seguido el movimiento humanista tan de moda en nuestros días. Su doctrina es la siguiente: «ni estado, ni religión, ni Dios por encima del hombre, firmado: el partido humanista». La soberbia no acepta el lugar asignado, quiere ocupar el de otros. Muchos predicadores de hoy están tan deseosos de triunfar que han cambiado el temor de Dios por la presunción y la soberbia. Dios resiste a una generación de hombres llena de soberbia, y da gracia a los humildes. La soberbia no le da gracias al Creador por los bienes recibidos, se hace vana en sus razonamientos y su necio corazón es entenebrecido. Por tanto, el Señor los entrega a la impureza, a pasiones degradantes y a una mente depravada para que hagan cosas que no convienen (Romanos 1:21-32). Aquí tenemos muchas de las características de nuestra generación. La soberbia pone a Dios en nuestra contra. ¿Quién podrá resistirle? ¿Somos más fuertes que Él? Sin embargo, da gracia a los humildes, es atraído por los que le aman y conoce a los que son suyos.

La respuesta a la soberbia la encontramos en el evangelio de la cruz. Esa cruz que nos atrae al seno del Padre, levantada en el monte de la Calavera, y que ha ejercido la mayor atracción que ha conocido la humanidad. En esa cruz la soberbia humana ha sido vencida por la humillación del Hijo de Dios. Se hizo hombre, se humilló a sí mismo como hombre, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por tanto, Dios le ha dado el nombre que es sobre todo nombre, para que en su nombre se doble toda rodilla y podamos confesar para salvación que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Fil. 2:5-11) (Stg. 4:6,10) (Isaías 57:15) (1 Pedro 5:6,10). El virus de la soberbia, inoculado en el corazón del hombre en el Paraíso perdido, con el falso argumento: «seréis como dioses, conociendo el bien y el mal», hace que los tiempos que vivimos hoy sean muy peligrosos y debamos abrazarnos a la cruz libertadora.

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TIEMPOS FINALES – Blasfemia

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… blasfemos…  (2 Timoteo 3:1,2).

La blasfemia es una injuria que se hace a la divinidad. Va dirigida especialmente hacia lo sagrado. Es la falta de respeto por las creencias religiosas de otras personas. Nuestro texto en la Biblia NTV (Nueva Traducción Viviente) se traduce así: se burlarán de Dios. Nuestra sociedad, que presume de tolerante y respetuosa, legisla y promueve todo tipo de iniciativas para extirpar de ella la dimensión trascendente de la vida, especialmente en Occidente, y sobre todo la que tiene que ver con la herencia judeocristiana. Una y otra vez vemos cómo se blasfema de Dios, la Biblia, el culto y la adoración, mientras que cualquier expresión de paganismo, magia, hechicería, ocultismo, y todo tipo de inmoralidad sexual, son elevadas a una dimensión de respeto y aceptación. Las manifestaciones proabortistas o del día del orgullo gay suelen ir acompañadas de obscenidades dirigidas a dañar la conciencia de aquellos que se oponen a sus proclamas basándose en la ley moral fijada en el Libro Sagrado. Nuestros días están cargados de una libertad mal entendida. La blasfemia es la manifestación del hombre sin temor de Dios. Esta falta nos conduce a la necedad. La ignorancia se vuelve muy atrevida y no sabe que atrae ruina hacia sí mismo.

La respuesta a los comportamientos nocivos para nosotros mismos y la sociedad en la que vivimos la encontramos en el evangelio de Jesús enseñándonos que si permanecemos en su palabra, seremos verdaderamente sus discípulos, y conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. Libres de la ignorancia, la necedad y la blasfemia. Todos hemos participado de algún tipo de necedad. Todos hemos blasfemado en algún momento por ignorancia. Hasta el apóstol Pablo dijo: habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin  embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad (1 Timoteo 1:13). El evangelio de Dios nos dice que el siervo del Señor debe ser apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente  a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivo de él para hacer su voluntad (2 Timoteo 2:23-26) (2 Corintios 4:3,4). Y además añade: Esto éramos algunos; pero fuimos lavados, fuimos santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios (1 Corintios 6:11). Sí, el evangelio de Dios nos libra de la blasfemia que maldice nuestra vida y nos bendice con la libertad gloriosa de los hijos de Dios para exaltar al que hizo el cielo, la tierra y el mar…

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TIEMPOS FINALES – Desobedientes a los padres

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… desobedientes a los padres…  (2 Timoteo 3:1,2).

El apóstol Pablo, que vivió en una sociedad judía y romana, donde la figura del padre era prácticamente reverenciada, una sociedad patriarcal,  pudo percibir por el Espíritu que vendría un tiempo cuando los hijos se volverían contra la autoridad de los padres. Esta es una de las señales más estremecedoras de nuestra generación. Para mí mismo resulta difícil comprender el cambio que ha dado nuestro propio país en este asunto. Hoy los hijos se enseñorean de los padres. No solo no obedecen, sino que imponen sus criterios de una forma vergonzosa en muchos casos. Hemos permitido, mediante leyes impías, que la autoridad en la familia y los colegios sea menoscabada. Los hijos golpean a sus padres, los menosprecian incluso siendo niños, no aceptan la disciplina más elemental y tienen atemorizados a muchos progenitores que aceptan con impotencia la nueva situación. Lo que vivimos hoy en esta materia parece ciencia ficción en algunos casos. Niños y jovencitos, sin respeto por las personas mayores, se encaran a cualquiera que pretenda ponerles un poco de orden en sus ofensas. Esta quiebra (básica en una sociedad normal) del orden familiar, hace que la generación anterior a la venida de Jesús sea tan peligrosa. «El hijo consentido (suelto) avergüenza a la madre» (Proverbios 29:15), y desordena una nación. La obediencia a los padres es el primer mandamiento con promesa, para que la vida sea larga y cumpla su propósito. Sin embargo, hoy vemos, con dolor, que muchos jóvenes mueren antes de tiempo en accidentes de tráfico, por el efecto de las drogas, por la delincuencia, o por entregarse a los placeres sexuales antes de tiempo contrayendo enfermedades venéreas, embarazos no deseados, que conlleva el desprecio de la vida de los infantes. La desobediencia trae maldición y muerte a una nación (Deuteronomio 30:14-19).

La respuesta a esta anomalía familiar y social sigue siendo el evangelio que enseña: Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo: Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra (Ef.6:1-3) (Col.3:20) (Ex.20:12) (Dt. 5:16). Está escrito: Corona de los ancianos son los hijos de los hijos, y la gloria de los hijos son sus padres (Proverbios 17:6). Pagad a todos lo que debáis… al que honra, honra (Ro.13:7). La respuesta a una sociedad decadente es el mensaje de la verdad del evangelio. Hay esperanza en el arrepentimiento y la obediencia para vida.

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TIEMPOS FINALES – Ingratitud

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… ingratos…  (2 Timoteo 3:1,2).

La ingratitud afea el rostro de los hombres. En una sociedad donde se impone el culto al cuerpo y la belleza natural ocupa un lugar prioritario la ingratitud del carácter destruye cualquier maquillaje que pretende esconder la muerte que emana del mismo cuerpo. Una sociedad no agradecida desprecia el esfuerzo de generaciones anteriores. No valora el esfuerzo y trabajo que ha costado llegar a conseguir los beneficios presentes. Rápido nos acostumbramos a los derechos establecidos sin importarnos cómo se consiguieron. El pueblo que olvida los beneficios recibidos se vuelve despilfarrador, menospreciador, ingrato. No valora el trabajo de otros, solo piensa en sí mismo y en correr con la recompensa. Diez leprosos vinieron a Jesús. Todos fueron sanados mientras caminaban hacia el beneficio de obtener la salud. Solo uno, y este samaritano, regresó para dar gloria al Dios de Israel. La exhortación del salmista al pueblo elegido es esta: Bendice, alma mía, al Señor y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Cuando olvidamos los beneficios obtenidos entramos en la ingratitud a toda velocidad. Las sociedades democráticas modernas se denominan «estado de derecho». Tenemos derechos porque pagamos impuestos. Compramos el bienestar y exigimos su cumplimiento. En el reino de Dios no es así.

En el reino de Dios obtenemos el beneficio de pura gracia y vivimos agradecidos para siempre. Le amamos porque Él nos amó primero. Un pueblo que da por hecho la salvación y el precio que costó pone los cimientos para ser atrapado por los sistemas de este mundo, invadido por el cuto a Baal y la idolatría de la reina del cielo. Uno de los propósitos de la llamada «cena del Señor» es recordar que el precio está pagado. Es memorizar («haced esto en memoria de mí») que fuimos comprados con sangre, la sangre del Justo, y que volverá, por tanto, somos extranjeros y peregrinos, y deberíamos vivir agradecidos a Aquel que nos compró como propiedad suya para siempre. No somos nuestros. El evangelio dice: Sed agradecidos (Colosenses 3:1). En palabras, —dicen—, de Teresa de Ávila, quedaría así: «No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, me mueves tan solo tú. Me mueve tu amor de tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te quisiera; y aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero yo te quisiera». La Ley y los profetas se cumplen en esta máxima: Amar a Dios con todo el corazón, y a tu prójimo como a ti mismo. Esta es la respuesta del evangelio de Dios a la ingratitud humana.

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TIEMPOS FINALES – Impíos (irreverentes)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… impíos (irreverentes)…  (2 Timoteo 3:1,2).

Una definición rápida y sencilla de impiedad es ausencia de piedad. Pablo escribe que la gracia nos enseña a renunciar a la impiedad (Tito 2:11-12). En otro lugar dice: ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? En ninguna manera. La gracia enseña a vivir en la doctrina de la piedad. Esta doctrina tiene su contrapartida en usarla como medio de ganancia. Cuando se usa la doctrina de la piedad con el objetivo de enriquecerse (es el caso de algunas ONGs) hemos entrado en la impiedad; la impiedad de los hombres en los últimos tiempos. Es actuar con irreverencia a la verdad. Sin respeto por la justicia. La irreverencia es falta de respeto. La falta de respeto a Dios y su palabra es ausencia del temor de Dios. La necedad se afinca en el corazón del hombre y la ausencia de respeto por lo sagrado irrumpirá con fuerza pretendiendo traspasar los límites de la gracia, la libertad del Espíritu, la ley de Dios y hacerlo con presunción, blasfemando de las potestades superiores y exigiendo un sometimiento incondicional en nombre de una autoridad extralimitada. Nuestra sociedad se caracteriza por la falta de respeto a las autoridades: a los padres, los maestros, las leyes humanas y por supuesto la ley de Dios. Este proceso de irreverencia e irresponsabilidad ha instalado la corrupción como compañero habitual de los gobiernos. No se respeta a la mujer ni al marido, los hijos no respetan a los padres, algunos padres desprecian al no nacido y se lo quitan de en medio como si fuera un grano de la pubertad; no se valora en su justa medida el medio ambiente, ni los bienes públicos, en definitiva, los hombres serán impíos, irreverentes.

La respuesta para combatir la impiedad la encontramos en el evangelio donde se nos enseña que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, ese es nuestro culto racional; es la manifestación de nuestro respeto y reverencia a Dios. Que nos presentemos a Dios como vivos de entre los muertos, y nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia y piedad. La sana doctrina es conforme a la piedad. Por el fruto se conoce el árbol. Está escrito: Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia (Hebreos 12:28 LBLA). El misterio de la impiedad tiene hoy una fuerza renovada impulsada por leyes inicuas introducidas mediante un lenguaje inclusivo que mezcla y relativiza los valores en un mar de confusión. Ese mar embravecido por la soberbia expulsa oleadas de maldad que están anegando a esta generación.

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TIEMPOS FINALES – Sin afecto natural (sin amor)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… sin afecto natural (sin amor)…  (2 Timoteo 3:1,3).

Definitivamente está instalado en nuestra sociedad occidental el afecto hacia los animales sobre el afecto natural. ¿Qué es el afecto natural?  En la Biblia de las Américas esta palabra se traduce por: sin amor. El amor a Dios y al prójimo lo hemos substituido por el amor a los animales, al deporte, la ciencia, la tecnología, el trabajo, el dinero, el sexo, en definitiva, amor a sí mismo y lo nuestro. Perder el afecto natural es perder toda sensibilidad humana, es dilapidar la humanidad. El afecto natural es el amor a los padres, a los hijos, los hermanos, los abuelos, la familia, en definitiva, al ser humano. ¿Por qué se pierde el afecto natural? Esta es una de las respuestas que encontramos en la Escritura: Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen (Romanos 1:28 LBLA). O como dice en la versión NTV: Por pensar que era una tontería reconocer a Dios, él los abandonó a sus tontos razonamientos y dejó que hicieran cosas que jamás deberían hacerse. La fuente del afecto y el amor es Dios. Hemos sido creados a su imagen y semejanza. Sin embargo, el pecado ha deformado esa imagen, aunque existe aún lo innato en el ser humano, el amor por la justicia y la equidad, que se pierden progresivamente a medida que avanza el misterio de la iniquidad, el aumento de la maldad, por tanto, el enfriamiento del amor y la pérdida de los afectos naturales. Vivimos en ese tiempo. Las aberraciones son cada vez mayores y nos impresionan menos. Estamos habituándonos a perder toda sensibilidad. Se impone el interés económico por encima de todo. El amor a las riquezas estropea los mejores amores. El afán de dominio pisotea los valores más elementales que protegen a la sociedad de la descomposición y la corrupción definitiva.

En el evangelio hay sal y luz. Jesús es la luz del mundo y la sal de la tierra. Es el pan de vida, el camino al Padre, la justicia de Dios. Jesús ha dado a luz un nuevo hombre mediante la resurrección. Su naturaleza, por el Espíritu, se ha distribuido a todo el cuerpo de redimidos levantando un edificio, en tres días, de todo linaje, pueblo y nación. El evangelio dice que Dios es amor y lo ha derramado, por su Espíritu, sobre cada uno de sus hijos. En el amor no hay temor. El que ama es de Dios, el que no ama no es de Dios, porque Dios es amor. El amor de Dios se ha expresado en la cruz del Mesías de tal manera, para que todo aquel que en él crea, no pierda (no pierda el afecto natural, el amor), sino que tenga vida eterna.

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TIEMPOS FINALES – Implacables

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… implacables…  (2 Timoteo 3:1,3).

Cuando hablamos de un hombre implacable estamos identificando a la persona con un carácter violento en extremo. Sin escrúpulos. Inflexible. Endurecido. Sin afecto natural. Sin conciencia. Parece haber perdido la humanidad y su capacidad de conmoverse. No le importa el sufrimiento ajeno. La vida humana no tiene ningún valor para las personas con este tipo de carácter. Generalmente son líderes, gobernantes que acaparan un gran dominio sobre sociedades o naciones. También los encontramos en los hogares, en las empresas, en las universidades, en la política y por supuesto en el ámbito religioso. Pueden tener aspecto agradable, bien vestidos, encorbatados, pero detrás de una sonrisa pasajera anidan una frialdad y dureza de corazón que hiela la sangre. La implacabilidad puede esconderse detrás de intereses de estado, de empresa, del cumplimiento de una visión, de un proyecto donde hay en juego miles o millones de euros. Entonces todo vale. El interés económico que se ramifica en dominio sobre los hombres, poder sexual sobre el sexo contrario que doblega las voluntades más firmes cuando se decide el pan de los hijos, el bienestar material y trepar en la escala social. De esta forma, ser despiadados se convierte en una necesidad básica justificando cualquier medio para conseguir los fines. En definitiva, aceptamos con naturalidad el carácter implacable de los hombres como parte del «juego democrático». Así, nuestra sociedad cobija, respeta y comprende a líderes de hielo, sin atisbo de humanidad, cínicos, manipuladores aferrados a la mentira como parte esencial de su comportamiento, porque un poder superior dirige a todos ellos: gobernantes y gobernados en el ámbito que sea. En muchos colegios encontramos a jovencitos siendo implacables en su acoso a otros compañeros por el simple placer de verles sufrir. Incluso niños de corta edad manifiestan este tipo de carácter, actúan con dureza en su tiranía hacia los padres, que estos aceptan como muestra de amor mal entendido, para no permitir la frustración que significa decir ¡no! a los caprichos infantiles.

La respuesta a esta maldad la encontramos en el evangelio de Jesús que cambia el corazón de piedra y lo transforma en un corazón de carne. Nos libra de la violencia de una naturaleza caída reproduciendo la vida del príncipe de paz. El mensaje de la cruz quebranta la maldad y el pecado del hombre devolviéndole la humanidad con la simiente eterna. El evangelio es poder de Dios para salvar a los hombres de sí mismos, de su propia iniquidad, trasladándolos al reino de su amado Hijo. Señor, venga a nosotros tu reino.

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TIEMPOS FINALES – Calumniadores

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles (peligrosos RV60). Porque los hombres serán… calumniadores…  (2 Timoteo 3:1,3).

¿Qué es una calumnia? Es una acusación falsa que se hace con malicia para hacer daño a otro. Si la blasfemia se dirige hacia Dios, la calumnia tiene al hombre como destinatario. Es la consecuencia de la falta de amor verdadero por la verdad y la justicia. Es el lenguaje común de la serpiente antigua, del padre de la mentira, el acusador de los hermanos. El hombre calumniador es la boca de Satanás para dar expresión al veneno mortífero que lleva como naturaleza de serpiente. Hemos tenido calumniadores siempre en la historia de la humanidad, ¿por qué, entonces, el apóstol dice que será una señal del carácter de los hombres en los últimos tiempos? No cabe duda que hay muchas de las características expresadas en este pasaje de Pablo a Timoteo que se han manifestado siempre, en todos los periodos de la historia, sin embargo, creo que en el final de los tiempos la proporción aumentará. Es un tipo de carácter generalizado. En nuestra sociedad los medios de comunicación tienen un poder, (lo llaman el cuarto poder), que mediante el derecho a la libertad de expresión dan lugar en muchas ocasiones a todo tipo de manipulaciones interesadas para llevar naciones enteras a un lavado de cerebro de masas, en connivencia con el poder político. Internet, un medio útil en muchos casos, se vuelve perverso cuando la calumnia corre por la red sin control moviendo a multitudes como manada en estampida. Una de las muchas manipulaciones instaladas en nuestra sociedad es la llamada violencia de género. Hay una calumnia dirigida a denigrar la familia natural en la figura del padre. Aprovechando algunos casos de maltrato real se presenta la acusación con la idea de que todos los hombres son maltratadores, violentos, y asesinos de mujeres. Ella puede acusar injustamente a su pareja y el hombre ser puesto en la cárcel antes de saber si la acusación es verdadera o falsa. Me recuerda el caso de Nabot. Jezabel consiguió el capricho del rey Acab quitándole la viña a su dueño, acusándolo falsamente mediante hombres perversos y calumniadores (1 Reyes 21:5-15).

La respuesta a la calumnia la encontramos en el evangelio que transforma nuestra manera de hablar. Nos saca del dominio de la mentira y nos introduce en el reino de la verdad. Jesús es la verdad. El evangelio santifica nuestros labios, (como en el caso de Isaías, que vivía en medio de un pueblo de labios inmundos, como el nuestro), para que sirvamos a la justicia, hablemos la verdad y traigamos vida a los oyentes. La calumnia y mentira quedarán neutralizadas por la verdad del evangelio que nos hace libres.

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TIEMPOS FINALES – Desenfrenados (intemperantes)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles («peligrosos» RV60). Porque los hombres serán… desenfrenados (intemperantes)…  (2 Timoteo 3:1,3).

Una sociedad sin freno. Desenfrenada. Que usa la libertad como pretexto para hacer lo malo. La maldad es ausencia de ley moral, de límites. Vivimos tiempos de extralimitaciones. Llevamos la vida al extremo, sin equilibrio. Hay un tiempo para cada cosa, dice el sabio, pero nosotros hemos decidido adelantar los tiempos, tenerlo todo ahora, atravesar las etapas de la vida sin la transición necesaria. No ponemos límites a los hijos en el tiempo de la educación, por tanto, crecen sin control, sin normas claras, desenfrenados y entregados a los placeres y las adicciones. El dominio propio desaparece dando lugar a la inquietud. Hay mucha inquietud, (que equivale a falta de paz interior), en una persona que tiene ante sí todos los placeres sensuales (de los sentidos) al alcance de un clic. Cuando la tiranía de los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida subyugan la eternidad del corazón del hombre quedamos atrapados en una espiral de apetencias carnales que no satisfacen el alma humana, sino que la destruye mediante drogas y depresión que producen frustración y vacío. Querer y no poder puede llevarnos a soltar cualquier freno moral en favor de la consecución de nuestros deseos a cualquier precio. Esperar el desarrollo propio de cada tiempo en las etapas de la vida se vuelve una tortura indeseada. Por qué esperar si está al alcance de la mano. Lo tenemos delante, nos instan a tomarlo, poseerlo, adquirirlo; sea un objeto material, un proyecto, una persona. «Si lo quieres puedes conseguirlo». «Si lo deseas suficientemente lo tendrás». «Solo tienes que tomarlo, a que esperar, vive la vida, es corta, comamos y bebamos que mañana moriremos». Con estos y otros argumentos cualquier resistencia queda rota, entrando en una vida de desenfreno, sin  control de nosotros mismos, para ser manipulados y oprimidos por un sistema consumista, materialista, relativista y hedonista.

La respuesta al desenfreno y la falta de dominio propio la encontramos en el evangelio de Jesús dirigido a quienes reconocen su necesidad de médico. Es para los que no pueden, —ni saben—, controlarse  a sí mismos. Para los pobres de espíritu necesitados de una nueva naturaleza. Para aquellos que se rinden, trabajados y cargados, viniendo al descanso de una vida en yugo con aquel que nos hace descansar. De esta forma recibimos la regeneración; un espíritu nuevo de amor, poder y dominio propio. Somos traslados del dominio de las tinieblas, al reino de su Hijo amado. Su reino es paz y gozo. Primicias del reino mesiánico y eterno. El Mesías, substituto nuestro, nos libra del desenfreno.

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TIEMPOS FINALES – Crueles (salvajes)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… crueles (salvajes)…  (2 Timoteo 3:1,3).

Se ha dicho en muchas ocasiones que el hombre es el mayor enemigo del hombre. La mayoría de nuestras aflicciones vienen dadas por nuestros semejantes, también buena parte de nuestros mayores deleites tienen su base en las buenas relaciones humanas. Por tanto, el hombre puede ser nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado. La naturaleza humana contiene grandes misterios difíciles de descifrar. Nuestro comportamiento puede representar alivio o aflicción en otros. Ambas manifestaciones suelen darse en una misma persona. Si una de las características de los hombres de los últimos tiempos es la crueldad debemos esperar sociedades atrapadas en la angustia. ¿Qué es la crueldad? El diccionario la define como «el que se deleita en hacer sufrir a los demás». Es causar sufrimiento al prójimo. La Biblia de las Américas lo traduce por salvaje. Pensar en este término parece llevarnos a tribus lejanas y pueblos extraños, sin  embargo, nuestro pasado siglo XX ha sido testigo de las mayores crueldades y salvajismo que el hombre puede cometer sobre otro hombre. El Holocausto fue planificado como una industria de la muerte de todo un pueblo, el judío. Los gulags soviéticos fueron un océano de maldad y crueldad sobre ciertas clases sociales en nombre de una ideología totalitaria. Los millones de muertos por hambre en la Ucrania soviética, (llamadas tierras de sangre), lo fueron por decisiones políticas contra sus semejantes. La Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto el extremismo de la crueldad humana escondido detrás de pueblos aparentemente cultos y educados. Las modernas leyes del aborto son una expresión máxima de crueldad infringida sobre nuestros propios hijos en su máxima indefensión. La salvación del hombre no puede venir, en ningún caso, del mismo hombre. Está fuera de él.

La respuesta a la crueldad humana la encontramos en el evangelio de Dios. La salvación pertenece a nuestro Dios (Apc. 7:10). No es la capacidad humana para maquillar su naturaleza corrompida mediante religión. Precisa fe y arrepentimiento. Contiene el poder de Dios para salvar al hombre de sí  mismo; de su naturaleza cruel y salvaje. El evangelio es Jesús mismo, la bondad de Dios hecha carne y habitando entre nosotros. Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn. 1:14). Solo el evangelio de Jesús transforma y nos libra de este cuerpo de muerte (Ro. 7:24). La maldad llevó al Justo a la cruz. Pagó por nosotros. Satisfizo la justicia de Dios. Nos da una nueva naturaleza, creada en la justicia y santidad de la verdad (Ef.4:24). ¡Gracias a Dios por su don inefable!

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TIEMPOS FINALES – Aborrecedores de lo bueno

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… aborrecedores de lo bueno…  (2 Timoteo 3:1,3).

Me llama la atención que toda la lista de calificativos que hace Pablo del carácter de los hombres en los últimos tiempos está en plural. No se trata de algunos sectores de la sociedad, sino de su conjunto. Es un carácter predominante que se establece de manera común y natural. Aborrecer lo bueno es propio de sociedades en decadencia. Pero como se pretende ser hombres civilizados y educados, hay que disimular, camuflar, esconder la realidad del corazón detrás de eufemismos, máscaras, apariencias y argumentos sutiles. Deberíamos preguntarnos en primer lugar ¿qué es lo bueno? No hagamos una exegesis complicada. Bueno viene del bien y todos llevamos grabado en nuestra conciencia el bien y el mal, aunque luego se pueda malear, manipular, cauterizar o perturbar por agentes extraños y externos. Sin embargo, hay un bien común, una moral buena, leyes justas, aunque siempre estén supeditadas a interpretaciones diversas. Dios es bueno y corrige al que ama. Aborrecer lo bueno sería en este caso llamar a la disciplina «malo», aborreciendo las instrucciones reveladas en la palabra de Dios. En una sociedad que idolatra el relativismo moral no hay posibilidad de definir el bien y el mal. En esta corriente postmoderna sin verdades absolutas que definan claramente un patrón de comportamiento, la mezcla resultante solo puede conducirnos al caos y el vacío. Es decir, regresamos al comienzo del Génesis cuando la tierra estaba sin orden y vacía hasta que la voz del Creador separó la luz de las tinieblas y vio que la luz era  buena. Hoy hemos cambiado la luz por tinieblas y las tinieblas por luz. La verdad por mentira, y la mentira por verdad. Lo amargo por dulce y lo dulce por amargo (Isaías 5:20). Están de moda eufemismos como «derecho a decidir» para llamar al asesinato de niños mediante el aborto; «parejas de hecho» para encubrir la fornicación; «libertad de expresión» para esconder la calumnia y campañas de manipulación de masas para dominar naciones y pueblos a través de una elite globalista al estilo de Nimrod en Babel.

La respuesta al aborrecimiento de lo bueno viene por el evangelio que nos enseña a discernir el bien del mal asimilando la verdad que nos hace libres del pecado que destruye al hombre. La palabra de Dios es viva y eficaz para discernir los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón engañoso. Jesús es la luz del mundo que alumbra a todo hombre; el que le sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida. Hoy es tu día para venir a él y ser guiado por la senda de la vida eterna.

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TIEMPOS FINALES – Traidores

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… traidores…  (2 Timoteo 3:1,4).

Este enemigo de la amistad y las buenas relaciones entre los seres humanos es uno de los más devastadores. Cuando se produce en el seno familiar el dolor puede ser insufrible y llevar en muchos casos a la amargura, incluso al suicidio. Cuando aparece entre personas de quienes nunca imaginaste que pudieran traicionarte las secuelas suelen ser irreversibles. Toda traición es una violación de la confianza. Experimentada una sola vez puede endurecernos de tal forma que no volvamos a ser los mismos. Si se repite en diversas ocasiones el daño será irreparable para el alma humana. Por ello se valora tanto en las empresas, como en cualquier grupo humano, la confianza de sus empleados o clientes. Hay muchas traiciones a lo largo de la historia, dos de las más conocidas son la de Bruto a Cesar y la de Judas a Jesús. Ambas terminaron con resultado de muerte. La traición mata. Con ella muere la amistad y la confianza, por tanto, nos introduce en un escenario de enemistad y desconfianza que destruye la convivencia. Las familias están sufriendo hoy esta destrucción en diversos niveles. La falta de escrúpulos y de afecto natural lleva a muchos a la violencia indeseada que genera más dolor. La espiral es imparable. Vivir en medio de la desconfianza generalizada porque se teme la traición en cualquier esquina produce una sociedad neurótica que nos lleva a la pérdida de valores esenciales: la honradez, el cumplimiento de la palabra dada, mantener el pacto, ser hombres íntegros, de una sola pieza, sin doblez.

La respuesta a la traición la tenemos en el evangelio de Jesús produciendo una transformación interna que afecta a todas nuestras relaciones externas. El levantamiento de los valores del Reino de Dios trae una sociedad más justa y sana. Jesús ha venido a poner en libertad a los cautivos y proclamar el año de gracia. La mayor fidelidad que ha conocido la humanidad es la determinación de Jesús subiendo a Jerusalén para culminar la obra de Dios a favor de los hombres. Grande es su fidelidad. Tentado en todo, también en la posibilidad de traicionar el propósito del Padre, pero fiel hasta la muerte y muerte de cruz. Ha vencido. Es fiable. Su amor prevalece sobre el juicio. Escogió ser fiel y acabar la obra que le fue dada por el Padre. Y volverá, lo ha prometido, para que donde él está todos los que le aman estén también con él. Su Espíritu fiel ha sido dado a los suyos para que sean fieles y no le traicionen. Incluso en los casos cuando somos defraudados por otros hermanos podemos elevarnos por encima de sus efectos devastadores poniendo la mirada en aquel que es el Autor y perfeccionador de nuestra fe. La fe que vence al mundo y sus traiciones.

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TIEMPOS FINALES – Impetuosos

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… impetuosos…  (2 Timoteo 3:1,4).

Las obras de cada persona son el resultado de su propia naturaleza. Antes de hacer somos. Me llama la atención que el apóstol no tiene dudas en su exposición. Los hombres serán. No hay lugar a la incertidumbre por las circunstancias o factores externos. Por el contrario, él ve una sociedad caracterizada por la manera de ser de sus ciudadanos. Y porque los hombres serán de una determinada forma de carácter producirán una generación acorde a ello. Las sociedades se forman por las personas que las componen. Las generaciones pueden ser de una forma u otra en función del carácter predominante de sus gentes. Esto no excluye otro tipo de personas, pero la identidad de una generación la forman sus hombres más relevantes y determinantes. Aquí se nos dice que serán impetuosos. ¿Qué significa? Que se mueven de modo violento y rápido, así es como lo define el diccionario de la lengua española. Muy revelador. Volvemos a encontrarnos con la violencia como estilo de vida en la generación que precede al reinado mesiánico. La impetuosidad es la norma. La impaciencia nos domina. La inquietud nos atenaza. Todo menos paz, la paz del reino de Dios. La competitividad exige rapidez y esta hay que imponerla a cualquier precio llevándose por delante a quién sea. El profeta Daniel también habla del tiempo del fin y dice: Muchos correrán de aquí para allá (Daniel 12:4). Impetuoso también significa comportarse de manera impulsiva o irreflexiva. Se impone la acción sobre la reflexión, por lo tanto, se cometen más errores. No se piensa en las consecuencias, solo en llegar para volver a empezar de nuevo. El alma se aflige y se cansa, aparecen tensiones y sobrecargas que terminan por afectar a nuestro cuerpo con daños tal vez irreparables. Queremos parar pero no podemos, una fuerza extraña se ha apoderado de nosotros y nos domina. Vivimos como esclavos en una sociedad libre.

La respuesta a esta agitación irrefrenable la encontramos en el evangelio. Las buenas nuevas anuncian la llegada del príncipe de paz a la tierra. Su mensaje vuelve a resonar en nuestros oídos con este llamamiento: Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo  sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y mi carga ligera. El evangelio contiene esta verdad: A los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29). El Mesías es la respuesta a estos tiempos peligrosos.

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TIEMPOS FINALES – Envanecidos (infatuados)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… envanecidos (infatuados)…  (2 Timoteo 3:1,4).

Envanecerse es provocar vanidad o soberbia sobre sí mismo o sobre otros. Ambos supuestos son especialmente nocivos. Caer en la vanidad es entregarse a uno mismo como el centro de todas las cosas. Provocar envanecimiento en otros (adular) tiene como fin sacar provecho propio, usar, manipular, para luego desechar con los argumentos radicalmente opuestos. Si pensamos en los hombres como infatuados, tal como se traduce en la Biblia Reina Valera del 60, debemos saber que significa falto de razón y entendimiento, también es estar llenos de presunción o vanidad infundada y ridícula. El hombre de hoy es muy dado a auto engañarse. Hace cualquier cosa por pura vanidad personal. Aunque sepamos que lo que dicen de nosotros no es del todo cierto, preferimos creerlo mientras se nos adule y fortalezca nuestra necesidad de reconocimiento. De esta forma es tan fácil manipular a las masas si solamente le decimos lo que quieren oír, aquello que infla su vanidad y ego. Tenemos una legión de predicadores dedicados a llenar de palabras infladas a las masas que luego usan para sus propios fines e intereses. Una generación tan dependiente de la adulación personal es débil. Cuando los hombres buscan, como un fin en sí mismo, que se hable bien de ellos, quedan atrapados inmediatamente en las corrientes de moda que parecen responder a su necesidad. Sin embargo, en muchos, muchísimos casos, es solo un uso interesado, un objeto de usar y tirar que cuando no sirve a los intereses necesarios es depreciado sin escrúpulos. Una sociedad envanecida es superficial. Una generación infatuada es aquella que no se mueve por razones basadas en la verdad. Los valores quedan sometidos al interés económico y aquello que produce satisfacción personal, vanidad, que nos permite medrar sin escrúpulos y a costa de quién sea.         Sin principios ni valores. Nihilista. Decadente.

La respuesta a la vanidad y el envanecimiento desmesurado que nos anega en esta generación la encontramos mirando el modelo del Mesías. Cuando quisieron apelar a su vanidad pretendiendo hacerle rey se retiro al monte solo (Jn.6:14,15). El Maestro no se fiaba de ellos, porque sabía lo que había en sus corazones (Jn.2:23-25). Cuando quisieron retenerle en una ciudad y hacerle «hijo predilecto», «hombre del año», Jesús dijo que tenía que recorrer otras ciudades anunciando el evangelio (Lc.4:42-44). Cuando el diablo le tentó con los reinos de este mundo y la gloria de ellos, dijo: ¡Vete, Satanás! Jesús, reinando en nuestros corazones, es el antídoto para vencer la vanidad.

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TIEMPOS FINALES – Amadores de los placeres

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… amadores de los placeres (deleites) en vez de amadores de Dios… (2 Timoteo 3:1, 2,4).

Definitivamente la cultura del placer se ha instalado en la sociedad postmoderna. Su búsqueda ocupa los mayores esfuerzos del ser humano actual. Hemos abandonado la cultura del esfuerzo, la disciplina, la abnegación. Estamos orientados hacia lo placentero. Si da placer es bueno, aunque su final sea camino de muerte. Juntamente con esta filosofía hemos perdido la perspectiva eterna del hombre. El ámbito trascendente de la vida humana ha perdido su interés y lo ha ocupado el deseo por las cosas materiales. Hemos invertido el mandamiento: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, por este otro: Amarás los placeres y deleites poniendo toda tu fuerza en conseguirlos. La gravísima novedad de este cambio es que no estamos hablando del mundo incrédulo y alejado de Dios, sino de aquellos que se llaman cristianos pero tienen como máxima en su vida buscar la satisfacción personal, el logro de sus metas, la realización personal, poniendo como base de sus vidas la búsqueda del placer y la felicidad. En este caso hemos invertido el evangelio de Jesús por un evangelio de placeres y deleites. Nos motiva aquello que nos hace sentir bien: la música, el baile, el teatro, la pertenencia a un club social que nos da reconocimiento y suple las necesidades anímicas del hombre. Por ello es tan fácil engañar a esta generación. Por ello es sumamente posible desviar a congregaciones enteras detrás de la vanidad, el entretenimiento, el brillo de Babilonia y el engaño de las riquezas. No nos engañemos. Una gran parte del esfuerzo de las iglesias está dirigido a conseguir que sus miembros alcancen placer, sea emocional, físico o espiritual. Hay placeres de todos los tipos. La idolatría por el placer ha confundido nuestros sentidos. El yugo de los deleites temporales del pecado pasa factura siempre, y cuando viene a cobrarla quedamos definitivamente sometidos a su poder.

La respuesta a este engañoso evangelio es el verdadero y único mensaje del evangelio. La palabra de Dios a Moisés le libró del brillo y la fascinación de Egipto. Por la fe Moisés, cuando era ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado, considerando como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto; porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin temer la ira del rey, porque se mantuvo firme como viendo al Invisible (Hebreos 11:24-27 LBLA). La palabra eterna nos librará del engaño de los placeres temporales del pecado.

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TIEMPOS FINALES – Tendrán apariencia de piedad

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella…  (2 Timoteo 3:1, 2,5).

Esta característica de los hombres de los últimos tiempos va dirigida directamente al mundo religioso. Este texto en la Biblia NTV se traduce así: Actuarán como religiosos pero rechazarán el único poder capaz de hacerlos obedientes a Dios. La doctrina de la piedad es sana doctrina. Los creyentes piadosos se conforman con las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad (1 Tim.6:3). Los que no lo hacen están envanecidos, no entienden nada, tienen un interés morboso en discusiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, y constantes rencillas entre los hombres de mente depravada, que están privados de la verdad, que suponen que la piedad es un medio de ganancia (1 Tim.6:4-5 LBLA). Aparentar piedad puede producir en algunos casos un buen negocio. Muchos lo están haciendo en nuestros días. Con palabras infladas, un tono modulado y una puesta en escena aparentemente benefactora, cobijan intereses ocultos, falsa piedad, falsas profecías de bienestar y éxito para conseguir beneficio propio. Muchos han encontrado una buena forma de ganarse la vida en el ámbito religioso. Surgen iglesias como setas por todas partes. Un pequeño grupo de personas y se monta un «negocio» familiar, se fabrica un producto con apariencia de evangelio, apariencia de unción, apariencia de piedad, proclamando unas cuantas palabras de la Biblia a nuestro interés y antojo. Se pone énfasis desmedido en diezmos y ofrendas para sostenerlo y una larga lista de actividades que ofrecerán respuestas fáciles a la complejidad de la vida. Pero las obras de cada uno se harán notorias más pronto o tarde. La obra de cada uno la probará el fuego, y lo que ha sido edificado sobre heno, paja y hojarasca, el fuego lo quemará. La que ha sido construida sobre oro, plata y piedras preciosas permanecerá.

La respuesta a esta trampa del corazón engañoso del hombre la encontramos en el evangelio de Jesús que enseña: Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía (Lc.12:1). El Maestro dice: No juzguéis según las apariencias (Jn.7:24). Porque la apariencia de este mundo se pasa, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Jn.2:17). Debemos madurar para poder discernir lo precioso de lo vil, lo santo de lo profano, el bien del mal. El alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien del mal y no ser llevados por todo viento de doctrina, sino seguir la verdad en amor (Efesios 4:14,15).

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TIEMPOS FINALES – A estos evita

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… a estos evita…  (2 Timoteo 3:1, 2,5).

Hay personas a las que debemos evitar. Esta no es una cuestión de cobardía o desprecio, es protección. El salmista nos dice: Bienaventurado el varón que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores  (Sal. 1:1 LBLA). El apóstol Pablo da por hecho que su discípulo se va a encontrar ya en su tiempo con hombres de un determinado carácter a los cuáles debe evitar. ¿Qué hombres son estos? Los amadores de sí mismos, los avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; los que tienen apariencia de piedad; y concluye: ¡Aléjate de esa clase de individuos! El hombre que causa divisiones una y otra vez hay que desecharlo (Tito 3:10); son palabras del apóstol. Nosotros a veces pretendemos mantener un «buenísmo» que nada tiene que ver con la verdad sino con un nivel muy bajo de la justicia. El Señor le dijo a Samuel: No ruegues mas por él [Saúl] porque yo lo he desechado. Y si hay hombres a quienes debemos evitar, hay otros a quienes debemos respetar, imitar, seguir su ejemplo y modelo. Pablo dijo: Sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo (1 Co. 11:1). Someteos a hermanos como ellos y tenerlos en alta estima (1 Tes. 5:12,13). Más adelante en este mismo capítulo, el apóstol va a hablar del hombre de Dios, aquel que debe tener la verdad de la palabra como el fundamento de su vida. Lo veremos en las próximas meditaciones. Pero ahora, Timoteo debe evitar la compañía de ciertas personas que dicen y no hacen. Confiesan una cosa y viven otra. Por sus frutos se les conoce. El carácter de los hombres de los últimos tiempos tiene unas características tan nocivas que lleva a muchos justos a experimentar una gran soledad. El profeta Isaías menciona la soledad en muchas ocasiones como experiencia de los hombres de Dios (Is.43:18-20; 51:3).

La respuesta volvemos a encontrarla en el evangelio de Dios que nos une al Hombre por excelencia. Al Hijo del Hombre. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre. El fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado; por tanto, es poderoso para socorrer a los que somos tentados. El sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Jesús es nuestro modelo. Debemos poner nuestra mirada en él y mantener la comunión con aquellos que están siendo modelados a su imagen.

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TIEMPOS FINALES – Aprendiendo sin conocer la verdad

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque (mujeres débiles NVI)… siempre están aprendiendo, y nunca llegan al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3:1, 2, 6,7).

En los textos que nos ocupan ahora hay un giro que debemos entender. El apóstol sigue hablando de estos hombres sin escrúpulos que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Y luego dice de estas mujeres, que es el texto que nos ocupa: Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Por supuesto que se puede aplicar también a los hombres, pero es curioso que Pablo exponga detalladamente algunas de las prácticas de estos hombres con apariencia de piedad. Ponen su mirada en personas fáciles de manipular. Entran en las casas con intereses espurios. Inducen a mujeres pecadoras, esclavas de diversas concupiscencias, con un entendimiento muy limitado, y les enseñan palabrerías difíciles de comprender pero que tienen apariencia de elocuencia y profundidad. Siempre es más fácil manipular a los ignorantes que a los que piensan y están formados. Hacen un sinfín de cursillos, están atadas a actividades eclesiásticas de todo tipo pero la verdad no forma parte de ellas. Podemos estar aprendiendo muchas cosas superfluas y vivir alejados de la verdad. Podemos vivir engañados creyendo que sabemos algo cuando en realidad no sabemos nada como debemos saberlo. Es una enseñanza que no transforma nuestra vida. Hay muchos evangelios falsos que mantienen ocupadas a millones de personas y sin embargo viven tan alejados de la verdad. Hay tantos creyentes corriendo de conferencia en conferencia, de maestro en maestro, y nunca son transformados. La verdad parece eludirles.

La respuesta está en el verdadero evangelio. Jesús dijo a los que habían creído en él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn.8:31-32). La verdad es Jesús. Si tenemos a Jesús tenemos la verdad en nuestros corazones. Toda nuestra vida, unida a él, será un descubrimiento de la plenitud que hay en Jesús. La voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Tim. 2:4). El Mesías ha venido lleno de gracia y de verdad (Jn.1:14) para que tomemos de su plenitud; porque la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Jn.1:16-17). No se trata de infinidad de estudios, ni de gnosis (conocimiento) oculta, sino de la revelación de Jesucristo en su palabra y por Su Espíritu.

 

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TIEMPOS FINALES – Resisten a la verdad

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque habrá hombres… que resisten (se oponen a) la verdad… (2 Timoteo 3:1, 2, 8).

Si hay un tiempo cuando se combate la verdad revelada y absoluta con verdadera saña, incluso desde las leyes humanas, es hoy. Resistir la verdad es oponernos a Dios. Revolvernos contra la revelación del Hijo de Dios, que manifestó como nadie lo ha hecho ni podrá hacerlo, ser la verdad manifestada en carne; es unirnos a Janes y Jambres, aquellos magos egipcios que según la tradición judía se opusieron a Moisés. El apóstol lo argumenta aquí de forma impecable: Y así como Janes y Jambres se opusieron a Moisés, de la misma manera estos también se oponen a la verdad… pero no progresarán más, pues su insensatez será manifiesta a todos, como también sucedió con la de aquellos dos. Se refiere a «predicadores» que se meten en las casas y enseñan cosas que nunca alcanzan el nivel de la verdad porque se están oponiendo a ella. Curioso. Pasan por maestros de la verdad y a la misma vez la resisten ¿cómo es esto? Tienen apariencia de verdad, lenguaje de verdad, versículos de la Biblia, pero con sus hechos la niegan. Venden una apariencia de verdad, levantan sistemas religiosos, pero niegan su eficacia porque en su corazón la resisten, no están sujetos a la verdad, sino a «su» verdad. Como se dice hoy: «la verdad ha muerto, viva mi verdad». Podemos oponernos a la verdad de diversas formas. Una confrontándola abiertamente, negándola. Pero en otros casos se hace desde una posición sutil, debilitándola mediante argumentos que la deforman y adaptan al nivel humano. Es una verdad agradable al oído según la comezón de oír, es decir, lo que queremos escuchar. Amar a todos, comprender a todos, contentar a todos. Sin embargo, está escrito: el amor se goza de la verdad (1 Co.13:6). Hablar de verdades absolutas se ha convertido en una posición peligrosa por ser acusado de intolerante, alejado del laicismo dominante. Un sincretismo perverso que mezcla todo para diluir la verdad en un océano de ambigüedades, todas respetables, pero falsas.

La respuesta del evangelio nos enseña que la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Jesús es la verdad. El Hijo de Dios la ha dado a conocer. La trajo del cielo en las palabras recibidas del Padre. La transmitió a sus apóstoles, la vivifica el Espíritu Santo y ha quedado recogida en las Sagradas Escrituras. No conformarse a la doctrina de la piedad y la verdad es estar envanecidos. Jesús murió por la verdad. Esteban fue apedreado por defenderla. Y todos los que quieren vivir piadosamente padecerán la persecución de los hombres que detienen con injusticia la verdad.

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TIEMPOS FINALES – Corruptos de entendimiento

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque habrá hombres… corruptos de entendimiento (mente depravada) (2 Timoteo 3:1, 2, 8).

La batalla está en la mente. Dice el proverbio: Cuál es su pensamiento en su corazón, tal es. O como se traduce en la Biblia de las Américas: pues como piensa dentro de sí, así es (Pr.23:7). ¿Y cómo se forma la mente en su modo de pensar? Mediante la verdad. ¿Y cuál es la verdad? Jesús, el Hijo de Dios. ¡No me gusta! ¡No lo acepto! ¡Es absoluto! ¡Es restrictivo! ¡No da opción a otras religiones! ¡Impide la concordia y la paz universal! ¡Nadie puede estar totalmente seguro, es muy soberbio afirmarlo! La mente humana y todos sus argumentos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Co.10:4). La fe viene por el oír con un corazón arrepentido y necesitado. La incredulidad y la apostasía también vienen por el oír doctrinas de demonios. Ahora, pensemos. Los pensamientos humanos pueden estar producidos por doctrinas de demonios, por el contrario, la verdad revelada está sujeta a un corazón contrito y humillado a quién el Espíritu de Dios revela lo profundo de Dios. La sabiduría del mundo pierde a Dios, porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Dios esconde la verdad en aquellos de entendimiento corrupto, mente depravada. Sin embargo, la revela a los niños, los menospreciados, los que nada son, para que nadie se jacte en su presencia. Complejo. Humillante para el hombre sabio en su propia opinión. Pablo dice: Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios (2 Co.4:3,4 LBLA). Una mente corrompida inventa toda clase de males. Inventores de males (Ro.1:30). ¡Ay de los que planean la iniquidad, los que traman el mal en sus camas! Al clarear la mañana lo ejecutan, porque está en el poder de sus manos. Codician campos y se apoderan de ellos, casas, y las toman. Roban al dueño y a su casa, al hombre y a su heredad (Miqueas 2:1,2).

La respuesta de Jesús en el evangelio dice: Mi enseñanza no es mía, sino del que me envió. Si alguien quiere hacer su voluntad, sabrá si mi enseñanza es de Dios o si hablo de mí mismo (Jn.7:16,17). Por tanto, la revelación de la verdad está ligada al estado del corazón del hombre, por una parte; y por otra, al sometimiento de nuestra voluntad a la de Dios. Escogemos. Y al hacerlo, se pone de manifiesto de que espíritu somos: amantes de la verdad o corruptos de entendimiento. Escoge a Jesús y andarás en la luz de la verdad.

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TIEMPOS FINALES – Réprobos en cuanto a la fe

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque habrá hombres… réprobos en cuanto a la fe (reprobados en lo que respecta a la fe) (2 Timoteo 3:1, 2, 8).

Estos hombres son los que han resistido la verdad, de mente depravada, y que tienen la piedad como fuente de ganancia. Son los que no han superado la prueba de la fe, han suspendido y viven bajo condenación. No suena muy popular pero es el sentido de la enseñanza del apóstol. Reprobado significa haber suspendido en la prueba de la fe. Sin fe es imposible agradar a Dios, y todo lo que no proviene de fe es pecado. El justo vive por fe y si retrocede no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma (Hebreos 10:38-39). Pablo lo enseña a los creyentes de Corinto. Poneos a prueba para ver si estáis en la fe; examinaos a vosotros mismos. ¿O no os reconocéis a vosotros mismos de que Jesucristo está en vosotros, a menos de que en verdad no paséis la prueba? (2 Co.13:5). Vivimos días peligrosos porque los hombres pueden aparentar tener fe pero no conformarse a la doctrina de la piedad, sino a sus propias deseos. Podemos tener el lenguaje de la fe, conocer textos bíblicos, mantener actividades religiosas pero vivir reprobados en cuanto a la fe. Es usar la gracia como pretexto para la disipación y vanidad. Es la gracia barata que no se sostiene sobre la verdad sino sobre nuestros propios caprichos carnales. Es confesar una cosa y vivir otra. Los profetas de Israel fueron rotundos al denunciar estas prácticas de falsa religión. Jesús fue durísimo con la apariencia de piedad de muchos fariseos. Vivimos días de apostasía por un lado, y de una fe acomodada a pensamientos humanistas que se alejan de la verdad revelada en el evangelio por otra. Parece haber muchos creyentes en ciertos lugares pero sin la transformación que se les supone a los hijos de Dios. Es fácil imitar la fe. El trigo y la cizaña se parecen mucho, pero el fruto es muy distinto. Haremos bien en seguir el consejo apostólico y examinarnos para ver si estamos en la fe del Hijo de Dios, crucificados con él, muertos con él, resucitados con él. El que piense que está firme mire que no caiga. Tomemos en serio el fundamento de los apóstoles.

La respuesta volvemos a encontrarla en el evangelio donde la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: el justo por su fe vivirá. La fe sin obras está muerta. Y la fe obra por el amor. El justo ama la justicia y vive en luz. Si decimos pero no hacemos nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si permanecemos en la fe del Hijo de Dios sabemos que tenemos vida eterna.

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TIEMPOS FINALES – Dolores de parto (1)

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lucas 21:28)

         Enlazando con la esperanza de su venida tenemos la pregunta recurrente sobre cuándo será ese momento y que señales habrá de su venida. En los próximos capítulos iremos viendo algunas de las señales más evidentes del advenimiento del día del Señor, es decir, el momento cuando será establecido el reino mesiánico en la tierra. Porque su venida tiene que ver con el reino prometido a David. Dijimos que esa es la esperanza de Israel, lo sigue siendo hoy. Era lo que esperaban muchos en Israel en los días cuando apareció el Mesías. Las cosas no acontecieron como algunos esperaban y la separación entre la comunidad judía que creyó en Yeshúa como el Hijo de Dios, aquel del que hablaban los profetas; (como le dijo Felipe a Natanael: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Jn.1:45); y la congregación de gentiles, se fue distanciando más y más hasta quedar completamente separadas durante los últimos dieciocho siglos. Fue un proceso gradual e irreversible que condujo a la primacía de la iglesia sobre la sinagoga, el abandono de muchas de las raíces hebreas de la fe del evangelio, dado que el nuevo liderazgo de la iglesia fue mayoritariamente de procedencia gentil, en detrimento del liderazgo primigenio de los apóstoles judíos. Vino la persecución, que primeramente había sido de los judíos sobre los cristianos; se volvió al revés cuando la nueva religión se institucionalizó en el Imperio Romano, dando lugar a la teología del reemplazo y una historia luctuosa que no podemos abordar aquí. Pero ahora, habiendo sido llevados cautivos los judíos a todas las naciones, y hollada Jerusalén por los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles se cumpla (Lc.21:24), se inicia un retorno a la esperanza del reino mesiánico, precedido por los dolores de parto antes del alumbramiento. En este tiempo de dolores de parto se suceden distintos acontecimientos, algunos de los cuales anunció Jesús en su discurso a los discípulos antes de ser entregado a la cruz. Leamos. Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra. Y añade: Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lc.21:25-28).

         Los dolores de parto permanecerán durante un tiempo indeterminado anunciando el preludio de la redención de Israel.

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TIEMPOS FINALES – Dolores de parto (2)

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lucas 21:28)

         La historia de la iglesia ha tenido décadas, incluso siglos, dedicados al debate de algún punto doctrinal y teológico. En los siglos II, III y IV fue la naturaleza del Hijo, si era Dios y Hombre; solo Dios; solo Hombre; o ambas naturalezas. El pasado siglo XX fue testigo de un debate largo, muy largo, ―aún no ha terminado― sobre los acontecimientos y señales de los últimos tiempos. Se han dicho toda clase de disparates. Algunos ya pasaron de moda, otros permanecen en forma de doctrina. Se ha hecho teología ficción especulando sobre quién será el anticristo, cómo será el arrebatamiento, si la tribulación es antes o después de la venida de Jesús. En definitiva, todo un compendio de posturas divergentes sobre las señales del fin. Nosotros no vamos a entrar en ese debate aquí, anotaremos algunas de las señales que nos parecen más relevantes. Hemos iniciado este apartado sobre las señales de su venida con lo que la Biblia llama dolores de parto, o principio de dolores (Mt.24:8). Detengámonos en el contexto del pasaje donde se mencionan los acontecimientos anteriores a la redención de la que habla el Señor en Lucas 21. Observemos que una vez más se alude a la redención para el pueblo de Israel y todos aquellos que esperan su venida. Una redención, según la mentalidad judía de la época, física en primer lugar, liberación de la esclavitud; así como de una dimensión espiritual que alcanza al espíritu del hombre. El mensaje redentor que anunció Jesús en la sinagoga de Nazaret comprendía elementos físicos y espirituales. Veamos. El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Jesús sanó a los ciegos físicos. Trajo perdón de pecados. Puso en libertad a los oprimidos por el diablo y anunció buenas noticias a los pobres. Aspectos físicos y espirituales de la redención. Ahora anuncia señales en el sol, la luna y las estrellas; en la tierra angustia de las gentes, confusión y desfallecimientos por el temor que sobreviene como dolores de parto anteriores a la redención final que preceden a su segunda venida. No olvidemos: redención literal y espiritual. Lo iremos viendo.

         Hay una diversidad de dolores en forma de angustia, confusión, desfallecimientos y temor que preceden a la venida redentora del Mesías.

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TIEMPOS FINALES – Dolores de parto (3)

Y oiréis de guerras y rumores de guerra; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes y hambres y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:6-8)

         La vida natural viene precedida por dolores de parto que empujan su alumbramiento. Cuando Jesús nació en Belén como la luz verdadera que alumbra a todo hombre hubo dolores. Murieron muchos niños inocentes por la sentencia de Herodes. Dolores en Israel. En el tiempo cuando nació Moisés,  ―legislador y libertador de los hebreos―, para ser instrumento de Dios en la redención de Israel, hubo muchos niños hebreos que murieron por una sentencia de Faraón. Hoy estamos asistiendo, de forma aparentemente aséptica, al sacrificio de millones de niños en el seno materno mediante el aborto, por sentencia de los gobiernos que permiten y apoyan el asesinato de niños inocentes en todas las naciones antes del alumbramiento de un nuevo día. Parece una ley inexorable que antes de la luz viene un tiempo de gran oscuridad. El pueblo asentado en tinieblas luz le resplandeció (Mt.4:16). La luz en las tinieblas resplandece (Jn.1:5). Dios mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, y es el que resplandeció en nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (2 Co.4:6). No es una novedad decir que vivimos tiempos de gran oscuridad por muy diversos motivos, lo cual vuelve a enseñarnos que estamos a las puertas del día con más luz. Como dice el apóstol Pedro: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones (2 Pedro 1:19). La Escritura enseña con claridad que la vida se abre camino mediante dolores de parto, y la luz se manifiesta después de grandes oscuridades. Es la enseñanza de Jesús al anunciar los días anteriores a su venida. Hay una serie de acontecimientos concatenados en una sucesión imparable y sucesiva: guerra y rumores de guerra, levantamientos nacionalistas de nación contra nación y reino contra reino ―un mensaje claro del despertamiento de los nacionalismos―; también vemos aquí un gobierno supranacional o global, y pestes, —pandemias—, y hambres, y terremotos, todo ello como principio de dolores. Es muy similar a los «ayes» continuados que aparecen en Apocalipsis y los profetas.

         La continuidad de los dolores de parto, −contracciones seguidas−, del tiempo presente, anuncia el inminente regreso del Rey a Jerusalén.

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TIEMPOS FINALES – Dolores de parto (4)

… Y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra… Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria… Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios (Lucas 21:25-31)

         Siguiendo con los «ayes» que vimos en nuestro anterior capítulo, esa sucesión ininterrumpida de acontecimientos, y enlazando con el texto de Lucas donde aparece la misma enseñanza de Jesús sobre el tiempo anterior a su venida, veamos ahora algunos ejemplos más. En la tierra angustia de las gentes. Angustia. Nuestro diccionario define este término de la siguiente manera: «estado de intranquilidad o inquietud muy intensa causado especialmente por algo desagradable, la amenaza de una desgracia o un peligro». Hay una diversidad de sucesos que pueden producir angustia, entre ellos: crisis económicas, la incertidumbre sobre el futuro, no poder cobrar la pensión en su día, no poder ayudar a los hijos en sus necesidades, la inestabilidad de los gobiernos ante el movimiento de masas migratorias, especialmente de origen islámico, que no se adaptan a las normas del país de acogida, sino que pretenden implantar su forma de vida basada en la ley sharía. Angustia ante la impotencia de los fenómenos naturales como terremotos sucesivos en ciertos países, huracanes, tsunamis de una intensidad nunca vista, enfermedades nuevas para las que no hay cura por el momento. Angustia que no encuentra resortes para sostenerse produciendo enfermedades del alma como la ansiedad, depresiones con un cuadro de dolencias psicosomáticas que mantienen a sociedades enteras confundidas y desfalleciendo en su ánimo por el temor a las oleadas sucesivas de circunstancias que se acumulan sin dar tregua. Aparece en las sociedades más avanzadas el mayor índice de suicidios que contradice el argumento de que el materialismo y el bienestar traen la felicidad. La falta de sentido de dirección y futuro, la ausencia de incentivos duraderos para sostener la esperanza conduce a las multitudes al desenfreno por el placer temporal, sin valores, ni principios. Gobernantes que hacen cosas que no convienen. Todo ello dolores de parto. Principio de dolores que anuncian la llegada del día. Entonces verán… Sabed que está cerca el reino de Dios. La redención final.

         Los dolores de parto anuncian el alumbramiento de un nuevo día, no bajo los parámetros del presente siglo malo, sino mediante los poderes del siglo venidero de justicia y paz por el retorno del príncipe de paz.

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TIEMPOS FINALES – Dolores de parto (5)

La mujer cuando da a luz, tiene dolores, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo (Juan 16:21,22)

         Ciertas enseñanzas placenteras como el denominado Estado del Bienestar, o teologías escapistas que enseñan un arrebatamiento antes de la tribulación, han educado a las nuevas generaciones en una conciencia hechizada mediante falsa seguridad. Me explico. Nosotros no sufriremos, piensan algunos, las generaciones anteriores de cristianos sí, nosotros no. Israel sí. La iglesia no. Aunque el mensaje de Jesús sea: en el mundo tendréis aflicción, no lo hemos oído, tenemos comezón de oír, hemos adaptado nuestro oído a la comodidad de nuestras apetencias. Estamos diseñados para eludir el sufrimiento. A nadie le gusta sufrir. Procuramos la comodidad. Aunque sabemos que vivimos en un mundo caído necesitado de redención final.  Con esto no estoy abogando por una conciencia fatalista, hay esperanza, Jesús dijo: pero confiad, yo he vencido al mundo. Lo cual no anula los tiempos de sufrimiento por diversos motivos; padecimientos por causa del evangelio. No es para todos igual, ni en todos los lugares. Pero debemos estar preparados sabiendo que vivimos en un mundo incierto, inestable, movible, y si nos aferramos a esta vida terrenal la perderemos, pero si vivimos con la mirada puesta en el Autor de la vida, en las cosas de arriba, en el reino venidero, la ganaremos. El corazón es engañoso y fácil de modelar hacia una conciencia de placer y bienestar pero falsa. Dicen paz, paz, pero no hay paz. La violencia predomina. Nos queda el evangelio, que contiene esperanza, la gloriosa esperanza de su venida en poder y gloria para reinar en Jerusalén. Ese día es anhelado por la misma creación, que ha sido sujetada a vanidad, esperando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios. Primero gemidos (Rom.8:19-23). Y no solo gime la creación. Nosotros, los hijos de Dios, también gemimos ante el predominio de las injusticias y la mentira esperando la adopción y redención de nuestros cuerpos de muerte para ser liberados de la esclavitud a la libertad gloriosa de hijos. Algunos lo quieren ya aquí y ahora, pero es dar coces contra el aguijón. Ese diseño pertenece al siglo venidero, bajo el reinado del Mesías-Rey. Tenemos las primicias del Espíritu pero no la plenitud. En nuestro texto dice Jesús: Os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

         Una de las señales inequívocas de su venida, con sus múltiples facetas, son los dolores de parto que anuncian el nacimiento de un nuevo día.

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TIEMPOS FINALES – Aumento de la maldad (1)

… Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará (Mateo 24:12)

         La conjunción «y» se usa habitualmente como valor de unión, suma o adición, sirve para añadir un nuevo elemento. En nuestro recorrido añade una nueva señal de los tiempos finales. Da continuidad a los sucesos enlazados anteriores al advenimiento del Mesías-Rey. El texto que tenemos para meditar introduce una consecuencia del aumento de la maldad: el amor de muchos se enfriará. Ambas realidades van juntas. Hay un aumento de la maldad que produce un enfriamiento del amor. Es la triste realidad de la iglesia de Laodicea, abandonaron su primer amor. Estamos asistiendo, sin duda, a un aumento de la maldad en el corazón del hombre. La dureza se inicia cuando el ser humano no tiene en cuenta a Dios. No le da gracias, se envanece en sus razonamientos y su necio corazón es entenebrecido. Una sociedad sin Dios legisla sin temor de Dios. No hay Dios. Solo el hombre. No hay juicio. Solo ante los hombres, y estos pueden ser fácilmente engañados, de ahí la loca carrera para camuflar, aparentar, disimular, fingir, esconderse detrás de cierta educación en las formas, un tono de voz modulada que encubre la mentira como forma de vida. Filosofías relativistas. Nada es bueno ni malo. Por tanto, se impone el aumento de la maldad que navega bajo unos parámetros seculares sin control, inventando males, llamando a la luz tinieblas y a las tinieblas luz. El apóstol Pablo lo llama el misterio de la iniquidad que ya estaba en acción en sus días, y que irá en aumento, hasta que el Señor lo elimine con el espíritu de su boca, y lo destruya con el resplandor de su venida (2 Tes. 2:7-9). Este aumento de la maldad produce apostasía en los creyentes, y da paso a la manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición. Lo hemos visto ampliamente en la serie sobre el hombre condenado. El hombre de pecado vive dominado por el mal, un dueño a quién sirve con delectación y se complace con todos aquellos que practican el pecado en su gran diversidad de formas y manifestaciones. Cada día se suceden ante nuestros ojos noticias aterradoras  a través de infinidad de imágenes y mensajes en los medios de comunicación que hielan la sangre, todo ello está insensibilizando y hechizando a nuestra generación en una conformidad ante el mal que enquista la conciencia y la cauteriza. Los ejemplos son innumerables. La manipulación de la pandemia del coronavirus a la que estamos asistiendo es una prueba más de como la mentira predomina. Nuestro gemido debe ser el que adelante su venida.

         El aumento de la maldad produce el enfriamiento del amor que a su vez congela el alma anunciando la necesidad libertadora del reino mesiánico.

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TIEMPOS FINALES – Aumento de la maldad (2)

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios (2 Tesalonicenses 2:3,4)

         El engaño adopta diversos tipos de formas. Puede ser por exceso o por defecto. Un exceso de expectativa en el retorno de Jesús puede dar lugar a neurosis del fin del mundo que producen un escapismo fuera de la realidad; ese tipo de actitudes se han vivido en distintas etapas de la historia de la iglesia. La última fue en el paso del siglo XX al XXI, donde tuvimos toda una serie de «profecías» del caos que dieron lugar a mil especulaciones. También hemos tenido las «profecías» sobre el calendario maya que databa el 2012 como el año del fin. Por otro lado, tenemos el engaño por defecto, que conduce a una mentalidad netamente materialista de la historia que tiene su única esperanza en el tiempo presente. Como dijo el apóstol: cuyo dios es su vientre, que solo piensan en lo terrenal. La Escritura anuncia señales antes del fin. Esas señales se van sucediendo progresivamente acumulando lo que se llama dolores de parto hasta alcanzar el punto álgido de dar a luz el día, un nuevo día, el día postrero, el día del Señor, cuando se inicia el reino mesiánico. La historia conduce inexorablemente a ese día. Una de esas señales es el aumento de la maldad. Una progresión cuantitativa y cualitativa de iniquidad que toma diversas formas. Siempre comienzan con un pensamiento. Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él (Pr.23:7). O como dice en la Biblia de las Américas: pues como piensa dentro de sí, así es. Esta verdad revela a ciertos intelectuales como portadores de nuevas ideas que penetran en la sociedad, alcanzan a los gobiernos que establecen leyes sujetas al nuevo paradigma de pensamiento para liberar ideologías que trastornan a naciones y continentes enteros. Si tomamos como referencia el final del siglo XIX y el inicio del XX vemos que el aumento de la maldad tomó formas ideológicas que condujeron a dos guerras mundiales con una devastación nunca vista antes. En palabras del historiador Paul Johnson, en su libro Tiempos modernos, donde dice: El siglo XIX asistió a la culminación de la filosofía de la responsabilidad personal, que fue la herencia conjunta del judeocristianismo y el mundo clásico. El abandono de estos valores dio entrada a una maldad estatal que veremos.

         La historia demuestra que en la primera década del siglo XX se dio inicio a un aumento de la maldad como resultado de las ideas relativistas y marxistas, hoy ampliadas con una agenda globalista en oposición al Dios de la Biblia.

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TIEMPOS FINALES – Aumento de la maldad (3)

Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (2 Tesalonicenses 2:7,8)

         No estamos diciendo que la maldad comenzara a inicios del siglo XX, pero sí hubo un aumento de iniquidad como resultado de la materialización de las ideas anteriores, convertidas en ideologías, que establecidas en ciertos Estados dieron lugar a una devastación nunca antes vista. «El siglo XIX se interesaba esencialmente por el éxito moral o espiritual del individuo, era la filosofía de la responsabilidad personal, la idea de que cada uno de nosotros es individualmente responsable de sus actos, una herencia cuya base se asentaba en la cosmovisión judeocristiana y clásica» (Paul Johnson, Tiempos modernos). Sin embargo, en ese mismo siglo es cuando se gestaron las ideas del relativismo y el marxismo que explosionaron en el siglo siguiente con toda su virulencia. Especialmente cuando el aumento de la maldad pasó del individuo a los Estados. En palabras de Winston Churchill: La capacidad de destrucción del individuo, por perverso que sea, es reducida; la del Estado, por bien intencionado que sea, resulta casi ilimitada. La ley de la relatividad de Einstein derivó en relativismo moral, quien vivió lo suficiente para ver que el relativismo moral, a su juicio una enfermedad, se convertía en una pandemia social, así como vivió para ver que su fatal ecuación promovía el nacimiento de la guerra nuclear. Hacia el fin de su vida solía decir que había momentos en que deseaba haber sido un sencillo relojero. En las dos primeras décadas del siglo XX comenzó a difundirse la idea de que ya no existían absolutos. El relativismo dio forma al curso de la historia del siglo XX, actuando como un cuchillo que ayudó a cortar las amarras tradicionales de la sociedad en la fe y la moral de la cultura judeocristiana. Unido a la ausencia de responsabilidad personal que proponía Freud, queriendo demostrar que los sentimientos de culpa no respondían a ninguna forma de fragilidad humana, impidiendo el desarrollo de la civilización; y añadiéndole el materialismo de la filosofía marxista, desarmaron la conciencia individual para desclavar el soporte moral que fue el centro de la civilización europea del siglo XIX. Tenemos aquí (creo yo) el embrión del misterio de la iniquidad del que hoy somos herederos. Ese embrión se ha desarrollado a velocidad de vértigo las últimas décadas dando paso a la pretensión de imponer un gobierno global en oposición a Dios resucitando a Nimrod en Sinar.

         El misterio de la iniquidad se libera mediante ideologías relativistas y materialistas que dan lugar a una maldad ilimitada en las naciones de hoy.

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TIEMPOS FINALES – Aumento de la maldad (4)

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia… (1 Timoteo 4:1,2)

         El proceso degenerativo que conduce al aumento de la maldad en las personas es gradual. La historia del hombre está llena de sucesos de este tipo que acaban en manifestaciones de iniquidad abriéndose camino en la vida cotidiana trayendo dolor y muerte. Hemos dicho que el proceso generalmente se inicia con un pensamiento, que da lugar a un desarrollo más amplio convirtiéndose en ideología, y cuando conecta con otras personas que aceptan esa forma de pensar, producen una influencia en la sociedad que recogen los políticos para darle forma de ley y ejecutarlas mediante los poderes del Estado. No todos los pensamientos tienen la misma fuerza para introducirse en la sociedad, pero hay corrientes ideológicas que se establecen con un impulso sorprendente. En poco tiempo se extienden a sociedades enteras, quedando subyugadas bajo una tiranía que no puede explicarse de forma natural. El apóstol Pablo nos da una pista cuando habla de espíritus engañadores y doctrinas de demonios que llevan a muchos a la apostasía, porque han escuchado argumentos altivos, hechiceros y fascinantes, que pueden conducir a pueblos enteros a una conciencia cauterizada mediante la mentira. Lo vemos en los dos totalitarismos predominantes del siglo XX, el comunismo y el nazismo. Hoy lo tenemos en el islamismo y la agenda globalista. Cuando una ideología perversa es impulsada por huestes espirituales de maldad, encontrando la forma de expresarse en el mundo natural mediante hombres perversos y malos que le dan curso articulando argumentos altivos y cautivadores, para luego pasar a formar parte de la constitución de un Estado nacional, la multiplicación de la maldad y sus daños son ilimitados. La fuerza arrolladora del engaño y la manipulación del lenguaje se manifiesta en la naturaleza espiritual que la produce, formando doctrinas, filosofías e ideologías (relativismo moral, materialismo, comunismo, secularismo y nacionalismo son algunas de las predominantes en el siglo XX y que han formado nuestra generación actual) acelerando la maldad y causando dolor y muerte sin límite. Una conciencia cauterizada (personal o colectiva) justificará cualquier comportamiento por abyecto que pueda parecernos inicialmente. El ataque principal es contra la fe bíblica y sus valores, porque si la sal pierde su sabor…

         La noche está avanzada con su oscuridad más profunda, preludio del día del Señor que se acerca y debemos levantarnos del sueño.

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TIEMPOS FINALES – Aumento de la maldad (5)

… Andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza (Efesios 4:17-19)

         Vivir ajenos a la vida de Dios no significa no ser religioso. Se puede ser religioso sin tener la vida de Dios. Aprender dogmas, liturgia, ritos y tradiciones está al alcance del hombre natural y carnal. Una vez más vemos en este pasaje cómo se produce el deterioro que da lugar al aumento de la maldad. La vanidad de la mente y de los pensamientos significa seguir la corriente de este siglo en su forma de pensar predominante. Es vivir en los deseos de nuestra carne y de los pensamientos sin control (Ef.2:1-3). Los pensamientos no renovados por la verdad de la palabra de Dios dan lugar a una manera de pensar entenebrecida, es decir, un pensamiento oscuro, de tinieblas, fácilmente manipulado por el príncipe de la potestad del aire que opera en los hijos de desobediencia. Esa mente nos aleja de la vida de Dios mediante la ignorancia, produciendo una dureza de corazón que nos lleva a perder toda sensibilidad entregándonos a cometer todo tipo de engaños y malignidades. Todas ellas justificadas mediante un pensamiento armado sobre doctrinas de demonios y espíritus engañadores, liberando así en pueblos y naciones, incluso continentes, ideologías como las reseñadas (comunismo, nazismo, islamismo) o la de nuevo cuño llamada ideología de género. Esta ideología ha penetrado en los gobiernos de los países más avanzados del mundo dando lugar al aborto libre, el matrimonio de personas del mismo sexo, adoctrinando a los niños en una sexualidad basada en la caprichosa elección al margen de la naturaleza sexual propia de su biología natural. Además se impone de manera totalitaria, legislando contra todo aquel que discrepe de semejantes postulados que han sido elevados a la categoría de dogma absoluto, sin aplicarse en este caso el relativismo moral que sí se utiliza cuando se trata de los valores y principios judeocristianos. Esta ideología se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios (2 Tes.2:4). Paradójicamente, en los mismos países donde se legisla contra el Dios revelado en la Biblia se permite con sumisión la implantación de la religión islámica, que es un sistema totalitario, poniendo de manifiesto su paralelismo en naturalezas distintas pero complementarias. La naturaleza de pecado se encuentra allá donde se opone a Dios y su ley moral.

         El aumento de la maldad con sus múltiples manifestaciones es una prueba inequívoca que vivimos en la antesala del reino mesiánico.

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TIEMPOS FINALES – El carácter de los hombres (1)

También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres… (2 Timoteo 3:1,2)

         Cuando hablamos de señales antes del fin generalmente ponemos énfasis en los aspectos más llamativos y sensacionalistas, en muchos casos especulando más allá del texto bíblico para enarbolar todo tipo de anuncios forzando la exégesis bíblica. Sin embargo, raras veces he oído o leído que se acentúe el texto de Pablo en su segunda carta a Timoteo, donde apunta con claridad que una de las señales a las que tenemos que estar atentos del fin de los tiempos es el carácter de los hombres. Pablo dice que debemos saberlo. Ser conscientes del deterioro moral del carácter de los hombres, y hace una larga lista con sus características. Hemos hecho toda una serie desarrollando cada uno de los aspectos del carácter de los hombres en los últimos tiempos que menciona el apóstol y presentando el evangelio como respuesta a esta anomalía. No haremos lo mismo aquí (remito al lector a la serie 1 de este mismo tema), pero sí quiero volver a incidir en la deformación del carácter moral de los hombres como una señal inequívoca de estar acercándonos al fin. El apóstol Pedro lo expresa así: Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración (1 Pedro 4:7). El consejo del apóstol al acercarnos al fin es sobriedad y oración. Sobriedad porque la sociedad predominante de esos días finales se vuelve extralimitada, embriagada, no solo de vino y droga, sino de vanidad y egoísmo, de ruptura de los soportes morales y el abandono de los valores que sostienen a las sociedades dentro de unos parámetros adecuados para no causar su propia destrucción. También apela a la oración. Me recuerda la exhortación del Maestro a los suyos: Velad y orad, para que no entréis en tentación. Los días son malos. Los tiempos peligrosos. Porque la conciencia del ser humano se ha vuelto insensible por haber soltado los soportes de la ley de Dios. El hombre de pecado, o el misterio de la iniquidad, del que habla Pablo, significa un hombre sin ley ni límites, es decir, el abandono de la ley moral universal, por tanto, desenfreno, provocando cualquier inmundicia bajo el argumento de la tolerancia. La ideología de género es una buena prueba de ello imponiendo una conducta amoral, sin frenos a cualquier deformación contra natura por contraproducente que sea. Esa ideología nos iguala a las generaciones de Noé, Sodoma y Gomorra. La pandemia que nos azota desde hace meses es una prueba más del cúmulo desintegrador de una sociedad a la deriva. Volvamos a Dios y su Mesías.

         Cuando el carácter de los hombres pierde sus referentes morales entramos en una deriva destructiva que precede a la desintegración social.

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TIEMPOS FINALES – El carácter de los hombres (2)

[] Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad [] aborrecedores de Dios… inventores de males [] sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican  (Romanos 1:29-32)

         Si trazamos un paralelismo entre la lista que presenta el apóstol Pablo en segunda de Timoteo acerca del carácter de los hombres en los últimos tiempos, y la que que encontramos en Romanos, notaremos las similitudes de ambas listas. En el caso de la carta a los Romanos algunos interpretan que habla de los paganos sin Dios, otros de las generaciones anteriores al diluvio, es decir, hombres sin ley, que viene a ser equivalente a la lista del carácter de los hombres en los últimos tiempos, cuyo denominador común vuelve a ser el hombre sin ley, incluso el religioso que tiene apariencia de piedad pero niega su eficacia. En el primer caso lo podemos equiparar a las generaciones de Noé y las ciudades de Sodoma y Gomorra que fueron destruidas por su pecado, y que Jesús compara con los días anteriores a su venida, estableciendo el paralelismo de ambas generaciones. Como en los días de Noé… Asimismo como sucedió en los días de Lot… Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste (Lc.17:26-30). Es un recrudecimiento de la maldad sin límites. Lo hemos visto en el pasado siglo XX en los Gulags soviéticos y el holocausto nazi. Por otro lado, la maldad infinita de condenar a millones de seres humanos a morir de hambre en las llamadas tierras de sangre en la Ucrania soviética mediante políticas de colectivización que condenaron a millones a una muerte lenta. «En 1933, funcionarios soviéticos daban en privado una cifra estimada de cinco millones y medio de muertos por inanición en Ucrania, Kazajistán y Rusia» (tomado del libro Tierras de sangre de Timothy Snyder, pág. 83). «El hambre no llevó a la rebelión sino a la amoralidad, al crimen, a la indiferencia, a la locura, a la parálisis y, por fin a la muerte» (pág. 75) «En la Ucrania soviética las familias matan a sus miembros más débiles, normalmente niños, y se comen su carne. Incontables padres mataron y se comieron a sus hijos, y más tarde murieron de hambre ellos también» (pág. 79). El periodista Malcolm Muggeridge escribió: «aquella hambruna era uno de los crímenes más monstruosos de la historia, la gente no podrá creer que esto haya ocurrido».

         La maldad de algunos gobernantes usando el poder del Estado puede conducir a terrores como los vividos en Ucrania en los años 30 causando la muerte de millones de personas por inanición. El carácter corrompido del ser humano es capaz de semejantes ejemplos de depravación moral.

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TIEMPOS FINALES – El carácter de los hombres (3)

[] Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad [] aborrecedores de Dios… inventores de males [] sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican  (Romanos 1:29-32)

         La maldad descrita en parte, y solo en parte, de los sucesos que tuvieron lugar en Ucrania, Kazajistán y Rusia en la época cuando gobernó Stalin, cuyas políticas nefastas llevaron a pueblos enteros a una muerte horrible, no son, como sabemos, las únicas malignidades realizadas en el pasado siglo desde la fuerza del Estado. Hemos dicho antes, citando a Churchill, que la maldad de un hombre, siendo tremendamente nociva para sus semejantes, no tiene parangón cuando esa maldad sirve a un Estado totalitario, en esos casos las consecuencias se multiplican exponencialmente hasta límites insospechados. Fue el caso de la Alemania nazi sometida voluntariamente a la tiranía de un hombre cuya ideología causó la muerte de millones de personas inocentes mediante la guerra, y el establecimiento de la industria de la muerte que llevó a cabo una maldad única en la historia. Me refiero, por supuesto, al Holocausto. Que los resortes de un Estado tan fuerte, y sus recursos, fueran puestos al servicio de la aniquilación de todo un pueblo, el judío, ha sido hasta este momento de la historia del hombre el nivel más elevado de maldad visto hasta ahora. El hombre sin Dios, sin ley moral, es capaz de las peores pesadillas para el mismo hombre. Pero también el hombre religioso, actuando mediante argumentos supuestamente infalibles que emanan de una cosmovisión religiosa puede perpetrar un dolor infinito. Lo hemos visto en la Edad Media en las llamadas guerras religiosas, y estamos asistiendo en nuestro «civilizado» siglo XXI a matanzas aterradoras en nombre del islam, algunas de ellas emitidas en directo a través de Internet. Una vez más encontramos la conjunción del hombre de pecado, la bestia del Apocalipsis, y el misterio de la iniquidad. Todo ello en nombre de una ideología totalitaria islamista que vuelve a recordarnos que la depravación del carácter humano no tiene límites cuando es sustentado mediante argumentos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios, el Dios de Israel. Nuestro texto en Romanos dice: Estando atestados de toda injusticia… inventores de males… sin afecto natural. Sumergidos en el mal proyectado mediante el carácter de los hombres que viven ajenos a la vida de Dios. Señal inequívoca de su venida.

         El deterioro del carácter de los hombres en los últimos tiempos revela la maldad infinita a la que conducen los argumentos altivos en contra de Dios.

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TIEMPOS FINALES – La restauración de Israel (1)

[] Para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo  (Hechos 3:19-21)

         Antes de llegar plenamente al mensaje de los profetas sobre el advenimiento del reino mesiánico, estamos haciendo un recorrido preliminar para ir adentrándonos paso a paso en la revelación sobre el gobierno del Mesías a todas las naciones desde Jerusalén. Estamos ahora en el preludio, el tiempo anterior que denominamos señales antes de su venida. Hemos visto los dolores de parto que preceden a la parusía, también el aumento de la maldad, reseñado especialmente en el carácter de los hombres de los últimos tiempos. Como no vamos a hacer un recorrido muy extenso sobre las señales del fin, (no es el propósito de esta serie), sí queremos pararnos en algunos de los sucesos que nos parecen muy relevantes y que están ocurriendo ante nuestros ojos. En este capítulo nos detendremos unos instantes para ver una de las señales más asombrosas y esperadas que preceden a su venida. Me refiero al resurgimiento de Israel en su tierra. El pasado siglo XX fue testigo de grandes males en la humanidad, pero también asistimos a uno de los eventos más espectaculares: la restauración de Israel en su tierra. El profeta Isaías había anunciado en su libro: ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz a sus hijos (Isaías 66:8). Después de un proceso de restauración que comenzó con el sionismo moderno, fue proclamado el Estado moderno de Israel el día 14 de mayo de 1948. Israel había rebrotado en la tierra que Dios prometió a Abraham después de casi dos mil años de diáspora entre las naciones. El tiempo de los gentiles ―que algunos sitúan en el año 1967 cuando Jerusalén volvió a ser administrada por los judíos después de La Guerra de los Seis Días― había llegado a su fin, ahora la tierra ha vuelto a manos de sus auténticos herederos, en medio de una gran presión del mundo árabe y las demás naciones que siguen oponiéndose, a día de hoy, a la restauración de Israel en su tierra, ejerciendo una oposición, en algunos casos insoportables. La Escritura revela con claridad que la restauración de Israel en su tierra y a su Dios traerá avivamiento a las naciones (Rom.11:12-15).

         El regreso de Israel a la tierra de sus padres, prometida por el Dios de Jacob, es una señal espectacular del inminente retorno del Mesías para reinar.

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TIEMPOS FINALES – La restauración de Israel (2)

También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios (Lucas 21:29-31)

         La Escritura no deja lugar a dudas. Siempre hay persecución a la palabra de Dios cuando es enviada a la tierra para cumplir el propósito para el cual es enviada. Israel ha sufrido la mayor de las oposiciones en la historia de las naciones porque, como dice el apóstol Pablo, les ha sido confiada la palabra de Dios (Rom.3:2). Es el pueblo del pacto y las promesas, de ahí que haya sido objeto de una persecución única. Es paradójico, pero una verdad inapelable. El mismo principio ha tenido lugar sobre la iglesia viva de Dios, el remanente que anuncia su palabra. Este hecho se ve ampliamente en todo el libro de los Hechos de los apóstoles. Lo enseña la historia de la iglesia, y en paralelo lo vemos hoy en la presión endemoniada que padece Israel en todos los organismos internacionales, comenzando con la ONU y la UNESCO. El mismo Señor, en su oración sacerdotal, establece el siguiente binomio: recibir la palabra de Dios y sufrir el aborrecimiento del mundo van juntos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció (Jn.17:14). Aquellos que son portadores de la palabra de vida encuentran el aborrecimiento del sistema de este mundo que está opuesto a la verdad revelada. Si el texto que tenemos como base de nuestra reflexión es cierto; si la higuera es Israel (yo creo que la Escritura confirma que Israel es la higuera sin ninguna duda Joel 1:6,7), y ha rebrotado en su tierra después de casi dos mil años de diáspora, el reino de Dios está cerca. Desde esta perspectiva es relativamente fácil comprender por qué Israel recibe una presión mundial sobre su minúsculo Estado. Es inconcebible que varias naciones islámicas que rodean su territorio hayan querido eliminarla y no lo hayan podido conseguir hasta ahora, y no solo no han podido, sino que en todas las guerras defensivas que ha tenido que soportar Israel de sus vecinos ha salido victorioso y ampliado su territorio. Esta es una señal inequívoca de que asistimos a la antesala del advenimiento del reino mesiánico prometido a Israel y la descendencia de David. También dice el texto que debemos mirar a los demás árboles (figura de las naciones Ez.17:24 y Jueces 9:8-15) y su rebrotar, lo cual indica el auge de los nacionalismos que han tenido lugar a finales del siglo XIX y todo el siglo XX.

         La restauración física de Israel en su tierra después de una diáspora de más de dieciocho siglos entre las naciones anuncia la llegada del Rey.

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TIEMPOS FINALES – La restauración de Israel (3)

Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel… Por tanto profetiza, y diles: Así ha sido YHVH el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel… Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo YHVH hablé, y lo hice (Ezequiel 37:11-14)

         La restauración de Israel no solo tiene que ver con regresar a la tierra de sus padres, sino también con un despertar espiritual. El profeta Ezequiel vio un valle lleno de huesos secos, y cuando profetizó sobre ellos por palabra del Señor, hubo un ruido mientras era expresada la palabra viviente, ese ruido dio paso a un temblor que hizo brotar tendones, carne y piel que cubrió aquellos huesos. Un movimiento sobrenatural estaba teniendo lugar. El espectáculo, que dejaría estupefacto al profeta, condujo a un paso más. La palabra viviente no se paró en ese momento del proceso milagroso, y se le dijo que profetizara al espíritu, cuando lo hizo, vino sobre aquel valle inmenso el poder de la resurrección dando vida y espíritu a aquellos huesos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies, un ejército grande en extremo (Ez.37:9-10). Israel ha regresado a su tierra, y desde hace tiempo, muchos de los hijos de Abraham están regresando a su Dios. El movimiento mesiánico ha crecido más en las últimas décadas que en los dieciocho siglos anteriores. Muchos judíos están reconociendo al Mesías sin dejar de ser judíos. El velo ha comenzado a abrirse, la batalla es inmensa, el evangelio avanza entre aquellos a quienes vino primero. El tiempo de los gentiles se ha cumplido. La casa (Jerusalén) que fue dejada desierta por siglos (Lc.13:34,35), ha vuelto a ser la capital de Israel. Mas que le pese a la UNESCO, los vínculos son de todo tipo: históricos, religiosos, culturales, espirituales. Jesús volverá a Jerusalén, la ciudad del gran Rey, para establecer su reino milenial, desde donde saldrá vida y gloria a todas las naciones. El apóstol de los gentiles enseña con claridad que aunque los judíos, por un tiempo, han sido enemigos del evangelio, por la elección son amados por causa de los padres. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? Si su exclusión es la reconciliación del mundo ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? Esto es avivamiento a las naciones como resultado de la restauración de Israel en su tierra y a su Dios. ¿Comprendemos ahora el por qué de la presión única sobre este pueblo? Como iglesia de Dios no seamos inútiles en esta batalla y estemos al lado de los profetas… con Israel.

         La restauración espiritual de Israel produce avivamiento en las naciones.

 

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TIEMPOS FINALES – El resurgimiento del islam (1)

También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese (Apocalipsis 12:3,4)

         Hay otro principio inapelable que aparece por toda la Escritura: cuando el Señor da a luz su propósito en la tierra se establece una oposición (del Adversario) para tratar de abortarlo. El Autor de la vida frente al que viene a robar, matar y destruir. Cuando Israel comenzó a regresar de la diáspora a la tierra de sus padres se levantó en el mundo islámico una oposición tan violenta que supera toda concepción humana. Esa oposición ha tenido diversos episodios dramáticos hasta ahora, y aún vivimos inmersos en ella. Las naciones han sido influidas por la presión mediática palestina (única batalla ganada ante los judíos) para oponerse a Israel y el rebrotar de la higuera. El conflicto árabe-israelí es de naturaleza espiritual, aunque esté preñado de intereses políticos y religiosos que lo hacen incomprensible en muchos casos, e irresoluble para la diplomacia ignorante de las naciones que mantienen una cubierta de ceguera con el velo que las envuelve (Isaías 25:7). El Estado de Israel, (minúsculo en cualquier mapa de la zona), rodeado de naciones islámicas que han jurado su aniquilación, ha superado hasta ahora todos los intentos para ser destruida. En nuestro texto vemos (al margen de múltiples interpretaciones en las que no voy a entrar) el principio ineludible del que estamos hablando: cuando la mujer encinta va a dar a luz un hijo, el dragón se para frente a ella a fin de devorar a su hijo tan pronto como nazca. Es lo que ha ocurrido en Eretz Israel desde la misma proclamación de su Estado moderno. El impulso destructivo tiene una potestad espiritual que sostiene la iniciativa hasta hoy: el islam. Nada del conflicto, planteado como político, es comprensible si no lo vemos desde la óptica de la oposición del fanatismo islámico al renacimiento de la nación hebrea. La historia reciente demuestra claramente que después de un primer intento de aniquilación de los judíos mediante el Holocausto nazi (amigos del nacionalismo árabe personificado en la figura del muftí de Jerusalén), el relevo lo ha tomado el islamismo radical, unido a su vez con la ideología política de izquierdas y antisemita. Tenemos aquí el resurgir de la bestia en la potestad islámica, un poder espiritual anticristo en toda su teología que las naciones ignoran y gran parte de la iglesia no comprende.

         La oposición que enfrenta Israel a través del resurgimiento del islam radical responde a una clara señal del advenimiento del reino mesiánico.

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TIEMPOS FINALES – El resurgimiento del islam (2)

La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será (Apocalipsis 17:8)

         Identificar a la bestia del libro de Apocalipsis ha sido, y es, motivo de gran disparidad de comentarios. Los hay para todos los gustos. Algunos realmente pertenecen al género de la escatología ficción. No entraré en un debate interminable sobre ello, pero si llamaré la atención acerca de algunos detalles a tener en cuenta. En nuestro texto se dice que la bestia que había visto el apóstol Juan a partir del capítulo 11 y sobre todo desde el 13, era y no es, y está para subir del abismo. En el tiempo cuando escribió Juan su libro de revelación el dominio mundial pertenecía al Imperio Romano. Por tanto, debemos descartar (soy consciente de que esta ha sido y sigue siendo la interpretación más generalizada al respecto) un levantamiento del Imperio Romano en Europa (aunque la UE forme parte políticamente de la oposición a Israel) porque dice Juan que «era» (tiempo pasado referido a Babilonia), «y no es», tiempo presente; «y está para subir», es decir, aun no había hecho su aparición. El islam emergió del desierto en el siglo VII, después de la predicación de su profeta, con un mensaje mezclado de judaísmo y cristianismo herético para levantar una nueva religión que no solo era un mensaje espiritual, sino político y totalitario. El islam es un sistema totalitario que pretende dominar el mundo entero para implantar la ley sharía. En pocas décadas, sus conquistas, después de unificar toda Arabia, abarcaron la antigua Mesopotamia (la actual Irak e Irán) Siria, el norte de África, y la península Ibérica por occidente, y hasta la India por la parte oriental. Su expansión fue impresionante. Gran parte del cristianismo antiguo quedó anegado y erradicado en poco tiempo, cambiando la ley, los tiempos y la confesión de fe judía y cristiana por la Shahada: «no hay más dios que Alá, y Mahoma es su mensajero», impuesta por la fuerza de la espada. El mensaje contiene la naturaleza del abismo de donde emergió: conversión obligatoria a la nueva fe, o muerte. La otra alternativa era aplicar el sistema de la Dhimma, implantando en los pueblos sometidos una posición subordinada al islam, con la obligación de pagar un impuesto abusivo y vivir en inferioridad de derechos que forzaba, en muchos casos, la apostasía de la fe original de las naciones sometidas.

         Mantengo que la primera bestia de Apocalipsis se trata del surgimiento del islam, y la segunda de su resurgir mediante el imperio turco.

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TIEMPOS FINALES – El resurgimiento del islam (3)

Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra… Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará  (Apocalipsis 11:3,4,7)

         En la mitad de los años ochenta, cuando la inmensa mayoría de los escatólogos orientaban su mirada hacia Europa, el resurgir de Roma mediante el Mercado Común Europeo, la implantación de un inmenso ordenador en Bruselas que marcaría a todos con el sello de la bestia, insistiendo que la Iglesia Católica Romana era el anticristo, mis maestros me enseñaron a poner la mirada en Oriente Medio, en la zona de Mesopotamia, la antigua Babilonia, y el nacimiento del islam en el siglo VII, como la bestia que «era y no es y será». «Era» el levantamiento del antiguo imperio Babilónico que en la forma de las conquistas musulmanas del siglo VII, («estaba para subir del abismo») invadieron gran parte del cristianismo primitivo, ocasionando su eliminación, (en algunas naciones para siempre), y del que hemos tenido un resurgimiento en el siglo XX, con la violencia que lo caracteriza en su versión original. Hoy asistimos a un nuevo levantamiento del islamismo radical que pretende por un lado la destrucción de Israel como pueblo (el odio que destila es de tal magnitud que no puede ser únicamente humano, procede del abismo); y por el otro, el degollamiento de los cristianos en los países donde se ha instalado el llamado Estado Islámico. Todo ello no deja lugar a dudas de la verdadera naturaleza de su origen: el abismo del que habla el apóstol Juan en nuestro texto. Los dos testigos que menciona no pueden ser otros que Israel y la iglesia, los dos testigos que Dios tiene para dar su testimonio en la tierra. Siguiendo la enseñanza que recibí hago el siguiente comentario sobre el texto que tenemos para meditar. La ciudad santa (Jerusalén) será hollada durante cuarenta y dos meses (11:2), que son tres años y medio. Si contamos un año por cada día (42×30, más un cuarto cada año por el año bisiesto) salen 1.278 años. La historia nos dice lo siguiente: en el año 638 d.C. Jerusalén cayó en manos de los árabes hasta el año 1917 cuando fueron expulsados junto con los turcos por los ingleses. Comienza así un retorno a la tierra de Israel progresiva y generalizada de los judíos. Por otro lado, la iglesia vivió un periodo de oscuridad por el dominio islámico con apariencia de muerte en el mundo.

         Israel y la iglesia han sido perseguidos y dominados por el islam durante un tiempo limitado; está rebrotando en Europa, preludio del reino mesiánico.

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TIEMPOS FINALES – El resurgimiento del islam (4)

Y la bestia que vi era semejante a un leopardo… El dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad… y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia… se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias… y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra…  (Apocalipsis 13:2-8)

         Podemos tener dudas o diferentes posiciones sobre la identificación de la bestia, el anticristo y demás personajes apocalípticos, pero de lo que hoy no podemos dudar es que estamos asistiendo a un resurgimiento del islam más radical, que en esencia es el islam verdadero, el de su origen primigenio. Cualquiera que estudie mínimamente los orígenes del mundo musulmán y sus doctrinas esenciales se dará cuenta de varias cosas. En primer lugar que no es solamente una religión como las demás, se trata de un sistema que pretende controlar toda la vida y a todas las naciones bajo el sometimiento a una nueva ley, la sharía; un gobierno mundial, el del califato, con una figura semejante a la del Mesías de Israel, llamado el Mahdi. El islam es anticristiano, por más que se le pretenda disfrazar de pacífico y moderado. Niega a Cristo, porque niega que sea el Hijo de Dios; niega su muerte expiatoria en la cruz del Calvario, por tanto su resurrección; anuncia un «evangelio» de obras que nunca asegura la salvación, ni siquiera la del mismísimo profeta y mensajero, solo los muyahidines (soldados de la yihad) que mueren matando judíos y cristianos tienen asegurado el paraíso con sus 72 vírgenes (huríes) de ojos negros, y que pueden mantener una infinidad de coitos sin dejar nunca de ser vírgenes. Solo la propia sangre de los «mártires» que entregan sus vidas en actos terroristas puede redimir y asegurar su salvación, y la de setenta familiares. Una religión que glorifica la muerte, la mentira y el engaño si con ello consiguen hacer avanzar la causa del islam; que desprecia la vida humana, la propia, la de sus mismos hijos (recordar la estrategia de escudos humanos usada a menudo en sus guerras terroristas) y la ajena, no puede ser una religión más. La brutalidad a la que estamos asistiendo en los últimos años procedente de aquellos que matan en nombre del dios más grande (esa es la confesión de los yihadistas: allahu akbar, es decir, Alá es el dios más grande), y a la vez anunciado como el misericordioso, pone de manifiesto su verdadera naturaleza; se trata de una deidad que nada tiene que ver con el Dios de la Biblia.

         Podemos elucubrar sobre la naturaleza «pacífica» del islam original, pero la realidad de sus obras no admiten duda, y su mensaje es anti-Cristo.

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TIEMPOS FINALES – El resurgimiento del islam (5)

Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército  (Apocalipsis 19:19)

         Hemos hablado hasta ahora del islam como la primera bestia que menciona Juan en su libro de Revelación. Luego aparece una segunda bestia que identificamos en el siglo XIII cuando el islam primigenio no pasa por su mejor momento con la decadencia del califato de Bagdad, y el nuevo impulso que toma con la llegada de los turcos otomanos. Son los turcos, que habían aceptado la fe musulmana por la influencia del califato abasida, quienes recuperan la fuerza conquistadora del islam a partir de los siglos XIII y XIV, especialmente con la caída de Constantinopla a manos del sultán Mehmet II. El año 1453 la parte oriental del antiguo Imperio Romano quedó definitivamente absorbida por los turcos, que consiguieron mantener el sultanato durante unos cuatrocientos años, hasta su caída en la Primera Guerra Mundial (1917). Las décadas siguientes son aprovechadas por las naciones europeas que salieron victoriosas de la Gran Guerra, especialmente Inglaterra y Francia, para repartirse el antiguo territorio otomano, inventando nuevas naciones, y trazando a punta de lápiz una nueva geografía sin tener en cuenta la diversidad de sus pueblos y la composición tribal a la que obedecían. Son los acuerdos Sykes-Picot. Esa política, junto con los intereses emergentes del petróleo que sostienen la maquinaria industrial sobre la que se asienta la prosperidad occidental, dará lugar a unos conflictos territoriales, étnicos, religiosos, políticos y culturales que aún padecemos. Por otro lado, hemos asistido a un nuevo resurgimiento del islam mas militante y salafista que pretende recuperar su antiguo dominio imponiendo a las naciones occidentales un terrorismo que amenaza ruina, y por otro lado una invasión silenciosa mediante la emigración de millones de musulmanes que actúa como caballo de Troya en una sociedad que ha abdicado de sus valores judeocristianos y se rinde sin luchar ante el empuje renovado de la bestia. El totalitarismo islámico no es igual que sus hermanos (comunismo y nazismo), a pesar de compartir ideario de un gobierno mundial, sino que mantiene un entramado distinto que lo hace más peligroso y difícil de combatir. Señal inequívoca de la venida del Mesías de Israel, quién le destruirá con el resplandor de su venida (2 Tes. 2:8).

         La batalla final enfrentará a la bestia y sus ejércitos, con el Mesías y los suyos; de lo que se desprende que no desaparecerá el islamismo radical hasta la venida del Mesías-Rey.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (1)

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía… (2 Tesalonicenses 2:3)

En este capítulo de la segunda carta de Pablo a los tesalonicenses parece como si el autor quisiera enfriar la precipitación de algunos creyentes en aquel lugar que daban por hecho que el día del Señor era inminente. El apóstol nos da aquí uno de los discursos más detallados de los acontecimientos que tendrán lugar antes de la segunda venida del Mesías. Hay precedentes que revelan el tiempo de su venida. Ya hemos visto una amplia relación en esta serie, ahora quiero pararme en algunos más. El autor comienza su disertación apelando a la cordura y el equilibro deseado que deben tener los hermanos de Tesalónica para que no se dejen mover fácilmente del modo de pensar; ni se turben en cuanto a que el día del Señor está cerca. En algunos casos esa perturbación venía a través de supuestas revelaciones, visiones o profecías, incluso había quienes apelaban a alguna carta del apóstol. Todo ello pone de manifiesto que desde el principio la expectativa del retorno del Señor fue un tema predominante en la iglesia primitiva. Lo vemos en diversos lugares de la Escritura. Pero una cosa es  tener expectativa en su regreso y otra alterar el diario vivir con énfasis desmedidos que pueden llegar a perturbar la fe y descolocar a los hermanos. Por eso digo que Pablo parece enfriar las expectativas inminentes que algunos mantenían sobre la venida del Señor apelando a no dejarse engañar con un tema que siempre provoca cierto grado de neurosis colectiva. Las hemos vivido en distintos momentos durante las últimas décadas. Dicho esto, el apóstol Pablo relaciona algunos de los hechos que preceden a la venida del Señor, y lo inicia hablando del advenimiento de la apostasía que viene antes del fin. Este término proviene del griego y significa «colocarse fuera de»; en el sentido religioso viene a ser el abandono de la fe o la doctrina que se había abrazado. Significa abandonar o romper públicamente con la fe o doctrina que se profesa. Por tanto, la apostasía es un abandono de la fe generalizado que precede a la venida del Mesías. El mismo Señor, después de enseñar a los suyos sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, y hacerlo mediante la parábola de la viuda que insiste a un juez injusto para que le haga justicia, reseñando que Dios sí la hará a sus escogidos que claman a él día y noche, concluye con estas enigmáticas palabras: Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lc.18:8).

         La fe que nos ha sido dada necesita ser abrazada, peleando y combatiendo ante las fuerzas hostiles que pretenden ahogarla o diluirla en un tiempo cuando la apostasía se extiende como un virus.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (2)

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía… (2 Tesalonicenses 2:3)

Hemos dicho que el término apostasía significa «colocarse fuera de», que en el sentido religioso viene a ser un abandono de la fe y la doctrina que un día se abrazó. Significa abandonar o romper públicamente con la fe que se había profesado, y esto de una manera generalizada. Es una atmósfera de incredulidad. Un clima espiritual tibio cuya nota predominante es el rechazo de los valores judeocristianos. Es el abandono de la ética y la moral que ha sostenido a la sociedad durante siglos, pero que ahora se ve atacada mediante leyes que pretenden erradicar toda huella de espiritualidad cristiana de la sociedad, impulsada especialmente desde las instituciones supranacionales. En este sentido, nuestra generación, especialmente lo que llamamos Occidente, ha abandonado con violenta determinación una fe que sustentaba gran parte de la cohesión social y familiar. En términos generales, la prosperidad y el bienestar conseguidos son el resultado de una ética y moral sustentadora del comportamiento humano en unos parámetros establecidos sobre el fundamento de principios bíblicos. Hoy asistimos a la gran apostasía de la fe cristiana en Europa. Los valores que han dado forma al continente están siendo socavados progresivamente mediante el abandono de los principios que lo han sostenido. Este es el primer estado de apostasía que quiero señalar en estas meditaciones. Una apostasía que se ha acelerado en esta generación de una forma alarmante, dando lugar a un deterioro de la convivencia familiar y social de consecuencias siempre dramáticas. En la historia del reino antiguo de Israel, reseñado en la Escritura, vemos que la apostasía suele instalarse después de un tiempo de prosperidad y bienestar social. La decadencia moral y espiritual daba paso al juicio de Dios y su posterior restauración. Esos tiempos preñados de idolatría en sus múltiples manifestaciones relegaban la adoración, gratitud y alabanza al Creador y Hacedor de todas las cosas, elevando el orgullo humano como generador de los logros conseguidos. Esa es una de las grandes idolatrías a la que asistimos hoy. Como dijera el rey Nabucodonosor: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué… con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? (Daniel 4:30). Este rey, prototipo de las élites actuales que añoran un gobierno único y mundial, pasó siete años entre bestias, hasta que reconoció que el Señor es quien tiene el dominio en el reino de los hombres.

La soberbia que predomina en nuestros días ha producido el abandono de la fe y dependencia de Dios que nos conducirá, sino regresamos a la cordura de la fe bíblica, al juicio antes de su venida.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (3)

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía… (2 Tesalonicenses 2:3)

Hemos hablado brevemente de la apostasía generacional en Europa, una sociedad que ha sido edificada sobre los valores judeocristianos, además de la filosofía griega y el derecho romano. Hoy asistimos al sueño de Juliano, llamado el apóstata, de hacer volver el paganismo a la sociedad del siglo IV. Quisiera pararme unos momentos en el caso español, la metamorfosis que ha experimentado España en las últimas décadas, abandonando su ancestral moral católica, con todos los matices que queramos ponerle, pero que ha dado forma a la nación, configurando su carácter identitario. Hemos pasado de la dictadura nacional católica, a una democracia desdibujada que nos ha conducido, mediante libertades mal entendidas, al hundimiento y disolución de una sociedad quebrada y confusa como pocas veces en su larga historia. Es evidente que una parte de las bases tradicionales de nuestro pueblo estaban fundadas sobre la arena movediza de una religiosidad impuesta desde el poder. Por otro lado, no se pueden negar las raíces profundas de un sector de la población en una fe cristiana-católica que sirve de cortafuego ante la deriva disoluta de quienes buscan su destrucción mediante el desmembramiento de la nación española. Sin embargo, asistimos perplejos a la caída de los valores y principios espirituales que han hundido a esta generación en un secularismo que pretende desalojar la fe de todos los ámbitos públicos para desterrarla al ostracismo de una manifestación mínimamente individual. Muchos han sido anegados por los tiempos postmodernos que niegan el lenguaje bíblico y toda manifestación pública de la fe. Por otro lado, si analizamos la vertiente protestante evangélica de la fe cristiana vemos con profundo dolor que tampoco aquí estamos ante una solidez de las verdades bíblicas que puedan frenar la deriva disoluta a la que asistimos. He vivido personalmente momentos de cierto despertar espiritual en algunos movimientos cristianos en España que poco a poco fueron perdiendo su vigor en las aguas procelosas de las rencillas y divisiones impidiendo la fortaleza de una iglesia sólida con voz profética en la sociedad. Nuestros líderes representativos tampoco están a la altura de la necesidad del momento decadente que vivimos. Siempre podemos consolarnos con ciertas manifestaciones de entusiasmo locales en algunas congregaciones, pero en un sentido amplio y general, veo con tristeza que la apostasía de la fe y la doctrina también nos ha traspasado a quienes pretendíamos, ingenuamente, la transformación de la sociedad.

         España también vive hoy tiempos de decadencia de la fe y los valores.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (4)

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando (1 Timoteo 4:1)

El Espíritu lo dice claramente, que en los tiempos finales, habrá una apostasía de la fe y la doctrina; como también dice en otro lugar que se derramará el Espíritu sobre toda carne. El apóstol Pedro retomó el mensaje del profeta Joel el día de Pentecostés identificando el acontecimiento que tuvo lugar en Jerusalén, (una vez que Jesús fue recibido arriba, y sentado a la diestra del Padre), con la profecía del derramamiento del Espíritu Santo. Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. Ambos sucesos tienen lugar en los tiempos finales: apostasía y llenuras del Espiritu. No podemos ni debemos eludir ninguno de ellos en nuestra predicación actual. Hoy asistimos al decaimiento de la fe en países y continentes enteros, especialmente en Occidente, Europa y América; a la vez que sabemos de grandes derramamientos del Espíritu en otras naciones y continentes donde el cristianismo no tuvo históricamente un arraigo similar. Me refiero a África y Asia, donde a la vez se padece una persecución infernal a manos sobre todo de integristas islámicos que masacran a los cristianos de todas las denominaciones. Dicho esto para poner moderación y equilibro en nuestra exposición, debemos reconocer sin cortapisas, que asistimos desde hace décadas al derrumbe de la fe y la doctrina en naciones con un arraigo histórico de tradición cristiana. Y según el texto que tenemos para meditar (en el que me he parado deliberadamente a su inicio) esta apostasía se produce, o mejor dicho, penetra por el oír: Apostatarán de la fe, escuchando. Paradójicamente, la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios; como también el abandono de la fe se produce por la misma vía, por oír. Por el oído penetra la fe de Dios y también la negación de ella. Podemos oír con fe o hacerlo con incredulidad. Y si algo caracteriza a nuestra sociedad actual es por la negación de la verdad revelada en la Escritura. Esa verdad ha sido suplantada por otras fes: en la ciencia, la razón, la religión del cambio climático, adoramos a las criaturas en lugar de al Creador, hemos colocado al hombre en el epicentro de todas las cosas en nombre de un falso humanismo y unos derechos humanos que suelen ser la tapadera para cobijar corrupciones de todo tipo. El egoísmo exacerbado, la vanagloria de la vida, el amor al dinero y los placeres, la cultura hedonista que huye de cualquier experiencia que provoque dolor, abnegación y esfuerzo, han substituido la verdad de la fe revelada en las Escrituras. Y todo ello ha penetrado masivamente en el oído de esta generación produciendo apostasía.

         Un sector amplio de la iglesia actual ha abandonado la fe viva y sólida.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (5)

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1)

Debemos prestar mucha atención a lo que oímos y a quién escuchamos. En palabras del Maestro: Tened cuidado de como oís (Lucas 8:18 LBLA). Uno de los indicativos de la sociedad actual es la proliferación de voces y la diversidad de altavoces para que nos lleguen todo tipo de mensajes. Cada día somos bombardeados por los medios de comunicación con mensajes repetitivos sobre los peligros de la supuesta pandemia que padecemos. Una y otra vez hemos sido expuestos a informaciones no contrastadas sobre contagios masivos y muertes atribuidas a un virus que mantiene a naciones enteras en un estado de pánico y fobia que ha penetrado en las relaciones humanas perturbándolas a unos niveles preocupantes. Lo sorprendente es que nos hemos sometido de forma servil a unas medidas restrictivas en una sociedad que alardea de mantener un régimen de libertades pero se ha plegado con ceguera sin poner en duda los mensajes unívocos de los medios de comunicación. La fascinación y el hechizo se han producido porque el temor se ha apoderado de nuestra alma… oyendo. Hay excepciones que son rápidamente calladas y estigmatizadas para imponer el relato oficial. Cuando el hombre rechaza la verdad revelada un poder engañoso toma su lugar ocupando el centro de la escena. Y no estoy negando la realidad de los hechos que nos han invadido y perturbado, estoy poniendo en duda que los gobiernos, llevados por el impulso globalista de unas élites que pretenden aprovechar el dolor y la angustia, han implantado su agenda perversa y destructiva al estilo de Nimrod en la llanura de Sinar. La fe viene por el oír; el temor también. Podemos tener fe en Dios, y, negándola, naufragar mediante otro tipo de fe que niega al Soberano Dios de Israel, entregándose a una credulidad infantil al estilo del cambio climático, con una unanimidad de los científicos falsa, y las diatribas de una adolescente sueca. La apostasía de la fe viene cuando oímos y aceptamos a espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Los poderes espirituales que impulsan agendas de creencias globalistas son los mismos que se rebelaron contra el mandato de Dios en la antigua Babel. A estos se les unen líderes humanos que se entregan a las artimañas del error para mantener a sociedades enteras en la infantilización de quienes pretenden llevarnos, mediante vientos de doctrinas humanas, a la esclavitud de la negación de la verdad revelada en favor de ideologías destructivas que imponen mediante la prostitución del lenguaje.

         Debemos aprender a oír bien escogiendo la buena parte, como María.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (6)

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1)

Si hay un denominador común que cohesiona y cimenta los tiempos finales es la mentira y la iniquidad. El apóstol de los gentiles une ambos extremos en esta  carta. Nos habla del misterio de la iniquidad que se manifestará siendo impulsado por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos (2 Tes. 2:7-10). La agenda globalista que muchos ya están poniendo de manifiesto con datos objetivos alejados de teorías conspiranóicas, es un producto elaborado en el mismo trono de Satanás (Apocalipsis 2:13), de donde emana la iniquidad sobre todas las naciones, cuyo advenimiento es por obra de Satanás, dice el apóstol, y lo hace mediante poderes, señales y prodigios mentirosos. El mundo entero vive hoy bajo la tiranía de una de esas obras poderosas, que usando el temor a la pandemia, se ha extendido y aceptado como verdad absoluta —siempre hay argumentos verosímiles en toda gran mentira— aunque ese prodigio tiene como matriz la mentira del padre del engaño. Según los medios de comunicación, la pandemia está extendida en todas las naciones, por ello hay que aceptarla sin dar lugar a ninguna crítica o pensamiento alternativo. ¿Hay mayor prodigio que poner de acuerdo a todas las naciones hechizadas y sometidas a unas medidas de aislamiento universales? ¿Los gobernantes que legislan sin pudor sobre la muerte de millones de niños en el vientre materno (aborto); que vuelven a hacerlo para que los médicos sean cómplices del suicidio de los ancianos, o quienes atraviesan una situación de máximo dolor y pretenden quitarse la vida para evitar el sufrimiento que no garantiza el descanso eterno (eutanasia); estos gobernantes, en su mayoría corruptos y llenos de sí mismos, son quienes tienen una preocupación ejemplar para evitarnos un contagio que en un 94% de los casos nos provocará algo de fiebre, tos, dolores musculares y que nos abandonarán en diez días? Realmente estamos ante un prodigio de la manipulación y el engaño. ¿Una sociedad individualista, que mayoritariamente busca sus propios intereses se ha convertido en sumisa, de la noche a la mañana, aceptando una realidad que está destruyendo la convivencia y la economía mundial? Solo un poder sobrenatural de modelo babilónico puede sustentar esta estratagema.

         Iniquidad y engaño, mentira y maldad, son dos manos de una misma estrategia impulsada por los poderes de las tinieblas.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (7)

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1)

La fuerza del engaño en los tiempos finales tiene una potencia mayor que la bomba atómica. La capacidad de manipular a sociedades enteras se ha vuelto una posibilidad altamente verosímil. Los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios, (léase verdades y principios judeocristianos), contienen una altivez sobrenatural capaz de neutralizar la fe que un día abrazamos. Por ese camino se filtra la apostasía. Una lluvia fina en forma de vanas imaginaciones, huecas sutilezas, filosofías, ideologías y teologías, cuya matriz está en el centro de la soberbia humana, tienen la capacidad de paralizar el desarrollo de la fe del corazón y someterlo al hechizo de los sentidos para abandonar «suavemente» la firmeza de la verdad. Todo ello es posible cuando dejamos de oír la voz de Dios entregándonos a escuchar mensajes humanistas políticamente correctos y la suavidad de argumentos con apariencia de piedad que neutralizan los fundamentos sólidos de la verdad revelada. El lenguaje se ha vuelto inclusivo, falsario, prostituyendo el sentido original de las cosas para darle otro totalmente distinto, aunque al oírlo tenga la apariencia de piedad y bondad sin que percibamos el engaño que esconde. De esta manera, una de las doctrinas de demonios ampliamente aceptada hoy, y legislada mediante leyes aprobadas por mayorías parlamentarias, es la llamada ideología de género que pretende, entre muchas otras iniquidades y algunas reivindicaciones equitativas, negar la propia naturaleza del ser humano, oponiéndose a la biología que determina el sexo por una elección caprichosa al gusto del consumidor. Es un ataque frontal a la creación de Dios. Como Nimrod, vigoroso en oposición a Dios. Prepotente, emancipado del Creador, como al principio (seréis como dioses), para levantar un reino universalista, globalista, de gobierno e ideología única, asentado en la ciudad ramera, cuyo modelo se extendió a todas las naciones después del juicio de Dios. Como está escrito: Y Cus engendró a Nimrod, primer prepotente en la tierra. Este era intrépido cazador enfrentado a Adonai Elohim (Génesis 10:8,9 BTX IV Edición). Hoy tenemos esa misma potestad establecida desde la ONU, un organismo mundial, cuyas instituciones supranacionales son el mayor impulsor de la agenda mundialista. Pensemos. No es posible tanta unanimidad en una agenda global a la que se han sometido la mayoría de las naciones sin que haya un dominio espiritual que las sustente, como se hizo en Babel.

         Asistimos a la simplificación del engaño produciendo apostasía mundial.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (8)

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1)

La Escritura enseña taxativamente que el corazón del hombre es engañoso, por tanto, proclive a la mentira y el autoengaño. Es más fácil aceptar una mentira que combatirla para entresacar la verdad de la inmensidad de argumentos humanos. Y cuando las sociedades entran en la deriva de entregarse a los placeres, viviendo está muerta (1 Timoteo 5:6). Por tanto, desconfiemos de ideologías mayoritarias que no aceptan otra forma de pensar. La apostasía puede manifestarse de forma abrupta oponiéndose a la verdad radicalmente, combatiéndola, como Janes y Jambres (2 Timoteo 3:8), hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe, pretendiendo apartar a otros de la verdad para que fueran salvos; como Elimas el mago trataba de impedir que el procónsul Sergio oyera la palabra en boca de Bernabé y Saulo, procurando apartarle de la fe;  o bien, de manera sutil y progresiva calando mediante una lluvia fina que permea el pensamiento, atrapa el alma en una red sentimental, y ahoga el espíritu para que no pueda reaccionar frente a los argumentos de apariencia de piedad a los que ha sido expuesto mediante un largo proceso de asimilación. Los patrocinadores de la ingeniería social a la que asistimos en las últimas décadas han optado por esta última estrategia. Habiendo infiltrado los colegios y universidades, los medios de comunicación y el poder judicial, solo han tenido que empujar levemente a los gobernantes títeres de las naciones para que acepten su pensamiento único sometiéndose bajo la sutileza de argumentos democráticos y derechos humanos. De esta forma tenemos un abanico de doctrinas que han alcanzado el nivel de verdades absolutas como el cambio climático, la ideología de género, el matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia, la inmigración ilegal impulsora de verdaderos asaltos a la convivencia y los recursos de una Europa rica endeudada de por vida y para varias generaciones, destruir las identidades nacionales en un carrusel de multiculturalismo falso, la destrucción de la familia tradicional, el papel de los padres y su autoridad sobre los hijos, el desprecio del cristianismo en paralelo a la invasión del islam, pretendiendo despojar a los pueblos de su cultura tradicional y conservadora de los valores esenciales que han forjado nuestra historia. Todo ello mediante un lenguaje altamente inclusivo, modulado, buenista y falso a la misma vez. Una vez aceptados los argumentos, la tibieza y el relativismo moral socaban la fe y levantan la apostasía.

         El engaño globalista es masivo, pero la verdad nos hará libres.

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TIEMPOS FINALES – Apostasía de la fe (9)

Llegará el tiempo en que la gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír. Rechazarán la verdad e irán tras los mitos (2 Timoteo 4:3,4 NTV)

Y ese tiempo ha llegado. Sí, me dirás, pero ha habido muchos momentos anteriores cuando las gentes han hecho exactamente lo mismo que expresa este texto. Sin duda. No hay nada  nuevo debajo del sol. La diferencia está, creo yo, en que hace tan solo unas décadas, la velocidad de transmisión del error ocupaba más tiempo, el mundo era más grande; hoy la globalización lo ha achicado de tal forma que de la misma manera que podemos conseguir un mejor precio de algunos productos al otro lado del globo, también podemos ser expuestos a la falsedad y las doctrinas de demonios que tienen su origen a miles de kilómetros. Los avances tecnológicos, internet, redes sociales, la digitalización, etc. han conseguido que podamos ser expuestos a una masificación de la información, todo tipo de mensajes, que nos abruman por un lado, y por el otro, debidamente manipulados por las élites globalistas que dominan los medios con su financiación, unifiquen sus contenidos de tal forma que tenemos naciones y continentes enteros pensando lo mismo y aplicando las mismas políticas y doctrinas. Por las mismas vías corre también todo tipo de enseñanzas que alimentan la soberbia de los sentidos y placeres, asimilando nuestro oído a un mensaje placentero, exitoso, positivista que engorda nuestro ego para destruir el alma y matar el espíritu. La sana doctrina o enseñanza de nuestro texto son los fundamentos de la doctrina de la piedad. No se trata de predicadores doctrinarios y sectarios. Son los fundamentos que una vez destruidos ¿qué ha de hacer el justo? (Salmos 11:3). Estas son las autopistas por donde viajan la disipación, disolución y apostasía. La iglesia actual está sometida a una tensión infernal. Hay muchos mensajes que tienen gran audición, el oído dispuesto, pero falsos como un euro de madera. El liberalismo doctrinal ha socavado los fundamentos de la fe, incluso hay quienes dudan en el ámbito evangélico de la autoridad de las Escrituras. Se han amontonado maestros con cierto carisma que arrastran a masas ingentes al error. Hemos abandonado la necesidad de un carácter probado. Los líderes que un tiempo fueron referentes se vuelven en algunos casos promotores de la dispersión de la grey de Dios. La sana doctrina se ha vuelto arcaica, anacrónica, y hemos buscado nuevos modelos conformados al sistema de este mundo. Todo ello nos ha debilitado asimilando gran parte de la apostasía generalizada de la fe.

         Escoger bien qué y a quién oímos es vital para no caer de la firmeza.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (1)

Jesús les dijo: No dejen que nadie los engañe, porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos… Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente (Mateo 24:4,5,11 NTV)

Asistimos casi impasibles en los últimos tiempos a la proliferación de la mentira como norma. Hay verdaderas autopistas bien asfaltadas por donde corre el engaño a una velocidad de vértigo. Las noticias falsas están de moda. Incluso quienes más las impulsan se permiten ser los verificadores que dictaminan lo que es verdadero y falso. La mezcla es de tal magnitud que una verdadera ceremonia de la confusión se ha apoderado de nuestras sociedades aturdidas por el espectáculo lamentable de competir por saber colocar la mejor mentira con la mayor apariencia de verdad. Los mensajes van y vienen. De un día para otro quedan obsoletas informaciones que nos mantuvieron hechizados y atrapados durante horas. Nuestros políticos han perfeccionado el arte de la mentira de tal forma que los mejores consejeros son aquellos que pueden armonizar el mejor relato haciendo verosímil cualquier estrategia engañosa. En medio de semejante ceremonia de la confusión las palabras del Maestro resuenan una vez más: No dejen que nadie los engañe. Asistimos a una batalla irrenunciable para combatir la masificación de la mentira aferrándonos a la firme decisión de no ser engañados. ¿Pero cómo lo hacemos? ¿Cuál es la vara de medir que debemos usar para diferenciar las falsificaciones del original? Jesús dice que muchos vendrán, —se levantarán—, afirmando ser portadores de un mensaje redentor y liberador, incluso ser el mismo Mesías, y lo llamativo, dice el Maestro, es que a muchos engañarán, siendo arrastrados a una falsa esperanza de redención y liberación. El deseo por oír aquello que anhelan enlazará sus almas atándolas a un engaño por el que estarán dispuestos a despreciar a quienes pretendan hacerles despertar de la ensoñación. El hechizo se ha producido. La conexión establecida. Los vínculos se afirmarán con un sinfín de repeticiones del mismo mensaje, una y otra vez, hasta que asimilado y digerido se volverán autómatas convencidos que su mesías-libertador ha llegado. Esos mensajes predominantes tienen hoy como base una esperanza antropocéntrica, el hombre y sus potencialidades como eje de su acción. La autorrealización personal a cualquier precio. La cultura del placer y los deleites temporales del pecado como base del sentido verdadero de la existencia. Cuya conducta demuestra que son verdaderos enemigos de la cruz de Cristo. Van camino a la destrucción. Su dios es su propio apetito, se jactan de cosas vergonzosas y solo piensan en esta vida terrenal (Fil.3:18-19 NTV).

         El engaño penetra con aparente placer culminando en decepción.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (2)

Jesús les dijo: No dejen que nadie los engañe, porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos… Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente (Mateo 24:4,5,11 NTV)

Una de las cosas que me llaman poderosamente la atención de las palabras de Jesús en nuestro texto es que la mentira tiene la capacidad potencial de conseguir sus objetivos. Parece haber una predisposición en el alma humana a ser engañado. No en vano dice el profeta: El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso (Jeremías 17:9 NTV). Una vez más encontramos que la iniquidad y la mentira caminan juntas, establecen la injusticia y levantan un gobierno despótico que tiraniza a las naciones. El apóstol Pablo dice que hay hombres perversos y malos alejados de la fe (2 Tes.3:2). Estas personas, sin temor de Dios en sus corazones, rebeldes y contumaces, con apariencia de piedad pero negando su eficacia, son a menudo los gobernantes que dirigen los destinos de los pueblos llevándolos a su propia destrucción. Por eso nos exhorta el Maestro a que no nos dejemos engañar. En primer lugar del engaño de nuestro propio corazón, para lo cual el evangelio nos impele a arrepentirnos y venir bajo el señorío del Mesías verdadero que gobierne nuestras vidas desde lo hondo de nuestro ser mediante su Espíritu, la nueva vida que brota de la redención del justo redentor. Y una vez librados del vicio de la mentira, —como dice el apóstol a los fieles seguidores de Jesús en la ciudad de Éfeso: desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo (Efesios 4:25) —, estamos en disposición de discernir las obras de cada uno, distinguir las palabras separando lo precioso de lo vil para no ser arrastrados por el error de los inicuos, cayendo de vuestra firmeza (2 Pedro 3:17). Sin embargo, el potencial del engaño seguirá ejerciendo su fascinación y hechizo sobre aquellos que no aman la verdad. Jesús es la verdad; el Espíritu de Dios es la verdad, su palabra es verdad. El salmista David supo verdaderamente lo fácil que puede llegar a ser desplomarse subyugado por los sentidos, doblegado por los deseos de los ojos, para que una sucesión irresistible de pecado neutralizara momentáneamente la verdad de su corazón quedando a merced de la soberbia que se había enseñoreado de él (Salmos 19:12,13). Una vez hizo confesión de sus pecados, inscritos a fuego en las páginas de la Escritura, supo que el Señor ama la verdad en lo íntimo, y en lo secreto del ser nos hace comprender la sabiduría para librarnos de la muerte (Salmos 51:6). El engaño puede ser temporal o eterno. La mentira nos puede vencer momentáneamente o gobernar nuestras vidas hasta el final.

         Escapemos de las garras del error viniendo al Mesías Redentor y Rey.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (3)

Ese hombre vendrá a hacer la obra de Satanás con poder, señales y milagros falsos. Se valdrá de toda clase de mentiras malignas para engañar a los que van rumbo a la destrucción, porque se niegan a amar y a aceptar la verdad que los salvaría. Por lo tanto, Dios hará que ellos sean engañados en gran manera y creerán esas mentiras. Entonces serán condenados por deleitarse en la maldad en lugar de creer en la verdad (2 Tesalonicenses 2:9-12 NTV)

Cuando una persona, familia, sociedad o generación se niega obstinadamente a aceptar la verdad natural de las cosas, y tuerce con injusticia la verdad revelada está abriendo su mente y corazón a cualquier tipo de creencias. Un poder engañoso toma lugar contradiciendo neciamente hasta las cosas más elementales. Y aquí aparece en escena la llamada ideología de género (una de las peores aberraciones que ha dado a luz nuestra generación) que pone en duda la realidad del ser humano negándole la evidencia biológica de la naturaleza que ha recibido al nacer. De tal forma, que ya hay padres que se niegan a reconocer el sexo natural de sus hijos hasta que estos decidan si quieren ser hombre, mujer o neutro cuando tengan capacidad para decidir. En España, especialmente los gobiernos autonómicos, han legislado esta aberración apoyada por todos los partidos políticos del arco parlamentario, sean de izquierdas o derechas. Y todo ello en nombre de la libertad, la democracia, los derechos humanos y la no discriminación. Este nivel de alteración de la ley natural va radicalmente en contra de la creación de Dios y tiene unas consecuencias dramáticas para nuestra sociedad. Cuando los gobiernos legislan para cambiar la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador… Dios los entrega a pasiones vergonzosas, y a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen (Romanos 1:23-28). Es el mismo principio que aparece en los textos que tenemos para meditar. Negar la verdad de Dios nos introduce en la creencia de la mentira. Somos engañados como resultado de habernos entregado a la inmundicia, para que un poder espiritual tome el control de nuestras mentes y razonamientos contra el sentido común y elemental de las cosas. Y ese poder engañoso toma el control de los gobiernos que establecen leyes contra natura legalizando la perversidad. Si un gobernante presta atención a los mentirosos, todos sus consejeros serán perversos (Proverbios 29:12 NTV). Llevamos años asistiendo a esta ceremonia de la confusión y destrucción de la sociedad en nombre de unas libertades que no son más que la mayor de las esclavitudes: el engaño masivo.

         Una sociedad cuyos gobernantes se instalan en la mentira ha dado entrada a poderes espirituales que destruirán la convivencia y bienestar.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (4)

La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es la deshonra de cualquier pueblo (Proverbios 14:34 NTV)

En las Escrituras encontramos en muchas ocasiones los contrastes que toda sociedad pone de manifiesto. Hay una tensión continua para establecer formas de gobierno que defienden la libertad y la justicia frente a la tiranía y la opresión, los ejemplos llenan las páginas de los libros de historia. Mayoritariamente predominan los gobiernos que halagando a su electorado hasta conseguir asentarse en el poder luego establecen patrones que pretenden consolidar su dominio permanente. Por ello se nos insta una y otra vez a los hijos de luz a ser luz, brillar, ser sal, salar, y orar por aquellos que ocupan puestos de relevancia para que podamos vivir quieta y reposadamente, con toda piedad y honestidad. Esa es la voluntad de Dios. Hoy la política ha tomado un papel relevante en muchos ámbitos eclesiásticos, los creyentes participan en los debates políticos en las redes sociales, en muchas ocasiones para empeorar las cosas con palabrería y discusiones interminables que solo añaden confusión al panorama general. Sin embargo, la iglesia del Señor debe ser voz en medio de la maldad. Debe alzar la voz para anunciar la justicia del reino de Dios. En esto los profetas de Israel son un modelo evidente para alzarse contra las injusticias sociales. Como está escrito: Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de YHVH, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado (Miqueas 3:8). En muchas ocasiones la voz del profeta tenía como destinatario a los gobernantes que dirigían los destinos de la nación, porque de un gobierno justo bajo el temor de Dios había bendición y provecho, mientras que el pecado institucionalizado afrentaba al pueblo y lo llevaba al desastre. El libro de Proverbios nos da muchos ejemplos de este principio. Leamos. Cuando hay corrupción moral en una nación, su gobierno se desmorona fácilmente. En cambio, con líderes sabios y entendidos viene la estabilidad (28:2 NTV). Cuando los justos triunfan, todo el mundo se alegra. Cuando los perversos toman el control, todos se esconden (28:12 NTV). Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra. Pero cuando los perversos están en el poder, el pueblo gime (29:2 NTV). Cuando los perversos están en autoridad, el pecado abunda, pero los justos vivirán para verlos caer (29:16 NTV). La pasividad en nuestra misión profética no denunciando el pecado de los gobernantes solo permitirá el avance del mal y su dominio sobre las naciones. Hemos sido llamados a levantarnos y resplandecer con luz y gloria.

         Aunque seamos extranjeros y peregrinos en la tierra no debemos renunciar a nuestra misión denunciando el pecado que destruye a los pueblos.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (5)

Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él (Apocalipsis 12:9)

¿Puede ser posible que una mentira tenga la fuerza y el potencial de alcanzar a todas las naciones de la tierra? ¿Es sensato o verosímil poner en duda una supuesta verdad que aceptan como tal gobiernos, naciones y la mayoría de Las gentes del mundo? Podríamos hacer algunas preguntas más en la misma dirección y la respuesta sería la misma: Sí. Sí, es posible engañar al mundo entero. Es posible hacer creer a naciones enteras una corriente de pensamiento, una verdad única, una ideología mayoritaria. La historia de la humanidad contiene diversos intentos para conseguirlo, iniciándose en la llanura de Sinar y el comienzo del reino de Babel en los días de su primer líder llamado Nimrod, cuyo modelo se extendió a todas las naciones de la tierra. Lo anormal es no creer que semejante estrategia sea posible. La Biblia dice que el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19), por tanto, bajo su influencia engañosa, porque el diablo es mentiroso y padre de la mentira. La Escritura enseña con claridad que la muerte espiritual, producida por el pecado en el que hemos nacido, permite ser arrastrados por corrientes de pensamiento mundanas, que a su vez son impulsadas por el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia; esa influencia engañosa y perversa se mantiene activada mientras la persona no ha sido regenerada (incluso después de nacer de nuevo su influencia puede alcanzarnos, recordar el ejemplo de los gálatas y su hechizo posterior a la predicación del apóstol Pablo), por lo cual, lo normal es que nuestros gobernantes acepten planteamientos ideológicos que se han establecido como verdad absoluta y han sido impuestos en sociedades supuestamente democráticas. Vivir bajo el dominio de la potestad de las tinieblas (Colosenses 1:13) permite que se establezcan agendas ideológicas contrarias a la verdad de Dios, impulsadas por Satanás y los ángeles que fueron arrojados con él a la tierra. Sobre la pandemia que nos azota la mayoría de naciones han aceptado las tesis de la OMS a pesar de que existen dudas razonables y ocultaciones sospechosas sobre su estrategia; las medidas desproporcionadas que se han tomado que en muchos casos están produciendo mayores daños que el propio virus. El supuesto remedio peor que la enfermedad. Sin embargo, mayoritariamente se aceptan  creyendo los débiles y contradictorios argumentos que los sustentan.

         No nos engañemos. Es posible manipular a todas las naciones atrapándolas mediante un poder demoníaco mundial que las hechiza.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (6)

[…] Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación […] La mujer estaba vestida de púrpura […] y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA […] Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas (Apocalipsis 17:1,2,4,5,15)

Hemos hablado brevemente de la fuente de donde emana toda mentira. Jesús lo identificó como el padre de la mentira, y cuando miente lo hace como parte esencial de su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de la mentira (Juan 8:44). Los creyentes sabemos esto de forma mecánica, como una frase hecha, sin embargo, no nos paramos a pensar mucho sobre las consecuencias que ello tiene en nuestro diario vivir. Y cuando miramos a los gobiernos del mundo vemos que mayoritariamente están sostenidos por la mentira, la manipulación, campañas de acoso al disidente, persecución de todo aquel que no acepte las ideas predominantes que se establecen en cada tiempo y ocasión. Pues bien, la Escritura nos habla de una ciudad ramera, una capital que se constituyó en reino, ejerciendo un poder hechicero y carismático sobre el mundo antiguo que hizo posible unificar a todos bajo un liderazgo, una agenda, una idea, un proyecto, me estoy refiriendo a la ciudad levantada en la llanura de Sinar, la antigua Mesopotamia, y que conocemos con el nombre de Babel. El proyecto que intentaban en oposición a Dios y su propósito original de que se extendieran por todo el mundo quedó frustrado por la confusión y el juicio. Sin embargo, el modelo de gobierno se expandió a todas las naciones impulsado por el príncipe de este mundo, el que opera en los hijos de desobediencia, y cuyas corrientes de pensamiento alcanzan la mente humana, especialmente los gobernantes, para expandir la naturaleza de esa ciudad ramera y fornicaria. Una ciudad con dos vertientes, una física y geográfica en la llanura de Sinar (Mesopotamia, el actual Oriente Medio), y otra, una concepción espiritual que se ramifica en múltiples manifestaciones, todas ellas bajo el modelo de rebelión que impulsó el origen de esta ciudad. El apóstol Juan quedó perplejo por el misterio de esta ciudad. Se le mostró que su poder hechicero, fornicario, inmoral e idólatra sería implantado bajo su influencia sobre pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. ¿Por qué nos sorprendemos que haya un intento de gobierno mundial muy avanzado en nuestros días?

         Un engaño masivo y múltiple está zarandeando a todas las naciones.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (7)

Nunca más brillará en ti la luz de una lámpara ni se oirán las felices voces de los novios y las novias. Pues tus comerciantes eran los grandes del mundo, y tú engañaste a las naciones con tus hechicerías (Apocalipsis 18:23 NTV)

En este capítulo del libro de Apocalipsis se anuncia el juicio final sobre la ciudad que ha hechizado a todas las naciones. El hechizo es un poder espiritual que neutraliza los sentidos, la razón y las convicciones. Desarma a una persona o sociedad de principios morales y éticos. Es la caída de una gran oscuridad sobre la razón y el sentido común de los hombres. Una mente reprobada que no pasa la prueba naufraga en su misión de dirigir al cuerpo humano. Sus pensamientos han sido perturbados, paralizados y mortalmente engañados. El hechizo nos convierte en autómatas. Somos subyugados, abducidos y llevados como ovejas al matadero. La ciudad de Jerusalén quedó hechizada, —a oscuras—, cuando una tenebrosa oscuridad se aposentó sobre ella días antes de la redención (Lucas 22:53). El hechizo es como el lazo del cazador (Salmos 91:3). Como la mujer inmoral que caza la preciosa alma del varón (Proverbios 6:26). Son las vendas mágicas para cazar el alma humana (Ezequiel 13:18-20). Hay hechizos que alcanzan a naciones enteras. Alemania quedó hipnotizada ante el embrujo de un poder satánico que actuó como el antiguo liderazgo de Nimrod en la vida de Adolf Hitler, y su fascinación neutralizó la rica cultura alemana y su capacidad de razonar con sensatez. Hoy ese mismo hechizo es producido por las grandes corporaciones multinacionales. Una sociedad embriagada de placeres,  promiscuidad y seducción por las riquezas fáciles cae pronto en un endeudamiento cuyos acreedores la esclavizarán de por vida. La deuda pública española es alarmante pero no parece preocuparnos. Vivimos hechizados por el brillo de Babilonia. La fascinación por un buen negocio oculta cualquier capacidad de discernimiento. El afán por las riquezas, las fiestas (cumpleaños, bodas, bautizos, comuniones, aniversarios) y el lujo justifican cualquier comportamiento inmoral que una ciudad ramera impulsa con su hechizo en todas las naciones. Como en los días de Noé y Lot: comían, bebían, se casaban, compraban, vendían (Lucas 17:26-30). Entregados al desenfreno y la disolución hasta momentos antes del juicio. El hechizo paralizador de las verdades eternas había conseguido su propósito. Tus comerciantes eran los grandes del mundo, y tú engañaste al mundo con tus hechizos. Como dice también el profeta: Babilonia ha sido como copa de oro en las manos del Señor, copa que hizo emborrachar a todo el mundo. Las naciones bebieron del vino de Babilonia y se enloquecieron (Jeremías 51:7). Asistimos a esa locura incontrolada.

         El hechizo y control de las corporaciones paralizan la sensatez y la razón.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (8)

Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:18,19)

Hay frases en la Escritura que son determinantes, categóricas. Una de ellas la encontramos en la carta de Juan: el mundo entero está bajo el maligno. O como dice otra versión: el mundo que nos rodea está controlado por el maligno. Y en otro lugar se nos exhorta a no conformarnos al sistema de este mundo, sino ser transformados. Ese dominio que ejerce su tiranía sobre el mundo entero lo hace especialmente sobre aquellos que practican el pecado viviendo alejados de la ley de Dios. El pecado es infracción de la ley. Lo encontramos en la misma carta de Juan. Todo el que peca viola la ley de Dios, porque todo pecado va en contra de la ley de Dios (1 Juan 3:4). Cuando vivimos trasgrediendo las leyes divinas nos ponemos bajo la tiranía del maligno que tendrá derecho legal de actuar sobre nuestras vidas con todo su potencial destructor. Nuestra sociedad no solo se ha alejado de la ley de Dios, sino que la resiste, la combate con obstinación, y persigue a quienes deciden obedecerla. Esta actitud coloca nuestras naciones a merced de los poderes de las tinieblas que no dudarán en destruirlas. La historia nos enseña que las naciones antiguas siempre respetaban sus dioses, eran temerosos de provocarlos, entendían que hacerlo los ponía en desventaja y derrota. Fue la actitud que tomaron en el barco que transportaba a Jonás. Cuando se desató la tormenta, los desesperados marineros pedían ayuda a sus dioses, mientras tanto Jonás dormía. Cuando se dieron cuenta de su negligencia le gritaron: ¡Levántate y ora a tu dios! Quizá nos preste atención y nos perdona la vida (Jonás 1:4-6). Hasta la llegada del racionalismo y la ilustración las naciones de la tierra eran conscientes de su fragilidad y necesidad de los poderes celestiales. Cada pueblo tenía su mitología y entendían, con mejor o peor acierto, que los dos mundos, el visible y el invisible están conectados siendo vasos comunicantes. El pecado atrae la ira de un Dios justo que desarma a las naciones ante los ataques de infortunio producidos por el maligno. Una nación sin protección espiritual es peor que no tener fuerzas armadas para su defensa. Hemos caído en la insensatez y soberbia de apoyarnos en nuestras propias limitaciones quedando a merced del maligno que nos zarandea como a trigo. Vivimos el resultado de la acción del diablo en colaboración con hombres malvados.

         Ignorar al que viene a robar, matar y destruir entregándonos al desenfreno provoca la ruina de nuestras sociedades. Volvamos a Dios.

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TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (9)

Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:26). Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo… (1 Juan 4:1)

La batalla está servida. Si un campo se deja de cultivar y cuidar pronto le crecerán malas hierbas que harán más difícil volver a preparar la tierra para una nueva cosecha. Nuestra mente es un campo que hay que cultivar y proteger continuamente, de lo contrario las corrientes de pensamiento aflorarán de cualquier parte y seremos objetivo fácil de sus engaños. La pereza mental hará crecer rastrojos y ajenjo. El apóstol escribe su carta pensando en aquellos que vienen a engañar a quienes un día aceptaron la verdad, pero que descuidando el discernimiento pronto son arrastrados por el engaño de falsos profetas. Hay que probar los espíritus. No creer cualquier cosa aunque se ponga de moda y el mundo entero acepte sus demandas. Se han levantado ideologías que actúan como nuevas religiones pretendiendo suplantar la verdad del evangelio. La ideología de género se quiere imponer como dogma de fe. El nacionalismo ha tomado el lugar de las viejas tradiciones religiosas para substituirlas. El cambio climático tiene los mismos componentes de una nueva religión. Se ha establecido un credo universal que debe ser aceptado por todas las naciones aunque solo sea una teoría. Parece más fácil que nunca llevar a pueblos enteros a unas creencias universales. Por otro lado, el evangelio sigue encubierto por el dios de este mundo que ha cegado el entendimiento de los incrédulos para no ver la luz del evangelio (2 Co.4:3,4). La vanidad de la mente mantiene el entendimiento entenebrecido (sin luz) porque la dureza de sus corazones los mantiene en la ignorancia espiritual que lleva a perder toda sensibilidad y entregarse con avidez a cometer toda clase de inmoralidades (Efesios 4:17-19). Es el resultado de resistir la verdad revelada en la persona del Mesías, quien nos redimió del presente siglo malo para que la luz resplandezca en nuestros corazones. Obstinarnos en el error con soberbia solo conducirá a allanar el camino del engaño y la mentira en sus múltiples manifestaciones. Hoy la mentira corre más rápido porque vivimos en un mundo globalista; las autopistas para el engaño y el error están bien pavimentadas por los medios de información mundiales, que por otro lado, están en pocas manos. Unas pocas compañías controlan el flujo informativo a su interés y antojo. Esto facilita en gran medida el adoctrinamiento mundial. Debemos salir de la ciudad de destrucción, como Lot, y ponernos a salvo en la ciudad del gran Rey.

         Rendirnos a la verdad del evangelio nos hará libres del dominio del maligno y quienes engañan al mundo entero.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (1)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Cuando Jesús asistió a la boda de Caná de Galilea, después de haber convertido el agua en vino, el maestro de ceremonias dándose cuenta de lo que había ocurrido le dijo al novio: normalmente se sirve el mejor vino primero, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora! Esta fue la primera vez que el Mesías manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él (Juan 2:6-11). Parece haber aquí un principio que se repite a lo largo de toda la Escritura. El Señor deja lo mejor de su plan para el final. Los procesos que se suceden en el recorrido bíblico nos muestran que en primer lugar aparece lo de inferior calidad para avanzar hacia el culmen, la apoteosis final que pone el sello de la gloria de Dios en una dimensión plena. Caminamos hacia la plenitud. La vida del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4:18). Hemos ido viendo a lo largo de esta serie algunas de las señales que preceden la venida del Señor. Hemos hecho un breve recorrido anotando algunos de los acontecimientos cargados de aflicción que van delante de la manifestación de su reino. Como dice el apóstol Pedro: Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos (1 Pedro 1:10-11). Primero los sufrimientos, después las glorias que le siguen. Ahora veremos, al finalizar esta serie sobre señales de los tiempos finales, cómo en esos mismos tiempos de aflicción y angustia hay una señal anunciada también para el mismo periodo: derramamientos del Espíritu sobre toda carne. Tendremos ocasión de meditar en algunos textos relevantes al respecto, pero ahora quiero enfatizar el principio al que me refería anteriormente y que aparece como un modelo divino en el devenir de la historia de la redención y su proceso ascendente hasta la plenitud final de los tiempos. Encontramos al inicio de la revelación de Dios, en el libro de Génesis, que había caos y vacío hasta que la voz creadora del Rey del Universo lo puso en orden.

         Tras las obras de la carne aparece el fruto del Espíritu derramado.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (2)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

El profeta Hageo desarrolló su ministerio en días cuando el antiguo templo de Salomón había sido destruido y uno nuevo estaba siendo edificado. La restauración del culto se estaba abriendo camino en medio de un gran conflicto para impedir los tiempos de restauración del viejo templo. La voz de Hageo y Zacarías se elevaron ante el pueblo de Judá para alentar su edificación en Jerusalén. Este nuevo edificio no alcanzaría el esplendor de aquel otro construido por el rey Salomón en tiempos de paz y prosperidad nunca antes vistos en Israel. Aún así, los judíos venidos del exilio babilónico sabían que una parte esencial de su reconstrucción nacional pasaba por el levantamiento del templo como eje central de su actividad espiritual. El culto debía ser restaurado. El altar levantado. Los sacrificios ofrecidos. Todo ello como parte vital de los nuevos tiempos para la nación judía. Sin embargo, la voz profética, con su alcance intemporal y eterno, anunciaba otro tiempo aún más glorioso para el futuro. La gloria postrera de esta casa, el templo reconstruido en Sión en medio de gran oposición, era presagio de un tiempo aún por venir cuya gloria futura sería inmensamente mayor que lo vivido hasta ese momento por el pueblo de Israel. La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria. Si hacemos en este punto un paralelismo del nuevo templo que Jesús levantaría en tres días (Juan, 2:18-22), viéndonos como piedras vivas del nuevo templo, cuya gloria postrera será mayor que la primera, y pensamos en el cuerpo terrenal como gloria pasajera temporal, y el cuerpo espiritual como gloria eterna e inmortal, sabremos que la mayor gloria está aún por llegar llenándonos de esperanza en medio de las aflicciones del tiempo presente. Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:16-18).

         La gloria postrera de nuestros cuerpos mortales tendrá un peso mayor de gloria y eternidad en la redención final del cuerpo (Romanos 8:23).

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (3)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Sigamos un paso más en este importante texto del profeta Hageo. Hemos dicho que hay un principio en la Escritura que pone de manifiesto el orden de la creación de Dios. También en el proceso de la redención. Génesis comienza con caos y vacío, —seguramente después de una batalla cósmica no revelada salvo en algunos detalles del contenido bíblico—, para reiniciar (palabra de moda que algunos pretenden imitar haciéndose pasar por dioses, me refiero al Foro de Davos y su estrategia de control de las naciones) el plan de Dios comenzando con la creación del mundo material para culminar ese primer desarrollo con el aliento de vida en el ser humano, —sello de la creación de Dios, creado a su imagen y semejanza—, es decir, la dimensión espiritual que sigue a la física. La creación terrenal y natural del hombre para avanzar a la regeneración, el nuevo hombre (el que algunas ideologías también quieren imitar en oposición a Dios, con prepotencia y rebelión, léase el humanismo, el comunismo y más recientemente el transhumanismo, la supuesta creación por el hombre de un ser mitad humano mitad máquina tecnológica), sacado a luz por la redención del Mesías: la inmortalidad. En palabras del apóstol: Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (1 Corintios 15:45-49). Podemos ver que es el mismo mensaje del profeta Hageo. La futura gloria de este templo será mayor que la primera, y todo ello en múltiples verdades que desembocan siempre en lo mejor al final. Cuando Pablo escribe a los gálatas hace el recorrido de las obras de la carne en primer lugar siguiéndole el fruto del Espíritu. Primero nació Ismael, el hijo de la carne, luego vino Isaac el hijo de la promesa. Primero la sombra de lo que había de venir, en referencia a la ley dada a Moisés, luego la imagen misma de su sustancia en la persona del Mesías. La futura gloria viene después o en medio de gran tribulación.

         Aceptemos los procesos divinos y el orden establecido para lo mejor.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (4)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Antes de la regeneración de todas las cosas viene un temblor divino que hace estremecer y remueve todas las cosas creadas. El Señor, dice el profeta, hará temblar los cielos, la tierra, los océanos y a todas las naciones. Es el mismo mensaje del autor de la carta a los Hebreos cuando dice: La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. La voz de Dios conmovió primeramente al pueblo de Israel en el monte Sinaí, donde estaban espantados y asustados al oír el estremecimiento del monte cuando el Señor se manifestó a Moisés. Ahora se anuncia un estremecimiento mayor sobre toda la creación antes de la manifestación de su reino, porque añade el mismo autor: Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Hebreos 12:26-28). Y esto concuerda con las palabras del apóstol Pedro cuando escribe que en el día del Señor los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas; luego insta a los hijos de Dios a vivir de manera santa y piadosa, esperando la venida del Señor, cuando los cielos, encendiéndose serán desechos, y los elementos se fundirán por el fuego, y añade: Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13). Es la regeneración final. La consumación de los tiempos. La transformación del cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (Filipenses 3:21). Esa es la gloria postrera. La gloria que le pidió el Señor al Padre en su oración sacerdotal por los suyos: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado (Juan 17:24). Cuando miramos al Señor cada día de nuestra vida en medio de las aflicciones del tiempo presente, somos transformados de gloria en gloria a su misma imagen por medio del Espíritu del Señor (2 Corintios 3:18). Avancemos a esa gloria siempre mayor.

         Los temblores de Dios preceden a la gloria postrera de la casa.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (5)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Una de las manifestaciones evidentes cuando queda establecido el reino de Dios en el corazón de una persona es la paz. También lo será cuando la tierra sea llena del conocimiento de la gloria del Señor. La paz de Dios supera el entendimiento y los pensamientos, traspasa las circunstancias introduciéndonos en la dimensión del reino inconmovible, los poderes del siglo venidero. Es la paz que se establece después de una batalla. Cuando el Señor se presentó a los suyos una vez que había bajado a los infiernos, tras haber sido escarnecido en la cruz, sepultado, y tras la angustia de la muerte, clamando al que le podía librar de ella (Hebreos 5:7), lo hizo con este mensaje: Paz a vosotros (Juan 20:21,26). Tras la batalla que había sido librada, finalmente se impuso la paz del vencedor sobre todos los poderes de las tinieblas. Por tanto, la paz viene después de la victoria final. El reino de Dios es paz. No es comida ni bebida bajo los rudimentos de este mundo, sino justicia, paz y gozo en el Espiritu Santo (Romanos 14:17). El Maestro anunció a los suyos que en el mundo tendrían aflicción, pero él vencería los poderes de este mundo para poder establecer la paz del cielo en el corazón de los hombres (Juan 16:33). Una y otra vez nos encontramos que antes de su venida hay aflicción y dolor; primero nacemos en un mundo hostil, cuyos parámetros son violentos y convulsos. La tierra está llena de oscuridad, los dolores de parto anuncian el alumbramiento del nuevo día; el aumento de la maldad precede al derramamiento del Espíritu. El hastío de las injusticias levanta un clamor por la verdad, la justicia y la libertad. La creación gime por su redención, nosotros también gemimos por el advenimiento del nuevo día. El caos y la confusión dan lugar al orden de la palabra de Dios y la misericordia que nos guía todos los días de nuestras vidas. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5). Todo para recordarnos que las señales de tribulación y angustia antes de su venida son la antesala del día con más luz. Pero además en esos días también convergen los derramamientos del Espíritu Santo sobre toda carne como veremos en próximas meditaciones.

         La paz del reino viene después de la batalla por la justicia y la verdad duraderas. Solo así quedará establecida firmemente en nuestros corazones.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (6)

Entonces, después de hacer todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes tendrán visiones. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres por igual. Y haré maravillas en el cielo y en la tierra… (Joel 2:28,29,30 NTV)

El mensaje de los profetas de Israel contiene generalmente una parte de juicio y denuncia por el pecado, y otra de restauración cuando el pueblo se vuelve a su Dios; o bien tras el juicio inevitable por falta de arrepentimiento. La maldad, iniquidad e injusticias que se derivan de ella acaban en hartazgo cuando la opresión hace gemir el alma humana levantando un clamor para luchar por su liberación. La Escritura enseña con claridad esta verdad, aunque el clamor no sea generalizado, sino el de un remanente fiel que angustiado ante las injusticias insoportables de hombres perversos y malos levantan su intercesión al cielo en busca de justicia y paz. Entonces, después de soportar con paciencia el juicio decretado por sus pecados, y una vez concluida la sentencia, el Señor se levanta en favor de su pueblo derramando su Espíritu sobre toda carne. Es lo que anuncia el profeta Joel tras haber llamado a la nación a reunirse en ayuno y clamor por el juicio de la oruga, el saltón y la langosta que los había devorado. Lo vemos en Egipto cuando el pueblo de Israel quedó atrapado bajo la tiranía de Faraón y los hebreos eran afligidos bajo el látigo de sus capataces. Una vez elevado el clamor al cielo el Señor envió a Moisés para establecer un proceso de redención que culminaría con la salida de Egipto y una nueva vida en libertad. Los últimos tiempos tienen también algo de todo lo que acabamos de decir. En medio de angustias y opresiones diversas, el Señor derrama su Espíritu sobre mucha gente y pueblos capacitándoles para afrontar los días de adversidad y oprobio. Estos derramamientos del Espíritu también levantan a muchas personas sencillas y anónimas que salen por todas partes anunciando la buena nueva a los afligidos.  Fue lo que ocurrió el día de Pentecostés en Jerusalén cuando el apóstol Pedro identificó la profecía de Joel con aquellos días. Partiendo de Jerusalén el evangelio fue anunciado por todas aquellas regiones primeramente, para luego extenderse a todas las naciones. Y se hizo en medio del dominio romano sobre Israel. A pesar de la opresión romana sobre Judea, el Espíritu de Dios capacitó a muchos mensajeros para llevar el mensaje liberador a las naciones. El poder del reino de Dios manifestado por su Espíritu produjo gran refrigerio.

         El evangelio siempre ha avanzado en medio de gran oposición mediante derramamientos del Espíritu sobre toda carne.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (7)

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:4,38,39)

La historia del pueblo de Dios es como una línea ondulada, con altibajos, tiempos de plenitud con avances del reino de Dios, y otros de estancamiento, decadencia, clamor y avivamientos. Lo vemos primeramente en la historia antigua del pueblo de Israel. Después de salir de la opresión y esclavitud en Egipto, donde el faraón había amargado su existencia mediante un régimen laboral opresor, Israel pasó el mar Rojo (figura del bautismo en agua) y fueron bautizados en la nube de día y el fuego de noche 1 Corintios 10:2 (figura del bautismo en el Espíritu Santo) que los acompañó y estuvo con ellos todo el camino por el desierto. La redención dio lugar a un día de alabanza y júbilo por la victoria sobre los dioses de Egipto que los habían tiranizado. Pero pronto comenzaron las quejas por la escasez de alimentos y agua. Moisés tuvo que lidiar con un pueblo que habiendo visto las grandes señales que Dios había hecho en Egipto y seguía haciendo en el desierto, no impidieron la murmuración y el desorden de los apetitos carnales. De tal forma que toda aquella generación no pudo entrar en la tierra prometida. Fue la siguiente, junto con Caleb y Josué, remanente siempre presente en el pueblo de Dios, quienes entraron y conquistaron las promesas que eran para ellos, sus hijos y las siguientes generaciones. Este es el patrón que encontramos en el devenir de Israel a lo largo de la Biblia: Tiempos de avance de la voluntad de Dios mediante el pueblo elegido para sus propósitos, y otros de decadencia donde se paralizan los planes del Señor hasta la llegada de otra generación que le busca y sobre quienes vuelve a derramar su Espíritu reiniciando así el propósito al que fueron llamados. Esta misma secuencia la encontramos en la historia de la iglesia a lo largo de los últimos dos milenios. Después de Pentecostés, donde todos fueron llenos del Espíritu, salieron a todas las naciones con el evangelio que es poder de Dios. Pero pronto el impulso inicial se perdió y encontramos en la carta de Pablo a Timoteo la exhortación a avivar el fuego del don de Dios que estaba en él (2 Timoteo 1:6). En esa misma carta el apóstol anunció tiempos peligrosos por el carácter perverso de los hombres en los postreros días, de ahí la necesidad de avivar el fuego del don de Dios.

         Necesitamos volver a ser llenos del Espíritu Santo como en Pentecostés.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (8)

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:4,38,39)

Toda experiencia de derramamiento del Espíritu en una congregación levanta dudas, burlas y persecución. El hombre natural no percibe las cosas de Dios. Por su parte el hombre religioso prefiere la seguridad de una estructura eclesiástica que levante un edificio en el que pueda sentirse cobijado y cuyos límites no se traspasen perturbando su tranquilidad. Así fue el día de Pentecostés en la ciudad de Jerusalén. La experiencia plena de los apóstoles fue perturbadora en la ciudad. El pueblo se juntó viendo el estruendo provocado por el suceso que previamente había anunciado el Maestro a sus discípulos. La multitud se mostró confusa, atónita y maravillada. Todo ello en la misma masa de gente. Siempre es así en los distintos avivamientos que han surgido a lo largo de la historia. La perplejidad de los espectadores dio paso al primer discurso del apóstol Pedro. Al hacerlo, identificó la experiencia que acaban de tener con la profecía de Joel. En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne (Hechos 2:17). Las consecuencias de ese derramamiento serían: profecías, visiones, sueños, prodigios, señales y salvación mediante la invocación del nombre del Señor para ser salvo. La multitud, después de oír al apóstol encararlos con su propia responsabilidad en la muerte del Mesías, fue herida en su conciencia, y compungidos de corazón dijeron: Varones hermanos, ¿qué haremos? La respuesta fue inmediata: Arrepentíos, bautizaos y recibiréis el don del Espíritu Santo. Tres mil personas respondieron al llamamiento de Pedro recibiendo la palabra anunciada, y a partir de ese momento sus vidas quedaron unidas a la comunión que se había producido como consecuencia del derramamiento del Espíritu Santo. Los postreros tiempos habían comenzado. El Imperio Romano seguía dominando el mundo conocido. Israel estaba subyugado políticamente al yugo de Roma pero algo nuevo había tenido lugar y ese movimiento sobrenatural superaría las adversidades llegando a cada rincón del mundo conocido. Hoy también los días son malos. Vivimos sometidos en gran medida a una tiranía globalista; los nuevos faraones pretenden someternos a esclavitud y opresión, pero el derramamiento del Espíritu de Dios sigue siendo nuestra mayor necesidad.

         El don del Espíritu nos pondrá a salvo de esta generación perversa.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (9)

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:4,38,39)

No hay exclusividad en el don del Espíritu. La promesa no era solamente para los apóstoles, ni para el día del Pentecostés, el apóstol Pedro lo dejó claramente asentado: la promesa es para vosotros (judíos en la ciudad de Jerusalén del siglo I), es también para vuestros hijos (la siguiente generación); y para todos los que están lejos (en la diáspora judía), pero no solo para ellos, sino también para cuantos el Señor nuestro Dios llame de toda lengua, pueblo o nación en todas las generaciones. Porque el llamamiento de Dios sigue vigente, no ha cesado, por tanto, la promesa de recibir el don del Espíritu Santo como en el día de Pentecostés es para todos los que se arrepienten, se bautizan, invocan su nombre en todo lugar; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Fue lo que aconteció y vemos relatado ampliamente en el libro de los Hechos en la ciudad de Samaria cuando predicó Felipe. Lo vemos en la casa de Cornelio: el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el mensaje, como sobre nosotros al principio (Hechos 11:15), dijo el apóstol Pedro cuando tuvo que dar explicaciones a los hermanos de la congregación judía en Jerusalén. Y también ocurrió sobre los discípulos de la ciudad de Éfeso que habiendo creído parte del evangelio no habían recibido el don del Espíritu hasta que el apóstol Pablo impuso sobre ellos las manos (Hechos 19:6). En todas estas experiencias la evidencia fue que hablaban en lenguas y profetizaban tal y como había anunciado el profeta Joel. Pero pronto, como en la salida de Egipto, comenzaron las quejas, los razonamientos altivos, la frialdad de un corazón tibio, el temor a confiar y obedecer la acción del Espíritu y así los ríos de agua viva se convirtieron en sequedades de verano. De forma gradual los debates teológicos ocuparon gran parte de la comunión de la iglesia, las peleas dogmáticas sobre palabras y tecnicismos coparon gran parte del dinamismo inicial, por ello la manifestación del Espíritu y una fe vibrante fue suplantada y en gran medida cesaron; no porque esa fuera la voluntad de Dios; recuerda: la promesa es para los hijos, los que están lejos y todos aquellos que el Señor llama; sino por la desobediencia y la incredulidad, como la generación en el desierto. Por ello necesitamos siempre nuevos derramamientos del Espíritu.

          La promesa del Espíritu sigue vigente también para nuestros días.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (10)

¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (Hebreos 2:3,4)

La carta a los Hebreos es una advertencia a no volver atrás. La historia antigua de Israel es un ejemplo claro de que podemos ser redimidos, escogidos con un propósito, y perder en su desarrollo el contenido esencial del plan de Dios. Una y otra vez el pueblo se alejaba del camino, los profetas eran enviados para que regresaran, a veces los oían y otras muchas eran maltratados y despreciados. ¿Por qué creemos que en la iglesia es diferente? La historia nos demuestra que hemos cometido los mismos errores; precisamente el apóstol de los gentiles nos advierte que estas cosas están escritas como ejemplo para nosotros, y para amonestarnos y reconducirnos (1 Corintios 10:6,11). El autor de la carta a los Hebreos nos advierte que podemos descuidar nuestra salvación, ¿cómo? mediante incredulidad y desobediencia, por volver una y otra vez a los rudimentos de la doctrina en lugar de avanzar y madurar ejercitándonos en el discernimiento del bien y del mal; por abandonar la fe inicial y mezclarla con cualquier tipo de religiosidad suplantadora. Volver al origen es regresar a la necesidad de ser llenos del Espíritu, guiados por el Espíritu, obedecerle y seguirle más que a las estructuras eclesiásticas. A lo largo de nuestra historia hemos hecho exactamente lo opuesto. Descuidar la salvación incluye no tener en cuenta que Dios ha dado testimonio mediante señales, prodigios y diversos milagros y estos nunca han cesado en su perfecta voluntad; (si no los experimentamos es en gran medida por causa de incredulidad y argumentos altivos); incluyendo repartimientos del Espíritu que siguen siendo la voluntad de Dios para su pueblo. Todo ello y mucho más es descuidar nuestra salvación. Quienes argumentan su cesacionismo están negando la voluntad de Dios. Él no cambia, ni hay sombra de variación en Él. La promesa es para todos cuantos el Señor llamaré aunque ciertas teologías hayan negado la obra de Dios y se hayan opuesto a que el pueblo busque nuevas llenuras y repartimientos del Espíritu según su voluntad. Todo el libro de los Hechos de los Apóstoles es el acompañamiento del Señor, mediante su Espíritu, en el avance del evangelio del reino en la tierra, y esto no ha cesado, ni siquiera en los tiempos finales que vivimos. Hoy también Dios testifica mediante señales, milagros y repartimientos del Espíritu a pesar de las falsificaciones que no pueden invalidar la verdad.

         No debemos descuidar la salvación impidiendo la llenura del Espíritu.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (11)

Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Corintios 1:26-29)

El evangelio es poder de Dios aunque muchos han pretendido usar ese poder para dominar a otros. La iglesia pronto se apartó del modelo Jerusalén para seguir el modelo griego y romano. La sabiduría y filosofía griega y el potencial romano para establecer estructuras de poder se infiltró temprano en la iglesia uniendo política, racionalismo y espiritualidad; de tal forma que durante siglos gran parte de la actividad eclesiástica giró en torno a debates interminables sobre tecnicismos teológicos con palabras latinas o griegas para asentar el dogma. Por supuesto, siempre hubo un remanente, como en la historia de Israel, que mantenía la llama de la fe viva, aunque muchos de ellos fueran desconocidos, vivieran en desiertos y sus nombres no figuren entre los llamados «padres» de la iglesia. Por ese camino se abandonó la dependencia del Espíritu ocupando su lugar la intelectualidad mezclando el evangelio con filosofía griega que le daba al mensaje un aire más atractivo para los intelectuales de la época. Estos procedimientos nunca han cambiado excesivamente a lo largo de los siglos. El modelo de Dios sigue siendo el mismo: avergonzar a los sabios y fuertes escogiendo lo necio, vil y menospreciado del mundo. El gravísimo problema es que muchas de estas personas que comienzan siendo menospreciadas y que con humildad dependen del Espíritu de Dios, pronto se vuelven sofisticadas abandonando su sencillez inicial y abrazando el reconocimiento de los hombres que los vuelven débiles en el Espíritu y fuertes en su propia potencialidad impostada. Hay excepciones. Pocas. No reconocidas. Pero ellos serán los desconocidos valientes de David que ganarán batallas esenciales para todo el pueblo. Dios no quiere arrogantes en su presencia. Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Por ello, uno de los movimientos más transformadores de la iglesia en los últimos tiempos se inició en una casa desvencijada de la calle Azusa, en los Ángeles, California, cuyo más conocido exponente fue un predicador negro llamado William J. Seymour. Se iniciaba el año 1906 y comenzaba así el movimiento pentecostal. Este movimiento, denostado y maltratado ampliamente, sería la espoleta para un crecimiento espiritual nunca antes visto.

         Dios avergüenza y deshace para que nadie se jacte en su presencia.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (12)

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isaías 57:15)

Mis primeras experiencias transformadoras tuvieron lugar en una pequeña iglesia pentecostal de Lérida. Avanzaba el año 1980 y estaba cumpliendo mi servicio militar. La combinación de mi propia búsqueda personal, la lectura del Nuevo Testamento y el encuentro con esta congregación, cuyo origen se debía en gran medida al apoyo de las iglesias pentecostales suecas, pusieron las bases de mi crecimiento y desarrollo espiritual posterior. Eran años cuando llegaban a España algunos ministerios avalados por una gran experiencia carismática en otros lugares. Los cultos se volvieron más espontáneos, la oración predominaba, el ayuno era habitual, y la alabanza brotaba de muchos corazones ansiosos de la presencia de Dios y el derramamiento del Espíritu. En sus inicios, el movimiento pentecostal creció entre la gente más humilde, los parias entre los evangélicos y denominaciones tradicionales, que por otro lado hicieron todo lo posible por frenar aquel avance imparable del evangelio. Eran gentes sencillas, humildes, quebrantados de corazón, sin grandes recursos ni talento, pero fue entre ellos que se reinició la profecía de Joel en los últimos tiempos. Desde una casa semi-abandonada en la calle Azusa de los Ángeles se volvieron a oír cristianos que hablaban en nuevas lenguas y profetizaban. Los milagros no tardaron en aparecer y pronto el mover se extendió por todas las naciones. Como una semilla de mostaza el mensaje de ser bautizados en el Espíritu Santo con la manifestación de hablar en nuevas lenguas se abrió camino entre la tibieza generalizada y un nuevo mover de santidad, que ya se había iniciado con anterioridad, invadió el mundo cristiano llegando incluso a la Iglesia Católica con el movimiento carismático posterior. La mayor explosión de crecimiento del evangelio de toda la historia del cristianismo ha tenido lugar en los últimos cien años motivada por el impulso pentecostal. Los datos hablan de alrededor de setecientos millones de personas convertidas al evangelio desde aquel mítico año 1906 en la calle Azusa. Es evidente que junto con el trigo crece la paja, y con la palabra sembrada también la cizaña. No todo ha sido, ni es, romántico en las iglesias pentecostales. Ha habido excesos, comportamientos indeseables, sí, pero lo que ha caracterizado este movimiento en sus orígenes ha sido un corazón quebrantado buscando al Señor, de ello fui testigo, como he dicho, en los primeros años de mi conversión.

         Dios vivifica, también en tiempos finales, el corazón de los quebrantados.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (13)

Y temerán desde el occidente el nombre de YHVH, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como un río, más el Espíritu de YHVH levantará bandera sobre él (Isaías 59:19)

Hoy el movimiento pentecostal, ampliado en el movimiento carismático, es aceptado y reconocido mayoritariamente en la Cristiandad, pero no siempre fue así. Recuerdo la tensión que produjo en mis primeros años en el evangelio mantener la comunión con la iglesia pentecostal de Lérida y la de Asamblea de Hermanos en Salamanca. Aprendí mucho de ambas. Luego me enseñaron mis maestros a estar abierto a todo el Cuerpo del Mesías. Dejando a un lado mis recuerdos, quiero reseñar, como he dicho en una meditación anterior, que todo movimiento espiritual, lo que llamamos avivamientos, mantienen una línea ondulada, con altibajos, comienza con una búsqueda sincera y quebrantada de corazón clamando por los ríos de agua viva, una vez se establecen pierden su impulso original dando lugar al estancamiento de sistemas religiosos viviendo en buena parte del pasado glorioso. Cuando disminuye la búsqueda de Dios aumentan los ídolos y los cultos extraños. La maldad crece y con ella la decadencia y apostasía de la fe. Una vez más se necesita el clamor al cielo por nuevos derramamientos del Espíritu que levanten bandera ante las fuerzas opresoras del mal. El profeta Isaías nos dice que el Espíritu del Señor levantará bandera sobre los ríos de iniquidad. Y en ese tiempo vivimos. El misterio de la iniquidad está muy presente en la sociedad actual, pero hay quien lo detiene (2 Tesalonicenses 2:7). La vida de los justos frena el proceso degenerativo de la convivencia; pero si la sal se vuelve insípida no servirá para cumplir su función. La luz y la sal de la tierra es el pueblo del Señor en un mundo a la deriva. Debemos brillar. Necesitamos para ello la llenura del Espíritu, el Consolador y Ayudador. Lo necesitaron los primeros discípulos esperándolo, por mandato del Señor, el día de Pentecostés, para poder cumplir con la misión encomendada. Nosotros no podemos ser tan arrogantes creyendo que nuestras propias fuerzas y habilidades serán suficientes en esta batalla. No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu (Zacarías 4:6), le dijo el Señor a Zorobabel gobernador de Judá. Seguimos necesitando el don de Dios en nuestros corazones. No descuidar el don, dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio, que diría Pablo a Timoteo (1 Timoteo 4:14). Avivarlo una y otra vez (2 Timoteo 1:6), porque el mal avanza, el amor se enfría, pero el Espíritu que Dios ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente (Santiago 4:5).

         Como está escrito: Dios desea fervientemente que el espíritu que puso dentro de nosotros le sea fiel (Santiago 4:5 NTV).

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (14)

Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno (1 Tesalonicenses 5:16-21)

Las malas experiencias nos paralizan, las buenas nos impulsan y transforman. Los desequilibrios y contradicciones que se presentan en todo ser humano tienen el potencial de desestabilizarnos y llevarnos  a una vida zarandeada que impida el cumplimiento del plan de Dios. El sabor amargo que dejan las decepciones o el ser defraudados y traicionados puede marcar el rumbo de nuestras vidas irremediablemente. También en las congregaciones y movimientos espirituales. Cuando hablamos de manifestaciones del Espíritu aparecen con rapidez los ejemplos de fraude y falsificación, que los hay, y con ello el temor paralizante que nos roba la superación de los escollos y el desarrollo hasta su culminación. He sido parte de diversos movimientos del Espíritu en congregaciones locales que impulsaron un tiempo de refrigerio espiritual y una libertad gloriosa del Espíritu donde fluían los dones y la comunión edificante de los hermanos. Luego, sin saber bien como (en algunos casos están bien definidos) surgen pequeñas zorras que echan a perder la cosecha (Cantares 2:15). La división mediante las obras clásicas de la carne apaga la dinámica inicial y pronto perdemos el ánimo con la siguiente dispersión de la grey. Estos ciclos se han repetido demasiadas veces en nuestro país. También aparecen experiencias espurias con actitudes de dominio y abuso de ciertos líderes que imponen una pesada carga de control dejando un regusto amargo que defraudará a muchos. Seguramente todo ello viene como consecuencia de no seguir las directrices apostólicas registradas en nuestro texto. Perdemos el gozo, dejamos de orar con fervor, la gratitud nos abandona olvidando fácilmente los beneficios del evangelio, apagamos el Espíritu, menospreciamos las profecías, y sobre todo, al examinar la situación nos quedamos solo con los malos ejemplos, las decepciones, sin retener todo lo bueno que hemos acumulado durante ese tiempo. Es evidente que hay experiencias traumáticas que provocan un daño irreparable en las personas. La libertad del Espíritu en ocasiones produce todo tipo de excesos indeseables; la inmadurez de muchos, especialmente de los líderes, echa a perder la obra original del Espíritu y así entramos en una dinámica de edificar y destruir que se repite en forma de círculos viciosos con pérdida para todos. Sin embargo, podemos volver a levantarnos con gozo, oración y gratitud mediante el Espíritu.

         No debemos cansarnos de hacer el bien y buscar la fuente de vida.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (15)

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención… Antes bien sed llenos del Espíritu  (Efesios 4:30 y 5:18)

Las malas experiencias no anulan la verdad de Dios. Los múltiples casos de falsificaciones espirituales nunca podrán impedir nuevos derramamientos del Espíritu de Dios. Está profetizado. Es palabra de Dios que permanece para siempre en el cielo (Salmos 119:89). En los postreros tiempos derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. La multiplicación de la maldad no podrá vencer el poder de la gracia, porque donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Incluso aunque el Señor solo encuentre un justo, Noé, y toda su generación esté corrompida y llena de violencia, el Dios de toda gracia hará reverdecer la justicia y la equidad una vez más. Aunque Moisés esté solo ante un pueblo quejoso, incrédulo y desobediente; a pesar de sus múltiples sinsabores en el desierto, el Señor volverá a abrir caminos en el desierto y ríos en la soledad (Isaías 43:19). Es la fuerza de la luz y la vida sobre las tinieblas y la muerte. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5). El cielo y la tierra pasarán, pero su palabra eterna nunca pasará. Las tinieblas llenan la tierra sobre naciones gobernadas por poderes babilónicos mediante un pretendido gobierno mundial, pero sobre Jerusalén aparecerá el Señor, el reino es del Señor, la justicia será establecida en la tierra porque habrá un justo que gobierne. Por tanto, no debemos entristecer al Espíritu con temor, incredulidad y ansiedades; sino buscarlo con pasión como la novia del Cantar de los Cantares busca a su amado en circunstancias a veces muy desfavorables. Pero el amor es más fuerte que la muerte. El sello del Espíritu con el que fuimos sellados para el día de la redención final de nuestros cuerpos mortales nos recuerda que somos extranjeros y peregrinos en la tierra, que buscamos una patria celestial, y ahora la saludamos, creyendo, confesando y degustando los poderes del siglo venidero (Hebreos 11:13-16 y 6:4,5). Hemos sido hechos partícipes del Espíritu Santo, la promesa del Padre, la cual recibimos por fe, y no debemos ser como los gálatas insensatos fascinados y hechizados por el brillo de doctrinas falsas, sino saber que recibimos el Espíritu por el oír con fe (Gálatas 3:1-3). Hemos comenzado por el Espíritu. La vida cristiana es Cristo en nosotros, —la perla de gran precio—; no seamos engañados con otras piedras sin brillo, perecederas, que nunca edifican nuestras vidas sobre la Roca, el edificio de Dios, sino sobre heno paja y hojarasca. Los tiempos pueden ser malos, (y lo son), pero sobre ti amanecerá el Señor y sobre ti será vista su gloria.

         Nuestra verdadera necesidad sigue siendo ser llenos del Espíritu de Dios.

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TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (16)

Oh Señor, he oído lo que se dice de ti y temí. Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión (Habacuc 3:2 LBLA)

Quiero culminar esta serie sobre tiempos finales con la oración del profeta Habacuc. Un breve análisis de este libro profético nos muestra que su mensaje fue previo al inminente juicio de Dios sobre Judá a manos del Imperio Babilónico. La atmósfera espiritual de los días de Habacuc era de decadencia y juicio, muy similar a los nuestros. Comienza preguntándose por qué su oración no ha sido oída, por qué permite el Señor que la iniquidad predomine y la opresión sea generalizada. El impío asedia al justo. Además, comprende que el Señor usará la vara de Babilonia para juzgar a su pueblo. En esa tesitura, el profeta se coloca en su puesto de guardia, sobre la fortaleza velará para ver en qué consiste la respuesta del Señor. Entiende que el juicio sobre Judá es irreversible, por tanto, esperará confiado y tranquilo el día de la angustia, al pueblo que se levantará para invadirlos (3:16 LBLA). Para culminar con un canto de esperanza y fortaleza en el Dios de su salvación, aunque al presente las circunstancias sean muy desfavorables: Ni la higuera, ni las viñas, ni el olivo producen alimento, faltan las ovejas y las vacas en los establos, a pesar de ello se alegrará en el Señor, se regocijará en el Dios de su salvación, porque el Señor Dios es la fortaleza que lo sostiene en medio de una situación tan adversa (3:17-19 LBLA). Antes, al inicio de su oración en tono de Sigionot,  (canto vehemente), expresa su conocimiento del Señor: He oído lo que se dice de ti y temí. Conoce el carácter justo del Dios de pacto, y ese pacto ha sido quebrantado, por tanto, es consciente de las consecuencias que se derivan de ello. Eleva un clamor para que se avive su obra, que en este caso es de juicio y no de avivamiento como habitualmente se ha interpretado. Porque el Señor no tendrá por inocente al culpable, tampoco debemos imaginar otro escenario en la presente generación. Hemos transgredido la ley y sobrepasado todos los límites de la paciencia de Dios. Somos culpables. Por ello, el juicio sobre las naciones es inevitable. Pero el profeta hace un quiebro en su oración apelando a la misericordia de Dios sin eludir su ira contra la impiedad, por ello levanta un último clamor en favor de aquella generación y que podemos hacer nuestro para este tiempo: En la ira, acuérdate de tener compasión. En medio de los tiempos finales llenos de maldad y la manifestación justa de la ira de Dios, podemos apelar a su compasión, a derramamientos del Espíritu Consolador, para superar este tiempo oscuro y alcanzar la restauración venidera.

         La compasión de Dios estará presente en medio del juicio inevitable.

PDF – Tiempos finales (Completo)

Tiempos finales revisadaHola a todos.

Adjunto el tema completo TIEMPOS FINALES.

Son 82 meditaciones con el siguiente contenido:

 

 

Índice:

  • Tiempos difíciles (25 meditaciones)
  • Dolores de parto (5)
  • Aumento de la maldad (5)
  • El carácter de los hombres (3)
  • La restauración de Israel (3)
  • El resurgimiento del islam (5)
  • Apostasía de la fe (9)
  • Engaño masivo (9)
  • Derramamientos del Espíritu (16)

 

PDF - Tiempos finales

El Mesías recibido – Completo

El Mesías recibido - 2El Mesías recibido 

Hola a todos.

Os envío el escrito completo: El Mesías recibido.

Un saludo cordial

VIRGILIO ZABALLOS – España

 

El Mesías Recibido

                              Índice:

  1. El Mesías recibido (1)
  2. El Mesías recibido (2)
  3. El Mesías recibido (3)
  4. El Mesías recibido (4)
  5. El Mesías recibido (5)
  6. El Mesías recibido (6)
  7. El Mesías recibido (7)
  8. El Mesías recibido (8)
  9. El Mesías recibido (9)
  10. El Mesías recibido (10)
  11. El Mesías recibido (11)
  12. El Mesías recibido (12)
  13. El Mesías recibido (13)
  14. El Mesías recibido (14)
  15. El Mesías recibido (15)
  16. El Mesías recibido (16)
  17. El Mesías recibido (17)
  18. El Mesías recibido (18)

 

El Mesías recibido (1)

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios     (Juan 1:10-12)

Antes de terminar este breve recorrido por los evangelios donde se constata la mentalidad hebrea acerca del reino mesiánico venidero que tenían los judíos en el siglo I, quiero detenerme por un tiempo en uno de los textos más maltratados y usados contra Israel a lo largo de la historia de la iglesia cristiana. Me refiero al texto del evangelio de Juan sobre el rechazo del Mesías que llevaron a cabo los judíos. No voy a contradecir al apóstol en su escrito, lo que haré será contextualizar su contenido. A menudo este texto es el punto final para afirmar y acusar al pueblo de Israel de su rechazo al Mesías cargando sobre ellos una culpa que ha tenido trágicas consecuencias a lo largo de la historia. He titulado esta sección «el Mesías recibido» para hacer un recorrido por los evangelios de Lucas y Juan sobre un hecho innegable: Las multitudes siguieron a Jesús; muchos creyeron en él; por tanto, no fue rechazado por el pueblo de Israel; al contrario, fueron los judíos a quienes fue enviada la promesa de su advenimiento en cumplimiento de las profecías. ¿Entonces Juan estaba equivocado? Veamos algunas cosas que debemos tener en cuenta. En primer lugar la distinción necesaria que recogen ampliamente los evangelios entre el pueblo y las autoridades, los llamados edificadores (Mt.21:42). Curiosamente el énfasis se ha puesto en la expresión: y los suyos no le recibieron, obviando que en dos ocasiones se habla de lo suyo, en referencia a la viña del Señor, Israel; y los suyos, Israel mismo, el pueblo de Dios. Israel es propiedad de Dios, su heredad (Jer.12:10) (Joel 3:2). Es su primogénito (Ex.4:22). La niña de sus ojos (Zac. 2:8). Israel es la elección de Dios. Por tanto, en ningún caso debemos entender de este texto de Juan que Dios rechazara a su pueblo. Ni siquiera que el pueblo rechazara a su Dios, como veremos ampliamente en próximas meditaciones. Estamos ante un misterio, el misterio del endurecimiento parcial de Israel (Rom.11:25), hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Hemos olvidado que un día todo Israel será salvo (Rom.11:26). Gran parte de la iglesia ha caído en arrogancia al enfatizar nuestro recibimiento, «a todos los que le recibieron», y el rechazo falaz de Israel, sin entender el misterio de su endurecimiento parcial que ha traído salvación a todas las naciones.

         Hay palabras como golpes de espada (Pr.12:18). El texto de Juan es una de ellas que hemos usado con arrogancia contra Israel sin entender el misterio.

El Mesías recibido (2)

Y el hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos… para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lucas 1:16,17)

Iniciamos aquí un breve recorrido por los evangelios de Lucas y Juan para demostrar ampliamente que es falaz el argumento de que Israel rechazó al Mesías en su venida. Argumento que se ha utilizado como arma arrojadiza contra el pueblo de los pactos y las promesas. Existe en el mundo cristiano evangélico un énfasis desmedido de muchos predicadores, evangelistas y pastores en el texto de Juan 1:13 donde el autor expresa: a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron, golpeando sobre Israel su rechazo para llamar a las masas a recibirlo escapando del juicio y maldición que cayó sobre los judíos por negar al Mesías. De esta forma se ha levantado una arrogancia espiritual por el hecho de recibirlo, en comparación con los hebreos que ingratamente lo rechazaron. Esta comparación pone un falso fundamento sobre quienes reciben el mensaje del evangelio y la premisa del contraste: nosotros, cristianos, buenos y benditos por nuestro recibimiento; ellos, judíos, ingratos y malditos porque le rechazaron. Sin darnos cuenta, o no, levantamos una barrera de orgullo que impide la esencia del evangelio que es la humildad. Haya, pues, en vosotros el mismo sentir que hubo en Cristo. Para comprobar que el mencionado argumento es contrario a las Escrituras me he propuesto hacer un recorrido por dos de los evangelios que muestran claramente que no fue así. Que debemos diferenciar al pueblo de sus autoridades. Que el pueblo le seguía y creyó en Jesús mayoritariamente, aunque luego vino un proceso de separación posterior, siempre a partir del siglo II, y como consecuencia de un  liderazgo mayoritariamente de origen gentil y otros factores que llevaron a una separación de la sinagoga y la iglesia, pero en el principio no fue así. Israel esperaba a su Mesías. Israel recibió a su Mesías. Las multitudes iban tras él (como toda multitud con diversidad de intereses); y el Señor envió a Juan el Bautista con el fin de que muchos en Israel se convirtieran al Señor, y preparara un pueblo bien dispuesto hacia él. Todo ello respondía a un plan debidamente orquestado por el Dios de Israel y anunciado por el profeta Isaías (40:3). Muchos se convertirían de sus malos caminos. El corazón de muchos de ellos sería devuelto de la rebelión a la prudencia de los justos, y habría una reconciliación entre padres e hijos, como anunció Malaquías (4:5,6). Por tanto, a los suyos vino, y muchos de ellos se convirtieron al Señor.

         Muchos en Israel se convirtieron al Señor como resultado de la predicación de Juan el Bautista, siendo preparado un pueblo bien dispuesto.

El Mesías recibido (3)

Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador… sin temor le serviremos… porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados… (Lucas 1:67,74,76,77)

Zacarías, padre de Juan Bautista, profetizó acerca de un poderoso Salvador que el Dios de Israel levantaría para visitar a su pueblo y redimirlo. Aseguró que le servirían sin temor, y que su hijo Juan iría delante de la presencia del Señor para preparar sus caminos, dar conocimiento de salvación a su pueblo Israel, y obtener el perdón de sus pecados. Todo ello está recogido en el testimonio del evangelio de Lucas. Me pregunto por qué la iglesia ha olvidado a lo largo de su historia estas verdades escritas. Los pastores de la región de Judea, ocupados en sus tareas habituales guardando el rebaño en las vigilias de la noche, recibieron la visita de un ángel del Señor que los rodeó de su resplandor, dándoles este mensaje: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor (Lc.2:8-11). Un Salvador anunciado a Israel. Para todo el pueblo. Nuevas de gran gozo. Ha nacido. Ha llegado el esperado y Deseado de todas las naciones (Hageo 2:7). Los pastores creyeron el mensaje del ángel y fueron a Belén para ver lo sucedido, y que el Señor les había anunciado. Fueron apresuradamente, −tal era su expectativa de fe−, y hallaron a María, José y el niño acostado en el pesebre. Al verlo, creyeron, y dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que lo oyeron también lo creyeron y se maravillaron de lo que los pastores decían. Luego volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho (2:15-20). Los pastores creyeron el anuncio del nacimiento del Mesías. Lo proclamaron sin temor alguno. El pueblo tuvo testimonio de su llegada y creyeron muchos de cuántos oyeron el mensaje. Todos ellos eran judíos piadosos, y temerosos de Dios que esperaban el cumplimiento de las profecías. Luego, como hemos visto en anteriores meditaciones, Simeón y Ana dieron gracias a Dios porque habían visto la salvación que el Señor había preparado para todos los pueblos. Ellos también esperaban la redención desde Jerusalén. Por tanto, estos hechos tuvieron lugar a los ojos del pueblo, no se había hecho en algún rincón (Hch.26:26). Eran sucesos ciertísimos entre nosotros (Lc.1:1).

         Zacarías, los pastores y el pueblo creyeron en la llegada del Salvador.

El Mesías recibido (4)

Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?… Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo… Todo el pueblo se bautizaba (Lucas 3:7,18,21)

La predicación de Juan causó un gran impacto en la sociedad judía. Su voz potente y profética irrumpió en la vida cotidiana de aquella generación. El mensaje del precursor del Mesías fue un revulsivo para las multitudes adormecidas por la tradición religiosa que despertó sus conciencias, hiriéndolas en lo más hondo de su ser. Se propagó la necesidad de ser bautizados como iniciación a una vida de purificación. Muchos, −como pasa en todas las multitudes−, lo hacían por interés religioso únicamente, tratando de huir de la ira venidera; otros, de corazón, preguntaron ¿qué haremos? La voz de Juan fue implacable con la muchedumbre reunida, pero también presentó las buenas nuevas al pueblo. En la tradición propia de los profetas de Israel anunció juicio y restauración; la ira de Dios y su misericordia. Al oírlo todo el pueblo se bautizaba. Hoy damos por hecho que las multitudes que levantan la mano en una campaña evangelística como señal de recibimiento de la salvación lo hacen de buena fe y pasan a ser salvos (con todas las matizaciones que queramos), sin embargo, ponemos en duda que estas multitudes fueran sinceras en su mayoría aceptando el tiempo profético que vivían. Hubo quienes rechazaron los designios de Dios respecto a sí mismos, no siendo bautizados por Juan (Lc.7:30), los fariseos y los intérpretes de la ley. Pero todo el pueblo, y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan (7:29). Una vez más vemos que el pueblo mayoritariamente creyó en los designios del Dios de Israel, aunque la mayoría de los responsables religiosos no lo hicieron. Cuando se trata del pueblo judío solemos confundir la parte con el todo. Un sector con la totalidad del pueblo. Lo que viene a confirmar el antisemitismo innato en el alma humana. El paganismo del hombre muerto en sus delitos y pecados rechaza la revelación dada a Israel. Las personas religiosas, atadas a sus tradiciones, doctrinas y teologías de reemplazo siguen viendo una parte de la Escritura sin entender la totalidad del mensaje en toda su amplitud. Así será también en la segunda venida del Mesías. Ciertas doctrinas cerradas impiden comprender los tiempos de la restauración de todas las cosas. Israel ha regresado a su tierra como resultado del cumplimento profético anunciado.

         El impacto de la predicación de Juan sacó al pueblo del letargo en que vivía preparándolo para la salvación que se estaba manifestando.

El Mesías recibido (5)

Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos (Lucas 4:14,15)

Y entró en escena el Mesías esperado… Después de años de silencio, tras el impacto de su nacimiento milagroso, ampliamente anunciado al pueblo; la vida del Deseado entró en la cotidianidad. La normalidad se impuso durante años. Jesús fue hecho hombre, y como hombre vivió la rutina diaria con todos sus desafíos y contrariedades. Hasta que llegó el cumplimiento del tiempo de su manifestación a Israel. Después de ser bautizado por Juan, y comenzar un ayuno de cuarenta días en el desierto, fue tentado por el diablo. Habiendo vencido toda tentación volvió en el poder del Espíritu a Galilea, su tierra natal, donde se había criado. Su fama se extendió rápidamente, traspasó fronteras, llegando a toda la tierra de alrededor. Inició su predicación, junto con las señales milagrosas que le acompañaban, y era glorificado por todos. El primer impacto de su ministerio recibió la gloria de los hombres, su aceptación, pero como toda gloria humana efímera. Pronto entró en conflicto y contradicción con los responsables de la sinagoga, que al oír algunas de las cosas que decía se llenaron de ira, le echaron de la ciudad, y querían despeñarle por la cumbre del monte (4:28-30). Pero muchos habían dado buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca (4:22). Jesús es causa de división inevitable. Ningún profeta es acepto en su propia tierra (4:24). Es un principio general, aunque no debemos olvidar que las multitudes le seguían. Veamos. «Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen? Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos» (4:36,37). «Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos» (4:42). Y sigue: «El gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios» (5:1). «Y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud» (5:3). «Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades» (5:15). «Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas» (5:26). No simplifiquemos. No solo venían por interés, venían para oírle, ser sanados, y marchaban glorificando a Dios.

         Jesús era glorificado por todos, y ese «todos» eran judíos. Vino a los suyos, −Israel−, y muchos le recibieron, creyendo y glorificando a Dios.

El Mesías recibido (6)

Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades… y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos (Lucas 6:17-19)

Jesús se detiene en medio de un llano rodeado de una multitud de gente. Esas personas habían venido de lugares tan distantes como Judea y Jerusalén, en el sur de Israel, así como de la costa de Tiro y Sidón, en el norte, localizados en la antigua Fenicia y actual Líbano. Una gran multitud que se movía por dos motivos principales que recoge Lucas: para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades. Generalmente hemos interpretado que las masas que seguían al Maestro lo hacían por el interés de ver milagros y ser sanados, y eso era así en muchas ocasiones, sin embargo, en este caso, como en otros, se dice que también vinieron para oírle. Le seguían para oír sus enseñanzas, porque les hablaba como quién tiene autoridad (Mt.7:29) y no como los fariseos. Fue el caso del sermón del monte. Por tanto, es evidente que hemos interpretado mal las Escrituras. Muchos de nuestros prejuicios nos han traicionado y hemos recordado de lo leído solo aquello que concuerda con nuestra postura preconcebida pero alejada de la totalidad del mensaje. Aquí tenemos un motivo para el arrepentimiento. Una vez más se pone de manifiesto que el solo hecho de leer la Biblia no basta. Es necesario un corazón abierto, sin prejuicios religiosos, sin ataduras denominacionales o hipotecas que pagamos por ciertas predicaciones parciales. Sigamos. Tras la enseñanza de Jesús en el llamado sermón del monte, recogido por Lucas, dice: Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaún (7:1). El pueblo le oía. Si le hubieran rechazado no hubieran estado dispuestos a oírle. Cuando entró en la ciudad de Naín, iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud (7:11). Después de resucitar al hijo de una viuda, está escrito que todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendía la fama de él por toda Judea, y por toda la región al alrededor (7:16,17). Donde Jesús estaba había siempre una gran multitud. Su fama le precedía. Sus obras impresionaban al pueblo que reconocía la visitación de Dios en la persona de un gran profeta, y más que profeta, el Mesías.

         Las multitudes venían a Jesús para oírle y ser sanados de sus enfermedades. Todo ello legítimo y voluntad de Dios. Hoy también lo es.

El Mesías recibido (7)

Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábolas… Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor… Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban (Lucas 8:4,37,40)

El Maestro aprovechó la reunión de multitud de judíos para enseñar por parábolas los misterios del reino de Dios. Venían de distintas ciudades de Israel lo que debe llevarnos a pensar con claridad sobre el impacto que tuvo la manifestación del Mesías en el pueblo de las promesas. Pero como en toda multitud pronto se manifiestan distintas posturas. Tenemos en los textos que queremos meditar posiciones radicalmente opuestas en cuánto al ministerio libertador de Jesús. En la región de Gadara, situada en Decápolis, al otro lado del lago de Galilea, una ciudad habitada mayoritariamente por gentiles, —de allí la crianza de cerdos—; el Hijo del Hombre que había sido ungido por Dios y anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, puso en libertad a un endemoniado especialmente violento. Este hombre tenía aterrorizada a la población por un tiempo, paradójicamente, una vez liberado y puesto en su sano juicio, aquellos mismos habitantes que vivían amenazados por el temor, viendo peligrar su negocio, rogaron a Jesús que se marchase de su comarca. El Maestro entró en la barca y regresó. Justo al otro lado del lago, solo unos kilómetros más allá, otra multitud le recibió; en esta ocasión con gozo y expectativa. «Le recibió la multitud con gozo, porque todos le esperaban». Tenemos aquí un ejemplo de las distintas sociedades donde penetra el evangelio. Unos, a pesar de recibir el impacto de su ministerio liberador, se oponen a él; mientras que en otros lugares, tal vez cerca geográficamente, el mensaje de las buenas nuevas es recibido con gozo y esperanza. Estamos ante el misterio del carácter de las multitudes. Hoy nos encontramos con naciones cerradas a la predicación del evangelio aunque en sus constituciones esté permitida la libertad de culto; mientras que en otras donde hay mayor oposición a su mensaje las personas tienen un corazón abierto al arrepentimiento. Mientras tanto, la multitud apretaba y oprimía a Jesús en su camino a la casa de Jairo, y en medio de esa realidad una mujer vino para tocarle y quedar sana de su azote de sangre. Jesús estaba rodeado de multitudes que buscaban la manera de tocarle con fe para ser bendecidos en el área de su necesidad. La mayor de ellas: reconciliarse con Dios.

         El carácter de las multitudes puede variar de unas a otras. También pueden ser fácilmente manipuladas. Jesús se mueve en medio de ellas.

El Mesías recibido (8)

Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús… Y dijo… ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? (Lucas 9:7-9)

La fama de Jesús se extendía por todas las regiones del antiguo Israel. Su mensaje y milagros no pasaban desapercibidos, llegaron incluso a la corte del rey Herodes el tetrarca, hijo de Herodes el grande quien mandó matar a los niños de Belén. El ministerio de Jesús no se desarrolló en algún rincón oculto de las regiones judías, como diría más tarde el apóstol Pablo en su disertación ante el rey Agripa: Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón (Hch.26:26). El cristianismo no tiene nada que ver con sociedades secretas o masónicas. Jesús, la luz del mundo, fue manifestado a Israel claramente. El primer siglo fue testigo de la revelación del Mesías anunciado por los profetas, y tanto su mensaje como sus obras no pasaron desapercibidas para aquella generación. Desde los rincones de Judea, Samaria y Galilea salió la voz del Hijo de Dios a todas las naciones. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor (Isaías 2:3) (Miqueas 4:2). De la misma forma será en su segunda venida con la manifestación del reino mesiánico. Los reyes tendrán noticia del Rey de gloria. Las naciones serán testigo del reino de justicia y paz nunca antes visto. Las multitudes en Israel le seguirán y le reconocerán como aquel a quién traspasaron. Como José, el hijo de Jacob, fue reconocido por sus hermanos en Egipto después de haberle rechazado por un tiempo necesario, hasta que siendo gobernador del imperio egipcio fue instrumento de Dios, como él mismo dijo: para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación (Génesis 45:7). Una vez más estamos ante los misterios de la soberana voluntad de Dios. Primero los sufrimientos –como en la vida de José, tipo del Mesías−, luego las glorias que vendrán tras ellos. En los días de su carne, Yeshúa fue manifestado a Israel, y cuando la gente lo supo, le siguió; y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados (Lucas 9:10,11). Luego, al día siguiente de la transfiguración en el monte, donde el Maestro mostró su gloria a tres de sus discípulos, está escrito: cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro (9:37). Y todos se admiraban de la grandeza de Dios (9:43). Maravillándose todos de todas las cosas que hacía… (9:44). El Mesías fue recibido por los judíos.

         Debemos volver a estudiar los evangelios y contextualizar los acontecimientos que tienen lugar en ellos. Todo su contexto es judío. Las multitudes que lo recibían eran judías. Las primicias del reino son judías.

El Mesías recibido (9)

Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz… Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir… En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban… (Lucas 11:27,29; 12:1)

Una y otra vez encontramos a Jesús en los evangelios rodeado de multitudes. Es interesante notar cómo las personas expresaban en voz alta sus comentarios, poniendo de relieve una sociedad participativa, extrovertida y con libertad para manifestar sus opiniones sin rubor. En el primero de los casos que quiero comentar es una mujer la que alza su voz para decirle: bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. Un vocabulario muy natural alejado de la imagen religiosa que se proyecta en muchos ámbitos cristianos. El Maestro y Mesías no se molesta por ellos, aunque siempre aprovecha la oportunidad para enseñar a las multitudes que le rodean: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan. A continuación la multitud se apiña en torno al él, tal vez percibiendo la irradiación de la gloria de Dios que manifestaba su presencia, queriendo obtener las bendiciones del Eterno sin atender al estado de sus propios corazones. El Señor los encara con su propia realidad, diciendo: Esta generación es mala… No parece impresionarle  el seguimiento masivo que hacían las gentes de su liderazgo; tampoco está dispuesto a sacar provecho personal, le mueve la verdad que enfrentaba el estado espiritual de aquella generación. Y era mala porque buscaban señales que confirmaran sus conceptos preconcebidos acerca de cómo debía manifestarse el Mesías según sus criterios. Estas actitudes se repiten hoy de la misma manera. Muchos se acercan a Jesús con ideas prefabricadas queriendo encontrar en él lo que de antemano piensan sobre su persona. Jesús se escapa una y otra vez de estas artimañas. Luego vuelve la multitud a juntarse por millares, de tal forma que unos a otros se atropellaban (12:1). Querían  aprovechar aquel momento «mágico» que viven en torno a las impresionantes manifestaciones del poder de Dios en la vida del Hijo del Hombre. También ocurre hoy con ciertos liderazgos que se ponen de moda por un tiempo y las multitudes se arremolinan en torno a ellos. Jesús, ajeno al interés por una imagen políticamente correcta, dice a sus discípulos delante de las multitudes: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Y cuando una persona entre la multitud pretendía aprovechar la ocasión para conseguir parte de la herencia de su hermano el Maestro elude la mediación y aprovecha para enseñar sobre los peligros de la avaricia (12:13,14).

         Jesús aparece una y otra vez en los evangelios rodeado de multitudes.

El Mesías recibido (10)

Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él (Lucas 13:17).

También ponen de relieve los evangelios que las multitudes que rodeaban al Mesías mantenían opiniones diversas en torno a él, como en toda multitud, aunque en algunos casos, ciertos sectores eran especialmente contrarios a sus enseñanzas y obras. Sobre todo si alguna de ellas –recordemos que él hacía las obras que veía hacer al Padre (Jn.5:19), y que habían sido preparadas de antemano− se realizaba en el día de reposo. Fue el caso de una mujer atada durante dieciocho años por Satanás –palabras textuales de Jesús− y que fue sanada en día de reposo. El principal de la sinagoga le reprochó haberlo hecho en ese momento y no otro día «cualquiera» de la semana que no entrara en conflicto con sus doctrinas herméticas. Una vez más vemos que el Mesías alza la voz para poner de relieve ante todos la hipocresía del «principal de la sinagoga» −¡qué falta de sensibilidad!, diríamos hoy, podía haberlo hecho en privado− y sacar a luz las contradicciones insoportables que tienen «todos los sistemas religiosos». Recordemos sus palabras: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? Entonces, todos sus adversarios –Jesús tiene adversarios, y en muchos casos están dentro del sistema religioso establecido− se avergonzaron, −al menos en este caso tuvieron la decencia de comprender su hipocresía que había sido expuesta ante todos−. Sin embargo, el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él. ¡Aleluya! Estamos una vez más ante la diferencia entre los gobernantes y el pueblo. Los líderes con sus intereses mezquinos, y el pueblo que no entiende de complicaciones teológicas pero comprende que una mujer ha sido libertada después de dieciocho años atada por el diablo, y eso, al margen de complicadas interpretaciones doctrinales es motivo de regocijo comprendiendo la gloria que se manifestaba en las obras del Señor. Las multitudes le seguían, iban con él (14:25), pero él se volvía hacia ellos confrontándolos con las demandas del discipulado: el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. También le seguían publicanos y pecadores para oírle (15:1); ¡para oírle! Pero esto molestaba al sistema religioso y se lo reprochaban (15:2).

         Debemos comprender que Jesús fue recibido por el pueblo de Israel, aunque las autoridades se avergonzaban y buscaron la forma de evitarlo.

El Mesías recibido (11)

Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos… Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían (Lucas 19:37-40)

La iglesia de Dios debe entender que el Mesías, rey de Israel, entró en Jerusalén siendo aclamado y recibido por las multitudes como el heredero del trono de David. Israel recibió a su Mesías. Toda la multitud de los discípulos se gozaba al verlo entrar en la ciudad del gran Rey. Le alabaron a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, lo cual era prueba de su identidad mesiánica. Su proclamación fue: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! Todo ello en medio de una explosión de júbilo y alabanza del pueblo en fiesta. Israel recibía a su Mesías. Hemos enfatizado tanto el rechazo del pueblo judío a Jesús que no vemos lo que está escrito. Un velo ha cegado nuestro entendimiento. La soberbia de la Teología del Reemplazo ha llenado nuestros corazones de arrogancia impidiendo la revelación de Dios. En medio de esa manifestación de júbilo que cumplía la Escritura de Zacarías (9:9), había también un sector del pueblo que maquinaba contra la verdad de Dios; paradójicamente eran los líderes religiosos, que al ver el júbilo y oyendo las proclamaciones de los discípulos dijeron al Maestro que los mandara callar. Una vez más nos encontramos ante la dualidad insalvable que se vivió en el Israel del primer siglo: El pueblo recibió a su Mesías, las autoridades lo rechazaron. En este punto debemos comprender que la soberanía de Dios –una teológica que aplicamos a la vida cristiana pero la olvidamos en su relación con Israel y el misterio de su endurecimiento parcial para que el evangelio del reino alcanzara a los gentiles− así lo estableció; era necesario que todo esto aconteciera. Por tanto, el rechazo de las autoridades judías del Mesías era parte del plan establecido de antemano en el consejo de Dios. Pero el pueblo le recibió. No lo olvidemos. Jesús no escuchó la demanda de silencio de algunos de los fariseos, sino que dijo: si estos callaran, las piedras clamarían. El rey de Israel no silenció las expresiones de alabanza y júbilo del pueblo reconociendo en ellas la verdad de Dios sobre su reino. Un día, Israel le recibirá en su totalidad, y volverán a decir todos: Bendito el que viene en el nombre del Señor (Mateo 23:39). Israel y la iglesia esperan ese día en Jerusalén.

         Jesús fue aclamado como rey en Jerusalén anticipando su regreso.

El Mesías recibido (12)

Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole… Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle(Lucas 19:47,48; 21:38)

Jesús entró en Jerusalén. Eran días preparatorios de la Pascua judía y las multitudes acudían para celebrar la fiesta. El impacto de su entrada permanecía. La ciudad estaba convulsionada. El drama se desarrollaba en varias escenas paralelas. Una física con dos bandos bien diferenciados: el pueblo y las autoridades. Otra espiritual: era la hora de la potestad de las tinieblas (22:53). Dos dimensiones, un suceso. Pero sigamos al pueblo, que ajeno a las múltiples manipulaciones de las autoridades expresaban el sentir de su corazón. Todo el pueblo estaba en suspenso oyéndole. Venían por la mañana para oírle. Estaban hambrientos de la palabra de Dios. Querían oír las palabras de gracia que salían de su boca. Jesús apuraba sus últimos momentos para enseñar al pueblo (20:1). Le dijo al pueblo (20:9). Oyéndole todo el pueblo (20:45). No hay duda. El pueblo de Israel, los judíos, creían estar ante el Mesías prometido. Paralelamente se desató toda una intriga maligna impulsada por las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes para zarandear al pueblo cambiando su estado de ánimo. ¡Cuántos líderes de todo tipo se han prestado a esta manipulación diabólica! ¡Cuánta mentira y confusión estamos viviendo en estos días en España por la manipulación política de las autoridades separatistas catalanas que han llevado a parte del pueblo a una fascinación nacionalista irrefrenable! Volvamos a Jerusalén. Los sacerdotes y escribas buscaban cómo matarle; pero temían al pueblo (22:2). Satanás entró en Judas (22:3). Las autoridades buscaban una oportunidad para entregar a Jesús, pero a espaldas del pueblo (22:6). Esta era la hora de la potestad de las tinieblas (22:53). Satanás pidió zarandear a los discípulos como a trigo; pero Jesús rogó por ellos para que no faltara su fe (22:31). Los argumentos presentados para acusar al Mesías fueron: pervierte a la nación (23:2). Alborota al pueblo (23:5). Finalmente, el pueblo, una parte de él, fue subyugado y se plegó temporalmente a la malignidad de sus líderes (23:13,18). Había división. Una parte de la multitud lloraba y hacía lamentación por él (23:27). Después del espectáculo de la cruz la multitud volvía golpeándose el pecho (23:48). El día de pentecostés volvieron en sí arrepentidos (Hch. 2:37; 3:17-26). Incluso ciertas autoridades y sacerdotes obedecieron a la fe (Hch.6:7).

         El pueblo de Israel no rechazó al Mesías, fue oído con delectación.

El Mesías recibido (13)

No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras (Lucas 24:6-8)

Todo el proceso de la entrega de Jesús en manos de hombres pecadores estaba previamente determinado. Era necesario que todo ello aconteciese. Sin embargo, la iglesia ha insistido a lo largo de los siglos en cargar la culpa de la muerte del Mesías sobre el pueblo judío. Se le ha llamado el pueblo deicida. Se ha incidido una y otra vez en el argumento de que rechazaron al Salvador y recibieron la ira y el rechazo divino. Hemos visto en la anterior meditación cómo el pueblo le seguía para oírle con verdadero anhelo hasta horas antes de su muerte. Una parte del pueblo fue manipulado por las autoridades quedando bajo un hechizo paralizador que los llevó a gritar: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Los evangelios muestran que era el tiempo de las tinieblas. Una densa oscuridad se posó sobre la ciudad de Jerusalén que, usando la voluntad predispuesta de gran parte de sus autoridades políticas y religiosas, llevaron al reo a la cruz con la pretensión de frenar el alcance masivo que había tenido su mensaje entre las multitudes. Pero todo ello aconteció tal y como estaba escrito, y que él mismo había anunciado a sus discípulos en diversas ocasiones. ¡Era necesario que el Hijo del Hombre fuera entregado! Los suyos habían pensado y esperaban que él habría de redimir a Israel (Lucas 24:21). El Maestro tuvo que repetirles, una vez resucitado, las mismas palabras: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? (24:26). Y poco después volvió a repetirlo, ―observa las tinieblas que fueron echadas sobre esta verdad eterna― a los mismos discípulos de Emaús: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos (24:44). Jesús fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios (Hechos 2:23) para poder redimir al mundo. Esta obra, preparada de antemano por la soberana voluntad de Dios, fue consumada en Jerusalén. Algunos participaron en ella deliberadamente (Judas y las autoridades religiosas y políticas); otros fueron arrastrados al error, y más tarde tuvieron ocasión para el arrepentimiento (Hechos 2:37); y algunos más siguen culpando a los judíos por lo sucedido obstinados y entenebrecidos.

Es necesario recordar que había un motivo redentor para que el Mesías fuese clavado a un madero y levantado en resurrección: nuestra salvación.

El Mesías recibido (14)

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:10-12)

Debemos tener siempre presente una premisa básica en relación a la identidad del Mesías: Saber quién es solo es posible por revelación. Identificarle claramente está al alcance solamente de quienes se someten a la voluntad de Dios sin ideas preconcebidas de antemano. Su persona y obra están ocultas a los ojos de este mundo aunque el mundo por él fue hecho. La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas porque sus obras eran malas. El mundo no le conoció. Los suyos no le recibieron, pero hubo muchos que sí lo hicieron, creyeron en su nombre, por tanto, les fue dada la potestad de ser hechos hijos de Dios. Muchos en Israel creyeron en él. Las autoridades le rechazaron, pero el pueblo le oía con verdadera pasión. Después de su muerte regresaron golpeándose el pecho por el espectáculo que habían visto (Lucas 23:48). Y cuando la predicación de Pedro alumbró su entendimiento el día de Pentecostés, volvieron en sí y dijeron: Varones hermanos, ¿qué haremos? Las autoridades comprendieron que habían matado al autor de la vida (Hechos 3:15). Muchos se convirtieron en ese momento y formaron la primera comunidad de fe posterior a la redención del Mesías que conocemos como iglesia primitiva. Todos ellos eran judíos. Por tanto, no podemos seguir diciendo que Israel rechazó a su Mesías. No es cierto. Es un tema preñado de antisemitismo y teología del reemplazo que ha cegado el entendimiento de los incrédulos, y ha llevado a la iglesia, mayoritariamente institucional, a publicar sin descanso ―aún hoy se hace en infinidad de predicaciones en las congregaciones locales― el rechazo de los judíos al Mesías. Se ha usado este texto de Juan 1:11 como punta de lanza, como aguijón y martillo para golpear, pero veremos en las siguientes meditaciones que en el mismo evangelio de Juan fueron muchos los judíos que sí le recibieron; aunque, como estudiaremos, hubo también algunos factores que impedían la confesión abierta de esa fe porque se había tomado la decisión, por orden de las autoridades, que si alguno lo confesaba abiertamente fuera expulsado de la sinagoga, y ese hecho significaba ser desposeído, no solo del beneficio social, sino ser echado de la comunidad perdiendo la identidad judía.

         Muchos en Israel recibieron a Jesús como Mesías, siendo aceptados como verdaderos hijos, aunque se haya insistido en su rechazo.

El Mesías recibido (15)

Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía (Juan 2:23)

Si hacemos un recorrido panorámico en el evangelio de Juan sobre las diversas actitudes que mantuvieron los judíos, una sociedad plural y de posturas distintas ante la figura emergente del Mesías, veremos que por un lado se dice «los suyos no le recibieron», pero a la vez nos encontramos con el testimonio del mismo apóstol en su escrito donde vemos que muchos judíos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. Recuerda, los judíos piden  señales (1 Corintios 1:22), y las tuvieron. Pero las señales no siempre son garantía de una fe sólida, por ello el mismo pasaje nos dice: Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (2:24,25). El Mesías nos conoce y sabe desde el principio quienes son los que no creen en él (6:64). Así fue en sus días, y así es en los nuestros. A pesar de ello, el apóstol Juan nos deja un testimonio claro y amplio de que muchos en Israel creyeron en él, y eso significaba aceptar su mesianidad. A la misma vez, Jesús es motivo de controversia y diversidad de opiniones. Veamos los textos. Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace? (7:31). Una vez más las señales como garantía para que muchos judíos creyeran en él. Encontramos a Jesús en el templo y todo el pueblo vino a él para ser enseñados (8:2); de tal forma que hablando él estas cosas, muchos creyeron en el (8:30). Ahora tenemos que no solamente creían por ver las señales, sino también eran persuadidos por la autoridad de su enseñanza, impresionados porque ¡jamás hombre alguno ha hablado como éste hombre! (7:46). Y a los judíos que habían creído en él les dijo que si permanecían en su palabra, serían verdaderamente sus discípulos, y conocerían la verdad, y la verdad los haría libres (8:31,32). Un proceso habitual en la vida de todo discípulo del Maestro. Es necesario permanecer en su palabra superando la prueba. Sigamos. Y muchos venían a él… y muchos creyeron en él allí (10:41,42). Después de la resurrección de Lázaro, muchos de los judíos… creyeron en él (11:45). De tal forma que las autoridades religiosas entraron en pánico, diciendo: si le dejamos así, todos creerán en él (11:48). Por ello acordaron dar muerte, no solo a Jesús, sino también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús (12:9-11).

         En el evangelio de Juan abundan los testimonios de muchos judíos que creyeron y recibieron al Mesías viendo las señales y oyendo su enseñanza.

El Mesías recibido (16)

Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él (Juan 12:19)

Cuando una mentira se repite una y otra vez parece instalarse en el ideario colectivo como verdad. Luego se entra en la fase de aceptarla como tal y en ese momento tenemos un concepto errado aceptado ampliamente como verídico, lo cual hará muy difícil derribar su falsedad para recuperar el mensaje verdadero. Este proceso se da en múltiples ocasiones a lo largo de la historia y en muy distintos ámbitos, pero uno de ellos que sufre gravemente su impacto es el religioso. Es lo que ha ocurrido con cierta teología cristiana en relación al rechazo del Mesías por parte de los judíos. Estamos viendo que no fue así. Cuando Jesús entró en Jerusalén, grandes multitudes tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, clamando: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Juan 12:12,13). El impacto en la ciudad fue tan fuerte que los fariseos se asustaron creyendo mentiras como la de que vendrían los romanos y destruirían el templo y la nación (11:48). Argumento que años más tarde se cumpliría tal y como lo temieron, pero no por los motivos que creían, sino como parte del juicio que estaba anunciado sobre las artimañas que las autoridades tejieron para impedir el deseo mayoritario de las multitudes: aceptar que Jesús era el Mesías esperado. Esa percepción hizo entrar en pánico a las autoridades disponiendo sus corazones a la manipulación espiritual que el príncipe de este mundo había trazado para oponerse al plan de Dios. Todo un entramado que debemos situar en su debido orden para no caer en el engaño y el error. El mundo –es una hipérbole− se va tras él, dijeron. En poco más de tres años de ministerio público Jesús había convulsionado la sociedad hebrea de su tiempo. Y no solo a ellos, sino a las regiones vecinas. Porque muchos de los samaritanos habían creído en él por la palabra que les había predicado (4:39-42). ¿Qué fue lo que creyeron? Que Jesús era el Salvador del mundo, el Mesías. También de Tiro, Sidón y Decápolis. Aunque Jesús dijo que había sido enviado especialmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 15:24). Y muchos en Israel creyeron en él. Este hecho desató una gran preocupación de las autoridades que activaron toda su influencia para frenar aquel tiempo profético oponiéndose y resistiendo la evidencia. Una de las decisiones tomadas fue que si alguno confesaba abiertamente que Jesús era el Mesías fuera expulsado de la sinagoga (Jn 9:22). Observa la similitud en la estrategia con nuestros días de pandemia covidiana.

         Debemos renovar nuestros pensamientos y reconocer que Jesús fue aceptado ampliamente como Mesías por los judíos del siglo I.

El Mesías recibido (17)

Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:42,43)

La sociedad judía de los tiempos de Jesús estaba compuesta fundamentalmente por saduceos (dirigentes del templo y la élite política); fariseos (grupo mayoritario, estrictos guardadores de la ley oral y escrita); esenios (eremitas, entre los que podía estar Juan Bautista); sacerdotes (encargados de las tareas del templo; había dos grupos, la familia de los sumos sacerdotes, y los levitas que mantenían diversas tareas en el templo); zelotes (nacionalistas judíos); y el pueblo en general. Cuando se emplea el término «los judíos» debemos comprender que en él estaban incluidos todos estos grupos, muy distintos entre sí; lo cual puede prestarse a confusión. El pueblo llano, con menos prejuicios, aceptaba la mesianidad de Yeshúa. El grupo de los sacerdotes, donde tenemos a fariseos y saduceos, dirigentes muchos de ellos, mantenían una postura contraria al movimiento generado por el ministerio público de Jesús. Pero vemos que entre los mismos fariseos hubo quienes sí reconocieron la autoridad de Jesús, aunque se resistían a mostrarlo públicamente; su reputación y posición social les impedía hacerlo con claridad. Una de sus consecuencias era ser expulsados de la sinagoga, lo cual suponía quedar fuera de la aceptación social, con todas sus prerrogativas, y en muchos casos ser echados de la comunidad judía, lo que luego se ha llamado en el cristianismo «excomunión». Hoy se produce algo similar en el islam, quedando fuera de la Umma (comunidad de creyentes) sufriendo el desprecio social, y en muchos casos la condena a muerte, quienes se convierten al cristianismo. También lo vemos en el nacionalismo catalán de nuestros días, padeciendo la marginación quienes no participan de su agenda. En el último tiempo lo encontramos en la imposición del «pasaporte covid» para acceder a diversos lugares y «privilegios». Nada nuevo debajo del sol. Por ello, muchos en su corazón creían en Jesús, pero no lo confesaban por miedo a ser señalados y apartados. En definitiva, seguir a Jesús siempre ha sido entrar por la puerta estrecha, y son pocos los que entran, aunque hay muchos que quieren los beneficios del reino sin sufrir el oprobio del rey. Por tanto, muchos creían en Jesús, pero no lo confesaban abiertamente por miedo a los judíos (7:12,13) y sus consecuencias. Por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga (9:22).

Confesar abiertamente la mesianidad de Jesús nunca ha recibido la aprobación del sistema religioso, social, o político por sus implicaciones.

El Mesías recibido (18)

Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías (Juan 12:37,38)

Estamos viendo que en los evangelios nos encontramos con expresiones que pueden parecernos contradictorias entre sí. Podemos remarcar una parte olvidando otras que complementan el cuadro y estar convencidos de exponer la verdad. Una panorámica general, no exhaustiva, nos da una imagen que podemos resumir de la siguiente manera: Jesús es motivo de división, su identidad provoca controversia, sus obras impresionan y muchos las siguen, sus enseñanzas impactan porque las hace con autoridad; por ello las multitudes le seguían apasionadamente; en ocasiones quedaban perplejas por alguna enseñanza y volvían a tras (Jn. 6:66). Hubo sacerdotes que creyeron en él pero no lo confesaban abiertamente para no ser expulsados de la sinagoga y sufrir la marginación social. Incluso sus hermanos durante un tiempo no creyeron en él (7:5). Algunos procuraban matarle al oír alguna enseñanza que les parecían blasfemias (10:33); otros porque sanaba en el día de reposo (5:16). Muchos no creían en él por miedo a los judíos (7:13). Otros sufrieron las consecuencias y fueron expulsados de la sinagoga (9:22 y 34). El apóstol Juan escribió al inicio de su evangelio que «los suyos no le recibieron», pero hemos visto que el mismo Juan escribió que muchos creían en él y le recibían, incluso sacerdotes o principales, entre ellos Nicodemo (3:1; 7:50; 19:39). También José de Arimatea era discípulo suyo, aunque secretamente, por miedo a los judíos (19:38); sin embargo, eso no le impidió entrar osadamente a Pilatos para pedir su cuerpo y enterrarlo (Mr.15:43), porque esperaba el reino. Encontramos también en este evangelio la enseñanza de Jesús que ninguno puede venir a él, si el Padre no le trajere (6:44); o no le fuere dado del Padre (6:65). Y para «complicarlo» aún más, vemos que el endurecimiento de muchos que oyeron el mensaje no podían creerlo porque formaba parte de la profecía de Isaías. Sus ojos habían sido cegados y su corazón endurecido (12:39,40). Por otro lado, el autor del libro dice al final de su discurso que Jesús hizo muchas otras señales que no están escritas aquí, pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (20:30,31). Ese impacto vino después del día de Pentecostés mediante el derramamiento del Espíritu, de tal forma que incluso muchos sacerdotes obedecían a la fe (Hch.6:7). Más adelante, en el libro de los Hechos, encontramos que miles de judíos habían creído en él (Hch.21:20 LBLA).

         Creer en Jesús es un milagro de la gracia y soberanía de Dios que impacta sobre nuestra voluntad para rendirnos incondicionalmente.

CARTA INFORMATIVA

Apreciados amigos de este BOLETIN de meditaciones.

Quiero informaros que a partir del próximo lunes, día 17 de enero de 2022 cambiaré la forma de los envíos, me explico.

He acabado de enviar la Serie sobre EL REINO VENIDERO, cuya última parte es «El Mesías recibido». En estos momentos estoy escribiendo una nueva Serie que he titulado «Gratitud y Alabanza». Como aún no he podido acabarla, mientras tanto lo que haré es hacer un sólo envío cada semana, será los lunes. Estos nuevos envíos serán escritos completos sobre diversas Series enviadas anteriormente y otros temas nuevos. Aparecerá la opción de formato en PDF al final de cada uno de ellos que podréis descargar e imprimir a elección, y usarlos en la edificación del reino en vuestro medio.

Comenzaré enviando este lunes el tema: El Mesías recibido.

Recibid un saludo cordial.

Virgilio Zaballos – España

EL REINO VENIDERO (44) – El Mesías recibido (18) – FIN DE LA SERIE

El reino venideroEl Mesías recibido (18)

Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías (Juan 12:37,38)

Estamos viendo que en los evangelios nos encontramos con expresiones que pueden parecernos contradictorias entre sí. Podemos remarcar una parte olvidando otras que complementan el cuadro y estar convencidos de exponer la verdad. Una panorámica general, no exhaustiva, nos da una imagen que podemos resumir de la siguiente manera: Jesús es motivo de división, su identidad provoca controversia, sus obras impresionan y muchos las siguen, sus enseñanzas impactan porque las hace con autoridad; por ello las multitudes le seguían apasionadamente; en ocasiones quedaban perplejas por alguna enseñanza y volvían a tras (Jn. 6:66).

Hubo sacerdotes que creyeron en él pero no lo confesaban abiertamente para no ser expulsados de la sinagoga y sufrir la marginación social. Incluso sus hermanos durante un tiempo no creyeron en él (7:5). Algunos procuraban matarle al oír alguna enseñanza que les parecían blasfemias (10:33); otros porque sanaba en el día de reposo (5:16). Muchos no creían en él por miedo a los judíos (7:13). Otros sufrieron las consecuencias y fueron expulsados de la sinagoga (9:22 y 34). El apóstol Juan escribió al inicio de su evangelio que «los suyos no le recibieron», pero hemos visto que el mismo Juan escribió que muchos creían en él y le recibían, incluso sacerdotes o principales, entre ellos Nicodemo (3:1; 7:50; 19:39). También José de Arimatea era discípulo suyo, aunque secretamente, por miedo a los judíos (19:38); sin embargo, eso no le impidió entrar osadamente a Pilatos para pedir su cuerpo y enterrarlo (Mr.15:43), porque esperaba el reino.

Encontramos también en este evangelio la enseñanza de Jesús que ninguno puede venir a él, si el Padre no le trajere (6:44); o no le fuere dado del Padre (6:65). Y para «complicarlo» aún más, vemos que el endurecimiento de muchos que oyeron el mensaje no podían creerlo porque formaba parte de la profecía de Isaías. Sus ojos habían sido cegados y su corazón endurecido (12:39,40). Por otro lado, el autor del libro dice al final de su discurso que Jesús hizo muchas otras señales que no están escritas aquí, pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (20:30,31). Ese impacto vino después del día de Pentecostés mediante el derramamiento del Espíritu, de tal forma que incluso muchos sacerdotes obedecían a la fe (Hch.6:7). Más adelante, en el libro de los Hechos, encontramos que miles de judíos habían creído en él (Hch.21:20 LBLA).

         Creer en Jesús es un milagro de la gracia y soberanía de Dios que impacta sobre nuestra voluntad para rendirnos incondicionalmente.

EL REINO VENIDERO (43) – El Mesías recibido (17)

El reino venideroEl Mesías recibido (17)

Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:42,43)

La sociedad judía de los tiempos de Jesús estaba compuesta fundamentalmente por saduceos (dirigentes del templo y la élite política); fariseos (grupo mayoritario, estrictos guardadores de la ley oral y escrita); esenios (eremitas, entre los que podía estar Juan Bautista); sacerdotes (encargados de las tareas del templo; había dos grupos, la familia de los sumos sacerdotes, y los levitas que mantenían diversas tareas en el templo); zelotes (nacionalistas judíos); y el pueblo en general. Cuando se emplea el término «los judíos» debemos comprender que en él estaban incluidos todos estos grupos, muy distintos entre sí; lo cual puede prestarse a confusión.

El pueblo llano, con menos prejuicios, aceptaba la mesianidad de Yeshúa. El grupo de los sacerdotes, donde tenemos a fariseos y saduceos, dirigentes muchos de ellos, mantenían una postura contraria al movimiento generado por el ministerio público de Jesús. Pero vemos que entre los mismos fariseos hubo quienes sí reconocieron la autoridad de Jesús, aunque se resistían a mostrarlo públicamente; su reputación y posición social les impedía hacerlo con claridad. Una de sus consecuencias era ser expulsados de la sinagoga, lo cual suponía quedar fuera de la aceptación social, con todas sus prerrogativas, y en muchos casos ser echados de la comunidad judía, lo que luego se ha llamado en el cristianismo «excomunión».

Hoy se produce algo similar en el islam, quedando fuera de la Umma (comunidad de creyentes) sufriendo el desprecio social, y en muchos casos la condena a muerte, quienes se convierten al cristianismo. También lo vemos en el nacionalismo catalán de nuestros días, padeciendo la marginación quienes no participan de su agenda. En el último tiempo lo encontramos en la imposición del «pasaporte covid» para acceder a diversos lugares y «privilegios». Nada nuevo debajo del sol. Por ello, muchos en su corazón creían en Jesús, pero no lo confesaban por miedo a ser señalados y apartados. En definitiva, seguir a Jesús siempre ha sido entrar por la puerta estrecha, y son pocos los que entran, aunque hay muchos que quieren los beneficios del reino sin sufrir el oprobio del rey. Por tanto, muchos creían en Jesús, pero no lo confesaban abiertamente por miedo a los judíos (7:12,13) y sus consecuencias. Por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga (9:22).

Confesar abiertamente la mesianidad de Jesús nunca ha recibido la aprobación del sistema religioso, social, o político por sus implicaciones.

EL REINO VENIDERO (42) – El Mesías recibido (16)

El reino venideroEl Mesías recibido (16)

Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él (Juan 12:19)

Cuando una mentira se repite una y otra vez parece instalarse en el ideario colectivo como verdad. Luego se entra en la fase de aceptarla como tal y en ese momento tenemos un concepto errado aceptado ampliamente como verídico, lo cual hará muy difícil derribar su falsedad para recuperar el mensaje verdadero. Este proceso se da en múltiples ocasiones a lo largo de la historia y en muy distintos ámbitos, pero uno de ellos que sufre gravemente su impacto es el religioso. Es lo que ha ocurrido con cierta teología cristiana en relación al rechazo del Mesías por parte de los judíos. Estamos viendo que no fue así.

Cuando Jesús entró en Jerusalén, grandes multitudes tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, clamando: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Juan 12:12,13). El impacto en la ciudad fue tan fuerte que los fariseos se asustaron creyendo mentiras como la de que vendrían los romanos y destruirían el templo y la nación (11:48). Argumento que años más tarde se cumpliría tal y como lo temieron, pero no por los motivos que creían, sino como parte del juicio que estaba anunciado sobre las artimañas que las autoridades tejieron para impedir el deseo mayoritario de las multitudes: aceptar que Jesús era el Mesías esperado. Esa percepción hizo entrar en pánico a las autoridades disponiendo sus corazones a la manipulación espiritual que el príncipe de este mundo había trazado para oponerse al plan de Dios. Todo un entramado que debemos situar en su debido orden para no caer en el engaño y el error.

El mundo –es una hipérbole− se va tras él, dijeron. En poco más de tres años de ministerio público Jesús había convulsionado la sociedad hebrea de su tiempo. Y no solo a ellos, sino a las regiones vecinas. Porque muchos de los samaritanos habían creído en él por la palabra que les había predicado (4:39-42). ¿Qué fue lo que creyeron? Que Jesús era el Salvador del mundo, el Mesías. También de Tiro, Sidón y Decápolis. Aunque Jesús dijo que había sido enviado especialmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 15:24). Y muchos en Israel creyeron en él. Este hecho desató una gran preocupación de las autoridades que activaron toda su influencia para frenar aquel tiempo profético oponiéndose y resistiendo la evidencia. Una de las decisiones tomadas fue que si alguno confesaba abiertamente que Jesús era el Mesías fuera expulsado de la sinagoga (Jn 9:22). Observa la similitud en la estrategia con nuestros días de pandemia covidiana.

         Debemos renovar nuestros pensamientos y reconocer que Jesús fue aceptado ampliamente como Mesías por los judíos del siglo I.