GRATITUD Y ALABANZA (79) – La enseñanza de Jesús (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – La enseñanza de Jesús (2)

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó (Mateo 11:25,26).

En una de las muchas ocasiones en que se acercaron a Jesús los representantes religiosos judíos para tentarle, le preguntó un intérprete de la ley cual era el gran mandamiento en la ley. Jesús respondió que amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Y Jesús añadió el segundo, —que es semejante—, a su interlocutor: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Amar a Dios es guardar su palabra. Como dijo Jesús: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará (Jn.14:23). Honrar al Hijo es honrar al Padre, y el que honra al Hijo también honra al Padre que le envió (Jn. 5:23). Por tanto, amar a Dios es vivir conforme a su voluntad expresada en la Escritura, y la Escritura manifiesta la voluntad del Padre en la persona del Hijo.

Jesús es la revelación de la voluntad de Dios, y su enseñanza es la palabra que el Padre le dio para transmitir a los suyos. Esa palabra revelada contiene todo el consejo de Dios. Y una parte esencial de ese consejo es adorar a Dios, amarle, servirle, obedecerle, vivir con gratitud y esperanza, confiados en su bondad en medio de una sociedad ingrata, impía y sin afecto natural. Eso fue lo que hizo Jesús a lo largo de su vida terrenal. Alabó y glorificó al Padre en todo lo que hacía. En nuestro texto lo encontramos alabando a Dios en la tierra. Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra. Y lo hizo porque Dios quiso esconder los misterios del reino a los sabios y entendidos, y darlo a conocer a los niños, los de corazón manso y humilde.

Jesús le dio todo un discurso sobre la adoración a una mujer samaritana, cuya vida no era un modelo a seguir en aquel momento. Le dijo que venía un tiempo cuando no debían subir a ningún  monte exclusivo para adorar, ni al monte de Samaria, ni al monte del templo en Jerusalén, sino que Dios estaba buscando adoradores que le adoren en espíritu y verdad. Para este tipo de adoración es esencial la actitud del corazón. Porque los judíos sabían cómo adorar según la ley, dónde había que hacerlo y cuáles eran las formas a seguir, sin embargo, en muchos de ellos el corazón se había engrosado y no andaban conforme al espíritu de la ley. Discutían sobre el lugar apropiado para la adoración; de ahí la respuesta del Maestro a esta mujer. Los samaritanos no sabían mucho, su teología no era muy certera, por tanto, ambos, judíos y samaritanos, debían conocer el nuevo tiempo de adoración: los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

         Jesús nos mostró el camino a la verdadera adoración y gratitud.

GRATITUD Y ALABANZA (78) – La enseñanza de Jesús (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – La enseñanza de Jesús (1)

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado (Mateo 12:35-37).

Hemos visto en las últimas meditaciones algunos ejemplos prácticos de gratitud y alabanza en diversas personas que aparecen en los evangelios. Ahora queremos pararnos unos momentos en algunas de las enseñanzas del Maestro sobre este tema, y su actitud como ejemplo para nosotros. En nuestro texto Jesús habla de hombres buenos y malos, la razón de esa bondad o maldad radica en el corazón, donde anida nuestro verdadero tesoro y la esencia de nuestro ser. La manifestación del corazón se expresa mediante palabras. Por tanto, las palabras prueban la calidad de nuestros corazones. Como está escrito: del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre (Mt.15:19,20).

Cuando somos agradecidos de corazón y vivimos con gratitud, esa expresión brota de forma natural del tesoro que acumulamos en nuestro corazón. La ingratitud también se expresa en palabras y quejas como hemos visto en anteriores reflexiones. Ahora deberíamos preguntarnos como obtenemos un corazón bueno o malo. ¿Nacemos ya predeterminados en una u otra dirección? ¿Es imposible cambiar el rumbo de nuestra vida? También hemos visto algunos ejemplos de personas cuyas vidas cambiaron radicalmente cuando se encontraron con Jesús. Recordemos a Zaqueo, la llamada mujer pecadora, incluso el endemoniado gadareno. Todos ellos inicialmente con un corazón malo, inclinados al pecado, pero transformados por el poder de Dios cuando recibieron al Mesías en sus vidas, dejando que sus enseñanzas y obras los transformaran.

La Biblia dice que todos somos pecadores, y estamos destituidos de la gloria de Dios. Nacemos egoístas e ingratos; aunque es evidente también que hay personas con una inclinación natural a ser bondadosas y otras que manifiestan un tipo de maldad muy nociva para los demás. Todos necesitamos su gracia libertadora. Y una vez recibido un corazón nuevo mediante el poder del evangelio, necesitamos guardarlo, cuidarlo y protegerlo todos los días de nuestra vida. Como dice el proverbio: Sobre toda cosa guardada, guarda el corazón; porque de él mana la vida (Pr.4:23). Y al hacerlo, hablaremos bien, con gratitud y alabanza por todos los dones recibidos. Así seremos justificados en el Señor.

         El hombre bueno manifiesta gratitud como el tesoro de su corazón.

GRATITUD Y ALABANZA (77) – Las buenas obras le glorifican (6)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (6)

Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó de olor del perfume (Juan 12:3).

Ciertas mujeres tuvieron una relevancia especial en la vida y ministerio de Jesús. Comenzando por su propia madre, María, entregada y llena de gracia, a la misión que se le había encomendado dando su aprobación sin reservas, a pesar de que se le había dicho que una espada traspasará tu misma alma. Hubo otras mujeres que de sus bienes le servían, mostrando su gratitud por haber sido sanadas de espíritus malos y enfermedades, entre ellas, María Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza funcionario en la corte de Herodes, Susana, y otras muchas (Lc.8:1-3).

Entre ellas nos encontramos con Marta y María, las hermanas de Lázaro. Ambas amaban a Jesús aunque eran de carácter distinto. Marta, como sabemos, era activa y servicial, incluso hasta llegar a la ansiedad por los cuidados de la casa y la comida para que todo estuviera en orden y servicio; y María, mas quieta, era capaz de sentarse a los pies de Jesús en medio de las labores cotidianas de una casa llena de invitados. Las dos eran amadas por el Señor, junto con Lázaro su hermano (Jn.11:5). En ocasiones vemos una calidad especial en algunas personas. Ciertas mujeres, y muchas madres, suelen ser abnegadas, entregadas al servicio de los demás sin reparar en sí mismas, son ampliamente generosas (mi mujer es una de ellas) dispuestas al sacrificio por su familia y otros semejantes que denotan un gran corazón. Así era el de María, hermana de Marta y Lázaro. Una de las muchas veces que Jesús se hospedó en su casa, después de haber resucitado a su hermano, trajo a los pies del Maestro la esencia de su carácter único.

El perfume de nardo que había estado acumulando, seguramente durante años; una fragancia carísima que según las valoraciones habituales equivalía al salario de todo un año, lo trajo para derramarlo a los pies del que iba a entregar su vida en pocos días por todos nosotros. En María encontramos expresada la gratitud de nuestros propios corazones por la obra redentora que cambia nuestro olor de muerte a vida. Toda la casa se llenó de aquel perfume. Su obra se expandió a todos. Y entre ellos siempre hay ingratos y mezquinos (Judas) que confunden los actos de amor incondicional con sus propias codicias engañosas. Las mujeres que estuvieron a los pies de la cruz aún pudieron percibir el aroma de ese ungüento derramado (Jn.12:7). La esposa del Cantar de los Cantares nos recuerda que su nombre, el nombre de Jesús, es como ungüento derramado (Cant.1:3).

         Al acercarnos a los pies de Jesús percibimos el nardo puro de María.

GRATITUD Y ALABANZA (76) – Las buenas obras le glorifican (5)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (5)

Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano (Lucas 17:15,16).

Todos solemos tener personajes preferidos, reacciones que nos duelen o actitudes que nos atrapan y doblegan la dureza de nuestro corazón. Existen comportamientos humanos que hacen la vida más fácil, y otros que la complican y endurecen sin medida. Uno de mis personajes preferidos en los evangelios es el samaritano de nuestro texto. Es anónimo. No tiene perfil en las redes sociales. Ni siquiera conocemos su nombre pero quedamos estupefactos por la reacción de su comportamiento ante las obras de Jesús.

Ser leproso nunca es agradable, tampoco en las variantes modernas de rechazo, bullying, o apestado por ser políticamente incorrecto. Nuestro hombre lo era. Apartado de la sociedad, marginado a su pesar, pero cuando encontró a Jesús la gratitud que emanó de él nos impresiona. Aunque esa bella actitud quedó eclipsada por el comportamiento ingrato de los otros nueve leprosos. Los diez hombres vinieron a Jesús, los diez clamaron por la misma oración desde lo hondo de su corazón, los diez recibieron la bendición de Dios en forma de salud y recuperación de su vida, pero uno solo (¡sólo uno!) regresó para dar gracias. El porcentaje es demoledor.

Solo el diez por ciento muestra gratitud ante los beneficios de la bondad y misericordia de Dios. Pero nuestro hombre se elevó por encima de las estadísticas para mostrarnos un ejemplo de gratitud y alabanza que nunca —¡nunca!— deberíamos olvidar. Y era samaritano. Tenía una doctrina descabalgada. Cometía errores doctrinales, sin embargo, era agradecido. Jesús concluyó con este comentario: ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. Observa: salvado sin la doctrina perfecta.

Y poco después nos encontramos con otra persona apestada de la sociedad, en este caso, con buenas razones, se lo había ganado a pulso. Era jefe de los recaudadores de impuestos, pero además robaba descaradamente enriqueciéndose a costa del esfuerzo de las gentes más humildes. Zaqueo oyó de Jesús, y  sabiendo que estaba cerca, hizo lo posible por verle, no por curiosidad o para criticarle, lo que había oído de él le impresionaba. Jesús se invitó a su casa. Zaqueo, estupefacto, supo que era su momento. Mientras los demás le criticaban y juzgaban a Jesús por entrar en su hogar, él se levantó diciendo: la mitad de mis bienes doy a los pobres y devuelvo cuatro veces lo que he defraudado. Hoy había venido la salvación a esta casa con arrepentimiento y gratitud.

         La gratitud hermosea nuestras obras y les da un sabor especial.

GRATITUD Y ALABANZA (75) – Las buenas obras le glorifican (4)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (4)

Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga  (Lucas 7:4,5).

Podemos errar el tiro fácilmente cuando pretendemos amar a Dios sin hacerlo al prójimo. No podemos amar a Dios y aborrecer a nuestros semejantes. Procuramos justificarlo de múltiples formas, pero ninguna válida. Tampoco podemos decir que amamos a Dios y rechazamos a su pueblo. El amor y la fe se manifiestan en obras, obras que glorifican a Dios, obras que deben verse manifestadas de manera práctica.

Y aquí encontramos un ejemplo en el centurión romano. Este hombre tenía un siervo (su prójimo) a quien quería mucho, y había enfermado a punto de morir. Cuando oyó hablar de lo que Jesús hacía, sanando a los enfermos y a todos los oprimidos por el diablo, envió una pequeña embajada a buscarle para que lo sanara. El testimonio que dieron al Maestro estos enviados ancianos judíos fue que era digno de ser atendido, (seguramente sabían que Jesús había dicho ser enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel), porque había manifestado de forma práctica su amor a Israel edificando una sinagoga, recordando la promesa hecha a Abraham, que serían bendecidos los que le bendijeran (Gn.12:3). Este amor del centurión por Israel se culminó con la sanidad de su siervo.

Poco después vemos a una mujer, apodada, «pecadora», (sin saber que todos somos pecadores y destituidos de su gloria), que viene a Jesús. Y lo hizo con un corazón desbordante de amor por lo que había oído que el Maestro hacía y enseñaba. Trajo lo mejor que tenía, un frasco de alabastro con perfume, para unirlo con sus lágrimas y cabellos que besaban y secaban los pies del Señor. Un corazón lleno de gratitud sin saber aún la respuesta que encontraría, aunque conocía en su interior la bondad del Señor. Simón el fariseo estaba inquieto por el contraste con su propia actitud distante y fría que había mantenido con su anfitrión. El colofón lo puso Jesús reconociendo en la mujer la contrición de su corazón por sus muchos pecados enterrados a sus ojos por el gran amor que le mostró. La  gratitud expresada por la mujer arrancó del Maestro este final: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

Que distinta la actitud de esta mujer con la de aquel otro fariseo de la parábola en la que oraba consigo mismo, creyendo ser mejor que los demás, y usando un lenguaje de falsa gratitud evidenciando la dureza de su corazón. Su oración fue esta: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres… Estableciendo, así, una distancia mediante obras muertas que se apartan del espíritu de las verdaderas obras de justicia.

         La calidad de nuestras obras expone nuestra verdadera gratitud.

GRATITUD Y ALABANZA (74) – Las buenas obras le glorifican (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (3)

Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios  (Lucas 1:64).

Zacarías glorificó a Dios una vez que nació su hijo Juan, después de haber quedado mudo por titubear del llamado del ángel cuando había estado oficiando los servicios del templo. Al nacer el precursor del Mesías su padre no podía hablar aún por la mudez de su boca, pero pudo escribir en una tablilla el nombre que debían ponerle. Como ha dicho maravillosamente un comentarista de este texto: Cuando los ministros de Dios se hallan por alguna causa impedidos de hablar, pueden todavía hacer mucho bien si pueden escribir. El padre de Juan el Bautista lo hizo y ese ha sido mi privilegio en muchos momentos de mi vida ministerial.

Los ángeles glorificaron a Dios el día cuando el Mesías nació en Belén. Al ángel que apareció a los pastores se le unió una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Todo el cielo se estaba movilizando tras la obediencia de aquella joven israelita que había dicho: Hágase. Una explosión de alabanza y gloria se extendió por cielo y tierra.

También llegó a los pastores que guardaban sus rebaños en las vigilias de la noche, una vez que vieron al niño con su madre en aquel humilde establo. Los pastores volvieron a sus quehaceres cotidianos, y lo hicieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho. En medio de toda aquella explosión de júbilo, gratitud y alabanza, María guardaba todas aquellas cosas, meditándolas en su corazón (Lc.2:19). La salvación es de Dios y la desarrolla mediante los vasos escogidos que se le ofrecen voluntariamente, comenzando por el Hijo al decir: He aquí que vengo para hacer tu voluntad. En esa voluntad somos santificados. Y en la de tantos testigos que nos han precedido somos confirmados en la fe. Hemos visto que María, Zacarías, los ángeles y los pastores glorificaron a Dios, nos falta una anciana y viuda:

Ana. Esta mujer en la antesala de la eternidad tuvo también un protagonismo tan silencioso como eficaz. Toda su vida fue un servicio a Dios desde su viudez. Para que digan que los ancianos son inservibles y hay que apartarlos del flujo de la sociedad. Ana se presentó en la misma hora que tenían lugar los sucesos más trascendentales de la historia de la humanidad para dar gracias a Dios, y hablar del niño a todos los que esperaban la redención en Israel (Lc.2:38). Gratitud, alabanza y proclamación. La tierra y el cielo en plena colaboración. La eternidad y nuestra temporalidad dándose la mano en una simbiosis tan misteriosa como certera. Alabado sea Dios.

         Zacarías, los ángeles, pastores y Ana glorificaron a Dios con sus obras.

GRATITUD Y ALABANZA (73) – Las buenas obras le glorifican (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (2)

Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador  (Lucas 1:46,47).

María glorificó a Dios con su vida. Glorificar significa darle gloria. María le dio gloria. Y lo hizo cuando siendo una joven judía —se cree que no pasaba de los quince años cuando recibió el anunció del ángel— puso su vida en el altar del sacrificio. Había llegado el cumplimiento del tiempo desde que la primera promesa de redención fue anunciada. Debemos remontarnos al primer libro de la Biblia, cuando una vez culminada la caída, el Señor Dios anunció a la serpiente (el diablo y Satanás) lo siguiente: Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar (Gn.3:15). Esa simiente que había de venir al mundo para destronar a aquel que había usurpado el dominio de la tierra de manos del hombre, es el tema predominante de la Biblia. Se encarnaría en la descendencia de Abraham, de la tribu de Judá, en la familia de Isaí y el rey David, nacería en la pequeña ciudad de Belén en la tierra de Israel, y lo haría mediante una joven judía llamada Miriam.

Cuando el ángel se le apareció con el mensaje de ser el vientre que recibiría al Redentor del mundo, su primer pensamiento fue natural: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? La respuesta del ángel dejó claro que todo estaba bien pensando en el consejo celestial: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Sin embargo, (y aquí entramos en uno de los temas inacabados en la Escritura, me refiero a la soberanía de Dios y la voluntad del hombre), todo el plan de redención definido en el cielo estaba ahora en manos de la respuesta de una mujer que había hallado gracia ante Dios para ser el enlace entre cielo y tierra. Se le había dicho: Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Todo un mensaje bien elaborado y trascendente, pero en última instancia dependía de la respuesta de Miriam la israelita.

Tengo para mí que el cielo entero quedó en suspenso los instantes anteriores a recibir las palabras de María. Todo el desarrollo del plan de redención pendiente de una respuesta para que se activara en su fase final y definitiva. María dijo: «Hágase». Tal vez algunos ángeles despistados preguntaron con ansiedad ¿qué ha dicho? ¿qué ha dicho? La joven Miriam ha respondido: «Hágase conmigo conforme a tu palabra». Y en esa respuesta el don inefable y glorioso preparado por Dios fue encarnado por nosotros.

         María dio gloria a Dios con una obediencia firme a su palabra.

GRATITUD Y ALABANZA (72) – Las buenas obras le glorifican (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (1)

Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos  (Mateo 5:13-16).

El evangelio es Cristo, el Mesías. Jesús es la centralidad máxima del evangelio de Dios. Por eso decía el apóstol: predicamos a Cristo. Conocer a Jesús y el poder de su resurrección es la máxima del cristiano. De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Su gloria se proyecta sobre los suyos mediante el Espíritu. Cuando miramos su gloria como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria a su misma imagen (2 Co.3:18). Ese es el milagro de la nueva vida, una nueva creación, hechura suya, creados en justicia y santidad de la verdad.

La resurrección de Jesús y el derramamiento del Espíritu, una vez que fue glorificado a la diestra del Padre, multiplicaron su vida en millones de otras vidas. Cada pequeña piedra forma el Cuerpo del Mesías. Incluso el apóstol Juan dice que tal como él es, así somos nosotros en este mundo. Cada cristiano es una reproducción de Jesús en la tierra. Somos el reflejo de su naturaleza que ha transformado la nuestra mediante el poder del Espíritu. Nueva criatura es. No siempre somos conscientes de ello, y mucho menos vivimos a la altura de nuestro llamamiento. Sin embargo, hemos sido llamados a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo (Rom.8:29). Seremos semejantes a él (1 Jn.3:2). Seremos manifestados con él en gloria (Col.3:4). Somos pueblo suyo y ovejas de su prado (Sal.100:3). Por tanto, se nos exhorta a procurar hacer firme nuestra vocación (2 P.1:10), y andar como es digno de la vocación con la que hemos sido llamados (Ef.4:1).

En palabras del Maestro en el sermón del monte: ser la sal de la tierra y luz del mundo. Glorificaremos a nuestro Padre que está en los cielos. La tierra puede ver la manifestación del cielo en nuestras buenas obras andando en gratitud y alabanza. Así de elevado es nuestro llamamiento, así de relevante, aunque muchos de nosotros no seamos sabios según la carne, ni poderosos, ni nobles, sino que lo necio, lo débil y vil del mundo, lo menospreciado y lo que no es nada, escogió Dios para avergonzar a los sabios y los fuertes, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Co.1:26-31). Porque Dios habita con el humilde (Is.57:15), y resiste a los soberbios (1 P.5:5). Recordemos. Este es nuestro llamamiento: ser luz y sal en la tierra. Nuestra misión es glorificar al Padre en toda nuestra manera de vivir. Veremos en los siguientes capítulos algunos ejemplos que encontramos en los evangelios. Hombres y mujeres que le glorificaron y le dieron honra.

         La vida cristiana es la más alta y trascendente vida que podemos tener. Es humillación y exaltación cuando fuere tiempo. Es vivir agradecidos.

GRATITUD Y ALABANZA (71) – Milagros y temores (4)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Milagros y temores (4)

Las mujeres sintieron temor e inclinaron el rostro a tierra. Ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado (Lucas 24:5,6 RV2020).

A lo largo de la Escritura nos encontramos con muchos episodios donde las personas que tienen experiencias sobrenaturales como milagros o apariciones de seres celestiales quedan atrapadas por el temor. De tal manera que el mensaje inicial que recibían era: No temas. Fue el caso de las revelaciones que recibió el profeta Daniel y muchos otros. También lo vemos cuando Jesús se le apareció a Pablo en la ciudad de Corinto; y a Juan al recibir la revelación del Apocalipsis. El temor está presente en toda manifestación que nos sorprende. Somos muy sensibles a quedar atrapados bajo su hechizo paralizante. Y si queremos avanzar en la madurez de la fe debemos saber sacudirnos los miedos para poder recibir el mensaje que supera nuestras limitaciones.

Lo vemos en la montaña donde Jesús subió con Pedro, Juan y Santiago. Mientras el Señor oraba se manifestó la gloria de Dios, aparecieron Moisés y Elías con ellos hablando de la partida de Jesús a Jerusalén, y una voz del cielo que dijo: este es mi Hijo amado, a él oíd. Pues bien, los tres discípulos al quedar atrapados por aquella nube de gloria se asustaron sin entender lo que pasaba. Pedro se sintió pronto muy bien y quiso quedarse en aquel lugar haciendo tres cabañas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías.

Pero sobre todo, la experiencia que tardaron los discípulos más tiempo en asimilar fue la resurrección del Mesías. Las mujeres se quedaron perplejas viendo la piedra removida. Luego vieron dos hombres con vestiduras resplandecientes y sintieron temor. A los apóstoles les pareció locura lo que más tarde dijeron las mujeres que habían visto al Maestro resucitado. Cuando el mismo Señor se les apareció a todos ellos, estaban sobresaltados y asustados, de tal forma que las primeras palabras del Resucitado fueron: Paz a vosotros. Para decirles a continuación: ¿Por qué os asustáis? El temor y la incredulidad estuvieron muy presentes en las primeras horas de la resurrección de Jesús. El peor de los enemigos había sido vencido y eso parecía demasiado sorprendente para ser verdad. El que tenía el poder de la  muerte, esto es el diablo (Heb.2:14,15), había sido derrotado, y los hombres que llevaban toda la vida sujetos a su servidumbre no lo asimilaban aún. Jesús tuvo que esforzase mucho para convencerlos. Comió y anduvo con ellos. Les mostró sus manos, pies y el costado traspasado. Y durante cuarenta días les enseñó sobre el reino de Dios. El milagro de la resurrección finalmente venció el temor y la incredulidad.

         Necesitamos aferrarnos a los milagros y soltar el temor con gratitud.

GRATITUD Y ALABANZA (70) – Milagros y temores (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Milagros y temores (3)

El muerto se incorporó y comenzó a hablar… El miedo se apoderó de todos, y alababan a Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros y Dios ha venido a ayudar a su pueblo (Lucas 7:16 RV2020).

Veamos algunos ejemplos más donde se mezclan la alabanza y el temor por el milagro sucedido. Cuando Jesús resucitó al único hijo de la viuda de Naín, una vez que el joven salió de la muerte, dice el evangelio que el miedo se apoderó de todos, y alababan a Dios. En un ejemplo así es comprensible dicha reacción. La muerte contiene el mayor de los temores del hombre. El autor de Hebreos dice que estábamos sujetos a servidumbre por el temor de la muerte (Heb.2:14,15). Jesús la enfrentó con determinación en el caso de este joven y quienes le acompañaban quedaron sobrecogidos y perplejos de aquella manifestación.

En otra ocasión fueron los mismos discípulos quienes atemorizados y llenos de asombro, se preguntaban entre ellos: ¿Quién es este, que da órdenes a los vientos y a las aguas y le obedecen? Fue después que el Maestro ordenara a la tempestad y los fuertes vientos que se calmaran (Lc.8:23-25). Otro de los episodios donde muchos fueron sobrecogidos de temor, incluso diciendo a Jesús que se fuera de su comarca, fue después de liberar al endemoniado gadareno. Una vez el hombre recuperó la libertad y su comportamiento se normalizó, los que lo vieron tuvieron miedo, y toda la población de la región rogó a Jesús que se alejara de ellos porque el temor los dominaba (Lc.8:35-37 RV2020). Al parecer querían seguir en la situación anterior. Es decir, con el endemoniado rompiendo cadenas, desnudo y andando entre los sepulcros sin poder sujetarlo, a que se hubiera convertido en una persona equilibrada y reintegrada a la sociedad. El temor los dominaba. Incluso ante el hecho de una liberación tan poderosa en la que un hombre que acumulaba unos cinco mil demonios (se llamaba Legión, y una legión romana constaba de ese número) hubiera recobrado el sentido común.

El temor produce efectos tan nocivos que puede llevarnos a preferir la esclavitud a la libertad. Preferimos mantener nuestras vidas bajo la influencia del temor adaptándonos a la servidumbre, que vivir en libertad y responsabilidad. Fue el caso de muchos israelitas en el desierto, quienes preferían regresar a Egipto que avanzar hacia la tierra de la promesa. Hay muchas congregaciones que escogen el orden litúrgico del culto al desasosiego que pueda causar la libertad de adoración siguiendo al Espíritu de Dios y sus manifestaciones. Nuestra sociedad ha escogido someterse a medidas absolutamente desproporcionadas de falta de libertad por el temor a un virus cuyo origen se desconoce.

         El temor posterior a un milagro puede echar a Jesús del entorno.