14 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaA ti, oh Señor, elevo mi alma. Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado… ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado… muéstrame tus caminos, y enséñame tus sendas… Guíame… Enséñame… en ti espero todo el día… Acuérdate… y enseña a los humildes su camino (Salmos 25:1-9).

Una vez elevada, el alma puede confiar de manera «natural» en el Dios que sostiene su vida. Hay un tipo de oración que tiene que ver con lucha, como la de Jacob hasta que consiguió su elevación y confianza de que Dios le bendeciría. Daniel luchó durante tres semanas contra fuerzas contrarias al plan de Dios de restauración para Judá, hasta que fue oído y la palabra profética de Jeremías, sobre los setenta años de cautiverio, se abrió camino. Debemos aprender a perseverar en oración hasta conseguir, por la fe y la paciencia, heredar las promesas. Tenemos un adversario que se opone, no debemos ignorarlo, sino resistirlo firmes en la fe.

Dios mío, confiamos en tu palabra verdadera para la restauración de Israel en su tierra y a su Dios. En ti confiamos por nuestro país, perdónanos, redímenos, sálvanos. Amén.

13 – ORANDO CON EL SALMISTA

 Orando con el salmista - PortadaA ti, oh Señor, elevo mi alma  (Salmos 25:1).

La oración es una elevación del alma a Dios. Es salir de lo terrenal para adentrarse en las esferas celestiales por la fe. Por eso nos cuesta tanto la vida de oración. Lo terrenal, material y los sentidos físicos reclaman nuestra atención insistentemente e impiden que despeguemos y elevemos nuestro espíritu. A menudo es como un avión que intenta el despegue pero no consigue la velocidad necesaria para levantar el vuelo. Hay que vencer la ley de la gravedad, imponer la fuerza del espíritu sobre el reclamo de la carne. Se necesita un hombre interior fortalecido, entrenado y maduro. Una vez elevados nos cuesta regresar, como Pedro, Juan y Jacobo en el monte de la Transfiguración. Cuando no conseguimos esa elevación nuestra plegaria es seca y rutinaria por la pesadez de una vida carnal y terrenal.

Padre amado, elevo mi alma hasta tu trono para pedirte que vengan de tu presencia tiempos de refrigerio y restauración a Israel y España, en el poderoso nombre de Jesús.

12 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaDios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?  (Salmos 22: 1).

Muchos de los salmos, y por tanto, de sus oraciones, son Mesiánicos. Se recogen expresiones que trascienden al propio salmista para entrar en un cumplimiento profético de la vida del Mesías. Aquí tenemos uno de esos momentos. Sin embargo, ambas experiencias fueron experimentadas por el propio David, por Jesús, y también lo es por todos aquellos que vivimos unidos a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos (Hebreos 12:23). ¡Dios mío, Dios mío! ¡Cómo se aferra a su Dios! Está apegado a Él, sin embargo, padece el dolor del abandono y la lejanía. Esa ambivalencia nos confunde en ocasiones, aunque no sea más que otro ejemplo de nuestra necesidad de Dios y su eternidad.

Dios mío, no abandones a Israel ante el rugir de las naciones, levántate, oh Dios, y sean esparcidos todos nuestros enemigos. Amén.

9 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaConsidera y respóndeme, oh Señor, Dios mío; ilumina mis ojos, no sea que duerma el sueño de la muerte (Salmos 13:3).

Nuestro hombre trae en este salmo una oración de urgencia e impaciencia. Cuatro veces ha preguntado al Señor ¿Hasta cuándo? Ha vivido la contrariedad, ha esperado en Dios, aunque la respuesta ha sido el silencio. Los enemigos se están enseñoreando de él, y una vez más, viene delante de Dios para que considere su situación y responda a su clamor. Sin embargo, en un giro de lucidez, piensa que tal vez el Señor le esté enviando la respuesta de una forma que él mismo no la ve, de ahí que pida iluminación para sus ojos, y no caiga en el sueño que conduce a la muerte.

Padre bueno, alumbra los ojos de nuestro entendimiento para que sepamos… Que Israel sepa, que nuestro país sepa, y nosotros sepamos, que la respuesta a todas nuestras necesidades está en Jesús, el Yo soy. Amén.

8 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaPor la desolación del afligido, por los gemidos del menesteroso, me levantaré ahora, dice el Señor, lo pondré en la seguridad que anhela (Salmos 12:5).

Hay aflicciones que traen desolación a nuestras vidas, nos asaltan sin previo aviso y nos dejan en un estado de extrema necesidad. En esos momentos brota de nuestros corazones un gemido de angustia que traspasa las posibilidades humanas para alcanzar el mismo trono de gracia. Lo que contiene ese gemido, básicamente, es un deseo de volver a la seguridad y la estabilidad de la vida con sus circunstancias, anhelamos la vuelta a la normalidad, incluso a la monotonía. Ese anhelo es oído por el Dios de toda gracia, el que consuela a los afligidos y se levanta a favor de los pobres de espíritu.

Dios de toda consolación, consuela a los afligidos de Sión, dales la seguridad que anhelan, y también a nosotros, lo necesitamos con urgencia. Amén.

6 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - Portada… Establece tú al justo, pues el Dios justo prueba los corazones y las mentes. Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón (Salmos 7:9-10).

¿Quién es justo, si no hay justo ni aún uno, no hay quién busque a Dios, a una se desviaron y todos se hicieron inútiles? Nuestra justicia es Jesús, por tanto, por la fe en él hemos sido justificados y hemos entrado a la esfera de la gracia. Ahora, nuestras vidas han quedado establecidas sobre nuevos parámetros que nos garantizan la protección de Dios como escudo. Dios establece al justo. No según los patrones y valores del sistema de este mundo, sino en base a una vida conformada a la justicia recibida.

Padre, ayuda a Israel a ver su justicia en la persona del Mesías. Revela tu gracia y verdad en mi país, anegado en corrientes engañosas, y danos valentía para anunciarlo debidamente, en el nombre de Jesús.

5 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaPero alégrense todos los que en ti se refugian; para siempre canten de júbilo, porque tú los proteges; regocíjense en ti los que aman tu nombre. Porque tú, oh Señor, bendices al justo, como con un escudo lo rodeas de tu favor (Salmos 5:11-12).

Está escrito que el gozo del Señor es nuestra fortaleza. Aquí el salmista encuentra varios motivos para el regocijo. En primer lugar por haber tomado la decisión de refugiarse en Dios, poner su vida en Sus manos, confiar en Su poder más que en las limitadas fuerzas humanas. El canto de júbilo viene como consecuencia de la consciencia de que Dios es nuestro protector. Poner nuestro amor en Su nombre inunda de regocijo el alma. Porque en mí ha puesto su amor, yo entonces lo libraré; lo exaltaré, porque ha conocido mi nombre (Salmos 91:14). El salmista sabe que Dios bendice al justo y le rodea de su favor como un escudo. Por todo ello, encuentra motivos para regocijarse y vivir confiado.

Padre amado, trae el gozo de tu reino a tu pueblo Israel, que seas tú su refugio y lo protejas de todos sus enemigos. Te pido por mi país, venga a nosotros tu reino de justicia, paz y gozo en el nombre de Jesús.

 

4 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaEscucha mis palabras, oh Señor; considera mi lamento. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a Ti a quién oro. Oh, Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a Ti, y con ansias esperaré   (Salmos 5: 1-3).

La oración es venir ante el Rey, el Señor, y expresar con voz audible mis palabras, mi lamento, mi clamor, mi voz, mi oración. Y una vez pronunciadas las palabras ante el Rey del Universo y el trono de su gracia, esperar con ansias la respuesta desde ese mismo lugar, el centro de todas las cosas. La oración es acción. Es trabajo. Es entrar. Es presentar nuestras peticiones. Jesús, nuestro sumo sacerdote,  nos ha abierto un camino nuevo y vivo para penetrar más allá del velo, y regresar con la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Jesús dijo: ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia (Lc.18:7,8).

Padre, me presento ante ti, a través de Jesús, elevo mi voz a favor de las naciones de la tierra y el establecimiento de tu reino en Israel. Amén.

2 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - Portada¡Cuán bienaventurados son los que en Él se refugian! (Salmos 2:12 bis).

 

El salmista, nuestro hombre, declara una y otra vez en el Salterio que Dios es su refugio. Dios como refugio es una metáfora que trae descanso y paz al alma. Es la experiencia de David al ser guardado lejos del alcance de aquellos que buscaban su vida. En algunas ocasiones era una cueva, en otras un amigo −Jonatán− que le avisaba del peligro. Declaremos a Dios nuestro refugio de toda corriente de pensamiento que se levanta contra su conocimiento. Pongámonos a resguardo de las influencias ideológicas humanistas que tienen su fundamento en el hombre y sus recursos, alejados de la Fuente de vida y protección. Las ideologías –no todas son igual de nocivas, aunque todas tienen las limitaciones propias de la naturaleza caída− dispersan al hombre y lo agrupan en torno a una idea que luego se pretende imponer al resto. Ver a Dios como nuestro refugio nos permite encontrarnos en las mismas condiciones de necesidad y auxilio.

 

¡Oh Dios, ayuda a Israel a encontrar en ti su refugio! Guárdanos en España de las corrientes separatistas, y danos la paz de tu reino. En el nombre de Jesús.

1 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - Portada¡Cuán bienaventurados son los que en Él se refugian! (Salmos 2:12).

Hagámonos algunas preguntas sobre este texto. ¿Quién es Él? Se trata del Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. El Shaddai. El Todopoderoso. El Rey del Universo. El Creador de cielo y tierra. ¿En qué consiste la bienaventuranza? En refugiarse en Dios, confiar en Él. La palabra en hebreo contiene la idea de huir por protección, que incluye abrigar, acoger, amparar, confiar.  ¿Cómo lo hacemos? Por invocación de su nombre. El nombre del Señor es torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo (Proverbios 18:10). Está escrito que Él es rico para con todos los que le invocan (Romanos 10:12). La salvación, −ponerse a salvo−, es por invocar el nombre de Jesús. Todo Aquel que invoca el nombre del Señor será salvo. De esa forma entramos bajo Su refugio. Bajo la sombra de sus alas estamos seguros.

Padre amado, tú eres el que guarda a Israel. Pido que seas refugio para mi país en estos momentos de turbión y también para mi familia. En el nombre de Jesús.