160 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XIX) – Apóstatas

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… (1 Timoteo 4:1)

         Apostasía significa «volver atrás, recaer», por tanto, estamos hablando de personas que un día tuvieron cierta revelación del evangelio, lo abrazaron y recayeron. Volvieron atrás. El autor de Hebreos dice que nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (10:39). Está escrito: el justo, por su fe vivirá; y si retrocediere no agradará a mi alma (10:38).

En esta serie hemos visto el ejemplo de Simón el mago, aquel hombre que creyó a Felipe cuando anunció el evangelio en Samaria, se bautizó, pero cuando vinieron Pedro y Juan el estado de su corazón se hizo evidente en hiel y amargura, porque quiso comprar el don de Dios con dinero. Volvió atrás. Jesús enseñó en la parábola del sembrador que hay personas que reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan (Lc.8:13). Son aquellos en los que la palabra se sembró sobre la piedra.

Una de las claves está en el corazón del hombre. Si el corazón es bueno, dará fruto, y permanecerá en la verdad. Ahora bien, en el texto que tenemos para meditar se nos dice que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe. Una parte de los que reciben la palabra acaban sucumbiendo ante la presión de los tiempos adversos. Creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.

Y se dice también que esa apostasía viene por oír, de la misma manera que la fe viene por oír la palabra de Dios, también la apostasía viene por oír a espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Por tanto, este tiempo final se identifica por la multiplicación de mensajes engañosos que tienen la fuerza de confundir y apartar de la verdadera fe. Jesús dijo que abría una proliferación de falsos profetas que engañarían a muchos (Mt.24:11,24).

Pablo dice que a la venida del Señor le precede un tiempo de apostasía, así como la manifestación del hombre de pecado, es decir, sin ley (2 Tes.2:3,4). Debemos estar alertas sabiendo a quien escuchamos. A la vez el autor de Hebreos nos advierte que, no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo (3:12); por ello ha provisto la exhortación mutua: antes exhortaos los unos a los otros cada día… para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado (3:13).

         Europa como continente está viviendo tiempos de apostasía. La fe que configuró nuestra identidad es hoy humanismo, laicismo, e incluso islamismo.

159 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XVIII) – Hombres perversos y malos

Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal (2 Tesalonicenses 3:1-3)

         Existe cierta candidez en el mundo cristiano que nada tiene que ver con la verdad de las Escrituras. Me refiero a que en ocasiones pensamos, o pretendemos, que todos aquellos con los que nos encontramos, y a quienes anunciamos el evangelio son potencialmente personas que recibirán el mensaje, y por quienes debemos insistir en oración para que así sea. Pero el apóstol dice que hay hombres perversos y malos, y que no es de todos la fe.

El dogma doctrinal dice que todos somos pecadores, y todos estamos destituidos de la gloria de Dios antes de venir a la luz del evangelio, cierto, pero ¿dónde colocamos a las personas a quienes se refiere Pablo en este pasaje? Estos hombres a los que describe ¿son pecadores? Sí. ¿Necesitan salvación? Claro. ¿La recibirán? No. ¿Por qué? Pablo pide oración a los hermanos de Tesalónica para que la palabra del Señor corra y sea glorificada de la misma manera que lo fue entre ellos, pero a la misma vez les dice que oren por él para que sean librados de hombres perversos y malos.

Encontramos aquí un tipo de personas cuyas características los alejan de la posibilidad de recibir el evangelio y ser salvos. Es más, el apóstol pide oración para que sean librados de ellos. Por tanto, hay personas de quienes debemos alejarnos, limpiando el polvo de nuestros pies, debemos evitarlos.

La segunda carta de Pablo a los tesalonicenses habla ampliamente de estas personas. Dice que son quienes persiguen a los que reciben la palabra del evangelio. Son los que atribulan a los santos de Dios. Son los que no obedecen el evangelio, se oponen a él. Estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia de Dios. Son los impíos. Esta clase de impíos que estamos viendo en esta serie sobre los hijos de condenación.

Por tanto, debemos concluir que no todos oirán el mensaje. Muchos se opondrán a él y contenderán para que no sea anunciado; si además son personas que ocupan lugares de autoridad en la sociedad: líderes de cualquier tipo, políticos, empresarios, actores de cine, deportistas, diseñadores de moda, filósofos, incluso teólogos, necesitaremos oración, como Pablo, para ser librados de ellos, porque no es de todos la fe.

         El Señor nos librará de los hombres perversos y malos, cuya maldad se manifiesta en una oposición beligerante a la fe de los santos de Dios.

158 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XVII) – Os atribulan

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo…(2 Tesalonicenses 1:6,7)

         En muchas ocasiones la oposición al mensaje del evangelio se manifiesta mediante persecución a quienes lo anuncian. El libro de Hechos lo pone de manifiesto de manera inequívoca. El adversario de Dios se opone a la predicación que anuncia su derrota y el triunfo de la redención para el hombre caído, esa oposición la realiza a través de los hijos de ira, aquellos que aún no han escapado del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él. Sin embargo, esta verdad no anula la responsabilidad individual del ser humano, aquellas personas que deciden voluntariamente ponerse al lado de quién odia la luz y la verdad que nos hace libres.

La persecución por causa de la palabra es un hecho que ha sido constatado a lo largo de los siglos de cristianismo; como lo ha sido la persecución que ha sufrido el pueblo de israel por ser portador de las promesas de Dios y el canal a través del cual vino la simiente de Abraham, el Mesías y Redentor de todas las naciones.

Jesús lo enseñó en el llamado Sermón del Monte con estas palabras: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mt.5:11,12).

Por su parte, el apóstol Pablo hace una exposición amplia de esta verdad en el texto que tenemos para meditar. Su razonamiento es inapelable. Es justo delante de Dios. Es la ley de la siembra y la cosecha: pagar con tribulación a los que os atribulan. Y eso tendrá lugar en la venida del Señor. Cada cosa tiene su tiempo delante de Dios.

Soportar la persecución de quienes se oponen al evangelio tiene como contrapartida una experiencia distinta en su venida: estar presentes en la manifestación del Señor y participar de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.

Sin embargo, será muy distinto para quienes no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio; estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor (2 Tes.1:8,9). Dios enjugará toda lágrima de quienes soportaron la persecución y la muerte por la verdad del evangelio. Su sangre será vengada y la justicia establecida.

         Los impíos que hoy atribulan a quienes son testimonio del evangelio recibirán su tribulación en la venida del Señor. Esto es justo delante de Dios.

157 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XVI) – Enemigos de la cruz

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (Filipenses 3:18,19)

         Me llama la atención que la Escritura no esconde a los enemigos del evangelio. Y estos enemigos no siempre son quienes muestran una actitud hostil al mensaje, sino que en algunos casos son personas dentro de las propias congregaciones, y desde dentro, actúan como disolvente de la verdad.

Esta realidad debe llevarnos una vez más a comprender que anunciar el evangelio no es un juego de niños, ni siquiera de adolescentes. Es una confrontación de dos reinos. Una colisión de poderes sobrenaturales que chocan inevitablemente. La naturaleza de ambos es radicalmente opuesta. Por ello, la estrategia del enemigo para tratar de impedir su avance en las naciones es siempre prioritaria en sus estratagemas, juntamente con la oposición a Israel como portador de las promesas hechas a los padres.

Hay los que anunciando «un evangelio» son enemigos de la cruz de Cristo, que es el epicentro del mensaje. El islam reconoce la figura histórica de Jesús, incluso le concede el «beneplácito» de reconocerle como profeta de Dios, pero a la misma vez niega la cruz, su muerte y resurrección. En el islam no hay redención. Este falso «evangelio» vino seiscientos años después de Jesús.

En la época de Pablo ya había quienes predicaban a Jesús por intereses personales. Su verdadera motivación era servirse del evangelio para suplir sus verdaderas prioridades carnales. Cuyo dios es su vientre. Y lo hacían sin vergüenza ni pudor, como hoy en día vemos a muchos avergonzando incluso a los creyentes con la búsqueda de placeres mundanos, amantes de las riquezas en lugar de amar a Dios, creyendo que la piedad es fuente de ganancia (1 Tim.6:3-5).

El apóstol de los gentiles sufría y lloraba viendo semejantes ejemplos en algunos que pretendían anunciar las buenas nuevas de salvación. Los denunció una y otra vez en sus cartas, porque el amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Lo hizo para combatir unánime por la fe del evangelio (Fil.1:27). Y no tuvo reparo en anunciar las consecuencias de semejante comportamiento: el fin de los cuales será perdición. Sí, hay perdición para los enemigos de la cruz de Cristo.

         La cruz es el emblema de la persecución, la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios y cargará sobre todos aquellos que elijan ir contra la corriente.

156 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XV) – Se oponen al evangelio

Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios      (Filipenses 1:28).

         Podemos decir que el mensaje del evangelio, en toda su amplitud, es el programa de Dios para el hombre. Si se resiste ese plan no hay otro plan. Cuando lo hacemos ponemos de manifiesto el estado de nuestro malvado corazón. Resistir el evangelio es resistir a Dios, lo contrario del mensaje que anuncia la Escritura: Someteos a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros (Stg.4:7).

También se puede resistir el evangelio anunciando «otro evangelio», y arrastrando a otros a la propia condenación. Oponerse al evangelio después de haberlo oído claramente nos coloca en una posición peligrosa delante de Dios. Anunciar un evangelio falso incrementa esa responsabilidad, porque seremos responsables, no solo de nosotros, sino del perjuicio causado a otras personas. Jesús dijo que mejor le sería atarse una piedra de molino y echarse al mar. También habló de quienes recorren tierra y mar para hacer un prosélito, y luego hacerlo un hijo del infierno (Mt.23:15).

Por otro lado, quienes anuncian el evangelio de Dios para beneficio de muchos se dice de ellos que sus pies son hermosos. Colocan a sus semejantes en la posición de ser bendecidos eternamente. Después de haber oído (porque hay alguien que lo ha anunciado) la palabra de verdad, el evangelio de la salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, para alcanzar la herencia de la redención (Ef.1:13,14). Es un gran privilegio y una responsabilidad anunciar este evangelio y hacerlo debidamente.

Pablo combatía por la fe del evangelio para traer a las naciones a la obediencia de la fe (Rom.1:5). Su celo le llevó a una declaración durísima sobre Elimas el mago, quién estaba procurando apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo (Hch.13:6-12). Más tarde enseñaría que el siervo del Señor debe ser amable […] que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él (2 Tim.2:25,26). Eso no excluye la verdad expuesta en otro lugar, donde se dice que es justo delante de Dios… dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio… los cuales sufrirán pena de eterna perdición (2 Tes.1:6-10).

Hay un fin doloroso para quienes no obedecen el evangelio de Dios (1 P.4:17). Esta verdad no admite dudas en la Escritura.

         Oponerse al evangelio de Dios es cerrar la puerta a la vida eterna.

155 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XIV) – Reprobados

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuando a toda buena obra (Tito 1:16).

         Reprobar significa no aprobar; haber suspendido un examen. Es dar algo por malo después de realizar un análisis de manera pormenorizada. No es casual, sino reiterativo. Por tanto, cuando hablamos de réprobos en cuanto a la fe nos referimos a personas que han demostrado reiteradamente que resisten la verdad, se oponen a ella, y no pasan la prueba que determina la vida del justo, porque el justo por su fe vivirá.

Pablo lo confirma citando el ejemplo de Janes y Jambres, quienes resistieron a Moisés; y de la misma manera hay hombres con un carácter determinado en los últimos tiempos, quienes resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2 Tim.3:8).

Este tipo de personas podemos encontrarlas en las congregaciones haciéndose pasar por creyentes. Por eso se nos insta  a probar los espíritus para ver si son de Dios (1 Jn.4:1).

Incluso, debemos ponernos nosotros mismos a prueba, examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe. Es lo que le pidió el apóstol Pablo a los corintios: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Co.13:5).

El corazón del hombre es engañoso, por ello necesitamos continuamente la luz de las Escrituras para probar nuestras actitudes. La oración nos pone bajo el foco de Dios mediante el cual podemos ver en su luz la oscuridad de muchos de nuestros razonamientos y comportamientos.

El salmista lo expresó así: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Sal.139:23,24). Y el apóstol Juan nos dice que si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos para con Dios (1 Jn.3:20,21). Está escrito: lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera en mi camino (Sal.119:105).

La palabra de Dios es la que alumbra nuestros pensamientos para huir del engaño. Es la verdad que nos hace libres; la que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb.4:12,13). Por tanto, si la resistimos, si resistimos la verdad, como los reprobados, permaneceremos en el error que conduce inexorablemente al juicio y la condenación.

         Los réprobos mantienen su obstinación en el error, resisten la verdad, por ello su mente y su conciencia están corrompidas. Son hijos de condenación.

154 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XIII) – Practican el pecado

El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan 3:8).

         La primera carta del apóstol Juan es una exposición inequívoca de la diferencia entre el justo y el impío, la simiente de Dios y la simiente del diablo, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, con los resultados que se derivan de ello. El que ha nacido de Dios no practica el pecado, pero el que mantiene la naturaleza pecaminosa y carnal, aunque conserve el ritual de un sistema religioso, de cualquier religión, sigue pecando voluntariamente.

La naturaleza de cada árbol, enseña el Maestro, produce los frutos propios que le acompañan. El que ha pasado de muerte a vida aborrece el pecado; ha comprendido que la maldad del hombre caído fue lo que llevó al Hijo de Dios a la cruz para hacer expiación, por tanto, comienza una nueva vida de alejamiento del pecado y todas sus prácticas.

La nueva naturaleza que anida ahora en él produce frutos de justicia. El apóstol de los gentiles lo expresa así: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna (Rom.6:22).

Es una farsa pretender ser cristiano y seguir practicando el pecado. Simón el mago creyó lo que decía Felipe, se bautizó y estaba siempre a su lado, pero su corazón no había sido regenerado; el apóstol Pedro dijo de él que estaba en hiel y amargura. Seguía amando su vieja vida de magia y ocultismo.

Los que practican las obras de la carne expuestas en la carta a los gálatas no heredarán el reino de Dios (Gá. 5:19-21). El hombre no regenerado del que habla Pablo en Romanos 1 practica las cosas que son dignas de muerte, y no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (1:32). Y el autor de la epístola a los Hebreos no admite duda en su exposición: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (Heb. 10:26,27).

Recuerda, hablamos de aquellos que practican el pecado, no de quienes ocasionalmente y sin voluntariedad son vencidos temporalmente por el pecado, y redargüidos por el Espíritu Santo vienen a la cruz confesando sus pecados para ser limpiados en la sangre del Justo. Estos son de Dios.

         Quienes practican el pecado y pretenden mantener una vida religiosa se engañan a sí mismos. Su naturaleza sigue mostrando ser hijos de condenación.

153 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XII) – No heredarán el reino

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9,10)

          La sociedad en la que vivimos tiene unos niveles de permisividad y tolerancia a todo tipo de manifestaciones contrarias a la ley de Dios que ha permeado a la misma iglesia del Señor. La forma de ver las cosas de la cultura occidental, donde nada es pecado porque no hay Dios a quién dar cuenta; donde todo se reduce a un relativismo moral con muy pocas restricciones, y cuando las hay se presiona mediante lobbies para disolverlas.

En ese escenario nos encontramos con una tolerancia que parece hacer más libre al ser humano porque no coarta su libertad de acción, pero que conduce irremediablemente a su propia destrucción. Porque el pecado es afrenta de las naciones, pero la justicia engrandece a la nación (Pr.14:34). Porque la paga del pecado es muerte. Y porque no podemos engañar a Dios, pues todo lo que el hombre siembra, eso también siega.

Por eso, dice el apóstol en nuestro texto: No erréis. Hay conductas del ser humano que no pasan desapercibidas en el trono de gracia y santidad. Hay un trono de justicia que juzga con equidad a los hombres y los pueblos.

El Dios revelado en la Escritura es santo, no tendrá por inocente al malvado. Por tanto, quienes transgrediendo la ley moral o natural practican una vida licenciosa, no heredarán el reino de Dios. Los impíos no heredarán el reino de Dios.

Quienes practican el pecado, −y el pecado es infracción de la ley de Dios (1 Jn.3:4)−, no podrán acceder a la herencia reservada a los justos. Aquellos que sí guardan sus mandamientos y le obedecen podrán tener entrada al reino eterno de nuestro Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:11).

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apc.21:8). La lista es larga, pero podemos resumirla en el término genérico: los impíos.

La esperanza del evangelio, dice el apóstol Juan, es esta: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados… y para deshacer las obras del diablo (1 Jn.3:5,8). Jesús es la entrada al reino por la fe y el arrepentimiento.

         Hay un reino preparado para los hijos del reino. No entrarán en él los impíos que viven a espaldas de la ley de Dios; aquellos que llevados por su iniquidad desprecian la puerta de entrada en la persona de Jesús.

152 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XI) – Causan divisiones y tropiezos

Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos  (Romanos 16:17,18)

         El Maestro enseñó a los suyos que debían ser sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. Pablo dijo que debemos ser niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. La madurez significa poder discernir el conocimiento del bien y del mal. Y seguir la verdad en amor significa también estar atentos para probar los espíritus que hay en las personas sabiendo si son o no de Dios.

Los creyentes mantenemos generalmente un nivel amplio de ingenuidad y somos fáciles de engañar. Los buenos deseos de un corazón sensible nos conducen a veces a emitir juicios errados en cuanto a la defensa de la verdad separando el trigo de la paja y la cizaña. Porque hay cizaña. Hay engañadores. Hay falsos maestros.

Hay hombres que causan divisiones y tropiezos en relación a la verdad del evangelio que hemos recibido, y por el cual debemos combatir ardientemente, porque hay los que se infiltran aprovechando los ágapes para leudar la masa.

El apóstol Pablo mantuvo una lucha constante en pro del evangelio, supervisando constantemente la grey de Dios y enseñando a sus discípulos para que hicieran lo mismo.

Los que causan divisiones generalmente lo hacen introduciendo enseñanzas contrarias a la doctrina de Jesús, que es según la piedad. Hay quienes no se conforman a las sanas palabras de nuestro Señor, y piensan que la piedad es motivo de ganancia. Tuercen las Escrituras para apartar de la verdad a los discípulos. Debemos saber quiénes son, exponerlos abiertamente y apartarnos de ellos. Estamos hablando de doctrina fundamental no temas secundarios en los que siempre hay distintas posiciones.

Solo hay un evangelio. Hay quienes causan tropiezo a los débiles en la fe, los inconstantes y niños espirituales; de ellos dijo Jesús que mejor se ataran una piedra de molino y se echarán al mar, porque se exponen a un juicio severo. El amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Los impíos que hacen un dios de su vientre (Fil. 3:19), la comida, la buena vida, el lujo y el desenfreno, que solo piensan en lo terrenal, no son de Dios y hay que apartarse de ellos.

         Pablo lo expuso claramente: al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:10,11).

151 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (X) – Hijos de ira y desobediencia

Y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2:3)

         La carta del Pablo a los efesios es un canto a la nueva creación, la regeneración, la nueva vida, poniendo de manifiesto que no siempre la teníamos, sino que en otro tiempo estábamos muertos en delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

En ese estado nos encontró la gracia del Señor, el amor de Dios, y nos redimió de semejante manera de vivir, para no andar el tiempo restante en los deseos de nuestra carne, sino para hacer la voluntad de Dios.

Sin embargo, anteriormente participábamos de una naturaleza de hijos de ira y desobediencia. Esa  misma naturaleza es la de todos aquellos que no han sido redimidos, aunque tengan una religión muy respetable, pero su naturaleza manifestará la realidad de vivir aún bajo la ira de Dios, y en la práctica andan en desobediencia, aquella que se inició con la primera pareja que decidieron desobedecer el pacto de Dios andando en sus propios caminos, de la cual todos hemos venido a ser herederos.

Esa naturaleza de ira y desobediencia desembocará un día (si no hay un regreso a la casa del Padre) en juicio de condenación. Es la inercia del estado natural. Dice el apóstol Juan que el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Jn.3:36). En la Biblia de las Américas dice: el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

Sin un cambio, una transformación interna de naturaleza, la ira justa de Dios contra el pecado que habita en nosotros seguirá su curso y desembocará en muerte eterna.

Esta es la prioridad de evangelio. Aquí tenemos la urgencia del hombre en escapar de la ira venidera mediante una conversión de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tes.1:9,10).

Es imposible obedecer a Dios mientras nuestra naturaleza siga en estado de ira y condenación. La desobediencia engendra maldición. La ira de Dios viene sobre los hijos desobediencia (Ef.5:6) (Col.3:5,6). La vida viene a través de Jesús.

         Los impíos permanecen bajo la ira de Dios, por cuanto no han escapado de la vieja naturaleza de pecado y desobediencia, aunque mantengan rituales, liturgias y una excelente cultura. Jesús es quién nos libra de la ira venidera.