47 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEn el día en que temo, yo en ti confío… Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿acaso no están en tu libro? Entonces mis enemigos retrocederán el día en que yo te invoque. Esto sé: que Dios está a favor mío   (Salmos 56:3, 8,9).

¿Qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? (Romanos 8:31,32). Estas verdades inconmovibles y reconfortantes no evitan que el temor nos ataque en algún momento. Que vivamos etapas de nuestra vida como errantes. Derramemos abundantes lágrimas que son anotadas en un libro. Que se levanten enemigos, y necesitemos confiar e invocar el Nombre de nuestro Dios para que retrocedan las tinieblas. Nuestra vida de temor, errante, de lágrimas y rodeada de enemigos está delante de los ojos de Dios. Y como se le dijo al patriarca de la fe, también a nosotros: Abram… Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto” (Génesis 17:1).

Padre amado, confiamos en ti, derramamos nuestras lágrimas ante ti y sabemos que estás a favor de los que te aman. Amén.

45 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEcha sobre el Señor tu carga, y El te sustentará; El nunca permitirá que el justo sea sacudido   (Salmos 55:22).

Jesús dijo: Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. El llamamiento del salmista tiene el mismo mensaje, venir al Señor y echar  nuestra carga, Él nos sustentará. Es la misma fe. Es el mismo Dios. La carga del pecado es el peso que nos asedia y envuelve tan fácilmente para impedirnos avanzar en los propósitos de Dios. La carga de la culpabilidad, la condenación, y la fatiga de las relaciones personales rotas, son un peso abrumador que tantas veces nos perturba y frena. Pero podemos echarlas sobre el Fuerte de Jacob, la Roca, el Todopoderoso. Confesarlas y quedar libres, ligeros, y andar en el Espíritu llevando mucho fruto para gloria de Dios. La fe del justo le dice que Dios no permitirá que sea sacudido. El diablo golpea, pero no nos derriba, cuando estamos unidos con el que sustenta todo el Universo. La palabra de su poder nos guardará también a nosotros.

Padre, echamos nuestras cargas sobre ti, porque tú tienes cuidado de nosotros. Gracias por perdón y salvación para Israel y España. Amén.

44 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - Portada¡Sálvame! Oh Dios, por tu nombre… Escucha mi oración, oh Dios, presta oído a las palabras de mi boca. Porque extraños se han levantado contra mí, y hombres violentos buscan mi vida… He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor es el que sostiene mi alma   (Salmos 54:1-4).

La salvación viene por la invocación del nombre, el nombre de Jesús. Porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en el cuál podamos ser salvos. El salmista lo sabe. Tal vez no sabía mucho sobre la revelación postrera del Hijo de Dios, pero sabía que la salvación viene por invocar el nombre de Dios. Los santos antiguos conocían bien la importancia de la declaración de sus labios. Su oración debía ser oída, y para ello, debía ser proclamada de viva voz. El salmista también padeció a quienes tenían otro espíritu, eran violentos y buscaban cómo hacer daño a los hijos del reino. Como si hubiera sido el apóstol Pablo, diciendo: fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza (Efesios 6:10), también nuestro hombre declara: He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor es el que sostiene mi alma.

Padre amado, salva a Israel, y a todos los hijos del reino, de los hombres violentos que buscan su destrucción, en el Nombre de Jesús. Amén.

38 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaPor cuanto yo estoy afligido y necesitado, el Señor me tiene en cuenta. Tú eres mi socorro y mi libertador; Dios mío, no te tardes  (Salmos 40:17).

Este tipo de lenguaje lo hemos sacado de nuestro vocabulario positivista y triunfalista. Hay que ser positivos, no confesar aflicción o necesidad. Hay que liberar energía positiva, reír siempre, que se vean los dientes blancos, y mostrar una imagen saludable de éxito y prosperidad. Al leer la oración del salmista no parece que haya estado en ese tipo de escuela donde todos los días son viernes, y nunca hay día malo. Tampoco estoy abogando por auto-conmiseración o auto-lástima. Pablo habló de «sufrir necesidad» (Fil.4:12); mencionó «mi aflicción» (Fil. 4:14) y «mis necesidades» (Fil. 4:16); sin embargo, todo lo podía en Cristo que le daba fuerzas. Jesús dijo: En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. El Señor tiene en cuenta nuestra aflicción y necesidad, es nuestro socorro y libertador. Con esa certeza en Él podemos exclamar: Dios mío, no te tardes.

Padre amado, Tú conoces nuestra aflicción y necesidad. Socórrenos y libertanos, en el glorioso Nombre de Jesús.

36 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaY ahora, Señor, ¿que espero? En ti está mí esperanza  (Salmos 39:7).

A menudo nuestras vidas son una infinidad de actividades. Corremos por todas partes, nos ocupamos y preocupamos para huir de las preguntas incómodas que siempre nos intimidan. La vida impone su ritmo y nos arrastra en corrientes irrefrenables que no podemos controlar, por tanto, nos dejamos llevar. En el silencio de la noche, al caer el día, nuestra conciencia nos interroga: «¿para qué?» «¿Por qué?» «¿Dónde voy?» «¿Qué espero de todo por lo que me afano?» Casi siempre las preguntas quedan ahogadas por el sueño, y éste nos sumerge en la inconsciencia que parece calmar nuestras preocupaciones hasta que el día deslumbra y la rueda de la vida vuelve a girar. Entonces la fe se alza, e impone sobre las circunstancias movibles y cambiantes, su certeza: En ti está mi esperanza… En ti están todas mis fuentes… A los que aman a Dios todas las cosas le ayudan… El trabajo en el Señor no es en vano… Es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria…

 

Nuestra esperanza está en ti, oh Dios. Tú eres la esperanza de Israel, la esperanza de todas las naciones, por tanto, en ti esperamos. Amén.

35 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaSeñor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy  (Salmos 39:4).

No es nada nuevo preguntarse por el sentido que tiene nuestra vida. Las filosofías modernas de autorrealización personal, búsqueda de la felicidad, o darle sentido práctico a nuestra existencia, siempre han constituido un desafío para filósofos, poetas o teólogos. El salmista también se lo pregunta, pero al hacerlo acude a la Fuente de toda existencia, al Creador y Hacedor de todas las cosas. Es legítimo preguntar al Señor por el propósito de nuestras vidas. Podemos vivir sabiendo que hay fin para toda obra, recordar que somos efímeros y por tanto prescindibles. Aunque todos nacemos para morir, vivimos ignorando nuestra realidad temporal. Nos afanamos y turbamos en muchos quehaceres, necesarios en su mayoría, pero postergando indefinidamente la imparable llegada del fin. La práctica de la oración constante dirigida al Eterno nos ayudará a comprender nuestra finitud y Su inmortalidad. Así podemos orar con Moisés: Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría (Salmos 90:12).

Eterno Dios, haznos conscientes de nuestras limitaciones y danos sabiduría para vivir el tiempo que nos queda agradándote en todo. Amén.

32 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaMas la salvación de los justos viene del Señor; El es su fortaleza en el tiempo de la angustia  (Salmos 37:39).

No podemos comprar la salvación. La salvación pertenece a nuestro Dios (Apocalipsis 7:10). Ser hechos justos es parte esencial de la salvación que viene del Señor. Nuestra justicia es Cristo. Su redención ha hecho posible una nueva naturaleza justa en nosotros. Esa es la base de nuestra aceptación. Dios nos ha aceptado en Cristo. Nosotros debemos saber y fundamentar nuestras vidas sobre esta verdad libertadora: somos justos. No por nuestra justicia. La deuda era imposible de –pagar, Cristo pagó por nosotros. Mas por obra de Dios estamos nosotros en Cristo, el cual se hizo para nosotros… justificación… para que como está escrito: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor (1 Corintios 1:30,31). Por tanto, El es nuestra fortaleza en el tiempo de la angustia. Los justos saben que su salvación, en todo tiempo, viene del Señor.

Te alabamos, Dios del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y las revelaste a los niños, así te agradó. Gracias.           

30 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaPor el Señor son ordenados los pasos del hombre, y el Señor se deleita en su camino  (Salmos 37:23).

Con la mejor de las intenciones podemos escoger un camino errado. Yo sé, oh Señor, que no depende del hombre su camino, ni de quién anda el dirigir sus pasos (Jeremías 10:23). Los zarandeos que el diablo pide sobre los discípulos, para perturbar la fe, pueden desordenar nuestros pasos por un tiempo, hasta que el Señor ordena  nuestras vidas de nuevo. Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su final es camino de muerte. El hijo pródigo escogió un camino emancipado de la casa del padre, hasta que fue ordenado de nuevo y regresó al equilibrio. Nabucodonosor se enalteció por la gran Babilonia construida y Dios le envió a comer hierba por siete años, hasta que reconoció que el Señor es quién ordena los pasos del hombre. En el desorden y el vacío de nuestro corazón la palabra de Dios pone orden y luz para reorientarnos de nuevo.

Señor y Dios, ordena los pasos de Israel en esta generación, y a nosotros en España haznos conocer el camino por donde debemos andar, en el nombre de Jesús.

28 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEncomienda al Señor tu camino, confía en El, que El actuará  (Salmos 37:5).

Durante diecisiete días del mes de diciembre del año 1981, bajé a primera hora de la tarde a un pequeño local que teníamos debajo del piso donde vivíamos, en Salamanca, para hacer esta oración. Abría mi Nuevo Testamento con Salmos y recitaba Salmos 37:5. Luego marchaba a hacer la práctica del carnet de conducir antes de ir a trabajar. En esos diecisiete días conseguí aprobar el examen que me acreditaba como nuevo conductor de turismos. Tenemos en este texto dos partes que nos corresponde hacer: encomendar y confiar. Y una que le corresponde al Señor: actuar. ¡Qué descanso viene al alma cuando encomendamos nuestras vidas a Aquel que es más fuerte que nosotros, y en quién podemos confiar! Pablo lo hacía con las congregaciones que levantaba en sus viajes misioneros (Hechos 20:32). Jesús lo hizo, cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:23 RV60).

Padre Eterno, a ti encomendamos la restauración de Israel en su tierra y a su Dios, y la de nuestro país a tu voluntad, en el maravilloso nombre de Jesús. Amén.

27 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaPon tu delicia en el Señor, y El te dará las peticiones de tu corazón  (Salmos 37:4).

Sublime amor. A quién tengo yo en los cielos sino a ti, y fuera de ti nada deseo en la tierra… Puestos los ojos en Jesús, el autor de nuestra fe… Mi amado es mío, y con él tengo yo mi contentamiento… Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón… Señor, tu sabes que te amo… Una mujer que era pecadora, vino a él con un  frasco de alabastro, y poniéndose detrás de él, a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume.  A esta se le perdonó mucho, por que amó mucho. Tal es mi amado, y a este yo, he de exaltar y amar. ¿Habéis visto al que ama mi alma? … No me mueve mi Dios para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido; me mueves tan solo tú. Me mueve tu amor de tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te quisiera; y aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero yo te quisiera… Y El te dará las peticiones de tu corazón.

Señor y Dios, no hay otro como tú. Eres nuestra delicia, el Deseado de las naciones. A ti venimos con nuestras peticiones. Amén.