108 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XVIII) – Un pacto para todas las generaciones

Hice un pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones  (Salmos 89:3,4)

         El Pacto que Dios hizo con la casa de David es un pacto para siempre y por todas las generaciones. Incluye sentar en el trono de Jerusalén a un vástago de la casa de Isaí. Esta promesa que Dios juró a David tiene distintas vertientes que debemos diferenciar para clarificarlo en lo posible. Por un lado, ese pacto estaba vinculado a que los herederos del rey cantor de Israel cumplieran con los requisitos de la ley de Dios, que no se apartaran de ella, de lo contrario serían quitados recibiendo el castigo, como así ocurrió con los reyes de Judá.

Pero el pacto incluye un aspecto que sobrepasa las limitaciones humanas con sus fracasos. Habrá un vástago de la casa de Isaí sobre el que reposará el Espíritu del Señor juzgando con justicia y fidelidad (Isaías 11); su reinado alcanzará un tiempo único en la historia (veremos más detalles cuando entremos en el mensaje de los profetas); un justo que gobernará en el temor de Dios (2 Sam.23:3,4), y que el mismo David pudo saber que no vería corrupción, es decir, no se corrompería, como él y sus hijos lo hicieron.

Tenemos aquí la señal del Mesías que habría de venir para establecer un reino cuyo trono será por todas las generaciones. Los judíos le esperan. Los salmistas anunciaron ampliamente su venida. En la misma cruz, donde el hijo de David sería colgado, se puso el título de su causa, que decía: ESTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS (Mt.27:37).

Este Mesías no concordaba con todos los aspectos profetizados sobre él y fue rechazado por muchos de su pueblo, sin embargo, es el mismo que volverá para heredar el trono de David y establecer su reino milenial. El salmo 89 y el 132 hablan ampliamente de su reinado. Se dice que: nuestro rey es el Santo de Israel (89:18). El cimiento de su trono son la justicia, el juicio, la misericordia y la verdad (89:14). Es el más excelso de los reyes de la tierra (89:27). En él es confirmado el pacto y el trono davídico para siempre (89:28,29,34-36) (Sal.132:10-12).

Este reino tiene una ubicación terrenal y física en Sion, en Jerusalén, donde regresará el Mesías y será aclamado como el bendito que viene en el nombre del Señor, el hijo de David (Mt.23:39). Sus pies serán afirmados en el monte de los olivos (Zacarías 14:4). Allí hará retoñar el poder de David vistiendo de confusión a sus enemigos, más sobre él florecerá su corona (132:17,18). Amén.

         La palabra de Dios pactada con David es para todas las generaciones. Su trono florecerá en Sion para siempre y sus enemigos confundidos.

107 – El reino mesiánico

La vida en el EspírituEn los Salmos (XVII) – La tierra de Israel regenerada

La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos. YHVH dará también el bien, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él, y sus pasos nos pondrá por camino (Salmos 85:10-13)

         No debemos olvidar que la esperanza mesiánica está íntimamente ligada a la restauración de Israel en su tierra, la que le fue prometida a Abraham y su descendencia para siempre.

En este salmo el autor nos recuerda el tiempo cuando Israel vivió bajo la bendición de Dios, y el Señor fue propicio a su tierra (1). Perdonó sus pecados y los trajo de la cautividad (2). Salieron del castigo de Dios (3). Ahora nuestro hombre pide restauración (4) porque han vuelto a vivir alejados del plan de Dios. Su clamor es un modelo para nuestras oraciones en favor de los avivamientos que tantas veces necesitamos la iglesia del Señor: ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti? (6). Luego se dispone a escuchar la voz de Dios en cuanto a su petición (8); y entiende que el Señor hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se vuelvan a la locura. Su salvación está cercana para que habite su gloria en la tierra de Israel (9). La última parte de su oración es para expresar la esperanza mesiánica centrada en la restauración de la tierra de su heredad.

En medio de esa restauración anunciada se encuentran la misericordia y la verdad. La justicia y la paz se besan (10). La verdad brota de la tierra. La justicia mira desde los cielos (11). El Señor envía su bendición y la tierra da su fruto abundante para regocijo del hombre; como en el principio en el huerto de Edén (12). La justicia le precede, y los pasos del Señor son seguidos por su pueblo que vive ahora en la realidad del reino anunciado en toda su plenitud (13).

Pasado, presente y futuro se entremezclan en este canto del salmista para enseñarnos el paralelismo de nuestras propias experiencias. El pasado puede ser añorado, el presente un clamor para recuperar la vivificación de nuestras vidas con sus expresiones de júbilo y gozo; además aprendemos a escuchar la voz de Dios en medio de su paz que sobrepasa todo entendimiento, dándonos un anticipo del reino venidero.

Un reino que estará estrechamente vinculado a la restauración de la tierra a los hijos de Israel. Desde el principio este ha sido el plan de Dios. Incluye el pueblo, la Tora, la tierra y el Rey. El pueblo ha vuelto a su tierra, necesitan regresar a la palabra revelada en el pacto y reconocer al Rey que fue traspasado por sus dolores. Todo ello confluye en el Mesías en Jerusalén.

         La restauración de la tierra de Israel al pueblo de la promesa es de vital importancia para la llegada del reino. 1948 y 1967 han sido años decisivos.       

106 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XVI) – Un Rey justo

Él juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio… Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor… Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar… (Salmos 72:2-8)

          En lo hondo del corazón del hombre hay un clamor por la justicia. No hay más que ver cierto tipo de películas para encontrarnos con esta realidad. Cuando vemos que triunfa la justicia algo en nuestro ser se alegra, de la misma manera cuando el impío es juzgado y tratado conforme a su impiedad. Hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. La pérdida del paraíso perdido y la espada del ángel que lo custodiaba para impedir de nuevo el acceso a él con un corazón rebelde y pecaminoso, ha hecho que anhelemos nuestro reencuentro con el reino del que fuimos despojados.

La misma creación y los hijos de Dios gimen y claman por la redención de nuestro cuerpo de muerte para regresar al estado primigenio. Es el mensaje que aparece por toda la Biblia: el reino mesiánico. Este reino se caracteriza por la justicia entre los pueblos. Juzgará la causa de los afligidos de Israel y las naciones; salvará a los hijos de los menesterosos y aplastará al opresor.

La ideología comunista ha pretendido establecer, −más bien imitar o falsificar−, la justicia social en la tierra mediante una revolución proletaria que solo ha traído más injusticia, pobreza, represión y nuevas élites dominantes. No es así el reino venidero. Florecerá en sus días abundancia de paz.

El Mesías-Rey dominará de mar a mar; su reino no tendrá fin. Ante él se postrarán los moradores del desierto (72:9). Tal vez tenemos aquí una apelación al sometimiento de la potestad islámica al señorío de Cristo. Los reyes de las naciones le traerán presentes y ofrecerán dones; todos los reyes se postrarán delante de él (10,11). En sus días la oración del menesteroso será respondida con prontitud (12); recuerda que el diablo estará atado. La causa de los pobres será reivindicada (12,13). Redimirá y libertará sus almas del engaño y la violencia (14). Habrá continua oración por el Rey; todo el día se le bendecirá (15). No habrá escasez de alimentos, las cosechas serán abundantes y se gestionarán los recursos de forma justa y equitativa (16). Las ciudades florecerán y sus habitantes vivirán ampliamente realizados en sus expectativas (16). El nombre de nuestro Rey será perpetuo mientras dure el sol; la bendición de Dios alcanzará a todas las naciones según la promesa dada a Abraham (17). Y toda la tierra será llena de su gloria (19). Es un anticipo del reinado milenial anunciado.

         El corazón del hombre piadoso clama por la justicia del reino de Dios.

105 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XV) – La insistencia por Sion

De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido (Salmos 50:2). ¿Por qué observáis, oh montes altos, al monte que deseó Dios para su morada? Ciertamente YHVH habitará en él para siempre (68:16). Porque Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá; y habitarán allí, y la poseerán. La descendencia de sus siervos la heredará, y los que aman su nombre habitarán en ella (69:35,36).

Es muy llamativa la insistencia que encontramos en la Escritura sobre el énfasis que pone en Sion. En los textos mencionados arriba vemos que la perfección de su hermosura es el resultado del resplandecimiento de Dios sobre Sion. Como dice el profeta Isaías hablando del monte de Dios: Levántate, resplandece… la gloria de YHVH ha nacido sobre ti. El salmista ha observado que los demás montes altos miran hacia Sion con endivia.

Muchas veces en la Escritura los montes son figura de las naciones, por tanto, tenemos que las demás naciones, algunas mas importantes en grandeza y relevancia mundial a través de los siglos, ven que esos imperios pasan y desaparecen, pero el monte de Sion permanece. La razón de ello es que el Señor de las naciones la ha escogido para habitar en ella para siempre.

La salvación de Dios saldrá de Sion hacia su pueblo en una dimensión plena; las ciudades de Judá serán reedificadas, y su pueblo habitará en ella y la poseerá. Es la herencia del Señor para Israel, y solo entrarán en ella los que aman su nombre. Es una ciudad de santidad, en la que no entrará cosa inmunda. El Señor la santifica con su presencia.

Completamos esta serie que enfatiza el libro de Salmos sobre la relevancia de Sion con estos textos: Sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sion, al cual amó. Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre. Eligió a David su siervo… (Sal.78:68-71). Y en otro lugar dice: Su cimiento está en su monte santo. Ama YHVH las puertas de Sion más que todas las moradas de Jacob. Cosas gloriosas se han dicho de ti, ciudad de Dios… Y de Sion se dirá: Éste y aquel han nacido en ella, y el Altísimo mismo la establecerá… Y cantores y tañedores en ella dirán: todas mis fuentes están en ti (Sal.87:1-7).

Una insistencia muy llamativa sobre Sion que no tiene ninguna otra ciudad en el mundo. Dios la ha escogido. La ha amado. Es el monte Moriah donde se ofreció a Isaac. Jacob tuvo el sueño de la escalera celestial. En ella se edificó su santuario. David reinó desde ese lugar. Es un lugar de adoración único para exclamar: Todas mis fuentes están en ti. El Señor habita en Sion.

         La Escritura insiste en la trascendencia de Sion. No hay otra ciudad como esta. Es el lugar de la morada de Dios, desde donde bendice a las naciones.

104 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XIV) – La ciudad del gran Rey

Grande es YHVH, y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo, hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey… La afirmará Dios para siempre… Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte (Salmos 48:1-14)

         Hay un denominador común que se repite como un mensaje bien establecido en los últimos salmos que hemos estudiado: un Rey que reina en Sion sobre todas las naciones. Es un reino cuyo trono está establecido en justicia, paz y bienestar de los pueblos. Su dominio se extiende por toda la tierra bendiciendo a todas sus familias. Esa fue la promesa hecha a Abraham en su llamamiento; aún no se ha cumplido en toda su amplitud, y cada palabra que sale de boca de Dios tiene cumplimiento. Su palabra permanece para siempre. No vuelve a Él vacía sin haber realizado el propósito para el cual ha sido enviada.

Los profetas hablaron de ese día, un día conocido del Señor, para establecer la justicia perdurable en la tierra. ¡En la tierra! El mismo salmista exclama: Hubiera yo desmayado, si no creyere que veré la bondad de YHVH en la tierra de los vivientes (Sal.27:13). Y su exhortación continua: Aguarda a YHVH; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a YHVH (27:14).

Por tanto, hay esperanza. Las tinieblas no prevalecerán; aunque al presente, si es necesario, seamos afligidos en diversas pruebas. Hay un día para la justicia universal. Los ángeles dijeron a los apóstoles que miraban al cielo cuando el Rey partía a la diestra del Padre: este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hch. 1:11). Y lo hará a Jerusalén, la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, el gozo de toda la tierra, la ciudad del gran Rey. Será afirmada para siempre, y los enemigos que se oponen a ella serán derrotados. En ella estará su templo, aunque al presente esa explanada esté usurpada por la abominación del falso profeta.

Toda restauración de los hijos de Israel en su tierra y a su Dios provoca una reacción mundial, religiosa, teológica y política que trastorna y afecta a todos los pueblos, por ello se confabulan viendo en el actual y minúsculo Estado de Israel (en comparación con las 22 naciones musulmanas que la rodean) el motivo de la confrontación que impide la paz mundial. Israel es acusado de perturbador de la paz. Sin embargo, en sus entrañas anida la esperanza de los profetas por el advenimiento del Deseado de todas las naciones; el príncipe de paz.

         La ciudad de Sion, el gozo de toda la tierra, es hoy foco de perturbación mundial, hasta que venga el gran Rey y asiente sus pies sobre ella.

103 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XIII) – Un Rey sobre toda la tierra

Porque YHVH el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra. Él someterá a los pueblos debajo de nosotros, y a las naciones debajo de nuestros pies… Cantad a nuestro Rey, cantad; porque Dios es el Rey de toda la tierra… Reinó sobre las naciones; se sentó Dios sobre su santo trono (Salmos 47:1-10)

          Todas las proclamaciones de reyes son espectaculares. Las ceremonias hechizan a las multitudes. El pueblo se paraliza. Acuden gobernantes de las naciones. Los medios de comunicación despliegan su mejor profesionalidad para dar a conocer al mundo que un rey ha sido coronado. El eco alcanza a  millones en el globo terrestre.

Hoy mismo, mientras escribo estas líneas, se está proclamando al cuarenta y cinco presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump. Y mientras las multitudes expresan sus distintas opiniones y expectativas sobre el futuro gobierno, la Escritura ya ha declarado y anunciado la entronización del Rey sobre toda la tierra. Un Rey al que están sujetas todas las autoridades en el cielo y en la tierra. Un trono de donde emana todo poder y dominio, y del que cuelgan todos los demás poderes. Este Rey someterá a los pueblos debajo de Israel, el pueblo escogido para ser puesto aparte de las demás naciones (Nm.23:9). Una nación que es cabeza de naciones (Jeremías 31:7).

El reinado universal de este Rey está asentado sobre Jerusalén, la ciudad del gran Rey, capital de Israel. Ha sido anunciado y proclamado por los profetas de Dios que anduvieron por la tierra prometida a Abraham y su simiente. Es el Rey de todas las naciones. Todas ellas serán puestas bajo el estrado de sus pies. Su voluntad soberana ha escogido al pueblo de la promesa para que sea su heredad y habitación, el monte de Sion al cual amó. Porque YHVH ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido… Allí haré retoñar el poder de David… a sus enemigos vestiré de confusión, más sobre él florecerá su corona (Sal.132:13-18).

Y aquellos redimidos de entre las naciones mediante el Mesías Redentor, han sido injertados y hechos coparticipes, coherederos y miembros de la familia de Dios, para formar parte de la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios. Es la herencia prometida a Abraham, establecida mediante su simiente, la cual es Cristo, para heredar las naciones y reinar sobre ellas. La alabanza llena su trono. La exaltación es universal. Los reinos han venido a ser del Señor y de su Cristo. Es la coronación del reino de Dios en la tierra. ¡Aleluya!

         Aunque hubo un usurpador, el Rey de toda la tierra está sentado sobre su trono; le esperamos para establecer su reino mesiánico de justicia y paz. 

102 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XII) – La ciudad de Dios

Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida… Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra (Salmos 46:1-11)

         El justo vive por fe. Esa fe de Dios en el corazón del hombre hace posible la fortaleza divina en medio de la debilidad humana, para ver y alcanzar el día cuando el lucero de la mañana salga en nuestros corazones. La fe de Dios en el corazón del hombre ve el triunfo final del rey a quien ama sin haberle visto, pero conoce su victoria final sobre todos los reinos de la tierra para establecer su reino milenial de justica y paz.

Todo ello tiene como colofón la ciudad de Dios, el lugar de su morada, la habitación celestial. Poner la mirada en las cosas de arriba transforma la realidad presente y temporal. Es el lugar de su trono, y la manifestación postrera de su reino en la tierra. Esa realidad también es poner la mirada en las cosas de arriba, de donde emana su gloria manifestada sobre todos aquellos que le aman y forman parte de su reino en la tierra.

Dios habita en medio de su pueblo. No hay mas necesidad de luz, el Señor es su lumbrera. Aquí tenemos nuevamente la Jerusalén celestial que se complementa con los acontecimientos transformadores en la tierra cuando venga para ser admirado por todos aquellos que le esperan. Una ambivalencia que despliega la diversidad de los planes de Dios en su desarrollo amplio y pleno. Esa ciudad no será conmovida. Es un reino inconmovible (Heb. 12:28). Por tanto, tengamos gratitud y sirvamos a Dios hoy con temor y reverencia.

Han cesado las guerras. Es tiempo de paz. Los enemigos han sido derrotados. La quietud se ha impuesto. La aflicción del mundo ha dado lugar a la paz que sobrepasa todo entendimiento. Es la quietud después de una gran batalla. Las naciones se llenan del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar. Regresamos a la comunión perdida en Edén. La exaltación del único Dios se establece en la tierra y los pueblos.

El Mesías es enaltecido en la tierra. Observa: ¡Es enaltecido en la tierra! No estamos hablando de un cielo etéreo. Es sobre la tierra, una tierra regenerada por la justicia de Dios que la hace tan distinta de la que conocemos ahora. Ese es el reino mesiánico del que venimos hablando en parte y solo en parte, porque en parte conocemos, y en parte profetizamos. La fe en el Hijo de Dios vence al mundo y alcanza el siglo venidero.

         Hay una ciudad preparada, con un rey sentado en su trono, habiendo vencido a quienes han luchado contra ella, para ser habitada para siempre.

101 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (XI) – Las bodas del Rey

Dirijo al rey mi canto… La gracia se derramó en tus labios… con tu gloria y con tu majestad… cabalga sobre palabra de verdad… Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo… Está la reina a tu diestra… Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las naciones, por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre (Salmos 45:1-17)

         Tenemos en este salmo todo un canto de la majestad del rey en todo su esplendor; la belleza de su rostro, la entronización en el trono con la reina a su diestra. Creo que fácilmente podemos ver aquí un anticipo de lo que más adelante, en el libro de Apocalipsis, son las bodas del Cordero.

En primer lugar se nos presenta al rey. El más hermoso entre los hijos de los hombres; el postrer Adán que ha venido para recuperar el reino perdido en Edén. Está lleno de gracia; su palabra es verdad, cabalga sobre palabra de verdad, es guerrero victorioso que exhibe toda su gloria y majestad en la batalla. Caen pueblos debajo de él. Sus saetas penetran en el corazón de los enemigos del rey. Porque este rey tiene enemigos que han sido derrotados. Una vez puestos bajo el estrado de sus pies se despliega ante nosotros el trono de justicia eterna.

El rey de las naciones aborrece la maldad y ama la justicia, por ello ha sido ungido para establecer el reino de Dios eternamente y para siempre. Hay una primera fase en la Escritura de este reino que tiene que ver con la manifestación del Mesías en la tierra, en Jerusalén. Luego, una vez ha sido desatado y vencido definitivamente su adversario, se extiende el reino eterno y celestial sobre toda la creación.

Aparece la reina a la diestra del rey con oro de Ofir. Una imagen que nos transporta a las bodas del Cordero, donde su esposa se ha vestido de lino fino, la ciudad celestial, la Jerusalén de arriba vestida de la gloria de Dios para su marido. Encontramos en el libro de Cantar de los Cantares que el amor emana de esta unión entre el rey y la reina. Cuando Juan vio la desposada, la esposa del Cordero, dice que se le mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, teniendo la gloria de Dios, y era semejante a piedras preciosas (Apc.21:9-27).

Es una figura del monte Sion, la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, construida de piedras vivas (Heb.12:22,23). Aquí se superponen la realidad física y la celestial. Es La ciudad que esperaban los antiguos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Recuerda. A ella vienen las naciones para adorar. Cielo y tierra unidos en el propósito de Dios.

         La esperanza del rey victorioso, casado con una reina gloriosa, ya estaba presente en el canto de los salmistas en la antigüedad.

100 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (X) – Paz sobre Israel

El Señor se sentó como Rey cuando el diluvio; sí, como Rey se sienta el Señor para siempre. El Señor dará fuerza a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz (Salmos 29:10,11 LBLA)

          Este salmo es una apelación a tributad al Señor, no en forma de impuesto económico, sino el tributo que reconoce y alaba por su gloria y poder, adorándole en la hermosura de la santidad (29:1,2). Luego se enfatiza la realidad de la voz de Dios sobre las aguas con potencia, con poder, quebrantando los cedros; voz del Señor que derrama llamas de fuego y hace temblar el desierto, desgaja las encinas y desnuda los bosques, anunciando que en su templo todo proclama su gloria (9).

Podemos ver la voz de Dios en medio de las tormentas y los rayos que desmenuzan la tierra mostrando su gran poder, dando paso a la paz en la naturaleza que se aquieta ante la gloria y poder del Todopoderoso. También vemos aquí una metáfora de los tiempos de turbulencia sobre Israel, la persecución sufrida durante siglos, y la edad presente, para penetrar al reposo de Dios en el siglo venidero, es decir, la era mesiánica.

En medio de la tormenta o la paz, el Señor está sentado como Rey, incluso lo estuvo en el diluvio, cuando las aguas cubrieron la faz de la tierra, y un nuevo amanecer tuvo lugar sobre una naturaleza regenerada, una vez el pecado de los hombres quedó oculto por el juicio de Dios.

La tierra de Israel en nuestros días tiene poca paz. Las naciones se han confabulado con la idea de destruirla. Habrá una gran devastación antes de la paz que sobrepasa todo entendimiento para guardar a su pueblo en el shalom del reino mesiánico, y el Rey que ha de venir. Jerusalén es conocida como ciudad de paz. Su nombre significa «ciudad de paz» o «casa de paz». Se nos insta en la Escritura a orar por la paz de Jerusalén (Sal.122:6); lo cual incluye el mensaje de que es una ciudad sometida a gran presión para perturbar su propósito divino. No es la única ciudad necesitada de paz, pero es una de las capitales más afectadas por la presión mundial que ejercen las demás naciones, impulsadas por el príncipe de la potestad del aire que opera sobre los hijos de desobediencia, para llevar a cabo sus planes desestabilizadores.

Hay dos salmos que terminan así: Paz sea sobre Israel (Sal.125:5 y 128:6). Esa paz no es la paz de la ONU. Es la paz asentada sobre la justicia, vinculada al Rey, el príncipe de paz, para que Israel habite seguro, en morada de paz para siempre (Isaías 32:17,18); lo cual nos transporta una vez más al reinado justo del Mesías que ha de venir.

         Después de la tormenta, cuya voz nos recuerda el poder y la gloria de Dios, llega el reino de paz como una bendición para su pueblo Israel.

99 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (IX) – Le adorarán las naciones

Se acordarán, y se volverán a YHVH todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de YHVH es el reino, y él regirá las naciones. Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de él los que descienden al polvo (Salmos 22:27-29)

         Este es uno de los pasajes de la Escritura donde nos encontramos con las dos venidas del Mesías, la primera como Cordero y la segunda como León. Primero como ofrenda y expiación por el pecado, luego para reinar sobre todas las naciones que le rendirán adoración.

Siguiendo con nuestro tema predominante nos centraremos en la segunda venida del Rey de gloria. Hay un tiempo señalado cuando todos los confines de la tierra se volverán al Señor, mirarán a Sion, el lugar de su morada, donde será establecido el trono de David. Habrá una adoración mundial mirando a Jerusalén. El diablo estará atado; la idolatría habrá perdido su fuerza impulsadora. Será un tiempo cuando la gloria del Señor llenará la tierra, como las aguas cubren el mar (Hab.2:14). En Isaías 11:9 se relaciona claramente este tiempo con el reinado mesiánico.

Toda rodilla se doblará. Observa el mensaje del apóstol: Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Fil. 2:9,10). Se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra, y debajo de la tierra. Las naciones le adorarán, todas las familias de las naciones, dice  nuestro texto.

Por tanto, estamos en el reino mesiánico, donde las naciones vienen a adorar a Jerusalén. Recuerda que la bendición de Abraham era para bendecir a todas las naciones y familias de la tierra. ¡Las familias de la tierra! Es un reino en la tierra del que habla la promesa (Gn.18:18; 22:18). (Gn.12:3) (Hch.3:25). Esta promesa no se ha cumplido aún. La tenemos por delante, en el reino venidero.

El apóstol Juan nos dice que en la segunda venida del Mesías el reino viene a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y los veinticuatro ancianos, dijeron: Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar (Apc.11:17 LBLA). Luego añade que las naciones se enfurecieron (18), por tanto, tenemos al Mesías en Jerusalén; su ira ha llegado, su juicio y las recompensas; y de destruir a los que destruyen la tierra. También comerán y adorarán los poderosos de la tierra.

         Está establecido que las naciones adorarán al Rey-Mesías, y lo harán sobre la tierra; todas las naciones, bendecidas por la simiente de Abraham.