En los Salmos (XVIII) – Un pacto para todas las generaciones
Hice un pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones (Salmos 89:3,4)
El Pacto que Dios hizo con la casa de David es un pacto para siempre y por todas las generaciones. Incluye sentar en el trono de Jerusalén a un vástago de la casa de Isaí. Esta promesa que Dios juró a David tiene distintas vertientes que debemos diferenciar para clarificarlo en lo posible. Por un lado, ese pacto estaba vinculado a que los herederos del rey cantor de Israel cumplieran con los requisitos de la ley de Dios, que no se apartaran de ella, de lo contrario serían quitados recibiendo el castigo, como así ocurrió con los reyes de Judá.
Pero el pacto incluye un aspecto que sobrepasa las limitaciones humanas con sus fracasos. Habrá un vástago de la casa de Isaí sobre el que reposará el Espíritu del Señor juzgando con justicia y fidelidad (Isaías 11); su reinado alcanzará un tiempo único en la historia (veremos más detalles cuando entremos en el mensaje de los profetas); un justo que gobernará en el temor de Dios (2 Sam.23:3,4), y que el mismo David pudo saber que no vería corrupción, es decir, no se corrompería, como él y sus hijos lo hicieron.
Tenemos aquí la señal del Mesías que habría de venir para establecer un reino cuyo trono será por todas las generaciones. Los judíos le esperan. Los salmistas anunciaron ampliamente su venida. En la misma cruz, donde el hijo de David sería colgado, se puso el título de su causa, que decía: ESTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS (Mt.27:37).
Este Mesías no concordaba con todos los aspectos profetizados sobre él y fue rechazado por muchos de su pueblo, sin embargo, es el mismo que volverá para heredar el trono de David y establecer su reino milenial. El salmo 89 y el 132 hablan ampliamente de su reinado. Se dice que: nuestro rey es el Santo de Israel (89:18). El cimiento de su trono son la justicia, el juicio, la misericordia y la verdad (89:14). Es el más excelso de los reyes de la tierra (89:27). En él es confirmado el pacto y el trono davídico para siempre (89:28,29,34-36) (Sal.132:10-12).
Este reino tiene una ubicación terrenal y física en Sion, en Jerusalén, donde regresará el Mesías y será aclamado como el bendito que viene en el nombre del Señor, el hijo de David (Mt.23:39). Sus pies serán afirmados en el monte de los olivos (Zacarías 14:4). Allí hará retoñar el poder de David vistiendo de confusión a sus enemigos, más sobre él florecerá su corona (132:17,18). Amén.
La palabra de Dios pactada con David es para todas las generaciones. Su trono florecerá en Sion para siempre y sus enemigos confundidos.