En los Salmos (VII) – Juicio a las naciones
Te has sentado en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones… Ha dispuesto su trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud… YHVH se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó… Levántate, oh YHVH; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti… Conozcan las naciones que no son sino hombres (Salmos 9:4-20)
El Rey del universo ha delegado el gobierno de las naciones a los hombres. Su soberana voluntad escoge, quita y pone más allá de nuestra visión de las cosas. No todo lo compremos en este aspecto siempre complejo de examinar, pero una cosa queda clara en la Escritura: que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres (Dn.4:17). Pero la soberbia del hombre le impide reconocer este hecho; se emancipa del fundamento de su autoridad dando lugar a la arbitrariedad y las injusticias en los gobiernos humanos. Esa actitud da lugar al juicio de Dios sobre los hombres hasta que entiendan que el Altísimo tiene el dominio y que lo da a quien él quiere (Dn.4:25).
El velo que cubre a todas las naciones nos impide ver lo que ocurre detrás de la escena de los gobiernos mundiales (Is.25:7); naturalizamos los sucesos y razonamos con altivez las consecuencias de los hechos históricos. Sin embargo, hay juicios tuyos en la tierra (Is.26:9). Algunos pecados se hacen patentes antes del juicio, pero a otros se les descubren después (1 Tim.5:24).
Está establecido un día en el cual el Señor juzgará al mundo con justicia, mediante aquel varón que resucitó de los muertos (el Mesías que reina en Sion) a quien designó (Hch.17:31). Por otro lado, todas las naciones serán reunidas ante el trono de justicia que estará en Sion, desde donde rugirá, y dará su voz desde Jerusalén (Joel 3:16 y Amos 1:2).
El Señor tiene reservado un día para mostrar a las naciones su pecado y ser juzgadas por sus hechos. No hablamos del juicio final, sino del juicio que tendrá lugar en Jerusalén, donde será establecido el trono de David en la persona del Mesías para implantar la justicia después de haber juzgado a las naciones por el trato dado a Israel (y por añadidura a la iglesia, que hemos sido injertados en los pactos y las promesas dadas a Abraham); porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder (2 Tes.2:1:6,7). Debemos saber que todos compareceremos ante el tribunal.
Las naciones deben comprender que solamente son hombres.