97 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (VII) – Juicio a las naciones

Te has sentado en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones… Ha dispuesto su trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud… YHVH se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó… Levántate, oh YHVH; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti… Conozcan las naciones que no son sino hombres (Salmos 9:4-20)

         El Rey del universo ha delegado el gobierno de las naciones a los hombres. Su soberana voluntad escoge, quita y pone más allá de nuestra visión de las cosas. No todo lo compremos en este aspecto siempre complejo de examinar, pero una cosa queda clara en la Escritura: que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres (Dn.4:17). Pero la soberbia del hombre le impide reconocer este hecho; se emancipa del fundamento de su autoridad dando lugar a la arbitrariedad y las injusticias en los gobiernos humanos. Esa actitud da lugar al juicio de Dios sobre los hombres hasta que entiendan que el Altísimo tiene el dominio y que lo da a quien él quiere (Dn.4:25).

El velo que cubre a todas las naciones nos impide ver lo que ocurre detrás de la escena de los gobiernos mundiales (Is.25:7); naturalizamos los sucesos y razonamos con altivez las consecuencias de los hechos históricos. Sin embargo, hay juicios tuyos en la tierra (Is.26:9). Algunos pecados se hacen patentes antes del juicio, pero a otros se les descubren después (1 Tim.5:24).

Está establecido un día en el cual el Señor juzgará al mundo con justicia, mediante aquel varón que resucitó de los muertos (el Mesías que reina en Sion) a quien designó (Hch.17:31). Por otro lado, todas las naciones serán reunidas ante el trono de justicia que estará en Sion, desde donde rugirá, y dará su voz desde Jerusalén (Joel 3:16 y Amos 1:2).

El Señor tiene reservado un día para mostrar a las naciones su pecado y ser juzgadas por sus hechos. No hablamos del juicio final, sino del juicio que tendrá lugar en Jerusalén, donde será establecido el trono de David en la persona del Mesías para implantar la justicia después de haber juzgado a las naciones por el trato dado a Israel (y por añadidura a la iglesia, que hemos sido injertados en los pactos y las promesas dadas a Abraham); porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder (2 Tes.2:1:6,7). Debemos saber que todos compareceremos ante el tribunal.

         Las naciones deben comprender que solamente son hombres.

96 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (VI) – El rey en Sion (3)

Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; YHVH me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra (Salmos 2:6-8)

         Veamos ahora algunos de los muchos textos donde aparece Sion en la Escritura y tratemos de comprender más ampliamente este concepto bíblico tan relevante. Se dice que Dios habita en Sion (Sal.9:11). Es la ciudad de nuestro Dios, su santo monte, el gozo de toda la tierra, la ciudad del gran Rey (48:2). Aspectos claros de un reino literal en una Sion física cuya justicia y gozo llega a toda la tierra. Es el lugar donde está su tabernáculo y su habitación  (76:2). Está estrechamente ligado a Judá, el monte al cual amó el Señor, eligiendo a David su siervo (78:68-70). Todos los que aborrecen a Sion serán avergonzados y vueltos atrás (129:4,5), una reseña inequívoca al antisemitismo histórico y patológico de los impíos. Dios eligió a Sion, la quiso como habitación para sí, es el lugar de su reposo, en ella habitará porque la ha querido (132:13); y aunque esta verdad contenga aspectos que trascienden al ámbito físico, no lo anulan.

Jesús enseñó a la mujer samaritana que adoraremos al Padre no en el monte Gerizim, ni en Jerusalén, sino en espíritu y en verdad; lo cual, nuevamente no anula la verdad física de nuestra adoración (la iglesia adora hoy en lugares físicos aunque se haga en espíritu y en verdad). Recordemos que los apóstoles seguían acudiendo al templo de Jerusalén para orar, incluso, en el caso de Pablo, para acompañar a quienes habían hecho voto y fue a purificarse con ellos al templo (Hch.21:23,24).

El profeta Isaías nos da una amplísima información de aspectos que están relacionados con Sion, y que no podemos detallar aquí ahora, aunque lo iremos viendo cuando lleguemos a su libro. El profeta nos dice que en el reinado mesiánico el monte de la casa del Señor será exaltado sobre los demás montes, y a él correrán todas las naciones; subirán al monte de Sion, a la casa del Dios de Jacob donde nos enseñará sus caminos; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Adonai (Is. 2:1-4).

Es el tiempo de juzgar a las naciones desde Jerusalén, una era de paz y justicia vinculada estrechamente al reinado del Señor en Sion. Pondré mi rey sobre Sion. Las naciones le serán dadas por herencia, y como posesión suya los confines de la tierra. Algunos la quieren hoy, pero está reservada para el Mesías-Rey en Sion. Está escrito: Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé (Zac. 8:2). El Omnipotente pondrá a su rey en Sion.

         Sion es el epicentro desde donde reinará el Mesías sobre las naciones.

95 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (V) – El rey en Sion (2)

Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; YHVH me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra (Salmos 2:6-8)

         El concepto Sion aparece en múltiples ocasiones en la Escritura y está ligado ampliamente a Israel; especialmente desde los días del reino de David. Aparece también en la Escritura un doble aspecto relacionado con Sion. Por un lado es un lugar geográfico localizado en la ciudad de Jerusalén, la elevación sobre la cual se construyó el templo de Salomón. Por ello se dice en muchas ocasiones que es la morada de Dios, el lugar desde donde se establecerá el gobierno justo del Mesías a todas las naciones. Por el otro nos encontramos que Sion es también una figura de la ciudad celestial que desciende del cielo, la esposa del Cordero, que aparece en el último libro de la  Biblia.

Por tanto, estamos ante uno de esos conceptos que debemos comprender bien para no errar a la hora de interpretar correctamente los mensajes que aparecen relacionados con Sion en el libro de Salmos y los escritos de los profetas.

Hay que recordar, una vez más, que la iglesia, mayoritariamente, ha espiritualizado los términos y lugares físicos de la Escritura, olvidándose de la realidad geográfica. Dios es el autor de la materia. Ha dado la tierra a Israel. En ella puso su templo y el lugar de adoración.

Por otra parte, tenemos que el reino de Dios se acercó a los hombres en la persona del Mesías en su primera venida. Un reino no de este mundo, lo cual no anula el mensaje de los profetas de un reino mesiánico en la ciudad de Sion, desde donde se anuncia el gobierno de un justo que ha de reinar sobre los hombres (2 Sam.23:3,4). Ese reinado es literal y no solamente espiritual; aún no se ha producido, pero tomará forma cuando aparezca el Deseado de todas las naciones para establecer su reino en Jerusalén y bendecir a todas las naciones.

La teología del reemplazo ha hecho desaparecer a Israel de la escena histórica y profética hasta la llamada gran tribulación, en la que se dice entra de nuevo en la escena mundial. Es lo que se conoce como dispensacionalismo, una teología de los últimos tiempos que no comparto en muchos de sus extremos. Esta teología paraliza «caprichosamente» el reloj profético de Dios, para activarlo de la misma forma una vez la iglesia ha sido arrebatada. Los textos son testarudos como iremos viendo en nuestro recorrido.

         Aunque Sion es un concepto muy amplio, no anula la verdad literal.

94 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (IV) – El rey en Sion (1)

Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; YHVH me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra (Salmos 2:6-8)

         Sion es un monte elevado en la ciudad de Jerusalén. En la antigüedad era una fortaleza jebusea que fue conquistada por el rey David, por ello vino a llamarse «la ciudad de David». En la Escritura tiene un significado muy amplio. En ocasiones Sion hace referencia a toda la ciudad de Jerusalén. Fue el promontorio sobre el que se edificó el templo de Salomón. Sion es un símbolo especial en la historia de Israel hasta nuestros días. De él viene el término sionismo, que ha significado en la historia reciente un movimiento de retorno a la tierra de los padres.

Sion también tiene un significado espiritual. Como en muchas ocasiones en la Escritura, hay conceptos que contienen dos dimensiones, una física y otra trascendente que supera el ámbito natural para adentrarse en la esfera espiritual. De este modo podemos decir que Sion representa también el grupo pequeño que Dios usa para bendecir a las multitudes. Es el remanente fiel. Representa a los valientes de vanguardia en la lucha por establecer el reino de Dios en la tierra. En la carta a los Hebreos se le identifica con la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios vivo (Heb.12:22).

Todo ello nos debe llevar a concluir que estamos ante un concepto bíblico con dos acepciones superpuestas y complementarias. Por un lado un lugar físico, identificado con la ciudad de Jerusalén, capital de Israel, y donde el Rey de gloria, el Mesías que ha de venir a reinar, pondrá su trono en la era  mesiánica. Por el otro, Sion nos introduce en una esfera supra natural que traspasa el ámbito terrenal para alcanzar cotas celestiales. En el salmo que estamos viendo Sion es el monte o elevación en la ciudad de Jerusalén donde el Omnipotente pondrá a su rey. En muchos lugares de la Escritura se establece un vínculo entre este lugar y la morada de Dios. Fue donde estuvo el templo.

En la actualidad existe una lucha encarnizada por la capitalidad de Jerusalén, y el llamado monte del templo, donde hoy existen dos mezquitas. Pero está escrito que el rey vendrá a Sion y desde ese lugar gobernará sobre todas las naciones de la tierra. Lo hará con vara de hierro sobre quienes no admitan amonestación ni sean prudentes. En la era mesiánica los gobernantes de las demás naciones servirán a YHVH con temor de Dios. Veremos más aspectos de Sión.

         El Mesías-Rey reinará desde Sion; las demás naciones le serán dadas como herencia, y establecerá su gobierno justo en la tierra desde aquel lugar.

93 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (III) – Introducción (3)

Cantad alegres a YHVH, toda la tierra; levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos. Cantad salmos a YHVH con arpa; (Salmos 98:4,5). A mi Dios cantaré salmos mientras viva (104:33). A ti cantare salmos entre las naciones (108:3). Alaba a JAH, porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios (147:1). Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya (150:6).

         Los salmos nacieron en una atmósfera de adoración y exaltación profética; por ello tenemos que la letra inicialmente fue concebida para adorar al Señor, al Dios de Israel. Contienen expresiones altamente elocuentes del alma a su Hacedor, y también mensajes divinamente inspirados que revelan los propósitos del Eterno.

La fecha en la que fueron compuestos es un periodo de mil años. Desde Moisés (1400 a.C.), hasta Esdras (400 a.C.). Aunque la mayoría se escribieron en unos trescientos años, los que van desde el rey David al rey Ezequías (1000-700 a.C.).

Sus autores fueron diversos. Se atribuyen 73 salmos a David. 12 a Asaf. 10 a los hijos de Coré. 2 a Salomón. 1 a Moisés, Etán, Hemón y Esdras. Los 49 restantes son anónimos. El título procede de la Biblia de los LXX, conocida como la Septuaginta, donde aparece del latín Psalmoi, o Salterio. La Biblia hebrea utiliza el término Tehillim, que significa «Alabanza»; y en la literatura rabínica se denomina Seper Tehillim, que significa «Libro de Alabanzas».

A lo largo de sus ciento cincuenta salmos nos encontramos con textos muy relevantes de la primera y segunda venida del Mesías. En los próximos capítulos veremos los relacionados con el reino milenial, en los que apreciaremos una profusión de datos sobre la esperanza mesiánica. Esperanza que Israel mantenía en los días de la primera venida del Mesías.

Por otro lado, debemos destacar, una vez más, el error que a menudo se ha cometido espiritualizando algunos mensajes proféticos, olvidando el aspecto literal y físico. En ocasiones se sustituye Israel, Sion y Jerusalén por la iglesia, herencia nociva de la teología del reemplazo. Nosotros no lo haremos. Ciertas interpretaciones caprichosas que enfatizan el juicio para Israel y bendiciones para la iglesia debemos evitarlas. Los redimidos de las naciones hemos sido injertados en Israel, a través del Mesías, y por él somos participantes de la historia, las promesas y exhortaciones anunciadas en este libro. Veamos la esperanza mesiánica ampliamente anunciada en los Salmos; un escrito muy amado por la mayoría de los hijos de Dios de manera especial.

         El libro de Salmos contiene mucha revelación del Mesías, en su primera y segunda venida. Haremos un recorrido por el anunciado reino mesiánico.

92 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (II) – Introducción (2)

Entonces él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a  mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo? (Lucas 20:41-44)

         El Mesías de Israel, aunque es hijo de David, según la carne, es anterior a él, «porque era primero que yo»; como diría Juan el Bautista (Jn.1:15). En la Escritura encontramos al Hijo de Dios en diferentes lugares, no siempre de forma explícita, en ocasiones en figura, también a través de personas que son tipo de él, en quienes se pueden ver aspectos de su carácter y misión; uno de ellos es el propio David.

Los evangelios están llenos de exclamaciones de diferentes personas en las que Jesús es llamado Hijo de David. Una mujer cananea clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! (Mt.15:22). Dos ciegos que estaban sentados junto al camino que va de Jericó a Jerusalén, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¿Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! (Mt.20:30). Cuando el Maestro entró en la ciudad de Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! (Mt.21:9). Esto indignó a los principales sacerdotes y los escribas, viendo a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!

Todos ellos eran conscientes de las palabras del profeta Isaías cuando afirmó el pacto contraído con Israel, y las  misericordias firmes a David (Is. 55:3). Por ello clamaban las multitudes: «Jesús, Hijo de David; ten misericordia de mí». Veían en Jesús el cumplimiento de lo anunciado por el profeta. Habían visto las maravillas que había hecho durante varios años en toda la tierra de Israel.

El libro de Salmos recoge gran parte de la similitud que existe entre el personaje histórico de David, el rey de Israel, y la persona de Jesús. En este libro se menciona una buena porción del ministerio profético anunciado que se cumple en el Mesías que había de venir. En Salmos nos encontramos con las dos venidas de Jesús a la tierra; la primera para redimir espiritualmente de los pecados del pueblo; y la segunda para redimir la nación de la opresión de las naciones, estableciendo un reino universal desde Jerusalén. Jesús lo anunció cuando habló sobre Jerusalén en los días en que no conocieron su visitación; y la siguiente cuando le reconocerán, y dirán: Bendito el que viene en el nombre del Señor (Mt.23:39).

         En los días de su carne, el Mesías fue invocado como el Hijo de David, reconociendo en ello las misericordias anunciadas por el profeta Isaías.

91 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Salmos (I) – Introducción (1)

Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían… Y les dijo: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos (Lucas 24:27, 44)

         Las Escrituras dan testimonio de Jesús (Jn.5:39). En él habita corporalmente  toda la plenitud de la Deidad, y de su plenitud tomamos todos, gracia sobre gracia. El Hijo de Dios es la plenitud de todas las cosas. Es la imagen del Dios invisible. Es el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Es el motivo por el cual Dios hizo todas las cosas. La imagen misma de su sustancia. Quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder; el que llevó a cabo la purificación de nuestros pecados, para después sentarse a la diestra de la Majestad en las alturas, esperando hasta que sus enemigos sean puestos bajo el estrado de sus pies (Heb. 1:3) (Sal.110:1).

Jesús mismo enseñó que debemos escudriñar las Escrituras, porque ellas son las que dan testimonio de él. Lo hacen en su primera y en su segunda venida. Toda la sabiduría y revelación está reunida en él. Es el único que puede abrir el libro sellado, escrito por dentro y por fuera, que contiene los sellos, las trompetas y las copas de ira que consuman el plan de Dios (Apc.5:1-3). Nadie podía abrir este libro, pero «he aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos» (5:5).

La Escritura habla de todo el consejo de Dios que podemos resumirlo en Cristo, el Mesías-Rey, él es la plenitud, todo el consejo de Dios, en él está concentrada toda la revelación de Dios, no solo de su primera venida para redimir del pecado, sino también de su segunda venida para reinar en gloria desde Jerusalén. Debemos proclamar el evangelio que anuncia perdón de pecados en su nombre, y también su venida postrera para reinar en Sión.

Lo que nos proponemos a partir de ahora en nuestro recorrido acerca del reino mesiánico es escudriñar las Escrituras que anuncian su segunda venida para establecer justicia en las naciones desde Jerusalén; ser el heredero del trono de David, y constituir las condiciones de gobierno nunca antes vista en la historia de la humanidad. Todo ello como anticipo de la eternidad, cuando entregue el reino a Dios el Padre. Iniciaremos nuestro recorrido por el libro de Salmos y continuaremos por los profetas. Lucas nos dice que debe cumplirse todo lo que está escrito de él en los salmos.

         Hay salmos mesiánicos que anuncian la primera venida de Jesús, y hay otros que revelan su reino mesiánico postrero. Todo ello habrá de cumplirse.

90 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (XVII) – La añoranza del reino davídico (2)

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David(Mateo 1:1). Pablo, siervo de Jesucristo… apartado para el evangelio, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne (Romanos 1:1-3)

         Después de cuatrocientos años entre el mensaje del último profeta del Antiguo Testamento, y el primer evangelio del Nuevo, nos encontramos con la genealogía de Jesucristo como hijo de David. La primera referencia que tenemos en el Nuevo Testamento acerca del Mesías le vincula con la descendencia de David, por tanto, debemos entender que el autor piensa en el pacto hecho por Dios con la casa de David, que de su descendencia se levantaría uno que no vería corrupción y establecerá el reino largamente anunciado.

La iglesia ha perdido esta verdad. La teología del reemplazo ha borrado gran parte del mensaje anunciado por los profetas, y centrándose en la redención espiritual de Jesús (anunciada por los mismos profetas) ha obviado los aspectos literales y físicos de su reino porque están focalizados sobre Israel y la tierra prometida a Abraham.

Cuando apareció el Mesías, llegado el cumplimiento del tiempo, el pueblo asentado en tinieblas vio una gran luz. Fue anunciado por ángeles a una virgen, a los pastores de Israel, proclamado por Simón y Ana, ancianos que esperaban la consolación y redención de Israel, y todos ellos nutrían esa esperanza en las palabras anunciadas por los profetas que ahora se cumplían en su primera parte, delante de ellos.

La expectativa era grande. Una y otra vez se anunció que Jesús era el hijo de David, y eso significaba que era el heredero del trono anunciado al vástago de Isaí. Una y otra vez le invocaban como: «¡Señor, Hijo de David!» (Mt.15:22; 20:30,31; 21:9,15; 22:42), precisamente en el evangelio de Mateo, dirigido especialmente a los hebreos.

El mismo apóstol Pablo, al inicio de su carta más teológica, la de Romanos, comienza identificando a Jesús como descendiente del linaje de David, a la vez que Hijo de Dios. No podemos ignorar este hecho, y menos aún justificarlo con argumentos de que Israel pensaba en un Mesías político. Esa argumentación es muy simple, y se aleja de la mentalidad hebrea impregnada de la Escritura.

Otra cosa es el velo y misterio que cubrió a la segunda generación de cristianos; sin embargo, los discípulos directos del Mesías, todos ellos judíos, si le reconocieron como tal. Haremos un recorrido por las Escrituras hebreas, (salmos y profetas), descubriendo el mensaje del reino mesiánico y milenial. Una verdad olvidada por gran parte de la iglesia de hoy.

         Veamos la esperanza mesiánica heredera de Israel y sus profetas.

89 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (XVI) – La añoranza del reino davídico (1)

Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya del tercer día que esto ha acontecido (Lucas 24:21)

         La historia antigua y bíblica de Israel dejó una huella imborrable en su conciencia. La idolatría que los llevó a Asiria y Babilonia fue erradicada en el regreso a Judea en los días de la restauración. Cometieron otros errores, pero el levantamiento de ídolos de las ciudades vecinas fueron combatidos con verdadero tesón, de tal forma que el profeta Oseas anunció un tiempo cuando quitaré de su boca los nombres de los baales, y nunca más se mencionarán sus nombres (Os.2:17) (Sal.16:4).

Por otro lado, la conciencia de pueblo del pacto quedó impregnada de la esperanza del reino mesiánico, el prometido reino del trono de David. La literatura posterior al exilio babilónico tendrá un énfasis marcado sobre la esperanza escatológica, con Israel como centro de todas las naciones.

Esa esperanza fue anunciada en el libro de los Salmos, y también por los profetas, por tanto, no estamos hablando de una tradición religiosa sin fundamento, sino de una esperanza anunciada desde la fundación del mundo.

Como hemos visto en nuestro breve recorrido por la historia de Israel, todo su devenir está marcado por la esperanza mesiánica que desemboca en un tiempo de justicia social, paz y bienestar mundial, con Jerusalén como centro desde donde el Mesías reinará sobre todas las naciones.

Es una esperanza física y terrenal, focalizada en la tierra prometida a Abraham, y sellada en el pacto que Dios hizo a David de que de su descendencia levantaría a uno cuyo reino no tendría fin. Se trata de la redención anunciada para un pueblo acostumbrado, primero a la esclavitud en Egipto, después a tiempos de libertad, para caer de nuevo en opresión por sus pecados, esperando la redención definitiva que salvará a Israel de sus pecados, y recuperará el propósito original de ser un reino de sacerdotes y gente santa.

Esa misma esperanza de redención seguía vigente en los días cuando el Mesías apareció en Galilea, Judea y Samaria. Incluso después de su muerte y resurrección los discípulos que habían estado con él esperaban la redención de Israel. Fue lo que dijeron los dos discípulos que caminaron junto a Jesús en camino a Emaús. Jesús fue anunciado como el hijo de David, el heredero del trono que había sido prometido, por ello, sus discípulos esperaban la redención anunciada por los profetas.

         La añoranza del reino mesiánico que recorre toda la historia de Israel no es un mito, está fundamentada sobre el mensaje de los profetas y salmistas.

88 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (XV) – El mensaje de los profetas

Y les envió profetas para que los volviesen a YHVH, los cuales les amonestaron; más ellos no los escucharon (2 Crónicas 24:19)

         Hay un patrón que predomina en las Escrituras de forma repetitiva: cuando el hombre o el pueblo de Dios se apartan de sus caminos y el pacto, el Señor envía profetas para hacerlos volver del error de su camino. Si vuelven, mediante el arrepentimiento y la fe reactivada de nuevo, salvarán de muerte el alma y cubrirán multitud de pecados (Stg.5:19,20).

Cuando Israel se apartó del pacto que hizo con David, Dios les envió profetas para que volvieran a la cordura de la ley y los límites de la bendición del Shaddai, recuperando así el propósito de sus vidas y los objetivos que debían cumplir. Más ellos no escucharon.

El profeta Jeremías, viviendo en un tiempo de profunda apostasía y decadencia, llamó al pueblo a pararse en sus caminos y preguntar por las sendas antiguas, regresar al camino, andar por él y hallar descanso para sus almas; pero dijeron: no andaremos (Jer.6:16). Luego les exhortó a que escucharan la voz de sus atalayas que los avisaban del peligro inminente que los amenazaba. Y dijeron ellos: No escucharemos (6:17). Es la triste historia del Israel antiguo. Pero no seamos arrogantes, sino temamos, porque si ellos no obedecieron, nosotros tampoco.

El corazón del hombre engañoso se endurece con demasiada facilidad; incluso después de un tiempo de paz y prosperidad. La memoria enfermiza de un corazón engañado lleva una y otra vez a las naciones a cometer los mismos errores.

El libro de Apocalipsis, después de mostrar el juicio de Dios mediante los sellos y las trompetas y antes de las copas de ira finales, contiene un mensaje diciendo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (Apc.10:11). Parece dar a entender el contexto que después del milenio hay un tiempo cuando es necesario volver a profetizar a las naciones para que vuelvan al Dios de Israel, escapando así de la ira venidera. Sea o no así, el denominador común es que el Señor nos habla mediante sus profetas para regresar a la seguridad de la obediencia, penetrando en los límites de su cobertura donde el diablo no puede alcanzarnos.

Hoy vivimos en ese tiempo. Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Heb. 1:1,2). Vivimos en la antesala del reino mesiánico, y debemos oír su voz si queremos entrar en su reposo.

          Aprender a oír bien encaminará nuestras vidas hacia la paz del reino; pero endurecer nuestros corazones nos conduce a destrucción repentina.