184 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (IV) – Excluidos     

Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos (Lucas 13:28)

         El día de la ira de Dios es el día más terrible de la historia de la humanidad. Y no lo será solamente por los sucesos que acontecerán en él, sino por los acontecimientos que quedarán establecidos para toda la eternidad. No es solamente cosa de un día, un momento, y nada más. Eso ha ocurrido anteriormente mediante los tiempos de juicio que Dios ha enviado a la tierra en diversos períodos. Después de la ira venidera quedarán establecidos unos parámetros eternos para quienes han despreciado la salvación que Dios ha preparado ante todas las naciones.

El hombre ha sido hecho un ser responsable, y estará frente a las consecuencias de sus propias decisiones. El rechazo del día de la gracia dará lugar al día de la ira. Juan dice con claridad que, el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Jn.3:36).

La realidad de quienes rechazaron la bondad de Dios es ser excluidos de la presencia de Dios; y esa posición será definitiva y eterna. Pablo lo expresa con claridad, cuando dice: los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2 Tes.1:9). La pena será eterna. La exclusión no tendrá retorno. Su morada será en las tinieblas de afuera (Mt.8:11,12; 22:13 y 25:30). Apresados en tinieblas, lejos de la presencia de Dios y la gloria de su poder.

Además podrán ver en ese estado a los hijos del reino disfrutando de las glorias venideras que en nosotros han de manifestarse (Rom.8:18). Todo ello dará lugar a un llanto continuo y un crujir de dientes que anuncia el remordimiento corrosivo de haber escogido mal, la peor decisión que un ser humano puede tomar conscientemente. Esa consciencia será un tormento punzante que golpeará como aguijón el alma ya de por sí atormentada.

Los excluidos podrán ver a los patriarcas y los profetas, seguramente recordando que un día rechazaron su testimonio de fe y vida. Como el caso del rico vestido de púrpura, plenamente consciente de su tormento por no haber creído a los profetas de Dios. Este hombre descuidado de su alma eterna mantuvo una conversación con Abraham pidiendo que fueran a la casa de su padre para testificar a sus hermanos, a fin de que no vinieran ellos también a ese lugar de tormento. La respuesta de Abraham fue: A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos (Lc.16:27-31).

         La ira venidera no acaba el día cuando se manifiesta, sino que se consolida con la exclusión eterna de la presencia de Dios y su poder.

183 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (III) – El fin del siglo                                                     

Así será al fin del siglo; saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13:49,50)

         La Escritura no enseña explícitamente las llamadas dispensaciones. El lenguaje bíblico habla del presente siglo malo, y el siglo venidero; el tiempo presente y la gloria postrera. En diferentes lugares se nos habla del siglo venidero que comienza con el día postrero. Un día que da lugar a una nueva era, un nuevo siglo, el siglo venidero.

En ese día postrero hay una convergencia de sucesos. No creo que haya que identificar ese día como de veinticuatro horas, sino un día que da lugar a un nuevo amanecer, donde no habrá sol, ni luna, por tanto, no habrá tiempo, sino un presente continuo, el día de la eternidad (2 P.3:18). En nuestro texto Jesús habla del fin del siglo, se refiere al presente siglo malo (Gá. 1:4), la edad presente.

En ese día hay una diversidad de sucesos que tienen lugar. En primer lugar tenemos la venida del Señor (Mt.24:3). Es el día del juicio del mundo (Hch.17:31). El juicio de las naciones (Mt.25:31-34). Y de Babilonia (Apc.16:19). Es el día para heredar el reino (Mt.25:34). También para ser echados en el horno de fuego, donde será el lloro y crujir de dientes (Mt.13:49,50). Es el día de la resurrección (Jn.6:39,40). De las recompensas (2 Co.5:10) (Apc.22:12). Es cuando los reinos de este mundo vienen a ser de nuestro Señor y de su Cristo (Apc.11:15). También es el día de la ira venidera (Apc.11:18). Y cuando los que vivan sobre la tierra serán arrebatados juntándose con los muertos en Cristo que vendrán con él, para recibir al Señor en el aire (2 Tes.4:15-17).

Todo esto, y mucho más, sucederá en el denominado día postrero, en el fin del siglo, cuando culmine la edad presente. Todo ello forma parte de un acontecimiento múltiple final. Es la llegada del reino mesiánico a la tierra para establecer su trono en Jerusalén. No puede ser un día de veinticuatro horas, pero el programa de Dios tiene un comienzo y se encamina hacia un final. Jesús es el Alfa y la Omega, principio y fin.

La historia bíblica es lineal. Los discípulos preguntaron a Jesús: ¿Cuándo serán estas cosas, y que señal habrá de tu venida y del fin del siglo? (Mt.24:3). Observa la diferencia entre tu venida y el fin del siglo. Este texto parece incluir la idea de sucesos separados. Es un tema complejo. Un puzle sin completar. Solamente pretendo reseñar textos sin una postura definitiva en cuanto al orden de los acontecimientos finales.

La ira de Dios tendrá lugar al final del presente siglo malo, el fin del siglo, para entrar en la potencialidad del siglo venidero (Heb.6:5).  

182 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (II) – Ha llegado   

… Y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6:16,17)

         Dice el necio en su corazón que no hay Dios. Si no hay Dios, tampoco hay que dar cuenta de nuestros hechos. No hay juicio, por tanto, comamos y bebamos, que mañana moriremos. Sin embargo, el final del discurso del predicador fue este: Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos… Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Ecl.12:1,13,14).

Siglos más tarde del discurso de Salomón, el apóstol Pablo subió al Areópago de Atenas, la cuna de la filosofía y el saber de Grecia, para dar otra disertación introduciendo algunos elementos nuevos. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos (Hch.17:30,31).

Pues bien, el varón al que se refería el apóstol aparece ahora en el libro de Juan como el Cordero al lado del que está sentado en el trono, lleno de ira. Porque el día de su ira ha llegado.

Dios permitió un tiempo en el que pasó por alto la ignorancia y los pecados pasados, pero ahora envía un mensaje de arrepentimiento y gracia para poder escapar de la ira venidera. Los que reciben la abundancia de su gracia y el don de la justicia son llamados a reinar con Cristo, pero quienes lo rechazan se encuentran en nuestro texto buscando la muerte porque ha llegado el gran día de la ira de Dios, ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Dice la Escritura que hoy es día de salvación. Mañana llegará la ira justa de Dios contra la impiedad de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Hoy tenemos gracia. La puerta está abierta. Jesús es el camino de entrada. Podemos escapar, como lo hizo Lot de Sodoma, pero no sus yernos (Gn.19:14). También hubo una puerta abierta en el arca durante cien años, pero llegó el día cuando se cerró y quienes se burlaron de Noé como pregonero de justicia (2 P.2:5) quedaron fuera a merced de la ira de Dios manifestada a través del agua. Queda un día único por delante, el día de la ira de Dios que llegará inexorablemente.

         Hay un día señalado para la llegada de la ira de Dios; aún hay gracia para que puedas escapar de ella entrando en Jerusalén.

181 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (I) – Para los hombres impíos                                       

… Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos (2 Pedro 3:7)

         Hemos dicho en nuestra anterior meditación que la maldad tiene un recorrido que se inició en Edén y se extendió rápidamente, de tal forma que Dios envió un juicio directo sobre todos los seres vivientes en la época de Noé. Luego se comenzó de nuevo. La tierra había experimentado una regeneración por agua. El hombre iniciaba así una nueva andadura después del juicio.

Pronto se juntaron en la llanura de Sinar para oponerse a la voluntad de Dios. El Señor envió otro juicio, en esta ocasión para confundir las lenguas y hacer que los hombres se extendieran por la faz de la tierra. Desde entonces la maldad ha ido en aumento constante. Cada generación ha tenido su porción de iniquidad.

Cuando el pecado llega a límites insoportables se hace inevitable el juicio de Dios sobre la maldad del hombre. Luego surgen tiempos de restauración. Así hasta la recta final de la iniquidad, donde, como dijo Jesús, en el final de los tiempos habrá un aumento de la iniquidad que dará lugar al juicio definitivo de Dios sobre esta tierra. Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará (Mt.24:12).

La maldad recorre un camino inverso al de los justos. Dice el autor de Proverbios que la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Pr.4:18). Por su parte la maldad recorre un camino hasta el día del juicio y la perdición de los hombres impíos.

El justo, que anda por el camino angosto, va creciendo en gracia hasta alcanzar la plenitud en Cristo. Los nuevos cielos y la nueva tierra en los cuales mora la justicia. Por otro lado, la maldad de los cananeos no había llegado hasta el colmo en días de Abram, pero fue creciendo su pecado hasta alcanzar el día del juicio de Dios, siendo echados fuera de la tierra, y recibiendo el castigo debido a su extravío.

Hay un día señalado para la ira de Dios. Cuando su paciencia se agota y el juicio final lleva a la conclusión del tiempo presente, el presente siglo malo, dando lugar al siglo venidero, la redención final de nuestros cuerpos. Dos destinos distintos que se manifiestan con claridad en la Escritura. En los próximos y últimos capítulos de esta serie veremos en qué consiste la ira de Dios y cómo se consumará definitivamente tal y como ha sido anunciada.

         La Maldad y la Justicia; los impíos y los justos; hacen un recorrido ascendente y progresivo hasta su culminación final. Los primeros para juicio y condenación, los segundos para heredar la salvación preparada por Dios.

180 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXIX) – Regreso a Sinar                                                    

Ésta es la iniquidad de ellos en toda la tierra. Y he aquí, levantaron la tapa de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. Y él dijo: Ésta es la Maldad; y la echó dentro del efa… Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa? Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base (Zacarías 5:5-11)

         Esta visión del profeta Zacarías nos muestra el destino final de la Maldad. La Escritura comienza con la entrada del pecado en el mundo a través de un hombre, y por el pecado la muerte. Ese pecado se desarrolla a lo largo del contenido bíblico hasta el momento cuando es quitado en un solo día (Zac.3:9). Ese día fue el de la redención llevada a cabo por el Mesías en la cruz del calvario. La sangre de Jesús derramada para la remisión de los pecados. Esta es la buena nueva del evangelio. En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Ef.1:7).

El pecado es perdonado mediante la obra redentora del Salvador del mundo, pero su efecto sigue operando sobre el cuerpo pecaminoso y carnal, sujeto a la muerte, hasta el día de la redención final; cuando el postrer enemigo, la muerte, sea derrotado.

Y como el aguijón de la muerte es el pecado (1 Co.15:56), tiene que haber un día cuando el pecado (maldad) es quitado de la tierra dando lugar al día postrero, el siglo venidero. Bien. Ese momento es el que vio el profeta Zacarías. Vio como la Maldad era echada dentro de un efa (recipiente de 35 litros); sobre ella una mujer sentada (que recuerda a la mujer voluptuosa de Apocalipsis que representa a Babilonia). Dos mujeres alzaron el efa entre la tierra y los cielos. El profeta preguntó donde llevaban el efa, la respuesta fue que a una casa edificada en la tierra de Sinar.

Recordemos que fue en Sinar donde los hombres se juntaron bajo el liderazgo de Nimrod, edificaron una ciudad y una torre en oposición a Dios, y de allí se extendió el paganismo y la idolatría a todas las naciones. Hemos hecho en esta serie un recorrido muy amplio de esa influencia. Fue en ese mismo lugar (Edén-Oriente-Babilonia) donde se originó la rebelión del hombre. La Maldad ha recorrido todas las naciones. Ha producido muerte y destrucción a su paso.

También ha llegado a todas las naciones el mensaje libertador de la Maldad: el evangelio de Jesucristo. La Maldad regresa a su lugar de origen: la llanura de Sinar. Parece que el pecado ha culminado su recorrido, una nueva era comienza.

         La maldad que anida en el corazón del hombre tiene un recorrido: desde Edén hasta la llanura de Sinar, dejando a su paso muerte y destrucción, que ha sido vencida en la cruz del Calvario.

179 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXVIII) – Hipócritas (7)                                                    

¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno (Mateo 23:33)

         Cuando llegamos al capítulo veintitrés del evangelio de Mateo nos encontramos con el discurso más duro que Jesús realizó a lo largo de su ministerio. La hipocresía de quienes representaban el legalismo religioso más estricto de la época atrajo las críticas más feroces del Maestro. En su origen fueron «los separados», significado de fariseos. Surgió como respuesta a la asimilación helenista, pero derivó paulatinamente en un legalismo religioso exacerbado que debe hacernos reflexionar.

En nuestro texto se les llama generación de víboras, sin escapatoria de la condenación del infierno. Antes el Maestro había denunciado su actitud por no entrar en el reino y no dejar entrar a los que estaban entrando (23:13). Se habían convertido en piedra de tropiezo. Devoraban las casas de las viudas y como pretexto hacían largas oraciones (23:14,15). Diezmaban la menta, el eneldo, y el comino, pero abandonaban lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe (23:23). Su ceguera les llevaba a colar el mosquito, y tragarse el camello (23:24), poniendo el énfasis en lo intrascendente y tragándose los aspectos relevantes de la ley de Dios. En palabras del profeta Miqueas: hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante Dios (Miq.6:8).

Ponían su atención en el cumplimiento nimio de los aspectos externos de la ley, como limpiar lo de afuera del vaso y del plato, pero por dentro estaban llenos de robo e injusticia (23:25). Se olvidaban que la contaminación no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella, porque sale del corazón: malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias; esas cosas son lo que verdaderamente contamina al hombre (Mt.15:17-20).

Jesús también los llamó sepulcros blanqueados, por fuera se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de inmundicia y huesos de muertos (23:27). Exteriormente se mostraban justos delante de los hombres, pero por dentro estaban llenos de hipocresía e iniquidad (23:28). Según la afirmación de Jesús, que conoce el corazón de los hombres, tenían muy difícil escapar de la condenación del infierno (23:33).

Estas palabras son una advertencia para todos nosotros. Caer en el legalismo religioso puede ser muy fácil si en nuestro corazón hemos anidado la hipocresía. Por eso, sobre toda cosa guardada, guarda el corazón, porque de él mana la vida (Pr.4:23). Jesús es nuestro libertador.

         La hipocresía constituye un verdadero enemigo de la vida espiritual que libera el legalismo y la dureza del corazón que conduce a la condenación.

178 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXVII) – Hipócritas (6)                                                      

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros (Mateo 23:15)

         Podemos reproducirnos en otros para vida o para muerte. Una vez más vemos que la enseñanza de Jesús pone énfasis en la responsabilidad que contraemos con los demás mediante nuestras acciones u omisiones.

Todos somos herederos de una vana manera de vivir que hemos heredado de nuestros padres y la sociedad en la que hemos crecido. Luego podemos cambiar ese rumbo mediante la redención que hay en Cristo Jesús. Porque Jesús ha venido a enderezar lo torcido. Juan el Bautista vino para allanar el camino del Señor en nuestras vidas mediante un bautismo de arrepentimiento.

Por tanto, llega el momento cuando somos responsables de nuestras propias decisiones. Hay un tiempo para ser llevados por ayos-pedagogos, ese fue el propósito de la ley (Gá.4:1-7). Pero en Cristo ya no somos esclavos de la naturaleza pecaminosa heredada de los padres, sino que somos hijos de Dios, con una nueva naturaleza, para glorificar a nuestro Padre que está en los cielos.

Ahora bien, hay influencias que pueden determinar nuestro destino. Existen experiencias que pueden marcar nuestras vidas para siempre. Esa era una de las actitudes que el Maestro reprochó con dureza a los fariseos. Recorrían tierra y mar para hacer un prosélito, y una vez conseguido lo hacían dos veces más hijo del infierno que ellos mismos. Increíble. Todo un esfuerzo monumental para atar a una persona al mismo infierno.

Piensa. Podemos desplegar un activismo evangelístico que esconda un poder hechicero de tal forma que lleve a multitudes al abismo. Hay líderes de sectas que trabajan más duro que cualquier pastor del evangelio para conducir a las masas hasta las mismas entrañas del infierno.

Observa lo que dice Jesús: «lo hacéis». Líderes y maestros falsos que atan a las personas a sí mismos de tal forma que sus vidas quedan ligadas a ellos en una carrera al precipicio. Debemos recordar siempre que nuestra influencia en otros no debe ser motivo de hechicería (creando lazos y ataduras) sino de liberación.

No pertenecemos al hombre. Los hijos de Dios han sido comprados por precio para no hacerse esclavos de los hombres, ni siquiera del pastor de la iglesia. Hay un tiempo para guiar, llevar, conducir, y siempre ser modelo para que otros alcancen la madurez en Cristo, dependiendo de él y no de un líder carismático (Ef.4:11-16).

         El carisma de un líder no es para atar a las personas a sí mismo, sino para llevarlos a la madurez en Cristo cumpliendo su voluntad.

177 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXVI) – Hipócritas (5)                                                       

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima de ellos no lo saben (Lucas 11:44)

         Nos guste o no, seamos conscientes o vivamos ignorándolo, nuestras vidas repercuten en otras personas. En ocasiones mucho más de lo que llegamos a comprender. Abrimos o cerramos oportunidades para los demás. Somos de bendición o maldición para la sociedad en la que vivimos.

Una nación está compuesta de múltiples personas con buenos y malos ejemplos. Si además ocupamos puestos de liderazgo de cualquier tipo las vidas de otras personas estarán ligadas en cierta medida a nuestro comportamiento. Por eso, el egoísmo que solo piensa en sí mismo, creyendo erróneamente que podemos vivir sin afectar a otros, no es más que una triste ignorancia que a veces conduce a verdaderos dramas.

El presidente de una nación tiene una responsabilidad especial; y sus obras, las leyes que aprueban los parlamentos tienen repercusión en millones de personas. Por ello se nos insta a orar por las autoridades de manera decidida.

Si el hogar tiene un padre ausente los hijos crecerán desprotegidos. Si la madre no actúa como tal la vida familiar sufrirá pérdida. Si los pastores de las iglesias piensan que pueden vivir como quieran y luego subirse al púlpito para exhortar a la grey como si no tuvieran responsabilidad en el crecimiento de cada hermano, están siendo como aquellos fariseos que eran sepulcros blanqueados. Es decir, por fuera una capa de pintura para tapar la muerte que llevan dentro.

Somos transmisores de vida o muerte, y generalmente la transmitimos a través de nuestras palabras. La muerte y la vida están en poder de la lengua (Pr.18:21). La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Stg.3:6). Los fariseos del tiempo de Jesús transmitían muerte y contaminación al pueblo con sus enseñanzas.

La hipocresía de sus vidas escondía la muerte que anidaba en sus corazones. Esa muerte, escondida detrás de una apariencia de piedad, contaminaba a muchos. Recordemos que en la ley judía pasar por encima de un sepulcro contaminaba a las personas. Si el sepulcro no se veía era fácil contaminarse y vivir corrompido creyendo estar limpio (Lc.11:44). Hay enseñanzas «bíblicas» que pueden esconder muerte y contaminación de muchas personas si no disciernen correctamente seprando lo precioso de lo vil. Jesús lo denunció con firmeza.

         Cuando escondemos una vida de hipocresía podemos estar contagiando a otros detrás de una fachada de piedad contaminante.

176 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXV) – Hipócritas (4)

Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad (Lucas 11:39)

         Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo. Estando allí, pronto afloraron las costumbres de cada uno. El fariseo se extrañó que Jesús no se hubiese lavado las manos antes de comer. El Maestro percibió la actitud y los pensamientos de su anfitrión, y sin dar lugar a una falsa educación que evita siempre la confrontación, expuso decididamente el conflicto de unos hábitos elevados a la categoría de doctrina. Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.

Esta aparente agresividad tuvo que coger por sorpresa al religioso. Y sin darle ocasión a la respuesta amplió su mensaje con varios lamentos en forma de ayes que golpearon a todos los asistentes a la comida. No fue un simple comentario mordaz. Fue una acusación en toda regla. No dio lugar a escaparse con argumentos que justificaran semejante actitud hipócrita, sino que decididamente comparó el comportamiento de los fariseos con la rapacidad, (o robo, dice la versión de las Américas), y maldad.

Esto pone de manifiesto que se puede ser un estricto religioso, legalista y dogmático, y a la misma vez un ladrón teniendo la maldad anidando en el corazón. Podemos defender posturas legalistas con una supuesta base bíblica y a la vez vivir tan lejos de la verdad libertadora del evangelio.

El fariseo quedó mudo y fue un intérprete de la ley el que reaccionó a las palabras de Jesús tildándolas de afrenta (11:45). Pero el Maestro no se arredró, sino que dirigiéndose ahora a su nuevo interlocutor expuso uno de sus comportamientos igualmente censurable: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis (11:46). ¡Qué fácil es para el sistema religioso imponer cargas a otros! Atar a los hombres a doctrinas humanas elevadas a voluntad de Dios.

El islam de hoy es una prueba perversa de lo que significa humillar a la mujer hasta convertirla en poco más que una esclava sexual. Obligar, imponer, someter con violencia o amenazas nunca ha formado parte del evangelio liberador de Jesús. Torcer las Escrituras para ejercer dominio sobre nuestros semejantes siempre tendrá al Señor enfrente de nosotros. Él lo llama rapacidad y maldad.

         La hipocresía puede derivar en robo y maldad cuando la mayor preocupación de los maestros sea imponer legalismo y cargas.

175 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXIV) – Hipócritas (3)                                                       

Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas (Lucas 12:1-3)

         La hipocresía es representar un papel que no se corresponde con la verdad de lo que somos. Es vivir enmascarado. Es un fraude. Un engaño a  nosotros mismos y a los demás. Un desequilibrio entre el interior y el exterior, la realidad y la fantasía. Jesús advierte a los suyos de este peligro: guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía. Esta levadura se extiende a otros. Afectó al mismo apóstol Pedro y arrastró a otros judíos, incluyendo al bueno de Bernabé (Gá.2:11-14). Por su parte el apóstol Pablo tuvo la valentía de enfrentarse a ella por amor a la verdad del evangelio, y lo hizo desenmascarándola con firmeza.

Como hemos dicho, este enemigo de la vida cristiana se reproduce especialmente en el terreno religioso. Da a luz el legalismo y dogmatismo que rápidamente se propaga para producir un fruto nocivo para el crecimiento de la vida espiritual. Observa que Jesús dijo que la levadura de los fariseos es la hipocresía y se manifestaba en sus enseñanzas (Mt.16:12).

Sabemos que la nota predominante de esta forma de doctrina era el legalismo. Incluso cambiaron la palabra de Dios por tradiciones de hombres. Una vez que se levanta el edificio legalista es fácil confundir la dureza del corazón con la espiritualidad, para acabar imponiendo cargas a otros que nosotros mismos no estamos dispuestos a levantar. Jesús fue especialmente duro con este comportamiento. Advirtió a sus discípulos del peligro que supone caer en ella.

Los fariseos de la época de Jesús eran los que más se acercaban a su enseñanza, y a la vez vivían tan lejos de ella. Tenían la doctrina correcta en muchos casos, pero la dureza de sus corazones legalistas los hizo caer en un comportamiento hipócrita que el Maestro combatió con dureza. Podemos ser muy ortodoxos en la doctrina y a la vez vivir muy alejados del Espíritu de Dios.

Paradójicamente la dureza que produce el legalismo se opone a la verdad del evangelio. Dijeron de Jesús sus propios adversarios: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. En Jesús tenemos la respuesta adecuada a la hipocresía.

         Seguir el ejemplo del Maestro nos librará de caer en la levadura de los fariseos y su enseñanza dominada por la hipocresía.