8 – El periodo intertestamentario

EL ENIGMA ISRAELAunque en nuestras Biblias no aparecen, si hay libros históricos que narran muchos de los sucesos que tienen lugar durante este periodo, especialmente los libros de los Macabeos, que aunque no aparecen en el Canon ni judío ni protestante, si están en las Biblias católicas, aunque se especifica que no forman parte de los libros canónicos pero que son interesantes en el aspecto histórico de este tiempo que ahora queremos estudiar brevemente.

1. Periodo persa (430-332 a.C.)

En este tiempo Judá era provincia persa. Esta potencia mundial se mantuvo durante 200 años, de los últimos cien poco se sabe de la historia judía. El dominio persa fue moderado y tolerante y los judíos gozaban de bastante libertad. Los reyes persas de este periodo fueron: Artajerjes (465-425) durante el cual Nehemías reedificó la muralla de Jerusalén. Jerjes II, 424. Dario II (Notio), 423-405. Artajerjees II (Mnemon), 405-358. Artajerjes III (Ocho), 358-338. Arses, 338-335. Dario III (Codomano), 335-331, bajo este rey cayó el imperio persa a manos de Alejandro Magno.

2. Periodo griego (331-167 a.C.)Periodo griego

En el libro del profeta Daniel tenemos una profecía muy precisa sobre el advenimiento del imperio griego representado por un macho cabrío. En la visión de Daniel aparece también un carnero con dos cuernos que representan al imperio medo-persa. El macho cabrío golpea con tal violencia al carnero que sus dos cuernos  se quiebran rápidamente, luego cuando el macho cabrío, con su único cuerno,  está en pleno dominio es quebrado y surgen cuatro cuernos más pequeños, que van a ser los cuatro generales que se reparten el imperio griego (Dn.8).

De esta forma profética vemos surgir el imperio de Alejandro Magno hacia el año 336 a.C. que conquistó el imperio persa en muy poco tiempo, llegando a conquistar las tierras de Oriente que habían estado bajo el dominio de Egipto, Asiria, Babilonia y Persia. Ya en el año 331 a.C. el mundo estaba a sus pies. Es curioso que los libros de Historia nunca mencionan la profecía de Daniel que anticipó este imperio de forma tan precisa y evidente, además de otros sucesos que tuvieron lugar en este periodo y que no podemos ver ahora con detalle. La palabra de Dios en boca de sus profetas dirige la Historia, su palabra corre veloz aunque el hombre moderno quiera ignorarla.

Pues bien, Alejandro Magno se mostró benigno con los judíos, no destruyó Jerusalén y les ofreció garantías para que se establecieran en Alejandría, la nueva ciudad que construyó Alejandro Magno en el norte de Egipto y que llegó a ser un centro de gran influencia en el judaísmo.  Sin embargo, el macedonio fundó ciudades griegas en todos  sus dominios, y juntamente con ellas la cultura griega y el idioma griego, que se conoce en la Historia como el Helenismo.

Alejandro Magno murió, como hemos dicho, cuando estaba en toda su fuerza (323 a.C.) y su imperio fue repartido entre cuatro de sus generales.  Para nuestra historia nos interesa saber sobre todo que “de los dos sectores orientales, Siria le tocó a Seleuco y Egipto a Tolomeo. La tierra de Israel, situada entre ambos, fue primeramente de Siria, pero en 301 a.C. pasó a manos de Egipto, en cuyo poder estuvo unos 100 años, hasta 198 a.C. Bajo los reyes de Egipto, llamados Tolomeos, la suerte de los judíos fue por lo general pacifica y feliz. Los que vivían en Egipto edificaron sinagogas en todas sus colonias, en cuya capital Alejandría surgiría una comunidad judía muy influyente. En 198 a.C. Antíoco del Grande reconquistó la tierra de Israel, que pasó nuevamente al poder de los reyes de Siria, llamados Seleúcidas” (Tomado del Compendio Manuel Henry H. Halley).

Así llegamos a un tiempo cuando se levantó un enemigo fanático de los judíos, rey de los Seleúcidas, llamado Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.). Se propuso imponer la cultura griega en Judea. Echó al legítimo sumo sacerdote Onías III, que fue asesinado, y substituido por un tal Menelao que no era de la familia de los sacerdotes. Los motivos políticos condujeron a los religiosos y se realizó un expolio del templo de Jerusalén, llevando los tesoros a Antioquia en Siria. Se suprimió la autonomía de la comunidad judía.  Se prohibió celebrar el shabat, el culto y la circuncisión bajo pena de muerte. Se profanó el templo poniendo una estatua a Zeus (167 a.C.), lo que se llama en el libro del profeta Daniel la abominación desoladora (Dn.9:27 y 12:11); se sacrificó un cerdo sobre el altar, destruyeron los libros de la Torá que pudieron hallar y mataron a todos aquellos que tuvieran porciones de las Escrituras en su poder, se vendió como esclavos a muchos judíos y torturaron sin piedad para tratar de alejar al pueblo de Judea de su religión. Todo ello condujo al levantamiento de los Macabeos, una de las hazañas más heroicas de la historia.

Periodo macabeo3. Periodo de los Macabeos (167-63 a.C.)

Durante estos 100 años, aproximadamente, tenemos el levantamiento de una familia judía para restaurar el culto a Dios en el templo, oponiéndose deliberadamente a la iniquidad de los gobernantes Seleúcidas en la tierra de Israel. Como suele ocurrir en la historia, no todos los descendientes de los Macabeos o la dinastía que se formó, llamada de los Asmoneos, tuvieron la misma firmeza frente al Helenismo griego, corriente que trató de diluir la fe de los hebreos y por tanto, adulterar las Escrituras y la revelación de Dios.

El padre de esa familia era un sacerdote anciano de nombre Matatías  que vivió en el pequeño pueblo llamado Modín, al occidente de Jerusalén, muy cercano a la frontera de los filisteos. Tenía cinco hijos: Judas, Jonatán, Simón, Juan y Eleazar. El año 167 a.C. dio comienzo a la revolución. Apareció en la aldea un emisario de Antíoco para probar la lealtad de las gentes hacia su rey. Construyó un altar a Zeus y ordenó a Matatías y a sus hijos  ofrecer sacrificios al dios pagano con la promesa de una recompensa muy grande y el favor del rey. El sacerdote anciano  rechazó la orden. Cuando se presentó un hombre más joven para cumplir la orden, Matatías, incapaz de controlar su enojo, avanzó y mató al hombre, luego mató al emisario del rey y apeló a todos los judíos leales a seguirle. El y sus cinco hijos, juntamente con un número de seguidores, huyeron a las montañas desde donde declararon la guerra abierta contra Antíoco. Murió poco después, dejando a su hijo Judas al mando de la rebelión.

Judas Macabeo sucedió a su padre en la lucha contra los Seleúcidas sirios. Fue uno de los mejores generales de la historia judía, quien, con unos pocos miles de seguidores, derrotó a las fuerzas Seléucidas, numéricamente superiores, en una serie de contiendas. Ganó batalla tras batalla, reconquistó Jerusalén en 165 a.C.,  purificó y volvió a consagrar el templo. Este suceso dio lugar  a la fiesta de la Dedicación o Januka (Jn.10:22). Judas reunió en sí mismo la autoridad sacerdotal y civil, de esta manera estableció la sucesión Asmonea de sacerdotes-gobernadores que durante 100 años encabezaron una Judea independiente. Después de la muerte de Antíoco IV se levantó otro rey, Lisias, que volvió a la carga contra los judíos y Judas tuvo  que volver a pelear contra los sirios. Murió en el campo de batalla en 161 a.C. Este general grandioso, uno de los más grandes de la historia hebrea, había obtenido lo que parecía imposible: Salvó a su pueblo y su religión.

Cuando murió Judas, su hermano Jonatán llegó a ser el líder, pero fue asesinado por un general sirio. Simón tomó su cargo, consiguiendo que se eliminara el pago de tributos y hacer un pacto con Demetrio II, rey de Siria, en el 143 a.C. que condujo a la independencia política de los judíos. Después vendrían Juan Hircano (135-106 a.C.), Aristóbulo y sus hijos (106-63 a.C.), indignos herederos del nombre Macabeo.

Durante el periodo que acabamos de ver surgieron los fariseos y los saduceos como dos grandes partidos religiosos del pueblo judío. Eran muy opuestos en temas de máxima importancia y llegaron a ser rivales.

Los fariseos, palabra que significa separatistas, se interpreta en el sentido de separarse de las cosas y personas inmundas, llegaron a ser muy conservadores de las tradiciones de los padres y tenían gran celo por la ley de Moisés. Representaban los sectores más humildes de la sociedad y en el tiempo del Nuevo Testamento representan al partido mayoritario con gran influencia.

Por su parte los saduceos procedían y representaban a la clase aristocrática. No eran tan numerosos como los fariseos pero tenían una gran influencia en asuntos nacionales. Fueron más permisivos con la cultura helenista y eran miembros de la clase sacerdotal. Negaban la resurrección de los muertos, la vida después de la muerte y el mundo espiritual: ángeles y demonios. El antagonismo entre estos dos grandes partidos llegó a ser tan grande  que finalmente debilitó el reino macabeo y acabó con la libertad política de los judíos.

4. Periodo Romano (63 a.C. hasta la época de Jesús)Periodo romano

En el año 63 a.C. Judea fue conquistada por los romanos de Pompeyo. Antipater (idumeo, de Edom, descendiente de Esaú), fue nombrado gobernador de Judea, le siguió su hijo Herodes el Grande, rey de Judea 37-3 a.C. Este rey fue un hábil político que buscó el favor de Roma, reedificó el templo de Jerusalén y fue también muy cruel. Mató al último descendiente de los Asmoneos y en su ansiedad por eliminar a cualquiera que pudiera hacer sombra a su reinado mandó matar a su primera mujer Marianne, a dos de sus hijos, a otro de sus hijos llamado Antipater y por último es conocido en la historia por haber ordenado la matanza de los niños en Belén cuando nació Jesús, el Mesías de Israel (Mateo, 2:13-23).

Al morir dejó el reino dividido entre sus hijos: Judea, Samaria e Idumea para Arquelao (destituido dos años después por el gobernador romano Poncio Pilatos), y Galilea y Perea para Herodes Antipas (el que en los Evangelios  eludió juzgar a Jesucristo cuando se lo envió Pilatos). El nieto de Herodes, Herodes Agripa I, fue el último rey que gobernó sobre la totalidad de la tierra de Israel y el que, según los Hechos de los Apóstoles, hizo encarcelar al apóstol Pedro y condenó a muerte a Santiago.

7 – El retorno del cautiverio – La restauración

EL ENIGMA ISRAELEl profeta Jeremías había exhortado al pueblo a volverse a Dios, luego que se sometieran a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y después que estarían setenta años exiliados en Babilonia. Incluso les dijo que se hicieran casas, que buscaran la paz de las ciudades a donde iban a ser llevados cautivos, porque en su paz tendrían ellos paz. Y por último les anunció que el Señor volvería a visitarlos y los traería de vuelta a su tierra, la tierra de Israel. En este caso se trataba del antiguo reino del Sur, Judá, puesto que las diez tribus del reino norteño habían quedado diluidas en el imperio asirio.

Cuando se cumplieron los setenta años encontramos al profeta Daniel orando al Señor a favor del regreso de los judíos a su tierra y cómo la palabra de Dios se activó en el tiempo propicio para poner en el corazón del rey Ciro que proclamara la emancipación de todos los judíos para que regresaran a Judá todos aquellos que lo quisieran. Veamos una serie de textos que aclaran todo este proceso.

PANORAMA BÍBLICOAsí dijo el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos.Puse también sobre vosotros atalayas, que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos (Jeremías, 6:16-17)

Y a este pueblo dirás: Así ha dicho el Señor: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte. El que quedare en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de pestilencia; mas el que saliere y se pasare a los caldeos que os tienen sitiados, vivirá, y su vida le será por despojo. Porque mi rostro he puesto contra esta ciudad para mal, y no para bien, dice el Señor; en mano del rey de Babilonia será entregada, y la quemará a fuego (Jeremías, 21:8-10).

Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella al Señor; porque en su paz tendréis vosotros paz. Porque así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: No os engañen vuestros profetas que están entre vosotros, ni vuestros adivinos; ni atendáis a los sueños que soñáis. Porque falsamente os profetizan ellos en mi nombre; no los envié, ha dicho el Señor. Porque así dijo el Señor: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice el Señor, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice el Señor; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar (Jeremías, 29:4-14).

Mas al primer año de Ciro rey de los persas, para que se cumpliese la palabra del Señor por boca de Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo: Así dice Ciro, rey de los persas: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea el Señor su Dios con él, y suba (2 Crónicas, 36:22-23).

En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra del Señor por boca de Jeremías, despertó el Señor el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo: Así ha dicho Ciro rey de Persia: Adonai  el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa al Señor Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén. Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén (Esdras, 1:1-4).

Dario el persaEn el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Adonai al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.

Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré al Señor mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra (Daniel, 9:1-6)

De esta forma se puso en marcha todo el proceso de restauración. Judá regresa a su tierra después de estar setenta años en el cautiverio babilónico. Los libros que nos hablan de todo este proceso en la Biblia, que son contemporáneos de este tiempo son Esdras, Nehemías, Ester, Hageo, Zacarías y Malaquías. Este periodo abarca unos cien años 536-432 a.C.

Para poner en orden todo este proceso histórico voy a seguir la cronología que aparece en el Compendio Manual de Henry H. Halley. Debemos distinguir tres periodos distintos aunque complementarios, o dicho de otro modo, hubo tres regresos (con Zorobabel, luego Esdras y el de Nehemías) con dos periodos distintos (la reconstrucción del altar, los sacrificios y el templo en primer lugar; después la instrucción de la Ley al pueblo y la restauración de la muralla).

536 a.C. Regreso del gobernador Zorobabel con 42.360 judíos, siervos, cantores, caballos, mulos, camellos, asnos, y utensilios de oro y plata (Esdras 2). Durante los veinte próximos años pusieron en marcha la edificación del altar y los sacrificios (Esdras 3). Luego se detuvo la obra del templo y profetizaron Hageo y Zacarías. Finalmente se terminó de construir el templo en 516 a.C.

457 a.C. Regreso del sacerdote Esdras con 1.754 varones y un cargamento de talentos de oro y plata (Esdras, 7). Esdras puso en marcha las reformas religiosas para conformar la vida de los que habían regresado del cautiverio a las ordenanzas y mandamientos de la Ley de Dios. En este periodo regresó también Nehemías (444 a.C.) con la misión de reconstruir el muro de la ciudad de Jerusalén que estaba derribado y fortificarla. En el libro de Esdras tenemos un relato de ambos periodos, mientras que en el libro de Nehemías solo se habla del segundo periodo.

Henry H HalleyEl orden cronológico de este proceso de restauración, que duró casi cien años, lo podemos concretar de la siguiente manera:

536 a.C. Primer regreso con Zorobabel de Babilonia a Jerusalén.

535 a.C. Se construye el altar y se ofrecen sacrificios.

535 a.C. Se inicia la obra del templo y es detenida.

520 a.C. Hageo y Zacarías reavivan con su profecía la obra del templo. Había estado parada durante casi quince años.

516 a.C. Se termina la reconstrucción del segundo templo.

478 a.C. Ester es hecha reina de Persia.

457 a.C. Esdras llega a Jerusalén desde Babilonia.

444 a.C. Nehemías llega a Jerusalén y reconstruye la muralla.

432 a.C. Nehemías regresa a Babilonia.

Es necesario decir que en todo este proceso de restauración hubo muchos judíos que se quedaron viviendo en Babilonia (algunos autores judíos lo cifran en más del 90%); precisamente el libro de Ester se desarrolla entre los judíos que seguían viviendo en ese lugar, y que conformarían una sociedad pujante en los próximos siglos.

Con el relato de este periodo llamado de restauración terminan los libros que compondrán el Antiguo Testamento o Tanaj judío. El libro de Malaquías es el último, así entramos en el llamado periodo intertestamentario, es decir, la franja de tiempo que tenemos entre el último libro del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo Testamento.

6 – La época monárquica (1000 a.C.)

EL ENIGMA ISRAELEl pueblo de Israel mezcló su singularidad con las costumbres y formas de pensar de las naciones que vivían alrededor de ella, esto produjo ideas similares a las demás naciones en cuanto a la forma de gobierno. Concluyeron que al igual que sus vecinos tenían un rey que les conducía en las guerras, también el pueblo del pacto quiso un rey al estilo gentil, por lo que vinieron al profeta Samuel para pedir rey.

De la misma manera la iglesia o congregación de Dios ha caído a lo largo de su historia en el mismo error. En nuestra generación hemos imitado los modelos mercantiles en la forma de hacer empresa para aplicarlo al gobierno de la grey de Dios. Tenemos un líder-pastor que actúa como director general y a partir de ahí un modelo piramidal muy jerarquizado para desarrollar y «vender» el producto del evangelio con técnicas muy sistematizadas, un gran despliegue de marketing, mucho colorido y lenguaje aplicado al hombre moderno, así como una música adaptada al oído de la juventud para que no noten la diferencia entre el evangelio de Dios y su actual forma de vida. Jesús dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:25-28).

Algunos argumentarán que debemos ser astutos como serpientes, o que los hijos de este siglo son más sagaces en su trato con sus semejantes que los hijos de luz, sin embargo, esas formas de pensar nos han llevado en muchos casos a imitar modelos profanos y justificar los medios para conseguir fines, hemos caído en un pragmatismo que nada tiene que ver con los principios del reino de Dios. Así ocurrió con el pueblo de Israel cuando pidieron un rey para que los juzgara y saliera delante de ellos en las guerras (1 Samuel, 8:5, 19,20).

De esta forma Israel entró en el periodo monárquico, iniciándose con Saúl y siguiendo con la casa de David, con quién Dios hizo un pacto que de su descendencia nacería uno que sería rey para siempre, en referencia a Jesús, la simiente que había de venir (2 Samuel, 7:11-17).

Este pacto sobrepasa a Salomón, que fue quién sucedió en el trono al rey David, para vislumbrar y alcanzar el reino mesiánico en la persona de Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores.

En los días de Roboam, hijo de Salomón, el reino se dividió, quedando partido en dos, por un lado el reino de Judá o del sur, junto con la tribu de Benjamín, y por otro el reino de Israel, o del norte, cuyo primer rey fue Jeroboam.

El pecado de Jeroboam (3)El pecado de Jeroboam y el cautiverio de Israel y Judá

Este rey dio inicio a lo que se llama en las Escrituras el pecado de Jeroboam, que consistió en formar un nuevo sistema religioso, alejado de Jerusalén, donde estaba ubicado el templo que construyó Salomón y alrededor del cual giraba la vida religiosa del país según las ordenanzas que aparecían en la Torah. Pues bien, Jeroboam formó un nuevo culto constituyendo dos nuevos lugares de adoración con dos becerros de oro, y los puso uno en Bet-él y el otro en Dan. Puso sacerdotes que no eran de la tribu de Leví, e inventó fechas  nuevas para las fiestas religiosas. El temor a que se pasara a Judá la gente de Israel le llevó a inventar una nueva religión hecha a su medida política, lo cual vino a ser un pecado que sería transmitido de generación en generación hasta que el juicio de Dios les llevó al cautiverio para desaparecer y disolverse entre las demás naciones; así surgió el misterio de las diez tribus perdidas de Israel (1 Reyes, 12:26-33).

¡Cómo recuerda este modelo a lo que luego ha sido imitado por otros muchos gobernantes políticos y religiosos a lo largo de la Historia! La política y la religión unidas para dominar a los pueblos con cadenas desde la cuna a la sepultura, salvo que el evangelio de la gracia rompa dicha esclavitud.

Aunque no quisiera extenderme demasiado en este punto, creo que es importante que meditemos en algunos aspectos relevantes de cómo se desarrolla la estrategia para formar nuevos sistemas religiosos, modelos que se han repetido con los mismos denominadores comunes a lo largo de la Historia, y que han dado lugar a un sinfín de religiones y denominaciones trayendo gran confusión, y de la que no nos escapamos en nuestra generación.

Tenemos aquí la clásica mezcla que lleva a los pueblos, naciones o congregaciones de cualquier denominación religiosa, a un final de confusión y pérdida, a la decepción de muchos, aunque durante un tiempo la estructura establecida acoja con sus aportes de seguridad el devenir del ser humano. Vemos que haciendo dos becerros, cayendo en la idolatría, se proclamó con gran convicción: estos son tus dioses, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. El  mismo pecado que ya se llevó a cabo en el desierto y que recibió el juicio de Dios en los días de Moisés, cuando bajó del monte con las tablas del Pacto y el pueblo se había desenfrenado, haciendo una fiesta alrededor del becerro de oro y anunciando que en él se representaba a Adonai, el Señor, que los había sacado de la esclavitud de Egipto.

MezclasCuando se instala esta mezcla se levanta un poder tan fuerte que  parece impedir volver atrás. La obstinación, que es idolatría (1 Samuel, 15:23), se introduce en los corazones de los hombres, mezclada con la influencia de las potestades territoriales, de quienes se nutre el nacionalismo, cualquier nacionalismo excluyente, para no permitir el arrepentimiento ni siquiera al oír de viva voz el error que se está cometiendo. Este fue el caso de Jeroboam cuando un profeta anónimo denunció abiertamente el pecado que había consumado. Hablando de parte del Dios de Israel, incluidas las manifestaciones que confirmaban la verdad que anunciaba el profeta, cuando al propio rey se le secó la mano que extendió contra el hombre de Dios; el altar de Betel se rompió y se derramó la ceniza que había sobre él. Luego el rey pidió que el varón de Dios orase por él, cuando lo hizo su mano le fue restaurada. También quiso ser hospitalario con el profeta invitándole a comer en su casa, invitación que fue rechazada. Pues bien, a pesar de todo ello el nuevo sistema que había puesto en marcha no sufrió ningún cambio, quedó establecido el nuevo sistema religioso que pasó a la siguiente generación, siendo causa de pecado en Israel hasta que el juicio de Dios vino en los días del rey Oseas hijo de Ela. Incluso este pecado pasó a territorio de Judá y los reyes descendientes del rey David también pecaron levantando lugares altos de culto idólatra a la manera del pecado de Jeroboam (2 Reyes, 17:6-23).

Aquí vemos el poder destructivo que puede llegar a tener el pecado establecido a través de las tradiciones y leyes impías legisladas contra la ley de Dios, (ejemplo: el aborto, la eutanasia, los matrimonios homosexuales, etc.); la obstinación en mantener el ritual  basado  en errores originales, obstinación que se convierte en idolatría, mezclada con el apego a la cultura religiosa innata en los pueblos, y que se desarrolla a través de la mezcla con otras tradiciones territoriales que llamamos en muchos casos cultura popular o idiosincrasia,  para incrementar el error y atraer el juicio de Dios. Esto fue lo que pasó con Israel, las diez tribus del norte, «a quién Jeroboam apartó del camino de Adonai y les hizo cometer un gran pecado. Los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados que cometió Jeroboam y no se apartaron de ellos, hasta que Adonai apartó a Israel de su presencia, como lo había anunciado por medio de todos los profetas, sus siervos. Así Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta el día de hoy» (2 Reyes, 17:21-23).

También vemos en el pasaje que estamos estudiando sobre el pecado de Israel y Judá que cuando ponemos bases contrarias a la revelación de Dios, apartándonos del plan original, fácilmente daremos entrada a la influencia de la cultura pagana que pronto invadirá con su idolatría los principios del reino de Dios dando lugar a una mezcla que conduce a la confusión, a Babilonia y por tanto al juicio de Dios.

Otra cosa que me llama la atención es que cuando se pone rumbo a este camino erróneo es muy difícil salir de él, aún cuando Dios envía a sus profetas con potente voz para hacer volver a su pueblo del mal camino; parece haber una inercia irresistible que nos impide el retorno y que solo se produce una vez que hemos llegado al abismo del juicio para iniciar después el proceso de restauración y regreso al origen de la voluntad de Dios.

JeroboamHaciendo un resumen de lo que se llama en las Escrituras el pecado de Jeroboam, diremos que su reinado comenzó siendo la voluntad de Dios por el pecado de Salomón en sus últimos años; confirmado por la mala gestión de su hijo Roboam como heredero del reino, cuando desestimó el consejo de los ancianos y eligió el consejo imprudente de los jóvenes de su propia generación. Luego vino el temor a perder influencia sobre Israel, las diez tribus puestas bajo el gobierno de Jeroboam, y las vanas imaginaciones de su corazón al inventarse un modelo que contradecía y desobedecía la palabra dada por Dios. Así se centró en mantener obstinadamente un sistema político-religioso que parecía dar resultados a primera vista, se consolidó en las siguientes generaciones y mezclado debidamente con la influencia pagana llegó al punto donde se liberó el juicio de Dios. La obstinación le llevó a no oír la voz de los profetas enviados para hacer regresar a su pueblo al pacto inicial y los mandamientos de Dios. De esta forma el reino del Norte, diez de las doce tribus de Israel, se perdieron entre las naciones de la tierra.

El cautiverio de Israel fue en el año 722 a.C. Por su parte Judá, el reino del Sur, fue llevado cautivo a Babilonia en días del rey Sedequías y el profeta Jeremías, allá por el año 586 a.C. El pecado que llevó a Judá al cautiverio fue muy parecido al pecado de Israel, abandonando los mandamientos de Dios y el pacto establecido en el Sinaí, del que Israel se alejó antes y que Judá imitó después.

Pero ni aún Judá guardó los mandamientos de Adonai, su Dios, sino que anduvieron en las costumbres que Israel había establecido (2 Reyes, 17:19 RV-95).

5 – La salida de Egipto y la Torá (1500 a.C.)

EL ENIGMA ISRAELLos últimos capítulos del libro de Génesis nos ofrecen el relato impresionante de la vida de José, sus sueños, la envidia de sus hermanos, su rechazo, vendido a los madianitas, sus tentaciones y luchas y la abundancia de la gracia de Dios que estaba con él en todo momento a pesar de la dureza de sus circunstancias. Su vida nos ofrece un cuadro con cierto  paralelismo en la vida de muchos hijos de Dios de todos los tiempos, pero sobre todo es un tipo del Mesías, una prefiguración de Cristo en su muerte y resurrección.

La tradición cristiana siempre lo ha entendido así, sin embargo, quiero constatar un hecho que me parece relevante: a pesar de que la mayoría de sus hermanos estuvieron de acuerdo en venderle, −algunos lo que querían era matarle−, sin embargo, Dios no rechazó por ello al resto de la familia de Jacob, sino que usó a José para traerles provisión en tiempos de gran necesidad. Digo esto para combatir una vez más el argumento de que Dios desechó a los judíos porque estos a su vez habían rechazado al Mesías.

Para el patriarca Jacob, que había recibido la promesa de heredar la tierra de Canaán, fue una lucha tremenda comprender que era Dios quién les estaba guiando para que descendieran a Egipto. Por ello, el mismo Señor tuvo que venir a él en visiones de noche para hacerle comprender su propósito.

Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos. (Génesis, 46:1-7).

Antes de esto se había producido la reconciliación de José con sus hermanos, que había llegado a ser la mano derecha de Faraón. De esta forma se estableció en Egipto el pueblo que tenía las promesas dadas por Dios para ser el portador de la bendición a todas las naciones.

Sin embargo, las condiciones políticas cambiaron, se levantó otro rey que no conocía a José y menospreció la historia que había tenido lugar con la familia de Israel. El nuevo Faraón hizo de los hebreos un pueblo de esclavos y en ese tiempo nació Moisés (Hechos, 7:20).

ExodoEl libro de Éxodo nos narra el proceso histórico que tuvo lugar hasta que el corazón de Faraón fue doblegado y dejó marchar a Israel; las plagas que vinieron sobre Egipto; la celebración de la Pascua y la señal de la sangre del cordero en los dinteles de las puertas (Éxodo 12:1-38).

Todo ello en cumplimiento de la palabra que le había dado a Abraham su siervo (Salmos, 105:42). Esa palabra la tenemos en Génesis y es un ejemplo más de cómo Dios dirige la Historia. Su palabra marca el rumbo a seguir y se cumple en el tiempo señalado por el Padre (Génesis 15:13-16).

Tenemos el mismo relato histórico narrado de forma magistral por Esteban en el libro de Hechos. Es un principio hermenéutico que la Biblia se interpreta a sí misma. Puedes leerlo en Hechos, 7:1-60.

Después de cruzar milagrosamente el Mar Rojo, y de las primeras quejas que se desataron en el pueblo, llegaron al monte Sinaí, donde Dios le iba a dar a Moisés las tablas de la ley, así como los estatutos para que los pusieran por obra en la tierra que iban a poseer. Dice la tradición judía que la Torah dada a Moisés era el contrato matrimonial que desposaba al pueblo de Israel con su Dios (Éxodo 19:1-8).

Aquí tenemos la formulación del pacto que Dios hizo con los hijos de Israel en el monte Sinaí. Israel aceptó este pacto y se constituyó en pueblo de Dios para vivir según los mandamientos de la Ley de Dios y ser el transmisor de la revelación divina a todos los pueblos de la tierra. Serían apartados para Dios como sacerdotes y gente santa; este llamamiento era para todo el pueblo, la congregación de Dios, un pueblo de su propiedad que iba camino de la tierra que recibiría como heredad para que en ella pusieran como fundamento de su convivencia los mandamientos de Dios.

Moisés recibió en el monte Sinaí las tablas de la Ley con los diez mandamientos, además de los estatutos y ordenanzas que regirían la vida del pueblo de Israel. También recibió el modelo del Tabernáculo que habían de construir en el desierto desde donde el Señor se manifestaría al pueblo y lo dirigía por sus caminos.

Pero pronto comenzó a manifestarse en la congregación el pecado de incredulidad y quejas que les llevó a construir un becerro de oro, y desmoronarse ante el desafío de entrar a conquistar la tierra. Por ello el juicio de Dios cayó sobre aquella generación que pereció en el desierto, excepto Caleb y Josué que tuvieron otro espíritu. Por cuarenta años anduvieron errantes en la aridez del desierto hasta que se levantó otra generación que dirigidos por Josué conquistaron la tierra prometida.

JosuéEl cumplimiento de la promesa

La palabra que Dios le había dado a Abraham y su descendencia de ser herederos de la tierra prometida se cumplió en días de Josué, aunque nunca fue conquistada la totalidad de la tierra que Dios prometió a su amigo Abraham. Se repartió el territorio a las doce tribus de Israel y de esta forma se establecieron en Canaán. Sin embargo, quedaron muchos habitantes y pueblos de los amorreos sin expulsar que habitaron entre los hijos de Israel. Fueron hechos tributarios mientras las doce tribus andaban según la Ley de Dios, pero  cuando comenzaron a apartase de los designios de Dios y se mezclaron y asumieron las prácticas idolátricas de los pueblos cananeos se convirtieron en esclavos y fueron oprimidos. Entonces clamaban a Dios y el Señor levantaba un libertador para traer refrigerio y restauración a su pueblo. Todo este proceso está narrado en el libro de los Jueces.

JuecesEn los últimos capítulos del libro de Jueces (17-21), que hay que situarlos cronológicamente justo en los días inmediatamente después de la muerte de Josué y aquella generación que conquistó la tierra de su heredad, tenemos dos episodios que muestran dos graves pecados que pronto aparecieron en los hijos de Israel: la idolatría y la inmoralidad sexual. Lo que me llama la atención es que el tratamiento que se dio a estas dos manifestaciones pecaminosas y contrarias a la Ley de Dios no fue proporcional. Por un lado la idolatría que se inició en la casa de Micaía con la construcción de ídolos domésticos y que acabó instalándose en toda la tribu de Dan, no mereció la intervención de las otras tribus como en el caso de la concubina muerta de un levita de los montes de Efraín. El episodio tuvo lugar en la ciudad de Gabaa de Benjamín, donde hombres perversos quisieron violar al levita (homosexualidad) y acabaron violando a su concubina (fornicación) con tal brutalidad que murió. Ante esta maldad las demás tribus se unieron para castigar el crimen que desembocó en una guerra civil que casi extermina una de las tribus de Israel.

Hay cierto tipo de pecado que recibe el rechazo de la sociedad y otro que se instala con normalidad; entre este último está la idolatría, sin embargo, el pecado de tipo sexual en el pueblo de Dios recibe un tratamiento mucho más severo tanto en los pastores como en los creyentes. Con esto no estoy justificando la permisividad sexual que nos azota en esta generación, lo que digo es que somos muy duros en algunos casos con este tipo de conducta y sin embargo toleramos una inmensidad de ídolos en forma de ambición personal y levantamiento del yo, la avaricia del dinero y el poder, la codicia del éxito y realización de nuestros sueños, todas ellas manifestaciones de idolatría que se aceptan incluso como síntoma de bendición. A veces nos obstinamos en el error sin recordar que el profeta Samuel dijo: “pecado de idolatría es la obstinación” (1 Samuel, 15:23).


IdolatríaEl pueblo de Israel muy pronto dio lugar a la idolatría
en su forma de vida que convivió mezclada con los estatutos y la Ley de Dios. Recordemos la serpiente que Moisés hizo en el desierto (Números, 21:4-9), y que llegó a ser motivo de pecado más adelante, a quienes los hijos de Israel quemaron incienso y llamaron Nehustán; posiblemente el nombre de un dios-serpiente de Canaán (2 Reyes, 18:4). También el efod que mandó hacer Gedeón y tras el cual todo Israel se prostituyó vino a ser tropezadero para Gedeón y su casa (Jueces, 8:24-27).

RutDurante el tiempo que llamamos de los Jueces tenemos la historia conmovedora del libro de Rut. Comienza con una crisis que trajo hambre a la tierra y la salida de una familia de Belén de Judea para emigrar a los campos de Moab, un país vecino, donde las cosas al parecer iban mejor económicamente. Sin embargo, la tragedia se cebó con Noemí que en poco tiempo quedó viuda, perdiendo también a sus dos hijos ya casados con jóvenes moabitas. Decidida a regresar a Belén, fue acompañada por sus dos nueras, aunque una de ellas, Orfa, volvió a su tierra y sus dioses, mientras que la otra, Rut, tuvo la determinación de seguir con su suegra y declarar que: “no ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tu vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tú pueblo será mi pueblo y tú Dios, mi Dios” (Rut, 1:16).

La joven Rut casó con Booz, pariente de Noemí, y ambos fueron los bisabuelos del rey David, de cuya descendencia nacería el Mesías. De esta forma la gentil Rut quedó unida al pueblo de los pactos y las promesas y al Dios de Israel. Su confesión de fe y su matrimonio con Booz la introdujo, (fue injertada podíamos decir), al pueblo y al Dios de Israel. De la misma forma, nosotros gentiles, quedamos unidos por nuestra fe en el Mesías a los pactos y la redención de Israel en la persona de Jesús.

4 – El periodo de los patriarcas (2200-1700 a.C.)

EL ENIGMA ISRAELYa hemos dicho que el comienzo del pueblo de Israel está en Abraham, Isaac y Jacob. Dios le dijo a Abram: sal de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré, haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición (Gn.12:1,2). Abram obedeció a Dios y se puso en camino a un lugar nuevo y desconocido, anduvo en fe y obediencia como extranjero y peregrino por la tierra que Dios le iba a dar como herencia a él y a su descendencia para siempre.

Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. (Génesis, 13:14-18).

Vemos que el llamamiento de Dios a Abram fue para ser una gran nación en una tierra designada por la soberanía del Eterno y para ser de bendición a todas las familias de la tierra. Luego le prometería un heredero, el hijo de la promesa, Isaac, y cuando el padre de la fe estuvo dispuesto a ofrecerlo en sacrificio obedeciendo la voz de Dios el Señor volvió a hablarle en estos términos:

En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, (Génesis, 22:15-18)

Aquí aparece la simiente de Abraham como el canal a través del cual Dios va a bendecir a todas las naciones de la tierra, y el apóstol Pablo nos dice que:

Y a tu simiente, la cual es Cristo (Gálatas, 3:16).

Por tanto, tenemos que Dios escogió a Abraham, lo sacó de su tierra en Ur de los caldeos (Mesopotamia, el actual Irak), lo llevó a la tierra de Canaán, hizo un pacto con él, le prometió que le daría esa tierra como herencia a él y su descendencia (Isaac), y que en esa línea genealógica nacería uno que traería bendición a todas las naciones de la tierra. Es importante conocer bien el pacto que Dios hizo con Abraham, dándole como señal la circuncisión. Estos son los fundamentos de la nación hebrea, los orígenes.

Y pondré mi pacto entre mí y tiHe aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentesY estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos… (Génesis, 17:1-14)

Eretz IsraelLa revelación del Dios Único le fue dada a Abraham; esa revelación estaba relacionada con la tierra que Dios le asignó, la tierra de Canaán, que vendría a ser Eretz Israel, la tierra de Israel, donde estaba el monte Moriah, lugar del sacrificio de Isaac, situado en la actual Jerusalén, el mismo lugar donde sería levantado en una cruz la simiente que había de venir, Jesús de Nazaret, para redimir y salvar a toda la Humanidad. Esa tierra sería para los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, es decir, el pueblo de Israel.

De esta manera la historia de los descendientes de Abraham, la nación hebrea, viene a ser la portadora de la revelación de Dios, heredera de los

pactos y las promesas, de ahí que la narración bíblica se centre en ese pueblo y se desate en su contra una persecución implacable para que los propósitos de Dios no se cumplan, y el pecado aborte la culminación de la salvación a todos los hombres, salvación que como dijo Jesús viene de los judíos.

La promesa dada a Abraham pasaría a su hijo Isaac, aunque el patriarca tuvo más hijos (Ismael y muchos otros de Cetura, que la tradición judía dice que es Agar).

IsaacHabita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente… (Génesis, 26:1-5).

Vemos que la soberanía de Dios se abre camino en la Historia, interviene en ella con un plan predeterminado y que tiene el fin de alcanzar a todas las naciones mediante la elección de un hombre, una familia, y un pueblo a través del cual introduce en el tiempo (cuando vino el cumplimiento del tiempo Dios envió a Su Hijo Gá. 4:4) y el espacio (la tierra de Israel. Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad  Miqueas, 5:2) la encarnación del Hijo y Salvador.

De Isaac, la promesa pasa a Jacob, en quién se vuelve a  manifestar la soberanía de Dios, porque no era el primogénito, el heredero legal, sino el hijo menor de Isaac y Rebeca (Romanos, 9:10-13).

Patriarca JacobEl proceso histórico de la vida de Jacob a quién el Señor cambió el nombre por el de Israel, lo tenemos recogido en el libro del Génesis, que significa orígenes; en él tenemos el origen de la creación de Dios, el comienzo del ser humano, el inicio de la caída en pecado y el origen del pueblo de Israel a través del cual Dios traza su plan de salvación.

Yo soy Adonai, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente (Génesis, 28:10-17).

no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel… una nación y conjunto de naciones procederán de ti… La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra (Génesis, 35:9-15).

El patriarca Jacob tuvo doce hijos que vinieron a ser las doce tribus que formaron el pueblo de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. De entre los doce, Dios escogió a José para preservar a la familia en los tiempos de hambre que hubo en la tierra de Canaán, enviándole a Egipto y haciéndole señor de la casa de Faraón.

Se acordó para siempre de su pactode la palabra que mandó para mil generaciones, la cual concertó con Abraham, y de su juramento a Isaac. La estableció a Jacob por decreto, a Israel por pacto sempiterno, diciendo: A ti te daré la tierra de Canaán como porción de vuestra heredad… Envió un varón delante de ellos; a José, que fue vendido por siervo… Hasta la hora que se cumplió su palabra… Después entró Israel en Egipto, y Jacob moró en la tierra de Cam (Salmos 105:7-25).

3 – Historia antigua del pueblo de Israel

EL ENIGMA ISRAELEl origen de la Historia del pueblo de Israel se remonta a los días del patriarca Abraham. Como sabemos por la narración del Génesis,  Abran no tenía hijos de Sara y Dios le dio la promesa de tener un hijo cuando eran muy mayores. El profeta Isaías lo dijo así:

Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué (Isaías, 51:1-2).

Y el autor de los Hebreos nos dice que:

Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. 12Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar (Hebreos, 11:11-12).

Eretz Iszrael (2)De la familia de Abraham y Sara nació Isaac, el hijo de la promesa, que dio a luz de Rebeca a Jacob padre de los doce patriarcas de la nación hebrea.

De esta descendencia nacería el Mesías, de la tribu de Judá, a través del cual Dios bendice a todas las familias de la tierra. Por tanto, Dios escogió a un hombre, una familia, le dio la promesa de tener un hijo de quién surgiría una nación y un pueblo a través del cual se revelaría a todas las naciones de la tierra. La soberanía de Dios estableció que a través del pueblo de Israel se manifestaría al mundo, les daría la Torah y el Mesías para traer salvación a todos los confines de la tierra. Ese es el origen del pueblo de Israel y su propósito esencial dado por Dios.

Sin embargo, Israel se apartó una y otra vez de ese propósito principal, se alejó del pacto que Dios había hecho con ellos en el Sinaí y recibió los juicios anunciados en la Ley dada a Moisés. Los profetas fueron enviados al pueblo para hacerlos volver del error de su camino, anunciaron el juicio de Dios contra su pueblo y también los tiempos de restauración. La Biblia nos cuenta los diversos procesos de esta historia única en la Historia de la Humanidad hasta la llegada del Mesías Redentor, Jesús de Nazaret, nacido por el Espíritu Santo de una mujer judía, criado como judío en la ciudad de Nazaret y manifestado al pueblo como Salvador.

ReemplazoNosotros, gentiles, hemos sido injertados en la Historia de Israel, en sus pactos y sus promesas, hemos sido hechos partícipes de la familia de Dios (Abraham y Sara), y por la fe en Jesús hemos venido a ser hijos de Abraham, padre de todos los creyentes. Por tanto, la Historia de Israel es también nuestra historia, hemos venido a participar de la rica savia del olivo, la herencia de una fe manifestada en Abraham, los patriarcas, los profetas y el Mesías.

Debemos entender que Israel nunca ha dejado de ser el pueblo de Dios, que no ha sido desechado por Dios; aunque la llamada historia de la iglesia ha enseñado que Israel fue desechado por rechazar el Mesías (argumento falaz como veremos más adelante) y que ahora ocupa su lugar; las Escrituras muestran que eso no ha sido así. Como anticipo veamos lo que dijeron al respecto el profeta Jeremías y el apóstol Pablo.

Así ha dicho Adonai, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; el Señor de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Adonai, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. Así ha dicho Adonai: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Adonai (Jeremías, 31:35-36)

Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos, 11:1,28,29).

Dicho esto y teniendo como base la soberanía de Dios y que Israel no ha sido desechado ni reemplazado por la iglesia, sino mas bien que nosotros gentiles hemos sido injertados en el buen olivo, podemos mirar la Historia de Israel como nuestra historia, sabiendo que no hay diferencia entre judío y griego, que «las cosas que les sucedieron son ejemplos para nosotros y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales. Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios, 10).

Un autor lo ha expresado así: «El pueblo de Israel es en su obediencia o desobediencia un reflejo de toda la Humanidad. Cuando lees de su fe, lees respecto a la tuya. Cuando lees de sus caídas, lees respecto a las tuyas, y cuando lees de su restauración, lees de la tuya. Y de todo ello fluye la sobreabundante gracia divina como un potente caudal sobre Israel como sobre ti».

 

2 – Algunos recuerdos de 1992

EL ENIGMA ISRAELEn la España actual predomina la ignorancia sobre el misterio de Israel; y sobre el conflicto árabe-israelí la mayoría de los medios de comunicación están influidos por la manipulación partidista de la propaganda palestina.

Históricamente nuestro país ha sido antisemita, a pesar de que en ciertos periodos de la Edad Media hubo una gran comunidad judía muy pujante e influyente habitando  el suelo patrio. Aunque hay que decir también que España no ha sido diferente del resto de Europa en su rechazo a los judíos; lo que hizo más llamativa y dolorosa la expulsión de los judíos de España en 1.492 de otras expulsiones que ya se habían efectuado en otros países europeos, fue el grado de arraigo y relevancia que habían alcanzado los descendientes de Abraham en la península Ibérica.

El año 1992 se recuerda en España por las Olimpiadas de Barcelona, por la Expo de Sevilla y por Madrid como ciudad cultural. Fue el quinto centenario del descubrimiento de América y fue también el aniversario de la expulsión de los judíos de España. Se realizaron actos de encuentro entre autoridades españolas y judías, resaltando la visita que hizo el rey Juan Carlos a la sinagoga de Madrid el 31 de marzo de 1992, el mismo día que se promulgó el edicto de expulsión. En este encuentro que además contó con la totalidad del gobierno español, al que asistió el presidente de Israel Chaim Herzog, se produjo lo que el presidente israelí prefirió llamar «reconciliación» entre España e Israel. Así consta en los periódicos de ese día.

Recuerdo una cosa más. Por esos días se acababa de realizar la operación Salomón en la que el gobierno israelí trajo a miles de judíos etíopes, descendientes según se cree del rey Salomón, en un puente aéreo desde África a las calles de Israel. En uno de esos poblados, donde habían instalado casas prefabricadas para dar alojamiento a esta multitud de familias se les estaba enseñando a conocer las normas de circulación, las señales de tráfico, toda una novedad para quienes solo habían vivido en un desierto hasta ahora.

Esto fue algo de lo que yo vi en Israel en 1992. Comprendo que se pueden decir muchas más cosas y ver otros puntos de vista, pero lo que quiero decir por ahora es que la imagen que más recuerdo de mi viaje es la de un pueblo trabajando en la construcción de un país, con una capacidad creativa y laboriosa admirable, yo lo comparaba con un avivamiento nacional, el despertar de un pueblo como consecuencia de la voz profética dirigiendo su impulso.

Para mí el año 1992 significó conocer de cerca la realidad de Israel, su rica savia, la restauración en su tierra después de una dispersión por las naciones de casi dos mil años, aunque siempre hubo judíos en esa tierra, y profundizar en el misterio del que habló el apóstol Pablo sobre Israel. Desde entonces no he dejado de estudiar y ahondar en la Historia de este pueblo para tratar de conocer la complejidad del conflicto árabe-israelí, tanto en su vertiente política, social e histórica, como en la espiritual, la batalla que se libra a través de huestes espirituales de maldad en las regiones celestes y que debemos discernir para poder colaborar desde el ámbito de la fe, la oración, el ayuno, o sea, con las armas espirituales, a favor de los planes de Dios en el tiempo de la restauración de todas las cosas. Como dijo y repitió en varias ocasiones el judío Nehemías: «Acuérdate, Señor, que hemos hecho esto y tráelo en memoria ante ti».

Historia de Israel – Introducción


No deja de sorprenderme la ignorancia alarmante que veo en mi país, incluyendo los ámbitos evangélicos, sobre la historia y la realidad de Israel como pueblo de Dios y como Estado moderno.


Comprendo que
ha habido y hay mucho interés en mantener esa ignorancia desde la perspectiva de las potestades territoriales, que alimentan, desde tiempos inmemoriales la oscuridad mediante teologías desvirtuadas y medios de comunicación partidistas y sectarios que a su vez se retroalimentan de prejuicios antisemitas o judeófobos. Sea como fuere, el hecho es que Israel ha venido a ser un concepto muy confuso y errado en grado sumo.

La Historia de Israel es en gran parte la Historia del ser humano tropezando con la misma piedra una y otra vez. Es la piedra de la Soberanía de Dios que escogió a este pueblo para trazar sus planes sobre toda la Humanidad y cómo los demás pueblos han tratado de destruir ese plan una y otra vez sin conseguirlo. Como se le diría al judío Saulo de Tarso: dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Y no tengo ninguna duda que la estrategia espiritual de esa oposición tiene su origen en el Adversario de Dios tratando de materializar su voluntad a través de la ceguera, el velo, la cubierta que cubre a todas las naciones.

Y destruirá en este monte (Sión) la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones (Isaías, 25:7).

Por tanto, cuando abordamos un tema como este hay que saber que la oposición está garantizada, la controversia es habitual y que en realidad necesitamos el sometimiento a la Soberanía de Dios o de lo contrario no estaremos en disposición de avanzar mucho en este misterio. Y digo misterio usando las palabras del apóstol Pablo cuando dijo:

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos, 11:25-29).

Una mirada superficial a la Historia de Israel nos lleva a constatar un hecho trágico: Este pueblo ha sido perseguido por la mayoría de los demás pueblos de la tierra, odiado, rechazado, expulsado; se le ha querido exterminar en varias ocasiones (por ejemplo, Amán y Hitler) y el motivo ha sido el ser judíos, por su identidad, lo que nos conduce otra vez al hecho de su elección como pueblo. Y esta elección no ha sido por ser mejores que otros, sino únicamente por la voluntad de Dios.

Porque tú eres pueblo santo para Adonai tu Dios; Adonai tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Adonai y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Adonai os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Adonai con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto (Deuteronomio 7:6-8)

Lo que llamamos cultura occidental, especialmente en Europa, tiene buena parte de sus raíces en un trasfondo judeo-cristiano, aunque hoy se quiera negar la evidencia porque no es políticamente correcto, pues bien, precisamente ha sido en este Continente donde más se ha perseguido, expulsado, expoliado y causado un sinfín de sufrimiento y muerte al pueblo de Israel. Teologías de reemplazo, según las cuales Israel ha sido sustituido por la iglesia, e ideologías racistas y antisemitas han sido el caldo de cultivo para fundamentar el odio y antisemitismo que culminó en el Holocausto nazi con seis millones de víctimas a través de la industria de la muerte que el educado y culto pueblo alemán llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial. Al respecto quiero resaltar la honrosa visita que hace poco hizo la canciller alemana, Ángela Merkel, al Parlamento de Israel, el Knesset, donde hizo un discurso que repara al menos la dignidad y la historia reciente de ese pueblo, sin olvidar los esfuerzos de compensación que se han hecho anteriormente. Curiosamente no ha trascendido a los medios de comunicación esa visita como debería. ¡Qué significativo!

Sin embargo, el pueblo de Israel ha dado a la Humanidad la revelación del Dios Único, la ley moral con la que se han regido las naciones más avanzadas de la tierra; a través suyo hemos recibido las Sagradas Escrituras, los pactos, las promesas, el Mesías. La salvación viene de los judíos, dijo Jesús. Han destacado en múltiples ciencias, siendo el pueblo que mas premios Nobel ha recibido en proporción a su densidad de población, el 0,02 % de la población mundial. Nos hemos apropiado de gran parte de su herencia y a cambio han recibido el desprecio, la marginación y el rechazo. Este ha sido un gran pecado de todo nuestro Continente europeo cristiano del que no nos hemos arrepentido, aunque haya habido excepciones y reconocimiento del daño causado.

Quiero citar las palabras de arrepentimiento que el Papa Juan XXIII redactó poco antes de su muerte, el 3 de Junio de 1.963.

“Reconocemos ahora que muchos, muchos siglos de ceguera han tapado nuestros ojos de manera que ya no vemos la hermosura de Tu pueblo elegido, ni reconocemos en su rostro los rasgos de nuestro         hermano mayor. Reconocemos que llevamos sobre nuestra frente la marca de Caín. Durante siglos Abel ha estado abatido en sangre y lágrimas porque nosotros habíamos olvidado Tu amor. Perdónanos la   maldición que injustamente pronunciamos contra el nombre de los judíos. Perdónanos que, en su carne, te crucificásemos por segunda vez. Pues no sabíamos lo que hacíamos…”

Continuará…