Aunque en nuestras Biblias no aparecen, si hay libros históricos que narran muchos de los sucesos que tienen lugar durante este periodo, especialmente los libros de los Macabeos, que aunque no aparecen en el Canon ni judío ni protestante, si están en las Biblias católicas, aunque se especifica que no forman parte de los libros canónicos pero que son interesantes en el aspecto histórico de este tiempo que ahora queremos estudiar brevemente.
1. Periodo persa (430-332 a.C.)
En este tiempo Judá era provincia persa. Esta potencia mundial se mantuvo durante 200 años, de los últimos cien poco se sabe de la historia judía. El dominio persa fue moderado y tolerante y los judíos gozaban de bastante libertad. Los reyes persas de este periodo fueron: Artajerjes (465-425) durante el cual Nehemías reedificó la muralla de Jerusalén. Jerjes II, 424. Dario II (Notio), 423-405. Artajerjees II (Mnemon), 405-358. Artajerjes III (Ocho), 358-338. Arses, 338-335. Dario III (Codomano), 335-331, bajo este rey cayó el imperio persa a manos de Alejandro Magno.
2. Periodo griego (331-167 a.C.)
En el libro del profeta Daniel tenemos una profecía muy precisa sobre el advenimiento del imperio griego representado por un macho cabrío. En la visión de Daniel aparece también un carnero con dos cuernos que representan al imperio medo-persa. El macho cabrío golpea con tal violencia al carnero que sus dos cuernos se quiebran rápidamente, luego cuando el macho cabrío, con su único cuerno, está en pleno dominio es quebrado y surgen cuatro cuernos más pequeños, que van a ser los cuatro generales que se reparten el imperio griego (Dn.8).
De esta forma profética vemos surgir el imperio de Alejandro Magno hacia el año 336 a.C. que conquistó el imperio persa en muy poco tiempo, llegando a conquistar las tierras de Oriente que habían estado bajo el dominio de Egipto, Asiria, Babilonia y Persia. Ya en el año 331 a.C. el mundo estaba a sus pies. Es curioso que los libros de Historia nunca mencionan la profecía de Daniel que anticipó este imperio de forma tan precisa y evidente, además de otros sucesos que tuvieron lugar en este periodo y que no podemos ver ahora con detalle. La palabra de Dios en boca de sus profetas dirige la Historia, su palabra corre veloz aunque el hombre moderno quiera ignorarla.
Pues bien, Alejandro Magno se mostró benigno con los judíos, no destruyó Jerusalén y les ofreció garantías para que se establecieran en Alejandría, la nueva ciudad que construyó Alejandro Magno en el norte de Egipto y que llegó a ser un centro de gran influencia en el judaísmo. Sin embargo, el macedonio fundó ciudades griegas en todos sus dominios, y juntamente con ellas la cultura griega y el idioma griego, que se conoce en la Historia como el Helenismo.
Alejandro Magno murió, como hemos dicho, cuando estaba en toda su fuerza (323 a.C.) y su imperio fue repartido entre cuatro de sus generales. Para nuestra historia nos interesa saber sobre todo que “de los dos sectores orientales, Siria le tocó a Seleuco y Egipto a Tolomeo. La tierra de Israel, situada entre ambos, fue primeramente de Siria, pero en 301 a.C. pasó a manos de Egipto, en cuyo poder estuvo unos 100 años, hasta 198 a.C. Bajo los reyes de Egipto, llamados Tolomeos, la suerte de los judíos fue por lo general pacifica y feliz. Los que vivían en Egipto edificaron sinagogas en todas sus colonias, en cuya capital Alejandría surgiría una comunidad judía muy influyente. En 198 a.C. Antíoco del Grande reconquistó la tierra de Israel, que pasó nuevamente al poder de los reyes de Siria, llamados Seleúcidas” (Tomado del Compendio Manuel Henry H. Halley).
Así llegamos a un tiempo cuando se levantó un enemigo fanático de los judíos, rey de los Seleúcidas, llamado Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.). Se propuso imponer la cultura griega en Judea. Echó al legítimo sumo sacerdote Onías III, que fue asesinado, y substituido por un tal Menelao que no era de la familia de los sacerdotes. Los motivos políticos condujeron a los religiosos y se realizó un expolio del templo de Jerusalén, llevando los tesoros a Antioquia en Siria. Se suprimió la autonomía de la comunidad judía. Se prohibió celebrar el shabat, el culto y la circuncisión bajo pena de muerte. Se profanó el templo poniendo una estatua a Zeus (167 a.C.), lo que se llama en el libro del profeta Daniel la abominación desoladora (Dn.9:27 y 12:11); se sacrificó un cerdo sobre el altar, destruyeron los libros de la Torá que pudieron hallar y mataron a todos aquellos que tuvieran porciones de las Escrituras en su poder, se vendió como esclavos a muchos judíos y torturaron sin piedad para tratar de alejar al pueblo de Judea de su religión. Todo ello condujo al levantamiento de los Macabeos, una de las hazañas más heroicas de la historia.
3. Periodo de los Macabeos (167-63 a.C.)
Durante estos 100 años, aproximadamente, tenemos el levantamiento de una familia judía para restaurar el culto a Dios en el templo, oponiéndose deliberadamente a la iniquidad de los gobernantes Seleúcidas en la tierra de Israel. Como suele ocurrir en la historia, no todos los descendientes de los Macabeos o la dinastía que se formó, llamada de los Asmoneos, tuvieron la misma firmeza frente al Helenismo griego, corriente que trató de diluir la fe de los hebreos y por tanto, adulterar las Escrituras y la revelación de Dios.
El padre de esa familia era un sacerdote anciano de nombre Matatías que vivió en el pequeño pueblo llamado Modín, al occidente de Jerusalén, muy cercano a la frontera de los filisteos. Tenía cinco hijos: Judas, Jonatán, Simón, Juan y Eleazar. El año 167 a.C. dio comienzo a la revolución. Apareció en la aldea un emisario de Antíoco para probar la lealtad de las gentes hacia su rey. Construyó un altar a Zeus y ordenó a Matatías y a sus hijos ofrecer sacrificios al dios pagano con la promesa de una recompensa muy grande y el favor del rey. El sacerdote anciano rechazó la orden. Cuando se presentó un hombre más joven para cumplir la orden, Matatías, incapaz de controlar su enojo, avanzó y mató al hombre, luego mató al emisario del rey y apeló a todos los judíos leales a seguirle. El y sus cinco hijos, juntamente con un número de seguidores, huyeron a las montañas desde donde declararon la guerra abierta contra Antíoco. Murió poco después, dejando a su hijo Judas al mando de la rebelión.
Judas Macabeo sucedió a su padre en la lucha contra los Seleúcidas sirios. Fue uno de los mejores generales de la historia judía, quien, con unos pocos miles de seguidores, derrotó a las fuerzas Seléucidas, numéricamente superiores, en una serie de contiendas. Ganó batalla tras batalla, reconquistó Jerusalén en 165 a.C., purificó y volvió a consagrar el templo. Este suceso dio lugar a la fiesta de la Dedicación o Januka (Jn.10:22). Judas reunió en sí mismo la autoridad sacerdotal y civil, de esta manera estableció la sucesión Asmonea de sacerdotes-gobernadores que durante 100 años encabezaron una Judea independiente. Después de la muerte de Antíoco IV se levantó otro rey, Lisias, que volvió a la carga contra los judíos y Judas tuvo que volver a pelear contra los sirios. Murió en el campo de batalla en 161 a.C. Este general grandioso, uno de los más grandes de la historia hebrea, había obtenido lo que parecía imposible: Salvó a su pueblo y su religión.
Cuando murió Judas, su hermano Jonatán llegó a ser el líder, pero fue asesinado por un general sirio. Simón tomó su cargo, consiguiendo que se eliminara el pago de tributos y hacer un pacto con Demetrio II, rey de Siria, en el 143 a.C. que condujo a la independencia política de los judíos. Después vendrían Juan Hircano (135-106 a.C.), Aristóbulo y sus hijos (106-63 a.C.), indignos herederos del nombre Macabeo.
Durante el periodo que acabamos de ver surgieron los fariseos y los saduceos como dos grandes partidos religiosos del pueblo judío. Eran muy opuestos en temas de máxima importancia y llegaron a ser rivales.
Los fariseos, palabra que significa separatistas, se interpreta en el sentido de separarse de las cosas y personas inmundas, llegaron a ser muy conservadores de las tradiciones de los padres y tenían gran celo por la ley de Moisés. Representaban los sectores más humildes de la sociedad y en el tiempo del Nuevo Testamento representan al partido mayoritario con gran influencia.
Por su parte los saduceos procedían y representaban a la clase aristocrática. No eran tan numerosos como los fariseos pero tenían una gran influencia en asuntos nacionales. Fueron más permisivos con la cultura helenista y eran miembros de la clase sacerdotal. Negaban la resurrección de los muertos, la vida después de la muerte y el mundo espiritual: ángeles y demonios. El antagonismo entre estos dos grandes partidos llegó a ser tan grande que finalmente debilitó el reino macabeo y acabó con la libertad política de los judíos.
4. Periodo Romano (63 a.C. hasta la época de Jesús)
En el año 63 a.C. Judea fue conquistada por los romanos de Pompeyo. Antipater (idumeo, de Edom, descendiente de Esaú), fue nombrado gobernador de Judea, le siguió su hijo Herodes el Grande, rey de Judea 37-3 a.C. Este rey fue un hábil político que buscó el favor de Roma, reedificó el templo de Jerusalén y fue también muy cruel. Mató al último descendiente de los Asmoneos y en su ansiedad por eliminar a cualquiera que pudiera hacer sombra a su reinado mandó matar a su primera mujer Marianne, a dos de sus hijos, a otro de sus hijos llamado Antipater y por último es conocido en la historia por haber ordenado la matanza de los niños en Belén cuando nació Jesús, el Mesías de Israel (Mateo, 2:13-23).
Al morir dejó el reino dividido entre sus hijos: Judea, Samaria e Idumea para Arquelao (destituido dos años después por el gobernador romano Poncio Pilatos), y Galilea y Perea para Herodes Antipas (el que en los Evangelios eludió juzgar a Jesucristo cuando se lo envió Pilatos). El nieto de Herodes, Herodes Agripa I, fue el último rey que gobernó sobre la totalidad de la tierra de Israel y el que, según los Hechos de los Apóstoles, hizo encarcelar al apóstol Pedro y condenó a muerte a Santiago.