86 – Dones y llamamiento de Dios irrevocables

La vida en el EspírituEn cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto  a la elección de Dios, son amados por causa de los padres; porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables (Romanos 11:28-29).

          Los dones —o carismas— y el llamamiento de Dios pertenecen a la soberanía de Dios. Son irrevocables. No se pueden revocar, por eso vemos a ciertos pastores que aunque sabemos viven en pecado aún actúan en ellos los dones que recibieron. Esto nos confunde, por eso Jesús enseñó que «por su frutos los conoceréis».  El rey Saúl profetizó, es decir, se movió en los dones, aún cuando vivía en desobediencia a Dios y ya había sido desechado por el Señor (1 Sam. 19:23-24).

También nos ha confundido que el pueblo judío, a pesar de ser enemigos del evangelio en muchos casos, siguen siendo amados por Dios por la elección soberana hecha a los padres Abraham, Isaac y Jacob. Esto no quiere decir que por ser judíos tienen un tratamiento especial, el llamamiento es como pueblo, como tal sigue siendo el pueblo de Dios y se mantienen los dones y el llamamiento recibido con todo lo dicho por los profetas, pero los rebeldes y contumaces serán juzgados y condenados.

Lo mismo con algunos que comenzaron bien la carrera pero en algún momento se desviaron y se convirtieron en lobos rapaces que destruyen el rebaño. Dicho esto, (sabiendo que el tema es mucho más complejo de lo que puedo abordar aquí), lo que quiero puntualizar es que los dones de Dios están ligados al llamamiento para una función. Esos dones forman parte de la operación soberana de Dios en el corazón de la persona elegida, son irrevocables, seguirán actuando aún cuando la persona pueda haberse apartado de la verdad y andar en caminos errados.

Muchos se aprovechan de los dones recibidos para seguir influyendo sobre masas de creyentes que los siguen sin discernir el espíritu del error. Incluso en la vida de Balaam, (ejemplo de falso profeta y ambición personal), el Señor permitió que profetizara correctamente sobre Israel, aunque su camino era de rebelión por cuanto desobedeció a Dios en su primera y verdadera respuesta para no ir a ver a Balac (Num.22:9-12 y 24:1-2). Muchos dirán, Señor, en tu nombre echamos fuera demonios… (operaron los dones de Dios en sus vidas), pero él les dijo, apartaros de mí hacedores de maldad». Los dones no son garantía de que Dios corrobora lo que hacemos; es la obediencia a su voluntad la que confirma nuestro llamamiento.

         Los dones y el llamamiento van juntos, pero lo que confirma o no la verdad de nuestro servicio es la obediencia a Dios y el fruto del Espíritu.

85 – Impartir algún don espiritual (III)

La vida en el EspírituPorque anhelo veros para impartiros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; es decir, para que cuando esté entre vosotros nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía (Romanos 1:11-12).

         La práctica de la imposición de manos se encuentra entre los rudimentos de la doctrina, es decir, las enseñanzas básicas (Heb.6:1-2). Algunos se quedan pegados a ella como si no hubiera otra cosa que hacer que imponer manos a todo el mundo. Otros lo ven como superchería, aunque hemos dicho que es una doctrina bíblica; practicada por los profetas y apóstoles. También se practica en muchas otras religiones… lo cual no anula la verdad de Dios. En algunos casos ha quedado como un acto hueco y sin vida, practicado como tradición pero sin que produzca ningún resultado. Lo tenemos en uno de los sacramentos de la iglesia católica, el de la confirmación, que viene a ser la imposición de manos del obispo sobre los que fueron bautizados de niños, tomaron la comunión con 8 o 10 años y más adelante son confirmados como señal de recibir el Espíritu. Vana tradición. Yo mismo fui confirmado cuando tenía unos 14 años y debo decir que nada cambió en mi vida.

Pero también debemos señalar que hay muchos pastores que imponen las manos a diestra y siniestra sin que ocurra nada más que un poco de ruido y movimiento, sin cambios ni transformaciones, tampoco liberación de dones. Sin embargo el apóstol Pablo lo anunció a los hermanos en Roma, para que cuando llegara pudiera transmitir dones espirituales mediante la oración con imposición de sus manos. Vemos que lo hizo en Éfeso y también en la vida de Timoteo.

El propósito es poner en libertad los dones que el Espíritu ya nos ha concedido y que necesitan un impulso libertador para que se accionen, luego hay que aprender a usarlos con sabiduría y un carácter maduro, fundado en el fruto del Espíritu. Pero debemos practicarlos. La iglesia y sus responsables deben confiar en la obra del Espíritu dando lugar a esta liberación de dones entre los discípulos, y no pretendiendo controlarlo todo por temor a que haya desórdenes imprevistos. Pablo practicaba su acción. Los corintios son un ejemplo de ello. Luego tuvo que acotar y dar instrucciones para un uso equilibrado y sabio, pero nunca para negarlos o prohibirlos. Los gálatas comenzaron por el Espíritu y se desviaron hacia las obras de la carne (Gá. 3:1-5); el apóstol los reprendió para que regresaran a la vida en el Espíritu. La obra es de Dios.

         Los dones espirituales liberados son para la edificación de la iglesia.

 

84 – Impartir algún don espiritual (II)

La vida en el EspírituPorque anhelo veros para impartiros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; es decir, para que cuando esté entre vosotros nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía (Romanos 1:11-12).

         La verdad de Dios no queda anulada por las falsedades o manipulaciones de los hombres. Cuando una perla ha sido pisoteada se menosprecia y confunde con el mismo barro. Esto ha ocurrido con verdades del evangelio que maestros contumaces del error han ocasionado la pérdida y el abandono en la iglesia para huir de tales extremos. Hay extremos. Hay falsificaciones. Hay que probar los espíritus, y las profecías, examinadlo todo y retener lo bueno.

El llamado neo-pentecostalismo causa estragos en la iglesia de Dios de nuestro tiempo con sus extravagancias y espectáculos irreverentes y profanos, que quieren pasarlos por «el gran poder de Dios» (como Simón el mago), o una unción mal entendida, pero eso no puede anular las verdades acerca del Espíritu y los dones.

Es fácil, por temor, evitar las manifestaciones del Espíritu, Pablo no lo hizo. Llegó a Roma decidido a poner en libertad dones espirituales que los hermanos ya tenían (porque los dones son del Espíritu, no de un hombre ungido), pero faltaba la imposición de manos del apóstol para liberar su función.

La iglesia de Dios se edifica mediante los dones del Espíritu, la diversidad de dones del Cuerpo, dados para su edificación (veremos sobre los dones más adelante). Sin dones liberados y funcionando bajo el temor de Dios no seremos útiles en la extensión del reino. Pablo lo hizo con su discípulo aventajado Timoteo. Mira el lenguaje de Pablo. «No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio» (1 Tim.4:14). En otra ocasión le dice: «Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim.1:6).

La mayoría de los maestros concuerdan en decir que el don de Timoteo era el de evangelista. Hubo varias ocasiones en la vida del discípulo cuando impusieron las manos sobre él para que su desarrollo ministerial fuera eficaz. En una de ellas fue el presbiterio (grupo de ancianos de la congregación), y en otra fue el apóstol Pablo. También se le dijo que peleara la buena batalla acordándose de las profecías que se habían hecho sobre él (1 Tim.1:18). Imposición de manos y profecías ayudaron a Timoteo a cumplir su llamamiento dado por Dios.

         Pablo practicó la imposición de manos con Timoteo y otros discípulos para liberar la acción de los dones que ya habían recibido del Espíritu.

83 – Impartir algún don espiritual (I)

La vida en el EspírituPorque anhelo veros para impartiros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; es decir, para que cuando esté entre vosotros nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía (Romanos 1:11-12).

         El apóstol Pablo aún no había tenido ocasión de visitar la congregación de Roma, pero estaba ansioso de hacerlo, lo anhelaba de veras para poder confirmar su fe, siendo edificados a la vez mutuamente cada uno por la fe del otro. ¿Y cómo pensaba confirmar la fe de los discípulos en Roma? Mediante la impartición de algún don espiritual.

Meditemos. Pablo creía en la imposición de manos para transmitir, (tal vez debemos decir: liberar), dones espirituales en la vida de los creyentes. Me llama poderosamente la atención esta expresión tan osada del apóstol. La tradición judía está plagada de esta verdad. Jacob impuso sus manos sobre los hijos de José, Efraín y Manasés, para bendecirlos. Lo hizo también sobre cada uno de sus doce hijos poco antes de morir. Moisés lo hizo sobre Josué en diversas ocasiones para impartirle autoridad y recibir el espíritu de sabiduría (Dt.34:9) (Nm.27:18-20,23). La imposición de manos de Moisés transmitió autoridad, sabiduría y dignidad de líder. Pedro y Juan lo hicieron en Samaria para que los discípulos recibieran el Espíritu Santo. Pablo hizo lo mismo en Efeso sobre los discípulos que ni siquiera habían oído hablar si había Espíritu. También lo hizo sobre Timoteo (veremos este caso en la próxima meditación).

Incluso Simón el mago, impresionado por esta verdad manifestada en Samaria quiso comprar el don y fue reprendido por Pedro. Siempre hay los desequilibrados que están dispuestos a toda hora para imponer las manos como si fuera un acto mágico. Pretenden limitar la acción del Espíritu a través de sus manos, pero este hecho nunca anula la soberanía de Dios.

Otros imponen manos vacías sobre cabezas huecas, el resultado es nulo. Algunos se conforman con el espectáculo externo de caídas al suelo o cualquier otra experiencia, pero si no hay respaldo divino en quién pretende transmitir o liberar dones será como metal que resuena o címbalo que retiñe. El apóstol Pablo tenía esta capacidad y anhelaba impartir dones a los hermanos en Roma. No todos la tienen, por mucho que griten o empujen sobre las cabezas de aquellos que ingenuamente piensan resolver sus dificultades mediante un acto «mágico». Pero hay quienes liberan la acción del Espíritu con su oración.

         Impartir o liberar dones espirituales confirma la fe de los discípulos.

LOS DONES DEL ESPÍRITU

La vida en el EspírituLOS DONES DEL ESPÍRITU

Un tema siempre controversial con escuelas distintas. Los que dicen que acabaron en el tiempo de los apóstoles (cesacionistas), y quieres creemos que nunca han cesado (continuacionistas); a pesar del abuso o desuso que se ha producido a lo largo de la Historia de la Iglesia. Veamos la relación de dones que he elaborado para esta muestra.

  1. Impartir algún don espiritual (I) (Ro.1:11,12)
  2. Impartir algún don espiritual (II) (Ro.1:11,12)
  3. Impartir algún don espiritual (III) (Ro.1:11,12)
  4. Dones y llamamiento de Dios irrevocables (Ro.11:28,29)
  5. Usemos los dones recibidos (Ro.12:6)
  6. El don de profecía (Ro.12:6)
  7. El don de servicio (Ro.12:7)
  8. El don de enseñanza (Ro.12:7)
  9. El don de la exhortación (Ro.12:8)
  10. El don de dar (Ro.12:8)
  11. El don de dirigir o presidir (Ro.12:8)
  12. El don de la misericordia (Ro.12:8)
  13. Cada uno ha recibido un don (1 Pedro 4:10)
  14. No debemos ignorar los dones (1 Co.12:1,2)
  15. Hablar por el Espíritu (1 Co.12:3)
  16. Dones, ministerios y operaciones (1 Co.12:4-6)
  17. Individualidades para el bien común (1 Co.12:7,11)
  18. El don de palabra de sabiduría (1 Co.12:8)
  19. El don de palabra de conocimiento (1 Co.12:8)
  20. El don de fe (1 Co.12:9)
  21. El don de sanidad (1 Co.12:9)
  22. El don de milagros (1 Co.12:10)
  23. El don de profecía (1 Co.12:10)
  24. El don de discernimiento de espíritus (1 Co.12:10)
  25. El don de lenguas (1 Co.12:10)
  26. El don de interpretación de lenguas (1 Co.12:10)

82 – El Espíritu de santidad

La vida en el Espíritu… Y que fue declarado Hijo de Dios con poder, conforme al Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos: nuestro Señor Jesucristo (Romanos 1:4).

         En estas meditaciones ya hemos visto ampliamente la operación del Espíritu de Dios en la vida de Jesús. Fue ungido con el Espíritu Santo y con poder, y anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Jesús nació sin relación con el pecado. Fue engendrado, no creado, por el Espíritu Santo, en el vientre de María. El día de su bautismo, para que se cumpliera toda justicia (Mt.3:15), fue declarado Hijo de Dios. Vino una voz del cielo que dijo: «Este es mi Hijo amado en quien me he complacido».

El cielo confirmó que Jesús es el Hijo de Dios. Había nacido, según la carne, de la descendencia de David, pero fue declarado Hijo de Dios con poder, conforme al Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos. Es decir, la muerte no pudo retenerlo porque no había pecado en él, aunque cargó con el pecado de todos nosotros.

La resurrección certificó el hecho de que el Hijo de Dios no podía ser retenido en el reino de la muerte porque su naturaleza era justa y santa, sin pecado; y aunque ocupó nuestro lugar en el lago de fuego y azufre, en la bajada a los infiernos, el poder de la resurrección entró en él por cuanto se halló su Espíritu de santidad. Aquí tenemos el epicentro de nuestra victoria sobre el pecado. Jesús fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co.5:21).

Hubo un intercambio. Nuestra naturaleza pecaminosa fue juzgada en el cuerpo de Jesús, (al cargar con nuestra maldad), con un resultado doble: la muerte no pudo retenerlo porque su naturaleza era justa, sin pecado, y a la vez resucitó para nuestra justificación. Por eso podemos nacer de nuevo a una nueva vida. Pedro lo explica así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quién según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 P.1:3).

El Espíritu de santidad que había en Jesús es el mismo Espíritu que ahora opera en todos los redimidos para que vivamos, por el mismo Espíritu, alejados del pecado. Andar en el Espíritu es vivir en santidad. Hemos sido santificados con la misma naturaleza nueva que Jesús ha sacado a vida por su resurrección.

         Andar en el Espíritu es vivir en santidad. Vivir en santidad es andar en el Espíritu, vivir por el Espíritu, ser llenos del Espíritu.

81 – Vivir y andar por el Espíritu (II)

La vida en el EspírituSi vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gálatas 5:25).

         Aunque ya hemos comentado textos de las cartas del apóstol Pablo a lo largo de estas meditaciones, especialmente el capítulo 8 de Romanos y algunos textos de Efesios y Gálatas, quiero hacer ahora un recorrido más amplio por las epístolas del Nuevo Testamento para ahondar más aún en la vida en el Espíritu.

En las cartas tenemos las instrucciones apostólicas sobre este tema de tanta trascendencia. Por ello me propongo recorrerlas y pararnos en la mayoría de textos donde encontramos alguna enseñanza sobre la vida en el Espíritu. Toda la vida cristiana depende del Espíritu; sin su operación en nosotros es imposible poder realizar la voluntad de Dios y acabar las obras que nos fueron dadas de antemano para que anduviéramos en ellas. También estamos expuestos a mezclas y confusiones. En ocasiones confundimos el alma y su compleja composición, con la vida en el Espíritu; necesitamos madurar, aprender de los errores y poner buen fundamento a nuestras experiencias sobre el cimiento estable de la palabra revelada.

Hemos dicho ya que no es lo mismo vivir por el Espíritu que andar por el Espíritu. Pablo dice que debe haber en nosotros una continuidad, es decir, si hemos comenzado una nueva vida mediante la obra del Espíritu en nosotros, ahora se debe consolidar con un caminar en el Espíritu. Y ello tiene que ver con el fruto que damos, la entrega que hacemos de todos los miembros de nuestro ser para servir a la justicia. Nuestra voluntad debe estar sometida a la voluntad del Espíritu, nuestras emociones controladas por el Espíritu, y nuestra mente debe ser renovada constantemente mediante la palabra de verdad vivificada por el Espíritu.

Para andar en el Espíritu todo nuestro ser debe estar involucrado, sin doblez ni divisiones internas. La clave siempre estará en buscar la llenura del Espíritu continuamente, sed llenos del Espíritu, que es lo mismo que permanecer en Cristo. El Señor es el Espíritu, son uno con el Padre, actúan en unidad en el discípulo para obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios. «El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Co.3:17). Las cartas del Nuevo Testamento nos dan amplia enseñanza de cómo se debe producir una vida andando en el Espíritu, cuál es el fruto de esa vida, los dones y todo tipo de servicio. Os invito a iniciar una nueva andadura. Después de ver las experiencias en el libro de los Hechos, ahora debemos poner un fundamento sólido a toda experiencia espiritual.

         Andar en el Espíritu consolida y establece la vida en el Espíritu.

 

80 – Vivir y andar por el Espíritu (I)

La vida en el EspírituSi vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gálatas 5:25).

         La vida cristiana comienza por el Espíritu y la palabra, sin ello no hay vida de Dios, lo que tendremos sería religión, imitación, falsificación, suplantación, pero nunca la vida engendrada en nuestro espíritu que inicia una nueva andadura vital y trascendental. Pablo dice: «nueva criatura es». Jesús enseña: «es necesario nacer de nuevo, del Espíritu»; sin ello no vemos ni entramos en el reino.

Ahora bien, una vez hemos nacido del Espíritu, (vivir por el Espíritu), necesitamos aprender a andar en el Espíritu, y para ello es necesario crecer, madurar, volver a ser llenos del Espíritu una y otra vez, obedecer a Dios, poner la mente en las cosas del Espíritu (Ro.8:5-6 LBLA).

Tenemos un ejemplo magnífico de lo que quiero decir en la marcha de los israelitas por el desierto una vez fueron redimidos de la esclavitud de Egipto. Salieron con poder. La redención fue impactante. La esclavitud quedaba atrás, delante un andar en obediencia. Pablo lo explica así:«Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar; y en Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar» (1 Co.10:1-2).

Meditemos. Israel fue rescatado de Egipto; todos pasaron por el mar Rojo, (figura del bautismo), y todos fueron guiados por la nube de día y el fuego de noche, (figura del bautismo del Espíritu). Ahora bien, no todos fueron obedientes, ni todos entraron en la tierra prometida. Vivieron por el Espíritu, pero no todos anduvieron en el Espíritu. Sin embargo, todos se movían cuando la nube se levantaba, y cuando la nube paraba el campamento de Israel, toda la congregación, acampaba (Nm.9:19-22). Por tanto, todos vivían por el Espíritu, pero no todos andaban en el Espíritu.

Pablo dijo a los gálatas«¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora por la carne?» (Gá. 3:3). También enseña a los corintios: «por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo… a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu» (1 Co.12:13), pero sabemos que no todos eran espirituales. Hay personas que dicen haber sido bautizadas en el Espíritu pero como experiencia pasada, y hoy no viven llenos del Espíritu, por tanto, su testimonio pone en duda sus afirmaciones. Necesitamos ser llenos del Espíritu continuamente (Ef.5:18) para andar en el Espíritu.

         La vida nueva en el Espíritu la recibimos por gracia, pero andar en el Espíritu significa vivir en obediencia siendo llenos continuamente de Él.

ANDAR EN EL ESPÍRITU

La vida en el EspírituANDAR EN EL ESPÍRITU

         Las experiencias no son un fin en sí mismas, si no que deben afianzar el desarrollo de nuestro andar en el Espíritu. La clave de la vida cristiana está en andar en el Espíritu. Podemos ser llenos del Espíritu una vez, tener alguna experiencia ocasional, que aunque transformadora, debe producir en nosotros el anhelo constante de andar en el Espíritu, y permanecer en Cristo.

         Por eso me ha parecido necesario, después de las experiencias carismáticas, y antes de entrar de lleno en el tema de los dones espirituales, dejar constancia que nada de ello es posible sin vivir y andar en el Espíritu, que es el Espíritu de santidad.

  1. Vivir y andar por el Espíritu (I) (Gá.5:25)
  2. Vivir y andar por el Espíritu (II) (Gá.5:25)
  3. El Espíritu de santidad (Ro.1:4)

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA…

79 – Mi experiencia personal (V)

La vida en el EspírituEl viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3:8).

         Dejé todo y regresé a Lérida: el trabajo, la seguridad social, mi familia, mi novia, la congregación y mi cuenta bancaria. Los últimos ahorros los utilicé para pagar mis estudios y comprar una Biblia nueva y 25 Nuevos Testamentos para regalar en la evangelización. Me sentía andando por encima de las aguas. Notaba en mi interior que el Señor me sostenía. Nadie a mí alrededor comprendía lo que estaba haciendo. Pero yo leía en el evangelio que los discípulos cuando oían la voz de Jesús lo dejaban todo y le seguían. Ese fue el llamado para mí.

Los estudios duraban seis meses, era una Escuela Bíblica reducida y concentrada. Al poco de llegar me propuse buscar al Señor para que me indicara cual sería el próximo paso a dar. Todas las mañanas bajaba solo a orar a la sala donde se impartían las clases. Tenía paz en mi  corazón. Mi novia en Salamanca, que trabajaba en una empresa japonesa y seguía congregándose en la misma asamblea, comenzó a ser un apoyo en la distancia. Había estado a punto incluso de abandonar cinco años de noviazgo, pero el Señor no lo permitió. Llevamos casados más de treinta años.

Pasados los primeros meses de estudio llegó como maestro un misionero sueco para dar el tema sobre el Espíritu Santo y los dones. Venía avalado por una experiencia misionera amplia en Bolivia, donde había hecho un gran trabajo de plantación de nuevas iglesias. Un día, al final de un culto donde este misionero predicaba, se acercó a donde yo estaba e impuso sus manos sobre mí. Fue muy sencillo y normal, pero el impacto que causó en mi interior fue espectacular. Una liberación interior comenzó a fluir dentro de mí que me cambió por completo. Noté rápidamente que algo se había roto en mi carácter, aquello que me impedía la libertad que ansiaba.

Amaba a Jesús. Predicaba en las calles. Leía con verdadera pasión las Escrituras, participa de los cultos con deleite, pero el caparazón que envolvía mi hombre nuevo no tenía la libertad que anhelaba. Un gozo nuevo liberó mi forma de expresarme. Todos se dieron cuenta de mi cambio. Ahora comprendía algo más el camino por donde el Señor me había traído. Quedé unido con este misionero sueco. Nuestras vidas quedaron entrelazadas para los próximos 13 años. El siguiente paso fue casarme y comenzar a trabajar en una obra pionera en la provincia de Toledo.

         Andar en obediencia a la voluntad de Dios es un misterio que el Espíritu Santo revela para saber interpretarlo en cada etapa de nuestras vidas.