El islam recoge esta estratagema bajo el nombre de Taqiya que significa mentira sagrada o santo disimulo.
Los salafistas y yihadistas afirman que está permitido no decir la verdad sobre sus creencias bajo determinadas circunstancias, como por ejemplo salvar la vida, proteger la religión o ganarse la confianza de los infieles con el fin de debilitarlos y derrotarlos para alcanzar el califato universal.
Este precepto nace de la interpretación literal del Corán, que apunta a que los musulmanes no pueden tomar como amigos a los no musulmanes a menos que sea para protegerse, por lo que tendrán que simular y aparentar amistad y obviamente mentir. Afirman que cuando practican taqiya no se trata de mentira, pues solo mienten los que no creen en Alá, y que Alá les permite jurar en falso para protegerse pues Él tendrá en cuenta la intención del corazón de quien disimula.
Hay varios hadices o preceptos y acciones de Mahoma que sostienen la licitud del engaño, la taqiya. En uno de ellos se explica cómo Mahoma mató a un líder tribal y a treinta de sus hombres desarmados a quienes había garantizado que respetaría sus vidas. Para justificar su acción afirmó que «la yihad es el engaño».
Otro hadiz sostiene que la mentira está permitida cuando el fin justifica los medios; y otro más confirma que la mentira es permisible con el fin de engañar a un no creyente o engañar a la esposa para reconciliarse con ella.
Mahoma utilizó claramente el engaño cuando firmó el tratado de paz de Hudaibiya con los habitantes de La Meca por un periodo de diez años (fue firmado en marzo del 638), y a los dos años lo rompió. En ese tiempo estuvo preparando en secreto a su ejército para tomar la ciudad. Los residente de La Meca, desprevenidos, fueron fácilmente conquistados después de que Mahoma rompiera el tratado a los dos años de firmado. Los ciudadanos que confiaron en su palabra fueron ejecutados. Algunos de sus seguidores le preguntaron por qué había roto el pacto, y Mahoma les dijo que es lícito hacerlo cuando beneficia al islam. Por esta razón los yihadistas, al considerar que están en guerra contra el mundo no musulmán, se sienten legitimados para mentir. (Tomado del libro Objetivo: Califato universal, varios autores).
Esta misma forma de engaño fue usada en numerosas ocasiones por el líder palestino Yasser Arafat. En su discurso pronunciado en una mezquita de Johannesburgo (Sudáfrica) el 10 de mayo de 1994, justo después de firmar los acuerdos de Oslo, y para consumo interno, dijo: «La guerra santa (Yihad) continuará y Jerusalén será no solo para el pueblo palestino, sino para la nación musulmana. Nuestra principal batalla será por Jerusalén, el primer santuario de los musulmanes. Este acuerdo (con los israelíes) no es diferente que el que nuestro profeta Mahoma firmó con los Quarish y recordarán que el califa Omar no aceptó el acuerdo y consideró despreciable la celebración de una tregua». Arafat se refiere a la conducta de Mahoma citada anteriormente.
El profeta Mahoma, cuya conducta es vinculante y debe ser imitado por todo buen musulmán, dijo en cierta ocasión: «Si yo hago un juramento y luego encuentro algo mejor, uso lo más favorable y quiebro el juramento».
Mahoma predicó el engaño como táctica para enfrentar a los enemigos del islam, y ese acto, por más que nos parezca cuestionable y censurable bajo una óptica contemporánea, constituye para el islam un acto virtuoso.
El especialista en el Islam, Raymond Ibrahim, norteamericano de origen egipcio-copto, escribió en la revista militar británica Jane´s en octubre de 2008 un amplio artículo sobre la Taqiya en el que explicó sus orígenes históricos. Ibrahim dice que el «sentido común» o la «opinión universal» tienen poco que ver con los conceptos del Islam sobre lo que está bien y lo que está mal.
Solo lo que Alá, (por medio del Corán) y su profeta Mahoma (por medio del Hadith, o sea, los dichos proféticos) dictaminan, es lo que tiene validez.
Raymond Ibrahim cita un importante texto árabe considerado clásico, Al-Taqiya Fi Al-Islam: «La Taqiya tiene una importancia fundamental en el Islam. Prácticamente es aceptado y practicado por todas las sectas islámicas. Podemos decir que la práctica de la “taqiya” se ha generalizado en el Islam, a tal punto que quienes no la practican, solo integran grupos marginales. La Taqiya es muy utilizada en la política islámica, especialmente en la era moderna».
La legitimidad de la utilización del engaño en el Islam se deriva de su uso por el propio Mahoma. El Profeta permitía incluso el insulto a su religión como una táctica válida para desenmascarar a sus enemigos. Mahoma proclamó que el Islam es religión y estado, por lo cual su objetivo es dominar el mundo y establecer un califato mundial.
Para los musulmanes que llegan como inmigrantes a países de «infieles» es bastante incómodo tener que explicar que no se consideran iguales sino superiores a quienes los acogen y que su aspiración es llegar a dominar e imponer su estilo de vida en el país de acogida como inmigrantes de una minoría. Por eso recurren a la taqiya jurando y perjurando que el Islam es una religión de paz y que ellos solo aspiran a integrarse y ser buenos ciudadanos.
La enseñanza de Jesús dice que Satanás es el padre de la mentira
La enseñanza de Jesús y toda la Escritura no deja lugar a dudas: [el diablo] ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira [1].
Uno de los mandamientos de la ley dada por Dios a Israel a través de Moisés dice así: No hablarás contra tu prójimo falso testimonio [2]. El apóstol Pedro recoge la enseñanza del salmista donde dice: ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño [3].
Por su parte el apóstol Pablo enseña a los hijos de Dios que deben vivir según el nuevo hombre que ha sido creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad, y añade: Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo [4].
Toda la Escritura enseña esta verdad. Repudia la mentira. La expone como parte de la naturaleza de Satanás. Dios la aborrece. Y nunca puede justificarse como medio para obtener un fin superior. La verdad es el fin superior. Jesús es el camino, la verdad y la vida. La luz vino al mundo, y aquellos que la reciben no andan en tinieblas, sino en la luz de la verdad. Dios es luz y no hay ninguna tinieblas en Él.
Tampoco aprueba la Escritura las llamadas mentiras piadosas o pecados veniales. No existe tal cosa en la ley de Dios, aunque los sistemas religiosos de distintos signos pretendan cambiarla.
En nuestro país, España, que ha estado bajo dominio del islam durante ocho largos siglos, y un sistema religioso católico romano mucho más, la mentira forma parte de la vida política y la vida cotidiana con una naturalidad insoportable.
Incluso bromeamos con las mentiras infantiles sin darnos cuenta que el poder de la mentira tiene su fuerza en la misma naturaleza del mal, por tanto, los mentirosos no entrarán en el reino de los cielos.
¿Cómo es posible que haya personas llamadas cristianas que pretenden igualar al Dios de la Biblia con el dios del Corán? Son radicalmente opuestos. Algunos ya han avanzado la fusión de ambas religiones en lo que se conoce como Crislam.
[1] – Juan 8:44
[2] – Éxodo 20:16
[3] – Salmos 34:12,13 con 1 Pedro 3:10-12
[4] – Efesios 4:22-25