Segunda de TESALONICENSES
Índice:
HISTORIA DE LA CARTA
ENSEÑANZAS Y TEMAS
- El justo juicio de Dios (1:3-10)
- El día del Señor (2:1-17)
2.1. No vendrá sin que antes venga la apostasía (2:3).
2.2. Y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición (2:3,4).
2.3. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad… (2:7-10).
2.4. Por esto Dios les envía un poder engañoso (2:11,12).
2.5. A quien el Señor matará con el espíritu de su boca (2:8).
- Las diferentes etapas de la fe (2:13) (1:11) (1:3,4) (3:1,2) (1:10) (2:11,12)
3.1. La fe para salvación.
3.2. La fe se manifiesta en obras.
3.3. La fe en desarrollo y crecimiento.
3.4. La fe alcanza la meta.
3.5. No es de todos la fe.
PREGUNTAS Y REPASO
HISTORIA DE LA CARTA
Habían transcurrido unos tres años desde que Pablo enviara su primera carta a los tesalonicenses cuando escribió esta segunda. En la primera expuso la conexión entre recibir el evangelio y la tribulación que le sigue a través de aquellos que lo rechazan. En esta segunda epístola el apóstol explicará el propósito de la persecución por el evangelio. Recordemos que el relato de como se fundó la iglesia en Tesalónica lo encontramos en Hechos 17:1-9.
ENSEÑANZAS Y TEMAS
Como hemos mencionado, uno de los temas que aparecen en esta carta es el propósito de la oposición al evangelio; además de ampliar su respuesta sobre la segunda venida del Señor que había suscitado algunas preguntas en relación a su primer escrito, incluso algunos hermanos interpretaron incorrectamente que se hubiera anunciado el inminente regreso del Mesías. Además se enseña sobre las distintas etapas de la fe. Todo ello lo veremos a continuación.
- El justo juicio de Dios (1:3-10)
En este pasaje debemos separar dos cosas. Por un lado, las circunstancias antes del juicio, y por otro, los acontecimientos posteriores a él. Antes del juicio una parte de los padecimientos del cristiano vienen por la oposición de los enemigos del evangelio; mientras que después nos convertimos en parte activa para juzgar al mundo. ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo (1 Co.6:2,3). Esto concuerda con el mensaje del profeta Daniel en su visión del capítulo 7 de su libro. Después recibirán el reino los santos del Altísimo… Y se dio el juicio a los santos del Altísimo… y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán (Dn.7:18,22,27). Pablo, tras mencionar la paciencia y fe de los tesalonicenses en todas las persecuciones y tribulaciones que estaban soportando, concluye: Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis (2 Tes.1:4,5).
Son los opositores al evangelio los que sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día (1:9,10); mientras que los santos disfrutaremos de la presencia de nuestro Señor para siempre. Esta verdad concuerda con las palabras del mismo apóstol en su carta a los Romanos 12:18-21. En la misma dirección se manifiesta el apóstol Pedro en 1 P.2:21-23, enseñándonos que nuestro llamado a los padecimientos por el evangelio tiene su ejemplo en Jesús, encomendando la causa al que juzga justamente.
Llegará el día cuando toda oposición y adversidad por el evangelio terminará, sin embargo, hasta que llegue ese día una parte de la experiencia del cristiano será sufrir injustamente a causa de la justicia por una forma de vida contraria a los esquemas mundanos que están dirigidos por el príncipe de la potestad del aire (Ef.2:2), llamado por Jesús el príncipe de este mundo (Jn.14:30), anunciando a sus discípulos un hecho irrefutable, y es que seremos aborrecidos por el mundo, porque no somos del mundo, pertenecemos a otro reino que está en oposición a los reinos de este mundo. Leamos: Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece (Jn.15:18,19). Y añade. El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra (Jn.15:20). Sin olvidar, que en medio de tales circunstancias, el Espíritu Santo nos fortalecerá y guiará a la victoria, siempre en medio de gran oposición. Este aspecto de la realidad del evangelio la hemos olvidado ampliamente en el cristianismo occidental de nuestros días, sin embargo, la Escritura es muy clara al respecto, y las cartas a los tesalonicenses lo ponen de manifiesto sin epidurales. Ser tenidos por dignos del reino venidero conlleva una carga de padecimientos que no podemos evitar, y que podremos soportar con gozo del Espíritu (1 Tes.1:6) teniendo nuestra mirada puesta en el galardón, como Moisés (Heb.11:24-27).
Resumamos ahora lo que Pablo enseña aquí sobre la diferencia entre los hijos de Dios, y aquellos que se oponen al evangelio tras su venida en gloria. Para los primeros será juzgar al mundo entrando en la dignidad del reino eterno (1:5) (2 P.1:10-11); recibiremos alivio y reposo (1:7 LBLA y RV60); glorificaremos al Señor y le admiraremos juntamente con todos los creyentes (1:10). En cuanto a los que se oponen al evangelio recibirán tribulación (1:6); sufrirán pena de eterna perdición y serán excluidos de la presencia del Señor y su gloria (1:9). Por ello dice el autor de Hebreos: No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa (Heb. 10:36). Todo lo expuesto no significa pasividad ante la injusticia. Aunque en el mundo tendremos aflicción (Jn.16:33) y sufriremos los efectos de la iniquidad, mediante hombres perversos y malos (2 Tes.3:2), no dejaremos de combatirla con las armas de la luz; en primer lugar manifestando el fruto de justicia en nuestras propias vidas (Fil.1:11), para luego ser luz y sal en medio de una generación maligna y perversa (Fil.2:15), trayendo refrigerio a un mundo caído (Hch.3:19,20), junto con nuestras oraciones que liberen tiempos de paz para vivir quieta y reposadamente (1 Tim.2:1,2). No en vano, los grandes logros de justicia social en la historia han sido el resultado del evangelio leudando la sociedad donde ha sido establecido. Sin embargo, como ya se ha dicho ampliamente, es inevitable sufrir la oposición del mal en un mundo oscuro hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en nuestros corazones (2 P.1:19).
Puedes ampliar este tema leyendo los Salmos 37, 73 y Malaquías 3:13-4:3.
- El día del Señor (2:1-17)
Al parecer, algunos habían entendido por la carta anterior, que el día del Señor ya había llegado, según se deprende del capítulo dos en la Biblia de las Américas. Pero respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con El, os rogamos, hermanos, que no seáis sacudidos fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os alarméis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera de nosotros, en el sentido de que el día del Señor ha llegado (2:1,2). Para responder a esta alarma suscitada entre los hermanos de Tesalónica el apóstol expone lo que debe suceder antes que se produzca la parusía o retorno del Señor. Veamos su exposición recordando una vez más que estos sucesos deben acontecer antes de la venida del Señor.
2.1. No vendrá sin que antes venga la apostasía (2:3). Este hecho parece desprenderse también de las palabras de Jesús cuando dijo: Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lc.18:8). Una gran apostasía de la fe precede a su venida. Un abandono de la fe que antes fue abrazada y que acercándonos a su retorno será ampliamente desechada. Gran parte de Europa y lo que llamamos sociedad occidental vive hoy este abandono. Asistimos perplejos al intento de erradicar la fe que una vez fue dada a los santos (Jud.3). Los valores judeocristianos están siendo atacados sistemáticamente en una sociedad embrutecida de egoísmo y hedonismo, enemiga de la verdad, que a la vez está siendo invadida por el islamismo, enemigo histórico de Europa, y que hoy nos anega con su ley sharía en grandes zonas de las más grandes ciudades europeas mediante una emigración descontrolada. En las antiguas naciones europeas parece como si Dios, el Dios de Israel y el Decálogo, hubiera muerto. La fe del evangelio está siendo substituida también por un credo laico, humanista e ideológico, véase el nuevo culto al cambio climático, la ideología de género y un ataque frontal a las verdades absolutas que han sustentado nuestras sociedades durante siglos. El desprecio a la vida humana (aborto, eutanasia), a la familia (divorcios y nuevos modelos familiares), y la identidad nacional van en paralelo al abandono de la fe cristiana. Esta apostasía está produciendo una nueva manera de legislar contraria a la naturaleza humana, poniendo al mismo nivel, sino mayor, los derechos de los animales y el medio ambiente que los del propio individuo. Todo ello pone de manifiesto que asistimos a la antesala del advenimiento de Jesús. La apostasía precede su venida. Un buen resumen de la decadencia europea lo vemos expresado en el certamen de música Eurovisión de los últimos años.
2.2. Y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios (2:3,4). Es imposible no ver aquí la realidad de nuestros días. La manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición y opuesto a Dios deliberadamente, pretendiendo ocupar el lugar de Dios, —haciéndose pasar por Dios—, tiene hoy su máxima expresión en la ciencia. Una ciencia que entre otras muchas cosas pretende crear una célula inmortal que erradique la muerte, y todo ello desde un laboratorio del hombre mortal. Es imposible no ver en estas manifestaciones las mismas palabras de apóstol cuando escribió: Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Tim.4:1). Una vez más apostasía unida al engaño masivo mediante doctrinas falsas. Todo ello se levanta contra la adoración al Dios verdadero estableciendo cultos falsos que pretenden el lugar de la divinidad. Penetran hasta el templo de Dios. Recordemos que la Escritura enseña que los hijos de Dios son templo de Dios, nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, pues bien, hoy asistimos a un ataque brutal a la naturaleza humana, al ser mismo de la persona, negando su identidad biológica al nacer por una emoción sometida a la caprichosa voluntad del individuo, presentado como un derecho humano cambiando de sexo mediante leyes de transexualidad. Una aberración que lleva a jóvenes sin madurar a hormonarse y exponerse a operaciones quirúrgicas de sexo irreversibles que en muchos casos terminan en el suicidio. Y todo ello con el soporte de la ley que no permite a los padres poder influir en las decisiones soberanas de sus hijos menores de edad. Leyes que pretenden hacerse pasar por dios. En una sociedad materialista y ciega a los poderes de las tinieblas estos hechos impiden ver el regreso al paganismo ancestral. Detrás de estas prácticas aparentemente modernas y aplicadas como nuevos derechos humanos del individuo han regresado los antiguos cultos a Baal (Zeus, Júpiter), Isthar (Astarot, Artemisa, Afrodita, Diana) y Moloc con sus sacrificios humanos de niños. Nada nuevo debajo del sol. Apostasía de la fe que precede a su venida. Ver Jueces 2:11-13. Levítico 18:21 y 20:1-5.
En el texto que estamos estudiando muchos ven la figura del anticristo, identificado por una persona que se levantará como líder de un gobierno mundial. Hoy tenemos el intento no disimulado de establecer un gobierno mundial al estilo de Nimrod en la llanura de Sinar. Un gobierno de las élites globalistas que representan a grupos de poder coaligados para dominar las naciones, que pierden su soberanía a pasos alarmantes, en favor de poderes económicos supranacionales con el propósito de implantar ese gobierno sobre una población minada y tiranizada mediante un lenguaje eufemístico que busca el control sin la confrontación. Puede ser que asistimos a la antesala y preparación de ese gobierno mundial liderado quizás por un líder mundial o tal vez por una concentración de poder en unas pocas manos. Lo que si vemos con claridad es que toda la estrategia está diseñada según el patrón que vemos en este capítulo de Tesalonicenses y otros que encontramos en las páginas de la Biblia.
2.3. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad… se manifestará aquel inicuo… inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás… con todo engaño de iniquidad para los que se pierden (2:7-10). Hay una acción inicua extendida por todo el mundo que ya estaba activada en los días de Pablo. El apóstol lo llama el misterio de la iniquidad. Misterio porque se oculta tras una apariencia de piedad (2 Tim.3:5). Siempre ha sido así. Jesús habló de lobos disfrazados de corderos. Falsos cristos que engañarán a muchos. El diablo se disfraza como ángel de luz, y sus ministros como ministros de justicia (2 Co.11:13-15). Estas acciones inicuas han desarrollado en nuestros días un entramado tan sofisticado mediante la manipulación del lenguaje que mantienen a naciones enteras bajo el engaño sutil con apariencia de buscar el bien común y una sociedad justa. Pero la máxima apostólica es que el mundo entero está bajo el maligno (1 Jn.5:19). Que el espíritu del anticristo ya estaba en el mundo en los días del apóstol Juan (1 Jn.4:1-3). Que ese espíritu engañoso se descubre mediante la confesión, es decir, el que niega la encarnación del Hijo de Dios es el espíritu anticristo, y el que confiesa que Jesús ha venido en carne, —su encarnación—, es de Dios. Por tanto, tal vez no importa tanto si el anticristo es una sola persona, un gobierno de élites globalistas o un compendio de ideologías implantadas mayoritariamente en el mundo; lo que realmente importa es discernir los tiempos, identificar los espíritus, diferenciar la verdad de la mentira (un intento harto difícil en época de gran confusión, ver Isaías 5:18-20), porque son tiempos en los que se resiste la verdad y se abandona la sana doctrina, a la vez que existe una complacencia en la injusticia que trastorna la convivencia y lleva a las multitudes, como enseñó el mismo Jesús, a la angustia y confusión, desfalleciendo los hombres por el temor (Lc.21:25,26), ante una invasión de noticias catastrofistas que aprovecharán los poderes infernales para imponer una tiranía aceptada voluntariamente como ya ha ocurrido en el año 2020 mediante la llamada pandemia mundial. El temor sigue siendo una de las fuerzas más poderosas para domesticar incluso a los espíritus más rebeldes. Una sociedad que rechaza la verdad y abraza la injusticia abre sus vidas de par en par a la mentira y la impiedad.
2.4. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia (2:11,12). Terrible. Abrazar la mentira y la iniquidad pone a Dios en nuestra contra. Y cómo podremos resistirle, ¿somos más fuertes que Él? (1 Co.10:22). No podemos luchar contra Dios (Hch.5:39), aunque la soberbia humana lo pretenda como hemos visto en textos anteriores de este mismo capítulo. Un nivel de arrogancia nunca antes vista es común al carácter de los hombres en los últimos tiempos (2 Tim.3:2). Y Dios resiste a los soberbios, como ocurrió en el caso de Nimrod en la ciudad de Babilonia. Por tanto, Dios los entrega a una mente depravada para hacer cosas que no convienen (Rom.1:28). Dios permite un poder engañoso que nos domine cuando resistimos la verdad y nos deleitamos en la injusticia, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Rom.1:32). Recuerdo el episodio en los días de Acab y el profeta Micaías: Y ahora, he aquí YHVH ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues YHVH ha hablado el mal contra ti (2 Cr.18:22). El contexto muestra la apostasía de la fe en días del rey Acab y su esposa Jezabel, con el establecimiento del culto a Baal y Astarté. Sí, vivimos un tiempo similar, y no podemos esperar una acción distinta de parte de Dios. Por supuesto, hay un remanente fiel, como en los días de Elías, que eran los mismos de Acab y Jezabel, por ello asistimos a manifestaciones del poder de Dios por un lado en favor de los fieles al pacto, y por otro los juicios del Señor que preceden a su venida. Aún en esos tiempos hay una puerta abierta de gracia y libertad mediante el arrepentimiento, volviendo a Dios dejando nuestros caminos errados. La cruz del Calvario sigue levantada en el Gólgota para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna. Esa era la experiencia de los tesalonicenses que veremos en otro apartado. Pero antes nos encontramos en este pasaje con el final de la apostasía, el hombre de pecado, el misterio de la iniquidad y el poder engañoso de la mentira.
2.5. A quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (2:8). El resplandor de su venida pondrá fin a la apostasía y el misterio de la iniquidad matando al inicuo. Quitará de en medio el poder de las tinieblas implantando su reino glorioso. Ese día será la culminación de nuestro peregrinaje terrenal penetrando a los planes eternos de Dios. Mientras tanto, nos dice que el apóstol Pedro, debemos estar atentos a la palabra profética más segura, que alumbra nuestras vidas en medio de la oscuridad, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana aparezca en nuestros corazones (2 P.1:19). Un nuevo día habrá llegado, y con él, el final de todas las injusticias sufridas como hijos de luz. Este es el mensaje de aliento y fortaleza que el apóstol Pablo expone en esta carta a los tesalonicenses que habían recibido la palabra en medio de gran tribulación para mantenerse firmes hasta el fin.
- Las diferentes etapas de la fe (2:13) (1:11) (1:3,4) (3:1,2) (1:10) (2:11,12)
En esta epístola aparecen las diferentes etapas de la vida de fe hasta su culminación. Pablo, recogiendo la máxima del profeta Habacuc (2:4), escribió: El justo vivirá por la fe (Ro.1:17). Esa fe bíblica tiene un desarrollo progresivo que el apóstol expone en distintos textos que ahora queremos recorrer. Veamos los pasajes y su contenido.
3.1. La fe para salvación. Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad (2:13). La salvación es de Dios. Procede de Él desde el principio, nos escoge cuando habiendo oído el evangelio y habiendo creído en él, somos sellados con el Espíritu Santo (Ef.1:13,14), apartados para Él (nos anhela celosamente Stg.4:5), santificados significa apartados para Dios, añadiendo nuestra fe en la verdad, es decir, en Jesús, porque Él es la verdad (Jn.14:6). Así obtenemos la salvación de pura gracia. Por esa fe somos reconciliados con Dios (Ro.5:1), engendrados como hijos suyos para formar parte de su familia (Jn.1:12,13) (Ef.2:18,19). Así comienza la vida cristiana (Ro.10:8-10).
3.2. La fe se manifiesta en obras. Para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder (1:11). Observa que estas obras no son el fruto de nuestra fuerza de voluntad, sino que han sido preparadas de antemano para que andemos en ellas (Ef.2:10), cumpliendo él en nosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo (Heb.13:21). La consecuencia natural de la fe en Cristo que nos ha salvado es una vida de buenas obras que le honran y le glorifican, y son el resultado de una vida agradecida (Mt.5:16) (Tit.2:14; 3:1,8,14). De esta manera la fe se constituye en una forma de vida (Stg.3:14-26); es la consecuencia «natural» de una fe auténtica en la que vamos descubriendo la voluntad de Dios mediante su palabra revelada, que al obedecerla seguimos creciendo y madurando. Un primer paso de fe es el bautismo en agua que nos identifica plenamente con la obra redentora de Jesús, en su muerte y resurrección (Mt.28:19,20) (Mr.16:15,16) (Rom.6:3-5).
3.3. La fe en desarrollo y crecimiento. Por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás… por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis (1:3,4). El crecimiento de la fe va íntimamente ligado al amor por los hermanos y nuestro prójimo. Paradójicamente, ese desarrollo y crecimiento de la fe también va ligado a la prueba y las persecuciones por causa de la justicia que hemos abrazado (Mt.5:11,12). Hay un tiempo de prueba (Lc.8:13) (1 P.1:6,7) que fortalece la fe y la consolida al superarla. La fe crece en medio de las pruebas. En cierta ocasión le preguntaron a Smith Wigglesworth, llamado el apóstol de fe, lo siguiente: « ¿Cómo podemos tener una gran fe? El respondió: Gran fe es el producto de grandes luchas. Grandes testimonios son el resultado de grandes pruebas. Grandes triunfos pueden resultar únicamente de grandes conflictos». Esta realidad fue la que experimentaron los hermanos de Tesalónica desde el inicio de su caminar con el Señor (1 Tes.1:6) (2 Tes.1:3,4), y lo que todos los cristianos experimentan en todo el mundo (1 P.5:9).
3.4. La fe alcanza la meta. Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (1:10). La fe culmina el día cuando le veremos tal como él es (1 Jn.3:1,2). Hoy le amamos sin haberle visto (1P. 1:8), pero un día le veremos y exclamaremos como Job: De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven (Job 42:5); y recuerda que estas palabras fueron dichas después de un periodo intenso de gran tribulación. Tras los sufrimientos vienen las glorias (1 P.1:11). Así fue para el Señor y Maestro y el discípulo no es mayor que su Maestro. La meta máxima de nuestra fe es «ver» a nuestro Amado Salvador Jesucristo, admirarle y glorificarle. Ese día ya no necesitaremos la fe, pero ahora caminamos hacia ese objetivo, heredando por la fe y la paciencia las promesas de Dios (Heb.6:12.15). Hay muchas metas de fe que podemos alcanzar ya aquí en la tierra, tenemos un buen ejemplo de ello en la historia del pueblo de Israel (Jos.21:43-45); pero la gran meta y objetivo de nuestra fe será verle y ser saludados por el Señor de la casa con estas palabras: Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor (Mt.25:21,23).
3.5. No es de todos la fe. Para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe (3:2). Por último quiero mencionar este aspecto que me parece importante también. El apóstol sabe que hay hombres perversos y malos que se oponen a la propagación del evangelio, lo experimentó ampliamente a lo largo de su vida. Por ello pide ayuda en oración a los hermanos de Tesalónica con el fin de que la palabra de Dios siga corriendo y siendo glorificada en otras naciones. Hay enemigos de la fe. La Escritura no lo oculta, sino que lo pone de manifiesto con rotundidad. No todos creerán al anuncio de la buena nueva, pero eso no es motivo para el desánimo, sino que, sabiéndolo, podamos avanzar con el mensaje a pesar de la oposición. Jesús enseñó que cuando no recibieran la palabra en un pueblo se sacudieran el polvo y siguieran a otro. Lo cual nos introduce en el elemento personal de la salvación. Unos reciben y otros rechazan. Nuestra voluntad de elegir es innegable. Está escrito una y otra vez en los evangelios: el que quiera venir en pos de mí… El que tenga oídos para oír, oiga… El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna… (Jn.5:24). También aparecen los que rechazan los designios de Dios: Los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos… (Lc.7:30). Y en otro lugar dice: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron… (Jn.1:11). Hay consecuencias definitivas de nuestras decisiones y somos responsables por ellas. Como está escrito: El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado… (Jn.3:18). El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está [permanece LBLA] está sobre él (Jn.3:36). Sin embargo, Dios sigue siendo hoy paciente para con los hombres, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P.3:9). Hoy es día de salvación (2 Co.6:2). La puerta del arca aún está abierta aunque sabemos que muchos no entrarán, la última decisión es tuya. El llamado de Dios está hecho, y si alguno que lee estas líneas aún no lo ha hecho estás a tiempo de hacerlo ahora. Ven a Jesús, porque, como él dijo: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera (Jn.6:37). Aquí tenemos las dos voluntades que deben fusionarse, la voluntad de Dios para salvar y la nuestra para recibirla. Puedes hacerlo mediante una oración como esta:
Oh Dios, vengo a Ti ahora en el nombre de Jesús, confiando en sus méritos en la cruz del Calvario, para recibir el perdón de mis pecados. Creo en Jesucristo como mi Salvador, y le confieso como mi Señor. Gracias Padre por la salvación y la vida eterna. Amén.
PREGUNTAS Y REPASO
- ¿Qué aspectos destacarías sobre lo expuesto de la venida del Señor?
- Haz un resumen detallado de las diferentes etapas de la vida de fe que aparecen en esta carta.