HOMBRES IMPÍOS (33) – Hipócritas (2)

Hombres impíosHOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (2)

Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas… Y cuando ores, no seas como los hipócritas… Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas (Mateo 6:2,5,16)

La hipocresía es una planta que crece en todos los terrenos de la vida en sociedad, pero hay uno donde tiene un abono especial que la hace multiplicarse como una gran cosecha, es en el ámbito religioso. Paradójicamente los sistemas religiosos son los que más se prestan a que haya actitudes hipócritas que al ponerse de manifiesto vienen a ser piedra de tropiezo para muchos. Y dentro del ámbito religioso Jesús señala tres de ellos: la ofrenda, la oración y el ayuno. Todas ellas disciplinas necesarias en la vida de cualquier cristiano. A la vez, son terrenos donde puede crecer la planta de la hipocresía de forma lamentable.

Cuando la vida cristiana se vuelve una competencia por las apariencias externas para mostrar nuestra espiritualidad y búsqueda de la recompensa humana hemos entrado de lleno en el terreno del legalismo religioso que a tantos defrauda, contaminando la verdadera espiritualidad. Jesús enseña que nuestras ofrendas deben ser sin sonido de trompeta, es decir, que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Hay ocasiones en las que es imposible evitar que otros conozcan nuestra entrega económica, pero la práctica habitual debe ser la discreción, mirando a Dios y no a los hombres.

La vida de oración, dice Jesús, no debe ser una manifestación pública para impresionar a otros con nuestra aparente devoción. El fariseo de la parábola oraba consigo mismo. La repetición mecánica, sin vida, sin fe, por rutina religiosa, sin pasión y sin un corazón rendido a la voluntad de Dios es como metal que resuena y címbalo que retiñe. El Maestro enseña que cuando oremos entremos en nuestro aposento y oremos a nuestro Padre que está en secreto, y nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público.

Por su parte el ayuno debe ser sin mudar nuestro rostro, para no mostrar a los hombres que ayunamos. No es una disciplina externa para impresionar; o el duro trato del cuerpo que no tiene valor alguno contra los apetitos de la carne (Colosenses 2:23), olvidándonos de la justicia, la misericordia y la humildad; sino mostrándolo a nuestro Padre que está en los cielos. La semilla del legalismo y el dogmatismo puede crecer solapadamente en nuestra mente hinchada de vanidad si damos lugar a la hipocresía. Luego pretenderemos enseñarla a otros, haciendo comparaciones, para caer rápidamente en la levadura o doctrina de los fariseos (Mateo 16:12). Jesús nos ha enseñado a guardarnos de esa levadura (Mateo 16:6).

         El mundo religioso es muy propicio para que anide la hipocresía. La vida cristiana normal vive muy lejos de ella.

HOMBRES IMPÍOS (32) – Hipócritas (1)

Hombres impíosHOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (1)

En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía (Lucas 12:1)

La impiedad y la hipocresía son sinónimos en la Escritura. El juicio sobre los hipócritas es muy duro en la enseñanza bíblica, aunque a nosotros nos parezca hoy que solamente tiene que ver con doblez de corazón, algo de lo que la mayoría participa siendo habitual y aceptable en nuestra sociedad. La palabra proviene del griego hupokrisis, que originalmente significa dar una respuesta. En la concepción griega se trata de un intérprete de sueños, un orador, un recitador de poesía o un actor. Tiene la connotación negativa de simulación, duplicidad o falsedad. En la Biblia predomina el sentido negativo del término. En las versiones tradicionales del Antiguo Testamento usaban «hipócrita» en pasajes donde las traducciones posteriores dicen «impío» o «falso» (Job 8:13; 15:34,35; 17:8; Isaías 9:17; 33:14).

La palabra hebrea que a menudo se traduce por hipócrita se refiere a contaminación o corrupción. En el Nuevo Testamento se destaca la hipocresía en el sentido más limitado de representar un papel. Jesús llama hipócritas a los fariseos por la contradicción que había entre sus acciones externas y las actitudes internas. Los líderes religiosos no practicaban lo que predicaban. En varias ocasiones los escritores nuevo testamentarios señalan que la sinceridad (sin hipocresía) debía ser una característica de los cristianos (Romanos 12:9). La fe no fingida (1 Timoteo 1:5) (2 Timoteo 1:5). También la sabiduría de lo alto es sin incertidumbre ni hipocresía (Santiago 3:17).

Veremos en las próximas meditaciones algunos de los pasajes en los que aparece la hipocresía como una actitud reprobable y que recibe el juicio del Maestro de forma contundente. La hipocresía viene a ser sinónimo de maldad e impiedad. El siervo malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 24:48-51). En este texto encontramos la hipocresía unida a la condenación eterna, por tanto, estamos hablando de algo muy serio. En nuestro pasaje la hipocresía está unida con la levadura de falsas enseñanzas farisaicas que contaminan a muchos. Le ocurrió al mismo apóstol Pedro y tuvo que ser reprendido por Pablo (Gálatas 2:13).

         La hipocresía es contagiosa. Puede infectarnos momentáneamente como un virus, pero una naturaleza hipócrita conduce a la condenación de los impíos.

HOMBRES IMPÍOS (31) – Falsos maestros (5)

Hombres impíosHOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (5)                                               

Éstos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error (2 Pedro 2:17,18)

Pedro los identifica. Apunta con su pluma a este tipo de personas. Los coloca en el centro de su mensaje en esta carta. Conoce el daño que hacen, y mucho peor, sabe el peligro que corren aquellos que han escapado de las contaminaciones del mundo y pueden volver a ser vencidos enredándose en el error para que su estado postrero venga a ser peor que al principio. Trabajo en vano. Tiempo perdido. El evangelio sufre pérdida y credibilidad. Los hermanos quedan a merced del desánimo y la decepción. Porque no olvidemos que estos falsos maestros son enseñadores, están llenos de palabras infladas y pomposas que durante un tiempo han enajenado las mentes de muchos hermanos con sus concupiscencias y disoluciones. Han inflado de expectativas falsas a jóvenes discípulos que han creído su mensaje sin examinarlo.

Son especialmente aquellas personas de las que habla Jesús en la parábola del sembrador. Muchos han recibido la palabra en medio de espinos y abrojos, las piedras han impedido su crecimiento, y la que cayó junto al camino ha sido robada de sus corazones. Creen por algún tiempo, pero en la hora de la prueba abandonan. La prueba puede ser el mal ejemplo de estos falsos maestros que han confundido con verdaderos ministros del evangelio. Han sido defraudados y regresan a su vieja vida para obtener un estado peor que al principio de haber oído el mensaje de redención.

Existe hoy una gran «diáspora» de personas que un día recibieron el evangelio y ahora están extraviados y dispersos por los falsos pastores que se han apacentado a sí mismos. Muchos se han endurecido y no quieren volver a oír hablar del reino de Dios. Piensan que todo está corrompido y no pueden confiar en nadie. La amargura ha invadido sus corazones y caminan dejados de sí mismos, o entregados a los vicios que un día abandonaron. Santiago dice: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados (Stg. 5:19,20). Pero para aquellos que han propiciado el daño se escribió que les está reservada la más densa oscuridad. Hijos de condenación.

         Podemos ser engañados un tiempo por falsos maestros, pero también podemos regresar a la verdad arrepentidos recuperando la senda donde la abandonamos.

HOMBRES IMPÍOS (30) – Falsos maestros (4)

Hombres impíosHOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (4)                                               

Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición (2 Pedro 2:14)

Los falsos maestros no solamente enseñan herejías, también seducen con su forma de vivir. La maldad puede estar disfrazada detrás de una vida atractiva, buenos modales, gran cultura, educación exquisita, pero ocultar una personalidad lasciva, poseída por el sexo y la adicción a la pornografía. Sus ojos están llenos de adulterio. Tienen sus esposas pero se recrean con imágenes de otras mujeres. Son esclavos del pecado. A la misma vez pueden ejercer una seducción altamente cautivadora que los hace la envidia de muchas personas. Persuaden con argumentos manipuladores para engañar a los ingenuos e inconstantes en la verdad. Sus corazones están habituados a la codicia.

La personalidad que emana de ellos proviene de una naturaleza corrompida, sin regenerar, pero con una sutileza infernal se convierten en modelos a seguir. La retórica de sus argumentos neutraliza el juicio de personas respetables. Muchos reconocen su maldad, pero el talento que despliegan es tan manifiesto que justifican su forma de vida con una benevolencia insoportable. El apóstol que escribe de estos falsos maestros concluye: son hijos de maldición.

Nuestra sociedad ha elaborado un sistema inmunológico para justificar el pecado bajo una falsa tolerancia de respeto a todas las opiniones, así como no entrar a valorar la vida privada de las personas. Bajo ese escudo protector se esconden verdaderas alimañas del mal, hombres perversos y malos que hunden las sociedades en la decadencia más absoluta. Buena parte de la nuestra tiene estos síntomas. A los ojos de un Dios santo y justo estos comportamientos no pasan desapercibidos. El Señor no perdonó a los ángeles que pecaron; tampoco perdonó a las ciudades de Sodoma y Gomorra. Sí libró al justo Lot que vivía en medio de ellos afligiendo su alma justa cada día viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos (2 Pedro 2:6-8).

Cuando perdemos la capacidad de discernir los hechos inicuos que se suceden ante nuestros ojos y acabamos asumiendo la normalidad de semejantes comportamientos hemos dado el paso definitivo a la decadencia que precede al juicio. Hay enfermedades que pueden incubarse durante mucho tiempo hasta que una vez afloran es demasiado tarde para neutralizarlas. La palabra de Dios nos advierte, como medicina preventiva, para que podamos ver y denunciar los hechos inicuos de los hijos del mal.

         El corazón de un falso maestro puede esconder toda una diversidad de malignidades que arrastren a muchos hasta el punto de no retorno.

HOMBRES IMPÍOS (29) – Falsos maestros (3)

Hombres impíosHombres impíos – Falsos maestros (3)                                                   

Pero estos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Esto son inmundicias y manchas, quienes aún mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores (2 Pedro 2:12,13)

El lenguaje del apóstol Pedro en su carta sobre los falsos maestros es de alto voltaje. Gran parte de nuestra falsa sensibilidad actual nos hace inútiles para asimilar correctamente la importancia que tiene la falsedad de estos hombres que habitan y se congregan entre nosotros. Algunos levantan sus propias iglesias, incluso pequeños imperios alrededor de su personalidad cautivadora, arrastrando a multitudes al error.

El peor error de todos es aquel que nos convence de estar en lo cierto. Lo nocivo de estas personas está, no en que se pierdan ellos, sino en las multitudes que arrastran a la perdición. El juicio del Señor sobre ellos es dramático. Pero estos falsos maestros se deleitan en vivir bien usando mal la doctrina de la piedad, creyendo que la piedad es motivo de ganancia deshonesta. No entienden lo que hablan pero lo hacen como si fuera la última revelación, la más impactante y atrevida. La osadía que manifiestan seduce a los ingenuos, confunde a los de limpio corazón y paraliza a quienes no quieren frenar lo que ellos llaman «la obra de Dios». De Simón el mago también decían que manifestaba el gran poder de Dios. Esas manifestaciones habían hechizado a las multitudes hasta que llegó Felipe con el evangelio libertador.

Muchos falsos maestros están interesados en vivir en deleites cada día. Su dios es su vientre, solo piensan en lo terrenal. Predican el goce terrenal como si fuera la meta más elevada del hombre. Anuncian felicidad como si fuera El Dorado. Han orientado las mentes hacia una sabiduría terrenal, animal y diabólica (Santiago 3:15,16). Hay otros que con una vida austera, anacoreta, de ermitaño, pueden engañar de la misma forma. Su deleite no son las cosas materiales sino una mente inflada de disciplina corporal que emana de la misma fuente de engaño, soberbia y falsedad. Somos seres tripartitos, el Señor suple todas nuestras necesidades, las ha creado para que las disfrutemos, pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador (Filipenses 3:20,21). Esperamos la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10) y no los sistemas religiosos, políticos o económicos de este mundo a semejanza de la ciudad babilónica.

         La falsedad es muy atractiva al hombre natural y carnal, tiene  un mensaje deleitoso que seduce y subyuga pero culmina en perdición eterna.

HOMBRES IMPÍOS (28) – Falsos maestros (2)

Hombres impíosHombres impíos – Falsos maestros (2)                                                   

Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme (2 Pedro 2:2,3)

Algunos irresponsables y cobardes dentro de las congregaciones pretenden que este tema es negativo y, por tanto, no se debe abordar con la crudeza que requiere. Se ha instalado una especie de permisividad donde parece que todo vale. El combate por la verdad se ha abandonado. Combatir unánimes por la fe del evangelio está en desuso. Nos hemos dejado contaminar del «buenísmo» mundano y falso que evita la confrontación bajo el lema de la rendición. Craso error.

La Escritura no evita este espinoso tema de la falsedad de muchos maestros. Es lo suficientemente importante para que los apóstoles, todos los apóstoles, nos advirtieran de sus peligros. El apóstol Pedro nos dice aquí que muchos seguirán sus disoluciones. Influidos por su manera de vivir y enseñanza disipada el camino de la verdad será blasfemado, harán burla de las verdades eternas, y las perlas del reino vienen a ser pisoteadas ante el desinterés por defenderlas. Ignorar el problema no lo soluciona. Mirar para otro lado pretendiendo que no debemos juzgar manifiesta la dejadez que nos ha invadido. No era esa la actitud de los apóstoles.

Pablo tuvo que encarar incluso al mismo Pedro en cierta ocasión, ante la mezcla del evangelio con elementos judaicos que se alejaban de la libertad del Espíritu. La libertad hay que conseguirla, y una vez obtenida hay que mantenerla frente a los múltiples sistemas religiosos que siempre pretenden amortajarla para dejar una estela de muerte espiritual a su paso. La carta a los gálatas da cuenta de la importancia que el apóstol de los gentiles daba a la defensa del evangelio y la libertad que se desprende de él.

Hay quienes están haciendo mercadería con el evangelio de forma vergonzosa, compran las almas de los hombres con palabrerías infladas que hunden a las multitudes en confusión y perdición. Les prometen libertad y ellos mismos son esclavos del pecado. Pecado que se manifiesta en lo que hay en el mundo: los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. (1 de Juan 2:16). Alejan a sus víctimas de la cruz de Cristo sustituyéndola con mensajes antropocéntricos, centrados en el hombre y sus deleites temporales. El evangelio de Dios es la verdad de Dios. El apóstol Pedro certifica la condenación y perdición sobre este tipo de falsos maestros.

         Los falsos maestros atraen multitudes a sus disoluciones. Venden un mensaje atractivo a la carne pero destructivo para el alma humana.

HOMBRES IMPÍOS (27) – Falsos maestros (1)

Hombres impíosHombres impíos – Falsos maestros (1)                                                   

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina (2 Pedro 2:1)

Jesús dijo a los suyos: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16). Y en otra ocasión: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Y añadió: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15,16). El problema que tenemos hoy es que esta misma palabra la conoce el diablo y la usan de la misma manera aquellos que son falsos maestros citándola sobre quienes los contradicen. Tenemos que unos a otros se echan las mismas palabras con la consiguiente confusión sobre las personas. Sin embargo, llega la hora cuando las obras de cada uno se hacen evidentes, algunos las manifiestan pronto, a otros se tarda más en desenmascarar, pero finalmente las obras de cada uno se revelan quedando expuestos.

Estos procesos son dolorosos, porque durante un tiempo a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno malo. Se tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas. Se establecen dominios de tinieblas que predominan por un tiempo, como en el caso de Jerusalén ante la muerte de Jesús (Lucas 22:53), hasta que las tinieblas van pasando y la luz verdadera alumbra (1 Juan 2:8).

El apóstol Pedro nos presenta en su segunda carta la obra de estos falsos maestros. Los relaciona con los antiguos profetas falsos de los días de Jeremías. Entiende que hay hombres impíos disfrazados de maestros que introducen herejías destructoras de la vida espiritual. Cuando ocurre esto la firmeza de la fe se diluye disolviendo su consistencia, dando lugar a tiempos de gran confusión que apagan la luz del evangelio. Ha ocurrido en diversos periodos de la historia de la iglesia.

La impiedad de estos hombres se manifiesta también en negar el rescate de la redención levantando un edificio espurio alrededor de sus propias personalidades con argumentos altivos. La consecuencia es que atraen sobre sí mismos, —y sobre muchos otros—, destrucción repentina. Pablo dijo que estos hombres se levantan entre el mismo liderazgo de la iglesia como lobos rapaces que no perdonan al rebaño, arrastrando tras de sí a los discípulos (Hechos 20:29-32). Los hombres de Dios deben saber que caminan entre lobos despiadados que no perdonarán al rebaño cuya naturaleza se alimenta del mismo infierno.

         No es oro todo lo que reluce en las iglesias. Necesitamos supervisores de la grey de Dios para no ser arrastrados por líderes impíos y heréticos.

HOMBRES IMPÍOS (26) – Falsos apóstoles

Hombres impíosHombres impíos – Falsos apóstoles                                                        

Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Corintios 11:13)

En la parábola del sembrador el Maestro dejó claro que una vez se siembra la buena semilla de la palabra, de noche, mientras dormían, viene su enemigo y siembra cizaña. El sembrador era bueno y sembró una misma semilla en la tierra aunque obtuvo cuatro distintas cosechas por los cuatro distintos terrenos de tierra. El caso que nos presenta el apóstol Pablo en el contexto del capítulo que tenemos para meditar es de falsos apóstoles o sembradores, obreros fraudulentos, son hombres y mujeres con un determinado carácter que Pablo identifica como falsos, que defraudan y se disfrazan.

Personas que predicaban otro Jesús, otro espíritu y otro evangelio. El apóstol se daba cuenta que estos apóstoles fascinaban y hechizaban a muchas personas extraviando sus sentidos de la sincera fidelidad a Cristo. Se acordaba de cómo la serpiente había engañado con su astucia a Eva, de la misma manera muchos de los corintios que habían recibido el evangelio predicado por Pablo pudieran ser extraviados y perturbados mediante un falso Jesús, un falso espíritu y un falso evangelio.

Eran personas carismáticas y persuasivas. Ejercían una atracción, en algunos casos irresistible, mediante una personalidad impresionante que los cautivaba, habladores de vanidades que dicen a los hombres lo que sus sentidos naturales están dispuestos a aceptar sin resistencia. Por ello, pronto agrupaban a su alrededor un buen número de personas que se hacían incondicionales de su carisma estando dispuestos a seguirlos sin discernimiento alguno, ya se encargarían estos falsos líderes de enseñar que no debían ser puestos en duda porque eso supondría oponerse a los supuestos ungidos de Dios; tampoco podían ser juzgados porque esa actitud les acarrearía el juicio de Dios. En una palabra, quedaban hechizados bajo un dominio que los había fascinado y torcido sus sentidos, es decir, confundidos los sentidos espirituales con el alma humana, mezclando la sensualidad con un lenguaje aparentemente espiritual o bíblico, y a partir de ahí quedando subyugados hasta el extravío final.

Nuestros días están llenos de estos obreros fraudulentos. Son un fraude al evangelio, a ellos mismos, y a la iglesia del Señor. Son falsos apóstoles y así hay que denunciarlo. Pablo lo hizo. De la misma manera que el diablo se disfrazó de ángel de luz, estos se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. La iglesia de nuestros días necesita madurar para poder discernir, —por sus frutos—, las falsas apariencias de piedad.

         No seamos ingenuos, hay falsos apóstoles a los cuales no debemos someternos sino desenmascarar su disfraz fraudulento.

HOMBRES IMPÍOS (25) – Sensuales que no tienen al Espíritu

Hombres impíosHombres impíos – Sensuales que no tienen al Espíritu

Éstos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu (Judas 1:19)

Sigue hablando el apóstol de las mismas personas encubiertas que se han infiltrado en las congregaciones. Ahora nos da otra de las expresiones que los delata: su mente atrapada en la sensualidad. No se refiere solo al ámbito sexual, sino a los sentidos naturales, el predominio de lo natural, físico y racional como forma predominante en su manera de vivir y actuar. No manifiestan vida espiritual, sino un énfasis desmedido en aquello que se puede ver y tocar. Exactamente lo contrario de la verdadera vida cristiana, que es por fe. Pablo dice: porque por fe andamos, no por vista (2 Corintios 5:7). Y en un texto anterior expresa: no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18).

Como está escrito: los que son de la carne [sensuales] piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz (Romanos 8:5,6). El justo vive por fe, y una vez que hemos creído, somos sellados con el Espíritu Santo. Entonces, la vida cristiana necesita el Espíritu de Dios, si no tenemos el Espíritu Santo no somos de Dios. Necesitamos nacer del Espíritu para poder comprender las cosas del Espíritu (1 Corintios 2:14), de lo contrario no podremos discernir el mundo espiritual, estaremos atados al ámbito natural, carnal y sensual en un círculo vicioso que nos encadena al materialismo exacerbado de nuestros días; esa cadena se rompe por la ley del Espíritu de vida en Cristo, que nos libra del pecado y de la muerte. Es lo que llamamos nuevo nacimiento. La regeneración.

Sin ella podemos tener una religión de cualquier tipo, incluso pertenecer activamente a una congregación, (como ocurría con una parte de los destinatarios de la carta de Judas), y sin embargo, vivir como sensuales, sin una mente renovada, sin un espíritu nuevo. Cuando este tipo de personas son mayoría en una congregación, (incluso pueden formar parte de su equipo directivo), tenemos un sucedáneo de iglesia que nada tiene que ver con la revelación de Dios en su palabra. Podemos tener el nombre de que vivimos, es decir, que tenemos vida espiritual, (como la iglesia de Laodicea), y a la vez ser unos desventurados, miserables, pobres ciegos y desnudos (Apocalipsis 3:17). Ese tipo de vida en las congregaciones causa divisiones.

Siempre habrá división en una congregación entre los sensuales, que no tienen el Espíritu, y aquellos que viven guiados por el Espíritu de Dios. 

HOMBRES IMPÍOS (24) – La gracia en libertinaje

Hombres impíosHOMBRES IMPÍOS – Convierten la gracia en libertinaje

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Judas 1:4)

En la carta del apóstol Judas, no el Iscariote, sino el hermano de Jesús, encontramos dos tipos distintos de hombres; ambos comparten destino, unos para salvación y otros de condenación; además forman parte de la misma congregación. Algunas personas se habían infiltrado entre los santos de Dios. Más adelante, dice el apóstol, que eran manchas en sus ágapes, se refiere a las comidas fraternales que celebraban. Se comportaban de manera indigna aunque pasaban por creyentes de la misma iglesia. Aprendieron el lenguaje «bíblico», conocían algunas doctrinas, pero su fe no era sana, porque sus almas no eran rectas, estaban llenos de sí mismos, debatían sobre doctrinas de la gracia y abusaban de ella, convirtiéndola en libertinaje. Creían que la libertad del evangelio permite dar lugar a pasiones carnales, sin freno; justificaban la práctica del pecado con una falsa doctrina del amor de Dios y la gracia de la salvación.

Estaban llenos de argumentos altivos que se levantan contra el conocimiento verdadero de Dios. Eran osados, atrevidos y contumaces cuando se les corregía. La soberbia que les dominaba ponía de manifiesto que eran hijos de perdición, aunque banqueteaban y se movían entre los hijos de Dios como personas extrovertidas y dispuestas a competir por los puestos en la iglesia como si fueran asalariados de una empresa multinacional. Justificaban su vida licenciosa y pecaminosa con un supuesto conocimiento bíblico que tuerce la doctrina de la piedad, para ajustarla a sus demandas libertinas. Confundían la libertad gloriosa de los hijos de Dios con el libertinaje que pretende llenarse de gracia abundando en el pecado. Pablo dijo: En ninguna manera (Romanos 6:1,2).

Tenemos hoy tantas manifestaciones falsas de libertad en algunos cultos que no son sino un entretenimiento vacuo que distorsiona la gracia de Dios. Existen tantas proclamaciones extralimitadas que solo exponen la vaciedad de un espíritu sin renovar. Lo paradójico es que en algunos casos estas personas dejan boquiabiertos a muchos creyentes viendo su desparpajo y osadía que pretenden imitar como verdaderos ejemplos de libertad en el Espíritu. En muchos casos no es más que una falsa libertad disfrazada de la negación de Dios y su verdadera gracia.

         Algunos hombres impíos que han entrado en las congregaciones convierten en libertinaje la gracia de Dios manifestando su condenación.