130 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXII) –  Jezabel (7)

Pasadas estas cosas, aconteció que Nabot de Jezreel tenía allí una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria. Y Acab habló a Nabot, diciendo: Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que ésta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero. Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme YHVH de que yo te dé a ti la heredad de mis padres  (1 Reyes 21:1-3)

         Pasadas estas cosas. ¿Qué cosas? El capítulo anterior narra una victoria aplastante del rey de Israel sobre Siria. En un solo día mataron a cien mil hombres de a pie (20:29). Luego la falsa piedad del rey Acab le hizo cometer un error de cálculo, perdonando la vida de su enemigo, el rey de Siria, a quién el Señor había declarado anatema (20:42). Estaba en juego la credibilidad del Dios de Israel frente a la soberbia de los dioses de Siria, que habían desafiado a Acab con el argumento de que los dioses de ellos son dioses de los montes, pero si peleaban contra ellos en la llanura los vencerían (20:23).

La batalla fue desigual. Acamparon los hijos de Israel delante de ellos como dos rebañuelos de cabras, y los sirios llenaban la tierra (20:27). El Señor dio la victoria a Israel a pesar de Jezabel. Una victoria inesperada por Acab que le llevó a cometer el error de pensar que la victoria era suya y podía disponer de su enemigo según su parecer, pero la victoria era del Señor y sus demandas claras.

¡Qué fácil es apropiarse de la victoria de Jesús en la cruz del Calvario pretendiendo que podemos disponer de ella a nuestro antojo! La gloria es de Dios. Nuestra la obediencia. El rey Acab fue reprendido por uno de los profetas (había más profetas que Elías, aunque él pensaba haber quedado solo) por el exceso de actuar al margen de la voluntad de Dios, y recibió la sentencia: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo (20:42).

Entonces el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado. Llegando a Samaria, capital del reino, tuvo un antojo. La mezcla de alegría por la victoria inesperada, y la reprensión por su desobediencia, produjo en él un deseo carnal de poseer lo que no era suyo.

Un exceso de autoridad mal entendida le llevó a calcular que podía entretenerse, −para olvidar sus penas−, con un trabajo en el jardín de su casa. Ideó un plan para estar ocupado y no pensar, distraerse con un hobby olvidando las tareas cotidianas del reino. En su mente infantil y caprichosa no contaba con la determinación de un hombre sencillo que valoraba, y mucho, la heredad de sus padres.

         Las victorias que no cuestan mucho pueden darnos un falso concepto de nosotros mismos que nos lleve a caprichos y excesos de autoridad nocivos.

129 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXI) –  Jezabel (6)

Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos  (1 Reyes 19:1,2)

         Después de una gran victoria de oración y autoridad, viene una profunda depresión al hombre de Dios. Paradójico. Ambas experiencias en un mismo siervo del Señor y en poco más de veinticuatro horas.

Elías había matado a ochocientos falsos profetas, sin embargo, poco después fue atenazado por la amenaza de una potestad operando en Jezabel que le hizo levantarse para salvar su vida.

Hay palabras como golpes de espada. Palabras que taladran el sonido del viento de tal forma que penetran hasta lo más hondo del ser y lo paralizan. El temor se activa y una densa oscuridad cautiva el alma con un deseo de morir.

La amenaza de Jezabel, aquella que mataba a los profetas del Señor y seducía a sus siervos, traspasó el alma de Elías y éste se levantó para salvar su vida. La potestad que ha liberado Jezabel produjo en el profeta pensamientos de suicidio. Vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh YHVH, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres (19:4). Sin embargo, su espíritu estaba adiestrado para la oración. Conocía su dependencia del Eterno. Y aunque le asaltaron pensamientos de muerte no pensó tomar ninguna iniciativa propia en ese sentido, sino que le pidió al Señor que fuera Él quien lo hiciera. Sabía que todas las almas son suyas, que es el Padre de todos los espíritus, que nadie tiene potestad para quitar la vida salvo Aquel que la dio, a donde volverá una vez concluida su estancia en la tierra (Eclesiastés 12:7).

El sueño puso fin a sus pensamientos. Cuando despertó seguía turbado, pero un ángel del Señor le había preparado una comida para recuperar el vigor. Volvió a dormirse. Regresó el ángel con más comida y un mensaje para emprender el camino con nuevos desafíos y proyectos.

Observa.

La recuperación de la depresión de Elías vino a través de un buen descanso, una buena comida, un impulso del mundo espiritual, nuevos proyectos y una cueva donde oír de nuevo la voz de Dios. Todo ello permitió que Jezabel fracasara en su intento de matar al profeta.

Una honda depresión pasajera dio paso a un silbo apacible y delicado (19:12) que recuperó al hombre de Dios para nuevos desafíos con un ministerio renovado.

         El espíritu de Jezabel produce depresión con pensamientos de suicidio, pero el Señor sabe rescatar a los suyos reorientando sus vidas y servicio.

128 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXX) –  Jezabel (5)

Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas… los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia  (1 Reyes 18:41-46)

         El bienestar del reino se estaba dilucidando en lo alto de un monte. En aquel lugar se habían dado cita una multitud de adoradores falsos de Baal y Asera, y un solo profeta de Dios. Se puso en marcha el culto de oración.

Una congregación de ochocientas cincuenta personas oró invocando frenéticamente a su dios. Gritaban a grandes voces. Se cortaban con sus cuchillos haciendo brotar la sangre sobre ellos (me recuerda los flagelantes de semana santa en algunos lugares de nuestra geografía, y la fiesta islámica chiíta de Ashura, en la que se celebra la muerte de Hussein, el nieto de Mahoma, con flagelaciones sangrientas); todo en medio de un vocerío frenético desde la mañana hasta el mediodía.

Por otro lado, la pequeña reunión de oración de un solo hombre, Elías, moviéndose en la autoridad de Dios, consciente de estar en Su presencia y andar en la perfecta voluntad de Dios. Sabe que se mueve por la palabra que ha recibido del Señor, y su certeza le da la seguridad que no necesita compuestos religiosos.

Eso sí, restaura el altar caído del Señor, lo pone en orden, y pide que descienda fuego del cielo para consumirlo. Lo hace con autoridad y sin adornos ambientales, orando así: Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas las cosas (18:36). El trono celestial respondió a la oración de su hombre en la tierra con fuego que consumió el holocausto.

Luego, Elías mandó prender a los profetas de Baal, −que aparentemente estaban reconociendo la supremacía del Dios de Israel−, degollándolos en el arroyo de Cisón. Después dijo con seguridad al rey Acab: sube a comer y beber porque se acerca una gran lluvia.

Elías se quedó en el monte Carmelo orando con su rostro entre las rodillas (como el de una mujer que da a luz), y pronto comenzaron a aparecer las primeras nubes que traerían la lluvia. El hambre en Samaria había concluido. La sequía dio lugar a un tiempo de lluvia abundante que regó nuevamente la tierra sedienta. Y mientras todo esto sucedía ¿dónde estaba Jezabel? Pronto aparecerá «vomitando» ira.

         La oración ferviente de un solo hombre venció a toda una congregación de más de ochocientos profetas falsos atrayendo la ira de Jezabel.

127 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXIX) –  Jezabel (4)

Pasados muchos días, vino palabra de YHVH a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra  (1 Reyes 18:1)

         Han pasado tres años desde que la palabra de Elías fue proclamada a viva voz para que no lloviese sobre el reino de Israel. El Señor escondió durante ese tiempo al profeta, porque el rey Acab lo estuvo buscando afanosamente por todo su territorio, incluso en reinos vecinos, sin encontrarlo.

Y mientras, ¿que había estado haciendo Jezabel? Puedo imaginar una intensificación del culto a Baal y las Aseras para pedir lluvia. El hambre era grave en Samaria. La situación se hizo insostenible. La ira de aquella mujer malévola se cebó con los profetas de YHVH matando a todos los que encontraba.

En medio de esa oscuridad nos encontramos con un justo. Una pequeña luz en medio de tanta tiniebla. El mayordomo de Acab, llamado Abdías, había escondido a cien profetas del Señor para que Jezabel no pudiera matarlos. Los escondió en grupos de cincuenta en varias cuevas, sustentándolos con pan y agua. Puedo imaginar las reuniones de oración que estos profetas realizaban pidiendo misericordia al Señor.

Elías no estaba solo, aunque él llegó más adelante a pensar que había quedado él solo y Jezabel lo buscaba para matarlo. Un tiempo realmente tenebroso.

Pasados más de tres años, el Señor vuelve a hablar a Elías para que se presente ante el rey diciéndole que va a hacer llover sobre la tierra.

Cuando Acab vio a Elías le culpó de los males de la nación. ¡Inaudito! El rey idólatra, que había abandonado la ley de Dios, que era manipulado por su mujer que mataba a los profetas del Señor, y no tenía autoridad para enfrentarse a ella, sí la tiene para culpar a Elías de las desdichas del pueblo. El pecado ciega los ojos del entendimiento, y la idolatría atrae la ceguera.

Acab dijo a Elías: ¿Eres tú el que turbas a Israel? A lo que el profeta respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de YHVH, y siguiendo a los baales (18:17,18). Y le propone uno de los desafíos más impresionantes de la Escritura. Subir al monte Carmelo con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera que comían a la mesa de Jezabel.

Observa.

Los profetas del Señor pasaban hambre y eran asesinados, mientras los profetas idólatras comían del presupuesto del reino.

Elías, sustentado milagrosamente en aquel tiempo, invocó al Señor para que descendiese fuego.

         En una nación donde predomina la idolatría los profetas falsos son mantenidos con el presupuesto gubernamental, mientras los profetas de Dios pasan hambre y son eliminados por el espíritu de Jezabel.

126 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXVIII) –  Jezabel (3)

Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive YHVH Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra  (1 Reyes 17:1)

         El Señor, Dios de Israel, no nos ha dejado sin testimonio aunque en el trono haya una Jezabel. En ese tiempo de gran confusión el Señor levantó a los profetas más espectaculares de la historia antigua de Israel, si exceptuamos a Moisés; me refiero a Elías y Eliseo.

La Escritura introduce de forma abrupta la irrupción vehemente del profeta de fuego. Entonces Elías tisbita, dijo a Acab… Su mensaje iba directamente al pecado de idolatría que se había instalado en el reino. No habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra. Elías hablaba conscientemente de estar en la misma presencia de Dios. Vive el Señor, en cuya presencia estoy.

El apóstol Santiago escribiría tiempo después que Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses (Stg.5:17). Si unimos los dos textos podemos sacar la conclusión de que el profeta llevaba ya un tiempo orando a Dios para que interviniera ante su pueblo que se había alejado tanto de sus mandamientos.

Las condiciones del pacto estaban bien especificadas en el libro de la ley. Si se apartaban de ellas las consecuencias también estaban reseñadas. Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará YHVH por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas (Dt.28:23,24).

Elías dijo al rey Acab que no habría lluvia ni roció sobre la tierra. Por delante se presentaba una batalla sin tregua. El profeta de Dios penetró con su voz el gobierno impío de Acab, manipulado por Jezabel, con la autoridad de la palabra del Eterno en boca. La palabra fue enviada para juicio, y el profeta escondido y sustentado por cuervos y una viuda extranjera.

Pasarían más de tres largos años en los que el pueblo vivió bajo la tiranía de una potestad espiritual que operaba a través de una mujer hechicera, y un hombre valiente pero pusilánime, debilitado en su interior por la fuerza espiritual demoniaca que ejercía su mujer sobre él.

Aquí tenemos un ejemplo claro de cómo el mundo espiritual ejerce su influencia sobre la política de un país, y cómo el Señor levanta la voz de un profeta para contrarrestarla. La falta de autoridad espiritual y oración deja a naciones enteras en manos de poderes hechiceros que ejercerán dominio sobre millones de personas zarandeadas.

         La idolatría es un fiel reflejo de la batalla espiritual por el control de una nación. Necesitamos autoridad, voz de Dios y vida de oración para frenarla.

125 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXVII) –  Jezabel (2)

Y reinó Acab hijo de Omri sobre Israel en Samaria veintidós años. Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de YHVH, más que todos los que reinaron antes de él. Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró  (1 Reyes 16:30,31)

          Entremos ahora en la biografía de esta princesa fenicia, hija del rey de Sidón, además de sacerdotisa del culto a la imagen de Asera, y que introdujo el culto a Baal en Israel.

La palabra Asera se refería al tronco de un árbol que estaba de pie en los santuarios de Baal (Dt.16:21). Era la diosa fenicia de la vegetación y fertilidad; documentos antiguos se refieren a ella como «señora de los dioses» o «amante de los dioses». Era el lado femenino del culto a Baal. Y Jezabel era su sacerdotisa, casada con el rey de Israel, para unirse en un yugo desigual que traería al reino del norte un avance de la idolatría pagana que lo condujo finalmente a su desaparición.

Recordemos que fue Salomón quién inició la costumbre de casarse con mujeres extranjeras, adoradoras de otros dioses, que poco a poco influyeron en el rey sabio para llevarlo a la idolatría en los últimos años de su vida.

Luego vino el pecado de Jeroboam. Pasados unos sesenta años de la introducción de este pecado, la puerta a la idolatría estaba abierta de par en par. Cuando Omri tomó el trono del reino norteño, mediante una guerra civil, estableció en Samaria su capital. Hizo lo malo a los ojos del Señor, y su hijo Acab agravó la situación casándose con Jezabel, que introdujo el culto a Baal y Asera en Israel, influyendo en su marido de tal forma que está escrito que su pecado no tenía comparación, porque se vendió para hacer lo malo ante los ojos de YHVH; porque Jezabel su mujer lo incitaba (1 R.21:25).

Esta progresión pecaminosa tenía su base en el abandono de la palabra de Dios. La Torá dejaba claro que debían derribar las imágenes de Asera. Así está escrito: Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar (Dt.12:3).

Ahora, no solo Israel había dado entrada a esos cultos, sino que tenía como reina a la sacerdotisa que los impulsaba. Esta influencia de Jezabel, en su vertiente carismática, (esos cultos mantenían la profecía como parte de su liturgia), y manipuladora del rey, llevó a Israel a una situación muy alejada de los caminos de Dios.

         La verdad escritural de no unirse en yugo desigual con los idólatras no es gratuita, contiene una advertencia que nos librará de la cautividad.

124 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXVI) –  Jezabel (1)

Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos  (Apocalipsis 2:20)

         Avanzando en nuestro recorrido bíblico nos encontramos con otro de esos personajes que encarnan a los hijos de condenación. En este caso se trata de una mujer, prototipo de la mujer hechicera que introduce en el pueblo de Dios la idolatría de Baal y Asera; el culto a la diosa madre y la reina del cielo.

Esta mujer, que fue un personaje histórico, como veremos en sucesivas meditaciones, también representa una potestad espiritual que busca usurpar la autoridad del hombre como cabeza (en nuestros días lo hace mediante el feminismo radical, la ideología de género, y leyes que colocan al hombre en la diana del menosprecio y la acusación injusta), y matar a los profetas de Dios.

Este espíritu lo vemos operando en la vida de Dalila, aquella mujer que no desistió en su empeño de disolver el poder de Sansón, reduciéndolo a un bocado de pan.

Lo vemos en la mujer extraña de Proverbios, que con sus hechizos subyuga al hombre necio llevándolo al degolladero.

También aparece en la hija de Herodías, aquella que danzó delante de Herodes y su corte fascinando al rey que le ofreció hasta la mitad de su reino. Ésta, aconsejada por su madre, pidió la cabeza de Juan el Bautista, el profeta de Dios.

También lo vemos en la esposa de Potifar, que no pudiendo seducir a José, tramó toda una estratagema perversa para acusarlo injustamente, por no haber caído rendido a sus encantos lujuriosos y adúlteros.

Lo vemos operando en la iglesia de Tiatira en el Apocalipsis, donde una mujer con este espíritu de Jezabel seducía, mediante profecías y enseñanzas, a fornicar a los siervos de Dios, y participar de fiestas idólatras donde siempre hay una combinación de sexo, ídolos y ocultismo, es decir, el espíritu de Babilonia.

Este espíritu de Jezabel estaba siendo tolerado en la iglesia de Tiatira. Amparada seguramente en dones carismáticos a través de mensajes proféticos, y una enseñanza seductora que mantenía a los hombres atrapados en su fascinación.

Esta combinación perversa que armoniza seducción espiritual carismática, con deseos carnales, está llevando a muchos hombres, líderes y responsables de congregaciones, a caer en una proliferación de adulterios que hunden a sus familias y reputaciones, atrayendo ruina y dispersión en la iglesia.

No en vano estamos asistiendo a unas estadísticas escandalosas de divorcios en familias pastorales y de cristianos. Jesús no tolera este espíritu de Jezabel.

         Tolerar la seducción de Jezabel en las iglesias es destructivo siempre.

123 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXV) –  El pecado de Jeroboam (4)

Y desechó YHVH a toda la descendencia de Israel, y los afligió, los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos de YHVH, y les hizo cometer gran pecado. Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, hasta que YHVH quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy  (2 Reyes 17:20-23)

LA HERENCIA PECAMINOSA. El evangelio rompe la cadena de pecado heredada de nuestros padres. La redención que ha llevado a cabo Jesús en la cruz del Calvario contiene el poder de Dios para poner en libertad al cautivo, deshacer las obras de las tinieblas y trasladarnos de la potestad de las tinieblas al reino de su Hijo amado.

Jesús inauguró el nuevo pacto, mediante el cual, se rompería la herencia de los padres sobre los hijos, como se decía en la antigüedad: En aquellos días [los del nuevo pacto] no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera (Jer.31:29) y (Ez.18:2). El pecado de Jeroboam fue traspasado de generación en generación hasta el juicio que le puso fin.

En el largo texto que tenemos para meditar encontramos que Dios desechó la descendencia de Israel, los afligió, y los entregó a saqueadores hasta echarlos de su presencia por causa del pecado de idolatría y desobediencia que dio comienzo con el rey Jeroboam.

En este punto debemos notar que el profeta Ezequiel profetizó de un día cuando las dos casas: Judá y José (Efraín) volverán a ser una sola (Ez.37:15-28), aunque no podemos detenernos en este aspecto por ahora.

No debemos ignorar la influencia que puede llegar a tener un solo hombre sobre toda la nación. Jeroboam separó a Israel de la casa de David y el pacto que Dios hizo con él. Aunque a la vez se enfatiza la responsabilidad individual de cada uno; dice el texto: los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam. Podían haberse apartado, para ello fueron enviados los profetas de parte de Dios, sin embargo, se obstinaron en el error.

Jesús denunció a las autoridades religiosas de su época por anular la palabra de Dios con sus tradiciones y mudamientos de hombre… pecado de Jeroboam. Las personas que están en autoridad son puertas para vida o muerte, aunque siempre tenemos la opción de venir a la cruz y escapar de la herencia pecaminosa (1 Pedro 1:17,18).

         Hemos heredado una forma de vida pecaminosa que solo el evangelio puede apartarnos de ella mediante la redención que es en Cristo Jesús.

122 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXIV) –  El pecado de Jeroboam (3)

Con todo esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino, sino que volvió a hacer sacerdotes de los lugares altos de entre el pueblo, y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes de los lugares altos. Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam  (1 Reyes 13:33,34)

LAS CONSECUENCIAS. Una vez iniciado el nuevo sistema religioso inventado por Jeroboam, vino un varón de Dios para denunciar el pecado cometido. Un profeta anónimo clamó contra el falso altar levantado en Bet-el; el rey dio orden de detenerlo y su mano se le secó, tuvo que pedir oración al enviado de Dios para que sanara. Todas estas señales no bastaron para que el rey abandonara su error, sino que se afirmó obstinadamente en su pecado. Nombró nuevos sacerdotes del pueblo reafirmando su postura de oposición a la palabra de Dios.

Entonces se anunció el juicio que vendría sobre su casa. A pesar de ello, la fuerza que había tomado el nuevo sistema religioso produjo un poder demoníaco insuperable. El llamamiento inicial en la vida de Jeroboam se tornó en desobediencia contra la voluntad de Dios. Este proceso lo están siguiendo muchos pastores y líderes en la actualidad. Creen que el apoyo humano a sus pretensiones afirma su liderazgo, sin darse cuenta que están en oposición a Dios. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

Esto fue causa de pecado, no solo para la casa del rey, sino para todo Israel. El rey había dado entrada al pecado en todo el reino. La fuerza infernal liberada fue tan devastadora que no hubo forma de apartarse de él en las siguientes generaciones. Hubo varios cambios de dinastía, pero todos ellos cayeron en el mismo pecado iniciado por Jeroboam.

Se repite machaconamente a lo largo de todo el libro de Reyes esta expresión: E hizo lo malo ante los ojos de YHVH, y anduvo en el camino de Jeroboam, y en su pecado con que hizo pecar a Israel.  Incluso traspasó su influencia al reino de Judá. Finalmente llegó el cautiverio para Israel 250 años después del reinado de Jeroboam. Las diez tribus del reino norteño se perdieron y no se supo más de ellas.

El pecado no se borra con los años, sino con arrepentimiento y fe en la sangre de Jesús. Este pecado, con alguna variante, se ha repetido de distintas formas en la llamada teología del reemplazo, en el surgimiento del islam, en los nacionalismos, en la mezcla del Estado con la religión, (aunque el evangelio enseña que hay que separarlos), y en el sincretismo moderno que conduce a una mezcla babilónica. La paga del pecado es muerte, por tanto, si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazónes con obstinación, que es idolatría.

         La herencia de Jeroboam fue la institucionalización de su pecado.

121 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXIII) –  El pecado de Jeroboam (2)

Y dijo Jeroboam en su corazón: ahora se volverá el reino a la casa de David […] Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado  (1 Reyes 12:26-30)

EL PECADO DE JEROBOAM. El llamamiento de Jeroboam que había comenzado con el beneplácito divino, inició un rumbo equivocado cuando el temor del nuevo rey dio origen a pensamientos contrarios a la palabra de Dios. El temor de que su gente se volviera al reino de Judá cuando fueran a adorar a Jerusalén en las fiestas señaladas en la Torá, dio paso a pensamientos altivos que se levantaron contra el conocimiento de Dios.

Por tanto, el temor de hombres puede llevar a los líderes a cometer errores inventando otro culto. Eso fue lo que hizo Jeroboam. Todo surgió con un pensamiento. Luego buscó apoyo en los ancianos para que confirmaran lo que ya había concebido en su corazón. Este proceso, aparentemente natural, puede contener la semilla de una gran rebelión que lleve al desastre.

¿En qué consistió el pecado de Jeroboam? Lo podemos resumir de la siguiente manera: en unir política y religión. En usar la religión con fines políticos, tratando de producir unidad nacional sobre la base del sentimiento religioso mezclado con interese políticos.

Jeroboam levantó dos altares para dos becerros (en el desierto fue uno, ahora dos), uno en el norte del reino, en Bet-él, y el otro en el sur, en Dan. De esa forma acercaba el culto a los suyos para que no tuvieran que subir a Jerusalén, el lugar escogido por Dios, y que no había cambiado en nada aunque el reino se hubiera dividido. Además nombró sacerdotes que no eran de la casa de Leví; inventó fechas para las fiestas de su propio corazón al margen de lo establecido en la Ley de Dios; levantó otros lugares altos y sacrificó en ellos, supuestamente, al Señor.

En definitiva, inventó un nuevo sistema religioso, mezclando verdades viejas con imaginaciones nuevas; revelación de Dios con sus propios pensamientos. Y proclamó a todo el pueblo que estos eran los dioses que los habían sacado de Egipto. ¿Dioses? ¿No invocaban la Shemá, que decía: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es? Y el pueblo le siguió. Los ancianos no pusieron objeción. Los intereses políticos prevalecieron mezclados con tradiciones religiosas, dando lugar al pecado que los llevaría al desastre.

         Un pensamiento cautivo del rey dio lugar a todo un sistema religioso produciendo una nueva religión que fue motivo de pecado y juicio en Israel.