Los hijos de condenación (LXXV) – Babilonia (67)
Tarsis comerciaba contigo por la abundancia de todas tus riquezas; con plata, hierro, estaño y plomo comerciaba en tus ferias… Javán, Tubal y Mesec comerciaban también contigo… Los de la casa de Togarma… comerciaban en tu mercado… Edom traficaba contigo… Judá y la tierra de Israel comerciaban contigo… Damasco comerciaba contigo… Arabia y todos los príncipes de Cedar traficaban contigo… Estos mercaderes tuyos negociaban contigo en varias cosas… Las naves de Tarsis eran como tus caravanas que traían tus mercancías; así llegaste a ser opulenta, te multiplicaste en gran manera en medio de los mares (Ezequiel 27:12-25)
¡Abrumador el comercio y la influencia que llegó a tener Tiro y las ciudades fenicias! Favorecidas por la costa sobre la cual estaban asentadas, su pericia para la navegación, y su destreza para el comercio y los negocios hacen de Tiro la envidia de muchas de las grandes ciudades en la actualidad.
La relación del profeta sobre ciudades y reinos que comerciaron con Tiro; la lista detallada que hace de sus productos y el resultado de todo ello la iguala a la ciudad de Babilonia que aparece en Apocalipsis 18. Una comparación de los productos nos deja asombrados por la similitud de sus ventas. No podemos aquí desarrollar un estudio minucioso, pero debemos sacar algunas conclusiones.
El comercio siempre es motivo de prosperidad en las ciudades y naciones. Las ciudades costeras tienen ventaja sobre las del interior, y sus mercancías pueden moverse con mayor rapidez, produciendo un comercio e intercambio entre pueblos que favorece a ambos. Las ferias comerciales modernas son reflejo de la actividad iniciada por los fenicios.
Un comercio mundial favorece una economía de mercado mundial que produce un sistema económico mundial y acumula la riqueza en aquellas ciudades que sepan hacer mejores negocios.
Esa acumulación de riqueza produce algunos efectos secundarios. Las potestades superiores acaban estableciendo su dominio espiritual sobre esas ciudades a través de los gobernantes, empresarios, banqueros y autoridades religiosas para establecer un gobierno mundial que lleve a los pueblos dócilmente a sus propósitos según el modelo piloto que se llevó a cabo en la llanura de Sinar, en Babel.
Y con todo este conglomerado de pasiones aparece en el corazón del hombre un dominio tan fuerte que lo lleva a confiar en sí mismo de una forma que acaba considerándose un dios, emanciparse del Creador y con ello precipitar su caída y el justo juicio de Dios.
El corazón engañoso del hombre acaba cediendo a la influencia irrefrenable de sus logros comerciales que lo llevan a su caída en desgracia.