La casa de David (IV) – La generación de David
Todos estos hombres de guerra, dispuestos para guerrear, vinieron con corazón perfecto a Hebrón, para poner a David por rey sobre todo Israel; asimismo todos los demás de Israel estaban de un mismo ánimo para poner a David por rey (1 Crónicas 12:38).
El relato bíblico no deja lugar a dudas: David no fue un hombre perfecto, tuvo grandes sombras en su vida, pero de todas ellas pudo recuperarse porque su corazón era íntegro delante de Dios y fue conducido al arrepentimiento una y otra vez.
Muerto Saúl y sus hijos en la batalla contra los filisteos, la situación del reino de Israel era sombría. David, que había sido ungido rey por Samuel, (que también había fallecido), con los seiscientos que le acompañaron durante la travesía por el desierto mientras escapaban de las garras conspiratorias de Saúl, se levantaron ahora como una nueva generación de guerreros preparados para el tiempo que les tocaba vivir.
Todo el capítulo doce de primera de Crónicas muestra cómo se fueron uniendo a David distintos hombres valientes, fieles, preparados para la guerra, entendidos en los tiempos, y dispuestos a pelear sin doblez de corazón. De entre ellos sobresale la lista de los enumerados como los valientes de David.
Una generación excepcional y única en la historia de Israel tomaba el mando para cumplir el rol profético que le tocaba vivir; reconociendo el liderazgo del rey que había sido escogido por Dios, y puestos a sus órdenes, se fundieron con él para llevar adelante el plan profético que marcará el punto culminante de la historia antigua del pueblo de la promesa.
David solo no pudo hacerlo. Necesitó toda una generación de hombres forjados en su carácter, que habían compartido luchas y conflictos parecidos, de las diversas tribus de Israel, unidos en una misión irremplazable: establecer el reino de Dios en la tierra. Fueron tiempos de guerra. Hombres preparados para la lucha inevitable.
Antes de establecer el reino de paz había que luchar por la justicia que debe sustentar el trono. Esta generación vivió un tiempo de grandes batallas, a la siguiente, la de Salomón (también figura del reino milenial de Cristo en la tierra), le tocó el tiempo de paz y prosperidad. Es necesario servir a Dios en nuestra generación. David lo hizo y durmió, fue reunido con sus padres, la gran nube de testigos que nos preceden para que nosotros corramos la parte de la carrera que nos toca realizar hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas en el advenimiento del reino mesiánico.
Cada generación tiene que realizar su parte del plan diseñado por Dios en el devenir de los tiempos que el Padre puso en su sola potestad.