Los profetas de Israel (XLV) – Isaías (31)
Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las naciones, y conducidos a ti sus reyes. Porque la nación o el reino que no te sirviere perecerá, y del todo será asolado (Isaías 60:11,12)
La Escritura revela claramente que la luz del mundo es el Mesías de Israel. Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Esa luz ha venido a nuestros corazones mediante el evangelio, y hemos podido ver la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (2 Co.4:6).
Los redimidos por la sangre del Cordero somos primicias de una redención gloriosa que tiene más alcance del que podemos comprender. Las primicias indican que hay una cosecha por delante mucho más abundante. Hemos sido hechos participantes de los poderes del siglo venidero, pero no en plenitud, en parte y solo en parte. Hemos recibido el Espíritu de Dios como las arras de una herencia gloriosa.
El reino de Dios es más grande que una pequeña o grande congregación local que se goza pensando ser el ombligo del mundo pero no lo es. El centro de todas las cosas es Jesús, y el lugar donde será expuesta la gloria de Dios y su luz de una forma única será en Jerusalén el día de su venida.
Algunos pretenden vivir ya el reino mesiánico sin que el Mesías haya hecho su entrada en Jerusalén. Quieren ya «la parte de los bienes que me corresponden», como el hijo pródigo (Lc.15:12), para despilfarrarla en los placeres y la vanidad de este mundo».
El contenido del capítulo 60 de Isaías parece prestarse a esa tentación cuando dice: «Las riquezas de las naciones vendrán a ti» (5). Un lenguaje que puede liberar la codicia de las riquezas del hombre carnal bajo un paraguas profético falso. Una interpretación literal del texto indica que el profeta está hablando del reino mesiánico.
En otro lugar dice: «Andarán las naciones a tu luz». Algunos líderes tipo Nimrod o Diótrefes, han levantado la falsa expectativa en sus «parroquias» de ser el centro del universo, portadores de la mejor unción, mostrando una soberbia propia de falsos apóstoles y obreros fraudulentos. Queriendo gobernar las naciones con su palabrería inflada de arrogancia, olvidando que el profeta habla de Sion y un tiempo aún por venir, en el que sus puertas estarán abiertas de continuo, serán traídas las riquezas de las naciones a Jerusalén, donde estará el trono del Rey de gloria, y la nación que no le sirva perecerá. El verdadero Mesías y no falsos cristos redentores.
Torcer la profecía puede dar beneficios temporales que abrirá una brecha decepcionante cuando la falsa enseñanza quede expuesta.