55 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (XLVII) – Babilonia (39)

Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre ti… (Isaías 47:9)

         Estamos asistiendo hoy al levantamiento del islam con una fuerza inusitada. No es nuevo, la historia enseña con toda claridad que así ha sido siempre que se ha sentido fuerte. Lo fue desde su origen.

En España lo padecimos a partir del año 711 d.C. cuando fuimos invadidos por las huestes musulmanas, aniquilando el reino visigodo y lo que quedaba de la cultura greco-romana-cristiana, aunque permaneció un resto en las montañas de Asturias que daría lugar al reino de Astur-leonés desde donde se iniciaría la reconquista que duró siete siglos.

Cuando el islam decayó en su empuje fundamentalista llegaron dos oleadas de islamismo radical, el de los almorávides y los almohades que fueron impulsores del yihadismo antiguo, el mismo que estableció Mahoma en su conquista de Medina y la Meca, y que luego se extendió por todo Oriente Medio, el norte de África y la cuenca mediterránea.

Cuando el impulso inicial de las conquistas musulmanas decayó, especialmente en la época del imperio mongol, surgió la doctrina salafista que viene a decir algo así como que su decadencia se debe al abandono de la literalidad del Corán, por tanto, el regreso a los días de su esplendor pasa necesariamente por un retorno a las prácticas extremas del libro sagrado, la sunna y los hadices. La llegada de los turcos y el establecimiento del califato Otomano duraron más de  cuatrocientos años, hasta 1923, que le dio un nuevo impulso al islam. Después de un tiempo de incertidumbre por el desmembramiento del califato otomano, ha vuelto a surgir con fuerza el islam fundamentalista y la declaración de la yihad para recuperar el dominio perdido, echar a los gobiernos musulmanes tibios del poder, y extender su dominio a todo el orbe mediante la fuerza de la espada. Así ha sido hasta nuestros días.

Por tanto, una de las grandes falacias que el mundo occidental ha asimilado es que el islam es una religión de paz.

Nunca lo ha sido y nadie que pretenda seguir al pie de la letra las enseñanzas del profeta Mahoma hará semejante afirmación. Hoy se ha levantado nuevamente con fuerza. Piensa establecer la ley islámica —la sharia— en todo el mundo, destruir a Israel y los cristianos, junto con todos los infieles que no asumen su versión rigorista y literal del islam. Pero esa fuerza será quebrada en un mismo día.

         La historia del advenimiento del islam desde el 622 d.C. ha sido violenta, devorando a muchas naciones originalmente de tradición cristiana.

54 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (XLVI) – Babilonia (38)

Dijiste: Para siempre seré señora… Oye, pues, ahora esto, mujer voluptuosa, tú que estás sentada confiadamente, tú que dices en tu corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad. (Isaías 47:7,8)

         Dijiste. La Escritura enseña con rotundidad que por nuestras palabras seremos justificados o condenados (Mt.12:37). Que hay vida o muerte en nuestros labios. Y que la arrogancia sale por la boca más que por ningún otro lugar. Nuestras palabras nos delatan.

Muchos que se oponen a Dios y su revelación escrita usan palabras grandilocuentes para su oposición, se pierden en su sabiduría, y llegan a realizar declaraciones que se vuelven contra ellos. De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Esta es la enseñanza del Maestro.

Vemos en nuestro pasaje que Babilonia habla con arrogancia. Habla palabras infladas. Para siempre seré señora. Hay una indudable soberbia en esta declaración. Proclama su eternidad y señorío. Una vez más vemos que se identifica a la ciudad fornicaria con una mujer voluptuosa, sentada confiadamente, que dice: yo soy, y fuera de mí  no hay más.

Estamos ante una blasfemia. Observa cómo se parece el lenguaje al que hemos visto en Apocalipsis. La bestia habla grandes cosas y blasfemias (Apc.13:5). Abrió su boca en blasfemias contra Dios (13:6). Estaba llena de nombres de blasfemia (17:3). Aquí la blasfemia es ocupar el lugar de Dios. Usurpar su trono, su nombre santo, su exclusividad. Dios es uno, esa es la confesión de fe de Israel dada por Moisés. Es el único; fue lo que anunció una y otra vez el profeta Isaías. Sin embargo, la blasfemia de Babilonia lo contradice.

Pensemos. ¿Cuál es la declaración de fe del islam? No hay más dios que Alá, y Mahoma es su profeta. ¿Cuál es la ley que quiere implantar el islam militante en todo el mundo? La sharia, o ley islámica. Cambio de confesión de fe y cambio de ley. También han cambiado los tiempos, que comienzan a contar para el islam a partir del 622 d.C. cuando Mahoma hizo la hégira, su viaje de la Meca a Medina. Mira lo que dice el profeta Daniel sobre el cuerno pequeño de su visión: y este mismo cuerno tenía ojos, y boca que hablaba grandes cosas… Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley (Dn.7:20,25).

El grito de guerra de los terroristas islámicos al realizar sus atentados es Allahú Akbar, que significa: Dios es el más grande, refiriéndose a Alá. Meditemos.

         Recordemos. La fe viene por el oír, pero también la apostasía viene por oír a espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Mirad, pues, como oís.

53 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoEl hombre condenado – 53

Los hijos de condenación (XLV) – Babilonia (37)

Se postró Bel, se abatió Nebo; sus imágenes fueron puestas sobre bestias, sobre animales de carga; esas cosas que vosotros solíais llevar alzadas cual carga, sobre las bestias cansadas  (Isaías 46:1)

         Bel era uno de los dioses de Babilonia, se supone que se refiere al nombre babilónico de Baal, que es identificado con el dios Marduk o Merodac, el dios protector de Babilonia.

Por su parte Nebo era también una divinidad babilónica que presidia el saber y las obras literarias, la sede de su culto estaba cerca de la ciudad de Babilonia.

Estamos, por tanto, ante el aspecto idólatra de Babilonia. Una ciudad sede de la idolatría de donde salió a todas las naciones. Por eso se le llama la madre de las rameras. El profeta Isaías es muy gráfico y contundente en su mensaje contra la idolatría, expresa la necedad de adorar ídolos que se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación (46:7). Los ídolos son llevados por los hombres o por bestias de carga, ambos acaban cansados de transportarlos.

Sin embargo, el Dios de Israel es quién lleva a su pueblo, traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré (46:3,4). Los ídolos de Babilonia, Bel y Nebo, se postran y son abatidos delante del Señor y único Dios. Sin embargo, la ciudad de Babilonia con su idolatría produce un hechizo paralizador sobre naciones y pueblos. El poder fascinador de la idolatría produce la parálisis de la razón, subyuga los sentidos y altera las emociones en un engaño incomprensible. El profeta expone la insensatez de la formación de imágenes de talla. Todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden… No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender… su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha? (Isaías 45:9,18,20).

El contraste lo tenemos en la revelación que Dios dio a Israel de sí mismo. Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más… a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua  (45:21-23). El Señor juzgará a Bel en Babilonia, por tanto, el mensaje es: salid de en medio de ella, pueblo mío (Jeremías 51:44,45).

         Los ídolos de Babilonia caerán ante el único Dios revelado por los profetas de Israel, y manifestado por su Hijo Jesús como heredero de todo.

52 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoEl hombre condenado – 52

Los hijos de condenación (XLIV) – Babilonia (36)

Porque YHVH tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a Israel, y lo hará reposar en su tierra; y a ellos se unirán extranjeros, y se juntarán a la familia de Jacob… Y en el día que YHVH te dé reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la dura servidumbre en que te hicieron servir, pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia, y dirás: ¡Cómo paró el opresor, cómo acabó la ciudad codiciosa de oro! Quebrantó YHVH el báculo de los impíos… el que hería a los pueblos con furor… el que se enseñoreaba de las naciones con ira, y las perseguía con crueldad  (Isaías 14:1,3,4,5,6)

         Ahora el profeta da un giro narrativo que debemos comprender, no hay separación entre el capítulo 13 y el 14. El mensaje continúa con una variante dirigida al regreso de Israel a su tierra. Recordemos. Estamos 200 años antes que se levantara el imperio babilónico. Israel aún vivía en su tierra, no había ido todavia al cautiverio, pero ya se anuncia su regreso para reposar en Judá.

Eso vendría en días de Zorobabel, Esdras y Nehemías en su primera restauración, pero además debemos comprender que la profecía contiene más de un tiempo en su cumplimiento, por tanto, este texto nos introduce también en el regreso de Israel a su tierra en el tiempo presente. Ocurrió en mayo de 1948, cuando renació Israel en su tierra después de casi dos mil años de diáspora. Se les unen extranjeros que se juntan a la familia de Jacob.

Recordemos que el evangelio de Jesús tiene su fundamento en los profetas de Israel, a ellos les fue anunciada esta salvación para un tiempo aún por llegar (1 Pedro 1:10-12). La salvación viene de los judíos.

Los gentiles hemos sido injertados en los pactos y las promesas dadas a Israel mediante el Mesías.

Ahora regresemos a los textos que nos ocupan. Babilonia ha oprimido a Israel, pero no solo a ella, sino a todas las naciones. Aquí volvemos a encontrarnos con la tiranía del espíritu babilónico y su gobierno iniciado en Babel por Nimrod y extendido a toda la tierra. Es ejercida mediante la codicia del oro, el poder del dinero y su sistema financiero. Su naturaleza impía ha herido a los pueblos, se han enseñoreado de ellos y los ha perseguido con crueldad. Por eso Dios la quebranta, y una vez ha sido juzgada, toda la tierra está en reposo y en paz; se cantaron alabanzas (14:7). Es el mismo mensaje que hemos visto en Apocalipsis y que está por cumplirse. Por tanto, la profecía sobre esta ciudad imperial contiene una vertiente histórica y otra profética.

         El profeta Isaías anuncia que la restauración de Israel en su tierra y a su Dios trae consigo restauración para todas las naciones del yugo babilónico.

51 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (XLIII) – Babilonia (35)

Profecía sobre Babilonia, revelada a Isaías hijo de Amoz… Yo mandé a mis consagrados, asimismo llamé a mis valientes para mi ira, a los que se alegran con mi gloria… estruendo de ruido de reinos, de naciones reunidas; YHVH de los ejércitos para revista a las tropas para la batalla… He aquí yo despierto contra ellos a los medos…Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios. Nunca más será habitada…  (Isaías 13:1,2,3,4,17,19,20)

         En este capítulo del libro del profeta Isaías encontramos un ejemplo de cómo se desarrolla la profecía en la Biblia. Me explico.

Para ello debemos situarnos históricamente. El imperio babilónico aún no existía en tiempos del profeta, en ese periodo  no era nada más que una provincia del imperio Asirio. Faltaban unos 200 años para que eso ocurriera. Sin embargo, Isaías ya anuncia el juicio que vendría sobre ella por la maldad de este imperio manifestada en iniquidad por la arrogancia de los soberbios, y la altivez de los fuertes (12:11). Ese juicio vendría mediante el imperio de los medos y persas, a quienes llama Isaías los valientes consagrados para esa misión. El Señor supervisa ese llamamiento a los medos pasando revista a sus tropas. Estos sucesos se narran en el libro de Daniel en días del rey Belsasar. Darío el medo tomó el reino, y poco después Ciro el persa. Ese fue el anuncio del juicio de Dios sobre el imperio babilónico que aún no existía. Antes vendría Nabucodonosor, rey de Babilonia, que a su vez fue instrumento para castigar a Israel por su pecado contra el Señor. Pero hay más. En estos sucesos históricos de la profecía de Isaías capítulo 13 se anuncia también un juicio sobre Babilonia en los últimos tiempos. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes (11). Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar… en el día del ardor de su ira (13). Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra… nunca más será habitada (19 y 20).

Este juicio es el mismo que hemos ido viendo en los textos del libro de Apocalipsis, y que como hemos señalado, se refiere al tiempo del fin, y no solamente se refiere a la Babilonia física, sino a su dimensión espiritual introducida en todas las naciones.

Por tanto, tenemos que el reino o imperio levantado al final de los días es el reino que no era en días de Juan el apóstol, que había sido (Babilonia), y que vendría (Apc.17:8).

         Isaías nos anuncia el juicio a Babilonia mediante los medos, y también el juicio al final de los tiempos para la Babilonia que aparece en Apocalipsis.

50 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (XLII) – Babilonia (34)

Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas… (1 Pedro 1:10-12)

         Hasta ahora hemos visto fundamentalmente el desarrollo de la ciudad de Babilonia en el primer libro de la Biblia y en el último. Su influencia aparece en muchos otros lugares, especialmente en los libros de los profetas. Por ello, regresaremos a su contenido para ampliar la influencia de esta ciudad en sus dos vertientes, la física y la espiritual.

Los profetas de Israel profetizaron, inquirieron e indagaron con diligencia acerca de la salvación de Dios. Estudiaron sobre la persona y el tiempo en que se producirían los acontecimientos de los cuales hablaron. Se dieron cuenta que los sucesos que les eran revelados contenían dos aspectos opuestos. Por un lado los sufrimientos que conllevaba la salvación, y por otro las glorias que le sucederían.

Supieron que lo que vieron y hablaron no era para sí mismos, sino que muchas de las cosas que profetizaron tenían un destino más lejano —aunque algunas de sus predicciones tuvieron ya un primer cumplimiento en su tiempo— que el de su propia generación. Los profetas administraban la información pensando en un tiempo cuando otros serían quienes oirían y vivirían los sucesos que ellos anunciaban. El mismo apóstol Pedro dice en su segunda carta que debemos estar atentos a la palabra profética más segura, la cual es como una antorcha que alumbra en lugar oscuro.

Pues bien, los profetas de Israel hablaron de Babilonia. En sus predicciones encontramos amplia información sobre la naturaleza de esta ciudad, y también del tiempo cuando sería un imperio. También encontramos que Dios usó a Babilonia como brazo de su juicio para muchas naciones, incluso para su pueblo, hasta anunciar el juicio sobre esta ciudad que se extralimitó en sus funciones. Por todo ello, creo que merece la pena ampliar un poco más nuestro recorrido y retroceder en el tiempo para ver lo que dijeron los enviados de Dios sobre ella.

Veremos que la influencia de esta ciudad y lo que representa fascinó al pueblo elegido y en diversos momentos quedó atrapado en sus encantamientos que no supieron resistir y por ello fueron juzgados.

         Los profetas de Israel indagaron diligentemente sobre la salvación que tiene como base salir de Babilonia y entrar en el reino de Dios.

49 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (XLI) – Babilonia (33)

Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado   (Apocalipsis 19:6,7)

         Una vez que Babilonia ha sido convertida en humo y el juicio de Dios ha sido ejecutado en plenitud, aparece otra ciudad llamada la esposa del Cordero. Es la Jerusalén celestial.

Babilonia termina su recorrido de fornicación, idolatría, avaricia, ocultismo, sexo, drogas y música en humo, y una nueva ciudad, vestida de la gloria de Dios, con vestido de lino fino, blanco y resplandeciente que son las acciones justas de los santos (Apc.19:8), reaparece en toda su hermosura para ser presentada como una virgen pura a Cristo.

Es la esposa que viene del desierto. Ha superado con fidelidad la prueba de su amor por su esposo y ahora ha llegado el tiempo de la boda. Este suceso es saludado en el cielo por una gran multitud mediante una voz, como el estruendo de muchas aguas, que dice: ¡Aleluya! Otra vez ¡Aleluya! Y es que no parece haber una expresión concentrada que recoja mejor el sentir de los acontecimientos que se están desarrollando en el cielo y en la tierra.

Ha llegado el reino esperado del Señor nuestro Dios Todopoderoso. El cielo se ha vestido de gala, es un día memorable, conocido del Padre, para que el Hijo, que fue inmolado, sea desposado con la esposa que compró mediante el derramamiento de su sangre en la cruz del calvario. Después de los padecimientos ha llegado el día de las glorias. La sorpresa es que el autor de la revelación del libro de Apocalipsis nos dice que la esposa del Cordero es una ciudad. Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios (Apc.21:9,10).

Una ciudad construida de piedras vivas, diría el apóstol Pedro. Una ciudad santa que reaparece habiendo sido perseguida y asediada durante mucho tiempo por la ciudad babilónica con su influencia ocultista, hechicera, idólatra, sensual, avara, inmunda y sus homicidios, pero que se ha mantenido fiel a su amado durante la travesía del desierto. Ahora recoge el fruto en el reino eterno de su Señor con un grito que sale de sus entrañas: ¡Aleluya!

         Cuando la ciudad de Babilonia ha sido convertida en humo aparece en todo su esplendor la esposa del Cordero, la Jerusalén celestial.

48 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenado¿QUE ES EL HOMBRE?

El hombre condenado – 48

Los hijos de condenación (XL) – Babilonia (32)

Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya! Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes   (Apocalipsis 19:3-5)

         En el cielo se grita ¡Aleluya! porque se ha consumado el juicio a Babilonia. La justicia de su juicio hace gritar al cielo: ¡Aleluya!

La gran ciudad que corrompía a todas las naciones de la tierra ha sido reducida a humo. ¡Aleluya! Una y otra vez se proclama ¡Aleluya! No hay pudor, ni timidez, es el grito de victoria, lo entonan los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes. Se postraron ante el trono de Dios diciendo: ¡Amén! ¡Aleluya! Llegó el día de cambiar nuestro lamento en baile. De consolar a todos los enlutados, de ordenar a los afligidos de Sion que se les dé gloria en lugar de ceniza —ahora la ceniza es para la ciudad de Babilonia que ha sido convertida en humo—, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado (Isaías 61:2,3).

La iglesia del Señor en nuestros días no ha penetrado a esta verdad eterna de la alabanza. Hemos hecho de ella en muchos casos un entretenimiento mundano, una fiesta pagana con sonidos infernales, hemos cambiado la fuerza de la verdad por palabras humanistas y románticas que no sirven para la batalla que estamos librando. Pablo y Silas alabaron a Dios en la cárcel de Filipos y un terremoto sacudió sus cimientos. Seguramente cantaron ¡Aleluya! Desde lo más hondo del ser brotó el grito que no puede apagar la oposición al evangelio; ambos, al unísono, emitieron el sonido que anunciaba la derrota de Babilonia y el triunfo de Jerusalén, ese sonido no era otro que el de ¡Aleluya! Los Salmos están llenos de esta exclamación. ¿Te has dado cuenta que hay muchos de los Salmos que comienzan así y terminan de la misma manera? Una y otra vez se nos invita a adorar al Señor, exaltar su nombre, anticipar su victoria; nuestra alabanza y adoración, entre otros muchos motivos, es anticipar el triunfo del reino que ha de venir, un reino asentado en la verdad y en la justicia.

Por tanto, podemos vivir anticipadamente, cuando alabamos a Dios con todo nuestro corazón, el futuro glorioso de la victoria definitiva sobre la ciudad destinada a condenación.

         Cantar Aleluya es unirnos con los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes que adoran al que está sentado en el trono diciendo: ¡Amén! ¡Aleluya!

47 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenado¿QUE ES EL HOMBRE?

El hombre condenado – 47

Los hijos de condenación (XXXIX) – Babilonia (31)

Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella   (Apocalipsis 19:1,2)

         La muerte física no es el final. Jesús dijo: No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Babilonia puede matar el cuerpo, pero no tiene potestad para destruir el alma de aquellos que salen de su dominio y son trasladados al reino eterno.

Sí tiene la posibilidad de producir dolor y muerte durante un tiempo, no en vano nuestro mundo y su historia está lleno de esta triste realidad, sin embargo, hay un día señalado por el Padre para poner fin a su dominio perverso y ser juzgada con severidad. Hubo una gran voz en el cielo, un grito de victoria que no fue reprimido, una proclamación muy conocida y poderosa: ¡Aleluya!

Por tanto, podemos decir que cuando cantamos y exclamamos con júbilo «¡Aleluya!» estamos adorando a Dios y a la vez anunciando el juicio futuro de Babilonia y sus obras. La adoración a Dios y la exaltación a su nombre con júbilo y proclamaciones como «¡Aleluya!» le recuerdan a Satanás que sus días están contados. Su derrota es inminente. Su dominio al estilo Nimrod tiene fecha de caducidad y su juicio ha sido decretado. Por eso nos dice al salmista: Cantad a YHVH cántico nuevo; su alabanza sea en la congregación de los santos. Alégrese Israel en su Hacedor; los hijos de Sion se gocen en su Rey. Alaben su nombre con danza; con pandero y arpa a él canten… Exalten a Dios con sus gargantas, y espadas de dos filos en sus manos, para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre los pueblos… para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos. Aleluya (Salmo 149). Esta alabanza tiene su base en el juicio a la gran ramera, Babilonia, porque ha corrompido a toda la tierra con su fornicación y la venganza por la sangre derramada de los siervos de Dios. El Señor es justo y lo hará.

Nuestra alabanza en la tierra puede unirse a la que se hace en el cielo en los mismos términos. Lo hacemos desde Jerusalén, en Espíritu y verdad. Decimos ¡Aleluya! Cantamos ¡Aleluya! Gritamos ¡Aleluya! Lo mismo dicen en el cielo. Alabanza al Señor y golpe de vara al enemigo (Is.30:32). Di conmigo: ¡Aleluya! Salvación, honra, gloria y poder son del Señor nuestro Dios.

         Una gran voz en el cielo decía: ¡Aleluya! Unámonos en la tierra con la misma voz para anunciar la victoria de los santos sobre Babilonia.

46 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenado¿QUE ES EL HOMBRE?

El hombre condenado – 46

Los hijos de condenación (XXXVIII) – Babilonia (30)

Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra  (Apocalipsis 18:24)

        Y llegamos al aspecto definitivo de la naturaleza de Babilonia: la muerte por homicidio. Todo el desarrollo del modelo babilónico tiene un propósito escondido y perverso revelado en la Escritura: la muerte del hombre en sus dos vertientes: física y espiritual. No nos engañemos con la atracción placentera que ejerce el hechizo y la fascinación de la ciudad de Nimrod. Incluso habiendo entrado en Jerusalén y escapado de sus garras, podemos volver a ser fascinados por su persuasión irresistible al hombre carnal. Fue la tentación de los gálatas (Gá. 3:1); y es la historia de la iglesia a lo largo de los siglos.

Babilonia puede atraer con música, sexo, drogas, idolatría, poder económico y político, religiosidad o sincretismo, pero el final de su acción sobre los hombres y los pueblos es la muerte, la separación de Dios. Es la naturaleza y el propósito de Satanás como diseñador de esta ciudad de perdición. Mira lo que dice Jesús de él: Ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Ha venido a hurtar y matar y destruir.

Una parte de la iglesia vive ignorando que estamos expuestos a su influencia si no velamos y oramos para no caer en tentación. Moisés resistió el espíritu babilónico cuando escogió antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón… en la ciudad celestial.

Babilonia mata a los profetas, como lo hizo Jezabel. Derrama la sangre de los santos y los justos, aquellos que son la luz del mundo y la sal de la tierra. Por eso Dios la juzga: Por los muertos de Israel caerá Babilonia, como por Babilonia cayeron los muertos de toda la tierra (Jer.51:49). Seguimos viviendo hoy bajo el poder demoníaco de esta potestad que busca, de diferentes formas, mentir, robar y finalmente matar. Matar el cuerpo físico y contaminar el alma mediante el engaño y la mentira, mezclando la revelación de Dios con falsificación; el trigo con la cizaña. La verdad nos hará libres. Si permanecemos en su palabra el diablo no podrá dañarnos. Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca (1 Jn.5:18).

Babilonia tiene las manos manchadas de sangre desde los días de Caín.