TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (7)
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:4,38,39)
La historia del pueblo de Dios es como una línea ondulada, con altibajos, tiempos de plenitud con avances del reino de Dios, y otros de estancamiento, decadencia, clamor y avivamientos. Lo vemos primeramente en la historia antigua del pueblo de Israel. Después de salir de la opresión y esclavitud en Egipto, donde el faraón había amargado su existencia mediante un régimen laboral opresor, Israel pasó el mar Rojo (figura del bautismo en agua) y fueron bautizados en la nube de día y el fuego de noche 1 Corintios 10:2 (figura del bautismo en el Espíritu Santo) que los acompañó y estuvo con ellos todo el camino por el desierto. La redención dio lugar a un día de alabanza y júbilo por la victoria sobre los dioses de Egipto que los habían tiranizado. Pero pronto comenzaron las quejas por la escasez de alimentos y agua. Moisés tuvo que lidiar con un pueblo que habiendo visto las grandes señales que Dios había hecho en Egipto y seguía haciendo en el desierto, no impidieron la murmuración y el desorden de los apetitos carnales. De tal forma que toda aquella generación no pudo entrar en la tierra prometida. Fue la siguiente, junto con Caleb y Josué, remanente siempre presente en el pueblo de Dios, quienes entraron y conquistaron las promesas que eran para ellos, sus hijos y las siguientes generaciones. Este es el patrón que encontramos en el devenir de Israel a lo largo de la Biblia: Tiempos de avance de la voluntad de Dios mediante el pueblo elegido para sus propósitos, y otros de decadencia donde se paralizan los planes del Señor hasta la llegada de otra generación que le busca y sobre quienes vuelve a derramar su Espíritu reiniciando así el propósito al que fueron llamados. Esta misma secuencia la encontramos en la historia de la iglesia a lo largo de los últimos dos milenios. Después de Pentecostés, donde todos fueron llenos del Espíritu, salieron a todas las naciones con el evangelio que es poder de Dios. Pero pronto el impulso inicial se perdió y encontramos en la carta de Pablo a Timoteo la exhortación a avivar el fuego del don de Dios que estaba en él (2 Timoteo 1:6). En esa misma carta el apóstol anunció tiempos peligrosos por el carácter perverso de los hombres en los postreros días, de ahí la necesidad de avivar el fuego del don de Dios.
Necesitamos volver a ser llenos del Espíritu Santo como en Pentecostés.