32 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Una promesa de largo alcance

La vida en el Espíritu - MeditacionesUna promesa de largo alcance

Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís… Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame  (Hechos 2:33,38,39).

Dios es veraz. Su palabra es verdad y se cumple. Hay un tiempo para cada cosa debajo del sol. Dios tiene sus tiempos y se cumplen según sus designios en la tierra. Estamos ante uno de muy largo alcance. Jesús ha sido glorificado (exaltado) a la diestra del Padre, el cielo lo ha recibido en honor de multitudes. Ha sido coronado como Señor y Mesías. Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (Hch.2:36). ¿Por qué lo sabía el apóstol Pedro? Porque se estaba cumpliendo lo anunciado por el Maestro en los días de su carne. Les había dicho que no se fueran de la ciudad de Jerusalén, que esperaran la promesa del Padre, la cual vendría una vez que él fuera glorificado a la diestra del trono de Dios (Jn.7:37-39).

Ahora el cielo daba testimonio de este hecho celestial, y los apóstoles en la tierra de Israel podrían constatarlo viendo y oyendo lo que acabada de suceder. De la misma forma que Dios dio testimonio a Israel en el Sinaí a través de Moisés, ahora daba testimonio, también a Israel, mediante el derramamiento del Espíritu Santo. Sepa, ciertísimamente, toda la casa de Israel. Se daba así inicio a una nueva dimensión de la revelación de Dios como resultado de la obra redentora de Jesús y su glorificación a la diestra del Padre.

La obra estaba consumada. Los discípulos debían darla a conocer en Jerusalén, Judea, Samaria y a todas las naciones. Habían sido investidos de poder con ese fin. Y todos aquellos que se arrepintieran de sus pecados, reconocieran a Jesús como Mesías y Señor experimentarían también la promesa del Padre, el don del Espíritu Santo, porque la promesa era para ellos y sus hijos (la siguiente generación de judíos), y para todos los que estaban lejos (seguramente se refiere a los dispersos de la casa de Israel), y para todos aquellos cuántos el Señor llamare, es decir, a todas las naciones.

A partir de este momento la historia de la humanidad entró en una nueva era. El mensaje eterno del evangelio de Dios emergió al mundo desde Jerusalén.

         La promesa de Dios de enviar su Espíritu a todo aquel que invoque el nombre de Jesús no tiene límites nacionales, es para todo el mundo.

31 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El día de Pentecostés (Shavuot)

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl día de Pentecostés

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según les daba habilidad para expresarse.  (Hechos 2:1-4).

Y llegó Pentecostés. Diez días después de la ascensión de Jesús al cielo, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís (Hch.2:33). Esta fue la respuesta del apóstol Pedro ante una multitud atónita y confundida por el suceso que acababa de tener lugar en Jerusalén. Era el anunciado día de Pentecostés, (Shavuot), una de las tres fiestas judías principales y anuales, llamada también de las Semanas, cincuenta días desde la Pascua y los primeros frutos hasta Pentecostés.

Algunos ven en este suceso el nacimiento de la iglesia, pero recordemos que la congregación de Dios ya existía, nació en el Sinaí, llamado el día de la asamblea por Moisés en Deuteronomio 9:10; 10:4 y 18:16. Es el término Kahal, en hebreo, que se ha traducido al griego por eklessia, que significa congregación o asamblea.

Pues bien, este día, los apóstoles estaban juntos, con las mujeres, y María la madre de Jesús, y los hermanos de él; estaban unánimes, entregados de continuo a  la oración (Hch. 1:14). Cuando de repente les sorprendió un ruido del cielo como una ráfaga de viento impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. ¡Estaban sentados! Curioso. De pronto comenzaron a tener experiencias excepcionales: lenguas como de fuego repartidas sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo, y todos comenzaron a hablar en otras lenguas, según la habilidad que les daba el Espíritu para expresarse.

Su lengua fue desatada para hablar las maravillas de Dios, y todo ello como cumplimiento de la profecía de Joel, así como el anuncio que Jesús les había hecho de que se quedaran en Jerusalén para ser investidos de poder de lo alto. Esta experiencia, con algunas variaciones, se repetirá en el libro de los Hechos en diversas ocasiones; lo veremos más adelante.

Todo el proceso anunciado por Jesús se estaba cumpliendo delante de sus ojos. Ya no serían los mismos nunca más. La historia entraba así en una nueva era, la del Espíritu Santo revelando a Jesús hasta que el venga.

         Hay un día señalado para ser lleno del Espíritu y mudado en otro hombre. Cuando llega nuestras vidas son transformadas para siempre.

LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Capítulo cuatro

La vida en el Espíritu - Meditaciones

A partir de ahora entramos en el capítulo cuatro de este Serie, que junto con los anteriores queda configurado de la siguiente manera:

Capítulo 1 – INTRODUCCIÓN AL TEMA

Capítulo 2 – EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE JESÚS

Capítulo 3 – LA ENSEÑANZA DE JESÚS SOBRE EL ESPÍRITU SANTO

Capítulo 4 – EL ESPÍRITU SANTO EN EL LIBRO DE LOS HECHOS

 

EL ESPÍRITU SANTO EN EL LIBRO DE LOS HECHOS

Este capítulo es uno de los más amplios de esta serie. Haremos un recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles parándonos en la mayoría de los textos donde vemos la obra del Espíritu en su diversidad.

Veremos también que las experiencias son una parte consustancial a la vida del discípulo, experiencias carismáticas, es decir, producidas por el carisma de Dios, el don de Dios, el Espíritu Santo. Todo comienza el día de Pentecostés, (la fiesta de Shavuot), que tenía lugar a los cincuenta días después de la Pascua; los mismos que habían transcurrido desde que Jesús, nuestra Pascua, fue sacrificada. En ella se celebra la fiesta de la Torá, para conmemorar el hecho histórico cuando Dios entregó a Moisés las tablas de la ley en Sinaí. Ese día, en Jerusalén, la ley de Dios sería grabada en los corazones de los discípulos por el Espíritu Santo. Veremos cuarenta y cuatro meditaciones que nos darán una panorámica de todo el libro de Hechos y la obra del Espíritu en la congregación de Dios.

  1. El día de Pentecostés (Hch.2:1-4)
  2. Una promesa de largo alcance (Hch.2:33,38,39)
  3. Pedro lleno del Espíritu (Hch.4:8-10)
  4. Llenos del Espíritu para hablar la palabra (Hch.4:31)
  5. Llenos del Espíritu para obedecer (Hch.5:30-33)
  6. Llenos del Espíritu para servir a las viudas (Hch.6:3)
  7. Sabiduría y llenura del Espíritu siempre unidos (Hch.6:10)
  8. La dureza de corazón resiste al Espíritu (Hch.7:51)
  9. El cielo en pie ante un hombre lleno del Espíritu en la tierra (Hch.7:55,56)
  10. A más persecución más predicación (Hch.8:14-17)
  11. La palabra y el Espíritu deben ser recibidos (Hch.8:14-17)
  12. Experiencia y doctrina (Hch.8:14-17)
  13. El don de Dios y el dinero (Hch.8:20)
  14. Otro tipo de experiencias (Hch.8:29,39)
  15. Ser llenos del Espíritu una experiencia posterior (Hch.9:17)
  16. Temor de Dios y fortaleza del Espíritu (Hch.9:31)
  17. El Espíritu confirma visiones y éxtasis (Hch.10:19,20)
  18. Pedro confrontado con los prejuicios judíos (Hch.10:19,20)
  19. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (I) (Hch.10:38-43)
  20. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (II) (Hch.10:38-43)
  21. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (III) (Hch.10:44)
  22. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (IV) (Hch.10:45,46)
  23. La predicación de Pedro en casa de Cornelio (V) (Hch.10:47,48)
  24. Reproches y explicaciones de Pedro (I) Hch.11:15,16)
  25. Reproches y explicaciones de Pedro (II) (Hch.11:17,18)
  26. La iglesia en Antioquia de Siria (I) (Hch.11:24-26)
  27. La iglesia en Antioquia de Siria (II) (Hch.11:28)
  28. La iglesia de Antioquia de Siria (III) (Hch.13:1,2)
  29. Enviados por el Espíritu a la obra misionera (Hch.13:3,4)
  30. La confrontación inevitable (Hch.13:9-11)
  31. Discípulos llenos de gozo y del Espíritu (Hch.13:52)
  32. El primer concilio presidido por el Espíritu (Hch.15:8,9)
  33. El Espíritu Santo no impone cargas (Hch.15:28,29)
  34. Impedidos de hablar la palabra en Asia (Hch.16:6,7)
  35. Hay que oír del Espíritu Santo (Hch.19:2)
  36. Las limitaciones en la predicación (I) (Hch.19:3-5)
  37. Las limitaciones en la predicación (II) (Hch.19:3-5)
  38. Las limitaciones en la predicación (III) (Hch.19:6,7)
  39. Después de las experiencias el avance del reino (Hch.19:21)
  40. El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu sin engañarnos (Hch.20:22,23)
  41. Supervisores de la grey de Dios (Hch.20:28)
  42. Una aparente contradicción del Espíritu (Hch.21:4)
  43. De Jerusalén a Roma. El tiempo de los gentiles (Hch.28:25-29)
  44. El final del libro de los Hechos (Hch.28:30,31)

30 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Poder para ser mártires

La vida en el Espíritu - MeditacionesPoder para ser testigos/mártires

Entonces los que estaban reunidos, le preguntaban, diciendo: Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel? Y El les dijo: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra   (Hechos 1:6-8).

La obra de Dios no puede ser hecha a través del potencial humano. ¿Qué es el hombre? Jesús necesitó la potencia del Espíritu para realizar la voluntad de Dios; ahora les recuerda a los suyos que no es posible hacerlo sin la intervención de la promesa del Padre.

Los apóstoles seguían elucubrando sobre la posibilidad de que en poco tiempo se manifestara el reino de Dios entre ellos. Su mente judía y práctica les llevó una vez más a esperar una manifestación distinta a la que el Padre tenía pensada. Hasta ese punto y hasta el último momento (estamos en los instantes anteriores a la ascensión de Jesús al cielo) los encargados de la continuidad de la obra de Jesús no comprendían realmente la naturaleza de los acontecimientos que se acababan de producir en Jerusalén. El Maestro orienta sus pensamientos en otra dirección.

Hay tiempos y épocas fijadas por el Padre que corresponden a su autoridad no a la nuestra. Pero debemos saber lo que nos corresponde hacer a nosotros. Jesús les dice: a vosotros os toca recibir el poder del Espíritu Santo para ser testigos, es decir, mártires. ¡Hasta ese punto se daba cuenta el Señor del conflicto que significaría predicar el evangelio! Los apóstoles necesitaban el potencial del Espíritu para ser testigos no para alardear de unción. Tampoco para exhibir dominio. No. Para poder dar testimonio del evangelio de Jesús poniendo sus vidas en riesgo hasta la muerte. Poco después tendrían ocasión de vivirlo in situ. Ambas cosas van juntas: el poder del Espíritu y la exposición a la muerte.

¡Qué lejos estamos hoy de entender lo que significa anunciar el reino! Hemos convertido el recibimiento del poder del Espíritu en una especie de experiencia para iniciados, una exclusiva para ciertas denominaciones solamente, una práctica extravagante para el entretenimiento y la curiosidad de las masas reunidas para exhibirse a sí mismas. No. No es eso. Dudo que esas manifestaciones tengan algo que ver con las palabras de Jesús a los que debían ser testigos —mártires— en la ciudad de Jerusalén, en toda Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra.

         El poder del Espíritu está vinculado a ser testigos y mártires de Jesús.

29 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La promesa del Padre

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa promesa del Padre

Y he aquí yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto [] Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: La cual, les dijo, oísteis de mí; pues Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días   (Lucas 24:49 y Hechos 1:4,5).

Seguimos en el periodo entre la resurrección y la ascensión de Jesús. Fueron cuarenta días en los que el Maestro, por el Espíritu Santo, les dio instrucciones a los apóstoles escogidos. Durante ese tiempo les habló de lo concerniente al reino de Dios, y luego reuniéndolos les mandó que no salieran de la ciudad de Jerusalén hasta que se cumpliera la promesa del Padre. Esta promesa era la venida del Espíritu sobre ellos. En los pasajes que meditamos ahora encontramos algunos detalles que me gustaría resaltar.

La promesa del Padre está vinculada estrechamente a la ciudad de Jerusalén. Jesús les encargó rigurosamente que no salieran de la capital de Israel. La mayoría de ellos era de Galilea, incluso Jesús había estado con ellos en esa región después de resucitar (Mateo 28:6,10,16). Pero el énfasis está puesto sobre la ciudad de Jerusalén, donde debía cumplirse el advenimiento de la promesa, es decir, el derramamiento del Espíritu Santo. Era el lugar del templo. Uno nuevo iba a surgir inmediatamente, y todo ello debía tener lugar en la ciudad de David.

Hoy tenemos un conflicto irresoluble por la ciudad de Jerusalén. Para los judíos es su capital innegociable. El pueblo árabe también quiere establecer en ella la capital de un hipotético estado palestino. Ambas cosas son imposibles. Los profetas de Israel han dicho que la venida del Mesías tendrá lugar en la ciudad de Jerusalén. Los ángeles que aparecieron a los apóstoles cuando Jesús fue tomado al cielo dijeron: Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo (Hch.1:11).

Está escrito que pisará el monte de los olivos cuando regrese (Zacarías 14:3,4). Tal vez ahora podemos comprender algo más la naturaleza  del conflicto que vivimos en Oriente Medio. La promesa del Padre está vinculada a la ciudad de Jerusalén; además incluye ser investidos de poder de lo alto, o dicho de otra forma, bautizados (sumergidos) con el Espíritu Santo.

         La obediencia de los apóstoles los condujo a permanecer en la ciudad de Jerusalén para ser investidos, o bautizados, con poder y realizar la obra encomendada. Todo ello era la promesa del Padre.

28 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Recibirlo

La vida en el Espíritu - MeditacionesRecibid el Espíritu Santo

Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo  (Juan 20:21,22).

Jesús ha muerto; ha sido sepultado y se ha levantado de la muerte. La resurrección ya ha comenzado a ser revelada a los suyos, con ciertas reticencias van comprendiendo algo de lo que ha ocurrido en la ciudad de Jerusalén los últimos días. El Mesías ha resucitado, pero aún no ha sido glorificado a la diestra del Padre. Los siguientes cuarenta días Jesús les va a hablar del reino a los discípulos, las últimas instrucciones antes de partir.

En uno de esos cuarenta días, después de haberse manifestado a los suyos, otra vez se presenta ante ellos; en esta ocasión sopla y les dice: Recibid el Espíritu Santo. Interesante escena. Me recuerda la experiencia del profeta Ezequiel en el capítulo 37 de su libro. El Espíritu del Señor le puso en medio de un valle lleno de huesos secos. Luego le dijo que profetizara al espíritu, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie. Más adelante dice: Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os pondré en vuestra tierra.

Ahora tenemos a Jesús soplando sobre los apóstoles para que reciban el Espíritu Santo. Sin embargo, el contexto de los acontecimientos nos muestra que no se produjo ninguna experiencia sobre los discípulos, más bien parece que el Señor les está impartiendo la promesa del Padre que deberá manifestarse en unos días. Les transmite la comisión que el Padre le había encomendado. Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío.

La tradición judía muestra esta verdad en diversos acontecimientos relevantes  de su historia. Lo vemos en la bendición de Jacob a sus doce hijos antes de morir. Lo vemos en la despedida de Moisés y la comisión a Josué. También cuando Elías fue llevado al cielo y transmitió a Eliseo la continuidad de la obra, prefigurada en el manto del profeta de fuego. Jesús dice: Recibid. Como diciendo: tened la disposición de hacerlo, estad preparados para el momento oportuno. Lo anunció en fe, esperando la promesa del Padre, el día cuando llegaría en plenitud el Espíritu. Lo sabemos porque no vemos ninguna manifestación evidente de la obra del Espíritu en ellos, sin  embargo, después de Pentecostés se hizo manifiesto a todo el pueblo que el Padre envió la promesa y los discípulos fueron transformados y capacitados para la obra.

         La obra del Espíritu en los discípulos es un proceso gradual hasta la plenitud, con diversos repartimientos del Espíritu en momentos distintos.

27 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Glorifica a Jesús

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu glorifica a Jesús

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os lo hará saber  (Juan 16:12-15).

Hubo un tiempo —y en ciertos contextos denominacionales sigue existiendo— cuando algunos predicadores parecían mostrar en sus mensajes una pugna entre predicar a Jesús o predicar al Espíritu. Como si hubiera alguna rivalidad entre ambos. Craso error. Jesús lo resuelve de un plumazo en su enseñanza a los discípulos: El me glorificará. Antes había dicho que no hablará por su propia cuenta, sino que os mostrará y recordará las palabras que os he hablado.

Nunca hemos sido enviados a predicar al Espíritu, sino a Jesucristo, y este crucificado. El Consolador viene para ayudarnos, capacitarnos y dar testimonio juntamente con nosotros, pero nunca para rivalizar con el Hijo de Dios. El Espíritu Santo glorifica a Jesús. Revela a Jesús. Convence de pecado, justicia y juicio para mostrar la salvación obtenida por el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Por tanto,  no puede haber conflicto en esto.

Donde la alabanza exalta al rey de gloria, al Hijo de Dios, el Unigénito del Padre, allí está en acción el Espíritu Santo glorificándole. El Espíritu de Dios no atrae la mirada sobre sí mismo, sino sobre Jesús. Ha sido enviado para revelar al Hijo, glorificarle y capacitar a los discípulos para hacer lo mismo. Cuando el énfasis de un predicador recae sobre sí mismo, su potencialidad, su carisma, sus experiencias, se convierte en el mensaje en lugar del mensajero. Grave error.

Dios no comparte su gloria con nadie. Dios es Uno, pero en la predicación del evangelio el punto de mira está focalizado sobre el Hijo, el Substituto, nuestro Redentor y Salvador, aunque sabemos que toda la Trinidad está involucrada en la salvación del hombre. El Padre envía al Hijo, que hace la obra, y el Espíritu Santo revela y sella la verdad en los corazones que creen en Jesús y rinden sus vidas a su Señor. Todo en unidad, sin rivalidades inventadas por mentes retorcidas.

El Espíritu de Dios glorifica a Jesús y nosotros debemos hacer lo mismo si andamos en el Espíritu, somos llenos de Él y vivimos por El. Sencillo para los sencillos.

         El Espíritu siempre glorifica a Jesús y no comparte la gloria con predicadores centrados en sí mismos.

26 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu guía a la verdad

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu guía a la verdad

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir (Juan 16:12-13).

Me fascina la confianza que Jesús muestra en la obra posterior del Espíritu Santo sobre la vida de los discípulos. El Maestro sabe que los suyos no son capaces de absorber, asimilar y digerir todo lo que están viendo y oyendo en boca de su Señor. Incluso sabe que no tienen la capacidad de comprender muchas de las cosas que han sucedido y están por suceder. Por eso le dijo a Pedro en cierta ocasión: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después (Jn.13:7).

La verdad está en Jesús. La verdad debe ser revelada progresivamente mediante la obra del Espíritu Santo en la vida de aquellos que aman la verdad. El mismo Pedro en cierta ocasión tuvo que decir: Ahora comprendo que Dios no hace acepción de personas (Hch.10:34). Y más adelante, explicándolo a los que eran de la circuncisión, les dijo así: Entonces me acordé de las palabras del Señor, cuando dijo: Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo (Hch.11:16). ¿Cómo lo supo? El Espíritu Santo le recordó lo que Jesús había dicho.

Comprender y recordar las palabras de Jesús es una obra directa del Espíritu sobre sus discípulos. El apóstol Juan escribió: Cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado (Jn.2:22). Aquí se trataba de otro misterio sin resolver en la mente de los apóstoles acerca de la destrucción del templo, hecho en 46 años, y levantado uno nuevo en solo tres días. Los judíos no lo comprendieron, pero los apóstoles tampoco.

El Espíritu no habla por su propia cuenta. No podemos aceptar un supuesto mensaje de algún profeta o maestro diciendo hablar en nombre de Dios si lo que dice no concuerda con las palabras del Maestro. Jesús es la verdad y el Espíritu también es la verdad. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad (1 Jn.5:6). Por tanto, siempre hay acuerdo en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El Espíritu de Dios también puede revelar lo que habrá de acontecer en el futuro, no en vano reveló a Juan el Apocalipsis, pero siempre en concordancia con la enseñanza de Jesús y la palabra revelada en la Escritura. Nosotros también debemos confiar en la obra del Espíritu una vez hemos anunciado y proclamado el evangelio.

         El Espíritu, que es la verdad, nos guía a la verdad y no hay mentira en El.

25 -LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu convence de pecado

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu convence de pecado, justicia y juicio

Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado (Juan 16:7-11).

En todo el discurso de Jesús hay una apelación constante a la obra que realizará el Espíritu Santo una vez que él se haya ido. Lo llama una y otra vez el Consolador, «paracleto», uno llamado al lado de otro para ayudar. Incluso dice que les conviene que él se vaya para dar lugar a la obra del Ayudador.

Hasta esos días el Espíritu se había manifestado en diversas ocasiones, especialmente en dirigentes del pueblo de Israel: sacerdotes, profetas y reyes. Ahora Jesús anuncia una obra universal de la acción del Espíritu, en primer lugar sobre los que él ha llamado para anunciar el evangelio, pero además, la obra divina tendrá una dimensión global convenciendo al mundo de pecado, justicia y juicio. Una vez más encontramos que la acción del Espíritu es esencial en la misión evangelizadora. Nosotros damos testimonio de Jesús, anunciamos el mensaje libertador, pero sin el testimonio interno del Espíritu en la persona receptora del evangelio no habrá consecuencias trascendentales.

Jesús enviaría el Espíritu con diversas funciones: revelar la verdad, enseñar y recordar sus palabras; ahora incluye convencer al mundo de pecado, justicia y juicio. En primer lugar pecado. Ese pecado tiene que ver con la incredulidad, la negación de que Jesús ha venido en carne para salvar. Fue la obra realizada el día de Pentecostés. Una vez oído el mensaje anunciado por Pedro, los oyentes dijeron: al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: hermanos, ¿qué haremos? La respuesta del apóstol no dejó lugar a dudas: arrepentíos, sed bautizados y recibiréis el don del Espíritu Santo. Fueron convencidos de su pecado.

Si se predica el evangelio y no hay convencimiento de pecado la obra del Espíritu no está en acción. Habrá argumentos humanos, religiosos, emoción, pero sin la obra interna en el corazón del hombre sobre su propia iniquidad, reconociendo haber trasgredido la ley de Dios, no habrá avance del reino. Luego dice de justicia. El Espíritu convence de justicia. ¿Qué justicia? Solo hay una, la de Dios, y se ha manifestado en la persona del Hijo. Somos hechos justicia de Dios en él. Y finalmente de juicio. El juicio venidero al que todos estamos sujetos.

         El Espíritu Santo consuela y convence de pecado revelando a Jesús.

24 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu da testimonio de Jesús

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu da testimonio de Jesús

Cuando venga el Consolador, a quién yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio (Juan 15:26-27).

Vemos una y otra vez como el Señor apela a sus discípulos para que tengan presente la obra futura del Espíritu sobre ellos. Les recuerda en varias ocasiones en el mismo discurso que vendrá el Consolador, enviado del Padre en su nombre, que es el Espíritu de verdad, para que anuncien el evangelio de la verdad. Jesús dijo que el Espíritu les enseñaría y recordaría todo lo que él mismo había dicho; y además daría testimonio de él.

Por tanto, no hay lugar a equívocos. El Espíritu Santo reafirma la enseñanza del Maestro y la sella en la vida de aquellos que han de dar testimonio también. El Señor habló a los suyos de una combinación perfecta entre el Espíritu y aquellos que han de anunciar el mensaje, ambos dan testimonio en unidad y dependencia.

El Espíritu de Dios busca hombres fieles, y estos deben someterse a la voluntad del Espíritu para dar testimonio de la verdad. Es el principio de Pablo a Timoteo. Esta comisión te confío, hijo Timoteo, conforme a las profecías que antes se hicieron en cuanto a ti, a fin de que por ellas pelees la buena batalla (1 Tim.1:18). No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio (1 Tim.4:14). Luego le recuerda que avives el fuego de don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos (2 Tim.1:6). Y también le dice: Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado (2 Tim. 1:14). El Espíritu da testimonio, y aquellos que han sido llamados también.

Pablo muestra el proceso que debe seguir la revelación de Dios pasando de generación en generación. Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Tim.2:2). Este es el modelo de Dios para transmitir la fe a las futuras generaciones. Recordemos una palabra más de Pablo a Timoteo: Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad (2 Tim.2:15).

El Espíritu de Dios no da testimonio de sí mismo; el obrero del Señor tampoco debe hacerlo, sino de aquel que lo compró y le envió para dar testimonio de Jesús. El es el evangelio mismo.

         El Espíritu da testimonio de Jesús y nosotros también debemos hacerlo.