Los hijos de condenación (LVI) – Babilonia (48)
Palabra que habló YHVH contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías. Anunciad en las naciones, y haced saber; levantad también bandera, publicad, y no encubráis; decid: Tomada es Babilonia, Bel es confundido, deshecho es Merodac; destruidas son sus esculturas, quebrados son sus ídolos (Jeremías 50:1,2)
Habló el Señor contra Babilonia. Lo hizo por medio del profeta Jeremías. La primera dirección de sus palabras tiene como destino el imperio babilónico que dominaba el mundo conocido en días del profeta.
Ese es el primer destino de su profecía. Pero hay más. Había que anunciar, hacer saber, levantar bandera, publicar sin encubrimiento el mensaje que debía ser anunciado.
Observa el énfasis que el Señor le da al profeta para que sea conocido, anunciado, verbalizado, vocalizado y proclamado lo que el Señor tiene que decir.
El evangelio también tiene que ser anunciado y predicado por aquellos que han sido llamados por el Señor.
Hay que liberar la palabra de Dios en la tierra. No es nada mágico, es obedecer las directrices del Señor. Si callamos no hay salvación.
Esta verdad trascendente la conoce también el diablo y la usa para sus fines a través de los hijos de desobediencia, bien para anunciar falsedades, tergiversar o manipular la revelación del cielo, o bien para impedir que no se anuncie la buena nueva.
También hay que anunciar el juicio de Dios. Jeremías debía hacerlo. Pablo dijo que Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia. Anunciar el juico de Dios no es solo cosa de los profetas del AT, también lo es de los apóstoles y los discípulos del Señor. El que no crea será condenado. Eso es anunciar juicio. Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. Eso es anunciar juicio.
Pero nos gusta predicar lo que el oído quiere escuchar, ser agradables a los hombres, no impopulares; pero si tratamos de agradar a los hombres no seremos siervos de Cristo.
Si anunciamos las obras malas del mundo, el mundo nos aborrecerá (Jn.7:7), pero si amamos más la gloria de los hombres que la gloria de Dios, evitaremos confesar nuestra fe, por miedo a ser expulsados de la sinagoga.
Observa lo que está escrito: Muchos de los gobernantes creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, ¿lo ves?, no lo confesaban, no liberaban su confesión de fe, ¿por qué?, por miedo a ser expulsados de la seguridad social, y porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Jn.12:42,43).
Hablar contra Babilonia es oponerse al sistema de este mundo, atrayendo su aborrecimiento y desprecio sobre nosotros.