Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor (Salmos 34:15).
El Señor tiene ojos y oídos. Puede ver a los justos y oír el clamor de sus oraciones. No solo oye, sino que está atento. El lenguaje del salmista muestra a un Dios cercano y dispuesto a proveer. Conoce nuestra condición, se acuerda que somos barro, débiles, pero con semejanza a su imagen. Ha puesto en nuestra boca la posibilidad de expresarnos delante de Él, verbalizar nuestras peticiones, presentar nuestros argumentos y solicitar su intervención en nuestros desafíos. Todos estos privilegios recaen sobre el justo. Pero ¿quién es justo delante de Él? No hay justo ni aún uno, no hay quién entienda… El postrer Adán, él es el Justo que nos justifica para llevarnos a Dios. Por tanto, sus ojos nos ven, sus oídos están atentos a nuestras oraciones, y si sabemos que El nos oye, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho (1 Juan 5:14,15). Todo el salmo deja claro que el Señor oye la oración de los justos. Alabado sea Su Nombre.
Padre amado, tú ves el estado deplorable en que vivimos. Levanta, Señor, a los justos en Israel, y en nuestro país, para presentar el clamor ante tu trono a favor de la tierra, en el glorioso nombre de Jesús.