En los Salmos (X) – Paz sobre Israel
El Señor se sentó como Rey cuando el diluvio; sí, como Rey se sienta el Señor para siempre. El Señor dará fuerza a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz (Salmos 29:10,11 LBLA)
Este salmo es una apelación a tributad al Señor, no en forma de impuesto económico, sino el tributo que reconoce y alaba por su gloria y poder, adorándole en la hermosura de la santidad (29:1,2). Luego se enfatiza la realidad de la voz de Dios sobre las aguas con potencia, con poder, quebrantando los cedros; voz del Señor que derrama llamas de fuego y hace temblar el desierto, desgaja las encinas y desnuda los bosques, anunciando que en su templo todo proclama su gloria (9).
Podemos ver la voz de Dios en medio de las tormentas y los rayos que desmenuzan la tierra mostrando su gran poder, dando paso a la paz en la naturaleza que se aquieta ante la gloria y poder del Todopoderoso. También vemos aquí una metáfora de los tiempos de turbulencia sobre Israel, la persecución sufrida durante siglos, y la edad presente, para penetrar al reposo de Dios en el siglo venidero, es decir, la era mesiánica.
En medio de la tormenta o la paz, el Señor está sentado como Rey, incluso lo estuvo en el diluvio, cuando las aguas cubrieron la faz de la tierra, y un nuevo amanecer tuvo lugar sobre una naturaleza regenerada, una vez el pecado de los hombres quedó oculto por el juicio de Dios.
La tierra de Israel en nuestros días tiene poca paz. Las naciones se han confabulado con la idea de destruirla. Habrá una gran devastación antes de la paz que sobrepasa todo entendimiento para guardar a su pueblo en el shalom del reino mesiánico, y el Rey que ha de venir. Jerusalén es conocida como ciudad de paz. Su nombre significa «ciudad de paz» o «casa de paz». Se nos insta en la Escritura a orar por la paz de Jerusalén (Sal.122:6); lo cual incluye el mensaje de que es una ciudad sometida a gran presión para perturbar su propósito divino. No es la única ciudad necesitada de paz, pero es una de las capitales más afectadas por la presión mundial que ejercen las demás naciones, impulsadas por el príncipe de la potestad del aire que opera sobre los hijos de desobediencia, para llevar a cabo sus planes desestabilizadores.
Hay dos salmos que terminan así: Paz sea sobre Israel (Sal.125:5 y 128:6). Esa paz no es la paz de la ONU. Es la paz asentada sobre la justicia, vinculada al Rey, el príncipe de paz, para que Israel habite seguro, en morada de paz para siempre (Isaías 32:17,18); lo cual nos transporta una vez más al reinado justo del Mesías que ha de venir.
Después de la tormenta, cuya voz nos recuerda el poder y la gloria de Dios, llega el reino de paz como una bendición para su pueblo Israel.