Los profetas de Israel (XXVII) – Isaías (13)
Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará YHVH toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque YHVH lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará (Isaías 25:7-9)
Una vez más nos encontramos ante la trascendencia del monte de Sion. Se trata de un lugar físico en la ciudad de Jerusalén, donde pondrá sus pies el Señor en su venida. Por otro lado, Sion representa también la ciudad celestial, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Será en ese lugar donde se destruirá la cubierta o velo que cubre a todas las naciones con ceguera, la ceguera de la idolatría que ha tenido sometidos a los pueblos a la ignorancia de la revelación del único Dios, el Dios de Israel.
Un día glorioso cuando el Señor levante el velo que impide ver su gloria en la faz del Mesías (2 Co.4:4). La tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar (Is. 11:9) (Hab. 2:14). Glorioso día. Todo ello focalizado en el monte de Sion, donde descendió la gloria del Señor en el templo de Salomón. La ciudad de David, donde ya hubo un anticipo de la adoración gloriosa al Dios de Israel en días del rey cantor, levantando el tabernáculo de adoración, y volverá a levantarse. Sion será el centro de la tierra, y todas las naciones vendrán y le adorarán.
Pero hay más. La muerte será destruirá para siempre, y toda lágrima será enjugada de todos los rostros (1 Co.15:54) (Ap.7:17 y 21:4). Tenemos aquí un anticipo del tiempo del fin, posterior al reino mesiánico. Una vez haya sido desatado el diablo y derrotado definitivamente por el Señor, entonces será absorbida la muerte en victoria. El aguijón será quitado. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley (1 Co.15:55). La victoria habrá sido ganada por el Hijo de Dios. El participó de carne y sangre para destruir por medio de la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que estaban sujetos a la servidumbre de la muerte (Heb. 2:14,15). La redención final será manifestada sobre los cuerpos glorificados y redimidos por la sangre del Cordero. Bendito día.
Pero hay más. Será quitada la afrenta de su pueblo, el antisemitismo patológico de las naciones. Y Dirá Israel [le reconocerán]: Este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará, nos gozaremos y alegraremos en su salvación.
Velo, muerte, lágrimas y afrenta serán quitadas el día de su venida.