52 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La predicación de Pedro (4)

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa predicación de Pedro en casa de Cornelio (IV)

Y todos los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios  (Hechos 10:45,46).

¡Y se armó el revuelo! Tenemos una casa llena de gentiles que acaban de oír la palabra del evangelio en boca del apóstol Pedro, un mensaje bien centrado en la persona de Jesús; el Espíritu Santo lo confirma derramándose sobre todos los presentes que oían atentamente; y de repente, como en el día de Pentecostés, comienzan a hablar en nuevas lenguas y a exaltar a Dios. Todo esto sin que Pedro hubiera terminado de predicar; el culto fue alterado, el final imprevisto, el predicador tuvo que apartarse a un lado y dejar que fluyera la obra del Espíritu. Ambos trabajaban juntos. El Espíritu de Dios y el discípulo del Señor. Me seréis testigos, había dicho Jesús. Daréis testimonio juntos, vendrá el Consolador, el Espíritu de verdad que no hablará por su propia cuenta, sino que revelará a Jesús y le dará a conocer. ¡Qué fácil y que difícil a la vez! Pero entremos en la escena, veamos lo que ocurre.

Tenemos, por un lado, a los gentiles amigos y familiares de Cornelio disfrutando de una experiencia gloriosa hablando en lenguas y exaltando a Dios. Por otro, encontramos a los creyentes (recuerda, eran creyentes) de la circuncisión (es decir, judíos de Jerusalén que creían en el Mesías) asombrados, perplejos, luchando seguramente con pensamientos preconcebidos y que no encajaban con su idea exclusivista de ser portadores únicos del don del Espíritu. Habían venido con Pedro. Estaban contentos de predicar el evangelio a los gentiles pero nunca imaginaron que Dios llegaría tan lejos.

Meditemos. «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor» (Is.55:8,9). Sin embargo no se opusieron. Fueron sorprendidos, sí, pero no resistieron la obra del Espíritu aunque no entendían todo lo que estaba pasando. Preguntémonos, ¿cómo supieron que era el don del Espíritu Santo lo que se había derramado? Y vayamos al texto para ver la respuesta: «porque les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios». Hablar en lenguas como resultado de recibir el don del Espíritu Santo no era solo para el día de Pentecostés, también para los gentiles de la casa de Cornelio, «para los que están lejos, para todos cuántos el Señor nuestro Dios llamaré» (Hch.2:39). Así lo entendió Pedro cuando tuvo que explicar lo sucedido (Hch.11:15).

         El don del Espíritu Santo fue derramado en casa de Cornelio como el día de Pentecostés en Jerusalén.

51 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La predicación de Pedro (3)

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa predicación de Pedro en casa de Cornelio (III)

Mientras Pedro aún hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje  (Hechos 10:44).

La predicación de Pedro estuvo focalizada sobre la persona de Jesús, y el Espíritu Santo iba a dar testimonio juntamente con el apóstol tal y como les había enseñado el Maestro. «Cuando venga el Consolador, a quién yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn.15:26,27).

Pedro había dicho que «este Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos. De este dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados». Una vez dicho esto y sin que Pedro hubiera acabado el discurso irrumpió el Espíritu Santo derramándose sobre todos los que escuchaban el mensaje. Aquí tenemos la combinación de los factores decisivos en toda evangelización. Hemos tenido oración, la oración de Cornelio y la de Pedro. Vimos cómo el Espíritu de Dios se movió para conectar a ambos de una manera sobrenatural. Era necesario anunciar el evangelio por uno de los testigos del mensaje que ahora escuchaban los gentiles por primera vez. Cuando todos esos componentes convergieron en un punto el Espíritu Santo fue derramado como en el día de Pentecostés.

Meditemos algunas cosas. Me llama la atención que el Espíritu Santo vino sobre todos los que escuchaban el mensaje. Oír la palabra, recibir la palabra y recibir el Espíritu Santo otra vez juntos. Palabra y Espíritu siempre unidos. Jesús dijo que hay que nacer del agua (figura de la palabra Ef.5:26; Stg.1:18; 1 Pedro 1:23) y del Espíritu. Si pretendemos orar por personas que no han oído la palabra de verdad, el evangelio de salvación, para que sean llenos del Espíritu antes de oír el mensaje estamos alterando el orden de Dios y manipulando seguramente la obra del Espíritu. El Espíritu Santo confirma la palabra predicada por testigos que se mueven en unidad con Él.

Más cosas. Pedro aún hablaba… no hubo ministración al estilo moderno; la predicación movió al Espíritu de tal forma que irrumpió sin previo aviso en la reunión y todos los que escuchaban el mensaje con suma atención fueron llenos del Espíritu. No hubo manipulación emocional mediante música elevada con instrumentos de percusión descontrolados. No. Había palabra de Dios en boca de un testigo, un discípulo. Fue suficiente para que el cielo confirmara el mensaje y sellara una nueva congregación de gentiles.

         La predicación del evangelio precede al derramamiento del Espíritu.

50 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La predicación de Pedro (2)

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa predicación de Pedro en casa de Cornelio (II)

Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén… le dieron muerte… Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara… Y nos mandó predicar al pueblo…  (Hechos 10:38-43).

Acostumbrado en los primeros años de su apostolado a predicar en medio de gran oposición en Jerusalén, para Pedro llegar a casa de Cornelio y ver la receptividad de los congregados tuvo que ser un momento celestial. Comenzó su mensaje diciendo: «Ciertamente ahora entiendo». Un predicador reconociendo que hace unos momentos no entendía lo que estaba pasando, no tenía controlada la situación. ¿Y qué es lo que Pedro estaba comenzando a entender? «Que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación el que le teme y hace justicia, le es acepto». A pesar de ello, hay que anunciar el evangelio para que los congregados crean y se salven.

La predicación es esencial en toda reunión donde nos congregamos. La salvación viene después de oír el mensaje del reino, no un concierto de música cristiana. Hoy hemos substituido la predicación por múltiples entretenimientos, −o por un mensaje humanista edulcorado− y dejamos un apartado, como un apéndice, al final de la reunión para salvar nuestra tradición protestante, salvo honrosas excepciones.

Sigamos con Pedro. Su mensaje estaba centrado en la persona de Jesús; el mensaje es Jesús, no Pedro y sus experiencias o las de Cornelio, aunque ambas tienen lugar en el preámbulo, ahora entramos en lo esencial. Jesús ha sido ungido con el Espíritu Santo y con poder para hacer bien y sanar a todos los oprimidos por el diablo. Todo ello tuvo lugar en Judea, comenzando desde Galilea, es decir, datos históricos y lugares geográficos fácilmente reconocibles por los presentes.

Un mensaje que Dios envió a los hijos de Israel en primer lugar y que ahora es anunciado a los gentiles. Los testigos de los sucesos que narra Pedro son judíos, realizados en la tierra de los judíos y en Jerusalén (que insistencia la de Pedro en remarcar los lugares). Allí murió Jesús, allí resucitó, en el mismo lugar se manifestó una vez resucitado, los cuales comieron y bebieron con él después de la resurrección, y les encargó que predicaran que en este nombre, todo aquel que cree en él recibe el perdón de pecados…  Llegados a este momento ocurre lo inesperado…

         Predicar a Jesús debe ser el centro de toda reunión para el derramamiento del Espíritu sobre los congregados.

49 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La predicación de Pedro (1)

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa predicación de Pedro en casa de Cornelio (I)

Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén… le dieron muerte… Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara… Y nos mandó predicar al pueblo…  (Hechos 10:38-43).

La perplejidad de Pedro no impidió que acompañara a los enviados por Cornelio obedeciendo así la voz del Espíritu que le había dicho: «Levántate, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado». El Espíritu de Dios dirigiendo al apóstol, no el «apóstol» usando al Espíritu —cosa harto difícil, y los que lo intentan acaban siendo guiados por un espíritu de error—para impresionar a las multitudes. Este es el orden que vemos en el libro de los Hechos. Como está escrito en otro lugar: «Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…» (Hch.15:28).

Bien. Tenemos a Pedro siguiendo al Espíritu, detrás de tres desconocidos, que le conducen a casa de un gentil centurión romano. Puedo imaginar los problemas de conciencia de este judío celoso de guardar los mandamientos de Dios, yendo forzado a un escenario que nunca había imaginado, aunque el Señor había dicho que tenían que llevar el evangelio hasta lo último de la tierra, pero una cosa es escuchar un mensaje y otra vivirlo de forma práctica con las consecuencias imprevistas que no se pueden controlar.

Los gentiles que esperaban a Pedro, fieles a su tradición de idolatrar hombres (clásico en el paganismo), quisieron adorarle en un acto de extremo reconocimiento que el apóstol desautorizó por la influencia de la educación judía —ahora sí, necesaria para la ocasión— de no adorar a hombres si no solo a Dios: «Yo también soy hombre», dijo.

Las primeras palabras de Pedro en «esta reunión hogareña» fueron sobre lo que estaba comenzando a entender: «Vosotros sabéis cuán ilícito es para un judío asociarse con un extranjero o visitarlo, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debo llamar impuro o inmundo». La obra reveladora del Espíritu Santo estaba actuando en la conciencia de Pedro para comprender lo que no había entendido de la visión recibida en la oración. Cornelio, seguidamente, introdujo su alocución contando la experiencia que había tenido hacía cuatro días. Ahora se colocan en posición de oír lo que Pedro tiene que decirles. Y comienza su predicación ante un auditorio expectante y receptivo al mensaje de la palabra de Dios.

         La predicación de la palabra, siguiendo al Espíritu, fue y es, esencial.

48 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Confrontando los prejuicios

La vida en el Espíritu - MeditacionesPedro confrontado con sus prejuicios judíos

Y mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: Mira, tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado  (Hechos 10:19,20).

Todo lo que vimos en la meditación anterior tiene su continuidad al día siguiente. Cornelio oraba ayer y Pedro subió a la azotea para orar hoy. La oración está uniendo a dos hombres (Cornelio y Pedro), dos ciudades (Cesárea y Jope), dos experiencias convergentes (la visión del romano y el éxtasis del judío). Todo ello coordinado por el Espíritu Santo que tiene que convencer a Pedro para que no dude en acompañar a los tres hombres que se han presentado en el lugar donde se hospeda.

El apóstol tuvo un éxtasis en el que vio un gran lienzo que descendía del cielo con toda clase de animales inmundos, (prohibidos en la dieta judía), cuadrúpedos, reptiles y aves del cielo. Una voz le dijo que matara y comiera, a lo que Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor, porque jamás he comido nada impuro o inmundo». Y esto por tres veces, una señal que introdujo a Pedro en su tradición: «Por boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto» (2 Co.13:1) (Dt.17:6). El éxtasis se desvaneció y el antiguo pescador quedó atónito y perplejo sobre lo que significaría aquella visión.

Y aquí es donde la acción del Espíritu hace converger un instante celestial. Sin ella el judío Pedro se mantendrá firme en sus tradiciones bien arraigadas, su doctrina inamovible de siglos y su obstinación pasada por obediencia religiosa. La falta de sometimiento al Espíritu de Dios ha provocado cismas y controversias interminables en la historia de la iglesia. La fuerza de la tradición y el sistema religioso anclado en el alma humana no podrán doblegarse sin la sincronización divina, mediante una vida de oración y obediencia al Espíritu Santo más allá de nuestras convicciones personales.

Cuando llaman a la puerta para preguntar por Pedro, −el predicador judío que necesitaba Cornelio y toda su casa−, el Espíritu de Dios le habló y le dijo: «levántate, desciende, no dudes en acompañarlos porque yo los he enviado». Veo al Espíritu tomando al apóstol y conduciéndole por una senda nueva que nunca había transitado. Mira el proceso. Primero levantarse, luego descender, −sin dudar−, porque quién manda es el Espíritu de Dios y no los líderes religiosos con su control estructural. Pedro obedeció sin entender. Se puso en marcha aunque no comprendía lo que estaba pasando, pero pronto quedaría perplejo por otro motivo…

         El Espíritu Santo es superior a los prejuicios religiosos o las tradiciones heredadas de generación en generación. Seguirle significará avances del reino.

47 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Visiones y éxtasis

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu confirma visiones y éxtasis

Y mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: Mira, tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado  (Hechos 10:19,20).

El episodio del derramamiento del Espíritu Santo en casa de Cornelio marcó un antes y un después en el futuro de la congregación de Dios y la inclusión de los gentiles. Hasta este momento la inmensa mayoría de los convertidos eran judíos o samaritanos, pero sobre todo judíos. No olvidemos este dato porque los siglos venideros levantarían una gran sima entre judeocristianos y la cristiandad gentil que llega hasta nuestros días. Se produjo una separación en la teología y el devenir histórico que llevó a los gentiles a ocupar un lugar preponderante excluyendo a los judíos con el subsiguiente alejamiento de las raíces de nuestra fe, pero eso es otro tema que no vamos a abordar aquí.

Veamos la secuencia de los acontecimientos que tuvieron su inicio en la casa de un centurión romano. Cornelio era militar, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa; hacía muchas ofrendas al pueblo judío y oraba a Dios (¿qué Dios? el Dios de los judíos) continuamente. Vemos que un inconverso gentil tenía una vida intensa de oración, era piadoso siendo militar; tuvo la visión de un ángel que entró donde estaba orando y le dijo que sus oraciones habían sido oídas, y sus ofrendas no habían pasado desapercibidas en el cielo. A pesar de toda esta magna experiencia Cornelio necesitaba un predicador, se le dijo que buscara a Pedro para oír las «palabras por las cuales serás salvo, tú y toda tu casa» (Hch.11:14).

Meditemos. Hay experiencias buenas que no son completas hasta que se confirman por la palabra predicada. Las experiencias no salvan a nadie, hay que oír la palabra de verdad, el evangelio del reino, para que el Espíritu Santo sea derramado y confirme la verdad anunciada. Estamos ante un suceso trascendental porque el evangelio iba a penetrar al mundo gentil. Los gentiles, en este caso Cornelio y todos los que se congregaron en su casa, estaban dispuestos para recibir el mensaje del evangelio. El predicador sería un judío, Pedro, que al día siguiente tuvo una experiencia desconcertante que confrontaría sus prejuicios y tradiciones de tal manera que necesitaría la voz del Espíritu Santo para confirmar las experiencias de Cornelio, por un lado, y las suyas propias por otro.

         El evangelio penetró al mundo gentil por la visión de un centurión romano y el éxtasis de un predicador judío. El Espíritu confirmó ambas.

46 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Temor de Dios y fortaleza

La vida en el Espíritu - MeditacionesTemor de Dios y fortaleza del Espíritu

Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo  (Hechos 9:31).

Después de la muerte de Esteban vino un tiempo de persecución a la iglesia primitiva. Saulo fue testigo de su martirio y provocó en él una reacción mayor del fanatismo religioso que lo dominaba, aunque seguramente nunca se apartó de su mente la imagen de aquel hombre lleno del Espíritu y fe entregando su vida sin rencor.

La persecución con motivo de la muerte de Esteban propicio el avance del evangelio en la región de Samaria, donde el ministerio de Felipe tuvo una gran repercusión. Luego nos encontramos con la conversión de Saulo, un episodio que cambiaría el devenir de la historia. Esa conversión del viejo perseguidor de los del Camino no solo dejó perplejos a los judíos, sino que impactó de tal forma a los propios discípulos que viendo el revuelo causado por su conversión lo llevaron a Cesárea, y de allí a Tarso, su ciudad natal.

Una vez que Saulo desapareció de la escena, el texto bíblico nos dice: Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada… Después de días de convulsión vino un periodo de paz. Ese tiempo fue favorable para edificar la iglesia del Señor, y esa edificación, que produjo un crecimiento sostenido, vino como consecuencia de dos factores que en el texto que nos ocupa van juntos. La iglesia era edificada andando en el temor de Dios y en la fortaleza del Espíritu Santo.

Dos verdades fundamentales para que la iglesia sea edificada y crezca sana. Ambos van juntos, inseparables. Cuando los separamos entramos en el desenfreno por las experiencias carismáticas sin control, donde irrumpe la carne, la vieja superstición oculta con una aparente espiritualidad novedosa; la mezcla del alma humana y toda su complejidad, con la nueva vida en el Espíritu, que como es nueva no tenemos la experiencia para dejarnos guiar y acabamos cometiendo errores de bulto que puede apagarla. Los corintios vivieron esto y Pablo tuvo que corregir los errores.

Pero cuando está presente el temor de Dios, que es una parte del Espíritu de Dios (Isaías 11:2), podemos ser fortalecidos y no ser llevados al desorden y el protagonismo de las personalidades que siempre aparecen. Una parte de los problemas de la iglesia del siglo XXI han venido precisamente por haber abandonado el espíritu de temor de Dios, lo cual nos ha conducido a excesos indeseables y dañinos.

         La iglesia crece cuando la combinación entre el temor del Señor y la fortaleza del Espíritu son la base de su edificación.

45 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Una experiencia posterior

La vida en el Espíritu - MeditacionesSer llenos del Espíritu una experiencia posterior

Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo  (Hechos 9:17).

Saulo de Tarso tuvo una experiencia increíble de conversión. Jesús mismo se le apareció en el camino a Damasco, lo derribó, se reveló a él, −a quién le estaba persiguiendo−, quedó ciego por tres días, y sin embargo no había sido lleno del Espíritu Santo. El Señor necesitó un discípulo, no un apóstol, era discípulo, el discípulo Ananías. A éste el Señor le había hablado en visión para que fuera a la calle que se llama Derecha, preguntara en casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo que estaba orando.

Veamos la secuencia. Saulo impactado por una conversión radical y directa del Señor (hoy tenemos muchos testimonios de personas, especialmente musulmanes en países de difícil acceso del evangelio, en los que se les aparece el mismo Señor y se convierten) está en una casa orando. Por otro lado tenemos a Ananías que ha recibido una visión de Dios para que vaya a visitarlo. Saulo vio en una visión a un hombre llamado Ananías que entró y puso sus manos sobre él para que recobrara la vista. Pero el Señor le había dicho a Ananías algo más: «me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». Al instante recobró la vista, se levantó y fue bautizado, tomó alimentos (puede ser que Saulo estaba de ayuno los tres días) y cobró fuerzas.

Miremos el orden: una revelación directa de Jesús para que Saulo creyera en él; éste se entregó por entero a la oración los siguientes tres días, tuvo una visión, recibió la visita de Ananías que oró por él para que fuera lleno del Espíritu Santo, posteriormente sería bautizado.

Sigamos pensando. El futuro «gran» apóstol Pablo necesitó a un discípulo para que orase por él y fuese lleno del Espíritu. Esta experiencia fue posterior a la conversión, tres días después. Pablo ya tenía visiones en medio de una vida intensa de oración pero no había sido lleno del Espíritu. Esta experiencia se liberó en su vida a través de un hermano obediente a la voz de Dios.

Por tanto, está claro en la Escritura que hay llenuras del Espíritu Santo posteriores a la conversión. No todo ocurre el mismo día que invocamos el nombre de Jesús. No pongamos «tropiezo doctrinal» a la llenura del Espíritu en nuestras vidas, de ello depende nuestro desarrollo posterior o su estancamiento.

         La vida cristiana contiene diversos tipos de experiencias en un orden distinto al que la denominación que sea pueda marcar.

44 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Otro tipo de experiencias

La vida en el Espíritu - MeditacionesOtro tipo de experiencias

Y el Espíritu dijo a Felipe: Ve y júntate a ese carruaje […] Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso  (Hechos 8:29,39).

Hemos hablado antes de cómo se desarrollaron los acontecimientos en la ciudad de Samaria cuando Felipe predicó el evangelio. Pues bien, ahora vemos otro tipo de experiencia en el caso del eunuco. Un ángel del Señor habló a Felipe para que saliera de la ciudad donde había un impacto tremendo del evangelio: milagros, sanidades, expulsión de demonios, llenuras del Espíritu Santo. También la mezcla que quiso realizar Simón el mago comprando el don de Dios con dinero para levantar un negocio religioso impresionando a las masas con una mezcla de sus antiguas prácticas paganas y lo nuevo que había visto en Felipe y los apóstoles.

Pedro y Juan habían regresado a Jerusalén. Felipe fue transportado a un lugar desierto donde un eunuco regresaba de adorar en alguna de las fiestas de Jerusalén, y lo hacía leyendo el libro de Isaías. Se acercó a él guiado por el Espíritu y le hizo una pregunta: «¿Entiendes lo que lees?» No, no entendía, así que Felipe se subió al carro y comenzó a explicarle el contenido de la lectura, y partiendo de ella le predicó el evangelio.

El mensaje de Felipe había incluido la necesidad de bautizarse, porque al pasar por cierto lugar donde había agua, el eunuco preguntó ¿me puedo bautizar? En la respuesta de Felipe vemos la simplificación y falta de requisitos interminables de los primeros discípulos. «Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó». Sencillo. Práctico.

Ahora bien, me llama la atención que en este caso, Felipe no esperó la llegada de Pedro y Juan para que impusieran las manos sobre el eunuco y recibiera el Espíritu Santo. La situación era otra. El Espíritu guía de distintas formas. Ahora el Espíritu arrebató a Felipe que no vio más al eunuco y este continuo gozoso su camino. Maravilloso. ¿Es doctrina esta experiencia? No. Pero tampoco lo puede ser el formulario intocable para que se cumpla el protocolo establecido. Necesitamos ser guiados por el Espíritu y eso siempre nos llevará a distintas experiencias que superen nuestros razonamientos. Quiero decir, en algunos casos orarán por nosotros con imposición de manos y en otros no. Lo importante es que el Espíritu de Dios esté presente haciendo la obra.

         Ser guiados por el Espíritu nos llevará a distintas experiencias en conformidad con la palabra revelada.

43 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de Dios y el dinero

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de Dios y el dinero

Entonces Pedro le dijo: Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero  (Hechos 8:20).

En estas meditaciones no pretendo resolver el conflicto que ha vivido la iglesia del siglo XX con dureza, las divisiones que se han producido entre las iglesias tradicionales y las pentecostales, que tuvieron su origen a inicios del pasado siglo. Durante años viví esta lucha de forma personal. Me movía entre una iglesia tradicionalista y otra pentecostal. Lo que hace todo distinto son las experiencias reales (no fantasías) que transforman nuestras vidas según la palabra revelada. En mi caso fue así. Ahora bien, no ignoro la gran  mercadería que se ha hecho en nuestros días de lo que se llama la unción, los ungidos y el enriquecimiento que muchos han tenido a costa de multitudes ingenuas llevadas por doquiera de vientos de doctrina, lo cual no anula la verdad de Dios.

Sin embargo, hoy vivimos en muchos lugares una situación distinta. Algunos líderes carismáticos se han enseñoreado de la grey de Dios. Han torcido la Escritura, han manipulado las experiencias y muchos han sido defraudados. Nada nuevo debajo del sol. Jesús enseñó que junto a la palabra sembrada como semilla, también se siembra cizaña, muy parecida la una a la otra, por tanto, es fácil confundir verdades y experiencias.

Simón el mago se había convertido, al menos había creído y bautizado, es lo que dice la Escritura, sin embargo, su corazón seguía en sus antiguas prácticas manipuladoras. Ahora quería apuntarse al nuevo poder que mostró Felipe y lo que más le sedujo fue la autoridad con la que Pedro y Juan oraban por los creyentes y estos recibían de forma evidente el don del Espíritu. Pensemos. Tuvo que haber experiencias manifiestas para que Simón viera lo que pasaba, de tal forma que quiso comprar esa capacidad de impresionar a las masas.

¡Cuántos Simones tenemos hoy detrás de muchos púlpitos! Conocen la Escritura, la citan, se han bautizado, incluso exhiben un tipo de poder electrizante que cautiva y se parece al don de Dios, pero sus corazones están en la plata y el oro. Pretenden hacer negocio con las almas. Nada nuevo debajo del sol. El apóstol Pedro se dio cuenta y lo reprendió duramente. «Que tu plata perezca contigo». Palabras duras. Sin miramientos ante la falsedad de un corazón lleno de maldad, hiel de amargura y cadena de iniquidad. No hubo diplomacia en Pedro sino firmeza y claridad.

         Mezclar el don de Dios y las riquezas es tan nocivo como el vómito de Babilonia. Estas mezclas apagan y deshonran la verdad revelada y contaminan las experiencias.