25 -LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu convence de pecado

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu convence de pecado, justicia y juicio

Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado (Juan 16:7-11).

En todo el discurso de Jesús hay una apelación constante a la obra que realizará el Espíritu Santo una vez que él se haya ido. Lo llama una y otra vez el Consolador, «paracleto», uno llamado al lado de otro para ayudar. Incluso dice que les conviene que él se vaya para dar lugar a la obra del Ayudador.

Hasta esos días el Espíritu se había manifestado en diversas ocasiones, especialmente en dirigentes del pueblo de Israel: sacerdotes, profetas y reyes. Ahora Jesús anuncia una obra universal de la acción del Espíritu, en primer lugar sobre los que él ha llamado para anunciar el evangelio, pero además, la obra divina tendrá una dimensión global convenciendo al mundo de pecado, justicia y juicio. Una vez más encontramos que la acción del Espíritu es esencial en la misión evangelizadora. Nosotros damos testimonio de Jesús, anunciamos el mensaje libertador, pero sin el testimonio interno del Espíritu en la persona receptora del evangelio no habrá consecuencias trascendentales.

Jesús enviaría el Espíritu con diversas funciones: revelar la verdad, enseñar y recordar sus palabras; ahora incluye convencer al mundo de pecado, justicia y juicio. En primer lugar pecado. Ese pecado tiene que ver con la incredulidad, la negación de que Jesús ha venido en carne para salvar. Fue la obra realizada el día de Pentecostés. Una vez oído el mensaje anunciado por Pedro, los oyentes dijeron: al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: hermanos, ¿qué haremos? La respuesta del apóstol no dejó lugar a dudas: arrepentíos, sed bautizados y recibiréis el don del Espíritu Santo. Fueron convencidos de su pecado.

Si se predica el evangelio y no hay convencimiento de pecado la obra del Espíritu no está en acción. Habrá argumentos humanos, religiosos, emoción, pero sin la obra interna en el corazón del hombre sobre su propia iniquidad, reconociendo haber trasgredido la ley de Dios, no habrá avance del reino. Luego dice de justicia. El Espíritu convence de justicia. ¿Qué justicia? Solo hay una, la de Dios, y se ha manifestado en la persona del Hijo. Somos hechos justicia de Dios en él. Y finalmente de juicio. El juicio venidero al que todos estamos sujetos.

         El Espíritu Santo consuela y convence de pecado revelando a Jesús.

24 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu da testimonio de Jesús

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu da testimonio de Jesús

Cuando venga el Consolador, a quién yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio (Juan 15:26-27).

Vemos una y otra vez como el Señor apela a sus discípulos para que tengan presente la obra futura del Espíritu sobre ellos. Les recuerda en varias ocasiones en el mismo discurso que vendrá el Consolador, enviado del Padre en su nombre, que es el Espíritu de verdad, para que anuncien el evangelio de la verdad. Jesús dijo que el Espíritu les enseñaría y recordaría todo lo que él mismo había dicho; y además daría testimonio de él.

Por tanto, no hay lugar a equívocos. El Espíritu Santo reafirma la enseñanza del Maestro y la sella en la vida de aquellos que han de dar testimonio también. El Señor habló a los suyos de una combinación perfecta entre el Espíritu y aquellos que han de anunciar el mensaje, ambos dan testimonio en unidad y dependencia.

El Espíritu de Dios busca hombres fieles, y estos deben someterse a la voluntad del Espíritu para dar testimonio de la verdad. Es el principio de Pablo a Timoteo. Esta comisión te confío, hijo Timoteo, conforme a las profecías que antes se hicieron en cuanto a ti, a fin de que por ellas pelees la buena batalla (1 Tim.1:18). No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio (1 Tim.4:14). Luego le recuerda que avives el fuego de don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos (2 Tim.1:6). Y también le dice: Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado (2 Tim. 1:14). El Espíritu da testimonio, y aquellos que han sido llamados también.

Pablo muestra el proceso que debe seguir la revelación de Dios pasando de generación en generación. Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Tim.2:2). Este es el modelo de Dios para transmitir la fe a las futuras generaciones. Recordemos una palabra más de Pablo a Timoteo: Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad (2 Tim.2:15).

El Espíritu de Dios no da testimonio de sí mismo; el obrero del Señor tampoco debe hacerlo, sino de aquel que lo compró y le envió para dar testimonio de Jesús. El es el evangelio mismo.

         El Espíritu da testimonio de Jesús y nosotros también debemos hacerlo.

23 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu enseña y recuerda

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu enseña y recuerda

Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quién el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho (Juan 14:25-26).

Jesús insiste en la próxima llegada del Consolador y Ayudador. Lo enviará el Padre en su nombre para que enseñe a los suyos y les recuerde la enseñanza de Jesús. Por tanto, tenemos que algunas de las operaciones esenciales del Espíritu de Dios son enseñarnos y recordarnos la verdad que Jesús ha anunciado. Aquí encontramos un principio básico de interpretación y clarificación en los casos de controversia: el Espíritu Santo nunca contradice la enseñanza de Jesús, sino que la recuerda.

El Espíritu no trae cosas nuevas, sino las que ya han sido anunciadas por el Hijo de Dios. No hay ninguna posibilidad de contradicción en esto. Dios es Uno, y actúa en perfecta unidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pablo llega a decir en 2 Corintios 3:17 que El Señor es el Espíritu. Son Uno, y Jesús y el Padre son Uno también (Jn. 17: 21). Por tanto, nadie puede decir que habla por el Espíritu y llamar a Jesús anatema, o decir que no se ha manifestado en carne (1 Co.12:3) (1 Jn. 4:2,3). Hay que probar los espíritus para saber si son de Dios.

Los discípulos de Jesús estamos ligados a depender del Espíritu de verdad y su acción en nosotros, de otra manera no podremos anunciar el evangelio de la verdad, sino otros evangelios. La continuidad del mensaje de Dios está unida al Espíritu de verdad y a hombres fieles. Debemos guardar el buen depósito, como Pablo dijo a Timoteo. Pelear la buena batalla de la fe, combatir ardientemente por la fe que ha sido dada una vez a los santos, debemos combatir por la verdad del evangelio, y para ello estamos ligados a una dependencia esencial: el Espíritu de verdad.

En algunas ocasiones las verdades del evangelio han sido olvidadas y llegado el momento el Espíritu de Dios las ha vivificado, para que la verdad de Dios olvidada o deformada sea nuevamente liberada por el Espíritu de verdad en boca de hombres fieles, dispuestos a ser testigos de ella ante la oposición mayoritaria, en ocasiones, de las instituciones religiosas. Paradójico, pero muy histórico. La historia de la iglesia está llena de lo que acabo de decir. Hay muchos ejemplos de ello. Ahora bien, no hablo de nuevas revelaciones en boca de iluminados, sino de verdades olvidadas, reveladas en la Escritura, que durante un tiempo son escondidas a los hombres. En ocasiones por generaciones.

         El Espíritu de verdad nos recuerda la verdad que está en Jesús, y siempre la confirma, nunca la contradice.

22 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu de verdad

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu de verdad

Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros  (Juan 14:16-18).

 El Consolador también es el Espíritu de verdad. Jesús ya había confrontado la oposición a la verdad revelada a través del diablo mismo y de los hijos de desobediencia, aquellos que se oponen a la verdad, y el Señor les envía un espíritu engañoso para que crean la mentira (2 Tes. 2:10-12). El Maestro había comprobado la oposición tenaz de aquellos que resisten la verdad con toda clase de sutilezas y maniobras, incluso usando argumentos bíblicos para resistir el avance de la verdad de Dios.

Jesús comprende que sus discípulos van a necesitar la acción del Espíritu de verdad en ellos para poder hacer frente a las riadas de mentira y vanos argumentos que se levantarán contra el conocimiento de Dios. Por eso pide al Padre que les envíe el Consolador, el Ayudador y Espíritu de verdad. Ese Espíritu de verdad es el Espíritu Santo, a quién los discípulos ya conocen en parte, porque ya moraba con ellos (llevaban tres años viendo su operación a través de Jesús), y estaría en ellos (una acción interior cuando el Espíritu Santo viniera en plenitud el día de Pentecostés, puesto que Jesús aún no había sido glorificado).

Este hecho les permitiría no sentirse huérfanos en un mundo dominado por el engaño y el padre de la mentira (1 Jn.5:19) (Jn.8:44). La obra apostólica no puede llevarse a cabo sin el Espíritu de verdad. Los discípulos ya habían hecho obras mediante la operación del Espíritu Santo: habían echado fuera demonios, sanado a los enfermos, resucitado muertos; pero necesitarían una capacitación mayor para realizar la obra posterior a la exaltación de Jesús a la diestra del Padre, cuando les fuera quitado el Maestro y ellos mismos iniciaran la misión encomendada, y para ello era esencial recibir el Espíritu de verdad y Consolador.

En el mundo opera otro espíritu; el príncipe de la potestad del aire que opera en los hijos de desobediencia; huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef.6:12); por ello, no pueden recibir el Espíritu de verdad, ni conocerle, hasta que la proclamación del evangelio, el mensaje de vuestra salvación, traiga la luz necesaria para ser creído, recibido y sean sellados por el Espíritu.

La proclamación del evangelio necesita, de principio a fin, el Espíritu de verdad operando en los discípulos para combatir el predominio de la mentira.

21 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Otro Consolador

La vida en el Espíritu - MeditacionesOtro Consolador

Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre…  (Juan 14:16).

Los últimos días de Jesús al lado de sus discípulos, antes de ser entregado, fueron muy intensos. Reunió a los suyos para darles las últimas instrucciones. En los capítulos 13 al 17 del evangelio de Juan tenemos los diversos mensajes que el Maestro anunció a los doce. Una buena parte de esos discursos tenían que ver con la obra posterior del Espíritu Santo. Jesús sabía que su tiempo estaba cerca, regresaría al Padre, pero vendría el Ayudador y Consolador para continuar la obra iniciada por él.

Queremos en las siguientes meditaciones pararnos en los mensajes específicos que Jesús hace sobre la obra del Espíritu. Comienza con un ruego al Padre. La venida del Espíritu forma parte de la oración de Jesús. Es su petición. Esto debe llevarnos a comprender la importancia que el Señor le da a la continuación de la obra iniciada por él mismo. Sabe que los discípulos necesitarán la acción del Consolador en ellos, por tanto, es un ruego de Jesús que les sea dado el Espíritu.

La obra de Dios es imposible sin el Espíritu de Dios. Jesús inició su ministerio siendo lleno del Espíritu, dependió de él en todo momento, y sabía que la continuidad del mensaje precisaba su acción sobre los apóstoles. En primer lugar lo llama el Consolador, ―paracletos―, en griego, que significa uno llamado al lado de otro para ayudar. Ser enviados a proclamar el evangelio necesita la capacitación del Espíritu, su consolación y ayuda, de lo contrario el hombre no podrá llevarlo a cabo. Además debe estar con ellos para siempre.

Predicar el evangelio es entrar de lleno en el reino de las tinieblas y saquearlo. La oposición y persecución será inevitable y muy fuerte; Jesús lo sabía, por ello rogó al Padre para que enviase el Consolador a sus discípulos para que estuviera con ellos para siempre, y pudieran cumplir la misión encomendada. Si no somos capaces de entender esta dependencia vital del Espíritu para realizar la obra, y derivamos en la búsqueda de recursos humanos más que sobrenaturales, pondremos las bases para la derrota. No podemos hacer la obra de Dios sin la ayuda de Dios mediante su Espíritu. Es arrogancia y soberbia pretender hacerlo sin su ayuda. Es autosuficiencia. Pronto habremos levantado un edificio espurio que nada tiene que ver con el reino de Dios.

         Jesús rogó al Padre para que enviase a sus discípulos el Consolador y estuviera con ellos para siempre. Es la única manera de poder realizar la misión encomendada.

20 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Brotarán ríos de agua viva

La vida en el Espíritu - MeditacionesBrotarán ríos de agua viva

El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva. Pero El decía esto del Espíritu, que los que habían creído en El habían de recibir; porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado  (Juan 7:38-39).

El Maestro se pone en pie, alza su voz, —exclamó en alta voz— e invitó a los presentes en la fiesta de los Tabernáculos (Sucot) a venir a él y beber. Luego identificó esa acción con creer en él como está dicho en la Escritura, y recibir en lo más hondo del ser un manantial de agua viva, ríos de agua viva. No me extraña que en alguna ocasión dijeran de él: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! (Jn.7:46).

Una vez más vemos la relación existente entre la fe en Jesús y una operación interior en el corazón del hombre, mediante el Espíritu Santo, relacionándolo con agua viva. La misma vida de Jesús derramada en nuestro interior como agua. Una fusión líquida que transforma al ser humano en otro hombre. Así fue con el mismísimo rey Saúl (1 Sam.10:6).

Notemos lo siguiente. Jesús apela a creer en él ya ahora, y recibir más adelante la manifestación de los ríos de agua viva que ya estarían presentes en el creyente, aunque sin la manifestación definitiva. Eso lo dijo pensando en la obra posterior del Espíritu en la vida de aquellos que creían en él. Es decir, primero creer y ser sellados con el Espíritu Santo, hasta llegar al momento cuando se manifestara en plenitud la vida del Espíritu, puesto que aún Jesús no había sido glorificado, y por tanto, el día de Pentecostés y el derramamiento del Espíritu sobre toda carne no había llegado tal como estaba profetizado por Joel.

Pensemos. Primero creer en Jesús. Luego recibir las primicias del Espíritu; porque nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu (1 Co.12:3). Es decir, no podemos ser creyentes en Jesús sin tener ya el Espíritu actuando en nosotros. Sin embargo, quedan manifestaciones futuras, desbordamientos de los ríos de agua viva, —su activación—, en aquellos que creían en él, y que tendría lugar a partir de que Jesús fuera glorificado, suceso que aún no se había producido. Fue el mensaje de Pedro el día de Pentecostés. Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís (Hch. 2:33).

Por tanto, la vida cristiana tiene, ―sí―, varias experiencias progresivas. La fe en Jesús nos lleva a la activación de los ríos de agua viva en nuestro interior como una obra poderosa y posterior a nuestra conversión.

Los que han creído en Jesús deben llegar a la activación de los ríos de agua viva, mediante el Espíritu Santo, en lo más hondo de su ser.

19 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de Dios es agua viva

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de Dios es agua viva

Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tu le habrías pedido a Él, y El te hubiera dado agua viva  (Juan 4:10).

Otra sorprendente conversación personal de Jesús con una mujer samaritana nos vuelve a dejar verdades eternas sobre la vida en el Espíritu. El Maestro llama «el don de Dios» a la obra del Espíritu en el interior de la persona. Y ese don de Dios lo relaciona con agua viva. Podemos verlo también en Juan 7:37-39. Pues bien, el Espíritu Santo es el don de Dios para todos aquellos que creen en Jesús. Fue también el mensaje del apóstol Pedro el día de Pentecostés: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch.3:38).

El Espíritu Santo actúa como agua viva refrescando y calmando nuestra sed interior. El vacío existencial del ser humano es llenado por una fuente de vida que salta en él para vida eterna. El Espíritu nos devuelve la comunión perdida con Dios. La sed por el sentido vital en el hombre, a causa del pecado, es ahora calmada y llenada por la fuente de vida que Dios introduce en nuestro espíritu por su Espíritu. Este es el mensaje que Jesús le está dando a la mujer samaritana. Esa nueva vida calma la sed de búsqueda incesante porque nos conecta con la Fuente de vida y salud eterna. El apóstol Pablo mantiene esta verdad cuando enseña a los corintios que han creído en el nombre de Jesús, diciéndoles que han sido bautizados en un solo cuerpo por el Espíritu, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu (1 Co.12:13).

Por tanto, no necesitamos embriagarnos con vino, en lo cual hay disolución, sino que necesitamos ser llenos del Espíritu. Llenos de agua viva que riega todo nuestro ser interior para vivir saciados, satisfechos y capacitados para compartir el evangelio en un mundo sediento de verdad y vida. El Espíritu se bebe ¿cómo? por el reconocimiento de que Jesús es el Mesías; por invocar su nombre. Dios es rico para con todos los que le invocan. La mujer samaritana reconoció a Jesús como el Mesías que había de venir y fue llena del agua viva del Espíritu. Su primera manifestación fue dejar su cántaro, ir a la ciudad y decir a sus habitantes que tenían al Mesías en el pueblo. Muchos creyeron por su palabra y muchos más por la palabra de Jesús mismo.

         El don de Dios cambia nuestras vidas, sacia nuestra sed, y nos hace adoradores y testigos de la verdad que Jesús es el Mesías.

18 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Nacidos para entrar al reino

La vida en el Espíritu - Meditaciones

LA ENSEÑANZA DE JESÚS SOBRE EL ESPÍRITU SANTO

         Veamos ahora la enseñanza de Jesús sobre la importancia del Espíritu Santo. El Maestro pone un énfasis muy pronunciado en la obra del Espíritu desde el inicio de la vida de los discípulos. Lo explica a Nicodemo y la mujer samaritana. Después enseñará a los suyos la trascendencia del Espíritu Santo después de su partida. Jesús enseñó a los discípulos la importancia esencial del Espíritu para que fueran guiados a toda verdad, recordar sus enseñanzas, dar testimonio de él, convencer al mundo de pecado, glorificarle en la tierra y esperar del Padre la promesa del Espíritu sobre sus vidas después de su ascensión.

 

  1. Nacidos del Espíritu para entrar en el reino (Jn.3:5-8)
  2. El don de Dios es agua viva (Jn.4:10)
  3. Brotarán ríos de agua viva (Jn.7:37-39)
  4. Otro consolador (Jn.14:16)
  5. El Espíritu de verdad (Jn.14:16-18)
  6. El Espíritu enseña y recuerda (Jn.14:25-26)
  7. El Espíritu da testimonio de Jesús (Jn.15:26-27)
  8. El Espíritu convence de pecado, justicia y juicio (Jn.16:7-11)
  9. El Espíritu guía a la verdad (Jn.16:12-13)
  10. El Espíritu glorifica a Jesús (Jn.16:12-15)
  11. Recibid el Espíritu Santo (Jn.20:21,22)
  12. La promesa del Padre (Lc.24:49 y Hch.1:4,5)
  13. Poder para ser testigos/mártires (Hch.1:6-8)

Nacidos del Espíritu para entrar al reino

Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es… El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de donde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu  (Juan 3:5-8).

El encuentro de Jesús con Nicodemo es uno de los episodios más conocidos del Nuevo Testamento. En esta conversación personal entre el Maestro y este fariseo prominente, encontramos verdades esenciales que debemos retener a lo largo de nuestra vida cristiana. En primer lugar, Jesús enseña que para ver el reino de Dios hay que nacer de nuevo. Curiosamente el Maestro habla antes de ver que de entrar (Jn.3:3,5). Y antes de ver y entrar en el reino debemos nacer del agua (figura de la palabra de Dios Ef. 5:26; Stg.1:18; 1 Pedro 1:23) y del Espíritu.

Pablo dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, que la paga del pecado es muerte; y el profeta Isaías nos dice que nuestros pecados han hecho separación entre nosotros y Dios para no escucharnos (Is. 59:2). Por tanto, necesitamos nacer de nuevo a la vida de Dios, la vida y la gloria que perdimos en Adán, que ahora recuperamos en Cristo. Para ello es esencial la acción de la palabra y el Espíritu. Nacemos de la palabra y del Espíritu. Y una vez que hemos nacido de nuevo entramos a formar parte del reino de Dios, por el mismo Espíritu.

También el apóstol nos enseña que hemos sido bautizados en un cuerpo por el mismo Espíritu (1 Co.12:13). Por lo tanto, el Espíritu de Dios nos hace nacer de nuevo, y nos permite ver y entrar en el reino de Dios. Somos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de su Amado Hijo (Col.1:13). También nos capacita para discernir el reino y separarlo del sistema de este mundo. En el nuevo nacimiento recibimos nuevos sentidos espirituales para discernir las cosas del Espíritu y saber lo que Dios nos ha concedido (1 Co.2:10-14).

Ahora tenemos dos naturalezas con dos nacimientos, uno carnal y otro espiritual. Nicodemo no acababa de entenderlo y preguntó a Jesús: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?  Puedes leer toda la conversación en el capítulo 3 del evangelio de Juan. Lo que debemos entender bien es que la vida cristiana tiene su inicio mediante un nuevo nacimiento engendrado por el Espíritu y la palabra para poder ver y entrar en el reino de Dios.

         La vida cristiana es sobrenatural. Comienza con un nacimiento interior por el Espíritu Santo; como Jesús nació milagrosamente en el vientre de María.

17 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El tropiezo del vínculo familiar

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl tropiezo del vínculo familiar

Y todos hablaban bien de él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?  (Lucas 4:22).

Jesús estaba lleno del Espíritu de Dios pero sus vecinos comenzaron a verle en su ámbito natural y familiar. El barro se opone a la revelación. Nuestra naturaleza humana tiene un arraigo cultural, social y familiar que en muchas ocasiones se levanta como piedra de tropiezo en nuestro deseo de anunciar el evangelio a los nuestros. Podemos estar llenos del Espíritu y demostrarlo con sabiduría y obras evidentes de nuestra transformación, pero los vecinos y familiares pronto activarán sus razonamientos humanos para recordar nuestra trayectoria natural.

Los vecinos de Nazaret, que estaban impresionados de Jesús, comenzaron a alabarle y reconocer que de su boca salían palabras llenas de gracia; pronto activaron su lógica natural para minimizar y rebajar la vida del Espíritu al nivel de sus propias limitaciones. Lo hicieron recordando a la familia carnal de Jesús. Abandonaron pronto la identidad del Jesús Mesías por el de uno de sus ciudadanos. José era su padre, y éste no tenía nada de especial, ¿por qué lo iba a tener uno de sus hijos? El Maestro lo percibió, conocía sus pensamientos y les reconoce que no hay ningún profeta que sea bien recibido en su propia tierra.

Luego les recuerda dos episodios bíblicos de los días de Elías y Eliseo en los que las personas que fueron bendecidas por los profetas no eran del pueblo de Israel: la viuda de Sarepta de Sidón, y Naamán el sirio. Los vecinos de Nazaret lo interpretaron como una afrenta y provocación a su exclusividad como pueblo escogido, por lo que sus ánimos fueron transformados completamente. Dieron un giro de ciento ochenta grados. Los mismos que le habían alabado hacía un momento, ahora se llenaron de ira y quisieron arrojarle por la cumbre del monte para despeñarle. Andar lleno del Espíritu puede conducirnos a experiencias similares.

Paradójicamente, los familiares y conocidos suelen ser nuestros primeros adversarios cuando nacemos de nuevo. La vida en el Espíritu parece ser una provocación para quienes viven en la carne. El diablo traerá el recuerdo de  nuestro pasado familiar tratando de robar la nueva vida del Espíritu. Si a ello le añadimos errores propios del inicio de la vida cristiana, la duda se puede convertir en un arma mortífera en nuestro desarrollo espiritual. Jesús aceptó la oposición de sus vecinos «y pasando por en medio de ellos, se fue…».

         La vida en el Espíritu se pone a prueba siempre en primer lugar en nuestro ámbito familiar y social. Vencerla nos llevará a la madurez de la fe.

16 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Para anunciar el evangelio

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu para anunciar el evangelio

Llegó a Nazaret. Donde se había criado, y según su costumbre, entró en la sinagoga el día de reposo, y se levantó a leer. Le dieron el libro del profeta Isaías, y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio (Lucas 4:16-18).

Una vez salido del desierto, vencida toda tentación, y lleno del Espíritu, Jesús se encaminó al norte de Israel, a la región de Galilea, llegando al pueblo donde se había criado: Nazaret, aunque se había establecido en Capernaún, donde al parecer tenía una casa (Mr.9:33). En esta ciudad ya había iniciado su ministerio haciendo milagros y predicando (Lc.4:23). Por tanto, le precedía la fama y muchos hablaban bien de él esperando verle hacer los mismos milagros en Nazaret.

El pasaje de Lucas 4 es muy rico en detalles. Fue a Nazaret, donde se había criado, y según la costumbre que tenía, entró en la sinagoga el día de reposo. Estando allí se levantó a leer, le ofrecieron el libro del profeta Isaías, y Jesús lo abrió deliberadamente por el capítulo 61. Una vez leído el pasaje cerró el libro, lo devolvió al asistente y se sentó. Los ojos de todos estaban fijos en él esperando alguna reacción o comentario. La expectativa era máxima. La rutina habitual de la sinagoga iba a romperse de un momento a otro, se palpaba en el ambiente. Entonces Jesús se identificó con el mensaje del profeta que acababa de leer y dijo: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído. La lectura rutinaria de un día de reposo habitual en la tradición judía dio un giro inesperado. Jesús vivifica la palabra profética. Se identifica con ella. Anuncia su cumplimiento. El Maestro ha unificado la palabra revelada con el Espíritu que la vivifica. Contiene el evangelio anunciado por los profetas (1 Pedro 1:10-12) y manifestado ahora en la persona del Mesías.

Jesús fue lleno del Espíritu para anunciar el evangelio. El evangelio es la buena nueva para los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Es el anuncio del jubileo, el año de gracia, el día del favor de Dios para Israel y todas las naciones. El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio (Mr.1:14-15). Jesús fue lleno del Espíritu para predicar el evangelio, y lo hizo fundamentado en la palabra profética más segura. La respuesta inicial de sus conciudadanos fue positiva, pero pronto cambiarían de parecer…

Buscar la llenura del Espíritu no puede tener otro objetivo que anunciar el evangelio y hacerlo según las Escrituras.