13 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Jesús capacitado por el Espíritu

La vida en el Espíritu - MeditacionesJesús capacitado por el Espíritu

Y aconteció que cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado: Y mientras El oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre El en forma corporal, como una paloma, y vino una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido. Y cuando comenzó su ministerio, Jesús mismo tenía unos treinta años… (Lucas 3:21-23).

La concepción de Jesús en el vientre de María fue una intervención sobrenatural del Espíritu sobre ella. Siguió la confirmación de ser el Mesías mediante el testimonio de muchos testigos, entre ellos, Simeón, que movido por el Espíritu fue al templo; y Ana, que siempre estaba en el templo, por lo que el día que Jesús fue presentado ella estaba allí.

Ahora tenemos el inicio del ministerio de Jesús a los treinta años, sellado por el testimonio del Espíritu sobre su vida y capacitándole para la obra que debía realizar. Jesús fue bautizado por Juan, hijo de Zacarías y Elisabeth, y una voz del cielo dio testimonio de que El era el Hijo amado a quién debían oír. Vemos que en todo el proceso de la encarnación y la manifestación de Jesús a Israel está presente el Espíritu Santo sellando cada suceso con la aprobación divina.

El mismísimo Hijo de Dios necesitó la acción del Espíritu sobre su vida para poder desarrollar su misión. ¿Cuánto más los llamados de Dios necesitaremos el Espíritu en nosotros para cumplir con la tarea encomendada?

Jesús fue ungido con el Espíritu —nos dice el autor de Hebreos— porque amó la justicia y aborreció la iniquidad, por ello le ungió el Señor con óleo de alegría más que a sus compañeros (Hebreos 1:9). El profeta Isaías había profetizado de Jesús lo siguiente: El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros; para proclamar el año favorable del Señor… (Isaías 61:1-3). Y el apóstol Pedro les dijo a los gentiles reunidos en casa de Cornelio: Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cuál anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El (Hechos 10:38).

Si analizamos la vida de Jesús en la tierra veremos que vivió en una dependencia absoluta del Padre y de la obra del Espíritu Santo en él. Luego enseñaría lo mismo a los suyos. Lo iremos viendo.

         Necesitamos reconocer y recibir la obra capacitadora del Espíritu para vivir la vida cristiana sirviendo a Dios y al prójimo.

12 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Movidos por el Espíritu

La vida en el Espíritu - MeditacionesMovidos por el Espíritu

Y había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón; y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu fue al templo… (Lucas 2:25-27).

 Todo el proceso de salvación está impregnado de la acción del Espíritu Santo. Jesús fue concebido en el vientre de María por el Espíritu. Nació en Belén, según el Espíritu había anunciado por medio del profeta Miqueas. Los padres del niño cumplieron con la ley de Moisés llevándole al templo para circuncidarle al octavo día. Mientras cumplían con el ritual, el Espíritu se movió en la vida de un hombre justo y piadoso que esperaba la consolación de Israel. Simeón fue movido por el Espíritu en ese preciso momento para ir al templo, se le había revelado que no vería la muerte hasta ver aparecer al Mesías prometido a Israel, la esperanza de Israel, la promesa hecha a los padres.

Al ver al niño, supo por el Espíritu que era el salvador del mundo. Lo tomó en sus manos y lo bendijo, diciendo: Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz de revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel (Lucas 2:28-32).

En el mismo momento y tiempo, estaba allí una mujer, llamada Ana, que no necesitaba ser movida por el Espíritu para ir al templo porque nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. Y llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:38).

El Espíritu de Dios actúa y se mueve de diversas formas pero en una misma dirección. Dios usa a diferentes personas con distintos dones y funciones, pero siempre en la dirección que ha sido trazada por el Espíritu, para llevar adelante su plan de redención y consolación a todas las naciones.

La vida cristiana está ligada desde su origen a la obra del Espíritu Santo. Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu. Todos los que son guiados por el Espíritu, esos son hijos de Dios. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de donde viene, ni a donde va, así es todo aquel que nace del Espíritu de Dios.

         El movimiento del Espíritu en nosotros puede ser de una forma especial o en la vida cotidiana. Actúa en Simeón y en Ana, pero el mensaje es siempre el mismo y está centrado en la encarnación del Hijo de Dios.

11 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La concepción

EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE JESÚS

         Continuamos ahora con un recorrido inicial en los Evangelios para ver la obra del Espíritu en la vida de Jesús. Todo el nacimiento del Hijo de Dios estuvo rodeado de la obra del Espíritu Santo. Desde su nacimiento virginal a su capacitación para la obra a la que había sido enviado, pasando por su tiempo de prueba en el desierto, y regresando luego en el poder del Espíritu.

  1. La concepción por el Espíritu (Lc.1:34-35)
  2. Movidos por el Espíritu (Lc.2:25-27)
  3. Jesús capacitado por el Espíritu (Lc.3:21-23)
  4. Llevado por el Espíritu al desierto (Lc.4:1,2)
  5. Regresando en el poder del Espíritu (Lc.4:13-15)
  6. El Espíritu para anunciar el evangelio (Lc.4:16-18)
  7. El tropiezo del vínculo familiar (Lc.4:22)

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa concepción por el Espíritu

Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús […] Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen? Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios  (Lucas 1:34-35).

La concepción del Hijo de Dios en el vientre de una joven judía, conforme a lo anunciado por los profetas de Israel, fue mediante la intervención directa del Espíritu de Dios. María recibió la visita especial de un ángel con un anuncio único en la historia de la humanidad. La joven razonó —una vez oído el mensaje de Dios— cómo sería posible semejante suceso en su cuerpo si no había conocido varón. Estamos ante la excepcionalidad de la concepción del único Hombre que ha nacido en esta tierra sin conexión con el pecado heredado de Adán. Y para ello no podía haber intervención humana, sino una acción directa del cielo mediante el Espíritu Santo.

Jesús fue concebido en el vientre de María a través de una obra milagrosa y sobrenatural producida por el Espíritu de Dios. La salvación de Israel, y todas las naciones, necesitaba esta intervención única. Desde el principio es obra de Dios. Se necesitaba el vaso, el recipiente que «incubaría» la simiente de Abraham, nacida por el Espíritu para llevar a cabo la salvación a todas las naciones.

María comprendió que concebir en su seno sin haber conocido varón era un acto imposible, por ello el ángel le dio la respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti. La joven hebrea, instruida en las Escrituras judías, comprendió rápidamente que la acción del Espíritu de Dios ya se había producido en muchas ocasiones en la historia de Israel. El Espíritu vino sobre Moisés y los setenta ancianos; vino sobre Josué; actúo sobre los jueces de Israel y los profetas; por tanto, María comprendió que estaba ante un acto de la Providencia actuando sobre la vida de los hombres, en este caso, sobre ella misma.

Y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. María dijo: hágase conmigo conforme a tu palabra, y la obra de redención fue activada en el tiempo señalado por el Padre. La encarnación del Hijo de Dios estaba en marcha. Todo el proceso necesitaba la operación del Espíritu Santo. También en el nuevo nacimiento necesitamos la acción imprescindible del Espíritu para concebir la vida de Dios.

         La concepción de la vida de Dios necesita la acción del Espíritu para producir una clase de vida nueva alejada del pecado.

10 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Las arras de nuestra herencia

La vida en el Espíritu - MeditacionesLas arras de nuestra herencia

En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía [arras RV60] de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria  (Efesios 1:13,14).

A lo visto en nuestra anterior meditación debemos ahora añadirle algunos aspectos más que meditaremos a continuación. El sello y las arras del Espíritu en nuestros corazones, una vez que hemos recibido el mensaje del evangelio, forman un mismo acto con dos escenas. Hemos visto antes cómo fuimos sellados; detengámonos ahora en las arras. Este término está asociado a la compra de una vivienda. Al hacerlo se nos pide una cantidad inicial como muestra de que estamos decididos a comprar el inmueble pagando la parte que falta más adelante. En ese mismo momento podemos comenzar a disfrutar la residencia aunque no esté pagada completamente, sabemos que un día será nuestra. Damos unas arras, un primer pago, para comenzar a disfrutar la herencia que pretendemos alcanzar.

Pues bien, el Espíritu nos ha sellado para Dios y nos ha sido dado como las arras, una primera señal, (garantía), de que disfrutaremos la totalidad de la herencia en el futuro. La misma enseñanza la encontramos en 2 Corintios 1:21,22. Ahora bien, el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quién también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía. Las arras del Espíritu en nuestro corazón nos han sido dadas como garantía de la herencia. Una herencia que tiene que ver con la posesión adquirida. De la misma forma que Dios le dio la tierra prometida a Israel, se nos dice a los creyentes que tenemos una morada celestial, eterna, en los cielos.

Esta esperanza de gloria fue la que transformó la sociedad del primer siglo, y lo ha hecho en todas las generaciones posteriores en aquellos que han recibido el mensaje de la verdad, el evangelio de nuestra salvación, que han sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa, y que nos ha sido dado como garantía de la herencia, hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria (Efesios 1:14). Todo para la gloria de Dios. El plan de salvación está totalmente diseñado para su gloria y el beneficio de los hombres.

         Dios nos ha dado testimonio mediante el sello y las arras del Espíritu en  nuestros corazones. No se compra. Se recibe al oír y recibir el mensaje de la verdad.

9 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Sellados con el Espíritu de la promesa

La vida en el Espíritu - MeditacionesSellados con el Espíritu Santo de la promesa

En El también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa…  (Efesios 1:13).

El mensaje del evangelio es el único capaz de liberar al hombre de su estado de caída y perdición. La invasión del pecado, que se produjo cuando entró en la vida del hombre, lo dejó en una situación de perdición que solo puede ser neutralizada por el poder del evangelio. Pablo dijo a los romanos que no se avergonzaba del evangelio porque es poder de Dios para salvación.

Restaurar al hombre de su estado caído solo es posible mediante el potencial y la dynamis del evangelio de Dios. Cuando el mensaje que contiene la verdad revelada del Eterno se escucha con fe, penetra a la vida del hombre una nueva dimensión de vida sobrenatural canalizada a través del Espíritu Santo. Una vez oído el mensaje correcto, la persona es sellada para Dios mediante el Espíritu. Dios pone su sello sobre aquella persona, sellada como propiedad; ha sido redimida, comprada, por tanto, ha cambiado de dueño y señor; ahora pertenece a aquel que lo compró a precio de la sangre del Justo.

Predicar este mensaje libera el poder de Dios en la boca de aquellos que han sido llamados a hacerlo. Una vez oído, soltada la voz que contiene la verdad libertadora, y aceptada por fe en el corazón del oyente, se activa milagrosamente el cielo para sellar con el Espíritu lo que acaba de ocurrir en la tierra.

Hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente, porque el cielo se moviliza poniendo su sello celestial en el corazón del hombre redimido. Por eso los discípulos estaban  llenos de gozo y del Espíritu Santo (Hch. 13:52). El Espíritu de Dios activa su reino en el corazón del hombre. Todo un proceso sobrenatural se pone en marcha. Comienza al oír el mensaje de la verdad. Antes habían sido enviados quienes fueron comisionados para llevar las buenas nuevas a los gentiles.

Al recibir con fe el mensaje anunciado, la promesa del Espíritu que le sigue, es activada sellando al receptor como hijo de Dios. Una nueva vida ha nacido. Se ha producido en el interior del ser. No saldrá en los telediarios. El mundo natural seguirá su curso, pero el milagro de la semilla sembrada ha iniciado un proceso de vida que pasará por diversas etapas hasta el día de la redención final. El sello del Espíritu nos acompañará todo este peregrinaje hasta alcanzar la meta. A esto se le llama vivir y andar en el Espíritu.

         Oír el mensaje de la verdad, siendo sellados con el Espíritu Santo de la promesa, es alcanzar la trascendencia de una vida más elevada.

8 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La promesa mediante la fe

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa promesa del Espíritu mediante la fe

Cristo nos redimió de la maldición de la ley… a fin de que en Cristo Jesús la bendición de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe  (Gálatas 3:13,14).

Dios trazó un plan de redención que introdujo en el mundo a través del llamamiento de un hombre: Abraham. Le dio las promesas de ser padre de multitud de naciones, y uno de sus vástagos sería la simiente portadora de la promesa de bendición para todos los pueblos. Después de la promesa vino la ley, nuestro ayo hasta la aparición del cumplimiento del tiempo. La ley tenía la sombra de los bienes futuros. Apuntaba hacia aquel que la cumpliría por nosotros, nos redimiría de la maldición por no poder cumplirla en su totalidad para satisfacer la justicia de Dios, resultando en  nuestra justificación.

Las promesas y bendiciones fueron hechas a Abraham y su simiente, con el fin  de que los gentiles —y por supuesto los judíos, que ya eran parte de la familia de Abraham y por tanto portadores de las promesas hechas a los padres— alcanzaran la bendición de Dios. ¿Y qué bendición era esa? Algunos creen que era una bendición económica por cuanto Abraham fue inmensamente rico. Pero no es eso lo que dice la Escritura que estamos meditando. Se refiere a la promesa del Espíritu recibida mediante la fe. Ese mismo mensaje fue el que predicó el apóstol Pedro en su discurso de Pentecostés: Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís… y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame (Hch. 3:33,38,39).

El Espíritu Santo nos conecta con el pacto hecho por Dios con Abraham y su simiente, la cual es Cristo, para que podamos recibir su Espíritu y quedar unidos a la vida eterna. Abraham buscaba una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios, no tenía su esperanza puesta en la tierra, era peregrino y extranjero, tenía las promesas, pero las miraba de lejos. Sus ojos estaban puestos en la ciudad celestial. Pretender hacer de Abraham un predicador de la teología de la prosperidad es una burda falsificación de la verdad. Dios lo bendijo también económicamente, pero su corazón no estaba en las riquezas, sino en Dios. Pablo dijo a los ricos de este mundo que no puieran su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en Dios. Algunos han trivializado el mensaje y cambiado la promesa del Espíritu por unas cuantas monedas de oro.

         La promesa del Espíritu es inmensamente mayor que cualquier tesoro de este mundo.

7 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Nos ayuda en nuestra debilidad

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad

Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como deberíamos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios  (Romanos 8:26,27).

Recordemos que estamos meditando sobre la realidad de lo que es el hombre. Ahora estamos viendo una dimensión mayor de esa realidad humana. Se trata de la acción del Espíritu de Dios sobre aquellos que son hijos de Dios. Al tratar este tema debemos saber que estamos hablando de verdades espirituales que la mente natural no alcanza a percibir, porque se han de entender espiritualmente. Por tanto, siempre habrá aspectos alejados de los razonamientos puramente humanos. Jesús dice: El viento sopla de donde quiere y oyes su sonido, pero no sabes de donde viene, ni a donde va, así es todo aquel que nace del Espíritu. Lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. Las palabras que yo os he hablado son Espíritu y son vida.

La meta, para no caer en una falsa espiritualidad, la tenemos siempre en las guías maestras que han sido reveladas en la Escritura. El Espíritu de Dios nos ha sido dado por nuestra debilidad e insuficiencia para alcanzar la obra de Dios. Sin la ayuda del Espíritu es imposible. Así fue para María, la madre de Jesús, cuando recibió el mensaje de ser madre del Mesías ¿Cómo será esto?, dijo. «El Espíritu Santo vendrá sobre ti…», fue la respuesta. Los apóstoles lo supieron cuando Jesús les iba a ser quitado, por lo que el Maestro les dijo: Recibiréis poder cuando venga sobre vosotros el Espíritu…

Dios conoce nuestra debilidad incluso para orar. La oración significa entrar en una dimensión espiritual para la que no estamos dotados de manera natural. Por ello se nos da el Espíritu, para que pueda interceder por nosotros mediante gemidos expresados en unión con nuestra propia alma y espíritu. Ese gemido es interpretado por aquel que escudriña los corazones y conoce cuál es el sentir del Espíritu. En este texto encontramos una verdad gloriosa sobre la combinación necesaria entre el Espíritu de Dios y el espíritu del hombre. De esa fusión nace una oración guiada por nuestro Ayudador conforme a la voluntad de Dios. Misterio insondable. Realidad gloriosa. Sin el Espíritu de Dios activado en el creyente somos metal que resuena o címbalo que retiñe.

         Somos débiles, extremadamente débiles, insuficientes, incompetentes, pero nuestra competencia proviene del Espíritu, que nos ayuda en nuestra debilidad y nos eleva a las alturas de la voluntad de Dios.

6 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Las primicias del Espíritu

La vida en el Espíritu - MeditacionesLas primicias del Espíritu

Y no solo ella [la creación], sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo  (Romanos 8:23).

 Al final del capítulo siete de la carta a los romanos el apóstol Pablo expresó un grito de desesperación: ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? En el texto que queremos meditar ahora se nos dice que el cuerpo espera ansiosamente el día de la redención, la redención de nuestro cuerpo. Un día cuando las limitaciones impuestas a nuestra realidad física y las leyes que operan en contra de la libertad gloriosa de los hijos de Dios serán finalmente derrotadas para que experimentemos una liberación definitiva que aún no hemos vivido. Mientras tanto, se nos dice que hemos recibido las primicias del Espíritu, los primeros frutos de una cosecha futura y definitiva.

El Espíritu de Dios nos ha sido dado y opera múltiples funciones en la vida del discípulo de Jesús. Una de ellas es la de manifestar los primeros frutos de la vida eterna a la que Dios nos ha destinado. Tenemos las primicias del Espíritu. Gustamos el don celestial. Participamos de la naturaleza divina. Percibimos en nuestro interior la realidad del reino de Dios. Degustamos los poderes del siglo venidero. Vemos la realidad inicial de una vida indestructible, inmortal, y que nos da una dimensión nueva a nuestra vida terrenal. Ante esa realidad interior, brota un gemido por alcanzar el resultado final de nuestra adopción como hijos y la redención de nuestros cuerpos mortales. Surge el contraste entre el presente siglo malo, y la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

El Espíritu de Dios en nosotros nos une con la eternidad perdida, con la vida que perdimos en Adán y nos enlaza con el anhelo del retorno al paraíso perdido. La vida espiritual necesita crecer, desarrollarse, madurar, para que los sentidos espirituales sean ejercitados en el discernimiento del bien y del mal, y especialmente degustemos el árbol de la vida, la vida de Dios, aquella que vino con Jesús, porque en él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La misma creación está esperando y gimiendo para que llegue el día de la redención final, siendo liberada de la esclavitud de corrupción —que entró por el pecado del hombre— a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Toda una obra de reconciliación de todas las cosas y plenitud final.

         Tenemos las primicias del Espíritu para conectar con la realidad eterna de la vida de Dios en nosotros.

5 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Guiados como hijos y herederos

La vida en el Espíritu - MeditacionesGuiados como hijos y herederos

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos  (Romanos 8:14-17).

La vida cristiana parece en ocasiones un conglomerado de complejidades y misterios, pero cuando leemos la Escritura, meditamos en las enseñanzas de los apóstoles, y vivimos la sencillez del evangelio, vemos que todo es más «normal» de lo que parece. Pablo dice algo tan sencillo como esto: sin el Espíritu de Dios no podemos ser hijos de Dios, pero si somos guiados por el Espíritu somos hijos de Dios. Dice el dicho popular: «de tal palo, tal astilla, y de tal padre, tal hijo». Un cristiano es un hijo de Dios. Ha nacido de Dios, engendrado por el Espíritu y la palabra de verdad, mediante el arrepentimiento y la fe en Jesús.

Por tanto, sellados con el Espíritu Santo para ser guiados en toda nuestra manera de vivir. Esto simplifica la vida del creyente a ser guiado por Dios desde su interior, donde hemos recibido el Espíritu de Dios que ahora se ha fusionado con nuestro espíritu. Desde nuestro interior nos dirige, nos da testimonio, orienta  nuestra conciencia, para que nuestros pensamientos sean renovados mediante la palabra de Dios, y podamos conocer su voluntad y vivirla de forma «natural» dentro del estado sobrenatural que significa la nueva creación.

Esta verdad neutraliza el espíritu de esclavitud —aquel que teníamos antes de la redención y que nos esclavizaba mediante el pecado— produciendo temor y atenazándonos para impedir nuestra libertad. Ahora, en el régimen nuevo del Espíritu, hemos recibido un nuevo espíritu de adopción que nos da la libertad de clamar ¡Abba Padre!

Una nueva relación ha surgido. Una nueva filiación. Ya no somos extranjeros, ni peregrinos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Injertados en los pactos y promesas dadas a Israel y que nos llegan mediante la redención en Cristo. Todo un plan divinamente orquestado para vivir en un nuevo estado de hijos y herederos. Estas verdades deben producir en nosotros la dimensión de vida liberada que honra a Dios, le sirve, le glorifica y nos sujeta los unos a los otros en amor.

         El Espíritu de Dios nos guía como hijos y herederos, nos libra del temor, nos ayuda a clamar: ¡Abba Padre! y vuelve a confirmar nuestra filiación de hijos.

4 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Conciencia de estado

La vida en el Espíritu - MeditacionesConciencia de estado

Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El… Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros  (Romanos 8:9,11).

Nuestra sociedad politizada habla a menudo del Estado del bienestar, régimen de libertades, un Estado centralista o descentralizado. El Estado viene a ser la realidad de una nación con sus leyes, territorio, cultura, historia, lenguas y costumbres, incluso la religión, aunque vivimos en tiempo de los estados laicos y modernos. Todo ello nos indica la importancia que tiene el estado de una nación; sí, también tenemos el debate sobre el estado de la nación.

El Estado nos da garantías de protección, conciencia de pueblo, identidad, tiene sus propios símbolos que identifican a todos sus ciudadanos, aunque en el caso de España vivamos tiempos convulsos en este sentido, y algunos no respetan ni las señas de identidad de un pueblo: la bandera, el himno, su historia y cultura, el idioma, y hacen todo lo posible para destruirlo ¿con qué fin? derribar un Estado para formar otro que se ajuste más a sus deseos. Cuando un pueblo no tiene conciencia de Estado, de nación conjunta, de leyes a las que someterse, creará otras para hacer lo que mejor le parezca.

El hombre renacido debe saber, tener conciencia de su estado. Ahora no está en la carne, sino en el Espíritu. Ha nacido del Espíritu para pertenecer a un nuevo estado o régimen del Espíritu, a un nuevo pueblo con sus leyes. Sin esta conciencia de pertenencia es fácil cambiar de estado y regresar al anterior, al estado del hombre carnal que siempre merodea alrededor como vimos en el caso de los edomitas y amalecitas.

La realidad del Espíritu de Dios en nosotros nos da la certeza de pertenecer a Jesús, por tanto, a otro reino, el reino de Dios. Esta verdad firme en el corazón nos llevará a una nueva forma de vida conforme al Espíritu. Ese Espíritu fue el que resucitó a Jesús de los muertos, y que actuará también sobre nuestros cuerpos mortales para vivificarlo y transformarlo a su imagen. El Espíritu de Dios en nosotros nos da conciencia de vivir en un nuevo régimen, pertenecer a un nuevo pueblo de hijos redimidos, formando una nación santa para manifestar el carácter de aquel que nos amó.

         Estamos en el Espíritu, por tanto, vivimos y andamos por el Espíritu.