TIEMPOS FINALES (17) – Impetuosos

ImpetuososImpetuosos

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… impetuosos…  (2 Timoteo 3:1,4).

Las obras de cada persona son el resultado de su propia naturaleza. Antes de hacer somos. Me llama la atención que el apóstol no tiene dudas en su exposición. Los hombres serán. No hay lugar a la incertidumbre por las circunstancias o factores externos. Por el contrario, él ve una sociedad caracterizada por la manera de ser de sus ciudadanos. Y porque los hombres serán de una determinada forma de carácter producirán una generación acorde a ello. Las sociedades se forman por las personas que las componen. Las generaciones pueden ser de una forma u otra en función del carácter predominante de sus gentes. Esto no excluye otro tipo de personas, pero la identidad de una generación la forman sus hombres más relevantes y determinantes.

Aquí se nos dice que serán impetuosos. ¿Qué significa? Que se mueven de modo violento y rápido, así es como lo define el diccionario de la lengua española. Muy revelador. Volvemos a encontrarnos con la violencia como estilo de vida en la generación que precede al reinado mesiánico. La impetuosidad es la norma. La impaciencia nos domina. La inquietud nos atenaza. Todo menos paz, la paz del reino de Dios. La competitividad exige rapidez y esta hay que imponerla a cualquier precio llevándose por delante a quién sea. El profeta Daniel también habla del tiempo del fin y dice: Muchos correrán de aquí para allá (Daniel 12:4). Impetuoso también significa comportarse de manera impulsiva o irreflexiva. Se impone la acción sobre la reflexión, por lo tanto, se cometen más errores. No se piensa en las consecuencias, solo en llegar para volver a empezar de nuevo. El alma se aflige y se cansa, aparecen tensiones y sobrecargas que terminan por afectar a nuestro cuerpo con daños tal vez irreparables. Queremos parar pero no podemos, una fuerza extraña se ha apoderado de nosotros y nos domina. Vivimos como esclavos en una sociedad libre.

La respuesta a esta agitación irrefrenable la encontramos en el evangelio. Las buenas nuevas anuncian la llegada del príncipe de paz a la tierra. Su mensaje vuelve a resonar en nuestros oídos con este llamamiento: Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo  sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y mi carga ligera. El evangelio contiene esta verdad: A los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29). El Mesías es la respuesta a estos tiempos peligrosos.

TIEMPOS FINALES (16) – Traidores

TraiciónTraidores

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… traidores…  (2 Timoteo 3:1,4).

Este enemigo de la amistad y las buenas relaciones entre los seres humanos es uno de los más devastadores. Cuando se produce en el seno familiar el dolor puede ser insufrible y llevar en muchos casos a la amargura, incluso al suicidio. Cuando aparece entre personas de quienes nunca imaginaste que pudieran traicionarte las secuelas suelen ser irreversibles. Toda traición es una violación de la confianza. Experimentada una sola vez puede endurecernos de tal forma que no volvamos a ser los mismos. Si se repite en diversas ocasiones el daño será irreparable para el alma humana. Por ello se valora tanto en las empresas, como en cualquier grupo humano, la confianza de sus empleados o clientes.

Hay muchas traiciones a lo largo de la historia, dos de las más conocidas son la de Bruto a Cesar y la de Judas a Jesús. Ambas terminaron con resultado de muerte. La traición mata. Con ella muere la amistad y la confianza, por tanto, nos introduce en un escenario de enemistad y desconfianza que destruye la convivencia. Las familias están sufriendo hoy esta destrucción en diversos niveles. La falta de escrúpulos y de afecto natural lleva a muchos a la violencia indeseada que genera más dolor. La espiral es imparable. Vivir en medio de la desconfianza generalizada porque se teme la traición en cualquier esquina produce una sociedad neurótica que nos lleva a la pérdida de valores esenciales: la honradez, el cumplimiento de la palabra dada, mantener el pacto, ser hombres íntegros, de una sola pieza, sin doblez.

La respuesta a la traición la tenemos en el evangelio de Jesús produciendo una transformación interna que afecta a todas nuestras relaciones externas. El levantamiento de los valores del Reino de Dios trae una sociedad más justa y sana. Jesús ha venido a poner en libertad a los cautivos y proclamar el año de gracia. La mayor fidelidad que ha conocido la humanidad es la determinación de Jesús subiendo a Jerusalén para culminar la obra de Dios a favor de los hombres. Grande es su fidelidad. Tentado en todo, también en la posibilidad de traicionar el propósito del Padre, pero fiel hasta la muerte y muerte de cruz. Ha vencido. Es fiable. Su amor prevalece sobre el juicio. Escogió ser fiel y acabar la obra que le fue dada por el Padre. Y volverá, lo ha prometido, para que donde él está todos los que le aman estén también con él. Su Espíritu fiel ha sido dado a los suyos para que sean fieles y no le traicionen. Incluso en los casos cuando somos defraudados por otros hermanos podemos elevarnos por encima de sus efectos devastadores poniendo la mirada en aquel que es el Autor y perfeccionador de nuestra fe. La fe que vence al mundo y sus traiciones.

TIEMPOS FINALES (15) – Aborrecedores de lo bueno

ABORRECER LO BUENOAborrecedores de lo bueno

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… aborrecedores de lo bueno…  (2 Timoteo 3:1,3).

Me llama la atención que toda la lista de calificativos que hace Pablo del carácter de los hombres en los últimos tiempos está en plural. No se trata de algunos sectores de la sociedad, sino de su conjunto. Es un carácter predominante que se establece de manera común y natural. Aborrecer lo bueno es propio de sociedades en decadencia. Pero como se pretende ser hombres civilizados y educados, hay que disimular, camuflar, esconder la realidad del corazón detrás de eufemismos, máscaras, apariencias y argumentos sutiles.

Deberíamos preguntarnos en primer lugar ¿Qué es lo bueno? No hagamos una exegesis complicada. Bueno viene del bien y todos llevamos grabado en nuestra conciencia el bien y el mal, aunque luego se pueda malear, manipular, cauterizar o perturbar por agentes extraños y externos. Sin embargo, hay un bien común, una moral buena, leyes justas, aunque siempre estén supeditadas a interpretaciones diversas. Dios es bueno y corrige al que ama. Aborrecer lo bueno sería en este caso llamar a la disciplina «malo», aborreciendo las instrucciones reveladas en la palabra de Dios.

En una sociedad que idolatra el relativismo moral no hay posibilidad de definir el bien y el mal. En esta corriente postmoderna sin verdades absolutas que definan claramente un patrón de comportamiento, la mezcla resultante solo puede conducirnos al caos y el vacío. Es decir, regresamos al comienzo del Génesis cuando la tierra estaba sin orden y vacía hasta que la voz del Creador separó la luz de las tinieblas y vio que la luz era  buena. Hoy hemos cambiado la luz por tinieblas y las tinieblas por luz. La verdad por mentira, y la mentira por verdad. Lo amargo por dulce y lo dulce por amargo (Isaías 5:20). Están de moda eufemismos como «derecho a decidir» para llamar al asesinato de niños mediante el aborto; «parejas de hecho» para encubrir la fornicación; «libertad de expresión» para esconder la calumnia y campañas de manipulación de masas para dominar naciones y pueblos a través de una elite globalista al estilo de Nimrod en Babel.

La respuesta al aborrecimiento de lo bueno viene por el evangelio que nos enseña a discernir el bien del mal asimilando la verdad que nos hace libres del pecado que destruye al hombre. La palabra de Dios es viva y eficaz para discernir los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón engañoso. Jesús es la luz del mundo que alumbra a todo hombre; el que le sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida. Hoy es tu día para venir a él y ser guiado por la senda de la vida eterna.

TIEMPOS FINALES (14) – Crueles

Crueles (5)Crueles (salvajes)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… crueles (salvajes)…  (2 Timoteo 3:1,3).

Se ha dicho en muchas ocasiones que el hombre es el mayor enemigo del hombre. La mayoría de nuestras aflicciones vienen dadas por nuestros semejantes, también buena parte de nuestros mayores deleites tienen su base en las buenas relaciones humanas. Por tanto, el hombre puede ser nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado. La naturaleza humana contiene grandes misterios difíciles de descifrar. Nuestro comportamiento puede representar alivio o aflicción en otros. Ambas manifestaciones suelen darse en una misma persona. Si una de las características de los hombres de los últimos tiempos es la crueldad debemos esperar sociedades atrapadas en la angustia.

¿Qué es la crueldad? El diccionario la define como «el que se deleita en hacer sufrir a los demás». Es causar sufrimiento al prójimo. La Biblia de las Américas lo traduce por salvaje. Pensar en este término parece llevarnos a tribus lejanas y pueblos extraños, sin  embargo, nuestro pasado siglo XX ha sido testigo de las mayores crueldades y salvajismo que el hombre puede cometer sobre otro hombre. El Holocausto fue planificado como una industria de la muerte de todo un pueblo, el judío. Los gulags soviéticos fueron un océano de maldad y crueldad sobre ciertas clases sociales en nombre de una ideología totalitaria. Los millones de muertos por hambre en la Ucrania soviética, (llamadas tierras de sangre), lo fueron por decisiones políticas contra sus semejantes. La Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto el extremismo de la crueldad humana escondido detrás de pueblos aparentemente cultos y educados. Las modernas leyes del aborto son una expresión máxima de crueldad infringida sobre nuestros propios hijos en su máxima indefensión. La salvación del hombre no puede venir, en ningún caso, del mismo hombre. Está fuera de él.

La respuesta a la crueldad humana la encontramos en el evangelio de Dios. La salvación pertenece a nuestro Dios (Apc. 7:10). No es la capacidad humana para maquillar su naturaleza corrompida mediante religión. Precisa fe y arrepentimiento. Contiene el poder de Dios para salvar al hombre de sí  mismo; de su naturaleza cruel y salvaje. El evangelio es Jesús mismo, la bondad de Dios hecha carne y habitando entre nosotros. Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn. 1:14). Solo el evangelio de Jesús transforma y nos libra de este cuerpo de muerte (Ro. 7:24). La maldad llevó al Justo a la cruz. Pagó por nosotros. Satisfizo la justicia de Dios. Nos da una nueva naturaleza, creada en la justicia y santidad de la verdad (Ef.4:24). ¡Gracias a Dios por su don inefable!

TIEMPOS FINALES (13) – Desenfrenados

desenfrenadosDesenfrenados (intemperantes)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles («peligrosos» RV60). Porque los hombres serán… desenfrenados (intemperantes)…  (2 Timoteo 3:1,3).

Una sociedad sin freno. Desenfrenada. Que usa la libertad como pretexto para hacer lo malo. La maldad es ausencia de ley moral, de límites. Vivimos tiempos de extralimitaciones. Llevamos la vida al extremo, sin equilibrio. Hay un tiempo para cada cosa, dice el sabio, pero nosotros hemos decidido adelantar los tiempos, tenerlo todo ahora, atravesar las etapas de la vida sin la transición necesaria. No ponemos límites a los hijos en el tiempo de la educación, por tanto, crecen sin control, sin normas claras, desenfrenados y entregados a los placeres y las adicciones. El dominio propio desaparece dando lugar a la inquietud. Hay mucha inquietud, (que equivale a falta de paz interior), en una persona que tiene ante sí todos los placeres sensuales (de los sentidos) al alcance de un clic.

Cuando la tiranía de los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida subyugan la eternidad del corazón del hombre quedamos atrapados en una espiral de apetencias carnales que no satisfacen el alma humana, sino que la destruye mediante drogas y depresión que producen frustración y vacío.

Querer y no poder puede llevarnos a soltar cualquier freno moral en favor de la consecución de nuestros deseos a cualquier precio. Esperar el desarrollo propio de cada tiempo en las etapas de la vida se vuelve una tortura indeseada. Por qué esperar si está al alcance de la mano. Lo tenemos delante, nos instan a tomarlo, poseerlo, adquirirlo; sea un objeto material, un proyecto, una persona. «Si lo quieres puedes conseguirlo». «Si lo deseas suficientemente lo tendrás». «Solo tienes que tomarlo, a que esperar, vive la vida, es corta, comamos y bebamos que mañana moriremos». Con estos y otros argumentos cualquier resistencia queda rota, entrando en una vida de desenfreno, sin  control de nosotros mismos, para ser manipulados y oprimidos por un sistema consumista, materialista, relativista y hedonista.

La respuesta al desenfreno y la falta de dominio propio la encontramos en el evangelio de Jesús dirigido a quienes reconocen su necesidad de médico. Es para los que no pueden, —ni saben—, controlarse  a sí mismos. Para los pobres de espíritu necesitados de una nueva naturaleza. Para aquellos que se rinden, trabajados y cargados, viniendo al descanso de una vida en yugo con aquel que nos hace descansar. De esta forma recibimos la regeneración; un espíritu nuevo de amor, poder y dominio propio. Somos traslados del dominio de las tinieblas, al reino de su Hijo amado. Su reino es paz y gozo. Primicias del reino mesiánico y eterno. El Mesías, substituto nuestro, nos libra del desenfreno.

TIEMPOS FINALES (12) – Calumniadores

Calumniadores (4)Calumniadores

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles (peligrosos RV60). Porque los hombres serán… calumniadores…  (2 Timoteo 3:1,3).

¿Qué es una calumnia? Es una acusación falsa que se hace con malicia para hacer daño a otro. Si la blasfemia se dirige hacia Dios, la calumnia tiene al hombre como destinatario. Es la consecuencia de la falta de amor verdadero por la verdad y la justicia. Es el lenguaje común de la serpiente antigua, del padre de la mentira, el acusador de los hermanos. El hombre calumniador es la boca de Satanás para dar expresión al veneno mortífero que lleva como naturaleza de serpiente. Hemos tenido calumniadores siempre en la historia de la humanidad, ¿por qué, entonces, el apóstol dice que será una señal del carácter de los hombres en los últimos tiempos? No cabe duda que hay muchas de las características expresadas en este pasaje de Pablo a Timoteo que se han manifestado siempre, en todos los periodos de la historia, sin embargo, creo que en el final de los tiempos la proporción aumentará. Es un tipo de carácter generalizado.

En nuestra sociedad los medios de comunicación tienen un poder, (lo llaman el cuarto poder), que mediante el derecho a la libertad de expresión dan lugar en muchas ocasiones a todo tipo de manipulaciones interesadas para llevar naciones enteras a un lavado de cerebro de masas, en connivencia con el poder político. Internet, un medio útil en muchos casos, se vuelve perverso cuando la calumnia corre por la red sin control moviendo a multitudes como manada en estampida. Una de las muchas manipulaciones instaladas en nuestra sociedad es la llamada violencia de género. Hay una calumnia dirigida a denigrar la familia natural en la figura del padre. Aprovechando algunos casos de maltrato real se presenta la acusación con la idea de que todos los hombres son maltratadores, violentos, y asesinos de mujeres. Ella puede acusar injustamente a su pareja y el hombre ser puesto en la cárcel antes de saber si la acusación es verdadera o falsa. Me recuerda el caso de Nabot. Jezabel consiguió el capricho del rey Acab quitándole la viña a su dueño, acusándolo falsamente mediante hombres perversos y calumniadores (1 Reyes 21:5-15).

La respuesta a la calumnia la encontramos en el evangelio que transforma nuestra manera de hablar. Nos saca del dominio de la mentira y nos introduce en el reino de la verdad. Jesús es la verdad. El evangelio santifica nuestros labios, (como en el caso de Isaías, que vivía en medio de un pueblo de labios inmundos, como el nuestro), para que sirvamos a la justicia, hablemos la verdad y traigamos vida a los oyentes. La calumnia y mentira quedarán neutralizadas por la verdad del evangelio que nos hace libres.

TIEMPOS FINALES (11) – Implacables

Implacables (2)Implacables

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… implacables…  (2 Timoteo 3:1,3).

Cuando hablamos de un hombre implacable estamos identificando a la persona con un carácter violento en extremo. Sin escrúpulos. Inflexible. Endurecido. Sin afecto natural. Sin conciencia. Parece haber perdido la humanidad y su capacidad de conmoverse. No le importa el sufrimiento ajeno. La vida humana no tiene ningún valor para las personas con este tipo de carácter. Generalmente son líderes, gobernantes que acaparan un gran dominio sobre sociedades o naciones. También los encontramos en los hogares, en las empresas, en las universidades, en la política y por supuesto en el ámbito religioso. Pueden tener aspecto agradable, bien vestidos, encorbatados, pero detrás de una sonrisa pasajera anidan una frialdad y dureza de corazón que hiela la sangre.

La implacabilidad puede esconderse detrás de intereses de estado, de empresa, del cumplimiento de una visión, de un proyecto donde hay en juego miles o millones de euros. Entonces todo vale. El interés económico que se ramifica en dominio sobre los hombres, poder sexual sobre el sexo contrario que doblega las voluntades más firmes cuando se decide el pan de los hijos, el bienestar material y trepar en la escala social. De esta forma, ser despiadados se convierte en una necesidad básica justificando cualquier medio para conseguir los fines.

En definitiva, aceptamos con naturalidad el carácter implacable de los hombres como parte del «juego democrático». Así, nuestra sociedad cobija, respeta y comprende a líderes de hielo, sin atisbo de humanidad, cínicos, manipuladores aferrados a la mentira como parte esencial de su comportamiento, porque un poder superior dirige a todos ellos: gobernantes y gobernados en el ámbito que sea. En muchos colegios encontramos a jovencitos siendo implacables en su acoso a otros compañeros por el simple placer de verles sufrir. Incluso niños de corta edad manifiestan este tipo de carácter, actúan con dureza en su tiranía hacia los padres, que estos aceptan como muestra de amor mal entendido, para no permitir la frustración que significa decir ¡no! a los caprichos infantiles.

La respuesta a esta maldad la encontramos en el evangelio de Jesús que cambia el corazón de piedra y lo transforma en un corazón de carne. Nos libra de la violencia de una naturaleza caída reproduciendo la vida del príncipe de paz. El mensaje de la cruz quebranta la maldad y el pecado del hombre devolviéndole la humanidad con la simiente eterna. El evangelio es poder de Dios para salvar a los hombres de sí mismos, de su propia iniquidad, trasladándolos al reino de su amado Hijo. Señor, venga a nosotros tu reino.

TIEMPOS FINALES (10) – Sin afecto natural

Sin afecto naturalSin afecto natural (sin amor)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… sin afecto natural (sin amor)…  (2 Timoteo 3:1,3).

Definitivamente está instalado en nuestra sociedad occidental el afecto hacia los animales sobre el afecto natural. ¿Qué es el afecto natural?  En la Biblia de las Américas esta palabra se traduce por: sin amor. El amor a Dios y al prójimo lo hemos substituido por el amor a los animales, al deporte, la ciencia, la tecnología, el trabajo, el dinero, el sexo, en definitiva, amor a sí mismo y lo nuestro. Perder el afecto natural es perder toda sensibilidad humana, es dilapidar la humanidad. El afecto natural es el amor a los padres, a los hijos, los hermanos, los abuelos, la familia, en definitiva, al ser humano. ¿Por qué se pierde el afecto natural? Esta es una de las respuestas que encontramos en la Escritura: Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen (Romanos 1:28 LBLA). O como dice en la versión NTV: Por pensar que era una tontería reconocer a Dios, él los abandonó a sus tontos razonamientos y dejó que hicieran cosas que jamás deberían hacerse.

La fuente del afecto y el amor es Dios. Hemos sido creados a su imagen y semejanza. Sin embargo, el pecado ha deformado esa imagen, aunque existe aún lo innato en el ser humano, el amor por la justicia y la equidad, que se pierden progresivamente a medida que avanza el misterio de la iniquidad, el aumento de la maldad, por tanto, el enfriamiento del amor y la pérdida de los afectos naturales. Vivimos en ese tiempo. Las aberraciones son cada vez mayores y nos impresionan menos. Estamos habituándonos a perder toda sensibilidad. Se impone el interés económico por encima de todo. El amor a las riquezas estropea los mejores amores. El afán de dominio pisotea los valores más elementales que protegen a la sociedad de la descomposición y la corrupción definitiva.

En el evangelio hay sal y luz. Jesús es la luz del mundo y la sal de la tierra. Es el pan de vida, el camino al Padre, la justicia de Dios. Jesús ha dado a luz un nuevo hombre mediante la resurrección. Su naturaleza, por el Espíritu, se ha distribuido a todo el cuerpo de redimidos levantando un edificio, en tres días, de todo linaje, pueblo y nación. El evangelio dice que Dios es amor y lo ha derramado, por su Espíritu, sobre cada uno de sus hijos. En el amor no hay temor. El que ama es de Dios, el que no ama no es de Dios, porque Dios es amor. El amor de Dios se ha expresado en la cruz del Mesías de tal manera, para que todo aquel que en él crea, no pierda (no pierda el afecto natural, el amor), sino que tenga vida eterna.

TIEMPOS FINALES (9) – Impiedad

ImplacablesImpíos (irreverentes)

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… impíos (irreverentes)…  (2 Timoteo 3:1,2).

Una definición rápida y sencilla de impiedad es ausencia de piedad. Pablo escribe que la gracia nos enseña a renunciar a la impiedad (Tito 2:11-12). En otro lugar dice: ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? En ninguna manera. La gracia enseña a vivir en la doctrina de la piedad. Esta doctrina tiene su contrapartida en usarla como medio de ganancia. Cuando se usa la doctrina de la piedad con el objetivo de enriquecerse (es el caso de algunas ONGs) hemos entrado en la impiedad; la impiedad de los hombres en los últimos tiempos. Es actuar con irreverencia a la verdad. Sin respeto por la justicia.

La irreverencia es falta de respeto. La falta de respeto a Dios y su palabra es ausencia del temor de Dios. La necedad se afinca en el corazón del hombre y la ausencia de respeto por lo sagrado irrumpirá con fuerza pretendiendo traspasar los límites de la gracia, la libertad del Espíritu, la ley de Dios y hacerlo con presunción, blasfemando de las potestades superiores y exigiendo un sometimiento incondicional en nombre de una autoridad extralimitada. Nuestra sociedad se caracteriza por la falta de respeto a las autoridades: a los padres, los maestros, las leyes humanas y por supuesto la ley de Dios. Este proceso de irreverencia e irresponsabilidad ha instalado la corrupción como compañero habitual de los gobiernos. No se respeta a la mujer ni al marido, los hijos no respetan a los padres, algunos padres desprecian al no nacido y se lo quitan de en medio como si fuera un grano de la pubertad; no se valora en su justa medida el medio ambiente, ni los bienes públicos, en definitiva, los hombres serán impíos, irreverentes.

La respuesta para combatir la impiedad la encontramos en el evangelio donde se nos enseña que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, ese es nuestro culto racional; es la manifestación de nuestro respeto y reverencia a Dios. Que nos presentemos a Dios como vivos de entre los muertos, y nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia y piedad. La sana doctrina es conforme a la piedad. Por el fruto se conoce el árbol. Está escrito: Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia (Hebreos 12:28 LBLA). El misterio de la impiedad tiene hoy una fuerza renovada impulsada por leyes inicuas introducidas mediante un lenguaje inclusivo que mezcla y relativiza los valores en un mar de confusión. Ese mar embravecido por la soberbia expulsa oleadas de maldad que están anegando a esta generación.

TIEMPOS FINALES (8) – Ingratitud

IngratitudIngratitud

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… ingratos…  (2 Timoteo 3:1,2).

La ingratitud afea el rostro de los hombres. En una sociedad donde se impone el culto al cuerpo y la belleza natural ocupa un lugar prioritario la ingratitud del carácter destruye cualquier maquillaje que pretende esconder la muerte que emana del mismo cuerpo. Una sociedad no agradecida desprecia el esfuerzo de generaciones anteriores. No valora el esfuerzo y trabajo que ha costado llegar a conseguir los beneficios presentes. Rápido nos acostumbramos a los derechos establecidos sin importarnos cómo se consiguieron. El pueblo que olvida los beneficios recibidos se vuelve despilfarrador, menospreciador, ingrato. No valora el trabajo de otros, solo piensa en sí mismo y en correr con la recompensa.

Diez leprosos vinieron a Jesús. Todos fueron sanados mientras caminaban hacia el beneficio de obtener la salud. Solo uno, y este samaritano, regresó para dar gloria al Dios de Israel. La exhortación del salmista al pueblo elegido es esta: Bendice, alma mía, al Señor y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Cuando olvidamos los beneficios obtenidos entramos en la ingratitud a toda velocidad. Las sociedades democráticas modernas se denominan «estado de derecho». Tenemos derechos porque pagamos impuestos. Compramos el bienestar y exigimos su cumplimiento. En el reino de Dios no es así.

En el reino de Dios obtenemos el beneficio de pura gracia y vivimos agradecidos para siempre. Le amamos porque Él nos amó primero. Un pueblo que da por hecho la salvación y el precio que costó pone los cimientos para ser atrapado por los sistemas de este mundo, invadido por el cuto a Baal y la idolatría de la reina del cielo. Uno de los propósitos de la llamada «cena del Señor» es recordar que el precio está pagado. Es memorizar («haced esto en memoria de mí») que fuimos comprados con sangre, la sangre del Justo, y que volverá, por tanto, somos extranjeros y peregrinos, y deberíamos vivir agradecidos a Aquel que nos compró como propiedad suya para siempre. No somos nuestros. El evangelio dice: Sed agradecidos (Colosenses 3:1). En palabras, —dicen—, de Teresa de Ávila, quedaría así: «No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, me mueves tan solo tú. Me mueve tu amor de tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te quisiera; y aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero yo te quisiera». La Ley y los profetas se cumplen en esta máxima: Amar a Dios con todo el corazón, y a tu prójimo como a ti mismo. Esta es la respuesta del evangelio de Dios a la ingratitud humana.