El hombre condenado – 47
Los hijos de condenación (XXXIX) – Babilonia (31)
Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella (Apocalipsis 19:1,2)
La muerte física no es el final. Jesús dijo: No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Babilonia puede matar el cuerpo, pero no tiene potestad para destruir el alma de aquellos que salen de su dominio y son trasladados al reino eterno.
Sí tiene la posibilidad de producir dolor y muerte durante un tiempo, no en vano nuestro mundo y su historia está lleno de esta triste realidad, sin embargo, hay un día señalado por el Padre para poner fin a su dominio perverso y ser juzgada con severidad. Hubo una gran voz en el cielo, un grito de victoria que no fue reprimido, una proclamación muy conocida y poderosa: ¡Aleluya!
Por tanto, podemos decir que cuando cantamos y exclamamos con júbilo «¡Aleluya!» estamos adorando a Dios y a la vez anunciando el juicio futuro de Babilonia y sus obras. La adoración a Dios y la exaltación a su nombre con júbilo y proclamaciones como «¡Aleluya!» le recuerdan a Satanás que sus días están contados. Su derrota es inminente. Su dominio al estilo Nimrod tiene fecha de caducidad y su juicio ha sido decretado. Por eso nos dice al salmista: Cantad a YHVH cántico nuevo; su alabanza sea en la congregación de los santos. Alégrese Israel en su Hacedor; los hijos de Sion se gocen en su Rey. Alaben su nombre con danza; con pandero y arpa a él canten… Exalten a Dios con sus gargantas, y espadas de dos filos en sus manos, para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre los pueblos… para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos. Aleluya (Salmo 149). Esta alabanza tiene su base en el juicio a la gran ramera, Babilonia, porque ha corrompido a toda la tierra con su fornicación y la venganza por la sangre derramada de los siervos de Dios. El Señor es justo y lo hará.
Nuestra alabanza en la tierra puede unirse a la que se hace en el cielo en los mismos términos. Lo hacemos desde Jerusalén, en Espíritu y verdad. Decimos ¡Aleluya! Cantamos ¡Aleluya! Gritamos ¡Aleluya! Lo mismo dicen en el cielo. Alabanza al Señor y golpe de vara al enemigo (Is.30:32). Di conmigo: ¡Aleluya! Salvación, honra, gloria y poder son del Señor nuestro Dios.
Una gran voz en el cielo decía: ¡Aleluya! Unámonos en la tierra con la misma voz para anunciar la victoria de los santos sobre Babilonia.