Estamos asistiendo a un tiempo donde parece haber una competencia cada vez más desenfrenada por realizar el mayor disparate, pronunciar la peor provocación al sentido común, y llevarlo al Parlamento para elevarlo a ley y consolidarlo como forma de vida para que todos lo acepten como dogma de fe; y el que no lo haga se le señale como retrógrado, intolerante, enemigo de la sociedad que avanza y por tanto lapidarlo de una u otra forma.
En algunos lugares han cambiado la imagen de un hombre en los semáforos por el de una mujer con falda. Otros quieren cambiar el letrero del Congreso de los Diputados añadiendo Diputadas. La mayoría de los políticos alargan sus discursos neciamente con apelaciones a españoles y españolas, miembros y miembras, jóvenes y «jóvenas». Hemos llegado a la asimilación de un lenguaje con el que se pretende ser moderno, feminista y progre.
Algunas posiciones feministas pretenden criminalizar al hombre solo por ser hombre, y por tanto, sospechoso de machista, dominante y asesino de mujeres. Por otro lado, se ocultan las muertes de hombres a manos de sus mujeres, pero se amplifican en los medios de comunicación los casos de violencia de género donde la víctima es una mujer asesinada (condenable sin paliativos) a manos de su esposo o pareja.
El feminismo superficial y falsario que nos ha invadido pretende criminalizar al hombre por ser hombre, de la misma manera que se hacía con la burguesía en la lucha de clases, o como se hace injustamente con el Estado de Israel y los judíos por existir, al margen de los hechos.
Hay un ataque a la familia sin precedentes en la sociedad actual. Uno de los objetivos es denigrar al hombre como esposo y padre de familia, que en muchos casos ha abandonado sus responsabilidades cediendo de forma cobarde ante el empuje de un falso feminismo que lo ha acomplejado. Si el machismo ha sido y será siempre reprobable, el feminismo es igual pero en el otro extremo del péndulo. Se pretende una guerra de sexos contra natura, ver al hombre como enemigo y sospechoso por el solo hecho de haber nacido varón. Esto me recuerda la advertencia que nos hace la Escritura sobre los postreros tiempos. Leamos.
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse… [1].
Observemos varias cosas. En los últimos tiempos predomina la apostasía por oír a espíritus engañadores y establecer doctrinas de demonios a través de personas hipócritas y mentirosas que han perdido toda sensibilidad y sus conciencias se han cauterizado, no tienen capacidad de distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto, la verdad de la mentira. Han sido atrapados en corrientes de pensamiento mayoritario que, como los antiguos barbaros, han invadido la sociedad moderna. Y esas corrientes de pensamiento tienen un objetivo: prohibir. ¿Qué es lo que prohíben? En este caso, casarse, es decir, despreciar la familia, deformarla con leyes contrarias a la ley moral y natural, erradicarla mediante el menosprecio, la infamia, el odio a los géneros, la sexualidad pervertida, la promiscuidad sexual, hacer del matrimonio un contrato de convergencia de intereses y nada más, generalizar las conductas machistas como si fueran la única posible, normalizar el matrimonio homosexual, las parejas de hecho, la fornicación y el adulterio, poner la educación de los hijos en manos de un Estado laico, etcétera, etcétera.
El liberalismo de muchas iglesias ha corrompido la verdad revelada para aceptar este modelo impuesto por doctrinas de demonios y espíritus engañadores. Se abandona la verdad de la Escritura que impedirá poder discernir las verdaderas intenciones de estas leyes que se presentan como derechos, escondiendo su engaño con eufemismos y una falsa apariencia de piedad que pretende defender los derechos de la mujer, de los homosexuales y de los niños; cuando en realidad se esclaviza a las mujeres y se sigue usando como objeto sexual, se desprecia a las personas por ser homosexuales, criminalizando a los cristianos que son quienes verdaderamente buscan su bienestar real, y se mata a los niños en el útero materno con argumentos que emergen del mismo infierno. Pues bien, cuando se abandona la verdad de la palabra revelada perdemos la capacidad de discernir las verdaderas intenciones de estas leyes inicuas.
Así está escrito: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma del espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón [2]. Observa. La palabra de Dios penetra en nuestro ser interior para poder discernir los pensamientos y las intenciones verdaderas del corazón. No solo lo que la ideología de género impone, sino la verdad de las cosas, la verdad de una estrategia diseñada malévolamente, por una mente perversa, un ente espiritual que se abre camino en la mente humana para introducir sus argumentos en las sociedades, implantarla como ley, −cambiando la ley de Dios−, y cegar el entendimiento con un engaño infernal que se establece como dogma de fe en naciones y continentes. ¡Pensemos! ¡Despertemos!
Toda corriente de pensamiento ideologizado que se establece con una fuerza irresistible en naciones enteras no puede ser natural, aunque el hombre lo impulse; tienen un origen sobrenatural, la fuerza de una mente espiritual, una potestad superior, que el ser humano no puede resistir en sus limitaciones, como no pudo el rey Acab oponerse a la hechicería de Jezabel, −sacerdotisa de Baal−, que le impulsaba a hacer lo malo mediante un dominio idólatra que dirigía al hombre, −cabeza del reino−, a su antojo.
El orden de Dios se ha soslayado. (Soslayar es «evitar con un rodeo»). No solo el orden creacional, también su autoridad, su soberanía, su voluntad, y nunca, nunca, esta pretensión soberbia trae nada bueno. Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre siembra, eso siega.
El orden es este: Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo [3].
El Padre nunca tiranizó al Hijo cuando éste vivió bajo su autoridad en la tierra; como tampoco el hombre ha sido llamado a hacer de la mujer su esclava. Está escrito que la mujer procede del hombre, pero también que el hombre procede de la mujer. Lo dice el mismo apóstol un poco más adelante: Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios [4].
En el principio había desorden y vacío, confusión y caos [5], pero la palabra de Dios introdujo el orden mediante la luz de la verdad, a través del Verbo que ordena todas las cosas. Jesús es el Verbo de Dios; y aquel Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros para que viéramos la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. La rebelión produce caos y confusión, la verdad nos hará libres.
Hoy predomina el espíritu de Jezabel a través del feminismo; el error de Balaam mediante el afán de lucro; y la rebelión de Coré mediante el desafío a la autoridad establecida. Tenemos el modelo totalitario de Nimrod y el modelo manipulador/seductor/hechicero de Jezabel, ninguno de ellos son la voluntad de Dios.
Nuestro modelo es el evangelio de Jesús. El nuevo hombre creado en justicia y santidad de la verdad. Este es el modelo del futuro reino mesiánico que establecerá el Mesías de Israel en Sión. Ese día caerán todos los dominios y el Señor será exaltado en su monte santo. A él acudirán todas las naciones, cuando hayan sido suprimidos todos los dominios y potestades, que ya han sido expuestos y derrotados en la cruz del Calvario mediante la redención llevada a cabo por el Hijo de Dios.
Notas.
[1] – 1 Timoteo 4:1-3
[2] – Hebreos 4:12
[3] – 1 Corintios 11:3
[4] – 1 Corintios 11:11,12
[5] – Génesis 1:1-5