HOMBRES IMPÍOS (3) – Introducción (3)

Hombres impíosHombres impíos – Introducción (3)

Acecha el impío al justo, y procura matarlo… Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero el pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado (Salmos 37:32,35,36)

El Salmo 37 expone la diferencia entre el impío y el justo. Al impío se le llama también «los malignos» (versículo 1), «el malo» (10), «los malditos» (22), «los pecadores» (34), y «los transgresores» (38). Todos estos términos se refieren a la misma calidad de persona que unificamos en el término: «impío».

¿Qué es la impiedad? Podemos definirla como la persona que no reconoce a Dios, vive lejos de su ley, incluso de la ley moral o natural impresa en la conciencia de quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Son aquellas personas que tienen un estilo de vida y una actitud que excluye a Dios de sus pensamientos e ignoran y violan deliberadamente las leyes divinas.

Los impíos se niegan a reconocer a Dios a pesar de la evidencia en la creación (Romanos 1:20,21); participan deliberadamente en la idolatría (Romanos 1:25); practican un estilo de vida que no respeta los límites divinos (Romanos 1:26-31); no temen el juicio de Dios sino que involucran a otros en su maldad (Romanos 1:32). Además se recrean en la injusticia, maquinan el mal (Miqueas 2:1), le dan cobertura y cauce en sus vidas, familias y sociedades; se les llama hijos de Belial. Fue el mundo de los impíos sobre quienes vino el diluvio en días de Noé (2 Pedro 2:5). Son aquellos que convierten en libertinaje la gracia del Señor, y niegan a Dios su soberanía (Judas 1:4). Son los que persisten en pecar (1 Timoteo 5:20); quienes causan divisiones y endurecidos hay que desecharlos, sabiendo que se han pervertido, pecan y están condenados por su propio juicio (Tito 3:10,11).

Los hombres impíos aparecen continuamente en las páginas de la Biblia como recordatorio del poder del mal y la condenación que les aguarda. Sin embargo, también se nos dice que Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Lo cual quiere decir que entre los impíos hay aquellos que serán salvos de la impiedad obteniendo la salvación por pura gracia, aunque hay quienes endurecidos en sus corazones la rechazarán, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:11).

         Los impíos que endurecidos rechazan la gracia de Dios se han condenado por su propio juicio, rechazando la misericordia del evangelio. 

HOMBRES IMPÍOS (2) – Introducción (2)

Hombres impíosHombres impíos – Introducción (2)

Maquina el impío contra el justo… Los impíos desenvainan espada y entesan su arco… Mas los impíos perecerán… El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene misericordia, y da. Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos (Salmos 37:12,14,20,21,22)

Me gustaría, en la medida de mis posibilidades, poner en orden los pensamientos que quiero transmitir al abordar este tema. Puede prestarse a confusión mezclar los conceptos y sacar conclusiones erradas. Por ello, me gustaría hacer una distinción que pueda ser esclarecedora para que podamos comprender la amplitud del concepto «impío» en la Escritura, y qué debemos entender por ello en cuanto a la salvación y destino eterno de unos y otros.

Quisiera diferenciar tres tipos de personas. Por un lado los que entran dentro del término general de «impíos». Este grupo lo veremos en las siguientes meditaciones por lo que ahora no me parare en ellos. Solamente diré que en este grupo tenemos una multitud de comportamientos y formas de proceder, todos ellos dentro de la impiedad entendida en el sentido amplio del término.

Luego encontramos a quienes la Escritura llama «justos». Son aquellos que viven sujetos a la ley de Dios y la cumplen dentro de las limitaciones propias de la naturaleza caída. Hay en ellos una forma de vida que agrada a Dios. Están en oposición a los impíos en su forma de vivir. En el Antiguo Testamento los encontramos entre el remanente fiel de Israel que son justificados por la obra de Jesús, «que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apc.13:8), y «destinado desde antes de la fundación del mundo» (1 P.1:20); por tanto, miraban hacia adelante, a la obra que se consumaría en la cruz del Calvario, y en el Nuevo Testamento son aquellos que han sido justificados por la fe en la redención ya efectuada en la cruz, y que miran al pasado para ser hechos justos (2 Co.5:21).

Hay otro grupo que podemos llamar aquellos que viven por la ley moral o natural de sus conciencias, formada por un sistema religioso o la cultura recibida que refrena la naturaleza del mal, aunque no la regenera. Pablo se refiere a ellos como los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí  mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos (Rom.2:14-16). Resumiendo, encontramos que entre los pecadores necesitados de salvación hay impíos sin ley, y otros con una conciencia sensible al temor de Dios o la cultura que frena la maldad. Ambos necesitan el evangelio de la gracia que se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Tito 2:11).

         La impiedad puede ser refrenada y contenida por la conciencia moral.

HOMBRES IMPÍOS (1) – Introducción (1)

Hombres impíosHombres impíos – Introducción (1)

No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán  (Salmos 37:1,2)

Comenzamos a partir de esta meditación con un nuevo apartado dentro del tema general de esta larga serie sobre el hombre condenado. Hemos visto hasta ahora que la Escritura nos habla de personas destinadas a condenación, algunos con nombres y apellidos, sus obras y destino. Los hemos llamado hijos de condenación. Todos ellos viven dentro de lo que se denomina el sistema de este mundo, el presente siglo malo y Babilonia, que se ramifica en múltiples obras en oposición a Dios.

Este sistema está formado por aquellas personas que naciendo en pecado nunca se han arrepentido de su maldad y, por tanto, su destino eterno es la condenación anunciada con toda claridad en la misma Escritura que habla de salvación y vida eterna. Esta salvación está disponible por gracia, mediante la redención realizada por el Mesías de Israel, y que permite el traslado de la potestad de las tinieblas al reino de su amado Hijo al convertirse de las tinieblas a la luz, y pasar de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe, perdón de pecados y herencia entre los santificados o separados (Hch.26:18), es decir, los que en la Escritura se denominan justificados hijos de Dios.

Por tanto, tenemos que hay quienes han sido destinados a condenación –aunque en un sentido más amplio todos hemos sido destinados a ella por causa del pecado− y dentro de estos existe un grupo de personas que oirán el evangelio, y habiendo creído en él, serán sellados por el Espíritu Santo para Dios el Padre como hijos suyos. Son los regenerados, que han nacido a una nueva naturaleza, siendo despojados de su vieja y vana manera de vivir la cual heredaron de sus padres. Su destino es el hombre glorificado que también hemos visto en otra serie anterior.

A partir de ahora nos ocuparemos de un amplio grupo de personas que en la Biblia se les conoce como «los impíos», aunque aparecen con otros nombres. En el Salmo 37 se les llama malignos, malditos, pecadores y transgresores, pero sobre todo «impíos», y así en muchos otros lugares de la Biblia. Pues bien, dentro de este grupo general haremos una diferenciación en tres partes que nos darán un sentido más amplio del término, aunque nos detendremos especialmente en uno de ellos y las obras que producen.

         Hay hombres impíos destinados a condenación, y otros con la misma naturaleza pecaminosa que obtendrán la salvación escuchando el evangelio.

NOTA INFORMATIVA – Meditaciones

Quiero informaros que como sabéis he terminado la serie sobre TIEMPOS FINALES, estoy preparando una nueva que he titulado HOMBRES IMPÍOS, acabaré de adaptarla aprovechando estos días de Pascua por lo que durante esta semana no haré los envíos que vengo realizando los lunes, miércoles y viernes. Los retomaré el próximo día 6 de abril.

Aprovecho para enviaros un saludo cordial en el glorioso Nombre de Jesús.

VIRGILIO ZABALLOS – España

TIEMPOS FINALES (80) – Derramamientos del Espíritu (16)

Derramamientos del EspírituDerramamientos del Espíritu (16)

Oh Señor, he oído lo que se dice de ti y temí. Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión (Habacuc 3:2 LBLA)

Quiero culminar esta serie sobre tiempos finales con la oración del profeta Habacuc. Un breve análisis de este libro profético nos muestra que su mensaje fue previo al inminente juicio de Dios sobre Judá a manos del Imperio Babilónico. La atmósfera espiritual de los días de Habacuc era de decadencia y juicio, muy similar a los nuestros. Comienza preguntándose por qué su oración no ha sido oída, por qué permite el Señor que la iniquidad predomine y la opresión sea generalizada. El impío asedia al justo. Además, comprende que el Señor usará la vara de Babilonia para juzgar a su pueblo. En esa tesitura, el profeta se coloca en su puesto de guardia, sobre la fortaleza velará para ver en qué consiste la respuesta del Señor. Entiende que el juicio sobre Judá es irreversible, por tanto, esperará confiado y tranquilo el día de la angustia, al pueblo que se levantará para invadirlos (3:16 LBLA). Para culminar con un canto de esperanza y fortaleza en el Dios de su salvación, aunque al presente las circunstancias sean muy desfavorables: Ni la higuera, ni las viñas, ni el olivo producen alimento, faltan las ovejas y las vacas en los establos, a pesar de ello se alegrará en el Señor, se regocijará en el Dios de su salvación, porque el Señor Dios es la fortaleza que lo sostiene en medio de una situación tan adversa (3:17-19 LBLA).

Antes, al inicio de su oración en tono de Sigionot,  (canto vehemente), expresa su conocimiento del Señor: He oído lo que se dice de ti y temí. Conoce el carácter justo del Dios de pacto, y ese pacto ha sido quebrantado, por tanto, es consciente de las consecuencias que se derivan de ello. Eleva un clamor para que se avive su obra, que en este caso es de juicio y no de avivamiento como habitualmente se ha interpretado. Porque el Señor no tendrá por inocente al culpable, tampoco debemos imaginar otro escenario en la presente generación. Hemos transgredido la ley y sobrepasado todos los límites de la paciencia de Dios. Somos culpables. Por ello, el juicio sobre las naciones es inevitable. Pero el profeta hace un quiebro en su oración apelando a la misericordia de Dios sin eludir su ira contra la impiedad, por ello levanta un último clamor en favor de aquella generación y que podemos hacer nuestro para este tiempo: En la ira, acuérdate de tener compasión. En medio de los tiempos finales llenos de maldad y la manifestación justa de la ira de Dios, podemos apelar a su compasión, a derramamientos del Espíritu Consolador, para superar este tiempo oscuro y alcanzar la restauración venidera.

         La compasión de Dios estará presente en medio del juicio inevitable.

TIEMPOS FINALES (79) – Derramamientos del Espíritu (15)

Derramamientos del EspírituDerramamientos del Espíritu (15)

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención… Antes bien sed llenos del Espíritu  (Efesios 4:30 y 5:18)

Las malas experiencias no anulan la verdad de Dios. Los múltiples casos de falsificaciones espirituales nunca podrán impedir nuevos derramamientos del Espíritu de Dios. Está profetizado. Es palabra de Dios que permanece para siempre en el cielo (Salmos 119:89). En los postreros tiempos derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. La multiplicación de la maldad no podrá vencer el poder de la gracia, porque donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Incluso aunque el Señor solo encuentre un justo, Noé, y toda su generación esté corrompida y llena de violencia, el Dios de toda gracia hará reverdecer la justicia y la equidad una vez más.

Aunque Moisés esté solo ante un pueblo quejoso, incrédulo y desobediente; a pesar de sus múltiples sinsabores en el desierto, el Señor volverá a abrir caminos en el desierto y ríos en la soledad (Isaías 43:19). Es la fuerza de la luz y la vida sobre las tinieblas y la muerte. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5). El cielo y la tierra pasarán, pero su palabra eterna nunca pasará. Las tinieblas llenan la tierra sobre naciones gobernadas por poderes babilónicos mediante un pretendido gobierno mundial, pero sobre Jerusalén aparecerá el Señor, el reino es del Señor, la justicia será establecida en la tierra porque habrá un justo que gobierne.

Por tanto, no debemos entristecer al Espíritu con temor, incredulidad y ansiedades; sino buscarlo con pasión como la novia del Cantar de los Cantares busca a su amado en circunstancias a veces muy desfavorables. Pero el amor es más fuerte que la muerte. El sello del Espíritu con el que fuimos sellados para el día de la redención final de nuestros cuerpos mortales nos recuerda que somos extranjeros y peregrinos en la tierra, que buscamos una patria celestial, y ahora la saludamos, creyendo, confesando y degustando los poderes del siglo venidero (Hebreos 11:13-16 y 6:4,5).

Hemos sido hechos partícipes del Espíritu Santo, la promesa del Padre, la cual recibimos por fe, y no debemos ser como los gálatas insensatos fascinados y hechizados por el brillo de doctrinas falsas, sino saber que recibimos el Espíritu por el oír con fe (Gálatas 3:1-3). Hemos comenzado por el Espíritu. La vida cristiana es Cristo en nosotros, —la perla de gran precio—; no seamos engañados con otras piedras sin brillo, perecederas, que nunca edifican nuestras vidas sobre la Roca, el edificio de Dios, sino sobre heno paja y hojarasca. Los tiempos pueden ser malos, (y lo son), pero sobre ti amanecerá el Señor y sobre ti será vista su gloria.

         Nuestra verdadera necesidad sigue siendo ser llenos del Espíritu de Dios.

TIEMPOS FINALES (78) – Derramamientos del Espíritu (14)

Derramamientos del EspírituDerramamientos del Espíritu (14)

Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno (1 Tesalonicenses 5:16-21)

Las malas experiencias nos paralizan, las buenas nos impulsan y transforman. Los desequilibrios y contradicciones que se presentan en todo ser humano tienen el potencial de desestabilizarnos y llevarnos  a una vida zarandeada que impida el cumplimiento del plan de Dios. El sabor amargo que dejan las decepciones o el ser defraudados y traicionados puede marcar el rumbo de nuestras vidas irremediablemente. También en las congregaciones y movimientos espirituales.

Cuando hablamos de manifestaciones del Espíritu aparecen con rapidez los ejemplos de fraude y falsificación, que los hay, y con ello el temor paralizante que nos roba la superación de los escollos y el desarrollo hasta su culminación. He sido parte de diversos movimientos del Espíritu en congregaciones locales que impulsaron un tiempo de refrigerio espiritual y una libertad gloriosa del Espíritu donde fluían los dones y la comunión edificante de los hermanos. Luego, sin saber bien como (en algunos casos están bien definidos) surgen pequeñas zorras que echan a perder la cosecha (Cantares 2:15). La división mediante las obras clásicas de la carne apaga la dinámica inicial y pronto perdemos el ánimo con la siguiente dispersión de la grey. Estos ciclos se han repetido demasiadas veces en nuestro país.

También aparecen experiencias espurias con actitudes de dominio y abuso de ciertos líderes que imponen una pesada carga de control dejando un regusto amargo que defraudará a muchos. Seguramente todo ello viene como consecuencia de no seguir las directrices apostólicas registradas en nuestro texto. Perdemos el gozo, dejamos de orar con fervor, la gratitud nos abandona olvidando fácilmente los beneficios del evangelio, apagamos el Espíritu, menospreciamos las profecías, y sobre todo, al examinar la situación nos quedamos solo con los malos ejemplos, las decepciones, sin retener todo lo bueno que hemos acumulado durante ese tiempo.

Es evidente que hay experiencias traumáticas que provocan un daño irreparable en las personas. La libertad del Espíritu en ocasiones produce todo tipo de excesos indeseables; la inmadurez de muchos, especialmente de los líderes, echa a perder la obra original del Espíritu y así entramos en una dinámica de edificar y destruir que se repite en forma de círculos viciosos con pérdida para todos. Sin embargo, podemos volver a levantarnos con gozo, oración y gratitud mediante el Espíritu.

         No debemos cansarnos de hacer el bien y buscar la fuente de vida.

TIEMPOS FINALES (77) – Derramamientos del Espíritu (13)

Derramamientos del EspírituDerramamientos del Espíritu (13)

Y temerán desde el occidente el nombre de YHVH, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como un río, más el Espíritu de YHVH levantará bandera sobre él (Isaías 59:19)

Hoy el movimiento pentecostal, ampliado en el movimiento carismático, es aceptado y reconocido mayoritariamente en la Cristiandad, pero no siempre fue así. Recuerdo la tensión que produjo en mis primeros años en el evangelio mantener la comunión con la iglesia pentecostal de Lérida y la de Asamblea de Hermanos en Salamanca. Aprendí mucho de ambas. Luego me enseñaron mis maestros a estar abierto a todo el Cuerpo del Mesías.

Dejando a un lado mis recuerdos, quiero reseñar, como he dicho en una meditación anterior, que todo movimiento espiritual, lo que llamamos avivamientos, mantienen una línea ondulada, con altibajos, comienza con una búsqueda sincera y quebrantada de corazón clamando por los ríos de agua viva, una vez se establecen pierden su impulso original dando lugar al estancamiento de sistemas religiosos viviendo en buena parte del pasado glorioso. Cuando disminuye la búsqueda de Dios aumentan los ídolos y los cultos extraños. La maldad crece y con ella la decadencia y apostasía de la fe. Una vez más se necesita el clamor al cielo por nuevos derramamientos del Espíritu que levanten bandera ante las fuerzas opresoras del mal.

El profeta Isaías nos dice que el Espíritu del Señor levantará bandera sobre los ríos de iniquidad. Y en ese tiempo vivimos. El misterio de la iniquidad está muy presente en la sociedad actual, pero hay quien lo detiene (2 Tesalonicenses 2:7). La vida de los justos frena el proceso degenerativo de la convivencia; pero si la sal se vuelve insípida no servirá para cumplir su función. La luz y la sal de la tierra es el pueblo del Señor en un mundo a la deriva. Debemos brillar. Necesitamos para ello la llenura del Espíritu, el Consolador y Ayudador. Lo necesitaron los primeros discípulos esperándolo, por mandato del Señor, el día de Pentecostés, para poder cumplir con la misión encomendada.

Nosotros no podemos ser tan arrogantes creyendo que nuestras propias fuerzas y habilidades serán suficientes en esta batalla. No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu (Zacarías 4:6), le dijo el Señor a Zorobabel gobernador de Judá. Seguimos necesitando el don de Dios en nuestros corazones. No descuidar el don, dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio, que diría Pablo a Timoteo (1 Timoteo 4:14). Avivarlo una y otra vez (2 Timoteo 1:6), porque el mal avanza, el amor se enfría, pero el Espíritu que Dios ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente (Santiago 4:5).

         Como está escrito: Dios desea fervientemente que el espíritu que puso dentro de nosotros le sea fiel (Santiago 4:5 NTV).

TIEMPOS FINALES (76) – Derramamientos del Espíritu (12)

Derramamientos del EspírituDerramamientos del Espíritu (12)

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isaías 57:15)

Mis primeras experiencias transformadoras tuvieron lugar en una pequeña iglesia pentecostal de Lérida. Avanzaba el año 1980 y estaba cumpliendo mi servicio militar. La combinación de mi propia búsqueda personal, la lectura del Nuevo Testamento y el encuentro con esta congregación, cuyo origen se debía en gran medida al apoyo de las iglesias pentecostales suecas, pusieron las bases de mi crecimiento y desarrollo espiritual posterior. Eran años cuando llegaban a España algunos ministerios avalados por una gran experiencia carismática en otros lugares. Los cultos se volvieron más espontáneos, la oración predominaba, el ayuno era habitual, y la alabanza brotaba de muchos corazones ansiosos de la presencia de Dios y el derramamiento del Espíritu.

En sus inicios, el movimiento pentecostal creció entre la gente más humilde, los parias entre los evangélicos y denominaciones tradicionales, que por otro lado hicieron todo lo posible por frenar aquel avance imparable del evangelio. Eran gentes sencillas, humildes, quebrantados de corazón, sin grandes recursos ni talento, pero fue entre ellos que se reinició la profecía de Joel en los últimos tiempos. Desde una casa semi-abandonada en la calle Azusa de los Ángeles se volvieron a oír cristianos que hablaban en nuevas lenguas y profetizaban. Los milagros no tardaron en aparecer y pronto el mover se extendió por todas las naciones. Como una semilla de mostaza el mensaje de ser bautizados en el Espíritu Santo con la manifestación de hablar en nuevas lenguas se abrió camino entre la tibieza generalizada y un nuevo mover de santidad, que ya se había iniciado con anterioridad, invadió el mundo cristiano llegando incluso a la Iglesia Católica con el movimiento carismático posterior.

La mayor explosión de crecimiento del evangelio de toda la historia del cristianismo ha tenido lugar en los últimos cien años motivada por el impulso pentecostal. Los datos hablan de alrededor de setecientos millones de personas convertidas al evangelio desde aquel mítico año 1906 en la calle Azusa. Es evidente que junto con el trigo crece la paja, y con la palabra sembrada también la cizaña. No todo ha sido, ni es, romántico en las iglesias pentecostales. Ha habido excesos, comportamientos indeseables, sí, pero lo que ha caracterizado este movimiento en sus orígenes ha sido un corazón quebrantado buscando al Señor, de ello fui testigo, como he dicho, en los primeros años de mi conversión.

         Dios vivifica, también en tiempos finales, el corazón de los quebrantados.

TIEMPOS FINALES (75) – Derramamientos del Espíritu (11)

Derramamientos del EspírituDerramamientos del Espíritu (11)

Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Corintios 1:26-29)

El evangelio es poder de Dios aunque muchos han pretendido usar ese poder para dominar a otros. La iglesia pronto se apartó del modelo Jerusalén para seguir el modelo griego y romano. La sabiduría y filosofía griega y el potencial romano para establecer estructuras de poder se infiltró temprano en la iglesia uniendo política, racionalismo y espiritualidad; de tal forma que durante siglos gran parte de la actividad eclesiástica giró en torno a debates interminables sobre tecnicismos teológicos con palabras latinas o griegas para asentar el dogma. Por supuesto, siempre hubo un remanente, como en la historia de Israel, que mantenía la llama de la fe viva, aunque muchos de ellos fueran desconocidos, vivieran en desiertos y sus nombres no figuren entre los llamados «padres» de la iglesia. Por ese camino se abandonó la dependencia del Espíritu ocupando su lugar la intelectualidad mezclando el evangelio con filosofía griega que le daba al mensaje un aire más atractivo para los intelectuales de la época. Estos procedimientos nunca han cambiado excesivamente a lo largo de los siglos.

El modelo de Dios sigue siendo el mismo: avergonzar a los sabios y fuertes escogiendo lo necio, vil y menospreciado del mundo. El gravísimo problema es que muchas de estas personas que comienzan siendo menospreciadas y que con humildad dependen del Espíritu de Dios, pronto se vuelven sofisticadas abandonando su sencillez inicial y abrazando el reconocimiento de los hombres que los vuelven débiles en el Espíritu y fuertes en su propia potencialidad impostada. Hay excepciones. Pocas. No reconocidas. Pero ellos serán los desconocidos valientes de David que ganarán batallas esenciales para todo el pueblo.

Dios no quiere arrogantes en su presencia. Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Por ello, uno de los movimientos más transformadores de la iglesia en los últimos tiempos se inició en una casa desvencijada de la calle Azusa, en los Ángeles, California, cuyo más conocido exponente fue un predicador negro llamado William J. Seymour. Se iniciaba el año 1906 y comenzaba así el movimiento pentecostal. Este movimiento, denostado y maltratado ampliamente, sería la espoleta para un crecimiento espiritual nunca antes visto.

         Dios avergüenza y deshace para que nadie se jacte en su presencia.