EL REINO VENIDERO (21) – La esperanza de Israel – Jerusalén

El reino venideroLa esperanza de Israel – Jerusalén

… Estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente […] Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! (Lucas 19:11,37,38)

Los acontecimientos del nacimiento de Jesús y el día de su circuncisión en el templo de Jerusalén fueron tan espectaculares que no pasaron desapercibidos para muchos, especialmente para sus padres, que estaban maravillados de todo lo que se decía de él (Lucas 2:33). Pero una vez cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret. La familia entró así en la normalidad diaria de un hogar judío. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él (Lucas 2:39,40). Luego se nos cuenta otro episodio cuando cumplió los doce años y la familia subió nuevamente a Jerusalén para celebrar el Bar Mitzvá, el momento cuando el joven judío es considerado responsable para guardar los mandamientos, y comienza a tener, como todos los adultos, deberes y obligaciones. Todo ello nuevamente en la ciudad de Jerusalén y en el templo judío, que a pesar de la manipulación mediática árabe, si existió y era el centro de la múltiple actividad  del pueblo en días de Jesús.

Pasado el tiempo, y manifestado el Mesías a Israel a la edad de treinta años, nos encontramos nuevamente en la misma ciudad, capital de Judea, después de sus tres años y medio de ministerio público. Pues bien, la ciudad está convulsionada. Han visto y oído todo lo que Jesús ha hecho y dicho, y la expectativa está en su nivel más alto. Pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Observa cual era la expectativa del pueblo: el reino de David, un reino literal y físico, con un rey, Jesús, hijo de David. Así lo proclamaron con gran gozo las multitudes en su entrada a la ciudad eterna. ¡Hosanna! ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!

Pero hay también otra manifestación oculta de las autoridades religiosas que piensan de otro modo. Las huestes espirituales de maldad han cercado la ciudad y esperan su momento. La expectativa de la multitud parece disolverse, y poco después, debidamente manipulados, dan voces diciendo: ¡Crucifícalo! Sin embargo, la expectación del reino no muere, adormece, y rebrota nuevamente.

         La ciudad de Jerusalén fue testigo privilegiado de la venida del siervo sufriente, y lo volverá a ser en la manifestación del rey triunfante.

EL REINO VENIDERO (20) – La esperanza de Israel – Ana

El reino venideroLa esperanza de Israel – Ana

Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel […] y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:36-38)

Estamos visitando el templo de Jerusalén en el siglo I. En medio de la actividad religiosa habitual, con las multitudes ignorando los sucesos que están teniendo lugar en medio de ellos, nos encontramos con algunas personas, escogidas por Dios, para dejar su testimonio eterno. La eternidad actuando en medio de la rutina diaria. Los gobernantes del pueblo sin revelación, los sacerdotes entregados a su quehacer cotidiano no perciben lo que ha visto Simeón, un anciano que esperaba la consolación de Israel, y una viuda entregada al ayuno y la oración, que han desembocado en un día único para ella y muchos más en Israel. Se presentó en la misma hora cuando Jesús era circuncidado. Ella, que siempre estaba en el templo, ese día discernió que algo trascendía a lo habitual.

Simeón bendijo al niño, anunció la profecía de Isaías en su oración; y ahora Ana, una mujer profetisa, sensible al Espíritu de Dios, supo que el niño que apareció en el templo ― ¿cuántos niños no serían circuncidados ese día?― era el redentor esperado por muchos en Jerusalén. Fue tan fuerte su convicción que hablaba del niño a todos los que estaban en su entorno. Muchos se sorprenderían, otros la mirarían con recelo, pero ella era una mujer virtuosa, conocida por estar siempre en el templo, sirviendo a Dios desde que quedó viuda, por tanto, lo que anunciaba tenía la fuerza de la verdad, y que concordaba con la esperanza de la redención que muchos en Israel esperaban desde tiempo atrás. Para muchos otros, todo esto pasó desapercibido. Unos porque no estaban en el templo y no supieron lo que allí tuvo lugar; otros porque anegados del día a día, —como hoy—, no tenían tiempo para pensar en profecías, ni profetas, y mucho menos en lo que varios ancianos anunciaban con tanta vehemencia.

El texto dice que Ana hablaba a todos los que esperaban la redención en la ciudad de Jerusalén. Piensa. Muchos la esperaban. Redención aquí no solo tiene que ver con la dimensión espiritual, sino con liberación física de sus enemigos, en ese caso el Imperio Romano. Ambos aspectos están presentes en la redención. La Pascua judía celebra un acto de redención física, salieron de la esclavitud de Egipto, siendo hechos un reino de sacerdotes para servir al Dios vivo y verdadero. Esa esperanza estaba presente en Jerusalén y Ana lo sabía.

         La consolación y redención de Israel es una misma esperanza que muchos tenían en los días cuando nació el Mesías y que aún hoy conservan. 

EL REINO VENIDERO (19) – La esperanza de Israel – Simeón

El reino venideroLa esperanza de Israel – Simeón

Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor (Lucas 2:25,26)

La secuencia de los múltiples acontecimientos que se estaban desarrollando en la ciudad de Jerusalén nos conduce ahora al templo. Por cierto, templo que los palestinos, con sus gobernantes a la cabeza, niegan que haya existido nunca, poniendo en duda el testimonio de los apóstoles y profetas. El templo estaba bien activo en días cuando nació el Mesías, y a él se encaminó Simeón  movido por el Espíritu de Dios. Providencialmente, llegó cuando los padres de Jesús habían llevado al niño al templo para que fuera circuncidado según la ley. Acto que no se hubiera podido realizar si el templo, como dice una reciente resolución de la UNESCO, nunca hubiera existido. Sin embargo, el testimonio es firme.

A Simeón, un judío justo y piadoso que mantenía una vida de fe y oración en niveles muy altos, le había sido revelado por el Espíritu que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Por tanto, Simeón supo que no partiría a la eternidad sin haber visto la llegada del Mesías. Además, mantenía la esperanza de la consolación de Israel como parte de su fe viva, y esa esperanza consoladora contenía el advenimiento del reinado mesiánico, mediante el Ungido del Señor, el hijo de David, para liberar al pueblo de sus enemigos, perdonar sus pecados y establecer su reino de justicia y paz. Esa era la esperanza del anciano Simeón. Esa era la consolación de Israel que esperaba.

Y ahora, movido por el Espíritu, fue al templo, vio al niño con sus padres, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel (Lucas 2:28-32). Una oración fundamentada sobre la profecía de Isaías, leamos: Yo soy el Señor, en justicia te he llamado… te pondré como pacto para el pueblo, como luz para las naciones (Isaías 42:6 LBLA). Una profecía del siervo del Señor vinculada al reino mesiánico de justicia y paz. Y en otro lugar dice: también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra (Isaías 49:6 LBLA). La salvación viene de los judíos. El reino venidero será establecido en Jerusalén con gloria, y alcanzará a todas las naciones con revelación… como las aguas cubren la mar.

         Aún esperamos y oramos, como Simeón, la consolación de Israel que traerá luz y revelación a todas las naciones y gloria al pueblo de Dios.

EL REINO VENIDERO (18) – La esperanza de Israel – Zacarías

El reino venideroLa esperanza de Israel – Zacarías

Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio… (Lucas 1:67-70)

Hay periodos de la historia profética cuando la palabra de Dios se activa de forma veloz acelerando los planes de Dios en la tierra. Se impulsan distintas convergencias con múltiples factores que actúan sobre diversas personas para llevar a cabo los propósitos divinos. María, la madre de Jesús, había recibido el mensaje del ángel, y ésta había respondido: «Hágase». En esta sola palabra tenemos la combinación siempre misteriosa de la voluntad de Dios y la de los hombres, en este caso, la de María. El plan eterno seguía su curso, y ahora le tocaba el turno a Zacarías, sacerdote y futuro padre de Juan el Bautista. Me gusta pensar que la vida cotidiana en Israel se movía en los parámetros habituales, mientras se llevaban a cabo acontecimientos sobrenaturales que cambiarían la historia para siempre.

Elisabeth, mujer de Zacarías, había dado a luz un niño al que pusieron por nombre Juan, tal y como anunció el ángel a su padre. Cuando Zacarías recuperó el habla, después de haber quedado mudo durante el tiempo del embarazo de su mujer, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó. En sus palabras inspiradas volvemos a encontrarnos con la esperanza de Israel, una esperanza que contiene redención, liberación y gobierno sobre Israel. Redención de sus pecados, liberación de sus enemigos, y reinado mediante el descendiente de la casa de David. El Mesías que esperaban debía venir de la casa de David, entroncando con el pacto hecho por Dios con su descendencia.

Los judíos recuerdan siempre en la Pascua (Pesaj) la liberación de Egipto. Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y justicia delante de él (Lucas 1:71-75). Israel, en ese tiempo sujetos al yugo romano, vieron la similitud con Egipto de una liberación que estaba tomando forma. El Mesías vendría a establecer un reino libertador para que el pueblo sirva a su Dios.

         Zacarías vinculó en su profecía el nacimiento de su hijo Juan con la llegada del Mesías, librándolos de sus enemigos y estableciendo el trono de David en Jerusalén para que Israel sirviera a su Dios en santidad y justicia; servicio que solo puede realizarse plenamente en el reino venidero.

EL REINO VENIDERO (17) – La esperanza de Israel – El ángel a María

El reino venideroLa esperanza de Israel – El ángel Gabriel a María

María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:30-33)

Cuando llegó el cumplimiento del tiempo para que la simiente de Abraham fuera manifestada a Israel, una parte del pueblo mantenía viva la esperanza de los padres. Esa esperanza era la venida del hijo de David, heredero de su trono. Así le fue comunicado por el ángel Gabriel a la joven María. Ésta había hallado gracia delante de Dios para ser el vaso mediante el cual nacería el niño que estaba anunciado por el profeta Isaías. Su nombre sería Jesús, que significa Salvador, por tanto, una apelación inequívoca a su función expiatoria de los pecados del pueblo, cuya misión invocaba la función del Mesías como siervo sufriente. Este fue el mensaje que José, desposado con María, recibió a través del ángel que se le apareció en sueños para decirle: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS [Salvador], porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:18-21).

El evangelio de Mateo enfatiza al Mesías sufriente, el siervo de YHVH, el cual salvará al pueblo de sus pecados, por tanto, Mesías redentor; mientras que el mensaje que recibió María a través del ángel Gabriel, narrado por el evangelista Lucas, el énfasis estuvo sobre la vinculación del niño con la simiente de David y su trono, es decir, la figura del Mesías rey. Ambas funciones reunidas en un mismo Mesías. El mensaje del ángel a María ponía el acento sobre la esperanza que anidaba en el alma judía desde hacía siglos: será grande. Como dijo Isaías: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Será llamado Hijo del Altísimo. No solo hijo de Abraham y de David, sino del mismísimo El Shaddai. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre. Heredero de la promesa hecha a David, que de su descendencia habría uno que reinará sobre la casa de Jacob para siempre. Aquí tenemos el anuncio del reino mesiánico en Jerusalén. Añadiendo: Y su reino no tendrá fin. El reino se extenderá durante mil años, y le sucederá el reino eterno. Esta esperanza estaba presente en el primer siglo en Israel cuando el ángel Gabriel se le apareció a María.

         Cuando llegó el cumplimiento del tiempo Israel mantenía la esperanza de un reino mesiánico en Jerusalén, anunciado por el ángel Gabriel a María.

EL REINO VENIDERO (16) – Revelación progresiva – Abraham (2)

El reino venideroRevelación progresiva – Abraham (2)

He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes… te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti… por pacto perpetuo, para ser tu Dios… Y te daré a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Génesis 17:4-8)

El apóstol Pablo interpreta en su carta a los Romanos este pacto y promesa como una herencia del mundo, ser heredero del mundo, de todos los redimidos, en definitiva, el reino de Dios en la tierra. Abraham es el inicio del reino de Dios en la tierra. El reino que Jesús anunció mediante parábolas y que estaba escondido desde la fundación del mundo (Mateo 13:35). En nuestro desarrollo asistimos al despliegue del plan de Dios. Escogió a un hombre, y cuando era uno solo y este casi muerto, lo llamó, lo bendijo y lo multiplicó (Isaías 51:2). El autor de Hebreos lo expresa así: Por lo cual también, de uno, y ése casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar (Hebreos 11:12).

Una multitud que nadie podía contar de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero. Y cuando preguntaron quienes eran esa inmensa multitud, la respuesta fue: Estos son los que han salido de la gran tribulación [traducido por extensa, a todas las naciones], y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero (Apocalipsis 7:13,14). Esa multitud ingente fueron redimidos para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Apocalipsis 5:9,10). Estamos ante el reino de Dios y sus redimidos que reinan con el Mesías-Rey sobre la tierra (1 Corintios 6:2,3).

Por tanto, tenemos que la promesa dada a Abraham y su descendencia, el pueblo de Israel mediante el hijo de la promesa, Isaac, y cuya simiente es Cristo, hijo de Abraham y David (heredero de los pactos), incluía la formación de un reino con personas de todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra. Ese reino reaparece al final de los tiempos para reinar juntamente con Cristo. No debemos olvidar que la manifestación física del reino tiene su asentamiento en la tierra de Canaán, la tierra que Dios prometió a Abraham y su descendencia, que vendría a ser Eretz Israel, la tierra de Israel. Todo ello forma parte del pacto que Dios hizo con Abraham y su simiente.

         El reino de Dios sobre la tierra comienza a tomar forma mediante un solo hombre, como la semilla de mostaza, para luego crecer y crecer.

EL REINO VENIDERO (15) – Revelación progresiva – Abraham (1)

El reino venideroRevelación progresiva – Abraham (1)

Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe (Romanos 4:13)

Las primeras generaciones después de la caída del hombre, habiendo perdido el gobierno que el Dios Soberano les había dado para administrar la tierra, se corrompieron rápidamente. La revelación de Dios pronto alcanzó un punto culminante cuando el Señor constató lo que la Escritura declara: Y vio YHVH que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal… Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos (Génesis 6:5,11,12,13). Antes de hacer ningún otro comentario recordemos las palabras de Jesús anunciando que en su regreso el comportamiento de los hombres será similar al de los días de Noé (Mateo 24:37).

La corrupción de la tierra alcanzó pronto unas cotas insoportables, semejante a los días de su venida. La entrega del dominio que el hombre le dio a Satanás produjo rápidamente un deterioro generalizado que empeoraron las condiciones de vida en la tierra. Es la naturaleza de pecado introducida por el padre de la mentira y homicida (Juan 8:44). El juicio de Dios fue la respuesta del cielo.

Una vez abandonado el arca, y habiendo recibido la misma orden de llenar la tierra, los hombres se unieron para hacer un simulacro de reino en Babel. Surgió un líder carismático, capaz de unificar la voluntad de la mayoría entorno a un proyecto: edificar un reino mundial imitando el plan original de Dios pero actuando al margen de su voluntad. Esta imitación de gobierno mundial o milenial, que muchos otros en la historia han intentado reproducir, tenía la simiente de la confusión actuando en oposición a Dios. Nimrod llevó el primer intento de reino global al fracaso. El juicio de Dios reapareció ante la desobediencia del hombre, actuando bajo el impulso del príncipe y dios de este siglo (2 Corintios 4:4). Entonces el Señor tomó la iniciativa y presentó su modelo desplegando en la tierra el propósito divino de establecer su reino; lo hará escogiendo a un hombre, anciano, cuando era uno solo y como muerto, lo llamó, lo bendijo y multiplicó (Hebreos 11:12) (Isaías 51:2), el patriarca Abraham, heredero del mundo, y padre de multitud de gentes y naciones, portando la simiente del Rey que vendrá para reinar sobre todas las naciones… Y la simiente era Cristo (Gálatas 3:16).

         Dios le dio a Abraham la promesa de ser heredero del mundo, recuperando así el reino mediante la simiente que habría de venir.

EL REINO VENIDERO (14) – Desde la fundación del mundo (4)

El reino venideroDesde la fundación del mundo (4)

Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tu postrado me adorares, todos serán tuyos (Lucas 4:5-7)

¿Cuándo le fueron entregados al diablo los reinos de este mundo? ¿Cómo es que tenía Satanás esta potestad y la gloria de ellos para darla a quién quisiera? Eso sí, con una condición, rendirse a su dominio, y postrarse ante su gobierno adorándole. Por tanto, vemos que el diablo tiene algo agradable que ofrecer a los sentidos de los hombres y para ello reclama sumisión y adoración, el reconocimiento de su autoridad, una autoridad que le fue arrebatada al primer hombre en el huerto del Edén cuando se doblegó a su engaño, alejándose de la soberanía de Dios y su pacto, para caer bajo el hechizo del ángel caído.

Lucifer seguía anhelando la adoración que solo a Dios se debe, y después de intentarlo con los ángeles, lo amplió al hombre, obteniendo su gobierno sobre la tierra. Vino a ser el príncipe de la potestad del aire; el espíritu que opera en los hijos de desobediencia; el acusador de los hermanos; el príncipe de este mundo y el dios de este siglo; por ello ofrece al mismísimo Hijo de Dios la misma oferta: devolverle la autoridad de los reinos de este mundo a cambio de someterse a su dominio y recibir su adoración. Muchos han caído bajo este hechizo; rendidos a la vanidad de esta vida temporal, han vendido su alma al diablo por un poco de gloria pasajera para caer luego en la esclavitud de un tirano.

El Hijo del Hombre venció toda tentación. Derrotó al diablo en la cruz del Calvario, y ha devuelto al hombre, —a todo aquel que cree e invoca su nombre como Señor de su vida—, la gloria y el reino perdido. La Biblia muestra el camino del plan de Dios para restituir las cosas a su plan original habiéndolo regenerado para nunca más degenerar. Haremos un breve recorrido por algunas de las muchas promesas esparcidas por todo el contenido bíblico que anuncian el regreso del reino de Dios a la tierra, su reino en el corazón de los hombres primeramente, y su reino mesiánico a través del Hijo de Dios y heredero del trono de David en Jerusalén, su reino venidero, del que iremos viendo las promesas que lo sustentan desde el principio. Este reino, en dos fases, fue preparado y prometido a los hijos de los hombres desde la fundación del mundo. Conocemos su primera manifestación, y esperamos la segunda y definitiva venida del reino de Dios en la ciudad de David. Como está escrito en el Salmo 2: He puesto mi rey sobre Sión… Te daré por herencia las naciones.

         El reino que perdimos en Adán lo recuperamos en el Mesías para gloria de Dios, derrota del diablo, esperando su manifestación final en Israel.

EL REINO VENIDERO (13) – Desde la fundación del mundo (3)

El reino venideroDesde la fundación del mundo (3)

Porque no hará nada YHVH el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas (Amós 3:7)

Las cosas que están escondidas y ocultas necesitan ser reveladas. El plan que Dios diseñó antes de la fundación del mundo y que una vez creado el universo y la tierra dio origen al desarrollo de su voluntad. Dios desea expresar sus caminos al hombre. Y lo hace mediante aquellas personas que Él, en su soberana voluntad escoge. El Dios de la Biblia revela sus propósitos a unos pocos, en ocasiones a un solo hombre, para que a través de él sean dados a conocer al resto de los hombres. Luego elige un pueblo mediante el cual introduce su reino en la tierra, su diseño y modelo de vida, sus mandamientos y ordenanzas. Exige obediencia, pero ha creado en libertad al ser humano para que pueda elegir la vida y vivir, o la muerte y morir.

Una vez que todas las cosas estaban pensadas y acordadas el Creador hizo el cielo y la tierra, puso en marcha el proceso creador, hasta llegar al hombre y la mujer. Fue a estos a quienes encargó el gobierno de la tierra, delegó en ellos su reino en la tierra. Esta es la oración que nos enseñó el Maestro: Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Está escrito: Los cielos son los cielos de YHVH; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres (Salmos 115:16). Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra… y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread… (Génesis 1:26-28). En una palabra, el Señor creó al hombre y la mujer para darles el gobierno de la tierra, es decir, que fueran mayordomos y administradores bajo la soberanía del «Dueño de la viña».

El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en la tierra como embajador de los bienes recibidos para que los labrase y guardase (Génesis 2:15). Hizo un pacto con él (Oseas 6:7); le dio ordenanzas; puso límites que no debían ser traspasados, y que «reinara» sobre todo lo demás. El mayordomo fue infiel, transgredió el pacto, y se rindió a un usurpador, que engañándole, vino a ser el príncipe de este mundo. El reino fue robado y el hombre hecho esclavo en el mismo lugar donde fue puesto para gobernar. Había que recuperar el reino, y para ello se puso en marcha el plan predeterminado desde la fundación del mundo (1 Pedro 1:18-20) (Apocalipsis 13:8). El Hijo del Hombre, y Mesías –Rey, lo llevaría a cabo en dos etapas: Redención y restauración del reino perdido.

         El gobierno que perdió Adán ha sido recuperado por el Mesías, y será manifestado en gloria en el reino venidero en Jerusalén.

EL REINO VENIDERO (12) – Desde la fundación del mundo (2)

El reino venideroDesde la fundación del mundo (2)

Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba; para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo (Mateo 13:34,35)

Una gran parte de la enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios la hizo a través de parábolas. Algunas de ellas difíciles de comprender, incluso sus discípulos no las entendían y le preguntaban aparte sobre su significado. En nuestro texto el Maestro dice que iba a declarar algunas cosas que estaban escondidas desde la fundación del mundo, pero que ahora iban a ser reveladas. Recogía un texto del Salmo 78:2 donde el salmista dejó anotado este principio. Una parte de esa revelación fue anunciada a Israel en días de Moisés. A Israel le fue confiada la palabra de Dios (Romanos 3:1,2); y aunque fue infiel al llamamiento del Señor, incumpliendo sistemáticamente el propósito divino, sin embargo, los profetas anunciaron cosas escondidas desde la fundación del mundo que Israel no comprendió y cumplieron muchas de ellas que estaban determinadas que sucedieran (Hechos 4:27,28). De la  misma forma se anunció en el mismo Salmo 78 el llamamiento de la tribu de Judá, el monte de Sión y la elección de David su siervo (78:68-70), como anticipo del reino que había de venir.

La revelación a Israel mediante los profetas incluía el evangelio y el reino a Israel (1 Pedro 1:10-12) (Romanos 16:25-27); o si queremos, el reino a Israel y el evangelio a todas las naciones. Estas verdades gloriosas estaban escondidas desde la fundación del mundo. Ya habían sido acordadas en el consejo celestial, estaban diseñadas en la eternidad de Dios, pero aún no habían sido manifestadas y reveladas a los hombres. Esa revelación fue desarrollándose de manera progresiva en todo el contenido bíblico, comenzando con el llamamiento a Abraham, siguiendo por su descendencia, el hijo de la promesa, Isaac y Jacob, luego a la tribu de Judá, de donde nacería el vástago de Isaí (Isaías 11:1-10), y de quien vendría el Mesías, la simiente de Abraham y el descendiente de David que heredará el trono del reino anunciado desde la fundación del mundo.

Jesús anuncia el reino de Dios mediante parábolas, y lo hace para declarar cosas escondidas desde la fundación del mundo. En palabras del apóstol Pablo: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9). Veremos un breve recorrido por algunas de las promesas escondidas desde la fundación del mundo acerca del reino venidero.

         El reino escondido y venidero se manifestará en plenitud en la venida del Mesías a Jerusalén para establecerlo.