140 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXXII) –  Simón el mago (3)

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad… Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo  (1 Juan 1:9 y 2:1)

         Simón el mago no parece haber seguido el consejo del apóstol Pedro cuando le dijo que rogara a Dios para que le fuera perdonado el pensamiento de su corazón, que estaba en hiel de amargura y en prisión de maldad. Lo entendió así al ver cómo Simón quiso comprar el don de Dios con dinero. Por tanto, tenemos a Simón que había creído aparentemente el evangelio, se había bautizado, y no se apartaba ni un momento de Felipe, aunque por su trayectoria posterior todo parece indicar que fue llevado más por su afán de protagonismo que por un corazón sincero delante de Dios.

Las obras de cada uno se hacen evidentes más pronto o más tarde. La historia nos dice que Simón no consiguió librarse de la hiel y amargura de su corazón, tampoco se arrepintió verdaderamente de su maldad, porque como está escrito: cuando confesamos nuestros pecados, el Señor es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de nuestra maldad. Eso era lo que había en el corazón de Simón a pesar de haber cumplido con los requisitos externos de la fe: creer y ser bautizado.

Pedro vio que su corazón seguía atrapado con la vieja magia que había practicado, y que ahora pretendía ampliar su carisma con dones comprados con dinero.

A Simón el mago se le presenta en varios escritos de los discípulos del segundo siglo como el padre del gnosticismo (Ireneo de Lyon), y como opositor a las enseñanzas de apóstol Pablo (Clemente). Por tanto, todo parece indicar que Simón no consiguió deshacerse de su maldad, sino que mezcló su vieja vida en la magia con la nueva doctrina que aprendió y vio en los discípulos del Señor.

Lo cual nos enseña lo siguiente: es fácil presentarse como predicador del evangelio, mostrar un testimonio espectacular, abusar de protagonismo contando el pasado pagano, y a la vez haber mezclado el evangelio con el engaño del corazón.

Hoy tenemos muchos aparentes predicadores carismáticos «llenos del gran poder de Dios», pero mostrando una conducta contraria a la doctrina de la piedad. Algunos han seguido el ejemplo de Simón, pensando que el don de Dios se puede comprar con dinero; o tal vez que pueden usar los dones recibidos para enriquecerse. Ambos extremos manifiestan un corazón semejante al de Simón. Examinémonos en la fe.

         Confesar nuestros pecados no es una artimaña religiosa para mostrar piedad. El que se arrepiente de corazón es conocido por Dios y perdonado.

139 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXXI) –  Simón el mago (2)

Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí  (Hechos 8:24)

         Dejamos en la meditación anterior a Simón el mago ante la exhortación sin paliativos del apóstol Pedro. Durante un tiempo pudo esconder la realidad de su corazón detrás de un apoyo aparente al ministerio evangelístico de Felipe. Luego vinieron los apóstoles Pedro y Juan a Samaria discerniendo, especialmente Pedro, la verdadera actitud de este antiguo mago que parecía haberse convertido a la fe del evangelio.

Es interesante resaltar que Felipe no parece haber notado este hecho, sin embargo, el apóstol Pedro lo discernió cuando Simón quiso comprar el don de Dios con dinero. Su corazón quedó expuesto. A Pedro no le impresionó su aparente conversión de la magia a Cristo, y le reprendió, conminándole a que se arrepintiese de esa maldad. El deseo de comprar el don de Dios lo denominó el apóstol: maldad. Sin diplomacia. Directo al grano. Sin rodeos para no perder el apoyo de un personaje tan relevante en la ciudad de Samaria, y que podía aportar credibilidad al evangelio.

El apóstol que había sido reprendido por Jesús cuando quiso evitarle su viaje a Jerusalén para ir a la cruz, había aprendido que la verdad no puede comprarse, y que hay que combatir ardientemente por la fe dada una vez a los santos para que no se mezcle con un corazón, que él mismo comprendió, estaba en hiel de amargura y prisión de maldad.

Hoy hemos sido tan tolerantes con ciertas conversiones aparentes de personajes «relevantes» que el evangelio ha perdido en muchos lugares el peso de verdad y credibilidad sin componendas.

Llama la atención que la respuesta de Simón a semejante reprensión fuera la de que ellos orasen por él, en lugar de arrepentirse de su pecado. Aquí tenemos un indicio de lo que más tarde sería la confesión de los pecados a un clérigo. Pedro envió a Simón el mago directamente a Dios, por si quizás le fuera perdonado el pensamiento que había concebido en su corazón (8:22). Por tanto, nada que se le parezca a un sacramento de confesión.

El que perdona pecados es Dios. Pedro lo sabía y conminó al mago para hacerlo directamente. Algunas personas piden oración a otros con la idea de que su piedad y autoridad pueda perdonarles los pecados, pero la Escritura enseña que podemos y debemos confesar nuestros propios pecados a Dios recibiendo el perdón de Él mismo si nuestro corazón es recto para con Él.

         El apóstol Pedro no actuó como mediador ante Simón el mago, sino que le envió directamente a Dios para que pidiese perdón por el pensamiento de su corazón.

138 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXX) –  Simón el mago (1)

Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos… diciendo: Éste es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo… También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe  (Hechos 8:9-13)

         Avanzamos en nuestro recorrido por los nombres propios, hijos de condenación, para encontrarnos en el libro de Hechos con un personaje verdaderamente singular, nos referimos a Simón el mago.

Felipe había descendido a Samaria para predicar el evangelio. Al hacerlo, el Señor confirmó su palabra con señales, de tal forma que muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad.

Simón llevaba tiempo en aquel mismo lugar impresionando a las multitudes con lo que llamaban el gran poder de Dios. Pero cuando vio las señales que acompañaban a Felipe se quedó deslumbrado. Me recuerda la confrontación de los magos de Egipto cuando Moisés fue enviado a Faraón y se estableció una especie de pugna hasta que tuvieron que reconocer que no podían seguir más allá con sus artes mágicas.

Simón, con una mente fascinada, creyó el mensaje de Felipe, incluso se bautizó, y no se despegó del evangelista. Podíamos decir que a partir de ese momento no se perdió ni un solo culto en el que predicaba Felipe. Lo cual no fue ninguna garantía de que su corazón fuera recto delante de Dios.

La confrontación vino a través de la visita que hicieron los apóstoles Pedro y Juan a la ciudad de Samaria. Atraídos por las noticias que llegaban de aquel lugar, donde muchos habían recibido la palabra de Dios, se presentaron en la ciudad y oraron para que los que habían creído recibiesen el Espíritu Santo.

Cuando vio Simón que por la imposición de manos se transmitía el Espíritu, quiso obtener aquella «habilidad» ofreciendo dinero a los apóstoles para conseguirlo. En ese momento su corazón quedó expuesto. El pecado de Balaam se manifestó abiertamente, y Pedro le reprendió dura y públicamente, diciendo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero… tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete… porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.  Dura palabra para quién había gozado de gran fama en aquel lugar.

         Hacer confesión de fe, bautizarse y congregarse no siempre es garantía de abandonar las tinieblas. Simón lo hizo, pero su corazón aún era malo.

137 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXIX) –  Judas Iscariote

Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se desparramaron… de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar (Hechos 1:16-26)

         El personaje de Judas Iscariote encarna como pocos la figura de los hijos de condenación, aquellos que han sido destinados a condenación (Jud.1:4).  Es el paradigma de los traidores. Lo paradójico, es que el mismo Judas anduvo con Jesús, escuchó sus enseñanzas, hizo milagros cuando fue enviado con los demás discípulos a predicar el evangelio, echó fuera demonios y regresó con los demás regocijándose de que los demonios se les sujetaban. Además era «el tesorero», el que llevaba la bolsa para los gastos de los viajes que realizaba Jesús con los apóstoles.

Fue quien, llevado por la doctrina de Balaam, codició riquezas, y dio lugar al diablo en la última pascua que Jesús comió con los suyos. Está escrito que al tomar el pan Satanás entró en él (Jn.13:27 y Mt.22:3), cometiendo traición poco después, recibiendo treinta piezas de plata. Una vez el complot fue consumado, Judas quiso volver atrás, como Esaú, pero no hubo lugar para el arrepentimiento, aunque lo procuró con verdadera culpabilidad.

Así está escrito: Entonces Judas, el que le había traicionado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó (Mt. 27:3-5). Fue la acusación implacable de la conciencia una vez consumada la acción. Me recuerda a quienes matan a sus cónyuges para luego suicidarse.

El peso de la culpa es tan insoportable que el mismo diablo que empuja a tales acciones, se vuelve contra su víctima para devorarla.

En el caso de Judas, nos dice el apóstol Pedro, que así estaba mencionado en la Escritura: Sea hecha desierta su habitación (Hch.1:20 y Sal.69:25); y: tome otro su oficio (Hch.1:20 y Sal. 109:8). Concluyendo con esta expresión lapidaria: para irse a su propio lugar. ¿Qué lugar? La condenación eterna que no esconde el apóstol.

         La condenación de algunos, no solo la de Judas, está anunciada en la propia Escritura: El que no creyere será condenado. Pero hoy es día de salvación para todo aquel     que cree que Jesús es el Hijo de Dios.

136 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXVIII) –  Herodes el grande

Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto… porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo… Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores…    (Mateo 2:13-16)

El Nuevo Testamento menciona cuatro Herodes. Herodes el grande, que veremos aquí; Herodes el tetrarca (o Antipas), amante de su cuñada Herodías y quién pidió la cabeza de Juan el Bautista; el rey Agripa, que mandó decapitar a Jacobo, encarceló a Pedro, y murió comido de gusanos; y por último, tenemos a Herodes Agripa II, ante quién compareció el apóstol Pablo.

Aquí nos referiremos a Herodes el grande, hijo de Antipáter, que había recibido en el año 47 a.C. el título de procurador de Judea. Al morir dejó el gobierno de Galilea a su hijo Herodes que tenía 25 años. En el año 40 a.C. el Senado romano nombró a Herodes rey de los judíos por indicación de Marco Antonio, con el encargo de recuperar Judea de manos de Antígona, la última reina de la dinastía de los asmoneos o macabeos. Combatió durante tres años hasta que recuperó Jerusalén y decapitó a Antígona.

Herodes el grande era idumeo, de la familia de Esaú, pero como los idumeos habían sido vencidos por Juan Hircano (asmoneo en 125 a.C.), les fue impuesta la circuncisión y el judaísmo, por lo que eran tenidos oficialmente por judíos.

Herodes llegó a tener 10 esposas y un gran número de hijos que se enzarzaron en intrigas palaciegas. Vivió rodeado de supuestas o reales conspiraciones para asesinarle, lo que le llevó a manías persecutorias nacidas de su carácter celoso y desconfiado, ordenando la muerte a su esposa Mariamne, y la de los dos hijos que había tenido con ella, Alejandro y Aristóbulo.

Fue a la vez un gobernante que realizó construcciones gigantescas y ostentosas en Judea, reconstruyendo el templo de Jerusalén.

Este Herodes fue quien mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y los alrededores cuando los magos aparecieron en su palacio preguntando por el rey de los judíos que había nacido. En su afán por oponerse a la palabra de los profetas de Israel quiso matar al Mesías.

Tenemos en este personaje un prototipo de aquellos que se oponen a la manifestación del Hijo de Dios, aunque a la vez pretendan levantar edificios religiosos.

Los hijos de condenación pueden presentarse como grandes gobernantes, amigos de la religión establecida, y a la vez como enemigos de la verdad revelada.

135 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXVII) –  Amán agageo

Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira. Pero tuvo en poco poner mano en Mardoqueo solamente, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de Mardoqueo; y procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo   (Ester 3:5,6)

         El nombre de Amán es prototipo de gobernante que busca la destrucción de Israel como pueblo. Ha habido varios a lo largo de la historia. Hoy, ese espíritu opera detrás del islamismo.

Amán vivió en el imperio persa. El espíritu destructivo que le dominó tuvo su origen en el engrandecimiento que el rey Asuero hizo de él. La orden real era que todos se arrodillasen ante Amán; pero un judío, con la ley de Dios en su corazón, no quiso hacerlo (recordemos que la ley dice que solo a Dios adorarás Mt.4:10 y Dt.6:13), y evitó inclinarse ante Amán.

La soberbia que se desató en este gobernante persa llegó al extremo de buscar, no solo la venganza contra Mardoqueo, sino la destrucción de todo su pueblo. Este comportamiento se ha repetido a lo largo de la historia.

Cuando un judío trasgrede su falta se le imputa a todo el pueblo. Hoy ese mismo espíritu destructor de la nación tiene lugar a través de un antisemitismo enfermizo.

Hamás tiene en su constitución la destrucción de Israel. La república de Irán ha anunciado repetidas veces su deseo de buscar el exterminio de todo el pueblo de Israel, y para ello se afana en conseguir la bomba atómica. El islam encarna hoy la voluntad de aniquilación de Israel y los cristianos, como lo hizo el nazismo en Europa.

El libro de Ester narra cómo se desarrollaron los acontecimientos una vez que Amán tramó un plan para destruir a todo el pueblo judío. Su odio fue tan nocivo que le llevó a la misma horca que él mismo había preparado para Mardoqueo.

La Providencia escogió a una mujer, Ester, para nacer en esa hora y ser instrumento de Dios en la liberación de Israel. Las palabras de Mardoqueo a Ester resuenan hoy con fuerza: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna parte para los judíos… ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? (4:13,14).

Ester, como figura de la iglesia, nos recuerda que debemos estar al lado de Israel en esta hora cuando todas las naciones presionan en su contra.

Finalmente Amán murió en la misma horca que había preparado para Mardoqueo. La fiesta de Purim recuerda este suceso histórico.

         Muchos han buscado y buscan la destrucción del pueblo de Israel, pero el Fuerte de Jacob los guardará providencialmente. Así está escrito.

134 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXVI) –  Atalía

Cuando Atalía madre de Ocozías vio que su hijo era muerto, se levantó y destruyó toda la descendencia real. Pero Josaba hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías y lo sacó furtivamente de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y lo ocultó de Atalía […] Y estuvo con ella escondido en la casa de YHVH seis años; y Atalía fue reina sobre el país  (2 Reyes 11:1-3)

         Jezabel había muerto pero su hija Atalía heredó el espíritu asesino de su madre. La madre mataba a los profetas, la hija lo hizo con la descendencia real. Y esa descendencia era nada menos que la estirpe de David, de cuya línea genealógica nacería el Mesías. Por tanto, estamos en un periodo vital para la simiente de Abraham, que se ramificó en la tribu de Judá para que de ella naciera la simiente que había de venir.

Acab y Jezabel tuvieron una hija llamada Atalía, que se casó con Joram, rey de Judá. Cuando Jehú mató a la descendencia de la casa de Acab, también mató a Ocozías, hijo de Atalía y Joram. Cuando la madre del rey vio que su hijo era muerto, quiso el trono para sí misma, exterminando a toda la descendencia real de la casa de David, que eran sus propios nietos, pero uno de ellos, Joás, fue protegido por Josaba hasta la edad de seis años.

El marido de Atalía, Joram, también había dado muerte a todos sus hermanos cuando subió al trono (2 Cr.21:4). Hizo lo malo a los ojos del Señor, incitado por la casa de Acab y Jezabel, con quién estaba emparentado mediante la hija de aquellos, Atalía.

Resumiendo. Acab y Jezabel tuvieron una hija llamada Atalía. Ésta se casó con Joram, rey de Judá, por tanto de la descendencia davídica, que exterminó a todos sus hermanos. Uno de los hijos de Joram y Atalía fue Ocozías, que subió al trono de Judá, muerto por Jehú.

Atalía decidió entonces matar a toda la descendencia real de la casa de David, pero uno de los hijos, Joás, fue escondido por Josaba durante seis años. Mientras tanto, la hija de Jezabel había usurpado el trono de Judá y reinado en lugar de su hijo.

Estaba en juego la descendencia de David, por tanto, la genealogía del futuro rey de Israel y Redentor del mundo. La naturaleza asesina de Jezabel se trasladó a Joram (emparentado con la casa de Acab), que exterminó a todos los hijos de Josafat, rey de Judá (2 Crónicas 21:4). Y se manifestó en Atalía, matando a todos los hijos de Ocozías, rey de Judá, salvo a Joás, salvado in extremis.

Hoy el islam pretende matar a judíos y cristianos para impedir el advenimiento del Mesías.

         El que ha venido a robar, matar y destruir, lo intentó mucho antes de que naciera el Mesías mediante Atalía, hija de Jezabel, heredera de su maldad.

133 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXV) –  Jezabel (10)

Entonces vino palabra de YVHV a Elías tisbita, diciendo: ¿No has visto como Acab se ha humillado delante de mí? Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa  (1 Reyes 21:28,29)

         En el suceso que narra esta porción de la Escritura tenemos el principio que presenta la Ley de Moisés en la que se dice: El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; el que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación (Ex.34:6,7).

La casa de Acab había pecado, él se había casado con una mujer idólatra y hechicera contradiciendo la voluntad de Dios. Jezabel lo incitó a hacer el mal, y cuando se anunció el juicio de Dios sobre su casa mediante el profeta Elías, el rey de Israel rasgó sus vestidos y puso cilicio sobre su carne, ayunó, y durmió en cilicio, y anduvo humillado (21:27).

Esta actitud de arrepentimiento y humillación ante el Señor cambió el destino final de la vida de Acab. El mal no vendría en sus días, sino en la siguiente generación. El juicio fue aplazado por el arrepentimiento sincero de Acab.

Sin embargo, no se menciona ningún arrepentimiento de su mujer Jezabel, el juicio sobre su vida siguió adelante. Notemos que la oración y el arrepentimiento de Acab fueron vistos por el Señor aplazando brevemente el juicio. Moriría poco después en batalla sin ver el mal que se avecinaba sobre su casa.

Por el contrario, la sangre de los profetas que había derramado Jezabel subió para juicio delante del trono de Dios (2 Reyes 9:7). Jehú fue ungido para exterminar la casa de Acab y dar  muerte a Jezabel en el mismo lugar donde se derramó la sangre de Nabot, en Jezreel.

La mujer fornicaria y hechicera fue comida por los perros en el mismo lugar de su maldad (2 R.9:9,22). Fue arrojada por la ventana, y su cuerpo como estiércol sobre la faz de la tierra en la heredad de Jezreel, de manera que nadie pueda decir: Ésta es Jezabel (2 R.9:30-37). Murió como maldita.

La palabra de Elías sobre ella se cumplió y vino a ser paradigma de los hijos de condenación. Su carácter reaparecerá en distintos momentos de la historia de Israel, de la iglesia y las naciones.

         Acab se arrepintió en el final de su vida, aunque murió en desobediencia. Jezabel, por su parte, pasó a la eternidad maldita y comida por los perros.

132 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXIV) –  Jezabel (9)

A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de YHVH; porque Jezabel su mujer lo incitaba  (1 Reyes 21:25)

         La Escritura enseña que hay un orden creacional para la familia, aunque vivamos muy lejos de él.  Ese orden está expresado en 1 Corintios 11:3. Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.

El conflicto se presenta a la hora de interpretar qué significa ser cabeza. Una respuesta la encontramos en Miq.2:13. El principio revela que es un orden de protección y dirección, no de humillación. El proverbio dice que el niño «suelto»  avergonzará a la madre (Pr.29:15 LBLA). La mujer que actúa al margen de su marido y cabeza queda desprotegida y a merced de todo tipo de desórdenes.

Hay mucha confusión en este tema, extremos en ambos lados, y no es la cuestión que nos ocupa, pero en el texto que tenemos para meditar vemos cómo puede una mujer al estilo Jezabel incitar al mal a su marido (como puede ocurrir a la inversa también) y quedar expuesta toda la casa al juicio de Dios.

Acab es responsable.

Adán fue responsable de seguir a su mujer alejándose de la palabra de Dios.

La mujer de Potifar maquinó a sus espaldas para adulterar con José, y cuando recibió la firmeza de un hombre de Dios, manipuló la información que dio a su marido para culpar a José de su propia iniquidad.

Dalila finalmente consiguió sacar a Sansón el secreto de su fuerza, después de presionarlo cada día con sus palabras e importunarle; su alma fue reducida a mortal angustia (Jue.16:16).

La mujer extraña de la que habla el libro de Proverbios sale de su casa cuando su marido está fuera, anda suelta buscando al hombre simple, lo ablanda y rinde con la suavidad de sus palabras; así el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer ramera y extraña caza la preciosa alma del varón (Pr.6 y 7).

La actitud suelta de Vasti, mujer del rey Asuero, provocó una crisis en el imperio persa que amenazaba con extenderse como mal ejemplo a todo el imperio provocando un desorden familiar en cada una de las casas. El consejo que dieron los sabios es que para que no se expandiera el mal ejemplo y todas las mujeres del reino tuvieran en poca estima y menosprecio a sus maridos, Vasti fuera destituida y se buscara otra mujer mejor que ella. Así llegó Ester a ser reina de Persia.

Mical menospreció a David cuando danzó ante el Señor.

La mujer de Job le incitó a maldecir a Dios y morirse, pero el patriarca desoyó su consejo.

Sin embargo, Acab se vendió a hacer lo malo a los ojos del Señor, porque Jezabel su mujer lo incitaba. Tal es el espíritu suelto de Jezabel que también opera hoy.

         La incitación al mal de Jezabel no exime de responsabilidad a Acab.

131 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos hijos de condenación (CXXIII) –  Jezabel (8)

Vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu, y no comes?Y su mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel  (1 Reyes 21:5-7)

         Un hombre decaído y pusilánime puede ser presa fácil de una mujer dominante y resuelta. Un hombre caprichoso que deja manipular a su mujer para que le consiga aquello por lo que él mismo no está dispuesto a renunciar, avala con su pasividad la injusticia de las acciones de su cónyuge.

Cuando Jezabel supo el motivo de «la depresión» de su marido, el rey, encontró la ocasión para demostrarle, una vez más, su capacidad de manipulación para conseguir sus deseos, sin importarle los medios si se consigue el fin. La falta de escrúpulos de aquella mujer, prototipo de la mujer hechicera y dominante, la impulsó para idear un plan inmediato. Su mente febril y perversa ideó un plan al instante. La calumnia era parte esencial de su desarrollo. Escribió cartas en nombre del rey a los ancianos y principales del pueblo donde vivía Nabot. El mensaje, breve y conciso, decía lo siguiente: proclamad ayuno, poned a Nabot delante del pueblo, contratar a dos hombres perversos y ponerlos delante de él (la ley decía que por dos o tres testigos se decidirá todo asunto) para que le acusen de haber blasfemado a Dios y al rey, (la blasfemia estaba penada con la muerte), entonces sacar a Nabot y apedrearlo hasta que muera (21:9,10).

Una vez consumada la maldad, Jezabel vino a su marido con el trofeo de haber conseguido la viña. Acab se levantó y la tomó sin preocuparse de los medios usados para conseguirla. La calumnia aparentemente había triunfado, y un justo calumniado murió a manos del poder corrupto.

Me llama la atención con qué facilidad se plegaron las autoridades de la ciudad (ancianos y príncipes) a los deseos del poder. Usaron la religión (proclamaron ayuno); torcieron la ley de Dios, (está escrito que para una acusación debía haber dos testigos, y el pecado de blasfemia era castigado con la muerte), y la disposición de hombres perversos siempre dispuestos a hacer el trabajo sucio a favor del poder.

Sin embargo, a ojos de Dios el suceso no pasó inadvertido. El profeta Elías fue enviado al rey Acab para desenmascarar la ignominia cometida. La familia real fue juzgada a los ojos del Señor y pronunciada la sentencia: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tú misma sangre. Jezabel atrajo el juicio a su casa.

         El espíritu de Jezabel no respeta la propiedad ajena, aunque sea la heredad de Dios. Atrae dolor a otros y juicio a sí misma y su casa.