Los orígenes del reino (XXI) – El reinado de Saúl (1)
Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido YHVH, que no hay semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey! Samuel recitó luego al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro, el cual guardó delante de YHVH (1 Samuel 10:24,25).
Todo el proceso de escogimiento de Saúl como primer rey de Israel es muy rico en detalles en el libro de Samuel. En sus días se hizo popular una expresión en el pueblo: «¿También Saúl entre los profetas?» Todo parecía ir de acuerdo al deseo del corazón de las multitudes, que ahora estallaron en alegría porque tenían un rey como las demás naciones. Se institucionalizó la monarquía en Israel.
Samuel presentó a Saúl al pueblo. Su aspecto era impresionante en su porte externo. Superaba la media de altura, y sacaba una cabeza a todos los demás. Se sentían seguros. Anduvieron por la vista y la apariencia. Este recorrido carnal tuvo las patas muy cortas, y pronto las cosas comenzaron a torcerse, aunque antes asistiremos a días con apariencia de piedad.
Las leyes del reino fueron redactadas en un libro, y se guardaron delante de YHVH. El libro de Deuteronomio ya adelantaba gran parte de la normativa (Dt.17:14-20). Vemos en él un adelanto de lo que ahora se estaba materializando. Tenemos aquí una manifestación de la presciencia de Dios, (conocedor de los tiempos futuros). Lo mismo en el caso de los elegidos de quienes habla el apóstol Pedro (1 Pedro 1:2).
Dios adelantó a Moisés que llegaría el tiempo cuando el pueblo pediría un rey como todas las naciones, pero le puso límites a sus prerrogativas: no sería un hombre extranjero; no tendría demasiados caballos; no hará volver al pueblo a Egipto; no tomará para sí muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe (Salomón parece que no leyó bien esta porción de la Escritura); no amontará para sí plata ni oro; escribirá una copia del libro de la ley para leerlo todos los días para que aprenda a temer a YHVH, y guardar sus palabras poniéndolas por obra; de esta forma no se elevaría su corazón con soberbia sobre sus hermanos y prolongaría los días de su reino y los de sus hijos.
Saúl comenzó bien, con humildad, sorprendido por el llamamiento. Obtendría algunas victorias sobre los enemigos de Israel que le darían confianza en sí mismo, pero una vez que sintió amenazado su trono por un competidor mejor que él, su corazón fue carcomido por la envidia, dando lugar al diablo para que le atormentase y trajera opresión y angustia al pueblo que debía servir. La historia de Saúl, el rey del pueblo, sería un fracaso dramático para su casa, y finalmente ser desechado.
El reinado de Saúl comenzó en la carne y terminó en desastre.