TIEMPOS FINALES (6) – Blasfemia

BlasfemiaBlasfemia

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… blasfemos…  (2 Timoteo 3:1,2).

La blasfemia es una injuria que se hace a la divinidad. Va dirigida especialmente hacia lo sagrado. Es la falta de respeto por las creencias religiosas de otras personas. Nuestro texto en la Biblia NTV (Nueva Traducción Viviente) se traduce así: se burlarán de Dios. Nuestra sociedad, que presume de tolerante y respetuosa, legisla y promueve todo tipo de iniciativas para extirpar de ella la dimensión trascendente de la vida, especialmente en Occidente, y sobre todo la que tiene que ver con la herencia judeocristiana. Una y otra vez vemos cómo se blasfema de Dios, la Biblia, el culto y la adoración, mientras que cualquier expresión de paganismo, magia, hechicería, ocultismo, y todo tipo de inmoralidad sexual, son elevadas a una dimensión de respeto y aceptación.

Las manifestaciones proabortistas o del día del orgullo gay suelen ir acompañadas de obscenidades dirigidas a dañar la conciencia de aquellos que se oponen a sus proclamas basándose en la ley moral fijada en el Libro Sagrado. Nuestros días están cargados de una libertad mal entendida. La blasfemia es la manifestación del hombre sin temor de Dios. Esta falta nos conduce a la necedad. La ignorancia se vuelve muy atrevida y no sabe que atrae ruina hacia sí mismo.

La respuesta a los comportamientos nocivos para nosotros mismos y la sociedad en la que vivimos la encontramos en el evangelio de Jesús enseñándonos que si permanecemos en su palabra, seremos verdaderamente sus discípulos, y conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. Libres de la ignorancia, la necedad y la blasfemia. Todos hemos participado de algún tipo de necedad. Todos hemos blasfemado en algún momento por ignorancia. Hasta el apóstol Pablo dijo: habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin  embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad (1 Timoteo 1:13). El evangelio de Dios nos dice que el siervo del Señor debe ser apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivo de él para hacer su voluntad (2 Timoteo 2:23-26) (2 Corintios 4:3,4). Y además añade: Esto éramos algunos; pero fuimos lavados, fuimos santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios (1 Corintios 6:11). Sí, el evangelio de Dios nos libra de la blasfemia que maldice nuestra vida y nos bendice con la libertad gloriosa de los hijos de Dios para exaltar al que hizo el cielo, la tierra y el mar…

TIEMPOS FINALES (5) – Soberbia

Soberbia (2)Soberbios

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… soberbios… (2 Timoteo 3:1,2).

Podríamos decir que la soberbia es el estado siguiente a la jactancia. Es un proceso degenerativo del alma humana hacia la rebelión. Comienza con amarse así mismo más que a cualquier otro, —incluyendo a Dios—, continúa con la idolatría de la avaricia por acumular, luego se levanta la jactancia del súper hombre que ha conseguido tener bienes materiales, poder y dominio sobre los demás, se eleva con soberbia y acaba en rebelión contra Dios. Fue el proceso que vivió Lucifer después de ser creado y puesto para dirigir la alabanza en los cielos. Quiso ser semejante a Dios, elevarse hasta el trono y ocupar su lugar. Es el proceso que ha seguido el movimiento humanista tan de moda en nuestros días. Su doctrina es la siguiente: «ni estado, ni religión, ni Dios por encima del hombre, firmado: el partido humanista».

La soberbia no acepta el lugar asignado, quiere ocupar el de otros. Muchos predicadores de hoy están tan deseosos de triunfar que han cambiado el temor de Dios por la presunción y la soberbia. Dios resiste a una generación de hombres llena de soberbia, y da gracia a los humildes. La soberbia no le da gracias al Creador por los bienes recibidos, se hace vana en sus razonamientos y su necio corazón es entenebrecido. Por tanto, el Señor los entrega a la impureza, a pasiones degradantes y a una mente depravada para que hagan cosas que no convienen (Romanos 1:21-32). Aquí tenemos muchas de las características de nuestra generación. La soberbia pone a Dios en nuestra contra. ¿Quién podrá resistirle? ¿Somos más fuertes que Él? Sin embargo, da gracia a los humildes, es atraído por los que le aman y conoce a los que son suyos.

La respuesta a la soberbia la encontramos en el evangelio de la cruz. Esa cruz que nos atrae al seno del Padre, levantada en el monte de la Calavera, y que ha ejercido la mayor atracción que ha conocido la humanidad. En esa cruz la soberbia humana ha sido vencida por la humillación del Hijo de Dios. Se hizo hombre, se humilló a sí mismo como hombre, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por tanto, Dios le ha dado el nombre que es sobre todo nombre, para que en su nombre se doble toda rodilla y podamos confesar para salvación que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Fil. 2:5-11) (Stg. 4:6,10) (Isaías 57:15) (1 Pedro 5:6,10). El virus de la soberbia, inoculado en el corazón del hombre en el Paraíso perdido, con el falso argumento: «seréis como dioses, conociendo el bien y el mal», hace que los tiempos que vivimos hoy sean muy peligrosos y debamos abrazarnos a la cruz libertadora.

TIEMPOS FINALES (4) – Jactanciosos

JactanciososJactanciosos

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… jactanciosos… (2 Timoteo 3:1,2).

¿Cómo debemos entender que Pablo diga que los tiempos finales serán difíciles o peligrosos porque los hombres serán vanidosos? ¿Es que la vanidad o jactancia no es un compañero inseparable del ser humano? ¿A qué se refiere? Por supuesto, siempre ha habido personas egoístas, avaras y vanidosas, pero el apóstol vio que en los días antes del fin habría una generalización de la vanidad del hombre. Desde el siglo XVIII y XIX, con el despliegue industrial, el hombre ha elevado su nivel de autosuficiencia y vanidad a unos niveles nunca antes vistos. Hemos llegado a la Luna, conquistado el ciber espacio, creado la bomba atómica y tantos y tantos avances de la ciencia, que el hombre postmoderno tiende a pensar que es dueño de su propio destino. Cree ser su propio dios.

El Humanismo ha elevado al hombre como centro de todas las cosas. Las nuevas generaciones nacen con un ego elevado a la máxima potencia; su fanfarronería les impide respetar si quiera a los mayores. Los niveles de arrogancia y vanagloria son más elevados que los del CO2 en la atmósfera. La mayor de las jactancias es pensar que el hombre no necesita a Dios. Es su propio dios. La Biblia dice que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. La jactancia del hombre actual le lleva a elevarse por encima de Dios. El hombre de hoy se alaba a sí mismo, cree que no hay nadie como él, desprecia a los demás. Jesús dijo que los días finales serían como los días de Noé y los días de Lot. Lo característico de esas generaciones fue una vida entregada a los placeres, la ociosidad y el desprecio por la eternidad. Todo su tiempo era terrenal. Así será en la venida del Hijo del Hombre, dijo el Maestro. El sello de la vanagloria es inventar otro evangelio, salvarse así mismo. Tal vez esta es una de las razones por las que sea tan difícil aceptar el verdadero y único evangelio en la sociedad occidental.

La respuesta a la arrogancia extralimitada que manifiesta el hombre de nuestro tiempo, su fanfarronería insoportable, la tenemos en la revelación del evangelio que recibió el apóstol Pablo, enseñando que la salvación es de Dios, y añade: Por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8). Está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor (1 Corintios 1:31). La buena nueva nos libra de la vanidad y la arrogancia que tanto ensucia al hombre en su imagen y semejanza de Dios, cuando volviendo en sí comprendemos nuestra infinita debilidad e impotencia reconociendo la suficiencia del Eterno. Por delante quedará un camino de humildad libertador de la jactancia.

TIEMPOS FINALES (3) – Avaricia

Avaricia (2)Avaricia

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… avaros… (2 Timoteo 3:1,2 LBLA).

La avaricia tiene que ver con la acumulación de riquezas para uno mismo. Es una prolongación del carácter egoísta y amador de sí mismo. El avaro solo piensa en su propio bienestar. La avaricia es idolatría, el culto al dios Mammón (Colosenses 3:5). Es el amor por la acumulación: dinero, riquezas, propiedades, etcétera. Los avaros son amantes del dinero, la raíz de todos los males. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores (1 Timoteo 6:10).

Nuestra sociedad está tan dependiente del dinero que nos enloquece la necesidad de conseguirlo a cualquier precio, bajo cualquier circunstancias o traición. La corrupción política tiene gran parte de su base en el robo de dinero público, o el mal uso y despilfarro que se hace del presupuesto. Una sociedad que solo vive para acumular riqueza es necia y acabará perdiendo lo que quiere retener sin compartir. Jesús le dijo a un hombre que no sabía qué hacer con la riqueza acumulada: ¡Necio!, esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿para quién será lo que has provisto? (Lucas 12:20). El sabio proverbio nos dice: Hay quien reparte, y le es añadido más, y hay quién retiene lo que es justo, sólo para venir a menos. El alma generosa será prosperada… Al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá, pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo vende (Proverbio 11:24-26). La avaricia hace que los tiempos sean peligrosos. En la versión de la Biblia NTV se resume así: habrá tiempos muy difíciles. Pues la gente solo tendrá amor por sí misma y por su dinero.

La respuesta para ser liberados de este poder hechicero que es la avaricia la encontramos en el evangelio de Jesús. Jesús no retuvo su vida en el cielo, si no que la entregó por todos nosotros. La generosidad del Hijo de Dios quebranta el poder de la avaricia para liberarnos de su idolatría. Está escrito: Mas bienaventurado es dar que recibir. El que siembra generosamente, generosamente recogerá. La generosidad es una de las consecuencias del evangelio en el corazón del hombre. Nos libra de la codicia que hunde a los hombres en la soledad. Jesús dijo que no se puede servir a dos señores. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Los fariseos, que eran amantes del dinero, oían todas estas cosas y se burlaban de El (Lucas 16:13,14). Las palabras de Pablo a Timoteo siguen siendo más oportunas que nunca hoy: Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos. Así que, si tenemos suficiente alimento y ropa, estemos contentos (1 Tim.6:7,8 NTV).

TIEMPOS FINALES (2) – Amadores de sí mismos

Amadores de sí mismosAmadores de sí mismos

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. (Peligrosos RV60). Porque los hombres serán amadores de sí mismos…”   (2 Timoteo 3:1,2 LBLA).

Si estamos convencidos que vivimos en los últimos tiempos debemos saber lo que Pablo le dice a Timoteo. Y ese conocimiento no es para juzgar a los demás rápidamente, si no para saber que nosotros mismos hemos nacido en esa atmósfera, por tanto, somos susceptibles de ser influidos por ella. También para entender que las personas que no viven en el reino de Dios están sometidas a un poder inicuo que los mantiene atados a formas de vida opresivas. Podríamos decir que no es nada nuevo en el devenir de las  generaciones. La historia está llena de manifestaciones pecaminosas. Sin embargo, necesitamos deducir que la maldad puede aumentar exponencialmente.

Los procesos de iniquidad se forjan mediante leyes impías que se introducen en la sociedad de forma legal y natural. Acabamos aceptándolas con normalidad. La primera característica que menciona el apóstol es el egoísmo. «Amadores de sí mismos». Un hombre centrado solo en sí mismo y sus intereses personales. Este comportamiento afecta en primer lugar a la familia, luego a la empresa donde trabajamos, a la comunidad de vecinos, a la sociedad en general y por supuesto a la iglesia. Los pastores a quienes denuncia el profeta Ezequiel se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34:2). Si la sal se vuelve insípida… si la luz no alumbra debidamente, la sociedad se corrompe. Cuando los que están en eminencia, en puestos de responsabilidad, que deben ser modelos y referentes para la sociedad (padres, maestros, empresarios, políticos, jueces, deportistas, pastores, sacerdotes, etcétera) solo piensan en sí  mismos, su comportamiento egoísta se extenderá como una mancha de aceite y un fuego inextinguible que lo consumirá todo.

La respuesta al egoísmo la encontramos en el evangelio. Su mensaje central es una cruz levantada para redimirnos del egoísmo, y en ella, el Mesías entregado por todos nosotros. El mensaje que se desprende de la cruz es de negación a nosotros mismos. Vivir bajo el señorío de Jesús. El que quiera seguir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mateo 16:24). El amor no busca lo suyo (1 Corintios 13:5). No buscando cada uno sus propios intereses; sino más  bien los intereses de los demás (Filipenses 2:4). Nadie busque su propio bien, sino el del prójimo (1 Corintios 10:24). El evangelio de Jesús es la respuesta para poner en libertad a los cautivos amadores de sí mismos.

TIEMPOS FINALES (1) – Tiempos difíciles

El carácter en los últimos tiemposTiempos difíciles

Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles (peligrosos)(2 Timoteo 3:1 LBLA).

Cuando hablamos de las señales de los últimos tiempos generalmente ponemos el acento en pasajes donde se mencionan catástrofes, guerras, hambres, terremotos y otros sucesos devastadores. Pocas veces lo hacemos pensando en el carácter de los hombres. Las Escrituras nos muestran con toda claridad la responsabilidad del hombre en los acontecimientos de la tierra. Existe una relación innegable entre las formas de vida del ser humano a lo largo de la historia y sus efectos sobre el mismo hombre y el resto del mundo.

Desde el principio vemos en la Biblia cómo el carácter de los hombres ejerce su influencia sobre la creación. La tierra fue maldita por la transgresión del hombre. Hay una conexión directa entre la dimensión moral de los seres humanos y sus consecuencias, no solo en el ámbito de las relaciones humanas, lo cual es una obviedad, si no en sus consecuencias sobre el resto de la creación: el mundo animal, vegetal y medio ambiental. Los profetas fueron taxativos en esto, así se expresaron: La tierra se volverá vacía y desolada a causa de la perversidad de los que la habitan (Miq. 7:13 NTV). La tierra quedará arrasada a causa de la violencia de sus habitantes (Ez.12:19 NTV). El salmista anuncia el juicio de Dios: Convierte la tierra fructífera en tierras saladas y baldías, a causa de la maldad de sus habitantes (Sal.107:34 NTV).

Volviendo a nuestro texto, Pablo le hace a Timoteo una afirmación muy significativa, acentuando que «debes saber esto». Y ¿que es lo debe saber? Que habrá en los días finales una sociedad marcada por la forma de ser y actuar de los hombres. El carácter de las personas será de una determinada manera provocando tiempos difíciles y peligrosos. No se trata de las dificultades propias de cada generación. Tampoco de la maldad común al género humano. Jesús dijo que habría en esos mismos tiempos un aumento de la maldad, y que el amor de muchos se enfriaría (Mateo 24:12). Pablo habló también del misterio de la iniquidad (2 Tesalonicenses 2:1-12).

Por tanto, hay una generación final, antes de la venida de Jesús, que manifestará un aumento del pecado y la maldad. Lo vimos en la generación de Noé; también en la de Lot y las ciudades de Sodoma y Gomorra. Creo que no hay duda que es parte de nuestro tiempo también. En las próximas meditaciones iremos relacionando el carácter de los hombres en los últimos tiempos al que hace referencia el apóstol. En la versión de la Biblia NTV (Nueva Traducción Viviente) el texto que meditamos hoy dice así: Timoteo, es bueno que sepas que, en los últimos días, habrá tiempos muy difíciles… (2 Timoteo 3:1).

Nota Informativa sobre las meditaciones

Fuente de agua de vidaNOTA  INFORMATIVA

Para todos los que seguís las meditaciones recibiéndolas a través de los distintos medios en que se envían, quiero informaros que hemos terminado la serie LA VIDA EN EL ESPÍRITU, haremos una parada las próximas dos o tres semanas en las que no habrá nuevos envíos. Después veré como seguir.

El tema general es: ¿QUÉ ES EL HOMBRE?

(el devenir humano desde antes de nacer hasta después de  morir).

Y la relación de las series que contiene es esta:

Serie 1 – El carácter de los hombres en los últimos tiempos (25)

Serie 2 – El carácter de los hombres de Dios en los últimos tiempos (22)

Serie 3 – Antes de la caída (15)

Serie 4 – La caída (20)

Serie 5 – Después de la caída (15)

Serie 6 – La redención (25)

Serie 7 – La santificación (10)

Serie 8 – La lucha interior (60)

Serie 9 – La vida en el Espíritu (140)

Serie 10 – El hombre glorificado (160)

Serie 11 – El hombre condenado (200)

Serie 12 – El reino mesiánico (300)

Por lo demás, desearos a quienes estéis de vacaciones, una feliz estancia, y que el Señor os guarde y guie en medio de los tiempos que nos ha tocado vivir, tiempos oscuros y claros, de tinieblas y luz… Confiamos plenamente en el poder de su gracia libertadora y capacitadora, así como en la guía del Espíritu para hacer la voluntad de Dios y servirle en medio de nuestra generación.

Un saludo cordial en Cristo

VIRGILIO ZABALLOS

Terrassa (Barcelona) 21 de agosto de 2020.

140 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – En la transformación (FIN DE LA SERIE)

La vida en el Espíritu - MeditacionesEn la obra de transformación

Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu (2 Corintios 3:18).

La obra santificadora del Espíritu desemboca en una transformación evidente a la imagen de Jesús. Esta transformación también es llevada a cabo mediante el Espíritu del Señor. Ser transformados a la semejanza de Jesús es el final de la salvación, iniciada por Dios y culminada por Él mismo. De principio a fin la salvación, santificación y transformación es obra de Dios. Dios es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos delante de su gloria con gran alegría (Judas 24). El que comenzó la obra en vosotros la perfeccionará, hasta el día de Cristo (Fil.1:6). El evangelio es poder de Dios para salvar (Ro.1:16).

La impotencia de muchos creyentes en entender esta salvación tan grande es que fundamentan la obra sobre su propia voluntad y capacidades para mantenerse fieles a Dios. La salvación es de Dios y contiene el poder de Dios para realizar todo el proceso hasta el día final. El poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad. Para los hombres esto es imposible, pero para Dios no, porque todas las cosas son posibles para Dios. Esto no excluye nuestra obediencia y entrega al pacto. Es una fusión, una unidad indisoluble. El que se une al Señor es un espíritu con él. Nadie podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús.

Ahora bien, debemos entender que hemos sido llamados a un pacto, no a un compromiso. Hemos sido llamados a la muerte con Jesús, a la sepultura con él, a la resurrección con él, a la exaltación con él y a la glorificación con él. Esta es la totalidad de la unidad que existe entre el creyente y Cristo. Todo ello realizado en el poder del Espíritu Santo de principio a fin.

El Señor conoce a los que son suyos, «son suyos», y todo aquel que invoca el nombre del Señor se aparta de iniquidad. Quiere agradar a aquel que lo tomó por soldado. Pablo dijo: «Esta noche ha estado conmigo el ángel de quién soy, y a quién sirvo». Somos propiedad de Dios. Si Dios no es poderoso para guardarnos ¿quién lo será?

Nuestro destino es ser semejantes a Jesús mediante un proceso gradual de santificación y transformación que nos introduce en la plenitud con el Mesías. Esta es la fe del evangelio. Esta es la obra del Espíritu en nosotros. Hay seguridad. Caminamos hacia la ciudad celestial en la que viviremos como hombres glorificados, levantados de la muerte, semejantes al Hijo de Dios.

         La transformación por el Espíritu Santo nos introducirá en el día cuando seremos glorificados, a la semejanza de Cristo, por toda la eternidad.

139 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – En la santificación

La vida en el Espíritu - MeditacionesEn la obra de santificación

Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad (2 Tesalonicenses 2:13).

En el recorrido de nuestro tema sobre ¿qué es el hombre? ya hemos visto en una de las series sobre la santificación. Aquí queremos enfatizar la obra santificadora específica del Espíritu Santo en los discípulos. La santificación es la acción gradual del Espíritu en la vida del nuevo hombre transformándolo hasta el día de Jesucristo. El Espíritu Santo usa la palabra de Dios. Jesús dijo: «Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad» (Jn.17:17). Es la misma combinación que aparece en el texto que estamos meditando. La salvación se manifiesta mediante un proceso de santificación por el Espíritu, y además por la fe en la verdad. Espíritu y verdad producen santificación. Son los componentes básicos de la adoración. Los adoradores que Dios busca, es necesario que adoren en espíritu y verdad (Jn. 4:24).

Nacemos por el Espíritu y la palabra; somos santificados por el Espíritu y la verdad. También se le llama en la Escritura a este proceso renovación. La salvación inicia un proceso sucesivo en el interior de la persona que va produciendo una renovación interior, desde el espíritu, hacia el alma y el cuerpo, afectando a toda nuestra manera de vivir. Sed santos, como yo soy santo, dice el apóstol Pedro (1 P.1:15).

Por tanto, el Espíritu de Dios está involucrado en la obra general de la salvación de Dios al hombre. «El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo» (Tito 3:5). El Espíritu nos sella como propiedad de Dios. Nos anhela celosamente para producir la imagen de Jesús en nosotros. Esto es en síntesis lo que llamamos santificación: ser hechos a la imagen de Jesús (Rom. 8:29). Estamos siendo transformados en la misma imagen [la de Jesús] de gloria en gloria por el Espíritu (2 Co.3:18).

La obra santificadora del Espíritu Santo es esencial. Somos apartados para Dios. Santificar significar ser apartados para el Señor. Guardarse sin mancha del mundo (Stg.1:27). La redención incluye ser librados del presente siglo malo (Gá. 1:4). Por eso no podemos separar la salvación realizada por Jesús de la obra santificadora del Espíritu Santo. Toda la Trinidad está involucrada en ella.

         La santificación es una obra sobrenatural del Espíritu Santo en cada uno de los herederos de la salvación. 

138 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – En la obra de salvación

La vida en el Espíritu - MeditacionesEn la obra de salvación

Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado (Juan 16:7-11).

La salvación del hombre es un consejo divino. Un misterio revelado que estaba oculto desde antes de la fundación del mundo, y que ha sido manifestado, «y por las Escrituras de los profetas, conforme al mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para ser guiadas a la obediencia de la fe» (Ro.16:25-27). Esta salvación tan grande, «anunciada primeramente por el Señor, confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y por dones del Espíritu Santo según su propia voluntad» (Heb. 2:3-4), fue confirmada por Dios mediante el Espíritu, en quienes fueron testigos.

El Espíritu es el que capacita a los anunciadores de la salvación, como hemos ido viendo en esta serie, pero antes es quién convence de pecado, de justicia y de juicio para manifestar el Salvador a todos los pecadores. Nadie puede llamar a Jesús Señor si no por el Espíritu. El es quién revela al Hijo en los corazones de los hijos de los hombres. Quién convence de pecado para comprender la necesidad de una salvación preparada desde tiempos eternos. Luego el Espíritu es quién capacita a los testigos para dar testimonio.

Por tanto, el Padre envía al Hijo al mundo para que realice la obra de salvación, y el Espíritu Santo es quién manifiesta la profundidad de esa obra eterna en los corazones de los hombres, convenciéndolos de pecado, y viendo en Jesús la respuesta de Dios al hombre.

El Espíritu Santo es quién da testimonio de que somos hijos, que hemos sido redimidos, que somos propiedad de Dios, que nuestros pecados han sido perdonados, y quién revela todo el potencial de la salvación que ha sido realizada. Sin esta acción interior en el corazón del hombre no hay cambio, ni transformación. La vida nueva es engendrada por el Espíritu y la palabra. Todo el recorrido del libro de Hechos nos ha mostrado la importancia esencial de la obra del Espíritu en los discípulos para salvar y capacitar. Sin el Espíritu no hay salvación. Solo religión. Con la manifestación del Espíritu de Dios el potencial de la salvación se desplegará como un río de vida.

         Toda la Trinidad está involucrada en la gran salvación que hemos recibido. La acción del Espíritu de Dios activará la eternidad en los corazones.