99 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Individualidades para el bien común

La vida en el Espíritu - MeditacionesIndividualidades para el bien común

Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común… Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El (1 Corintios 12:7,11).

Individualidades no para el individualismo, sino para el bien común. Los dones o manifestaciones del Espíritu son para el bien común, para la edificación del cuerpo del Mesías, no para la exaltación de una personalidad predominante en la congregación. La simbiosis entre nuestra individualidad original dada por Dios, y la edificación del cuerpo de Cristo en su amplitud debe ser el equilibro que debemos mantener.

El texto del apóstol habla de «cada uno» por un lado, y de «el bien común» por otro. El Espíritu de Dios distribuye funciones diversas a personas individuales pensando en la edificación de todo el cuerpo. El Espíritu Santo, al distribuir sus manifestaciones, no está pensando en acentuar al individuo, sino usarlo como canal para expresar o manifestar su voluntad de edificar a aquellos que serán ministrados en última instancia por Él mismo. La fuente es Dios. Las manifestaciones las hace el Espíritu a través de un vaso de barro escogido, por tanto, no hay lugar para gloriarse de uno mismo, sino en aquel de quién proceden todas las cosas.

Pretender usar el don de Dios para enriquecerse, creyendo que la piedad es un medio de ganancia, solo traerá el juicio de Dios, que siempre comienza por su casa. Por eso dice Jesús que al que mucho se le da, mucho se le demandará. Caer en el error de Balaán, que por lucro se apartó de la verdad y se obstinó en el error (Judas 11), conduce a poner tropiezo a los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos de inmoralidad (Apc.2:14). Toda una cadena degenerativa de disolución y pecado que comienza en un mal uso del don recibido.

Pertenecemos a un cuerpo aunque recibamos dones específicos para desarrollar una función personal siempre dentro del cuerpo y para el cuerpo. Porque no somos nuestros, hemos sido comprados para agradar a aquel que nos compró con su sangre. Por tanto, si vivimos para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor. En medio de los dos textos que estamos meditando tenemos la lista de dones espirituales que el apóstol Pablo menciona en su carta a los corintios. Veremos en las próximas meditaciones una síntesis de cada uno de ellos.

         Nuestra individualidad está unida a un cuerpo, el del Mesías, donde hay muchos dones y funciones operando para el bien común.

98 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Dones, ministerios y operaciones

La vida en el Espíritu - MeditacionesDones, ministerios y operaciones

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos (1 Corintios 12:4-6).

Diversidad dentro de la unidad, esta podría ser la síntesis de este texto. Hay diversidad de dones, diversidad de ministerios (servicios) y diversidad de operaciones. La unidad está en la fuente de donde emanan todos ellos: el Espíritu, el Señor y Dios. Es decir, aquí tenemos uno de esos pasajes donde encontramos la manifestación de la unidad del Dios Tri-uno, manifestando la complementación diversa de su naturaleza expresada de distinta forma en los que son suyos. Vemos al Dios Trino involucrado en la obra que se lleva a cabo en la tierra a través de los miembros del cuerpo de Cristo.

Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. A veces la iglesia del Señor expresa una estrechez insoportable y contraria a la verdad en su manifestación de cuerpo que parecería que en lugar de diversidad lo que hay es un solo don, el de la persona que dirige o predica. Toda la enseñanza de Pablo en este sentido muestra la verdad de un cuerpo con muchos miembros, ninguno mayor que el otro, aunque reconociendo la distinción de manifestaciones de cada uno. Sin embargo, aunque hay diversidad de dones la fuente de donde brotan todos ellos es la misma: el Espíritu Santo.

Por otro lado tenemos diversidad de ministerios, dones ministeriales en forma de personas llamadas a funciones distintas dentro de la multiforme gracia de Dios para servir al cuerpo de Cristo en su amplitud. Esos dones los encontramos especificados en Efesios 4:11-12. «Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo».

Debemos recordar que la función de los ministerios es servir, no enseñorearse. Es edificar a los santos no aprovecharse de ellos y esquilmarlos. Y por último se habla de operaciones diversas que Dios hace entre los suyos. Son las acciones de su gracia en la vida de cada uno de nosotros para que podamos servirle y edificarnos los unos a los otros en amor. Todo procede de Dios y tiene como fin su gloria. Hemos sido llamados para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.

Reconocer la diversidad del cuerpo del Mesías nos ahorra muchos atrasos en el avance del plan de Dios.

97 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Hablar por el Espíritu

La vida en el Espíritu - MeditacionesHablar por el Espíritu

Por tanto, os hago saber que nadie hablando por el Espíritu de Dios, dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: Jesús es el Señor, excepto por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:3).

La fuente de los dones espirituales es el Espíritu de Dios, que a su vez emanan de la obra redentora de Jesús. El don de Dios es Cristo, don inefable y glorioso, y de ese don en plenitud ha repartido a los hombres porciones en forma de dones que se desprenden de él mismo. Jesús los distribuye a través del Espíritu según la gracia concedida a cada uno. Así está escrito: «Pero a cada uno de nosotros se nos ha concedido la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por tanto, dice: Cuando ascendió a lo alto, llevo cautiva una hueste de cautivos, y dio dones a los hombres» (Ef.4:7-8).

Cuando el Mesías subía al lugar más alto, a la diestra del Padre, iba dejando en el camino dones a los hombres que tenían su mismo Espíritu. La plenitud de Dios en la persona de Jesús se desmenuza para hacernos coparticipes de sí mismo, reparte distintos dones a diferentes personas, pero la fuente es la misma: Jesús. El Espíritu no hace nada por su propia cuenta, sino que administra los dones en aquellos que son de Cristo, que llaman a Jesús Señor por el mismo Espíritu. Por tanto, dice el apóstol, hablar por el Espíritu no puede ser para llamar a Jesús anatema, es decir, maldito, sino que hablar por el Espíritu es glorificar al Hijo, la fuente de donde emanan los dones. Cualquiera que dice que actúa en los dones del Espíritu y no tiene a Jesús como centro de su manifestación está separado, −es anatema−, de la verdadera fuente de vida eterna.

No podemos ministrar en los dones del Espíritu y deshonrar a Jesús. Podemos hablar por el Espíritu, sí, el Espíritu habla por medio de los que son suyos, y siempre lo hace para glorificar al Dador de la vida, no para acentuar su egolatría. Hablar por el Espíritu tiene como fundamento el señorío de Jesús. Y nadie puede llamar a Jesús Señor excepto por el Espíritu. Esa invocación se basa en la unión con Cristo, siendo un espíritu con él (1 Co.6:17); de esa forma los dones podrán ser ministrados desde la fuente de su emanación produciendo fruto de vida y edificación para el que han sido dados. Hablar por el Espíritu tiene que ver con los dones de expresión oral como profecía, enseñanza, sabiduría, ciencia. Siempre manteniendo la unidad con Cristo y ministrando desde esa unión en el Espíritu.

         Hablar por el Espíritu tiene como base la invocación de que Cristo es el Señor, actuando en los dones desde esa unión indispensable con él.

96 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – No debemos ignorar los dones

La vida en el Espíritu - MeditacionesNo debemos ignorar los dones

En cuando a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes. Sabéis que cuando erais paganos, de una manera u otra erais arrastrados hacia los ídolos mudos (1 Corintios 12:1,2).

Vamos a adentrarnos ahora en el capítulo de la Biblia que más ampliamente aborda el tema de los dones espirituales, aunque como hemos dicho antes hay mas dones que los que aparecen aquí, lo vimos en las meditaciones correspondientes a Romanos capítulo 12. Desglosemos el texto.

Pablo no tiene complejos en abordar un tema que para nosotros, siglos más tarde, ha venido a ser motivo de controversia. El apóstol de los gentiles no quiere que los hermanos de Corinto ignoren acerca de los dones espirituales, lo cual quiere decir que es posible ser cristiano y vivir ignorándolos. Hacerlo es motivo de pérdida. Todo aquello que no se enseña del amplio consejo de Dios queda relegado, por tanto, ignorado, y sin oír la enseñanza no hay una fe activada para poner en marcha aquello que se ignora. Lo vimos con toda claridad en el caso de los discípulos que encontró Pablo en Éfeso que ni siquiera habían oído hablar si había Espíritu (Hch. 19:2).

Ignorar una verdad del evangelio es perderla. No enseñarla es desobediencia. Muchos adoptan una actitud fácil ante un tema complejo en el que entra en juego algo más que la teoría interminable. Los dones deben ser manifestados para edificación del cuerpo de Cristo, pero hay dones que su manifestación produce polémicas o desórdenes, y poco a poco los desplazamos para que no compliquen nuestro «buen orden eclesiástico», procurando centrarnos en aquellos otros dones que son más «educados», y por tanto, más fácilmente aceptables. No abogo por el desorden ni el desatino, pero ciertas manifestaciones de algunos dones es inevitable que alteren la tranquilidad de  nuestros cultos. Especialmente si un endemoniado se manifiesta, o una mujer encorvada provoca la acción de Jesús en sábado.

Pablo enseña que ignorar los dones espirituales puede devolvernos a las prácticas paganas de ser arrastrados a ídolos mudos. Contrasta los cultos paganos, sus ritos y ceremonias muertas, con la manifestación viva de los dones del Espíritu operando entre los hermanos donde Cristo es glorificado e invocado por el mismo Espíritu. La historia de la iglesia demuestra que abandonar la llenura del Espíritu con la manifestación de los dones nos introduce en un estado de muerte e idolatría.

         La ignorancia de los dones por falta de revelación puede ser corregida con la verdad, pero ignorarlos nos reintroduce en el paganismo mudo.

95 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Cada uno ha recibido un don

La vida en el Espíritu - MeditacionesCada uno ha recibido un don

Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedro 4:10).

Antes de adentrarnos en el capítulo más conocido de los dones del Espíritu, (1 Corintios 12), me gustaría hacer un interludio entre los dones vistos en Romanos y los que veremos en 1 Corintios. No porque unos sean más importantes que otros, o más sobrenaturales, todos los dones del Espíritu trascienden el ámbito natural, por tanto son sobrenaturales, proceden del Espíritu, no del hombre. Sino porque creo que es necesario hacer énfasis en algunos aspectos esenciales cuando hablamos de los dones.

Debemos diferenciar entre talentos y dones. Los primeros son capacidades sobresalientes en ciertas personas que superan el nivel habitual de capacidad en alguna habilidad especial. Aunque en última instancia todo procede de Dios, debemos decir que para ejercer un talento del tipo que sea, musical, en ciencia, en deporte, etcétera, no se necesita ser espiritual, es decir, el hombre natural puede tener (de hecho tiene y algunos son sorprendentemente llamativos) un talento especial aunque su vida esté alejada de Dios. Por su parte un don espiritual solo puede ser recibido por aquellas personas que han nacido de nuevo, forman parte del reino de Dios y están conectados al Espíritu de Dios.

Los dones de los que habla el apóstol Pedro en el texto que nos ocupa son para usarlos en el servicio a los hermanos, para servirnos los unos a los otros, habiéndolos recibido de la multiforme gracia de Dios. No son para comerciar con ellos y obtener ganancias. Son dados de gracia para ser ministrados de gracia. Como dice el apóstol «de gracia recibisteis, dad de gracia». Esta es una diferencia sustancial con el talento natural que suele ser motivo de enriquecimiento personal y renombre del que lo posee.

El apóstol Pedro deja nítidamente claro que cada uno ha recibido un don especial. Todos los hermanos, miembros del cuerpo de Cristo, hemos recibido al menos un don para poder servir a los demás como buenos administradores de la gracia recibida. Generalmente suele ser nuestro servicio predominante, aquel que brota de forma «natural» en nuestro diario vivir, dentro del ámbito del Espíritu. Esta es una doctrina apostólica. Muy amplia en Pablo, pero también en Pedro.

         El don recibido por gracia debe ser ministrado desde la misma fuente de gracia en la que nos fue dado. Y hacerlo como fieles administradores.

94 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de la misericordia

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de la misericordia

Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que muestra misericordia, con alegría… (Romanos 12:8).

La misericordia es parte del carácter de Dios. El Salmo 136 repite en todos sus 26 versículos esta expresión: «Porque para siempre es su misericordia». «Las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana» (Lam. 3:22-23). Por tanto estamos hablando de un aspecto muy relevante de la naturaleza divina. No está al alcance del hombre natural. Comienza a manifestarse en aquellas personas que han nacido de nuevo a la imagen de Su Hijo, formados a su semejanza (Ro.8:29).

Está escrito: «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Oseas 6:6). Pero además de todo ello hay un don de misericordia que obra en algunas personas de manera especial. Tiene que ver con una dimensión mayor de la misericordia que se espera a los hijos de Dios. Se manifiesta en obras de amor, bondad y compasión que suelen dejarnos boquiabiertos cuando las conocemos. Decimos «¿cómo es posible que esta persona pueda realizar estas obras?»

El buen samaritano de la parábola de Jesús tenía el don de la misericordia. El sacerdote y el levita, a quienes se les suponía obras de piedad, pasaron de largo, pero aquel samaritano anónimo hizo un alto en su camino para atender, con los riesgos que conllevaba, a aquella persona golpeada y herida (Lc.10:33-34). Vemos estas obras hoy en día en muchos de aquellos hermanos que trabajan con el desecho de la sociedad: indigentes, drogadictos, los menesterosos, los pobres…

La misericordia es sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. Es una virtud del ánimo que lleva a algunas personas a compadecerse de las miserias ajenas. Significa sentido de compasión para aliviar el sufrimiento. «Su preocupación por la desdicha de los hombres lo lleva a la ansiedad por aliviarla» (Martyn Lloyd-Jones).

El buen samaritano, figura de Jesús mismo, tuvo compasión de la persona golpeada por ladrones y salteadores. Se acercó, vendó sus heridas derramando aceite y vino, llevándolo al mesón y cargando en su cuenta los gastos que ocasionaran su recuperación completa. Fue la respuesta de Jesús a la pregunta «¿quién es mi prójimo?», para concluir con esta máxima: «Ve y haz tu lo mismo».

Están de moda los dones espectaculares pero la misericordia es un don que procede del mismo Espíritu para ayudar a los demás y hacerlo con alegría…

         Jesús ascendió al cielo llevando cautiva la cautividad y dio dones a los hombres, dejando su sello en aquellos que continuarían su obra en la tierra.

93 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de dirigir

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de dirigir o presidir

Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que dirige, con diligencia… (Romanos 12:8).

En la versión Reina Valera dice: «El que preside, con solicitud». Dirigir o presidir a otros es un don dado por el Espíritu Santo a la congregación de Dios. Adelantémonos a decir que este don no tiene nada que ver con una actitud de control, o de hechizar mediante manipulación para conseguir aunar voluntades. Algunos que tienen este don pudieron comenzar a ejercerlo debidamente, (como tantos otros dones), para desviarse de su cometido original y acabar ejerciendo señorío sobre los redimidos del Señor. Fue la actitud de Diótrefes (3 Jn.9,10), y la doctrina de los nicolaítas, denunciada por el mismo Señor como práctica de algunas iglesias del Apocalipsis (Apc. 2:6 y 2:15).

Pablo enseña que hay que «reconocer a los hermanos que con diligencia trabajan entre vosotros, y os dirigen en el Señor y os instruyen, y que debemos tenerlos en muy alta estima con amor, por causa de su trabajo» (1Tes.5:12,13). Dirigir es un trabajo en beneficio de los hermanos que debe hacerse con diligencia, para instruir a otros y guiarlos por la senda marcada por el Señor y Pastor de las ovejas. Dirigirlos por el camino ya trazado que conduce a la vida eterna. En el antiguo templo eran los levitas quienes se encargaban de dirigir el canto y la alabanza al pueblo (1 Crónicas. 15:21,22 y 23:3,4).

Un buen ejemplo de la función de este don lo encontramos en la vida de Nehemías. Dirigió la obra de la reconstrucción de la muralla de Jerusalén con verdadero tesón, sabiduría, valentía y una vida intensa de oración. Dirigir a otros y sacar las capacidades de cada uno en beneficio de la unidad y la edificación del cuerpo de Cristo es un milagro de los dones de dirección ejercidos debidamente.

Los dones siempre deben ir acompañados por el fruto del Espíritu. Talento y carácter harán eficaz el servicio de una forma sobrenatural. Dirigir es un don de Dios para servir a los hermanos. Esta es la enseñanza de Jesús: «Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve» (Lc. 22:26). Hoy tenemos muchos «señores» y pocos obreros que sirven en el espíritu del Maestro y Señor. Y a todo ello hay que añadir la sabiduría que es provechosa para dirigir (Ecl. 10:10 RV60).

         Dirigir a otros es un arte dado por el Espíritu Santo a algunos hermanos con el fin de guiar a muchos por la senda de la justicia y la verdad.

92 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de dar

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de dar

Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que da, con liberalidad… (Romanos 12:8).

En una sociedad orientada hacia el egoísmo personal, la competencia y los intereses mezquinos hablar de dar con liberalidad parece una utopía, sin embargo, este es un don que debe estar presente en la congregación de Dios porque el Espíritu Santo lo da. Conocí, hace años, a un hermano empresario que nos visitaba en Toledo y apoyaba la obra pionera que realizábamos, que cuando compartía con sencillez la palabra de Dios nos decía: «yo tengo el don de dar». Y realmente lo hacía con liberalidad. Nunca más he oído a otro hermano decir que tiene este don. Sí hay una insistencia en enseñar a dar para obtener una gran cosecha, pero eso no tiene nada que ver con el don que nos ocupa.

El apóstol nos dice: «el que da, con liberalidad». Y ¿qué es liberalidad? Pues es la cualidad de la persona que ayuda o da lo que tiene sin esperar nada a cambio. Es la virtud moral que consiste en distribuir generosamente sus bienes sin esperar recompensa. Es un don de Dios. Todos debemos aprender a darnos a nosotros mismos, pero hay un don que tiene la característica de dar a otros de tal forma que supera el ámbito natural, es una virtud del Espíritu de Dios distribuida a ciertas personas. Pablo dijo de Jesús: «el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá.2:20b). El don de dar y el amor van juntos. Porque «si diera todos mis  bienes para dar de comer a los pobres… pero no tengo amor, de nada me aprovecha» (1 Co.13:3).

Recuerdo dos episodios cuando esta liberalidad se desató en toda la congregación. Uno en el desierto cuando Israel salió de Egipto y Moisés pidió una ofrenda para realizar el tabernáculo, trajeron tanto y con tanta liberalidad que hubo que pedir que dejaran de hacerlo. La otra fue en la iglesia primitiva cuando vendían sus propiedades y lo vendido lo ponían a los pies de los apóstoles. Pablo lo enseñó a los corintios cuando recogía una gran ofrenda, precisamente para los hermanos de Judea, por las necesidades que más tarde sobrevinieron. «Por la prueba dada por esta ministración, glorificarán a Dios por vuestra obediencia a vuestra confesión del evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos» (2 Co.9:13).

Estas prácticas tienen muy poco que ver con la insistencia en algunos púlpitos para forzar a los hermanos a «invertir» en el reino de Dios con la promesa de hacerse ricos. El don de dar con liberalidad nada tiene que ver con todo ello.

         Dar a otros con liberalidad significa hacerlo en amor y sin esperar una transacción económica y bursátil como si compráramos acciones de bolsa.

91 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de exhortación

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de exhortación

Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que exhorta, en la exhortación… (Romanos 12:8).

Debemos antes de nada definir lo que significa exhortar. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua significa «incitar a uno con palabras, razones y ruegos que haga o deje de hacer alguna cosa». Esta es una misión de cada uno de los hermanos, aunque hay los que tienen un don de exhortación que suele acompañar al de enseñanza. Está escrito que debemos «exhortarnos los unos a los otros cada día… no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado» (Heb.3:13).

Si hay un llamado a exhortarnos los unos a los otros para no caer en el engaño del pecado, ¿cuánto más aquellos que han recibido esta función como un don especial deben ejercitarlo en beneficio de la comunidad de creyentes? El uso que se hace de esta función en el lenguaje bíblico no tiene nada que ver con lo que vulgarmente llamamos «echar la bronca». Tampoco tiene que ver con mandar a otros lo que tienen que hacer o dejar de hacer. Los dones son dados para la edificación del cuerpo de Cristo, para que haya edificación y cobertura sobre el engaño del pecado que tan fácilmente nos envuelve. Tiene que ver con animar a los demás.

Fue lo que hizo Bernabé cuando llegó a Antioquia y vio la gracia derramada sobre los discípulos. «Cuando vino y vio la gracia de Dios, se regocijó y animaba [exhortó RV60] a todos para que de corazón firme permanecieran fieles al Señor» (Hch.11:23 LBLA). Pablo lo hizo en medio de la tempestad del viaje a Roma. «Ahora os exhorto a tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre vosotros, sino sólo del barco» (Hch.27:22). Vemos que animar a los hermanos y la exhortación son sinónimos. En las congregaciones hay que «alentar a los de poco ánimo» (1 Tes.5:14), ¿cómo? exhortándolos con la palabra de fe, vida y esperanza. La práctica de la profecía tiene también esa función en la congregación. «El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación» (1 Co. 14:3).

Por tanto la exhortación debe tener como fundamento la palabra de verdad. Los profetas de Israel exhortaban al pueblo para que se volvieran a Dios. Pablo dijo a Timoteo y Tito que debían exhortar a la congregación con toda paciencia y doctrina (2 Tim.4:2) (Tito 1:9 y 2:15). No se trataba de enseñorearse de la grey, sino del ejercicio de autoridad delegada para edificación, no para destrucción. También debemos exhortar a nuestros hijos.

         La congregación de Dios necesita este don funcionando con valentía en la vida de la iglesia para evitar el error y engaño del pecado.

90 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El don de enseñanza

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de enseñanza

Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que enseña, en la enseñanza… (Romanos 12:7).

Como es fácil entender no pretendo ser exhaustivo en la exposición de los dones del Espíritu, pero sí quiero iniciar el tema para que nos pueda servir de arranque en un estudio más profundo que cada uno puede hacer. Hay un don de enseñanza. No todos lo tienen, como los demás dones, y por tanto no todos deben enseñar, aunque podemos compartir experiencias y textos bíblicos, de la misma forma que todos podemos exhortar sin tener el don de la exhortación. Bien, dicho esto, meditemos.

¿Cuál debe ser la evidencia del don de enseñanza? Los que tienen este don exponen la doctrina de tal forma que facilitan el entendimiento de los oyentes. Su exposición abre la Escritura para comprenderla con cierta facilidad. También se trata de poner el sentido a lo que está escrito, como en el caso de los levitas en aquella reunión en los días de Esdras y Nehemías. El escriba Esdras leía el libro de la Ley de Moisés y había un grupo de personas mencionadas y los levitas que «explicaban la ley al pueblo… traduciéndolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura… los levitas que enseñaban al pueblo… Y todo el pueblo se fue a comer, a beber, a mandar porciones y a celebrar una gran fiesta, porque comprendieron las palabras que les habían enseñado» (Nehemías 8:1,7,8,9,12).

En los requisitos que se mencionan en las cartas de Pablo para los pastores y ancianos, uno de ellos es que sean aptos para enseñar (1 Tim.3:2 y 5:17). El que se dedica a la enseñanza, teniendo el don de Dios, no debe descuidar su estudio continuo. Podemos enseñar a otros de lo que hemos aprendido por estudiar, pero aquellos que tienen el don dado por el Espíritu demuestran una capacidad mayor en la exposición de la Escritura, convencen, persuaden, añadiendo a su don un carácter probado. Apolos tenía un don de enseñanza sólido, era vehemente, aunque eso no impidió que siguiera aprendiendo de Priscila y Aquila (Hch.18:24-28).

Jesús es el Maestro, y cuando expuso su mensaje a los dos discípulos de Emaús sus corazones ardieron cuando les abrió las Escrituras. Generalmente los pastores han recibido este don como parte de su equipo ministerial. Este don manifiesta siempre en sus poseedores un gran deseo de estudiar las Escrituras, como en Esdras, «que había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar sus estatutos y ordenanzas en Israel» (Esdras 7:10).

         El don de enseñanza facilita, con eficacia, el servicio de aquellos que han sido llamados por Dios para enseñar a otros.