El reino venidero – 23

El reino venideroLa esperanza de Israel – José de Arimatea

Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Éste, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús (Lucas 23:50-52)

Se puede pertenecer a un concilio que toma decisiones erróneas e injustas y a la vez no participar del acuerdo general. Es posible disentir, poniéndolo de manifiesto, y no seguir la corriente general de la mayoría. Más aún. Podemos vivir bajo la fuerte influencia del dominio de las tinieblas, como lo estaba en aquellos días la ciudad de Jerusalén, y no tomar parte del desenfreno generalizado. Y no solamente es posible mantenerlo en secreto (Juan 19:38), sino que podemos tomar decisiones que ayuden a mitigar el dolor y la iniquidad de hechos profundamente injustos. José de Arimatea lo hizo. No participó de la confabulación generalizada de la mayoría en el proceso que se le hizo a Jesús. Tampoco se dejó intimidar por el temor a las represalias por disentir de la opinión mayoritaria, sino que su bondad y justicia de carácter le llevó a pedir a Pilato el cuerpo de Jesús para darle sepultura. Había en Jerusalén hombres justos y piadosos en los días cuando se juzgó al Justo. Hubo judíos que no participaron de la trama orquestada contra el Autor de la vida. José de Arimatea fue uno de ellos, ayudado por Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras (Juan 19:39). Ambos eran discípulos de Jesús, aunque secretamente por miedo de las autoridades judías (Juan19:38). Podemos ver el conflicto espiritual que se estaba llevando a cabo en la ciudad de David. Por un lado la expectativa de la manifestación del reino de forma inminente. José de Arimatea lo esperaba. Y por el otro, una atmósfera de oscuridad y temor que no hicieron mella en las almas buenas y justas como las de estos dos discípulos del Maestro, aunque participaban de puestos relevantes en el concilio. No tuvieron la fuerza necesaria para frenar el juicio contra el Cordero de Dios, pero mostraron con sus hechos, hasta donde pudieron, que mantenían la esperanza del reino en sus corazones. Seguramente con interrogantes, como nosotros, pero dispuestos a hacer lo que estaba en sus manos para aliviar la causa del reo. El cuerpo de Jesús fue sepultado según la costumbre de los judíos, y todo ello realizado por dos amantes del reino cuya esperanza abrigaban en sus corazones.

         La ceguera generalizada de la ciudad de Jerusalén no impidió que hombres justos mantuvieran la esperanza del advenimiento de su reino.

El reino venidero – 22

El reino venideroLa esperanza de Israel – Uno de los malhechores

Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:42,43)

La Escritura deja constancia inequívoca de que había una expectación muy amplia entre la población judía de la manifestación del reino de Dios en la persona del Mesías, hijo de David. La espera en la consolación de Israel, su redención, y la inmediata consumación del advenimiento del reino prometido estaba en un nivel muy alto. El mensaje reincidente y constante de Jesús sobre la llegada del reino no hacía más que exacerbar dicha expectativa. Hemos visto que se proclamó en su nacimiento. Lo vemos en el inicio de su ministerio público a Israel. Jesús lo expone ampliamente en una diversidad de parábolas, y deja claro que si echa fuera los demonios por el Espíritu el reino de los cielos se ha acercado. Ahora bien, hemos visto que hay tres aspectos del reino de Dios. Uno en el corazón, aceptando al rey como Señor. Otro que tendrá su manifestación en la ciudad de Jerusalén donde se levantará el trono de David nuevamente; y el tercero llamado reino eterno al final de los tiempos. La mayoría de los seguidores del Mesías unían las dos primeras manifestaciones del reino en una misma. Por tanto, muchos creían, entre ellos los propios discípulos, que el reino se manifestaría en breve en la ciudad de Jerusalén. El pasaje que tenemos para estudiar demuestra que aunque el rey había sido clavado a una cruz, la esperanza de la manifestación de su reino no se había perdido. Uno de los dos malhechores, crucificado al lado de Jesús, lo puso de manifiesto claramente: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. El espíritu profético que había en esos días en la ciudad de Jerusalén actuaba como una poderosa influencia sobre las multitudes. Incluso sobre quienes no seguían al Maestro. El que llamamos «buen ladrón» mantenía esta expectativa. Pero, el otro, que llamamos «el mal ladrón» también quiso arrancar un último beneficio de aquel a quien llamaban Rey de los judíos, diciéndole: Si tú eres el Cristo [el Ungido y Mesías], sálvate a ti mismo y a nosotros. El mensaje de la mesianidad de Jesús, con la manifestación inminente de su reino, había calado en toda la sociedad, y no debemos simplificarlo diciendo que tenían una esperanza política del Mesías, porque todos los profetas habían hablado con claridad de la redención múltiple que llevaría a cabo el hijo de David, incluyendo la liberación del yugo romano.

         La expectativa de la inminente manifestación del reino mesiánico se había apoderado de la sociedad jerosolimitana de tal forma que incluso los ladrones colgados al lado de Jesús la mantuvieron hasta el final.

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (1 Parte)

Tiempos finalesTIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (1)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Cuando Jesús asistió a la boda de Caná de Galilea, después de haber convertido el agua en vino, el maestro de ceremonias dándose cuenta de lo que había ocurrido le dijo al novio: normalmente se sirve el mejor vino primero, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora! Esta fue la primera vez que el Mesías manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él (Juan 2:6-11). Parece haber aquí un principio que se repite a lo largo de toda la Escritura. El Señor deja lo mejor de su plan para el final. Los procesos que se suceden en el recorrido bíblico nos muestran que en primer lugar aparece lo de inferior calidad para avanzar hacia el culmen, la apoteosis final que pone el sello de la gloria de Dios en una dimensión plena. Caminamos hacia la plenitud. La vida del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4:18). Hemos ido viendo a lo largo de esta serie algunas de las señales que preceden la venida del Señor. Hemos hecho un breve recorrido anotando algunos de los acontecimientos cargados de aflicción que van delante de la manifestación de su reino. Como dice el apóstol Pedro: Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos (1 Pedro 1:10-11). Primero los sufrimientos, después las glorias que le siguen. Ahora veremos, al finalizar esta serie sobre señales de los tiempos finales, cómo en esos mismos tiempos de aflicción y angustia hay una señal anunciada también para el mismo periodo: derramamientos del Espíritu sobre toda carne. Tendremos ocasión de meditar en algunos textos relevantes al respecto, pero ahora quiero enfatizar el principio al que me refería anteriormente y que aparece como un modelo divino en el devenir de la historia de la redención y su proceso ascendente hasta la plenitud final de los tiempos. Encontramos al inicio de la revelación de Dios, en el libro de Génesis, que había caos y vacío hasta que la voz creadora del Rey del Universo lo puso en orden.

         Tras las obras de la carne aparece el fruto del Espíritu derramado.

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (2)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

El profeta Hageo desarrolló su ministerio en días cuando el antiguo templo de Salomón había sido destruido y uno nuevo estaba siendo edificado. La restauración del culto se estaba abriendo camino en medio de un gran conflicto para impedir los tiempos de restauración del viejo templo. La voz de Hageo y Zacarías se elevaron ante el pueblo de Judá para alentar su edificación en Jerusalén. Este nuevo edificio no alcanzaría el esplendor de aquel otro construido por el rey Salomón en tiempos de paz y prosperidad nunca antes vistos en Israel. Aún así, los judíos venidos del exilio babilónico sabían que una parte esencial de su reconstrucción nacional pasaba por el levantamiento del templo como eje central de su actividad espiritual. El culto debía ser restaurado. El altar levantado. Los sacrificios ofrecidos. Todo ello como parte vital de los nuevos tiempos para la nación judía. Sin embargo, la voz profética, con su alcance intemporal y eterno, anunciaba otro tiempo aún más glorioso para el futuro. La gloria postrera de esta casa, el templo reconstruido en Sión en medio de gran oposición, era presagio de un tiempo aún por venir cuya gloria futura sería inmensamente mayor que lo vivido hasta ese momento por el pueblo de Israel. La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria. Si hacemos en este punto un paralelismo del nuevo templo que Jesús levantaría en tres días (Juan, 2:18-22), viéndonos como piedras vivas del nuevo templo, cuya gloria postrera será mayor que la primera, y pensamos en el cuerpo terrenal como gloria pasajera temporal, y el cuerpo espiritual como gloria eterna e inmortal, sabremos que la mayor gloria está aún por llegar llenándonos de esperanza en medio de las aflicciones del tiempo presente. Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:16-18).

         La gloria postrera de nuestros cuerpos mortales tendrá un peso mayor de gloria y eternidad en la redención final del cuerpo (Romanos 8:23).

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (3)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Sigamos un paso más en este importante texto del profeta Hageo. Hemos dicho que hay un principio en la Escritura que pone de manifiesto el orden de la creación de Dios. También en el proceso de la redención. Génesis comienza con caos y vacío, —seguramente después de una batalla cósmica no revelada salvo en algunos detalles del contenido bíblico—, para reiniciar (palabra de moda que algunos pretenden imitar haciéndose pasar por dioses, me refiero al Foro de Davos y su estrategia de control de las naciones) el plan de Dios comenzando con la creación del mundo material para culminar ese primer desarrollo con el aliento de vida en el ser humano, —sello de la creación de Dios, creado a su imagen y semejanza—, es decir, la dimensión espiritual que sigue a la física. La creación terrenal y natural del hombre para avanzar a la regeneración, el nuevo hombre (el que algunas ideologías también quieren imitar en oposición a Dios, con prepotencia y rebelión, léase el humanismo, el comunismo y más recientemente el transhumanismo, la supuesta creación por el hombre de un ser mitad humano mitad máquina tecnológica), sacado a luz por la redención del Mesías: la inmortalidad. En palabras del apóstol: Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (1 Corintios 15:45-49). Podemos ver que es el mismo mensaje del profeta Hageo. La futura gloria de este templo será mayor que la primera, y todo ello en múltiples verdades que desembocan siempre en lo mejor al final. Cuando Pablo escribe a los gálatas hace el recorrido de las obras de la carne en primer lugar siguiéndole el fruto del Espíritu. Primero nació Ismael, el hijo de la carne, luego vino Isaac, el hijo de la promesa. Primero la sombra de lo que había de venir, en referencia a la ley dada a Moisés, luego la imagen misma de su sustancia en la persona del Mesías. La futura gloria viene después o en medio de gran tribulación.

         Aceptemos los procesos divinos y el orden establecido para lo mejor.

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (4)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Antes de la regeneración de todas las cosas viene un temblor divino que hace estremecer y remueve todas las cosas creadas. El Señor, —dice el profeta—, hará temblar los cielos, la tierra, los océanos y a todas las naciones. Es el mismo mensaje del autor de la carta a los Hebreos cuando dice: La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. La voz de Dios conmovió primeramente al pueblo de Israel en el monte Sinaí, donde estaban espantados y asustados al oír el estremecimiento del monte cuando el Señor se manifestó a Moisés. Ahora se anuncia un estremecimiento mayor sobre toda la creación antes de la manifestación de su reino, porque añade el mismo autor: Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Hebreos 12:26-28). Y esto concuerda con las palabras del apóstol Pedro cuando escribe que en el día del Señor los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas; luego insta a los hijos de Dios a vivir de manera santa y piadosa, esperando la venida del Señor, cuando los cielos, encendiéndose serán desechos, y los elementos se fundirán por el fuego, y añade: Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13). Es la regeneración final. La consumación de los tiempos. La transformación del cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (Filipenses 3:21). Esa es la gloria postrera. La gloria que le pidió el Señor al Padre en su oración sacerdotal por los suyos: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado (Juan 17:24). Cuando miramos al Señor cada día de nuestra vida en medio de las aflicciones del tiempo presente, somos transformados de gloria en gloria a su misma imagen por medio del Espíritu del Señor (2 Corintios 3:18). Avancemos a esa gloria siempre mayor.

         Los temblores de Dios preceden a la gloria postrera de la casa.

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (5)

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)

Una de las manifestaciones evidentes cuando queda establecido el reino de Dios en el corazón de una persona es la paz. También lo será cuando la tierra sea llena del conocimiento de la gloria del Señor. La paz de Dios supera el entendimiento y los pensamientos, traspasa las circunstancias introduciéndonos en la dimensión del reino inconmovible, los poderes del siglo venidero. Es la paz que se establece después de una batalla. Cuando el Señor se presentó a los suyos una vez culminada la redención, tras haber sido escarnecido en la cruz, sepultado, y tras la angustia de la muerte, clamando al que le podía librar de ella (Hebreos 5:7), lo hizo con este mensaje: Paz a vosotros (Juan 20:21,26). Tras la batalla que había sido librada, finalmente se impuso la paz del vencedor sobre todos los poderes de las tinieblas. Por tanto, la paz viene después de la victoria final. El reino de Dios es paz. No es comida ni bebida bajo los rudimentos de este mundo, sino justicia, paz y gozo en el Espiritu Santo (Romanos 14:17). El Maestro anunció a los suyos que en el mundo tendrían aflicción, pero él vencería los poderes de este mundo para poder establecer la paz del cielo en el corazón de los hombres (Juan 16:33). Una y otra vez nos encontramos que antes de su venida hay aflicción y dolor; primero nacemos en un mundo hostil, cuyos parámetros son violentos y convulsos. La tierra está llena de oscuridad, los dolores de parto anuncian el alumbramiento del nuevo día; el aumento de la maldad precede al derramamiento del Espíritu. El hastío de las injusticias levanta un clamor por la verdad, la justicia y la libertad. La creación gime por su redención, nosotros también gemimos por el advenimiento del nuevo día. El caos y la confusión dan lugar al orden de la palabra de Dios y la misericordia que nos guía todos los días de nuestra vida. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5). Todo para recordarnos que las señales de tribulación y angustia antes de su venida son la antesala del día con más luz. Pero además en esos días también convergen los derramamientos del Espíritu Santo sobre toda carne como veremos en próximas meditaciones.

         La paz del reino viene después de la batalla por la justicia y la verdad duraderas. Solo así quedará establecida firmemente en nuestros corazones.

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (6)

Entonces, después de hacer todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes tendrán visiones. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres por igual. Y haré maravillas en el cielo y en la tierra… (Joel 2:28,29,30 NTV)

El mensaje de los profetas de Israel contiene generalmente una parte de juicio y denuncia por el pecado, y otra de restauración cuando el pueblo se vuelve a su Dios, o bien tras el juicio inevitable por falta de arrepentimiento. La maldad, iniquidad e injusticias que se derivan de ella acaban en hartazgo cuando la opresión hace gemir el alma humana levantando un clamor para luchar por su liberación. La Escritura enseña con claridad esta verdad, aunque el clamor no sea generalizado, sino el de un remanente fiel que angustiado ante las injusticias insoportables de hombres perversos y malos levantan su intercesión al cielo en busca de justicia y paz. Entonces, después de soportar con paciencia el juicio decretado por sus pecados, y una vez concluida la sentencia, el Señor se levanta en favor de su pueblo derramando su Espíritu sobre toda carne. Es lo que anuncia el profeta Joel tras haber llamado a la nación a reunirse en ayuno y clamor por el juicio de la oruga, el saltón y la langosta que los había devorado. Lo vemos en Egipto cuando el pueblo de Israel quedó atrapado bajo la tiranía de Faraón y los hebreos eran afligidos por el látigo de sus capataces. Una vez elevado el clamor al cielo el Señor envió a Moisés para establecer un proceso de redención que culminaría con la salida de Egipto y una nueva vida en libertad. Los últimos tiempos tienen también algo de todo lo que acabamos de decir. En medio de angustias y opresiones diversas, el Señor derrama su Espíritu sobre mucha gente y pueblos capacitándoles para afrontar los días de adversidad y oprobio. Estos derramamientos del Espíritu también levantan a muchas personas sencillas y anónimas que salen por todas partes anunciando la buena nueva a los afligidos. Fue lo que ocurrió el día de Pentecostés en Jerusalén cuando el apóstol Pedro identificó la profecía de Joel con aquellos días. Partiendo de la capital de Israel el evangelio fue anunciado por todas aquellas regiones primeramente, para luego extenderse a todas las naciones. Y se hizo en medio del dominio romano sobre Judea. A pesar de la opresión imperial, el Espíritu de Dios capacitó a muchos mensajeros para llevar el mensaje liberador a las naciones. El poder del reino de Dios manifestado por su Espíritu produjo gran refrigerio.

         El evangelio siempre ha avanzado en medio de gran oposición mediante derramamientos del Espíritu sobre toda carne.

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (7)

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:4,38,39)

La historia del pueblo de Dios es como una línea ondulada, con altibajos, tiempos de plenitud con avances del reino de Dios, y otros de estancamiento, decadencia, clamor y avivamientos. Lo vemos primeramente en la historia antigua del pueblo de Israel. Después de salir de la opresión y esclavitud en Egipto, donde el faraón había amargado su existencia mediante un régimen laboral opresor, Israel pasó el mar Rojo (figura del bautismo en agua) y fueron bautizados en la nube de día y el fuego de noche 1 Corintios 10:2 (figura del bautismo en el Espíritu Santo) que los acompañó y estuvo con ellos todo el camino por el desierto. La redención dio lugar a un día de alabanza y júbilo por la victoria sobre los dioses de Egipto que los habían tiranizado. Pero pronto comenzaron las quejas por la escasez de alimentos y agua. Moisés tuvo que lidiar con un pueblo que habiendo visto las grandes señales que Dios había hecho en Egipto y seguía haciendo en el desierto, no impidieron la murmuración y el desorden de los apetitos carnales. De tal forma que toda aquella generación no pudo entrar en la tierra prometida. Fue la siguiente, junto con Caleb y Josué, remanente siempre presente en el pueblo de Dios, quienes entraron y conquistaron las promesas que eran para ellos, sus hijos y las siguientes generaciones. Este es el patrón que encontramos en el devenir de Israel a lo largo de la Biblia: Tiempos de avance de la voluntad de Dios mediante el pueblo elegido para sus propósitos, y otros de decadencia donde se paralizan los planes del Señor hasta la llegada de otra generación que le busca y sobre quienes vuelve a derramar su Espíritu reiniciando así el propósito al que fueron llamados. Esta misma secuencia la encontramos en la historia de la iglesia a lo largo de los últimos dos milenios. Después de Pentecostés, donde todos fueron llenos del Espíritu, salieron a todas las naciones con el evangelio que es poder de Dios. Pero pronto el impulso inicial se perdió y encontramos en la carta de Pablo a Timoteo la exhortación a avivar el fuego del don de Dios que estaba en él (2 Timoteo 1:6). En esa misma carta el apóstol anunció tiempos peligrosos por el carácter perverso de los hombres en los postreros días, de ahí la necesidad de avivar el fuego del don de Dios.

         Necesitamos volver a ser llenos del Espíritu Santo como en Pentecostés.

 

TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (8)

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:4,38,39)

Toda experiencia de derramamiento del Espíritu en una congregación levanta dudas, burlas y persecución. El hombre natural no percibe las cosas de Dios. Por su parte el hombre religioso prefiere la seguridad de una estructura eclesiástica que levante un edificio en el que pueda sentirse cobijado y cuyos límites no se traspasen perturbando su tranquilidad. Así fue el día de Pentecostés en la ciudad de Jerusalén. La experiencia plena de los apóstoles fue perturbadora en la ciudad. El pueblo se juntó viendo el estruendo provocado por el suceso que previamente había anunciado el Maestro a sus discípulos. La multitud se mostró confusa, atónita y maravillada. Todo ello en la misma masa de gente. Siempre es así en los distintos avivamientos que han surgido a lo largo de la historia. La perplejidad de los espectadores dio paso al primer discurso del apóstol Pedro. Al hacerlo, identificó la experiencia que acaban de tener con la profecía de Joel. En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne (Hechos 2:17). Las consecuencias de ese derramamiento serían: profecías, visiones, sueños, prodigios, señales y salvación mediante la invocación del nombre del Señor para ser salvo. La multitud, después de oír al apóstol encararlos con su propia responsabilidad en la muerte del Mesías, fue herida en su conciencia, y compungidos de corazón dijeron: Varones hermanos, ¿qué haremos? La respuesta fue inmediata: Arrepentíos, bautizaos y recibiréis el don del Espíritu Santo. Tres mil personas respondieron al llamamiento de Pedro recibiendo la palabra anunciada, y a partir de ese momento sus vidas quedaron unidas a la comunión que se había producido como consecuencia del derramamiento del Espíritu Santo. Los postreros tiempos habían comenzado. El Imperio Romano seguía dominando el mundo conocido. Israel estaba subyugado políticamente al yugo de Roma pero algo nuevo había tenido lugar y ese movimiento sobrenatural superaría las adversidades llegando a cada rincón del mundo conocido. Hoy también los días son malos. Vivimos sometidos en gran medida a una tiranía globalista; los nuevos faraones pretenden someternos a esclavitud y opresión, pero el derramamiento del Espíritu de Dios sigue siendo nuestra mayor necesidad.

         El don del Espíritu nos pondrá a salvo de esta generación perversa.

 

El reino venidero – 21

El reino venideroLa esperanza de Israel – Jerusalén

… Estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente […] Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! (Lucas 19:11,37,38)

Los acontecimientos del nacimiento de Jesús y el día de su circuncisión en el templo de Jerusalén fueron tan espectaculares que no pasaron desapercibidos para muchos, especialmente para sus padres, que estaban maravillados de todo lo que se decía de él (Lucas 2:33). Pero una vez cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret. La familia entró así en la normalidad diaria de un hogar judío. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él (Lucas 2:39,40). Luego se nos cuenta otro episodio cuando cumplió los doce años y la familia subió nuevamente a Jerusalén para celebrar el Bar Mitzvá, el momento cuando el joven judío es considerado responsable para guardar los mandamientos, y comienza a tener, como todos los adultos, deberes y obligaciones. Todo ello nuevamente en la ciudad de Jerusalén y en el templo judío, que a pesar de la manipulación mediática árabe, si existió y era el centro de la múltiple actividad  del pueblo en días de Jesús. Pasado el tiempo, y manifestado el Mesías a Israel a la edad de treinta años, nos encontramos nuevamente en la misma ciudad, capital de Judea, después de sus tres años y medio de ministerio público. Pues bien, la ciudad está convulsionada. Han visto y oído todo lo que Jesús ha hecho y dicho, y la expectativa está en su nivel más alto. Pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Observa cual era la expectativa del pueblo: el reino de David, un reino literal y físico, con un rey, Jesús, hijo de David. Así lo proclamaron con gran gozo las multitudes en su entrada a la ciudad eterna. ¡Hosanna! ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! Pero hay también otra manifestación oculta de las autoridades religiosas que piensan de otro modo. Las huestes espirituales de maldad han cercado la ciudad y esperan su momento. La expectativa de la multitud parece disolverse, y poco después, debidamente manipulados, dan voces diciendo: ¡Crucifícalo! Sin embargo, la expectación del reino no muere, adormece, y rebrota nuevamente.

         La ciudad de Jerusalén fue testigo privilegiado de la venida del siervo sufriente, y lo volverá a ser en la manifestación del rey triunfante.

El reino venidero – 20

El reino venideroLa esperanza de Israel – Ana

Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel […] y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:36-38)

Estamos visitando el templo de Jerusalén en el siglo I. En medio de la actividad religiosa habitual, con las multitudes ignorando los sucesos que están teniendo lugar en medio de ellos, nos encontramos con algunas personas, escogidas por Dios, para dejar su testimonio eterno. La eternidad actuando en medio de la rutina diaria. Los gobernantes del pueblo sin revelación, los sacerdotes entregados a su quehacer cotidiano no perciben lo que ha visto Simeón, un anciano que esperaba la consolación de Israel, y una viuda entregada al ayuno y la oración, que han desembocado en un día único para ella y muchos más en Israel. Se presentó en la misma hora cuando Jesús era circuncidado. Ella, que siempre estaba en el templo, ese día discernió que algo trascendía a lo habitual. Simeón bendijo al niño, anunció la profecía de Isaías en su oración; y ahora Ana, una mujer profetisa, sensible al Espíritu de Dios, supo que el niño que apareció en el templo ― ¿cuántos niños no serían circuncidados ese día?― era el redentor esperado por muchos en Jerusalén. Fue tan fuerte su convicción que hablaba del niño a todos los que estaban en su entorno. Muchos se sorprenderían, otros la mirarían con recelo, pero ella era una mujer virtuosa, conocida por estar siempre en el templo, sirviendo a Dios desde que quedó viuda, por tanto, lo que anunciaba tenía la fuerza de la verdad, y que concordaba con la esperanza de la redención que muchos en Israel esperaban desde tiempo atrás. Para muchos otros, todo esto pasó desapercibido. Unos porque no estaban en el templo y no supieron lo que allí tuvo lugar; otros porque anegados del día a día, —como hoy—, no tenían tiempo para pensar en profecías, ni profetas, y mucho menos en lo que varios ancianos anunciaban con tanta vehemencia. El texto dice que Ana hablaba a todos los que esperaban la redención en la ciudad de Jerusalén. Piensa. Muchos la esperaban. Redención aquí no solo tiene que ver con la dimensión espiritual, sino con liberación física de sus enemigos, en ese caso el Imperio Romano. Ambos aspectos están presentes en la redención. La Pascua judía celebra un acto de redención física, salieron de la esclavitud de Egipto, siendo hechos un reino de sacerdotes para servir al Dios vivo y verdadero. Esa esperanza estaba presente en Jerusalén y Ana lo sabía.

         La consolación y redención de Israel es una misma esperanza que muchos tenían en los días cuando nació el Mesías y que aún hoy conservan.

El reino venidero – 19

El reino venideroLa esperanza de Israel – Simeón

Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor (Lucas 2:25,26)

La secuencia de los múltiples acontecimientos que se estaban desarrollando en la ciudad de Jerusalén nos conduce ahora al templo. Por cierto, templo que los palestinos, con sus gobernantes a la cabeza, niegan que haya existido nunca, poniendo en duda el testimonio de los apóstoles y profetas. El templo estaba bien activo en días cuando nació el Mesías, y a él se encaminó Simeón  movido por el Espíritu de Dios. Providencialmente, llegó cuando los padres de Jesús habían llevado al niño al templo para que fuera circuncidado según la ley. Acto que no se hubiera podido realizar si el templo, como dice una reciente resolución de la UNESCO, nunca hubiera existido. Sin embargo, el testimonio es firme. A Simeón, un judío justo y piadoso que mantenía una vida de fe y oración en niveles muy altos, le había sido revelado por el Espíritu que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Por tanto, Simeón supo que no partiría a la eternidad sin haber visto la llegada del Mesías. Además, mantenía la esperanza de la consolación de Israel como parte de su fe viva, y esa esperanza consoladora contenía el advenimiento del reinado mesiánico, mediante el Ungido del Señor, el hijo de David, para liberar al pueblo de sus enemigos, perdonar sus pecados y establecer su reino de justicia y paz. Esa era la esperanza del anciano Simeón. Esa era la consolación de Israel que esperaba. Y ahora, movido por el Espíritu, fue al templo, vio al niño con sus padres, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel (Lucas 2:28-32). Una oración fundamentada sobre la profecía de Isaías, leamos: Yo soy el Señor, en justicia te he llamado… te pondré como pacto para el pueblo, como luz para las naciones (Isaías 42:6 LBLA). Una profecía del siervo del Señor vinculada al reino mesiánico de justicia y paz. Y en otro lugar dice: también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra (Isaías 49:6 LBLA). La salvación viene de los judíos. El reino venidero será establecido en Jerusalén con gloria, y alcanzará a todas las naciones con revelación… como las aguas cubren la mar.

         Aún esperamos y oramos, como Simeón, la consolación de Israel que traerá luz y revelación a todas las naciones y gloria al pueblo de Dios.

El reino venidero – 18

El reino venideroLa esperanza de Israel – Zacarías

Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio… (Lucas 1:67-70)

Hay periodos de la historia profética cuando la palabra de Dios se activa de forma veloz acelerando los planes de Dios en la tierra. Se impulsan distintas convergencias con múltiples factores que actúan sobre diversas personas para llevar a cabo los propósitos divinos. María, la madre de Jesús, había recibido el mensaje del ángel, y ésta había respondido: «Hágase». En esta sola palabra tenemos la combinación siempre misteriosa de la voluntad de Dios y la de los hombres, en este caso, la de María. El plan eterno seguía su curso, y ahora le tocaba el turno a Zacarías, sacerdote y futuro padre de Juan el Bautista. Me gusta pensar que la vida cotidiana en Israel se movía en los parámetros habituales, mientras se llevaban a cabo acontecimientos sobrenaturales que cambiarían la historia para siempre. Elisabeth, mujer de Zacarías, había dado a luz un niño al que pusieron por nombre Juan, tal y como anunció el ángel a su padre. Cuando Zacarías recuperó el habla, después de haber quedado mudo durante el tiempo del embarazo de su mujer, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó. En sus palabras inspiradas volvemos a encontrarnos con la esperanza de Israel, una esperanza que contiene redención, liberación y gobierno sobre Israel. Redención de sus pecados, liberación de sus enemigos, y reinado mediante el descendiente de la casa de David. El Mesías que esperaban debía venir de la casa de David, entroncando con el pacto hecho por Dios con su descendencia. Los judíos recuerdan siempre en la Pascua (Pesaj) la liberación de Egipto. Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y justicia delante de él (Lucas 1:71-75). Israel, en ese tiempo sujetos al yugo romano, vieron la similitud con Egipto de una liberación que estaba tomando forma. El Mesías vendría a establecer un reino libertador para que el pueblo sirva a su Dios.

         Zacarías vinculó en su profecía el nacimiento de su hijo Juan con la llegada del Mesías, librándolos de sus enemigos y estableciendo el trono de David en Jerusalén para que Israel sirviera a su Dios en santidad y justicia; servicio que solo puede realizarse plenamente en el reino venidero.

El reino venidero – 17

El reino venideroLa esperanza de Israel – El ángel Gabriel a María

María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:30-33)

Cuando llegó el cumplimiento del tiempo para que la simiente de Abraham fuera manifestada a Israel, una parte del pueblo mantenía viva la esperanza de los padres. Esa esperanza era la venida del hijo de David, heredero de su trono. Así le fue comunicado por el ángel Gabriel a la joven María. Ésta había hallado gracia delante de Dios para ser el vaso mediante el cual nacería el niño que estaba anunciado por el profeta Isaías. Su nombre sería Jesús, que significa Salvador, por tanto, una apelación inequívoca a su función expiatoria de los pecados del pueblo, cuya misión invocaba la función del Mesías como siervo sufriente. Este fue el mensaje que José, desposado con María, recibió a través del ángel que se le apareció en sueños para decirle: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS [Salvador], porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:18-21). El evangelio de Mateo enfatiza al Mesías sufriente, el siervo de YHVH, el cual salvará al pueblo de sus pecados, por tanto, Mesías redentor; mientras que el mensaje que recibió María a través del ángel Gabriel, narrado por el evangelista Lucas, el énfasis estuvo sobre la vinculación del niño con la simiente de David y su trono, es decir, la figura del Mesías rey. Ambas funciones reunidas en un mismo Mesías. El mensaje del ángel a María ponía el acento sobre la esperanza que anidaba en el alma judía desde hacía siglos: será grande. Como dijo Isaías: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Será llamado Hijo del Altísimo. No solo hijo de Abraham y de David, sino del mismísimo El Shaddai. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre. Heredero de la promesa hecha a David, que de su descendencia habría uno que reinará sobre la casa de Jacob para siempre. Aquí tenemos el anuncio del reino mesiánico en Jerusalén. Añadiendo: Y su reino no tendrá fin. El reino se extenderá durante mil años, y le sucederá el reino eterno. Esta esperanza estaba presente en el primer siglo en Israel cuando el ángel Gabriel se le apareció a María.

         Cuando llegó el cumplimiento del tiempo Israel mantenía la esperanza de un reino mesiánico en Jerusalén, anunciado por el ángel Gabriel a María.

El reino venidero – 16

El reino venideroRevelación progresiva – Abraham (2)

He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes… te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti… por pacto perpetuo, para ser tu Dios… Y te daré a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Génesis 17:4-8)

El apóstol Pablo interpreta en su carta a los Romanos este pacto y promesa como una herencia del mundo, ser heredero del mundo, de todos los redimidos, en definitiva, el reino de Dios en la tierra. Abraham es el inicio del reino de Dios en la tierra. El reino que Jesús anunció mediante parábolas y que estaba escondido desde la fundación del mundo (Mateo 13:35). En nuestro desarrollo asistimos al despliegue del plan de Dios. Escogió a un hombre, y cuando era uno solo y este casi muerto, lo llamó, lo bendijo y lo multiplicó (Isaías 51:2). El autor de Hebreos lo expresa así: Por lo cual también, de uno, y ése casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar (Hebreos 11:12). Una multitud que nadie podía contar de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero. Y cuando preguntaron quienes eran esa inmensa multitud, la respuesta fue: Estos son los que han salido de la gran tribulación [traducido por extensa, a todas las naciones], y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero (Apocalipsis 7:13,14). Esa multitud ingente fueron redimidos para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Apocalipsis 5:9,10). Estamos ante el reino de Dios y sus redimidos que reinan con el Mesías-Rey sobre la tierra (1 Corintios 6:2,3). Por tanto, tenemos que la promesa dada a Abraham y su descendencia, el pueblo de Israel mediante el hijo de la promesa, Isaac, y cuya simiente es Cristo, hijo de Abraham y David (heredero de los pactos), incluía la formación de un reino con personas de todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra. Ese reino reaparece al final de los tiempos para reinar juntamente con Cristo. No debemos olvidar que la manifestación física del reino tiene su asentamiento en la tierra de Canaán, la tierra que Dios prometió a Abraham y su descendencia, que vendría a ser Eretz Israel, la tierra de Israel. Todo ello forma parte del pacto que Dios hizo con Abraham y su simiente.

         El reino de Dios sobre la tierra comienza a tomar forma mediante un solo hombre, como la semilla de mostaza, para luego crecer y crecer.

 

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (1-9)

Tiempos finalesTIEMPOS FINALES – Engaño masivo (1)

Jesús les dijo: No dejen que nadie los engañe, porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos… Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente (Mateo 24:4,5,11 NTV)

Asistimos casi impasibles en los últimos tiempos a la proliferación de la mentira como norma. Hay verdaderas autopistas bien asfaltadas por donde corre el engaño a una velocidad de vértigo. Las noticias falsas están de moda. Incluso quienes más las impulsan se permiten ser los verificadores que dictaminan lo que es verdadero y falso. La mezcla es de tal magnitud que una verdadera ceremonia de la confusión se ha apoderado de nuestras sociedades aturdidas por el espectáculo lamentable de competir por saber colocar la mejor mentira con la mayor apariencia de verdad. Los mensajes van y vienen. De un día para otro quedan obsoletas informaciones que nos mantuvieron hechizados y atrapados durante horas. Nuestros políticos han perfeccionado el arte de la mentira de tal forma que los mejores consejeros son aquellos que pueden armonizar el mejor relato haciendo verosímil cualquier estrategia engañosa. En medio de semejante ceremonia de la confusión las palabras del Maestro resuenan una vez más: No dejen que nadie los engañe. Asistimos a una batalla irrenunciable para combatir la masificación de la mentira aferrándonos a la firme decisión de no ser engañados. ¿Pero cómo lo hacemos? ¿Cuál es la vara de medir que debemos usar para diferenciar las falsificaciones del original? Jesús dice que muchos vendrán, —se levantarán—, afirmando ser portadores de un mensaje redentor y liberador, incluso ser el mismo Mesías, y lo llamativo, dice el Maestro, es que a muchos engañarán, siendo arrastrados a una falsa esperanza de redención y liberación. El deseo por oír aquello que anhelan enlazará sus almas atándolas a un engaño por el que estarán dispuestos a despreciar a quienes pretendan hacerles despertar de la ensoñación. El hechizo se ha producido. La conexión establecida. Los vínculos se afirmarán con un sinfín de repeticiones del mismo mensaje, una y otra vez, hasta que asimilado y digerido se volverán autómatas convencidos que su mesías-libertador ha llegado. Esos mensajes predominantes tienen hoy como base una esperanza antropocéntrica, el hombre y sus potencialidades como eje de su acción. La autorrealización personal a cualquier precio. La cultura del placer y los deleites temporales del pecado como base del sentido verdadero de la existencia. Cuya conducta demuestra que son verdaderos enemigos de la cruz de Cristo. Van camino a la destrucción. Su dios es su propio apetito, se jactan de cosas vergonzosas y solo piensan en esta vida terrenal (Fil.3:18-19 NTV).

         El engaño penetra con aparente placer culminando en decepción.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (2)

Jesús les dijo: No dejen que nadie los engañe, porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos… Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente (Mateo 24:4,5,11 NTV)

Una de las cosas que me llaman poderosamente la atención de las palabras de Jesús en nuestro texto es que la mentira tiene la capacidad potencial de conseguir sus objetivos. Parece haber una predisposición en el alma humana a ser engañado. No en vano dice el profeta: El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso (Jeremías 17:9 NTV). Una vez más encontramos que la iniquidad y la mentira caminan juntas, establecen la injusticia y levantan un gobierno despótico que tiraniza a las naciones. El apóstol Pablo dice que hay hombres perversos y malos alejados de la fe (2 Tes.3:2). Estas personas, sin temor de Dios en sus corazones, rebeldes y contumaces, con apariencia de piedad pero negando su eficacia, son a menudo los gobernantes que dirigen los destinos de los pueblos llevándolos a su propia destrucción. Por eso nos exhorta el Maestro a que no nos dejemos engañar. En primer lugar del engaño de nuestro propio corazón, para lo cual el evangelio nos impele a arrepentirnos y venir bajo el señorío del Mesías verdadero que gobierne nuestras vidas desde lo hondo de nuestro ser mediante su Espíritu, la nueva vida que brota de la redención del justo redentor. Y una vez librados del vicio de la mentira, —como dice el apóstol a los fieles seguidores de Jesús en la ciudad de Éfeso: desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo (Efesios 4:25) —, estamos en disposición de discernir las obras de cada uno, distinguir las palabras separando lo precioso de lo vil para no ser arrastrados por el error de los inicuos, cayendo de vuestra firmeza (2 Pedro 3:17). Sin embargo, el potencial del engaño seguirá ejerciendo su fascinación y hechizo sobre aquellos que no aman la verdad. Jesús es la verdad; el Espíritu de Dios es la verdad, su palabra es verdad. El salmista David supo verdaderamente lo fácil que puede llegar a ser desplomarse subyugado por los sentidos, doblegado por los deseos de los ojos, para que una sucesión irresistible de pecado neutralizara momentáneamente la verdad de su corazón quedando a merced de la soberbia que se había enseñoreado de él (Salmos 19:12,13). Una vez hizo confesión de sus pecados, inscritos a fuego en las páginas de la Escritura, supo que el Señor ama la verdad en lo íntimo, y en lo secreto del ser nos hace comprender la sabiduría para librarnos de la muerte (Salmos 51:6). El engaño puede ser temporal o eterno. La mentira nos puede vencer momentáneamente o gobernar nuestras vidas hasta el final.

         Escapemos de las garras del error viniendo al Mesías Redentor y Rey.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (3)

Ese hombre vendrá a hacer la obra de Satanás con poder, señales y milagros falsos. Se valdrá de toda clase de mentiras malignas para engañar a los que van rumbo a la destrucción, porque se niegan a amar y a aceptar la verdad que los salvaría. Por lo tanto, Dios hará que ellos sean engañados en gran manera y creerán esas mentiras. Entonces serán condenados por deleitarse en la maldad en lugar de creer en la verdad (2 Tesalonicenses 2:9-12 NTV)

Cuando una persona, familia, sociedad o generación se niega obstinadamente a aceptar la verdad natural de las cosas, y tuerce con injusticia la verdad revelada está abriendo su mente y corazón a cualquier tipo de creencias. Un poder engañoso toma lugar contradiciendo neciamente hasta las cosas más elementales. Y aquí aparece en escena la llamada ideología de género (una de las peores aberraciones que ha dado a luz nuestra generación) que pone en duda la realidad del ser humano negándole la evidencia biológica de la naturaleza que ha recibido al nacer. De tal forma, que ya hay padres que se niegan a reconocer el sexo natural de sus hijos hasta que estos decidan si quieren ser hombre, mujer o neutro cuando tengan capacidad para decidir. En España, especialmente los gobiernos autonómicos, han legislado esta aberración apoyada por todos los partidos políticos del arco parlamentario, sean de izquierdas o derechas. Y todo ello en nombre de la libertad, la democracia, los derechos humanos y la no discriminación. Este nivel de alteración de la ley natural va radicalmente en contra de la creación de Dios y tiene unas consecuencias dramáticas para nuestra sociedad. Cuando los gobiernos legislan para cambiar la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador… Dios los entrega a pasiones vergonzosas, y a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen (Romanos 1:23-28). Es el mismo principio que aparece en los textos que tenemos para meditar. Negar la verdad de Dios nos introduce en la creencia de la mentira. Somos engañados como resultado de habernos entregado a la inmundicia, para que un poder espiritual tome el control de nuestras mentes y razonamientos contra el sentido común y elemental de las cosas. Y ese poder engañoso toma el control de los gobiernos que establecen leyes contra natura legalizando la perversidad. Si un gobernante presta atención a los mentirosos, todos sus consejeros serán perversos (Proverbios 29:12 NTV). Llevamos años asistiendo a esta ceremonia de la confusión y destrucción de la sociedad en nombre de unas libertades que no son más que la mayor de las esclavitudes: el engaño masivo.

         Una sociedad cuyos gobernantes se instalan en la mentira ha dado entrada a poderes espirituales que destruirán la convivencia y bienestar.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (4)

La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es la deshonra de cualquier pueblo (Proverbios 14:34 NTV)

En las Escrituras encontramos en muchas ocasiones los contrastes que toda sociedad pone de manifiesto. Hay una tensión continua para establecer formas de gobierno que defienden la libertad y la justicia frente a la tiranía y la opresión, los ejemplos llenan las páginas de los libros de historia. Mayoritariamente predominan los gobiernos que halagando a su electorado hasta conseguir asentarse en el poder luego establecen patrones que pretenden consolidar su dominio permanente. Por ello se nos insta una y otra vez a los hijos de luz a ser luz, brillar, ser sal, salar, y orar por aquellos que ocupan puestos de relevancia para que podamos vivir quieta y reposadamente, con toda piedad y honestidad. Esa es la voluntad de Dios. Hoy la política ha tomado un papel relevante en muchos ámbitos eclesiásticos, los creyentes participan en los debates políticos en las redes sociales, en muchas ocasiones para empeorar las cosas con palabrería y discusiones interminables que solo añaden confusión al panorama general. Sin embargo, la iglesia del Señor debe ser voz en medio de la maldad. Debe alzar la voz para anunciar la justicia del reino de Dios. En esto los profetas de Israel son un modelo evidente para alzarse contra las injusticias sociales. Como está escrito: Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de YHVH, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado (Miqueas 3:8). En muchas ocasiones la voz del profeta tenía como destinatario a los gobernantes que dirigían los destinos de la nación, porque de un gobierno justo bajo el temor de Dios había bendición y provecho, mientras que el pecado institucionalizado afrentaba al pueblo y lo llevaba al desastre. El libro de Proverbios nos da muchos ejemplos de este principio. Leamos. Cuando hay corrupción moral en una nación, su gobierno se desmorona fácilmente. En cambio, con líderes sabios y entendidos viene la estabilidad (28:2 NTV). Cuando los justos triunfan, todo el mundo se alegra. Cuando los perversos toman el control, todos se esconden (28:12 NTV). Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra. Pero cuando los perversos están en el poder, el pueblo gime (29:2 NTV). Cuando los perversos están en autoridad, el pecado abunda, pero los justos vivirán para verlos caer (29:16 NTV). La pasividad en nuestra misión profética no denunciando el pecado de los gobernantes solo permitirá el avance del mal y su dominio sobre las naciones. Hemos sido llamados a levantarnos y resplandecer con luz y gloria.

         Aunque seamos extranjeros y peregrinos en la tierra no debemos renunciar a nuestra misión denunciando el pecado que destruye a los pueblos.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (5)

Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él (Apocalipsis 12:9)

¿Puede ser posible que una mentira tenga la fuerza y el potencial de alcanzar a todas las naciones de la tierra? ¿Es sensato o verosímil poner en duda una supuesta verdad que aceptan como tal gobiernos, naciones y la mayoría de Las gentes del mundo? Podríamos hacer algunas preguntas más en la misma dirección y la respuesta sería la misma: Sí. Sí, es posible engañar al mundo entero. Es posible hacer creer a naciones enteras una corriente de pensamiento, una verdad única, una ideología mayoritaria. La historia de la humanidad contiene diversos intentos para conseguirlo, iniciándose en la llanura de Sinar y el comienzo del reino de Babel en los días de su primer líder llamado Nimrod, cuyo modelo se extendió a todas las naciones de la tierra. Lo anormal es no creer que semejante estrategia sea posible. La Biblia dice que el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19), por tanto, bajo su influencia engañosa, porque el diablo es mentiroso y padre de la mentira. La Escritura enseña con claridad que la muerte espiritual, producida por el pecado en el que hemos nacido, permite ser arrastrados por corrientes de pensamiento mundanas, que a su vez son impulsadas por el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia; esa influencia engañosa y perversa se mantiene activada mientras la persona no ha sido regenerada (incluso después de nacer de nuevo su influencia puede alcanzarnos, recordar el ejemplo de los gálatas y su hechizo posterior a la predicación del apóstol Pablo), por lo cual, lo normal es que nuestros gobernantes acepten planteamientos ideológicos que se han establecido como verdad absoluta y han sido impuestos en sociedades supuestamente democráticas. Vivir bajo el dominio de la potestad de las tinieblas (Colosenses 1:13) permite que se establezcan agendas ideológicas contrarias a la verdad de Dios, impulsadas por Satanás y los ángeles que fueron arrojados con él a la tierra. Sobre la pandemia que nos azota la mayoría de naciones han aceptado las tesis de la OMS a pesar de que existen dudas razonables y ocultaciones sospechosas sobre su estrategia; las medidas desproporcionadas que se han tomado que en muchos casos están produciendo mayores daños que el propio virus. El supuesto remedio peor que la enfermedad. Sin embargo, mayoritariamente se aceptan  creyendo los débiles y contradictorios argumentos que los sustentan.

         No nos engañemos. Es posible manipular a todas las naciones atrapándolas mediante un poder demoníaco mundial que las hechiza.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (6)

[…] Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación […] La mujer estaba vestida de púrpura […] y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA […] Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas (Apocalipsis 17:1,2,4,5,15)

Hemos hablado brevemente de la fuente de donde emana toda mentira. Jesús lo identificó como el padre de la mentira, y cuando miente lo hace como parte esencial de su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de la mentira (Juan 8:44). Los creyentes sabemos esto de forma mecánica, como una frase hecha, sin embargo, no nos paramos a pensar mucho sobre las consecuencias que ello tiene en nuestro diario vivir. Y cuando miramos a los gobiernos del mundo vemos que mayoritariamente están sostenidos por la mentira, la manipulación, campañas de acoso al disidente, persecución de todo aquel que no acepte las ideas predominantes que se establecen en cada tiempo y ocasión. Pues bien, la Escritura nos habla de una ciudad ramera, una capital que se constituyó en reino, ejerciendo un poder hechicero y carismático sobre el mundo antiguo que hizo posible unificar a todos bajo un liderazgo, una agenda, una idea, un proyecto, me estoy refiriendo a la ciudad levantada en la llanura de Sinar, la antigua Mesopotamia, y que conocemos con el nombre de Babel. El proyecto que intentaban en oposición a Dios y su propósito original de que se extendieran por todo el mundo quedó frustrado por la confusión y el juicio. Sin embargo, el modelo de gobierno se expandió a todas las naciones impulsado por el príncipe de este mundo, el que opera en los hijos de desobediencia, y cuyas corrientes de pensamiento alcanzan la mente humana, especialmente los gobernantes, para expandir la naturaleza de esa ciudad ramera y fornicaria. Una ciudad con dos vertientes, una física y geográfica en la llanura de Sinar (Mesopotamia, el actual Oriente Medio), y otra, una concepción espiritual que se ramifica en múltiples manifestaciones, todas ellas bajo el modelo de rebelión que impulsó el origen de esta ciudad. El apóstol Juan quedó perplejo por el misterio de esta ciudad. Se le mostró que su poder hechicero, fornicario, inmoral e idólatra sería implantado bajo su influencia sobre pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. ¿Por qué nos sorprendemos que haya un intento de gobierno mundial muy avanzado en nuestros días?

         Un engaño masivo y múltiple está zarandeando a todas las naciones.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (7)

Nunca más brillará en ti la luz de una lámpara ni se oirán las felices voces de los novios y las novias. Pues tus comerciantes eran los grandes del mundo, y tú engañaste a las naciones con tus hechicerías (Apocalipsis 18:23 NTV)

En este capítulo del libro de Apocalipsis se anuncia el juicio final sobre la ciudad que ha hechizado a todas las naciones. El hechizo es un poder espiritual que neutraliza los sentidos, la razón y las convicciones. Desarma a una persona o sociedad de principios morales y éticos. Es la caída de una gran oscuridad sobre la razón y el sentido común de los hombres. Una mente reprobada que no pasa la prueba naufraga en su misión de dirigir al cuerpo humano. Sus pensamientos han sido perturbados, paralizados y mortalmente engañados. El hechizo nos convierte en autómatas. Somos subyugados, abducidos y llevados como ovejas al matadero. La ciudad de Jerusalén quedó hechizada, —a oscuras—, cuando una tenebrosa oscuridad se aposentó sobre ella días antes de la redención (Lucas 22:53). El hechizo es como el lazo del cazador (Salmos 91:3). Como la mujer inmoral que caza la preciosa alma del varón (Proverbios 6:26). Son las vendas mágicas para cazar el alma humana (Ezequiel 13:18-20). Hay hechizos que alcanzan a naciones enteras. Alemania quedó hipnotizada ante el embrujo de un poder satánico que actuó como el antiguo liderazgo de Nimrod en la vida de Adolf Hitler, y su fascinación neutralizó la rica cultura alemana y su capacidad de razonar con sensatez. Hoy ese mismo hechizo es producido por las grandes corporaciones multinacionales. Una sociedad embriagada de placeres,  promiscuidad y seducción por las riquezas fáciles cae pronto en un endeudamiento cuyos acreedores la esclavizarán de por vida. La deuda pública española es alarmante pero no parece preocuparnos. Vivimos hechizados por el brillo de Babilonia. La fascinación por un buen negocio oculta cualquier capacidad de discernimiento. El afán por las riquezas, las fiestas (cumpleaños, bodas, bautizos, comuniones, aniversarios) y el lujo justifican cualquier comportamiento inmoral que una ciudad ramera impulsa con su hechizo en todas las naciones. Como en los días de Noé y Lot: comían, bebían, se casaban, compraban, vendían (Lucas 17:26-30). Entregados al desenfreno y la disolución hasta momentos antes del juicio. El hechizo paralizador de las verdades eternas había conseguido su propósito. Tus comerciantes eran los grandes del mundo, y tú engañaste al mundo con tus hechizos. Como dice también el profeta: Babilonia ha sido como copa de oro en las manos del Señor, copa que hizo emborrachar a todo el mundo. Las naciones bebieron del vino de Babilonia y se enloquecieron (Jeremías 51:7). Asistimos a esa locura incontrolada.

         El hechizo y control de las corporaciones paralizan la sensatez y la razón.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (8)

Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:18,19)

Hay frases en la Escritura que son determinantes, categóricas. Una de ellas la encontramos en la carta de Juan: el mundo entero está bajo el maligno. O como dice otra versión: el mundo que nos rodea está controlado por el maligno. Y en otro lugar se nos exhorta a no conformarnos al sistema de este mundo, sino ser transformados. Ese dominio que ejerce su tiranía sobre el mundo entero lo hace especialmente sobre aquellos que practican el pecado viviendo alejados de la ley de Dios. El pecado es infracción de la ley. Lo encontramos en la misma carta de Juan. Todo el que peca viola la ley de Dios, porque todo pecado va en contra de la ley de Dios (1 Juan 3:4). Cuando vivimos trasgrediendo las leyes divinas nos ponemos bajo la tiranía del maligno que tendrá derecho legal de actuar sobre nuestras vidas con todo su potencial destructor. Nuestra sociedad no solo se ha alejado de la ley de Dios, sino que la resiste, la combate con obstinación, y persigue a quienes deciden obedecerla. Esta actitud coloca nuestras naciones a merced de los poderes de las tinieblas que no dudarán en destruirlas. La historia nos enseña que las naciones antiguas siempre respetaban sus dioses, eran temerosos de provocarlos, entendían que hacerlo los ponía en desventaja y derrota. Fue la actitud que tomaron en el barco que transportaba a Jonás. Cuando se desató la tormenta, los desesperados marineros pedían ayuda a sus dioses, mientras tanto Jonás dormía. Cuando se dieron cuenta de su negligencia le gritaron: ¡Levántate y ora a tu dios! Quizá nos preste atención y nos perdona la vida (Jonás 1:4-6). Hasta la llegada del racionalismo y la ilustración las naciones de la tierra eran conscientes de su fragilidad y necesidad de los poderes celestiales. Cada pueblo tenía su mitología y entendían, con mejor o peor acierto, que los dos mundos, el visible y el invisible están conectados siendo vasos comunicantes. El pecado atrae la ira de un Dios justo que desarma a las naciones ante los ataques de infortunio producidos por el maligno. Una nación sin protección espiritual es peor que no tener fuerzas armadas para su defensa. Hemos caído en la insensatez y soberbia de apoyarnos en nuestras propias limitaciones quedando a merced del maligno que nos zarandea como a trigo. Vivimos el resultado de la acción del diablo en colaboración con hombres malvados.

         Ignorar al que viene a robar, matar y destruir entregándonos al desenfreno provoca la ruina de nuestras sociedades. Volvamos a Dios.

TIEMPOS FINALES – Engaño masivo (9)

Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:26). Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo… (1 Juan 4:1)

La batalla está servida. Si un campo se deja de cultivar y cuidar pronto le crecerán malas hierbas que harán más difícil volver a preparar la tierra para una nueva cosecha. Nuestra mente es un campo que hay que cultivar y proteger continuamente, de lo contrario las corrientes de pensamiento aflorarán de cualquier parte y seremos objetivo fácil de sus engaños. La pereza mental hará crecer rastrojos y ajenjo. El apóstol escribe su carta pensando en aquellos que vienen a engañar a quienes un día aceptaron la verdad, pero que descuidando el discernimiento pronto son arrastrados por el engaño de falsos profetas. Hay que probar los espíritus. No creer cualquier cosa aunque se ponga de moda y el mundo entero acepte sus demandas. Se han levantado ideologías que actúan como nuevas religiones pretendiendo suplantar la verdad del evangelio. La ideología de género se quiere imponer como dogma de fe. El nacionalismo ha tomado el lugar de las viejas tradiciones religiosas para substituirlas. El cambio climático tiene los mismos componentes de una nueva religión. Se ha establecido un credo universal que debe ser aceptado por todas las naciones aunque solo sea una teoría. Parece más fácil que nunca llevar a pueblos enteros a unas creencias universales. Por otro lado, el evangelio sigue encubierto por el dios de este mundo que ha cegado el entendimiento de los incrédulos para no ver la luz del evangelio (2 Co.4:3,4). La vanidad de la mente mantiene el entendimiento entenebrecido (sin luz) porque la dureza de sus corazones los mantiene en la ignorancia espiritual que lleva a perder toda sensibilidad y entregarse con avidez a cometer toda clase de inmoralidades (Efesios 4:17-19). Es el resultado de resistir la verdad revelada en la persona del Mesías, quien nos redimió del presente siglo malo para que la luz resplandezca en nuestros corazones. Obstinarnos en el error con soberbia solo conducirá a allanar el camino del engaño y la mentira en sus múltiples manifestaciones. Hoy la mentira corre más rápido porque vivimos en un mundo globalista; las autopistas para el engaño y el error están bien pavimentadas por los medios de información mundiales, que por otro lado, están en pocas manos. Unas pocas compañías controlan el flujo informativo a su interés y antojo. Esto facilita en gran medida el adoctrinamiento mundial. Debemos salir de la ciudad de destrucción, como Lot, y ponernos a salvo en la ciudad del gran Rey.

         Rendirnos a la verdad del evangelio nos hará libres del dominio del maligno y quienes engañan al mundo entero.