El hombre condenado – 44
Los hijos de condenación (XXXVI) – Babilonia (28)
Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti. Luz de lámpara no alumbrará más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones (Apocalipsis 18:22, 23)
Uno de los aspectos del poder hechicero-seductor-persuasivo de Babilonia que aún no hemos mencionado tiene que ver con la música. Lo ampliaremos cuando meditemos los capítulos del profeta Ezequiel sobre este mismo tema, pero ahora detengámonos por unos momentos en este aspecto y otros que aparecen en nuestro texto. Estamos asistiendo al final de los días de la influencia babilónica sobre las naciones. Se van apagando los distintos focos que han brillado con fuerza uno tras otro.
Ahora le toca el turno al poder seductor de la música. Esta ha sido siempre una de las armas más poderosas de Satanás para cautivar a la juventud. Yo fui uno de esos cautivos. Por el profeta Ezequiel sabemos que Lucifer, llamado querubín grande protector, quiso la adoración a Dios para sí mismo; que seguramente era él quien ocupaba un lugar preeminente en la adoración a Dios; quiso el trono y se halló en él maldad. Incluso sus vestiduras o su mismo cuerpo estaba hecho de instrumentos musicales: los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación (Ez.28:13 RV60).
El autor de la música es Dios, sin embargo, Lucifer, quién luego sería transformado en Satanás y Adversario, tenía un papel principal en la adoración celestial antes de que se hallara en él la maldad. Cuando cayó y fue expulsado del cielo se llevó consigo la capacidad de usar la música para atraer la adoración sobre sí mismo. El libro de Apocalipsis establece un contraste entre quienes adoran al que está sentado en el trono y al Cordero, y aquellos que adoran a la bestia y Satanás.
Las multitudes quedan hechizadas en los conciertos de grandes músicos que atraen a generaciones enteras con su fascinación por el estilo de vida babilónico, que unido al sexo y las drogas, hacen una «trinidad» diabólica que atrapa a millones de personas en una adoración falsa y contraria a la voluntad de Dios. Debemos saber discernir qué música escuchamos. Todas las religiones tienen su porción musical en el ritual idólatra.
También se han introducido en la iglesia de nuestros días sonidos y estilos de música, con letras superficiales, que en lugar de adoración al Dios vivo es un concierto al estilo babilónico.
La música tiene un potencial seductor para atraernos a Babilonia y hechizarnos con sonidos agradables y alejarnos de la verdadera adoración.