En cuanto a la Iglesia Primitiva tenemos que decir lo siguiente: Nunca enseñaron que Jesús fuera un hombre mortal, sino más bien el Hijo de Dios hecho carne, que murió y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y que está sentado a la derecha del Padre. Fueron testigos de su resurrección y muchos de ellos dieron sus vidas por este testimonio para transmitirlo a la siguiente generación. Que a lo largo de la dilatada historia de la iglesia ha habido episodios desafortunados, mezcla con paganismo y malos ejemplos de quienes tenían la responsabilidad de ser luz y sal en la tierra, no me cabe ninguna duda, pero todo ello no anula la verdad de Dios. Como está escrito: “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4).
Que la institucionalización de la iglesia ha sido y es motivo de tropiezo para muchos tampoco lo niego, pero ello no borra la verdad de un pueblo que Dios ha llamado para ser hechos a la semejanza de Su Hijo. A pesar del clericalismo y la religiosidad de apariencia hay un camino nuevo y vivo que Jesús nos abrió, para que podamos acercarnos al Trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para el oportuno socorro. Por tanto, no hay excusa. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, y hoy es día de salvación para escapar de todo engaño y venir a la cruz del Calvario para limpiar nuestros pecados con su sangre preciosa.
El edificio y la obra que Dios está levantando de todas las naciones no se tambalea por la novela de Dan Brown, aunque para muchos pueda ser motivo de confusión y engaño. El fundamento de Dios está firme. Hemos sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo la piedra angular del edificio. No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos, dijo el apóstol Pablo, y que se aparte de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor. Así, pues, “El Código da Vinci” pasará, pero la palabra de Dios permanece para siempre. Os dejo con las palabras del apóstol Juan, que ya en su día, a finales del siglo I, tuvo que lidiar con las doctrinas gnósticas.
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto conocéis el Espíritu de Dios; todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene y que ahora ya está en el mundo. Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan de parte del mundo, y el mundo los oye. *osotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error” (1a Juan 4:1-6).