Sobre María Magdalena, dice que era la mujer de Jesús, y fue a ésta a quién dejó como responsable de crear la iglesia cristiana, de ahí su rivalidad con el apóstol Pedro. Ambos tuvieron una hija, Sarah, que llegó a emparentar con los reyes galos para formar la dinastía merovingia, con una descendencia secreta que llega hasta nuestros días, cuyo personaje central en la novela, Sophie, se revela al final de la obra como una de sus descendientes. En fin, todo un despropósito, para no prestarle mucha atención, si no fuera por la repercusión que está teniendo en muchas naciones y por su próxima aparición en las pantallas de cine.
Lo que sale a la superficie nuevamente es el viejo paganismo, las doctrinas gnósticas, cuyos escritos y enseñanzas ya fueron desestimados por la iglesia primitiva. En un lenguaje moderno, envuelto en las páginas de una novela exitosa, aparece la misma estrategia de siempre: el engañador y mentiroso presentándose como amante de la verdad, descubridor de los misterios ocultos y propagador de otro Jesús, otro evangelio y otro espíritu; en definitiva, nada nuevo debajo del sol.
Fijándonos en los aspectos que más nos interesan encontramos tres falsedades principales en la novela. Primero, la deformación de la Persona de Jesús, luego el ataque a las Sagradas Escrituras y en tercer lugar la calumnia sobre el engaño transmitido por la iglesia Primitiva. De un plumazo pretende cargarse los pilares fundamentales de nuestra fe, y una vez, presuntamente aniquilados, levantar otro edificio, otro Jesús, otro evangelio, sobre el fundamento de los escritos gnósticos, los principios de la Nueva Era y el resurgir del paganismo. Aunque el final de la novela es decepcionante, llega al vacío, a la nada, solo leyenda, suposiciones y fábulas, pero en el camino ha dejado una estela de dudas, especulaciones y razonamientos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2a Corintios 10:4-5). El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que “vendrá un tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos” (2a Timoteo 4:3- 4). A los que aman la verdad tal como nos ha sido transmitida por el mismo Señor y confirmada por los que la oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, tanto por señales, como por prodigios, y por milagros y por dones del Espíritu Santo según su propia voluntad (Hebreos 2:3-4) (Lucas 1:1-4) (Hechos 1:1-5) (Hebreos 1:1-4) quiero compartirles lo siguiente.