76 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (III) – Vio corrupción

Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios levantó no vio corrupción  (Hechos 13:36,37).

         En la figura histórica de David nos encontramos con un tipo del Mesías que abarca distintas esferas de su misión. Todo prototipo que aparece en la Escritura señalando al Mesías contiene aspectos comunes, paralelos, y otros que lo diferencian. La Escritura revela en muchas ocasiones partes de la plenitud que hay en Cristo mediante distintos personajes, lo cual no quiere decir que sean idénticos entre sí, pero nos dan un acercamiento en sombra de aquel que había de venir. Eso en cuanto a la primera venida del Mesías, pero hay una segunda venida que también está tipificada en la persona de David relacionada con el reino mesiánico venidero.

Dicho esto, y para no confundir la exégesis, veamos algunos aspectos más de la figura de David que muestran acercamiento o lejanía de la figura central de toda la Escritura que es el Mesías. Vemos en nuestro texto, que aunque David prefigura y anticipa a uno de sus descendientes que habrá de sentarse en su trono para siempre, sin embargo, lo supera y amplifica por cuanto se trata del Rey de gloria.

David sirvió a su propia generación, según la voluntad de Dios, y durmió. Cumplió su parte del proyecto divino y una vez acabada la obra encomendada fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Es decir, su cuerpo de muerte, sometido al pecado de origen, obtuvo el resultado anunciado: la muerte.

Sin embargo, Jesús, el Hijo de Dios, que nació sin relación con el pecado; que fue engendrado por el Espíritu Santo sin intervención humana, una vez acabada la obra que el Padre le encargó, no vio corrupción. Su cuerpo fue puesto en la tumba, pero la muerte no pudo retenerlo (Hch.2:24), por ello resucitó de entre los muertos y volverá para reinar como descendiente de la casa de David.

Jesús es el hijo anunciado cuyo reino no tendrá fin. El apóstol Pedro reconoció esta verdad inamovible ante el pueblo de Israel cuando dijo: Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

         El que es llamado hijo de David en los días de su carne, era Señor de David, a quién éste veía siempre delante de él en su vida de fe y servicio.       Ver los textos: (Lc.18:38,39) (Lc.20:41-44) (Hch.2:25-28).

75 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (II) – Conforme a la promesa

Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel (Hechos 13:22,23).

         En la persona de David tenemos en la Escritura la conjunción de distintos propósitos de Dios. Primeramente era un hombre conforme al corazón de Dios, escogido por Él para realizar sus voluntades. Elegido para ser rey de Israel, figura del Rey de reyes que habría de venir. Nacido en la ciudad de Belén, de la que era originaria la familia de David, para ser el precursor del salvador a Israel (observa la centralidad del pueblo escogido) y alcanzar a todos los pueblos y naciones como Salvador del mundo, y reinar en el futuro como Rey de Jerusalén, anticipando el reino mesiánico que ha de venir.

Todo ello conforme a la promesa. Y en esta expresión quiero pararme unos instantes. Meditemos. Israel tuvo primeramente un rey conforme a la carne (Saúl); de la misma manera que le nació a Abraham un hijo de la carne (Ismael), que luchaba y menospreciaba al futuro hijo de la promesa (Isaac). Pues bien, Saúl, el rey, hijo de la carne, luchó contra el hijo de la promesa (David), y futuro rey de Israel, queriendo matarlo en diversas ocasiones. Tenemos aquí otro principio revelado en la Escritura: la lucha entre la carne y el espíritu.

Por otro lado, el apóstol nos dice que el primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo (1 Co.15:47). Saúl era de la tierra. David del cielo; conforme a la promesa, escogido por gracia, nacido por el Espíritu de Dios. Adán era de la tierra; el postrer Adán, Cristo, es del cielo. Tenemos también una creación entregada a la vanidad por causa del pecado (Rom.8:20), y esperamos una tierra nueva regenerada en la que morará la justicia (2 Pedro 3:13); es decir, el reino mesiánico prometido a la casa de David. Y todo ello según sus promesas.

Este es el lenguaje de la Escritura: Eligió a David su siervo (Sal.78:70). Juré a David mi siervo… Hallé a David mi siervo… Y no mentiré a David (Sal.89:3,20,35). Y trascendiendo al propio David, está escrito: ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? (Jn.7:42). El Mesías ha sido anunciado en sus múltiples funciones como un hijo de la casa de David, de la tribu de Judá, que es superior al personaje histórico, y que nos conduce al reino mesiánico prometido. Dios actúa según la promesa. Los que creen las heredan.

         David es una figura central en la Escritura que trasciende a su propia temporalidad para adentrarnos en la esperanza del reino prometido a Israel.

74 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (I) – El llamamiento

Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de YHVH y YHVH te ha desechado para que no seas rey sobre Israel… YHVH ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú (1 Samuel 15:26,28).

         Desechado Saúl, el Señor escogió un hombre conforme a su corazón para ocupar su lugar. El modelo adaptado al sistema de este mundo había fracasado, ahora el Señor va a levantar un diseño nuevo según el reino de Dios. Cuando fracasan los reinos de este mundo el Señor viene para reinar en gloria, mostrando así el triunfo de su modelo celestial.

La desobediencia de Saúl atrajo la ira de Dios sobre su reino, como la de Adán en Edén. El diseño de Dios comienza en el corazón del hombre, un nuevo corazón; no en las apariencias externas (Saúl), ni en la vanidad o vanagloria de la vida, sino en el corazón cambiado a su semejanza (David). Tenemos aquí un anticipo del nuevo pacto.

El reino de Dios se establece sobre corazones rendidos a su voluntad, hechos a la imagen del Hijo. David es aquí una figura múltiple. Por un lado del llamamiento de Dios, por otro del nuevo hombre, y en tercer lugar es también un prototipo del reinado mesiánico de Jesús, enviado a Israel para reinar desde Jerusalén sobre todas las naciones.

La elección de la casa de David ya estaba profetizada desde los días de Jacob. Judá, te alabarán tus hermanos… No será quitado el cetro de Judá (Gn.49:8-10). Una vez que Saúl fue desechado el Señor envió a Saúl a casa de Isaí en Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey (1 Sam.16:1). Cuando comenzó «el desfile» de los hijos de Isaí, el mismísimo profeta de Dios pensó que teniendo delante al impresionante Eliab, su primogénito, sería el escogido por Dios. Pero no era así. El Señor le recordó que él no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero YHVH mira el corazón (16:7).

Pasaron todos sus hijos hasta que mandaron llamar al pequeño David que estaba en el campo cuidando las ovejas de su padre. Al parecer había pasado completamente desapercibido para la familia. Cuando llegó a la casa de su padre, David, que era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer, Samuel recibió la confirmación del Señor: Levántate y úngelo, porque éste es (16:12). Desde ese momento el Espíritu de Dios vino sobre David, y la unción que recibió se fue abriendo camino en medio de la oposición a su llamamiento. Siempre hay oposición al ungido del Señor.

         La Escritura es clara: Dios desecha y Dios escoge. Es soberano. Y al hacerlo siempre mira el corazón en una dimensión eterna y trascendente.

73 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XXIII) – El reinado de Saúl (3)

Mas ahora tu reino no será duradero, YHVH se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual YHVH ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que YHVH te mandó (1 Samuel 13:14).

         Los reinos de este mundo, al estilo del reinado de Saúl, tienen fecha de caducidad. No son duraderos aunque ejerzan dominio por un tiempo. Su debilidad radica en que tienen su fundamento sobre el brazo de carne y no sobre la soberanía del Rey del Universo.

Muy pronto vemos que el reinado de Saúl era endeble. Se inició como resultado de una petición basada en los deseos humanos, comprensibles, pero contrarios al plan de Dios. Pronto mostró que su obediencia era circunstancial, y se hizo palpable que obedecer es mejor que muchos sacrificios. Dios le puso fecha de caducidad. Tu reino no será duradero. El mismo mensaje que dio Daniel a Belsasar. MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas (Dn.5:25-28).

El Señor se buscó a un varón conforme a su corazón. Este sí sería designado por la voluntad perfecta de YHVH. Una referencia clara al futuro reino mesiánico de la casa de David. Notemos que el reino mesiánico ya fue anunciado en vida del reino de Saúl, figura de los reinos de este mundo. Transcurrieron treinta y ocho años hasta el fin de la casa de Saúl y el inicio de la casa de David. Dios no retrasa su promesa, sino que la revela en medio de los procesos naturalmente sobrenaturales.

Podemos ver en el reino de Saúl cierta similitud con el reino que se levantó en la llanura de Sinar, el de Babel. Pidieron un rey para levantar un reino a semejanza de las demás naciones cananeas, por tanto, al estilo de Babilonia. En Babel rechazaron el gobierno del Señor, y Nimrod se levantó como líder de un gobierno mundial. Saúl no tuvo tantas pretensiones, pero participó del mismo espíritu babilónico cuando desechó la obediencia al mandato del Señor y pensó unir el poder político con el religioso, ofreciendo él mismo los sacrificios. Dios lo permitió en ambos casos pero le puso caducidad.

Dios permite gobiernos y reinos moldeados por ideologías humanas, pero ha designado a su Mesías para reinar según el modelo diseñado en el cielo. A Babel le siguió el llamamiento de Abraham. A Saúl le siguió David, un hombre conforme al corazón de Dios. El Señor permite gobiernos babilónicos en la iglesia por un tiempo, pero les ha puesto fecha de caducidad, aunque al presente sean fuertes y dominadores.

         El reino de Saúl no fue duradero pero introdujo el futuro reino davídico.

72 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XXII) – El reinado de Saúl (2)

Entonces dijo todo el pueblo a Samuel: Ruega por tus siervos a YHVH tú Dios, para que no muramos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros. Y Samuel respondió al pueblo: No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis de en pos de YHVH, sino servidle con todo vuestro corazón (1 Samuel 12:19,20).

         Pasada la euforia inicial por la recién estrenada monarquía de Saúl, el pueblo supo por Samuel el pecado que habían cometido. La decisión fue tomada contra la voluntad de Dios. En ella estaba implícito el mensaje de rechazar a YHVH como rey del pueblo, abandonar la vida de fe y andar por la vista, según el sistema del mundo que los rodeaba. Todo ello fue calificado por el profeta como «vuestra maldad que habéis hecho ante los ojos de YHVH, pidiendo para vosotros un rey» (1 Sam.12:17). La verdad de sus actos debía ser conocida y aceptada con sus consecuencias.

El pueblo quedó afligido y pidió a Samuel que rogara por ellos para que no murieran (12:19). Su conciencia había sido herida ante la realidad de añadir a su pecado pedir un rey para nosotros. Me recuerda el episodio de Pentecostés. Una vez conscientes de haber matado al Autor de la vida, dijeron: ¿Qué haremos? El apóstol Pedro dijo: Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados.

Por su parte, el profeta Samuel dijo al pueblo que no temieran, sino que sirvieran al Señor con todo el corazón, sin apartarse en pos de vanidades (12:20,21), porque YHVH no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque YHVH ha querido haceros pueblo suyo (12:22).

Aún en la desobediencia el Señor sigue siendo Dios de Israel, no los desecha. Aunque Israel como pueblo, especialmente las autoridades (los edificadores Mt.21:42-45), rechazaron al Mesías, siguieron siendo el pueblo de Dios, unidos a los pactos y las promesas hechas a los padres. No lo olvidemos. Dios no ha desechado a su pueblo (Rom.11:1,2).

Samuel seguiría orando por ellos, como lo hizo el apóstol Pablo, a pesar de cometer el error de elegir un rey contrariamente a la voluntad de Dios. En el caso del Mesías-Rey por rechazar (hasta ahora) al que Dios ha enviado como Redentor, heredero del trono de David, a quién sí reconocerán un día, como aquel que habían traspasado, y llorarán por él como se llora por hijo unigénito (Zac.12:10). En definitiva, pedir un rey fue errático y pecado, pero aún había esperanza si corregían su camino temiendo a Dios. Saúl no lo hizo.

         Pecar o errar en una decisión, por trascendente que sea, no nos elimina delante de Dios si reconocemos nuestro pecado y reconducimos nuestras vidas.

71 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XXI) – El reinado de Saúl (1)

Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido YHVH, que no hay semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey! Samuel recitó luego al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro, el cual guardó delante de YHVH (1 Samuel 10:24,25).

         Todo el proceso de escogimiento de Saúl como primer rey de Israel es muy rico en detalles en el libro de Samuel. En sus días se hizo popular una expresión en el pueblo: «¿También Saúl entre los profetas?» Todo parecía ir de acuerdo al deseo del corazón de las multitudes, que ahora estallaron en alegría porque tenían un rey como las demás naciones. Se institucionalizó la monarquía en Israel.

Samuel presentó a Saúl al pueblo. Su aspecto era impresionante en su porte externo. Superaba la media de altura, y sacaba una cabeza a todos los demás. Se sentían seguros. Anduvieron por la vista y la apariencia. Este recorrido carnal tuvo las patas muy cortas, y pronto las cosas comenzaron a torcerse, aunque antes asistiremos a días con apariencia de piedad.

Las leyes del reino fueron redactadas en un libro, y se guardaron delante de YHVH. El libro de Deuteronomio ya adelantaba gran parte de la normativa (Dt.17:14-20). Vemos en él un adelanto de lo que ahora se estaba materializando. Tenemos aquí una manifestación de la presciencia de Dios, (conocedor de los tiempos futuros). Lo mismo en el caso de los elegidos de quienes habla el apóstol Pedro (1 Pedro 1:2).

Dios adelantó a Moisés que llegaría el tiempo cuando el pueblo pediría un rey como todas las naciones, pero le puso límites a sus prerrogativas: no sería un hombre extranjero; no tendría demasiados caballos; no hará volver al pueblo a Egipto; no tomará para sí muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe (Salomón parece que no leyó bien esta porción de la Escritura); no amontará para sí plata ni oro; escribirá una copia del libro de la ley para leerlo todos los días para que aprenda a temer a YHVH, y guardar sus palabras poniéndolas por obra; de esta forma no se elevaría su corazón con soberbia sobre sus hermanos y prolongaría los días de su reino y los de sus hijos.

Saúl comenzó bien, con humildad, sorprendido por el llamamiento. Obtendría algunas victorias sobre los enemigos de Israel que le darían confianza en sí mismo, pero una vez que sintió amenazado su trono por un competidor mejor que él, su corazón fue carcomido por la envidia, dando lugar al diablo para que le atormentase y trajera opresión y angustia al pueblo que debía servir. La historia de Saúl, el rey del pueblo, sería un fracaso dramático para su casa, y finalmente ser desechado.

         El reinado de Saúl comenzó en la carne y terminó en desastre.

70 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XX) – Alabanza profética

… Encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de YHVH vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre (1 Samuel 10:5,6).

         Una vez que Dios permitió la petición que hicieron los ancianos de Israel de tener un rey como las demás naciones, se puso en marcha todo un proceso para ungirlo. Un rey que seria del pueblo, escogido por Dios. La historia posterior revela las consecuencias de obstinarse contra la voluntad perfecta del Señor.

Samuel sería el puente entre el periodo de los jueces y la llegada de la monarquía a Israel. Dios le mostró que el elegido era el hijo de Cis, de la tribu de Benjamin. Una vez que Saúl «apareció» delante de Samuel, se le anunciaron una serie de sucesos que tendrían lugar hasta la consumación de su llamamiento como rey.

Hay que llamar la atención sobre el hecho de que fue Samuel quien inició lo que llamamos la escuela de profetas. La unción profética que estaba sobre el hijo de Ana se extendió a muchos otros, de tal manera que a partir de ahora nos encontramos con una expresión que se repetirá a lo largo de la historia antigua de Israel: los hijos de los profetas. Vemos cómo en distintas ocasiones aparece un varón de Dios, un vidente, un profeta enviado para una misión concreta. A menudo ni siquiera se menciona su nombre. Son vasos escogidos para que la palabra de Dios llegue a personas específicas, especialmente los reyes.

Pues bien, ese grupo de profetas tenían lugares donde se congregaban, estudiaban las Escrituras y fluían en el Espíritu de revelación. Una de sus características será la unción sobre el canto, de tal forma que muchos profetizaban en una atmosfera de adoración y una dimensión nueva y fresca del Espíritu de Dios. Todo ello antes de la llegada del rey de la casa de Judá.

En nuestro texto tenemos unas palabras muy relevadoras que Samuel traslada a Saúl antes de ser confirmado en el reino. Tenía que encontrarse con una compañía de profetas, precedidos de una expresión de alabanza con salterio, pandero, flauta y arpa; y en medio de esa adoración la compañía de profetas profetizando. Esa atmósfera atraparía también al tímido Saúl de aquellos días que sería envuelto por aquel ambiente celestial de adoración en el Espíritu; entonces vendría él Espíritu de Dios sobre él con poder y profetizaría junto con el grupo de profetas. Esta experiencia cambió la vida de Saúl de tal forma que a partir de entonces ya no sería el mismo.

         La adoración en el poder del Espíritu precede al reino mesiánico.

69 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XIX) – La petición verbalizada

Y oyó Samuel todas las palabras del pueblo, y las refirió en oídos de YHVH (1 Samuel 8:21).

         Estamos en un momento trascendente de la historia antigua de Israel. Samuel es el trampolín entre el periodo de los jueces y la monarquía. Está escrito: Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel (Hch.13:20).

Hemos visto que los hijos del profeta no anduvieron en los caminos de su padre, por tanto, parecía «lógico» que los ancianos pidieran una solución para el gobierno de Israel, echando mano, eso sí, de la manera de pensar del mundo que los rodeaba, es decir, pidiendo un rey como las demás naciones aunque ésta no fuera la voluntad de Dios.

Tenemos aquí algunos principios sobre la vida de oración que queremos considerar. En primer lugar notamos que la oración debe ser hecha cuando ya conocemos la voluntad de Dios, entonces pediremos conforme a su voluntad, y si pedimos conforme a su voluntad, Él nos oye y concede las peticiones que le hayamos hecho (1 Jn. 5:14). En caso de no conocerla, la oración debe hacerse para llegar a descubrirla, aunque si tenemos su palabra revelada en ese caso no hará falta, sino que seguiremos la voluntad revelada en su palabra de antemano.

La voluntad de Dios era ser Él mismo Rey de Israel, por tanto, los ancianos pidieron a Samuel que actuara contra la voluntad de Dios. De forma bien llamativa, el Señor lo permitió y mostró al profeta que siguiera al pueblo.

Cuando los ancianos oyeron las consecuencias de pedir un rey (tomará vuestros hijos para el ejército, acumulará riquezas, pedirá impuestos, etc.) no les interesaron, sino que se ratificaron en su postura obstinada. Entonces, (observa el detalle), Samuel refirió en oídos de YHVH los argumentos del pueblo. Samuel oyó todas las palabras del pueblo, y las refirió en los oídos de Dios. ¿Acaso el Señor es sordo que no había oído y conocido sus intenciones? Sí, las oyó, pero el recorrido de la oración conduce a presentarla literalmente ante el trono de Dios. Verbalizarlas. Exponer de viva voz las palabras que componen los argumentos de la oración que se expresa ante Él.

Está escrito: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios… (Fil.4:6).  El salmista lo enseña una y otra vez. Veamos un ejemplo: Escucha, oh YHVH, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh YHVH, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré (Sal.5:1-3).

         Aunque Dios había oído la voz del pueblo, Samuel las verbalizó en oración delante de Él, dando trascendencia a los argumentos expuestos.

68 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XVIII) – El pueblo pide un rey

Y dijo YHVH a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos (1 Samuel 8:7). Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años (Hechos 13:21).

         La vida de Samuel como profeta de Dios había sido impecable. Su palabra llegó a todo Israel. La vida ministerial subió de nivel; una nueva atmósfera espiritual comenzó a penetrar en el pueblo de la promesa; sin embargo, todo ello no fue suficiente para que los hijos del profeta anduvieran en los caminos de su padre. Fueron puestos como jueces por Samuel (8:1), pero ser hijo de profeta no nos hace profetas. Como tampoco ser hijos de pastor en una congregación nos hace pastores dinásticos. El ministerio es un llamado de Dios, no una herencia familiar.

Los hijos de Samuel no anduvieron en los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho (8:3). En esas condiciones tomaron la palabra los ancianos del pueblo pidiendo un rey como las demás naciones. Tampoco es garantía de hacer la voluntad de Dios ser anciano del pueblo. No siempre los ancianos toman decisiones correctas.

El hombre de Dios, en medio de esta encrucijada, se vuelve al Señor en oración. Y Samuel oró a YHVH (8:6). Después de oír con desagrado a los ancianos del pueblo pidiendo un rey, Samuel buscó el trono de la gracia. La respuesta del Señor es muy llamativa: «Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan». ¿Cómo? ¡Pero si están haciendo una petición contraria a la voluntad de Dios! El Señor dijo: «no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos».

Dios permitió esta petición en firme de los ancianos del pueblo. Reconoció que habían sido contaminados por la forma de pensar de los reinos vecinos; todos tenían su rey que iba delante de ellos a la guerra, ellos también querían uno, poniendo de manifiesto que no vivían en fe (el justo vive por fe), confiando en el Señor que los sacó de Egipto como su rey; aunque les advirtió de las consecuencias (8:9-18).

Vendrán días cuando la monarquía hará tropezar al pueblo, y sus oraciones no serán oídas a «causa de vuestro rey que os habréis elegido» (8:18). Más adelante, el mismo Samuel ungirá un rey conforme al corazón de Dios, pero ahora los ancianos no quisieron oír la voz del profeta, sino que «nosotros seremos como todas las naciones». Asimilación.

         El primer rey de Israel, Saúl, aunque elegido por Dios, fue pedido por los ancianos del pueblo contra la voluntad de Samuel y el Señor.

67 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos orígenes del reino (XVII) – El sacerdocio corrompido

Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de YHVH… Era, pues, muy grande delante de YHVH el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de YHVH (1 Samuel 2:12,17)

         Samuel, el hijo de Ana, nació y fue entregado al servicio en el templo de Dios. Mientras el niño crecía los hijos de Elí corrompían el sacerdocio. El proceso mediante el cual el Señor dio a Israel un profeta y más tarde un rey, se encontró con un sacerdocio viviendo lejos de la voluntad de Dios. Un mal ejemplo para el pueblo. No tenían conocimiento de Dios. Su pecado, muy grande a los ojos del Altísimo, hizo que los hombres menospreciaran lo establecido en la ley.

Podemos ver aquí un adelanto profético de la corrupción ministerial que precede a la llegada del reino mesiánico, coincidiendo con la apostasía que anunció el apóstol Pablo antes de la venida del Señor; y que convive con un nuevo tipo de sacerdocio fiel, que sirve conforme al corazón de Dios, cuyo ministerio es edificado para ungir al futuro rey de Israel (1 Sam.2:35).

Samuel y los hijos del sacerdote Elí forman parte de un mismo sistema sacerdotal pero con distintas formas de ministrar al Señor. El joven Samuel ministraba en la presencia de YHVH, vestido de un efod de lino (2:18). Los hijos de Elí hacían pecar al pueblo de YHVH (2:24). El joven Samuel iba creciendo en medio de esa situación decadente, pero era acepto delante de YHVH y delante de los hombres (2:26).

Los hijos de Elí morirían ambos en un mismo día (2:14). Samuel no dejaba caer a tierra ninguna de las palabras del Señor, siendo fiel profeta de YHVH, y el Señor se manifestó en su vida por medio de su palabra (3:19-21). Los hijos de Elí eran impíos y no tenían conocimiento de YHVH (2:12).

Ambos coinciden en un mismo tiempo, pero mientras Samuel crece hasta llegar a todo el pueblo con la palabra del Señor, los hijos de Elí se encaminan inexorablemente hacia el juicio de Dios.

En algunas de las iglesias de Apocalipsis nos encontramos con personas que viviendo en medio de falsas doctrinas (Apc.2:24) no participaron de ellas; y otros que estando en medio de la corrupción predominante no mancharon sus vestiduras, sino que anduvieron con el Señor en vestiduras blancas (3:4).

Así son nuestros días. Hay quienes sirven por ganancia deshonesta, y quienes lo hacen con sinceridad, sin contaminarse del entorno. El Señor conoce a los que son suyos, quienes esperan y apresuran la venida del Señor (2 P.3:12 LBLA).

         Un sacerdocio corrompido puede coexistir un tiempo con el espíritu profético que anuncia la llegada del amanecer mesiánico.